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A. BEENS BARTOLO H.

¿Y TU PRIMER AMOR?

AP. 2:1-7

Cuando se piensa en el “amor”, por lo general nuestra mente se


transporta a la búsqueda de definiciones y experiencias vividas. Los más
“santurrones” e “intelectuales” revisan su “disco duro” y extraen definiciones
sofisticadas. Mientras que por otro lado, los “carnales” o mejor dicho, “los
sinceros” dan un lindo suspiro (donde parece que se quedasen sin aire en sus
pulmones y estómagos).

Si cambiamos el panorama, del amor físico al espiritual, también se


observa dos realidades. Por un lado, están los “espirituales” que dicen: “yo
estoy muy enamorado… Pero de Jesús”. Por otro lado están los “fríos” o
“carnales” que dicen “ah, ah, ah… sí, yo amo a Jesús; pero no necesito hacer
propaganda de ello; yo le amo en secreto, pues Cristo conoce mi corazón”.

Estas dos realidades representan un panorama desalentador. Pues, los


jóvenes con esas respuestas pueden estar mostrando una “falsa
espiritualidad” o “una declarada frialdad espiritual”. Ambos grupos están
cayendo en lo que Cristo Jesús dijo: “… Han dejado el primer amor…”.

En esta oportunidad se propone hacer un estudio de Apocalipsis 2: 1-7,


con el propósito de avivar el primer amor que recibimos de Cristo cuando le
entregamos nuestro corazón. ¡QUÉ EXPERIENCIA MARAVILLOSA!

1. CONTEXTO DEL PASAJE

El libro de Apocalipsis comienza con una visión del Cristo Resucitado


(Ap. 1). El Señor Jesús, vestido de gloria, le ordena a Juan que escriba cartas
a los “ángeles” de siete iglesias que se encontraban en la provincia de Asia, el
país que hoy llamamos Turquía. Como la palabra “ángel” significa
“mensajero”, bien puede ser que la carta esté destinada a los pastores de
estas congregaciones.
Juan escribe siete cartas. La primera se dirige a la Iglesia en Éfeso.
Esta era la ciudad portuaria más importante de Asia Menor. De acuerdo a los
Hechos de los Apóstoles, el Apóstol Pablo visitó Éfeso durante su segundo
viaje misionero (Hch. 18:19). En aquella ocasión, fue bien recibido por la
comunidad judía que se reunía en las sinagogas.
Pablo volvió a Éfeso durante su tercer viaje misionero (Hch. 19). Allí
encontró una comunidad con gran diversidad religiosa. Aparte de la
comunidad judía, Pablo también encontró discípulos de Juan el Bautista.
Ahora bien, la práctica religiosa más importante en Éfeso era el culto a una
diosa de la fertilidad que los romanos llamaban Diana y que los griegos
llamaban Artemisa. Esta era una hipóstasis o manifestación de Astarte, la
antigua diosa de la fertilidad cananea. Para hablar claro, “fertilidad’ quiere
decir “sexo”. Éfeso era la sede del templo de Diana, la diosa del sexo. Este
templo era la industria principal de la ciudad. La mayor parte de la gente de la
ciudad trabajaba en empleos relacionados al turismo que generaba ese
templo.
Pablo le predicó a los tres grupos religiosos que encontró en Éfeso. Los
antiguos discípulos de Juan aceptaron el evangelio de Jesucristo (Hch. 19:1-
7). La comunidad judía se dividió. Algunos aceptaron el mensaje cristiano,
pero otros veían la fe de Jesucristo como una superstición. Finalmente, los
plateros que vivían de hacer y vender pequeñas réplicas del Templo de
Diana, denunciaron a Pablo y provocaron su encarcelación (vv. 23-41).
La comunidad cristiana en Éfeso, pues, enfrentó oposición en sus
comienzos. Sin embargo, creció hasta convertirse en el centro misionero más
importante de Asia Menor. De hecho, se cree que el resto de las iglesias
nombradas en Apocalipsis —las comunidades cristianas de Esmirna,
Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea— fueron fundadas por la
iglesia en Éfeso. Fue un centro misionero importante, convirtiéndose en la
ciudad más importante del Imperio Bizantino, hasta el siglo 11 cuando fue
conquistada por los musulmanes.

2. EXPOSICIÓN DEL PASAJE

2.1 UNA IGLESIA CON EXELENTES CALIFICATIVOS

“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los
malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado
mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de
mi nombre, y no has desmayado”. (Ap. 2:2-3)

Era una iglesia de buenas obras, trabajadora, disciplinada y paciente.


Una iglesia firme en sus convicciones, y que sabía discernir entre lo
verdadero y lo falso. Era una iglesia que no comprometía sus intereses
espirituales, una iglesia sufrida, perseverante, que no desmayaba. Sin duda
que su arduo trabajo incluía la evangelización.
En su examen, Jesús comienza reconociendo y alabando todas las
cosas buenas que había en la vida de los miembros de la iglesia de Éfeso.
¿Qué más se le podía pedir a esta iglesia?

2.2 UNA IGLESIA CARENTE DE AMOR

¿Cómo es posible que a una iglesia con tan excelentes calificativos


Jesús tenga que hacerle tal amonestación?: "PERO tengo contra ti, que has
dejado tu primer amor" (Ap. 2:4).

El amor de estos hermanos estaba en decadencia. Era una iglesia


carente de amor, cuya vitalidad espiritual que se desprende del amor y
devoción al Señor, se había convertido en una rutina.

Estos creyentes habían dejado su primer amor, ya no estaban tan


enamorados de Cristo. Ya no había en ellos un profundo amor y devoción a
Cristo y a su Palabra. Habían perdido su espiritualidad, su entusiasmo y su
comunión con el Señor.

El apóstol Pedro se vio confrontado con la gran pregunta de Jesús ¿...


me amas? La pregunta más importante que Pedro jamás tuvo que contestar
fue si él tenía un ferviente y devoto amor por su Señor. Esta es, también, la
gran interrogante para todos los creyentes hoy.

Qué triste es cuando el creyente ha dejado su primer amor, cuando todo


lo hace por inercia, por tradición, por rutina, profesional y mecánicamente.

Lamentablemente, es posible estar tan ocupado trabajando, haciendo


cosas para Cristo que nos olvidamos de Él. En el esfuerzo por mantener
puras la enseñanza, la moral y la doctrina es posible perder el espíritu
caritativo, el celo, la devoción y el amor por Cristo y su Palabra.

No es suficiente conocer, practicar y conservar la correcta y sana


doctrina. No es suficiente obedecer algunos mandamientos, adorar y servir en
la iglesia. La iglesia, sobre todo, debe amar de todo corazón a Jesucristo, y
esto resultará en una devoción extraordinaria con El y una vida de pureza y
amor a la verdad.

"Ahora, pues, Israel, ¿Qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a
Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a
Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma" (Dt. 10:12). La Biblia
también dice: "Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y con todas tus fuerzas" (Dt. 6:5).

Esto quiere decir que nuestro amor a Dios, nuestro amor a Cristo exige
una actitud en la que Dios sea tan estimado y apreciado, que de veras se
anhele su comunión. El amor a Jesucristo exige que se haga el esfuerzo por
obedecerle. Jesús mismo dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Jn.
14:15)

El apóstol Pablo había elogiado a la iglesia de Éfeso por su amor a Dios


y a los demás (Efesios 1:15) pero la nueva generación de creyentes (a la que
Juan escribe) había perdido su celo y su fervor espiritual.

¿Cuándo se deja o se pierde el primer amor? El mismo apóstol Juan, en


su primera carta (2:15), escribe: "No amen al mundo ni nada de lo que hay en
el mundo. Si alguno ama al mundo, no tiene el amor del Padre"

La Biblia dice que Dios ha derramado su divino amor en nuestros


corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Y es ese mismo amor del
Padre el que nos impulsa, nos constriñe o nos obliga a amar a Cristo y
servirle de todo corazón.

Si amamos las cosas que están en el mundo, "... los deseos del cuerpo,
la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida..." (1 Jn. 2:16) y nos dejamos
dominar por esas cosas, nuestro amor por Cristo y por los demás se apagará,
se enfriará, y nuestra vida cristiana se volverá una simple rutina.

2.3 LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA

“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las


primeras obras…” (Ap. 2:5).

Jesús aconseja a los creyentes de Éfeso a que dediquen sus mentes a


reflexionar, a recordar de donde habían caído, a recordar las cosas, las obras
que hacían cuando ardía en sus corazones el primer amor. No es muy difícil
hacer eso. Usted y yo podemos recordar fácilmente lo que hacíamos cuando
recién nos convertimos. No habían barreras para servir al Señor. El frío, el
calor, la lluvia, el hambre no eran excusas para ir a los cultos o para cumplir
una misión. Orar, leer y estudiar la Biblia era una delicia. No perdíamos
oportunidad para hablar de Cristo y testificar de su amor y poder.
Pero no basta sólo con recordar y quedarnos en ese pasado
esplendoroso. Los creyentes de Éfeso debían hacer algo más. Jesús les
aconseja que se arrepientan.

El arrepentimiento es imprescindible para experimentar el perdón de


Dios, la restauración y el avivamiento. Debe haber un cambio de actitud y
comenzar a hacer las primeras obras, aquello que hacíamos cuando recién
nos convertimos, enamorados profundamente de Cristo.

3. DESAFÍOS

Lee detenidamente las siguientes palabras:

Entre las razones por las cuales se pierde el primer amor están:

1. Dejar de orar y leer la Palabra: Cuando una persona deja de comunicarse


con Dios y cuando dejamos de leer su Palabra es una muestra que estamos
perdiendo el amor hacia Él, puesto que si lo amamos desearemos conocer
más de Él.

2. Dejar de congregarnos o servir: Cuando una persona esta agradecida por


lo que Dios ha hecho en su vida le servirá y buscará más de Él. Pero cuando
comenzamos a alejarnos de servirle o cuando ya no nos estamos
congregando es señal que algo dentro de nuestra vida anda mal, puesto que
el Amor por Dios nos hará querer servirle y querer congregarnos.

3. El no dedicarle tiempo a Dios: Algo que enfría el primer amor es no


dedicarle tiempo a Dios. Muchas veces tenemos tiempo para nuestros
amigos, para nuestro estudio, para nuestro trabajo, para nuestra familia, pero
rara vez le dedicamos un tiempo especial solo para Dios. Cuando ya no
estamos dedicándole tiempo a Dios también es señal que el primer amor esta
menguando.

4. Comenzar a hacer ciertas cosas que ya habíamos dejado de hacer:


Cuando aceptamos a Jesús automáticamente nuestra vida cambia y ciertas
cosas que antes hacíamos ahora por amor a Él ya no las hacemos. Pero
cuando comenzamos a realizar las mismas cosas que hacíamos antes
cuando aun no le habíamos entregado nuestra vida a Jesús es muestra que el
amor hacia Él esta menguando.
Características de una persona que ha dejado su primer amor:

Criticará casi todo lo que hay en su congregación o en otras.


Creerá que él tiene todo bajo control aun cuando no está sirviendo o no
se está congregando.
Su vocabulario deja mucho que desear y no parece el vocabulario de un
hijo de Dios.
Su forma de vestir volverá a ser la misma de cuando no era cristiano.
Comenzará a frecuentar lugares que ya no frecuentaba o volverá a las
mismas amistades que en el mundo tenía.
Cuando escuche palabras como: oración, leer la Biblia, servir, ayunar,
vigilias etc. Creerá que esas cosas ya no son para él.

12 Evidencias para comprobarlo

1. Cuando mi deleite en el Señor ya no es tan grande como mi deleite por


otras personas o por las cosas del mundo, he perdido mi “primer amor”
(Marcos 12:30; Lucas 14:25-27).

2. Cuando mi alma no anhela la comunión intima con el Señor a través de la


oración o la lectura de la Palabra, he perdido mi “primer amor” (Salmo
84:2).

3. Cuando mis pensamientos en mis momentos de ocio no se dirigen al


Señor, he perdido mi “primer amor” (Salmo 10:4).

4. Cuando me excuso fácilmente diciendo “es que soy humano”, y cuando


caigo fácilmente en cosas que yo sé que no le agradan al Señor, he
perdido mi “primer amor” (Juan 14:15).

5. Cuando me cuesta dar con alegría para la obra del Señor o para las
necesidades de otros, he perdido mi primer amor (1 Juan 3:17).

6. Cuando dejo de tratar a mis hermanos cristianos como trataría al Señor, he


perdido mi “primer amor” (Mateo 25:40).

7. Cuando empiezo a ver los mandamientos del Señor como “legalismo”, o


como restricciones para mi felicidad, he perdido mi “primer amor” (Juan
14:21).

8. Cuando me preocupo más por “quedar bien” con la gente del mundo en vez
de buscar la aprobación del Señor, he perdido mi “primer amor” (Juan
15:29; 1 Juan 2:15)
9. Cuando dejo de dar a conocer al Señor por temor a ser rechazado, he
perdido mi “primer amor” (Juan 15:20).

10. Cuando me niego a dejar de hacer algo que esta ofendiendo a un


hermano más débil, he perdido mi “primer amor” (Romanos 14:15)

11. Cuando me vuelvo complaciente hacia el pecado que me rodea, he


perdido mi “primer amor” (Mateo 24:12)

12. Cuando no puedo perdonar a alguien que me ha ofendido, he perdido mi


“primer amor”.

ENTONCES…
LO MÁS PROBABLE ES QUE HAS PERDIDO TU
PRIMER AMOR.

Lentamente he descubierto ya no soy igual, sutilmente he cambiado; hoy lo


entiendo más en mi mente viendo los videos del ayer; repito tanto esa imagen
cuando me entregué. Lo recuerdo bien.
Es tan duro cuando la pasión por Dios se va. La indiferencia se hace dueña y se
vuelve normal; te da lo mismo arrodillarte si o no orar; y poco a poco te derrumbas,
ni siquiera cuenta te das.

Coro:
Cuando el primer amor se va no se puede esconder la realidad; el vacío se
adueña de la paz. Cuando el primer amor se va, ya no vale fingir tampoco
actuar, lo primero está en último lugar; te domina la insensibilidad, aunque en
fondo entiendes que estás mal, y debes despertar.
Lentamente he descubierto, ya no soy igual; en lo que hago me he vuelto un
profesional; no dependo del Señor como antes ya. No he cumplido mis promesas
desde hace tiempo atrás. “Perdóname”.
Es tan duro cuando ya no hay deseos de orar, todo se hace por cumplir pero no
es real; y ser cristiano se hace fácil, claro, la cruz no pesa ya; pero Dios busca
adoradores en espíritu y en verdad.

(Tercer Cielo)

VUELVE A…

CRISTO JESÚS…
TU PRIMER Y ÚNICO AMOR

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