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El estigma de Patricio

(Blanca Nelly Reyna Treviño)


178pp
Ediciones del Oriente

Crítica a El estigma de Patricio


Por Jair García-Guerrero

El miedo al estigma conduce al silencio


y el silencio es la muerte.
Kofi Annan

Residencia de mujeres enlutadas. Casona de altos muros y altas desgracias.


Jardín de rosas espinadas, de adoquines de hexágonos misteriosos.
Residencia de Abasolo en soledad.

La novela más reciente de la escritora regiomontana Blanca Nelly


Reyna-Treviño es una historia real hecha ficción desarrollada entre los altos
barrotes de una casa: jaula de memorias, cripta genealógica familiar de ecos
centenarios. Sus esclavos son el tiempo y el olvido, que no pasan ni salen de
su encierro.

La narrativa comienza rodeando las memorias de un matrimonio que,


iniciando, se encuentra la desgracia. Como aquél creador que apenas
despegando aborta la noción del movimiento, nuestra escritora comprime el
drama y lo potencia: mata a un personaje cuando éste da vida, esto es, cuando
da a luz al niño de nombre Patricio. Muerte prematura: las muertas aztecas del
parto iban al cielo, con pase directo: las muertas aztecas eran iluminadas y sus
almas antropoides aparecían desde el oriente para cuidar a las nuevas
parturientas.

Desde el cielo la mujer, que en esta historia es llamada Criselena, lleva


la noche a una casa que hasta entonces la desconocía. ¿Cómo lograr que un
personaje de madre recree la muerte de su hijo?
Tenemos protagonistas secundarios: adelante, pujando la trama,
aparecen los abuelos que instalan la historia con su herencia de costumbres
ante la boda de Criselena y Lisandro. Paralelos al primer plano de aparición,
otros sujetos actúan: son el medallón de la Virgen de los Remedios, que
aparece constante y matiza con sus poderes las desgracias; la muerte, y sus
intermitencias en la familia; el mozo Andrés, como sostén perpetuo; y la
mueblería como activa testiga del estigma.

Un estigma, del latín o griego stígma, derivado del vocablo stízein,


(punzar, manchar o picar, o marcar con fuego), puede remontarnos a las flores,
en su receptáculo del polen. También a las aberturas con que se comunica el
sistema respiratorio del insecto, el arácnido o los miriápodos, y a ciertas
manchas de quitina en las alas de himenópteros. En la ciencia médica,
denominamos estigma a ciertas alteraciones cutáneas. La religión católica
habla de las sacras señales de Jesucristo, desde llagas hasta quemaduras, e
incluso heridas. Y por último, para la sociología un estigma es una condición,
atributo, rasgo o comportamiento que incluye a su portador en una categoría
social peyorativa.

Es quizá de éste último tipo de estigmas de los que habla nuestra


autora: las cicatrices del alma que caminan como el tiempo de tortugas, y a su
paso devoran la vida. El estigma del personaje titulado (marcado por el título de
la obra) madura de su mano en las paredes de la casa de Abasolo. Dice
Blanca Nelly: CITO Los años transcurrieron lentamente como las tortugas que
no tienen la menor prisa por llegar a su destino. Patricio cumplía los cinco
años. Después del tradicional pastel, Lisandro observó como Gabriela llevó el
niño al cuarto. FIN DE LA CITA

El estigma y el niño del título crecen. Después de la mañana del rutilante


sol con que inicia la novela, Blanca Nelly nos lleva de la mano con su narrativa
a través de un Monterrey en expansión, adolescente de edificios y dinámica
social: un Monterrey de mitad del siglo XX en que la nieve se vendía con
campanillas, con las que Blanca Nelly certeramente hace anunciar las ofertas
de limón y chocolate. Un Monterrey en pleno crecimiento: en sus cocteles ya
había artistas que reconocían a Patricio como el futuro Picasso; en sus
hospitales Patricio y otros regiomontanos sufrían o se alegraban; en sus
hostales, Patricio y otros pobres comen tacos pagados con relojes empeñados;
en sus tugurios, Patricio y otros desgraciados morirán. Al menos eso anuncia
Blanca Nelly.

Ella es una escritora regiomontana. Respecto al ejercicio narrativo de


Monterrey, Alfonso Reyes dijo alguna vez: CITO Escribo: eso es todo. Escribo
conforme voy viviendo. Escribo como parte de mi economía natural. Después,
las cuartillas se clasifican en libros, imponiéndoles un orden objetivo,
impersonal, artístico, o sea artificial. Pero el trabajo mana de mí en un flujo no
diferenciado y continuo. FIN DE LA CITA Con buen ojo vería el hijo del general
Bernardo Reyes la solución que Blanca Nelly le ha dado a su estigma
regiomontano.

En estas páginas se reúne la vida de una de tantas familias regio-


montanas; las divergencias de la trama hacen la historia plena y translúcida: la
diversidad de inscripciones con las que se construye la vida y la muerte de las
desgracias de la familia Miranda Alanís son estructuradas en una pared de
muchas columnas y un par de torres. Páginas adelante, vuelve la muerte a
matar otra madre y a reavivar la trama: CITO Elena y Patricio, en riguroso
negro, sentados en la sala, sólo miraban el ataúd donde yacían los restos de
quien tanto los había amado. Elena reflexionando en voz alta dijo:
- Las horas amargas han penetrado en esta casa.
- No –interrumpió Patricio- nunca se fueron. Han vivido aquí por siempre. Y las
horas lúgubres son las que tu y yo desde ahora viviremos. FIN DE LA CITA

Escrita desde el canon centro El estigma de Patricio es una novela


circular en la que sus dos torres pasan un vía crucis conectado por tubos de
hospital, a saber: don Felipe en el principio, sufriendo por su infarto, y Patricio
adelante, cuando necesitado de terapia es conectado a los tubos del catéter, a
las sondas que drenan o inyectan la energía perdida. Ambos personajes, padre
e hijo, se conectan a los tubos y aparatos, pero también este recurso los
conecta uno a otro: desgracias temporales, accidentes, vidas que se unen en la
tragedia, mortal para uno, vacuna para el otro, momentos para el lector.

Escrita con luz, el estigma de Patricio ilumina la desgracia. Del estigma


de Patricio surgen voces que obligan al lector al remanso del pensamiento.
Estigmas de suelos resolados. Resolanas que fluyen en lo alto. Estigmas que
dominan la historia, que crecen y florecen. Un estigma es una ruta hacia el
recuerdo. Un estigma es un signo al cual le adjudicamos una historia, como
cicatriz, marca o distorsión de la entrega en otra vida. ¿Cual es estigma que
nos llama? ¿Cuál es el estigma que recreamos cuando, como espejo, la
historia nos ofrece nuestra propia cicatriz?

El final no puede ser revelado, para que se venda bien la novela, pero
en él Patricio y Elena se reúnen: son llamados a seguir el legado de una familia
plena y entera, que espera la crítica del lector voraz, del lobo que sople las
casas de los capítulos, y que con miradas voyeuristas viaje en la sangre que
sale de la vagina de Criselena, en la sangre que se obstruye en las arterias de
Lisandro, en la sangre que emana de la herida de Patricio, sangre narrada y
observada.

La historia se vende en el título, pero se vende bien: ante la portada, el


lector compra la idea de un estigma, que deberá escudriñar hasta lograrlo.
Como en toda narración, la economía exige que la presente novela se lea sin
gastar sus recursos, y por todo aquél que busque un estigma y lo haya
encontrado y zurcido. Elevo la propuesta a que todo lector encuentre en
Patricio sus cuitas y estigmas.

Como dice Blanca Nelly, CITO ¿Qué dijo una de ellas? Ah, si. Le dijo a
otra: Pobre muchacho, lo arruinaron para toda su vida. Ya no podrá hacer una
vida normal, dijo la otra. FIN DE LA CITA

Después de las novelas, nosotros tampoco podemos hacer una vida


normal. Gracias.

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