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Hijo de su tiempo, Money cumplió los mandamientos sartreanos de libertad y compromiso. El mayor de tres
hermanos de una familia de clase media antiperonista nació en el barrio de Congreso, el 5 de abril de 1946.
Estudió en colegios privados (en el Don Bosco hizo la primaria, del Santa Catalina egresó como maestro, profesión
que ejerció unos pocos años) y cursó Derecho en la Universidad del Salvador y Sociología en la UBA. A los 29
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Página/12 :: espectaculos :: Al rescate de un poeta silenciado 6/18/10 5:46 PM
años contaba con cuatro libros publicados: dos de poesía, Nuevas elegías a mí mismo (Montanari, 1967) y María
Cuatropasos (editado en 1969 por Sudestada, la editorial de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde), y dos
investigaciones periodísticas, publicadas en 1973 por el Centro Editor de América Latina: Banqueros, financistas y
capitanes de la industria y El Maccarthysmo. Por las hazañas que protagonizó, Money estuvo rodeado de un aura
mítica en el seno de la intelectualidad nacional y popular de fines de los ’60. Cómo no sentir admiración por ese
joven corajudo que se plantó frente al almirante Rojas, uno de los jefes de la “Revolución Fusiladora” (certera
definición de Panceira) y le gritó “¡Asesino de Valle!”, sin importarle que el ejército de custodios del criminal en
cuestión se le arrojara encima y le propinara una paliza de la que fue rescatado por los mozos del restaurante
donde se hallaban. El otro episodio que le dio espesor a su fama de héroe fue el Operativo Cóndor del 28 de
septiembre de 1966, cuando un grupo comando del Movimiento Nueva Argentina, encabezado por Dardo Cabo,
tomó simbólicamente las Islas Malvinas en reafirmación de la Soberanía Nacional y en oposición a la política de
Onganía. Aunque no formó parte del contingente de esos 18 militantes que secuestraron el avión, esa noche
Money dejó frente al edificio de la Embajada del Reino Unido en Buenos Aires una buena marca de metralleta,
atentado que tuvo amplia repercusión periodística.
Money puso el cuerpo y el alma en las calles, en las redacciones de los diarios El Día (La Plata), Mayoría y La
Opinión, en sus poemas. Panceira traza un perfil del poeta que contrasta con el hombre de acción que se
agigantaba a medida que circulaba de boca en boca el relato de sus proezas. Money, más bien bajo y delgado,
elegante en los modales y en el vestir (siempre llevaba la estrella federal roja en la solapa), de pelo largo bien
peinado y bigotes, era callado. Cuando hablaba lo hacía en voz baja, pero de manera firme. Sonreía con facilidad,
cultivaba la ironía y tenía un gran sentido del humor. En el primer encuentro que tuvo con Panceira en 1967,
puntapié de una profunda amistad, el poeta teorizó sobre Lautréamont, descalificó al manifiesto surrealista, pero
recitó de memoria “Antes del cine”, de Apollinaire, y “Lluvias”, de su amado Saint-John Perse. En ese momento
bisagra en el que confluyeron jóvenes del nacionalismo católico y del marxismo en las Juventudes Argentinas por
la Emancipación Nacional (JAEN), con la conducción de un Rodolfo Galimberti que daba sus primeros pasos,
Money se acercaba al peronismo revolucionario y comenzaba a tutearse con Neruda, Eluard, Prévert, Pound,
César Vallejo, Maiakovski y Esenin. Lector voraz de poesía y ensayos políticos, le interesaba la tríada de la
narrativa italiana integrada por Pavese, Vittorini y Pratolini, y los poetas argentinos Leónidas Lambor-ghini, Joaquín
Giannuzzi y Luis Alberto Murray, entre otros.
“Y he elegido este oficio para hablarte./ Y mi palabra te llegará/ como simiente al surco abierto,/ como grano al
molino,/ como plato a la mesa recién tendida./ La poesía es oficio de todos”, escribió en un poema, uno de los
tantos que probablemente garabateó en los bares que frecuentaba, con su letra pequeña y redondeada, en
servilletas, hojas de carpetas o papelitos que guardaba en sus bolsillos. Imposible que alguien pudiera amordazar
la boca de este “hereje”. Ni la saña de esos infames sujetos que lo torturaron y lo mataron ha conseguido
amortiguar esa “furia milenaria” de su voz. “Benditos sean los que callan,/ porque de ellos serán las necrológicas
de La Nación y el respeto de las/ generaciones venideras”, ironizó el poeta en un poema que tiene la forma de un
decreto-plegaria, rescatado y recuperado por el trabajo de hormiga que están realizando los poetas Julián Axat y
Juan Aiub Ronco, directores de la colección “Los detectives salvajes” de Libros de la Talita Dorada. Son
buscadores infatigables de poesía inédita, perdida, escondida, mutilada por el terror, anestesiada por la desidia y
el olvido. En las íntimas vísceras de los versos de Money, en la simple insurrección del verbo, se escuchan las
pisadas de un pensamiento que se sigue moviendo con el ímpetu de un animal inquieto.
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