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EL PSICOANALISIS ANTE LA OPOSICION DE LA HISTORIA Y LA ESTRUCTURA André Green Desde que sabemos que la estructura se aclara menos Por la investigacién del significado que por el lazo no aparente que une a los significantes entre si, la per- manencia de las leyes de lo simbélico se va emancipando de la abundante variedad de formas que adopta. En el movimiento que ha conducido a las bodas de la antropo- logia y la lingiifstica, la ley, el habla y la mente se funden en el crisol humano. Pero a esta perspectiva se opone la de la historia, que abrié antafio el campo del saber poniendo en tela de Juicio el absoluto de 1a esencia de la cual el hombre seria el depositario o la encarnacién, volviendo a delinear, en los titubeos de sus proyectos, los avatares de la cons- truecién del pensamiento. Si la historia de la filosofia no es tinicamente la suma de las tentativas individuales de los filésofos, si éstas permiten adivinar una linea central, como lo sugieren ciertas paginas de Merleau-Ponty,? la fase marcada por la figura de Hegel, que sucede al gran racionalismo, seria la del “descubrimiento de la dialécti- ca”. Pero, a su hora, esta orientacién seré desbordada Por Ia filosofia de la existencia que Heidegger y Sartre, entre otros, ilustran cada uno a su modo, Aunque en Sartre la historia sin més tiende a convertirse en Ia referencia esencial de la filosofia. Se oponen, pues, dos opciones metodoldgicas: la de la historia y la de la estructura, imposibles de confundir, como «cia Lucien Sebag;? asi como la unidad se opone a la discontinuidad. Mientras la primera evoca una rela- cién inteligible, previsible, ubicada en una serie de la que, planteados los férminos, se deriva cierto término im- plicito, la segunda demarea, recorta, reine, mediante la 2 “En todas partes y en ninguna”, en Signos: piginas de introducciin a una obra colectiva, Les philosophes célébres, Ed. Mazenod. = Nos referimos al texto de Lucien Sebag, aunque se trate de un frag- mento de una obra de prixima aparicién. Nuestro estudio critico se limita al examen de los puntos de vista histérico y estructural en Ja metodologia de algunas ciencias humanas, objeto del articulo de Sebag. {Dicha obra aparecié en 1964, con el titulo: Marxirme et structurulisme, Payot, Paris, N. del T.] confrontacién de Jos datos redistribuidos segiin sus rela- ciones sistematicas, lo que permite recuperar el “proceso de miltiples aspectos que permitié que tales relaciones se cristalizaran”. Es en el terreno de la ciencia donde Lévi-Strauss —en El pensamiento salvaje— busca respuestas para estas cuestiones. Es notable que sus soluciones lo con. duzcan # oponerse a la concepcién histérica o dialéctica de Sartre. Las prevenciones del autor contra una inter- pretaciép demasiado dispuesta a subrayar la divergencia de su pensamiento con el de Sartre no bastan para borrar nuestra impresién de una oposicién fundamental sobre la interpretacién de los hechos humanos en los dos auto- res, Io que muy bien podria ser Ia cuestién de la filoso- fia de las ciencias humanas del medio siglo. No es segu- Tamente un azar que este debate se plantee entre una personalidad dedicada al estudio de las sociedades sin historia y otra cuya preocupacién, més all4 de la filo- sofia, se orienta hacia el destino del hombre actual, producto de los recursos de Ia pasada historia de la humanidad. Podriamos preguntarnos si esta discusién debe que- dar ligada estrechamente al contexto del que ha surgido, © sea el de la interpretacién de las estructuras sociales. Pero todo parece indicar, en cambio, que tanto Lévi- Strauss como Sartre desean dar al problema toda su amplitud. En este caso no debemos sentirnos prisione- ros del marco sociolégico en que surgié el debate, y pode- mos considerarnos autorizados a poner a prueba esta eposicién en otros campos de las ciencias humanas. La critica de Lévi-Strauss va al fondo de la cuestién im- Ppugnando a quienes valorizan excesivamente la interpre- tacion histrica: “dirfase que para ellos la dimensién | temporal goza de un prestigio especial, como si la dia- | cronia fundara un tipo de inteligibilidad no s6lo superior 2 10 al que aporta la sincronfa, sino sobre todo de un orden especfficamente humano”.* Es lo que el autor de Las estructuras elementales del parentesco niega vigorosamen- te, discutiendo a veces sus propias conclusiones anterio- res. La historia, afirma, no es independiente de la demar- cacién que la constituye, ya que sin esta seleccién Ja historia total se confundirfa con el caos. “Una historia verdaderamente total se neutralizaria a si misma, su Producto seria igual a cero.” * La historia utiliza un len- guaje, es decir un cédigo, lo que implica Ia primacia de la estructura, y niega a la perspectiva temporal un valor privilegiado para el estudio de las ciencias humanas. . Se podria creer que el compromiso concreto de los hombres en la praxis introduce una dimensién nueva, “pero para que la praxis pueda vivirse como pensamiento, ante todo hace falta (en un sentido légico y no histérico) que el pensamiento exista: es decir, que sus condiciones inieiales estén dadas bajo la forma de una estructura. objetiva del psiquismo y del cerebro, faltando la cual no habria ni praxis, ni pensamiento”. ‘Tiempo atrés, al trazar las fronteras entre la natu- raleza y la cultura, Lévi-Strauss habla considerado la regla, la ley, como el limite del fenémeno natural, el con- fin de lo humano. Con el correr del tiempo se advierte en cambio que esta barrera y este limite se desplazan hasta la estructura del cerebro humano, el cual esté a su ver bajo la dependencia de una forma de organizacién de la materia. El acuerdo entre el estructuralista antropélogo y Merleau-Ponty es aqui diffcil de sostener si recordamos la tesis de La estructura del comportamiento, En reali- dad el término ultimo de la demostracién de Lévi-Strauss apunta a negar toda especificidad particular al hombre; Jos hechos humanos son la expresién de una estructura. inconsciente, y ésta, expresién de los fenémenos biolégi- cos y finalmente fisico-quimicos. Lévi-Strauss se resiste a aceptar una actitud reductora, ya que postula que al 8 La pensée scuvage, p. 339. (Versién castellana: El pensamiento saloaie, Fondo de Cultura Econémica, México-Buenos Aires, 1964.) * Loc, cit, p. 431, 1 finalizar la demostracién las estructuras fisico-quimicas revelaran ser infinitamente més ricas que como las con- cebimos en el comienzo. Al parecer, se podria dirigir a Lévi-Strauss la misma critica que éste hace a Sartre, aunque al revés: la sin- cronia funcionaria aqui como reveladora de la imagen de Io verdadero, alli donde Ja historia no seria mas que una narracién de la apariencia. Sea como fuere, la con- clusién siempre es la misma: nada es especifico del hom- bre fuera de su estructura fisico-quimica. Es posible interrogarse sobre las razones de este suicidio intelectual del socidlogo que conduce a negar que las instituciones sociales sean el patrimonio del hom- bre, Pero esta leccién de modestia no nos exime de averi- guar si es la humildad la que dicta tal eleccién o si no estamos ante un panlogicismo que abarca en una expli- cacién tnica los procesos de la materia, de la vida, de la psiquis, de la sociedad. Pues el objetivo de Lévi-Strauss es gl descubrimiento de la teleologia inconsciente del hombre, “algunos de cuyos aspectos nos revelan Ja lin- gilistiea y el psicoandlisis y que descansa en el juego com- binado de los mecanismos biolégicos (estructura del cere- bro, lesiones, secreciones internas) y psicolégicos”.® De modo que si el psicoandlisis se invita a tomar parte en este debate, es porque ha sido interpelado. Tam- bién Sartre se refiere a él cuando afirma: “En realidad el materialismo dialéctico ya no puede privarse de la me- diacién privilegiada que le permite pasar de las deter- minaciones generales y abstractas a ciertos rasgos del in- dividuo singular. El psicoandlisis, por su parte, carece de base teérica; apenas si en Jung y en algunas obras de Freud ya acompafiado de una mitoiogia perfectamente inofensiva.” © ‘Asi, Lévi-Strauss realza la verdad a la que pertenece el psicoanalisis hasta el punto en que éste se confunde con la vida y la materia, y Sartre, sin dejar de reconocerle CH. p 333. clay que leer lesiones [Ksions} 0 necrsidades we cle ta raison dialectique. Questions de méthode, p. 47. una utilidad, lo confina en la elucidacién de singularida- des contingentes, vedandole el status de un saber sobre cl hombre. ;Cémo situar la obra de Freud entre este dile- ma de la raz6n analftica y la raz6n dialéctica, o del pen- samiento estructural y el pensamiento histérico? No hay que esperar que esta cuestién reciba una respues- ta univoca en el interior del mismo psicoandlisis. A partir de Freud, varias corrientes privilegian, cada una a 8u manera, tal o cual aspecto de su obra. Entre las diversas direcciones de los desarrollos posfreudianos, podrian in- dividualizarse dos grandes corrientes, histérica y estruc- tural, en el pensamiento psicoanalitico. ‘La primera retiene de la hereneia freudiana sobre todo el esclarecimiento de las raices infantiles de la neuro- sis, la nocién de la fijacién a una etapa del desarrollo individual y particularmente su corolario, la de la regre- sién, o sea el retorno, ante la presién renovada del con- flicto, a modos de satisfaccién m&s 0 menos alejados en el pasado. Asi, lega a ser grande la: tentacién de con- frontar la palabra del analizado no con su propio pasado, lo que es imposible, sino con una imagen mas honda del desarrollo individual observado in statu nascendi con los ojos del analista. Este, entonces, relevar4 al psicélogo en Ios asilos y las casas-cuna, o los centros infantiles, para arrojar sobre el continuo evolutivo, sus niveles, sus crisis, sus mutaciones, una luz menos académica. De este modo, mediante el conocimiento de los factores que pesan sobre el paso del nifio al adulto y a veces desvian su trayectoria, se podria prevenir mejor la neurosis con la profilaxis y verificar mejor las hipdtesis freudianas a través de la observacién, determinando especialmente lo que el discurso del analizado encierra de subjetivo y de objetivo. En la orientacién estructuralista, sélo cuenta esa palabra del analizado en el momento en que la pronuncia en su sincronfa, en el marco de la relacién de transferen- 13 cia que lo liga con el analista. El modo de atencién ana- Iftico tendria por fin, en este texto amputado que es el contenido de la sesién, recuperar lo que falta en 61 me- diante el descubrimiento del sentido latente al que da acceso el método estructural: estudio de la relacién entre Jos significantes, sustitucién de un significante por otro, eteétera. Es evidente, entonces, que en tal perspectiva el len- guaje serd altamente valorizado. En efecto, si la orienta- cién histérica se apoya en la regresién, ella implica el retorno a, o la persistencia de, estados mas arcaicos supe- rados en el estado normal. Aqui el temor, la angustia, el efecto, pusan a primer plano. La posicién estructural desconfia de una actitud que comprende demasiado rapido o se explica sin gran es- fuerzo esta captacién ansiosa por un retorno a la condi- cién infantil. Los que se inclinan hacia el método estruc- tural preferirian que se deje de recurrir con demasiada facilidad a la nocién de una reviviscencia de la inmadurez impotente de los origenes de la vida, para interrogarse sobre el sentido de esta resurreccién de una pregunta de la infancia, pregunta que insiste en plantearse en el discurso del paciente y que, chocando contra el muro de silencio, es escandida por los ecos que provoca. El len- guaje seguirfa siendo aqu{, como siempre, la inica via del desciframiento y de la desalienacién. La eritica de los estructuralistas contra los historia- dores va atin més lejos; es bien conocido su argumento: ‘no tenemos otros ojos, para descifrar el mundo de la in- fancia, que nuestros ojos de adultos que no podemos cambiar como se cambia de lentes, para acomodarnos a la corta o larga distancia, No es el nifio quien esclarece al adulto, es el adulto quien esclarece al nifio que habla en el adulto que escuchamos. Es tan ilusorio entonces considerar que nuestra hipo- tesis reconstructiva del pasado es la realidad, como creer que Megariamos a aprehender la realidad del pasado me- diante el estudio objetivo: el hilo reconductor que guiard nuestro esfuerzo no puede ser otro que el de la traduc- 4 cién de lo manifiesto a lo latente con ayuda de las leyes de lo simbélico, de las que la lingiistica no seria mas que una aplicacién particular. La psicopatologia de los iltimos afios ha visto desarro- arse vigorosamente las concepciones histéricas; entre éstas, figura en primer plano la de Henri Ey,’ que con- cibe a la enfermedad como una desestructuracién, una desorganizacién de la Conciencia 0 de la Razén, desorga- nizacién que no se efectia de cualquier modo, sino que deja aparecer en su movimiento disolvente las etapas que han jalonado la construccién del ser psiquico. Se vuelve @ encontrar aqui esa invocacién a la historia que reve- larfa las vias de la edificacién del Yo. Pero entonces sur- gen las mismas objeciones: la historia supone la demar- cacién del pasado y el sefialamiento en el presente de los nudos conflictivos cuya aparente novedad no es mas que el eco de antiguos conflictos. En psicologia, donde se presta menos atencién a la desestructuracién que a la estructuracién encarada desde el Angulo genético, el desarrollo no se concibe sino escan- dido por la nocién de fase. Osterrieth ha enumerado, a través de 18 sistemas diferentes, 61 periodos cronolégi- cos que reconstruyen el desarrollo infantil. Si es cierto que en Freud existe una concepcién del desarrollo infantil que apela a la nocién de fase, no es alli donde Ja historia tiene mas plena importancia. La sucesién de las etapas libidinales ilustra un esquema que permite oponer las diferentes dialécticas segin las formas prevalentes del deseo. Es mucho més en el elemento ritmico de Ja repeti- 7 Cf, sus Etudes psychiatriques, sobre todo t, I y II, Desclée de rower, ed. En sus trabajos, Henri Ey dedica un amplio lugar a lo que Hama anilisis estructural, Esta denominacién, frecuente en la psicopatologia de inspiracién fenomenoldgica, no tiene nada que ver con el pensamiento estructuralista. En realidad el sistema teérico de Henri Ey es esencial- mente histérico. 15 cién —la actividad pulsional se define precisamente por Su caréeter de escansién— donde se manifiesta el aspec- to histérico del descubrimiento psicoanalitico. El “ser quico” no se despliega segin un movimiento lineal que Jo Meve del nacimiento & la edad adulta siguiendo un recorrido més 0 menos accidentado, sino esencialmente a lo latgo de las vias del resurgimiento de los signos borrados, reprimidos y re-suscitados * por la reactivacién que les imprime lo real. ‘Se ve aqui cémo el psicoanalisis se opone doblemente a la concepcién histérica cldsica, ya sea en el dominio de la organizacién (psicologia genética) o' de la desorga- nizacion (psicopatologia neojacksoniana de Henri Ey) del Yo. Por lo demas, puede observarse que Jean Piaget, ilustre defensor de la psicologia genética, se ha desviado de su primitivo evolucionismo hacia un‘ estructuralismo ‘més riguroso. En efecto, concepcién histérica y realiza- cién unitaria del individuo al término de su progresién van generalmente a la par. Pero si Piaget pudo dar esa jmpresién en el comienzo de su obra, ahora niega la posi- bilidad de un enfoque sintético de los diversos accesos a la organizacién de las funciones psiquicas. Para él no hay fases generales y a fortiori, atin menos, unidad en la cima.* Del mismo modo, tampoco para el psicoanilisis po- dria haber una concepcién totalizadora 0 integrativa del desarrollo: los reinos de la conciencia y del inconsciente permanecen absolutamente distintos. Si la conciencia es historia, el inconsciente es intemporalidad. Es en este punto donde el psicoandlisis se opone @ Jas psicopatolo- gias no psicoanaliticas como la de Henry Ey, que postula la integraci6n de lo somético y de lo psiquico, de la con- ciencia y del inconsciente en la unidad de la persona, En * Fr: re-suscités tiene dos acepciones: 1) vueltos de la muerte a Ta vida; Y 2) suscitados nuevamente. En castellano estas dos acepciones reque- ritian dos palabras: re-sucitar y re-suscitar. (N. del T.) S Jean Piaget, “Les stades du développement intellectuel de Tenfant 4 adolescent”, en Le probléme de psycholo; PUF., Paris, 1956. er sedes en ate a Feat 16 Freud, esta unidad Ievaria a la negacién misma del con- cepto de inconsciente. La contradiccién de la historia y de la existencia radica, pues, en que la cronologia no es la historia. La repeticién es el hilo conductor que nos permite guiarnos en la dimensién concluida del pasado; es decir, hacer revivir ese pasado de otro modo que como una letra muer- ta o momificada. La escansién localizable en las figuras del desarrollo reanuda el presente a aquello de lo que ha surgido, no en los efectos de una sucesién mecdnica, sino en una relacién que une y separa a la vez. La repe- ticién no es una circularidad cerrada, voleada definitiva- mente sobre sf; lama a Ja reflexién a comprobar el fun- damento histérico del hecho. La repeticién no es un me- canismo oculto o solamente vital; es el signo que permite reconocer la impronta del inconsciente. Frente a los cam- bios de la evolucién, viene a designar una permanencia. No se puede negar que esta evolucién implica modi- ficaciones, hasta progresos, pero de lo que se trata en el nivel del ser, lo que marca su especificidad y se revela en la dialéctica del deseo o de la relacién de objeto, es esta misma escansién. YY una vez més, en esto volvemos a encontrar a Freud: sien la cura psicoanalitiea se concede el mismo valor a los acontecimientos del pasado, a los lazos del presen- te, a los deseos del suefio, a los proyectos de la fantasia, a las opciones del Ideal del Yo, es porque la lengua que se descifra cn la diversidad de sus dialectos es la misma: la del inconsciente intemporal. Esta lengua no se lee mis que a través de sus modelos organizadores. El aprendi- zaje de este desciframiento nos remite a los orivenes, no en una perspectiva pasatista sino porque, segin la afor- tunada expresién de Merleau-Ponty, el mundo esta ya allf y para el hombre: la madre y el padre que lo han dado a luz, reunidos por la Ley. Volvemos a encontrar aqui la ensefianza de Hegel, que fundé en un mismo movimiento Ja historia y la dialéctica. Ww Freud, esta unidad Ievaria a la negacién misma del con- cepto de inconsciente. La contradiccién de la historia y de la existencia radica, pues, en que la cronologia no es la historia. La repeticién es el hilo conductor que nos permite guiarnos en la dimensién concluida del pasado; es decir, hacer revivir ese pasado de otro modo que como una letra muer- ta o momificada. La escansién localizable en las figuras del desarrollo reanuda el presente a aquello de lo que ha surgido, no en los efectos de una sucesién mecdnica, sino en una relacién que une y separa a la vez. La repe- ticién no es una circularidad cerrada, voleada definitiva- mente sobre sf; lama a Ja reflexién a comprobar el fun- damento histérico del hecho. La repeticién no es un me- canismo oculto o solamente vital; es el signo que permite reconocer la impronta del inconsciente. Frente a los cam- bios de la evolucién, viene a designar una permanencia. No se puede negar que esta evolucién implica modi- ficaciones, hasta progresos, pero de lo que se trata en el nivel del ser, lo que marca su especificidad y se revela en la dialéctica del deseo o de la relacién de objeto, es esta misma escansién. YY una vez més, en esto volvemos a encontrar a Freud: sien la cura psicoanalitiea se concede el mismo valor a los acontecimientos del pasado, a los lazos del presen- te, a los deseos del suefio, a los proyectos de la fantasia, a las opciones del Ideal del Yo, es porque la lengua que se descifra cn la diversidad de sus dialectos es la misma: la del inconsciente intemporal. Esta lengua no se lee mis que a través de sus modelos organizadores. El aprendi- zaje de este desciframiento nos remite a los orivenes, no en una perspectiva pasatista sino porque, segin la afor- tunada expresién de Merleau-Ponty, el mundo esta ya allf y para el hombre: la madre y el padre que lo han dado a luz, reunidos por la Ley. Volvemos a encontrar aqui la ensefianza de Hegel, que fundé en un mismo movimiento Ja historia y la dialéctica. Ww Lo que Hegel describe no es, en realidad, “una historia” como encadenamiento de acontecimientos: sucesién o im- bricacién traspuesta al seno de una conciencia que vive el devanamiento de lo vivido. Lo que Hegel revela es el proceso mismo del espfritu que, como fenémeno humano, s6lo se concibe a través de una sucesién y de una simul- taneidad de figuras que se engendren unas a otras, figu- . Yas que se requieren y se niegan manifesténdose, y su existencia desaloja sucesivamente a cada una de las fases del lugar en que ellas discurren. En tal perspectiva, el hecho humano precede con derecho a la nocién de razén:* ésta no debe ser conce- bida al término de una evolucién pero la comprende en todos los momentos. El mismo Hegel pudo dejarse enga- fiar por su propio desarrollo cuando, quizis més impru- dente que Freud, bordea las fronteras del saber absoluto, haciéndonos creer que un espejismo es accesible. 2Es preciso entonces, retornando a los origenes, tra- tar de descubrir en ellos las matrices de la naturaleza donde se imprime el espfritu en su nacimiento? ‘La sus- tancia simple de la Vida es pues la escisién de si misma en figuras y al mismo tiempo la disolucién de esas dife- rentes subsistencias: y la resolucién de la escisién es por otra parte un proceso de escisién o una posicién de miem- bros articulados.” 19 Esta interdependencia del proceso de la Vida y de la posicién-aniquilacién de esas figuras lleva a Hegel a esta conclusién: “Es este circuito en su totalidad el que constituye la Vida; ésta no es lo que antes se dijo, la con- tinuidad inmediata y la solidez compacta de su esencia, ni Ja figura subsistente y el discreto ente para si, ni su Puro proceso, ni siquiera la simple reunién de sus momen- tos; es el todo que se desarrolla, disuelve y resuelve su desarrollo y se mantiene simple en todo ese movimien- to."" Pero entonces hay que sefialar que la Vida no es * Que cs le culminmacién Wyiea de todas las concepeiones hist vie de esprit, tomo 1, p. 151. p. 131 pensable fuera del hombre que la piensa, que no contiene en sf su principio, sino que éste se revela al hombre, Gnico capaz de concebirla; la vida universal no se aprehende como tal en la totalidad captada por una evi. dencia inmediata, sino que esta totalidad es descubierta Por quien la refleja: ahora bien, esta reflexién culmina en el descubrimiento de la independencia del objeto de su reflexién respecto de su marcha primera: “el objeto que ‘Se presenté primero a la conciencia es determinado ahora como siendo la vida universal; lo que la conciencia de sf halla frente a s{ como una totalidad, es la vida que es su vida, y Ja encuentra como idéntica en st misma y como distinta de si”.2 . Este paso de Ja Vida a la conciencia de s{, este naci- miento de la conciencia de si ante sf misma inauguran una nueva forma de ser, y esta nueva forma de ser es el Deseo, “Ast la conciencia de s{ tiene la certeza de s{ misma sdlo por Ja supresién de ese Otro que se presenta ante ella como vida independiente; ella es deseo,” En el mis- mo movimiento se descubre la independencia del objeto Que amenaza de ese modo la certeza de sf, pero que es su nico fundamento como testigo. Ella es condicién de su satisfaccién, por su testimonio, su consentimiento, su supresin; el deseo es Deseo del deseo de Otro. “La conciencia de si slo alcanza su satisfaccién en ofra con- ciencia de sf.” +4 Esta mediacién original, ineluctable por la via del reconocimiento, crea las condiciones de la uni. versalidad, por tanto de una razén que hace posible la historia. “Un Yo que es un Nosotros y un Nosotros que es un Yo," 15 Esta mediacién se cumple en los dos sentidos, el del lazo con el prdjimo como necesario para el reconocimien- to del deseo que impone la unién de los sexos, y el del lazo 32 Jean Hippolyte, “Situation de Thomme dans la phénoménologie hégé- lienne", en Etudes sur Marx et Hegel, p. 175. 3? Loc. cit, p. 182. ¥ Phénoménologie de Vesprit, p. 153, 18 Loc. cit, p. 154. con el antecedente y con el consecuente instituido por el parentesco. Esto no nos lleva forzosamente a la defensa de pre- suntos valores racionales, sino hacia lo que constituye el fondo de la vida del ser en su travesfa de la existencia; lo que se refiere a su nacimiento, sus progenitores, sus lazos con los seres del mismo sexo y de sexo diferente, su tra- bajo, su parentesco, y, para terminar, su relacién con Ja Muerte. z¥ de qué nos habla el psicoanilisis sino de todo esto? La critica del estructuralismo integral esté mucho menos avanzada que la del historicismo. No es facil hacerla a fondo pues el estructuralismo se ha presentado como el liberador reciente de las cadenas de un historicismo que mostraba signos de cansancio. Ninguna explicacién exis- tia sin su descomposicién temporal. Quiz4 no ha legado el momento de recelar de la nueva orientacién para eman- ciparse de ella, Y sin embargo seria erréneo ignorar sus peligros. El estructuralismo integral, apoyado en su ahis- toricismo integral, no puede conducir m4s que a la defen- sa del isomorfismo del mundo natural y del mundo cul- tural, La ley ya no es mas que una de las caras por donde se ofrece a nuestra mirada el mundo fisico gobernado por las leyes. E. Ortigues sefialé muy bien la funcién de esla- L6n que en Ia dialéctica del intercambio basado en la cir: culacién de bienes ocupan las mujeres, cuya posicién es al mismo tiempo natural y cultural: dadoras de nifios y transmisoras de valores futuros. Esa cépula, cuyo signo es la mujer, indica tal vez de modo irrecusable que la demarcacién estructural esta bajo ln dependencia de un modelo ms general, matricial, fun- damental, que da a luz otros al desplegarse. No se clasi- fiea solamente porque la actividad de la mente se con- funde con Ta aceién de clasificar, La mente despierta q ntides por la percepcién de la identidad y de la dife- rencia que son esencialmente las de Ja sexualidad. Del diélogo que mantiene el sujeto entre su sexualidad y la semejante o diferente de cada uno de sus padres. El aspecto estructural del psicoanilisis est4 ilustrado por el complejo de Edipo como situacién humana ejem- plar. Las relaciones que implica no son pensables indepen- dientemente de los dos ejes del Deseo y de la Identifica- cién. Hay que librar a la situacién edipica del historicismo anecdético al que Sartre quiere relegarla. Sélo puede examindrsela con seriedad en el nivel de generalidad que es el del concepto. “Se tiene la impresién de que el complejo de Edipo simple no es de modo alguno su forma m4s comin; repre- senta mas bien una simplificacién o una esquematizacién «ue, por cierto, a menudo est4 justificada por razonea de orden practico. Un estudio més ajustado muestra gene- ralmente un complejo de Edipo mds completo, que existe en una forma doble a la vez positiva y negativa, y se debe a la bisexualidad originalmente presente en los ni- fios: lo que significa que un nifio no se contenta con tener una actitud ambivalente frente a su padre y elegir a su madre como objeto de afecto; al mismo tiempo se comporta también como una nifia y manifiesta una acti- tud afectuosa femenina hacia su padre y una correspon- diente actitud de hostilidad y de celos hacia su madre... La experiencia analitica muestra, pues, que en cierto ni- mero de casos, uno u otro de los elementos constitutivos de ese complejo desaparece con excepcién de huellas ape- nas perceptibles; de modo que surge una serie, una de cuyas extremidades presenta el complejo de Edipo nor- mal y positivo y la otra el complejo inverso negativo, mientras los eslabones intermedios muestran la forma completa con predominio de uno » otro de sus dos com- ponentes,"" %# La diferencia esencial entre Ia posicién de Lévi- Strauss y la de Freud reside en el hecho de que para el 28 Sigmund Freud, Le Moi et le Ca, trad. de la Standard Edition, XIX, 33-34. (Versidn cast.: EL yo y el ello, Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1948.) 21 primero tal combinatoria es perceptible en todos los nive. les de expresién de la realidad: fisico-quimico, biolégico, psiquico, social, sélo diferente en su demarcacién; mien- tras que Freud Je asigna una vocacién propiamente hu- mana.!" Su especificidad reside en que el hombre nace cautivo de las imagenes de sus progenitores; éstos lo soli. citan, lo requieren, en tanto é1 mismo, al tener que encori- ‘trarse a través de ellos por la condicién prematura en Ja que llega al mundo, sélo puede Hegar al fin de su bis- queda en el movimiento del significante que los intercam-, bios adultos constituyen ante su vista, Sin duda no jn tituye lo si ico, pero esta constituido por éste, cami hha dicho’ n.'Apresado en las mallas del significante, el nifio rlo-puedle aprehenderlo sino en el modo de un Ila- mado anticipante y anticipado, permanentemente supe- rado por las significaciones que debe captar, mientras que 41 mismo es el significante de Jos padres que Jo han dado a luz, logrando hacer aflorar —siempre muy ligeramen- te— su subjetividad a su coneiencia sélo por lo que él es para ellos. En estos intercambios en log que s6lo aprehen- de verdaderamente la presencia del otro en su auséneia, y en los qu¢’él mismo no puedé aprehenderse més que en Su propia ausencie evocada en el coloquio parental, dos caminos le estén permitidos: el Deseo y la Identificacion. El Tener y el Ser. Freud ha indicado sus lazos multiples ; la identificacion ea la forma de vinculo mas primitiva (identificacién narcisista) y mas acabada del ser huma- no (identifieacién con el Ideal.del Yo). Lo que el] sujeto no puede tener, quiere serlo. A la inversa, el deseo e3, como. ya sefialamos, Deseo del Otro, Deseo del Deseo del Otro, y supone pues Ia Identificacién. Esta solidaridad de la situacién del sujeto y de la 27 No se puede acusamos de olvidar ciertos pasajes de Freud ca los que subordina sas propias hipétesis a los futuros descubrimientos de lat cien- cas de Ts naturaleza. Seria confundir la letra y el espiritu. En realidad 1! porte original de Freud es haber expuesto a una nueva juz la orga- aieacién psiquien, especifiea del hombre. Que haya encarado l problema dle las relaciones de In psiauis con Ia infraestructura corporal no abtoriza # nivelar plinos que él contribuyé a delimitar mejor, 22 0 & aqui nila aqui nila 0 lesmultipli- Sieee as alge pene mee cia es su dimension fundamental Hace un momento insistiamos en el cardcter ilusorio de la unidad temporal, definiendo el espejismo de una posesién falsamente completa del pasado. En Ja perspec- tiva sincrénica_podemos también acentuar, a través del Deseo y de le Wdentificaclin-eate carketer incompleto, fo slo él sujeto no est4 en su centro en este asunto sino que tan pronto como se sitGa en alguna parte, no puede mantenerse en esta posicién m4s que en relacién con el otro al que apunta, ya sea siendo Mamado hacia él, ya sea incorporandolo en él, Asi, abandonamos el proyecto de arribar esen- cia del ifeto: estamos eondenados a no aprehenderlo mis que a través de su posieién para otro y frente a otro, sin olvi que el otro no es aqui anénimo o inter- able, sino ese otro de doble rostro paterno y mater- Ro, que me falta y a quien yo falto, en la triangulacién “€dipica, donde los intercambios estin regulados por Ja re- ferencia, al falo. jualizando los significantes propuestos por el elemento dé parentesco, haciéndolos jugar segdn los ejes del deseo y de la identificacién, del amor y de la agresi- vidad, de Ja bisexualidad humana, de la oposicién entre principio « de placer y Principio de realidad, de los regis- tos del proceso primario y del proceso secundario, esta- mos frente a un juego “operatoriamente satisfactorio”, notablemente rico, que expliea un campo de situaciones, de constelaciones, de hechos normales y patolégicos, que da al complejo de Edipo el derecho a la denominacién de estructura. Contrariamente a Ja afirmacién de Lévi-Strauss, ¢l descubrimjentofreudiano no es una versién del mito de Edipo; eg ef model que permite comprender sus varian- tes, Contrariamente a lo que piensa Sartre, la metapsico- logia freudiana no es de ningiin modo inofensiva pues su 23 coherencia ha permitido la apertura de nuevas perspecti- vas en numerosos campos del saber, y su traicién he inspirado las empresas mas dudosas y mas peligrosas des- de el punto de vista politico. ~ Con el Edipo, toda oposicién entre estructura e his- toria patece vana. La historia no es pensable fuera de la repeticiénque ella remite a la estructura; la estructura, en lo que se refiere al hombre, no es pensable fuera de su relacién con sus progenitores, constituyentes de lo sim-" bélico, al.introducir una relacién temporal-intemporal que implica la dimensién de la historia. La férmula de Lacan: 3° « 8 para sujeto obstruido del desconocimiento; « para el objeto del Deseo; * © representante de la relacién; . propuesta para escribir la estructura de la fantas{a, expli- ca estas particularidades. 5 estA obstruido precisamente porque su individualidad de sujeto no es eoncebible més que a través de lo que lo obstruye; « es igualmente el! objeto del deseo del presente, del pasado o del futuro; pero creemos que lo més importante es la introduccién de °, que quiere decir a la vez mayor y menor, disyun- cién y conjuncién; este © viene a representar aqui de ma- nera inteligible el concepto de relacién, es decir el del vineulo y del corte, En este cardcter, vale para la historia que une y la estructura que separa. Lévi-Strauss se vale de un artificio cuando pretende que la historia esté sometida-a las leyes del pensamiento y debe entonces reducirse a la estructura. Quiere hacernos confundir la ciencia histérica y el fundamento histérico del hecho: s6lo con esta condicién tendria razén, Por el contrario, distinguir el saber histérico, que depende de la estructura, y cierto saber, que no es justamente el saber de la conciencia, nos permite concebir una presencia de la historia independiente de la estructura. O mas exac- tamente, una conjuncién-disyuncién historia-estructura * Se trata de la “a de (ajutrut: el otro con mimiscula, moi especular del eto u objeto de la captacién imeginaria, indistintamente, que en Lacan, sostiene y obstuye ef paso de nivel simbélico, (N. del T.) m4 tan estrecha que Ja realidad psfquica no tendria ningin sentido fuera de- ella. El lenguaje del inconsciente, su estructura, esa len- gua que se habla sin haberla aprendido verdaderamente, sino sélo adivinado, sobrentendido, entrevisto, tiene sus particularidades sélo porque hay un malentendido inicial. Malentendido forzoso, porque la “confusién de lenguas” entre adultos y nifios es obligatoria, factor de fecundidad y de un infatigable rebote del significante, ampliacién del campo del sentido. Hiato insuperable que todo ser que ha asistido a la angustia de una madre ante la incomunica- bilidad del deseo del nifio aprehende en un momento. Mis- terio que se acenttia ain mas cuando la misma madre, instruida por la experiencia, termina por comprender que en realidad su hijo no sabe lo que quiere. Toda la historia se desliza en este hiato insuperable, en una carrera que no concluye jamas. “Cuando yo sea grande” no tiene sen- tido para el nifio sino cuando el padre que tiene ante si sigue siendo este padre de ahora y no un anciano ya ven- cido por los afios, si la madre es esta hada que lo surte de todo, y no la pequefia anciana encorvada, objeto de caritativa solicitud, de la que todo deseo se disipa. El earacter absurdo de esta persecucién infernal nada quita a su aspecto de epopeya. La estructura a la que est ligada indica, si no el fin o el sentido de la carrera, al menos la regla de ese juego. Un juego con el que no se termina, ya que el oficio de hijo no cesa mas que cuando se cae bajo el yugo de la paternidad. Y entonces, después de haber plan- teado preguntas, Iega el momento en que se debe dar respuestas. Pero en realidad cada momento confunde en su sentido la pregunta y la respuesta, porque cada mo- mento esté apresado en la doble red de Jos elementos simult4neos y sucesivos.

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