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Biblioteca Roland Barthes ‘Telos publicados 1. R Barthes La aventura semioligice ER Barthes - Lo obvia yf obtuse 3. R Barthes - ET sur del engusie Roland Barthes EL SUSURRO DEL LENGUAJE Mis allé de la palabra y de la escritura » PAIDOS._ 38 DE LA CIENCIA A LA LITERATURA, £0, su investigaciOn ya no se orienta hacia la formas y fi- {guras secundarias que constitufan el objeto de la retérica, sino hacia las categorias fundamentals de la lengua: de la risa manera que, en nuestra cultura occidental, la gra- iitica no empez6 a nacer sino mucho més tarde que la re- ‘rica, igualmente la literatura no ha podido plantearse los problemas fundamentals del lenguaje, sin el eual no exis- , sino después de haber caminado a lo largo de siglos a través de la belleza literara. 1966, Cologuio Johns Hopkins. Publicado en inglés en The Languages of Criticism and the Sciences of Man: the Structaalist Controversy. © The Johns Hopkins Press, London and Balinore 1970, pigs. 4-148 3 ESCRIBIR LA LECTURA Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario,acausa de una gran aluen- cia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? Ea una pala- bra, gno os ha pasado nunca eso de leer levantando la ca- beza? “Es sobee esa letura, irresperuosa, porque interrumpe el texto, ya la vez prendada de él al que retorna para nutrir- se, sobre lo que intento escribir. Para esribir esa lectura para que mi lectura se convierta,a su ver, en objeto de una nueva lectura (lade los lectores de S/2), me ha sido necesa- lo, evidentemente,sistematizar todos esos momentos en que uno elevanta la cabeza». En otras palabras, interroger lectura ha sido una manera de intentar captar la forma de todas las lecturas (a forma: el nico tetritorio de Ia cienea), 0, ain mis, de reclamar una teoria de l Lectura. ‘Ast que he tomado un texto corto (cosa necesaria, dado elearicter minucioso de la empresa), Sarrasine de Balzac, tuna novela poco conocida (:acas0 no es Balzac, por defini- cin, el Inagotable>, aquel del que nunca lo ha ldo uno todo, salvo en el caso de una vocacién exegética?), y me he dedicado a detenerme constantemente durante la lectura deese texto. Generalmente, a critica funciona (nose trata de ‘un reproche) o bien a base de microscopio (luminando pa- cientemente el detalleflol6gico, autobiogrifico 0 psicol6- 40 DE LA CIENCIA A LA LITERATURA ico de la obra), o bien a base de telescopio (escrutando el enorme espacio histOrico que rodea al autor). Yo me he privado de ambos instrumentos: no he hablado ni de Bal- zacni de su tiempo, ni me he dedicado ala psicologia de los personajes, la tematica del texto nila sociologfa de la anée- dots. Tomando como referencia las primeras proezas de la mara, capaz de descomponer el trote de un caballo, en cierta manera, lo que he intentado es filmar la leewura de Serrasine en cémara lenta: el resultado, segin creo, no € ‘exactamente un andlisis (yo no he intentado capear el seere~ t0 de este extrafio texto) ni exactamente una imagen (creo ‘que no me he proyectado en mi leeturas 0, si ha sido asi, io hia sido a partir de un punto inconscientesituado mucho sis acé de «mi mismo»). Entonces, equé es $/Z? Un texto simplemente, el texto ese que eseribimos en nuestra cabeza cada vez que la levantamos. Ese texto, que convendria denominar con una sola pa- labra: un texto-lectura, es poco conocido porque desde hace siglos nos hemos estado interesando desmesurada- ‘mente por el autor y nada en absoluto por el lector la ma~ ‘yor parte de las veoriascriticastratan de explicar por qué el ‘escrito ki escrito su obra, cules han sido sus pulsiones, sus constricciones, sus limites. Este exorbitante privilegio concedido al punto de partida de la obra (persona o Histo ria), esa censura ejercida sobre el punto al que va a parar y donde se dispersa (Ia lectura), determinan una economia muy particular (aunque anticuada ya): el autor est consi- derado como eterno propierario desu obra, y nosotros, los lectores, como simples usufruceuadores: esta economia im- pica, evidentemente, un tema de autoridad: el autor, segiin se piensa, tiene derechos sobre al lector, lo obliga a captar sun determinado sentido de la obra y este sentido, natural- ‘mente, el bueno, el verdadero: de ahi procede una moral critica del recto sentido (y de su correspondiente pecado, [ESCRIBIR LA LECTURA 41 ¢l econtrasentido>): lo que se trata de establecer es siempre logue el antor ba querido decir, y en ningin caso lo que el lector entiende. ‘A pesar de que algunos autores nos han advertido por si mismos de que podemos leer su texto a nuestra guise y de que en definitiva se desinteresan de nuestra opcién (Va- léry), todavia nos apercibimos con dficultad de hasta qué punto la légica de le lecrura es diferente de las replas de la composicidn. Esta shimas, heredadas de la ret6rica, siem- pre pasan por la referencia un modelo deductivo, es deci, racional: como en el silogismo, se tata de forza al lector & tun sentido 0 a una conclusi6n: la composicién canaliza; por el contraio, [a lectura (ese texto que escribimos en nuestro propio interior cuando leemos)dispers,disernina; ,al menos, ante una historia (como la del escultor Sarrasi- ne), vemos perfectamente que una deverminada obligacion

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