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Marshall Sahlins LA ILUSION OCCIDENTAL DELA NATURALEZA HUMANA UMBRALES UMBRALES Coleccién dirigida por Fernando Escalante Gonzalbo y Claudio Lomnitz Sucede con frecuencia que lo mejor, lo més original ¢ interesante de lo que se escribe en otros idiomas, tarda mucho en traducirse al espaviol. Ono se traduce nunca ¥ desde luego sucede con la mejor y lo mis original que se ha escrito en las ciencias sociales de los ikimos veinte o treinta afi. ¥ eso hace que la discusién pblica en los paises de habla espatiola termine dindose en los términos que eran habituales en el resto del mundo hace dos o tres décadas. La coleccién Umbrales tiene el propésito de comenzar a llenar esa laguna, y presentar en espaiol una muestra significativa del trabajo de los académicos mis notables de los iltimos tiempos en antropologia, sociologia,ciencia politica, historia, estudios culturales, estudios de género.. Marshall Sahlins LA ILUSION OCCIDENTAL DELA NATURALEZA HUMANA Con reflexiones sobre la larga historia de la jerarquia, la igualdad y la sublimacién de la anarquia en Occidente, ‘y notas comparativas sobre otras concepciones de la condicién humana Traduccién Litiaxa ANDRADE LLANAS Vicrorta SCHUSSHEIM FONDO DE CULTURA ECONOMICA Primera edicién en inglés, 2008, Primers edicién en espafol, 2011 Sahlins, Marshall 1a ifusién occidental de la naturaleza hurmana ! Marshall Sablins; tad. de Liliana Andrade Llanas. — México : FCE, 2011 125 p.; 17 « 11 em — (Colee. Umbrales) ‘Titulo original: The Western Illusion of Human Nature ISBN 978-607-16-0730-0 1. Antropologia flos6fica 2. Civilizaién occidental 3, Parentesco 4. Exno- logia 5. Sociologia 1. Andrade Llanss, Liliana, tr. I, Ser. IL. LCGNMS Dewey 301 S718i Diseribucion mundial Disefo de porta c interores: Paola Alvares Balt “Titulo original: The Western Mlusion of Human Nature Licensed by Prickly Paradigms Press LLC, Chicago linos, US.A © Prickly Paradigm Press, LLC. Al ight reserved D.R.© 2011, Fondo de Cultura Beondmiea Carretera Picacho-Ajusc, 227, 14738, México, DF. Empresa certficada 180 9001:2008 “els (35)5207 4672; fax (55)5227-4640 ‘Comentarios: editorisi@fondodeculturaeconomica.com ‘www fondodeculturaeconomica.com Se prohibe i reproduccién total o parcial de esta obra sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos. ISBN 978-607-16-0730-0 Impreso en México » Printed in Mexico INDICE Prélogo Advertencia La ilusién occidental de la naturaleza humana Hobbes y Adams como seguidores de Tucidides Antigua Grecia Conceptos alternativos de la condicién humana La monarquia medieval Repiiblicas renacentistas Los fundadores de los Estados Unidos La recuperacién moral del interés personal Otros mundos humanos Este es el lamento de nuestro autodesprecio La cultura es la naturaleza humana 19 2 33 59 67 B 86 98 102 un 47 PROLOGO La ilusién occidental de la naturaleza humana, del célebre antropslogo Marshall Sahlins, se inscribe dentro de una tra-—— dicién de critica a la ideologia del capitalismo que tiene hi- tos en el siglo pasado en trabajos como el de Piotr Kropot- kin (1902) sobre la cooperaci6n en la evolucién natural, los estudios de historia econémica de Karl Polanyi acerca de la construccién de mercados “libres” (1944) y el ensayo de Albert O. Hirschman acerca de la historia de la lucha por domesticar las “pasiones” y transformarlas en “intereses” en el pensamiento politico y econémico moderno (1977) El: estudio de Sahlins s¢ suma ala critica de la idea de que el ser humano es egoista por naturaleza, de que slo puede ser do- mesticado por el poder arrollador del Estado, 0 si no, enton- ces, contraponiendo un egoismo a otro, a modo del libre mercado que, segtin Adam Smith, funciona como una “mano invisible” cuya magia convertiria el egoismo de cada uno en un bien para todos. Dicho de otro modo, el de Sahlins es un esfuerzo de in-_ vestigacién dirigido contra la ideologia dominante del snundo contemporineo. Se trata de una ideologia que da rienda suelta a nuestros egoismos, aduciendo que son un mero dato del orden natural, inalterable, y que cualquier *Piotr Kropotkin, Mutual Aid: A Factor of Evolution, Londres, Wil- liam Heinemann, 1902; Karl Polanyi, The Great Transformation, Nueva York, Farrar and Rinehardt, 2944; Albert O. Hirschman, The Passions and the Interests: Political Arguments for Capitalism Before its Triumph, Princeton, Princeton University Press, 1977. (Hay edicién en espafiol: Las pasiones y los intereses: Argumentos politicos en favor del capitalismo antes de su triunfo, México, Fondo de Cultura Econémica, 1978.] régimen social debe por fuerza partir de ese dato o perecer. Asi, nuestros economistas construyen sus modelos a partir de la premisa del “individuo maximizador’, mientras los politélogos pretenden que todo anilisis que se quiera “rea- lista” tiene que partir de las premisas del rational choice, 0 sea de que todo acto individual sitve a intereses indi jua- “Tes, por encima de los de los demas. El ser humano, segtin esta corriente, es avaro por natu- raleza, dispuesto a pasar por encima de cualquier valor 0 cualquier relacién con tal de conseguir alguna ventaja. Se trata, dice Sahlins, de una mala opinién del ser humano. Mis todavia, de un desprecio a éste. Contra esa visién, la antropologia ha presentado desde hace mucho otra imagen del humano, como ser que de- _pende de la cooperacién y que se entiende a si misma no “como un individuo aislado que lucha contra otros por la su- sremacia, sino como un ser formado desde su nacimiento entre parientes, que a su vez existen en comunidades mas amplias de colaboracién. Ya desde 1902 el anarquista Piotr Kropotkin publicaba un estudio cientifico de historia natural que se contraponia a la premisa medular del darwinismo social que imperaba entonces (y que, lo muestra Sahlins, sigue imperando, aho- ta bajo el manto de “realismo"). A partir de un estudio acu- cioso del mundo animal en Siberia y Manchuria, Kropotkin criticd el consenso social-darwinista capitaneado por Tho- mas Huxley y por Herbert Spencer. Huxley tomaba por he- nte demostrado el que la lucha descarnada del hombre contra el hombre —el famoso homo homini lupus gue habia diagnosticado hacfa ya siglos Thomas Hobbes— era ni mds ni menos que una “ley de la naturaleza’, ‘Como bien dice Sahlins, haciendo eco de Kropotkin y de una vasta literatura mis reciente, la idea de Hobbes de que el hombre es el lobo del hombre no sélo insulta la natu- raleza del hombre, sino también la del lobo, que no ha sido nunca el animal antisocial que Hobbes imaginaba: “Qué forma —comenta nuestro autor— de difamar a la manada gregaria del lobo, con sus modalidades de deferencia, inti- midad y cooperacién, que son, justamente, la fuente de su orden perdurable. Cabe recordar que, a fin de cuentas, el Jobo es el antepasado del ‘mejor amigo del hombre” Pero si bien este ensayo —que es un verdadero_m: se inscribe en una importante tradicién de critica ‘a la raz6n individualista, lo de Sahlins es también una ge- nuina novedad: una contribucién original a la critica del _Occidente como cultura. Hasta ahora, los trabajos que se han abocado a lacritica _ _de la premisa.de la naturaleza egoista del humano han sido de tres clases. La’ primera ¢s de historia natural, desde la zoo- Togia y la biologia. Aqui el trabajo de Sahlins no aporta nada nuevo. Sélo se suma a quienes, desde Kropotkin, han afir- mado que la visién que parte del egoismo natural proyecta la ideologia del capitaliso.al orden general de la naturaleza —un argumento que, por otra parte, el propio Marshall__ Sahlins desarrollé contra Ja “sociobiologia” hace ya cuatro décadas—* La segunda clase de estudio ha sido de sociologia y eco- nomia politica —desde los trabajos decimonénicos de Lewis Henry Morgan, Karl Marx y Friedrich Engels, hasta Ia sociologia de Emile Durkheim y de Marcel Mauss, y la historia econémica de Karl Polanyi, etc.—. La economia'y la sociologia han mostrado una y otra vez que el orden que en el capitalismo se considera “natural” es en realidad un resultado histérico, fundado en el Estado y en el uso del poder del Estado para promover la propiedad privada y los metcados libres. Al inicio de este ensayo hice mencién de un estudio de Polanyi como hito de esa tradicién, porque en ese libro demostré, contra el sentido comin, que los mercados Ilamados “libres” fueron formados a partir de la *The Use and-Abuse-of Biology: An Anthropological Critique of So- ciobiology, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1976. —imtervencién decidida del Estado, y que en cambio los con- troles sociales y politicos sobre los mercados han sido re- +-sultado de movimientos sociales espontineos. En otras pa- labras, Polanyi, mostré que el libre mercado no es el (~tesultado natural de la interaccién entre individuos aut- nomos y egoistas, sino que ha sido impulsado a cada paso desde el Estado, contra los deseos de grupos sociales que ——buscan siempre regularlo. La tercera clase de estudios sobre esta temética, que po- driamos llamar de historia intelectual de la razén capitalis- ta, queda honrosamente representada por el estudio de Al- bert Hirschman acerca de las pasiones y los intereses. Ahi Hirschman rastre6 la historia de la idea de que las “pasio- es humanas” —entendidas siempre como pulsaciones amenazantes para el orden social y politico— podian ser alizadas de manera positiva para la sociedad si se trans- formaban én “intereses” que tuvieran expresin legitima _tarito.en el. mercid6 como en el juego politico. 2 __ Elensayo de Marshall Sahlins nos ofrece una entrada distinta de estos tres abordajes —el de la zoologia, el de la economia politica y el de la historia intelectual del capita —lismo—. Sahlins busca completar el panorama a través de un estudio del hombre egoista como mito occidental. Coitio antropdlogo que és, Sahlins se interesa en el desa- rrollo del conjunto de ideas que hemos venido discutien- do.como una formacion cultural de raices profundas y de ificaciones profusas. De hecho, demuestra que la. ideologia sobre la naturaleza humana que padecemos hoy no tiene su origen en el capitalismo, aunque sea utilizada mianera especialmente descarada a favor de ese sistema, La originalidad y la importancia de este libro esta en que explora la larga historia de un escandalo —de la mala opinion dla humanidad en que estamos todavia instala- dos, y que es, hoy, un peligro para el futuro de la espe- cie—. El estudio a la vez erudito y ameno de Marshall Sablins m las ideas a las que nos hemos referido © pRdtoco 3 tienen su origen en la Grecia antigua. Forman parte de “am canon’ mitolégico occidental, que aparece con. toda aridad desde el estudio de Tucidides de las guerras del “Peloponeso, y especialmente en la parte que toca la rebe- Jidn de Cércira. Sahlins sefala las coincidencias entre Tuci- dides y algunos de los pensadores politicos més influyen- “tes de la era moderna, comenzando por Thomas. Hobbes ~7 por los. federalistas_estadunidenses. Este libro explica émo, en primer lugar, logr6 preponderancia en la Grecia antigua la vision de la naturaleza como algo verdadero, Zontrapuesto « lo engafioso de la cultura (physis versus somos), y describe a partir de ahi la formaci6n de un sis- “ema cultural helénico fundado en la idea de que el mun- tencia entre iguales —la isonomia— es la fuerza motriz. que lo rige todo. La primera contribucién de este estudio es, entonces, que nos muestra que el problema contempordneo esta mu- cho mas arfaigado que cualquier ‘simple teoria politica’o —aéonémica que esté de moda. No es casualidad que ideas ~practicamente idénticas hayan aparecido en el seno de teo- Has bastante distintas entre si: santo Tomas y Maquiavelo, Hobbes y Rousseau, John Adams y el rational choice com- parten premisas culturales que no se han examinado a fon- do. El ensayo de Sahlins sugiere que, al menos en cuanto a su visién compartida de la naturaleza humana, todas éstas son térias folk de la cultura occidental, excrecencias de un desarrollo cultural que se presenta al mundo como si fuera Giencia y no creencia, “realismo” en lugar de mito. Se trata, ~en realidad, de una “ilusién” que ha marcado la historia in- telectual y politica de Occidente. PR6LoG. 8 my Prévoce a y" que proclama que la Pero hay més. La idea del hombre egoista nacié como gicacultural—. El supuesto realism) Aare aaae ee justificacién y pretexto de una usurpacién. En la historia —Fhumaniad es una especie compuesta de indvidvos que eo de Tucidides sobre la revuelta de Cércira, la guerra llega a tim destinados 2 chocaren una hues sord por I de cultura, dotados de la biologia de nuestra simbologia. La | idea de que somos sirvientes involuntarios de nuestras pre= disposiciones animales es una ilusién, también originada (Len la cultura. Voy acontracorriente del determinismo genético que es “ahora tan popular en los Estados Unidos debido a su apa- Gapacidad de explicar todo tipo de formas culturales por una predisposicion innata al interés personal de signo competitive. Disciplinas de moda tales como la psicolo- gia evolucionista y la sociobiologia, en combinacién con una ciencia econémica anéloga fundada en la existencia de individuos auténomos, que con particular celo se han entregado a la autosatisfaccién por medio de la “eleccion tacional” de todo, sin mencionar la comin sabiduria bisica del mismo tipo, estan creando una ciencia social multiu- sos del “gen egoista’. Pero, como dijo Oscar Wilde de los profesores: su ignorancia es el resultado de tanto estudio. Olvidindose de la historia y la diversidad cultural, estos en- tusiastas del egoismo evolucionista no logran reconocer al sujeto burgués clisico en su retrato de la llamada naturaleza humana. O, si no, celebran su etnocentrismo tomando al- gunas de nuestras practicas tradicionales como prueba de Sus teorias universales de le conducta humana. En este tipo de etnociencia, l’espéce, c’est moi: yo soy la especie. También algo que va en contra de la corriente actual (me refiero a los exigentes deseos posmodernos de postu- lar la indeterminacidn) es hacer extravagantes afirmaciones sobre la singularidad de las ideas occidentales acerca de la maldad innata del hombre. Deberia matizar esta idea. Bien se podria imaginar que nociones similares entran en juego en la formacién de Estados en otros lugares, en la medida en que éstos desarrollan intereses similares para controlar a las poblaciones sobre las que se erigen. Incluso la filosofia confuciana, pese a todas sus suposiciones de que los hom- LA ILUSIOW OCCIDENTAL DE LA NATURALEZA HUMANA a pres son inherentemente buenos (Mencio) o inherente- mente capaces de hacer el bien (Confucio) puede enarbolar de pronto concepciones alternativas sobre la maldad natural (Xun Zi). De todos modos, sostendria que nila tradicién china ni ninguna otra tradicin cultural se pueden equiparar fon el continuo desdén occidental por la humanidad: este prolongado escéndalo de la avaricia humana, junto con la v titesis entre cultura y naturaleza sobre la que se basa Por otro lado, no siempre hemos estado tan convencidos de nuestra depravacidn. Otros conceptos del ser humano estan arraigados, por ejemplo, en nuestras relaciones de pa- rentesco, y han encontrado ciertas expresiones en nuestras filosofias. Sin embargo, por mucho tiempo hemos sido por lo menos mitad bestias, y esa mitad, juzgada como un he- cho de la naturaleza, ha parecido més dificil de manejar que ningtin otro artificio de la cultura. Aunque no ofrezco una narrativa sdlida de esta ligubre percepcin de lo que somos no pretendo hacer una historia intelectual, o siquiera una “arqueologia”—, hago evidente su duracién mencionando elhecho de que a todos los antepasados intelectuales, desde Tucidides hasta san Agustin, Maquiavelo y los autores de ‘The Federalist Papers, asi como a nuestros contemporaneos sociobidlogos, se les ha otorgado la etiqueta académica de “hobbesianos”. Algunos de ellos eran monérquicos, otros partidarios de las repuiblicas democraticas; sin embargo, to- dos.compartian la misma visién siniestra de la naturaleza humana. Comienzo, no obstante, con la conexién mucho mas sélida entre las filosofias politicas de Hobbes, Tucidides y john Adams, Las curiosas interrelaciones de esta triada de “Fiitores nos permitiran esbozar las principales coordena~ das del Tridngulo Metafisico de la anarquia, la jerarquia y “Bi igualdad. Pues, aunque sus soluciones al problema fun- “damental de la maldad humana fueron diferentes, tanto Hobbes como Adams encontraron en el texto de Tucidides sobre la Guerra del Peloponiéso, ef particular en su sangrien- a MARSHALL SAHLINS, [to ‘relato de la revolucin en Cércira, el modelo de sus | pias ideas sobre los horrores que suftiria la sociedad st los | deseos naturales de poder y triunfo que abriga la huumanided no fueran contenidos, ya sea por un poder soberano como decia Hobbes—, libri ( dean es—, © por un equilibrio de poder —como decia HOBBES Y ADAMS COMO SEGUIDORES DE TUCIDIDES En 1765 Joven John Adams escribié.un breve ensayo t 'odos los hombres serian tirant n”. Nun 0 ‘fal 10s si pudieran”. Nun- ca publicé el ensayo, pero volvi6 a é : nd , pero volvid a él en 1807 para r J S fren: a gonelusién de que todas las formas “simples” (sin ne, cla) de gobierno, ineluyendo la democracia pure, ai como fe ae virrudes morales, todas las capacidades intelectua. les y todos los poderes de la riqueza, la b a : Lb elleza, el ciencia, no son suficientes contra los cas arden en los corazones de los hombres bierno cruel y tirano. Como come: del ensayo: deseos egoistas q ¥ detivan en un go- nto al explicar el titulo No significa, en mi opinién, més que esta observaién sobre la natualeca humana ue cide Howton haya leido alguna vez un tratado sobre moralidad o cor cs 7 on los demés sobre estas cuestiones [.. -] debe de haberse aoe ce a saber, que las Pasiones egoistas son mas i que lo Social, y que aquéllas siempre prevalecerin so- ee aspecto en cualquier Hombre que haya sido abando- lo a las Emociones naturales de-su propia mente, sin sufrir la contencién y el control de un Poder extrinseca a él ae ercepcidn de a condicidn humana fue una conve para Adams todala vida, com; -xida, complementada por la c : por la creen- a e que un-gobiemo,de poderes equlibrados era la unica ‘a de controlar a la bestia. En 1767 afirmé que sus 20 LATLUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZA HUMANA 23 afios de investigacién sobre los “origenes secretos” de la ac- cién hurhana Io habian convencido mas y mas de que “des- ela Caida de Adan hasta este momento, la Humanidad en. general e habia entregado a fuertes Delirios, Viles Afectos, Heseos sordidos y Apetitos brutales”. Estos impulsos co- jruptos, ademés, eran “mas fuertes que los sociales’. Em- pleando un lenguaje muy similar al del relato de Tucidides Fe ciertos incidentes de la Guerra del Peloponeso, Adams lamenta asimismo la vulnerabilidad de las instituciones ci- viles ante los deseos egoistas de la naturaleza humana. “La religion, las supersticiones, los juramentos, la educacién, las leyes, cederan el paso @ las pasiones, el interés y el poder’ mientras no llegue el momento en que sean “resistidos por las pasiones, el interés y el poder”. De ahi su Jarga defensa de un gobierno de poderes contrapesados entre si. Al opo- FF a uno contra otro, las predisposiciones destructivas pueden convertirse en efectos beneficiosos. Como muchos de sus cultos compatriots, Adams abogaba por una forma republicana de gobierno aristotélico 6 polibiano mixto, re- “indo la soberania para el pueblo mientras combinaba democracia, oligarquia y monarquia en una forma apta para desarrollar las virtudes y contener los excesos de cada una._ ‘Al oponer una cémara baja elegida de manera popular a una aristocracia natural de la riqueza en una camara alta, el con- flicto endémico entre ricos y pobres se podria neutralizar, incluso si esa legislatura en general se opusiese por y a una sola atttoridad ejecutiva, Dejados a su propio arbitrio y a la naturaleza humana, cada uno de esos tres poderes derivaria en un engrandecimiento propio de la tirania; pero combi- nados de este modo, su rivalidad interesada mantendria la tranquilidad nacional. ‘Adams conocia las ligubres opiniones de Hobbes, Man- deville, Maquiavelo y sus andlogos sobre la naturaleza hu- mana, Pero, en cuanto a evidencia histérica, le dio crédito especial a Tucidides. Le parecia que cuando lefa a Tucfdi- des y a Ticito estaba “leyendo la historia de mis tiempos 7 MARSHALL SAKLINS de-mi propia vida”. Asi, en el contexto de los conflictos partidistas que acompafiaron el nacimiento de la repiblica idense, particularmente los.conflictos de clase, que parecfan muy similares a los del siglo v en Grecia, Tucidides se convirtié para Adams en el testigo principal del caos que podian ocasionar los deseos e intereses faccionarios cuan- do estan fuera de control. Por consiguiente, el historiador de la Antigiiedad ocupa un lugar central en el prefacio de la obra Defence of the Constitutions of the United States [Defensa de las Constituciones de los Estados Unidos] de Adams, donde éste escribe: “Es imposible leer sin horror a Tucidides, en aquella parte del lib. ifi en que hace una rela- cién de las facciones y confusiones que en toda Grecia se desataron por esta necesidad de equilibrio”. A continuacién hace una minuciosa paréfrasis de la narrativa de Tucidides (3:70-3:85) sobre la lucha civil (estasis) en Cércira, Abtevio radicalmente el relato de Tucidides. Se trata del levantamiento de “unos cuantos” contra “la mayoria” en Cércira: una rebelién de la clase privilegiada contra el gobierno democrético del pueblo con el propésito de poner fin a la lealtad de la ciudad a Atenas, estableciendo en cam- bio un régimen oligarquico aliado con Esparta. En una serie de violentos conflictos, que también involucraban sacrile- gios contra la ley y la religién, ambos grupos se alternaron como vencedores, ocasionando bajas que fueron aumentan- do progresivamente cuando los espartanos intervinieron en favor de los oligarcas y los atenienses en favor del pueblo. Al final una armada ateniense establecio un cordén alrede- dor de la ciudad, con lo cual la faccién oligirquica suftié —bna masacre sangrienta a manos de una multitud desatada: Durante los siete dias que el Eurimedonte permanecié con sus 60 naves [atenienses], los céreiros se dedicaron a masacrar a aquellos conciudadanos a quienes consideraban sus enemi- 80s, y aunque el crimen imputado era el intento de derrocar la democracia, algunos fueron asesinados también por razones de LA ILUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZA HUMANA 25 odio personal, otros por sus deudores, por el dinero que les debian. La muerte se abatia de diversas formas; y, como pasa cor lo general en momentos como éstos, no habia parte a la {ue la violencia no llegers algunos fueron asesinades por sus adres, ¥ los suplicantes eran arrastrados del altar o ejecuta~ Flos en él hubo incluso quienes fueron emparedados en el templo a Dionisos y murieron ahi La guerra civil en Cércira, aparentemente més violenta que ninguna estass previa, fue s6lo el primero de varios en- frentamientos sangrientos que se desarollaron en el co texto dela Guerra del Peloponeso, Los antiguos conflictos por el poder se exacerbaron en muchas ciudades debido a ifrentamiento de los espartanos y los atenienses, que se alineaban del lado de los oligarcas y del pueblo, respectiva- mente. La descripciOn de Tuetdides de la subsiguiente des- integracién de la sociedad civil es similar a su relato de la peste en Atenas; de hecho, transmite la sensaci6n de que se dana difusin epidémica de estas “convulsiones”polticas, que se volvian mas malignas atin al expandirse de ciuda en ciudad. Pues la peste que cundia era la de la naturaleza humana: “la naturaleza humana, siempre rebelindose con- trala ley y ahora convertida en duefa de ésta, con gusto se Fnostraba presa de la pasion ingobernable, sin oe “respeto a la justicia, y enemiga de toda superioridat a su juicio, la causa de todos estos males —decia— era S leseo. de poder que surge de la codiciay la ambicién, y de estas pasiones se derivaba la violencia de las partes en combate! Pero cuando Tucidides afirma que este sufrimiento se repe- tirla —con diversos “sintomas’— “mientras la naturaleza humana siguiera siendo le misma’, John Adams interrumpe “Su exposicidn del texto para decir: “Si este nervioso histo- “Fador hubiera conocido el equilibrio de los tres poderes, fio-hubiese manifestado un malhumor tan incurable, sino que hubiera agregado: ‘mientras los distintos bandos en las ciudades no estuvieron en equilibrio 26 (MARSHALL SALINS ‘Sin embargo, mientras contintia la descripcién del “mal- humor” de Tucidides, no son sélo las principales institu- ciones de la sociedad las que sucumben a la naturaleza hu- ‘mana, sino que el lenguaje mismo sufre un deterioro similar, La iniquidad moral se unis a la hipocresfa interesada al punto de que “las palabras tenfan que cambiar su significado y to- ‘mar el que ahora se les daba’. En su admirable trabajo sobre Representative Words [Palabras representativas], Thomas Gustafson habla de un arquetipico “momento tucidideo” en el que las.corrupciones de la gente y del lenguaje se volvie- ron una sola. Citando el mismo pasaje de Tucidides, Quen- tin Skinner identificé el tropo relevante como la “paradiés- —=tole”. que hace referencia a las valoraciones moralmente opuestas del mismo término: por ejemplo, la forma en lt que la “democracia” puede ser perversamente difamada ‘por una expresién como “el gobierno de la turba”. (Para un ejemplo contemporinco, pensemos en el llamado “conser vadurismo compasivo” de la administracién Bush, que otor- ga reduccién de impuestos a los ricos a expensas de la socie~ dad en nombre de la “justicia” —ellos se lo ganaron, ellos se lo merecen—, y también la definicin del impuesto sobre la herencia como un “impuesto a la muerte”,) De la misma manera, en Cércira, conforme las palabras se iban trans formando en la agotadora lucha por el poder, lo abyecto se volvié justo, y lo justo, abyecto. La cautelosa conspiracion se hacia pasar por “defensa propia’; la vacilacién prudente era castigada como “cobardia espuria’; la violencia frené- tica era “virilidad’, y la moderacién significaba la falta de ella. Los juramentos no constituian ninguna garantia ante las ventajas de romperlos. El iinico principio que quedaba —observé el clasicista W. Robert Conner— era “el céleu- lo del propio interés. Ahora todas las convenciones de la vida griega —las promesas, los juramentos, las stiplicas, las obligaciones con los familiares y benefactores e incluso la convencién fundamental, el lenguaje mismo— cedian terre- no. Es el bellum omnium contra omnes de Hobbes”, LAILUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZA HUMANA 27 De hecho lo es, en la medida en que Hobbes fue el pri- mero en traducir a Tucidides directamente del griego al inglés. Si Tucidides parece hobbesiano es porque Hobbes era tucidideo. En su traduccién de 1628 de La Guerra del Peloponeso Hobbes alabé a Tucidides como “el historiador mis politico que jamas haya escrito’, colocéndolo en este sentido a la par de Homero en la poesia, Aristételes en la filosofia y Deméstenes en la oratoria. Lo que en particular |e atraia a Hobbes era el aparente menosprecio de Tucidides la democracia y su perpetua demostracidn de sus fra- casos. (por eso Hobbes eligié leerlo). Algunos de estos fracasos son especialmente relevantes aqui porque fueron producto de esas condiciones que John Adams crefa nece- sarias para el éxito de una repiiblica, es decir, los poderes equilibrados. Lo que vio Hobbes en las descripciones de Tucidides de los ciudadanos en las asambleas atenienses ‘convocadas para la creacién de politicas era demagogos al servicio de sus propias ambiciones, “cada uno contrariando Tbs consejos de los otros” y de este modo perjudicando a “ja ciudad. Los debates y el desastre de Ia invasion a Sicilia serian un excelente ejemplo. De ahi la aparicién de algunos versitos en la autobiografia rimada de Hobbes: A Homero y Virgilio, Horacio, Séfocles, Plauto, Euripides, Arist6fanes, Entendi, no més; pero de todos ellos Ninguno me agrad6 tanto como Tucidides, EI dice que la Democracia es Algo Tonto, Mas Sabio que una Repablica es un Rey. Los académicos tanto clisicos como hobbesianos han visto en la narrativa de Tucidides de la estasis de Cércira una fuente fundamental de la concepcién de Hobbes sobre el estado de naturaleza. Por ejemplo, Terence Bell escribe: “punto por punto, caracteristica por caracteristica, el estado de naturaleza de Hobbes es paralelo al relato de Tucidides 8 MARSHALL SAHLINS. de la revolucién cércira”. Y los paralelismos no comienzan © acaban ahi, Incluso més allé de la anarquia del estado ori- ginal de Hobbes —basada, como en Tucidides, en el “deseo de poder, [...] que surge de la codicia y la ambicidn natural en el hombre"—, la descripcién de Hobbes de los “inconve- nientes” de la condicién humana primordial es muy similar a Tas reflexiones de Tucidides (en la llamada “Arqueologia” del libro 1) sobre los origenes de los. griegos. Retratados como seres socialmente desunidos y culturalmente subdesarrolla- dos debido a st: miedo mutuo a la depredacidn, los primeros hombres de Tucidides, igual que los primeros hombres de Hobbes, no tenfan comercio, navegacién ni cultivos. Des- ‘ojados de riqueza y constantemente en movimiento, los griegos originales no construyeron ciudades ni “aleanzaron ninguna forma de grandeza’. Asimismo, para Hobbes los hombres en estado de naturaleza no levantaron “edificios cé- modos” ni desarrollaron en absoluto las artes, las letras o la medici6n del tiempo. En vez de eso, sus vidas eran famosas por ser “solitarias, pobres, desagradables, salvajes y breves” Si en opinién de John Adams el escape de la anarquia descrito por el “nervioso historiador” de le antigua Grecia consistia en un sistema autorregulador de poderes equili- brados, para Thomas Hobbes la solucién era un monarca excepcionalmente poderoso que “los mantendria a todos sobrecogidos”: es decir, contendrfa de manera coercitiva y juzgaria sobre la inclinacion innata de los hombres a obte~ ner beneficios a costa de quien sea, Se podria decir que los dos sabios resolvieron sus similitudes de manera diferente, ya que Hobbes reconocfa Ia misma razén para el gobierno que Adams. Asi escribe Hobbes en De Cive: Establect un Principio conocido por la experiencia de todos los hombres, y desmentido por ninguno, a saber, que las pre- disposiciones de los hombres son naturalmente tales que, a menos que sean moderadas por el miedo a algtin poder coer- citivo, todo hombre desconfiaré y tendré pavor del otro y si LA LUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZA HUMANA 29 por derecho natural podria tenerlo, por necesidad se vers obli- gado a hacer uso de la fuerza con que cuenta para su propia preservacién. Como se dice con frecuencia —y lo dice especialmente bien C. B. Macpherson en su obra sobre el “individualismo sesivo”—, la narrativa de Hobbes del desarrollo del esta- Eo natural al Estado politico en el Leviatdn, es al mismo tiempo tn mito del origen de la mentalidad capitalista. A la premisa del eterno deseo de todo hombre de asegurar su -propio bien, inevitablemente sigue una escasez general de medios: de ahi las incursiones mutuas en las que “el poder de un hombre resistia y dificultaba los efectos del poder de otro”: una vez mis, justo lo que Adams consideraba algo Bueno y Hobbes la fuente de cosas peores por venir. Lo peor era la subsecuente evolucién del estado natural de una condicién de competencia pequefioburguesa a la ex- plotacién capitalista en todo su rigor, mientras cada hom- bre descubre que slo puede asegurar su bien dominando otros y aprovechando sus poderes para sus propios fines. “Entre paréntesis, en este punto se debe mencionar que aunque Hobbes era un gran critico del abuso de las pala- bras, su observacién de que cualquier tipo de acto ostensi- ble, incluyendo los encomiables, en realidad es otra forma de obtener poder sobre otros, representa el equivalente funcional de la paradidstole. La liberalidad, la afabilidad, la nobleza o “cualquier cualidad que hace que un hombre sea amado o temido por muchos, 0 la reputacién de tal cuali- dad, es poder»porque es un medio para tener Is ayuda y el servicio de muchos", Esto nos recuerda la obsesion actual __por el “poder” entre los cientificos sociales y los que 3& dedican % los estudios culturales, una especie de funcio- 4 nalismo del poder que también disuelve las formas cultu- rales més diversas en el bafio dcido de los efectos de la ___ dominacién. (Lo cual demuestra de paso el sefialamiento de Hobbes en cuanto a que una de las cosas que deberian 30 MARSHALL SAHLINS atender en las universidades es “la frecuencia del discurso insignificante’.) Pero para regresar al Estado hobbesiano ‘original: guiados por la raz6n, y motivados por el miedo, los hombres finalmente aceptan renunciar a su derecho privado a usar la fuerza en favor de un poder soberano que los protegerd y ejercerd su fuerza en pro de la defensa y la ‘paz colectiva. Aunque este poder soberano podria ser una asamblea, tras la experiencia de la hybris parlamentaria y el regicidio de Carlos I, a Hobbes le parecia claro que, dejando de lado el derecho divino, “es més sabio un rey Los contrarios, decia Aristételes, son las fuentes de sus contrarios. Esta oposicién de jerarquia e igualdad, mo- narquia y reptblica, es en si misma dialéctica: una defi- nida contra Ja otra histdricamente, en la politica prictica asi como en el debate ideol6gico. Siempre existe la motiva- cidn del contexto inmediato: la de Adams era participar en. una rebelién contra la corona britnica; el absolutismo de Hobbes estaba condicionado por los ataques a las prerroga- tivas de la realeza. Pero mas alld de eso, nuestros autores toman sus respectivos lugares en un debate occidental de cientos de afios entre la soberania mondrquica y la popular, en el que se utilizan los argumentos de adversarios filosofi- cos distantes y constituciones politicas de antafio. Adams tomé al propio Hobbes por un respetado interlocutor: “Hobbes, un hombre que, aunque fuera de cardcter infeliz, © resultara detestable por sus principios, era igual en genio y saber a cualquiera de sus contemporineos”, Mientras tanto, por su parte, el monarquismo de Hobbes —como lo muestra Quentin Skinner— respondia intertextualmente alas doctrinas republicanas de viejo cufio: a las teorias ro- manas y renacentistas del orden civil, con su énfasis en la igualdad de las voces de los ciudadanos en el gobierno, Una de las aspiraciones de Hobbes en el Leviatdn, escribe Skin- ner, “es demoler toda esta estructura del pensamiento [re- publicano], y con ello la teorfa de la igualdad y la ciudadania sobre la cual se ha erigido la ciencia civil humanista’. Ade~ Yr {AILUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZA HUMANA 2 mas, no deja de resultarle evidente a la{razén (hegeliana) (ie eda uno de los contrarios conserva y abate al otro en (Surnegicin, I igualdad en ia erarqtay vceversa. De este \Jnodo, Hobbes sitiia el inicio del estado de natural ae do cada sujeto tiene igual derecho a todo —lo cual resulta roblemitico, pues conduce a una guerra continus—: lo ang ocurre meluso cuando Adams prevé en la tirania el fin de la guerra de la naturaleza, lo cual resulta problemi. co. Esta “estructura integra de pensamiento” deberia incluir dl absolutismo de Hobbes como complemento histérico del republicanism que queria demolet. Es una estructura dfiacronica y dinimica de contrarios interdependientes: dos mnodos contrastantes de orden cultural que se alternan uno or un largo tiempo. _ arte como regimenes adoptados para conte- ner al ind6mito animal humano, la dominacién monirquics { eLequilibrio republicano permanecen juntos del ado cul- Jfural del dualismo fundamental naturaleza-cultura que © mienta esta “estructura integra”, La naturaleza es la cae dad: el egoismo presocial y antisocial con el que debe lidiar In cultura, o-al que debe sucumbir, de la misma forma en la gue el orden cultural de Cércira se disolvi6 en a vordgine desatada por los descos desaforados de poder y triunfo. Esta antitesis cultura-naturaleza es tan antigua y continua como las nociones de gobierno que avala: mas antigua que Tu dides, como veremos, y tan vigente como el gen egoista— Estd claro que, al hablar principalmente de estos tres au- tores, Tucidides, Hobbes y Adams, me limito a hacer una alegoria. La misma politica de autodesprecio del género humano ha sido defendida por muchos famosos y no tan famosos. “El hombre es un animal. que necesita-un amo’, decia Kant, admitiendo sin embargo que el caso no tenia reimedio, ya que “el mismo amo es un animal y necesita un duefio”. O de nuevo, y dando un salto aparentemente extra- fio, ante los disturbios motivados en 1863 por la cuestién racial y el reclutamiento en la ciudad de Nueva York, Her- 2 man Melville, consternado, reproduce en verso los linea- mientos de la estasis en Cércit ‘The town is taken by its rats—ship rats And rats of the wharves. All civil charms ‘And priestly spells which late held hearts in Awe— Fear-bound, subjected to a better sway Than sway of self; these like a dream dissolve, And man rebounds whole aeons back to nature..." Melville no sélo habla de la anarquia natural sino tam- bién del remedio que le pone a ésta la autoridad soberana ‘Detris de la mano dura con la cual las fuerzas de la Unién pusieron fin a los disturbios, Melville percibié a un Abra- ham Lincoln dictatorial, quien a la manera de un “sabio Dracén” practicaba las “cinicas tiranias de los reyes hones tos”, violando la armonfa republicana y toda fe en la bondad humana De todos modos, en tanto que capta de esta forma a la naturaleza humana, nuestra alegoria se extiende mucho mas alld de lo politico. De hecho, el mismo esquema dinamico se puede encontrar en diversos registros culturales desde la composicién elemental de la materia hasta la estructu- 1a del cosmés, pasando por los conceptos terapéuticos del cuerpo y las disposiciones armoniosas de las cittdades. Es. tamos hablando de una auténtica metafisica del ozden que se puede llegar-aubicar en la Antigiiedad y describir.de ma- nera abstracta como la transformacién del pugnaz afin de engrandecimiento propio de los elementos individuales en un colectivo estable, ya sea mediante la accidn obligada de * El pueblo es tomado por sus ratas: ratas de los barcos y ratas de los ‘muelles. Todos los amuletos sociales y hechizos sacerdotales que han so- brecogido los corazones, esclavos del miedo, sometidos a un mejor dom rnio que el dominio de si mismos, se disuelven como un stiefo y el hom- bre rebota siglos enteros hacia atris y vuelve a la natursleza. JA HUMANA, 2 ‘UAILUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZ/ o [a ‘un pode! elementos rebeldes, os mism met cieee de longue durée: wna metafisica dindmica,y re- estate a aarquia, a jerarquiay la igual. sr externo que es capaz de mantener en su lugar a los mediante las estrategias que adoptan 10s para controlarse entre si. Esta es una los ANTIGUA GRECIA rucidides hubiera tomado su descripcién de la ponte Si Gorcita del lamento de Hestodo por el estado ae ig humanidad en su degenerada “Edad del Hierro”, cuan- % Ia justicia habia caido en desu y se habia desatado una inclinacin natural a la competencia implacable, Alrededor de cuatro siglos antes de Tucidides, Los trabajos y los dias isiodo hablaba de las mismas violaciones del arentesco {fe la moralidad, las mismas “palabras torcidas’ y los “fal- XY juramentos’, el mismo deseo de poder y de triunfo, la jaisma violencia y destruccién. En la Edad de Hierro: re no tendri lazos comunes con el hijo, Nidinisie con el anfitrién, ni el amigo con el amigo; Elamor fraternal de dias pasados se habré ido. Los hombres deshonrarin a sus padres.. Desdichados e impios, Negandose a pagar por su cranes siardn a sus ancianos padres. ara destruirdn las ciudades de otros hombres, El justo, el bueno, el hombre que cumple su palabra Sera despreciado, pero los hombres elogiaran al malo FE insolente. El Poder sera lo Cortecto, y Ia vergilenza Dejara de existir. Los hombres haran dato ‘Ahombres mejores diciendo palabras Coe egando falsos juramentos; yen todos lados, ce oe aspera y rostro hurafio y amiga de hacer dafo, La envidia caminara junto a los hombres despreciables. 4 MARSHALL SAHLINS, El clasicista Gerald Naddaf.comenta: “Hesiado creia que, sin la justicia, los seres humanos se.devorarian como ani “Test abria uiia especie de estado de naturaleza hobbesiano [...] no muy distinto al que antecedié al reino de Zeus”. Hobbes estd envejeciendo mas y mas. También se est volviendo menos y menos original, considerando que la referencia de Naddaf es a la creacién del orden y la paz universales que lleva a cabo el soberano dios Zeus al domi nar a los rebeldes Titanes —que estan representados en la tradicién como el arquetipo de la naturaleza humana—. En su brillantisimo comentario sobre la Teogonia de Hesio- __do, donde se narra esta estructura de manera maravillosa Detienne y Vernant sefialan: “No hay orden césmico sin diferenciacién, jerarquia y supremacia, pero no hay supre- macfa sin conflicto, injusticia y violencia’. La historia, que comienza por la criminalidad y la rebeli6n diseminadas en- tre los dioses, fenémeno equivalente a una estructura en- ferma de la sociedad que corresponde a un estado amorfo inicial del universo, termina en un cosmos estable bajo la soberania impuesta por el victorioso Zeus, con sus dife- rentes reinos: cielo, tierra ¢ inframundo. $6lo que, como la resolucién del desorden ha sido implantada por la fuerza més qiie por medio de un contrato, la narrativa es, en este sentido, mas nietzscheana que hobbesiana. En la vision de Nietzsche del origen de la comunidad nacional la conquis- ta violenta y el despotismo implacable fueron necesarios para imponer el orden en la original poblacién salvaje de los origenes - He usado la palabra “comunidad nacional’, pero deberia en- tenderse con claridad Io que quiero decir: un conjunto de sal- vajes, una taza de conquistadores, organizados para la guerra y capaces de organizar a ottos, que dominan con ferocidad a uuna poblacién quizés infinitamente superior en nimero, aun- que amorfa y némada. Este fue el inicio del sistema humano de gobierno, rT TATLUSION OCCIDENTAL DE LANATURALEZAHUMANA 35. En la Teogonia el orden se gané en una batalla implaca- ble de 10 afios que enfrenté a la generacién més joven de Ios dioses, guiados por Zeus, contra su padre Cronos y los jind6mitos Titanes, en una fase en que el gobierno del uni- vyerso estaba en juego. Con su astuta inteligencia y su poder abrumador, Zeus finalmente obtuvo la victoria, lanzando a Jos Titanes encadenados hacia el neblinoso Tartaro. Tras un segundo triunfo sobre un rebelde peligroso (Tifén), Zeus distribuyé los honores y privilegios de los dioses, sus posi- ciones y funciones. Bajo la soberania de Zeus este gobierno divino era ahora, y para siempre, estable; pues desde enton- ces las peleas entre los inmortales se zanjarian por juramen- tos inescapables. Si, en contraste, los humanos son notoria- mente afectos a romper sus juramentos, como en Cércira, es porgue los conflictos, la miseria y el mal fueron desterrados al plano terrenal. Este es el sino humano, atenuado sélo por el don de justicia de Zeus y por la irresponsable esperanza que envi6 2 la humanidad junto con el “hermoso mal’, Pan- dora, en la misma caja que contenfa los sufrimientos. De particular interés en esta obra son las relaciones tra- dicionales de naturaleza comiin entre la raza titénica y la humana, porque consolidan asi el sentido occidental que cobra la politica como una restriccién al individuo antiso- cial en un folclore de viejo cuito. “El Titan —observé Paul Ricoeur— es la figura a través de la cual la maldad humana esté arraigada en la maldad prehumana.” En el mito érfico los humanos descienden de las cenizas de los Titanes que ha enterrado Zeus por asesinar a Dionisos. Sus alborotadas predisposiciones titanicas aparecen en las Leyes de Platon, ‘enel pasaje donde advierte que la miisica indisciplinada fo- mentard una licenciosidad democritica no deseada, hasta el punto de que “se recree el espectaculo de la naturaleza titénica de la que hablan nuestras leyendas; el hombre re~ gresard a la antigua condicién de un infierno de miseria in- terminable”, (:Deberiamos culpar a Elvis y a los Beatles por nuestros problemas actuales?) 36 MARSHALL SAKLINS Si los hombres fueran Titanes por naturaleza, sus an- tiguos reyes serian, por ascendencia, manifestaciones de Zeus. La cosmogonia se sostiene en la forma de la dinastia, Las antiguas leyendas fundacionales de los Estados pelopo- nesios hablan de héroes inmigrantes, nacidos de la union de Zeus con una mujer mortal, que se casan con las hijas de los gobernantes autéctonos y usurpan la realeza. El origen del Estado es una versién terrenal de la generacién del universo oF la unin del Cielo (Urano) y la Tierra (Gea). El eponi- ‘m0 Lacedemsn, hijo desconocido de Zeus, se casa con la epénima Esparta, hija de gobernantes nacidos en la Tierra estableciendo asi una dinastia civilizadora entre los habi- tantes de la llanura Ewrotas... y su identidad eterna, Aga menén, rey de Micenas, era asimismo un descendiente real de Zeus, de donde proventa su autoridad sobre los otros reyes de su gran ejército. Pero para la época de Homero, toda copia humana fiel de la soberania universal de Zeus ya habia desaparecido en Grecia cuatrocientos 0 quinien- tos afios atris, con la destruccién de los antiguos reinos micénicos. Es verdad que hay trazos de realeza marcados por la divinidad que perduran en los poemas épicos del si- glo vutt La justicia de algunos buenos gobernantes en Los trabajos y los dias de Hesiodo no sélo podia hacer que la ciudad prosperara sino también engendrar la prosperidad de la naturaleza. De todos modos, los reyes de la era de He- siodo no sdlo tenian un poder muy reducido comparado con el de sus antiguos (aunque no olvidados) predecesores micénicos, sino que su autoridad estaba siendo impugna- da y dividida por elites rivales. En Archeology as Cultural History [La arqueologia como historia cultural], su exce- lente resumen de la prehistoria de Ia ciudad-Estado clasica, Tan Mortis narra esta competencia aristocritica, notando su coincidencia con la reanudacién del comercio de la elite con Oriente después de la llamada “Edad Oscura’? que siguio al colapso micénico. En verdad, el espiritu combative no sélo permeé a la nobleza en guerra sino también a gran par- LAILUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZAHUMANA 37 sjedad externa a esta capa, segiin J. P. Vernant. Ci- o. Aen —Elalfarero odia al alfarero, los carpinte- Fi iten, y el mendigo lucha con el mendigo, el ba 5 operdo” —, Vernant establece la interesante inferencia con ela competencia presupone una cierta igualdad entre de du ersarios, incluso si apunta a la jerarquia. O como se sey decir, la antitesis incipiente, la jeratquia, abarca su Pore ee uprimnida, la igualdad. Parece que algo asi estaba cease e a la superficie en las disputas aristocraticas con el PD tirénico o real. Mucho antes de ae. sc logrars cx c iense del siglo v, la demanda de i sacs noma, va habia sido formulada por la nobleza Beiciertas ciudades-Estado arcaicas, las cuales estaban per- dierenia, “igualdad’, era la reclamacion de ciertos oligarcas ue protestaban porque los tiranos los despojaron a sus rivilegios. (Algo asi como la Carta Magna, tal nace Raatlaub habla incluso de la isonomia como un. aristocritico’, uno delos “valores aristocriticos”: Finalmente, la oposicién de igualdad y jerarguta se oF tabiece politicamente como el conficto entre la soberania popular, por um lado y la oligarquia o la monarquia, por el otro; de esta forma, junto con muchas vinculaciones cul turales,recorzerfa I historia occidental por mas de dos mil afi. Por eo Morris habla de cierta“idealogia moderada” que surgi en el siglo vir huch6 de manera irregular con tra un sistema de poder aristocritico hasta su triunfo en [a institucidn de Ia democracia ateniense, La historia social del periodo ateaico, escribe, “se entiende mejor como un coniicto entre estas cultura antitticas” Los “moderados” eran pattidarios de un régimen autoestructurador, iguali- tari x participaivo; en odioso contrast con le aristocra~ cia heroica, representaban una filosofia de vida dentr : mantendrian bajo control los apetits del euerpo, evitando la codicia y la hybris o arrogancia del heroe,y de esa manera conservarian la solidaridad con sus compat 38 MARSHALL SAKLINS Como dice Morris, constituyeron una “comunidad imagi- nada” de ciudadanos de sexo masculino moderados ¢ igua- les, que le dieron la espalda al pasado y al Oriente. Mientras tanto log aristécratas, tomando como modelo la antigua nobleza micénica, miraron por encima y més allé de la so- ciedad de sus compatriotas para encontrar su identidad, ast como su autoridad. Su estatus venia de los dioses, de los antepasados heroicos y dé Oriente, de donde importaron Jos indicios materiales de su divinidad, En vista de las diferencias de estas “culturas antitéti- cas’, su cohabitacién en las ciudades-Estado en desarrollo podia convertirlas en facciones antagénicas, uniendo a la elite contra el pueblo en luchas crecientemente percibidas como conflictos entre ricos y pobres. Plutarco relata-que el amigo de Sol6n, Anacarsis, se ri6 de él “por pensar que po- dia controlar la injusticia y la rapacidad de los ciudadanos con leyes escritas’, leyes que no tenian mas fuerza que las, telarafias y que los ricos y poderosos harfan trizas, Se hablaba de las medidas propuestas por el famoso legislador ateniense a principios del siglo vi, que permitian que los pobres se liberaran de deudas y castigos y que ampliaban su participa~ cidn en un gobierno que favorecia a los privilegiados. Solén le respondio a su amigo que los hombres mantendrian sus acuerdos cuando ninguna parte viera que se beneficiaba al romperlos, y que él estaba trabajando a fin de que la prictica de Ia justicia fuera mas favorable para todos los involucra- dos, Solén, igual tal vez que estadistas posteriores, esperaba que fuera mas favorable reconocer los derechos de los ad- versarios politicos que iniciar la sedicién y sumir a la ciudad en el desorden. Sea como fuere, al hablar de la rapacidad de los ciudadanos, la vulnerabilidad de la ley al interés personal, a oposi entre Ia jerarquia y la igualdad y la solucién de equilibrar los poderes, el razonamiento —suponiendo que Jo hubiera— sugiere que la metafisica occidental del orden estaba presente en la formacién de la polis clasica. {, _ Elsiglo v vio mas versiones de la antigua oposicién en- a" LALUSION OCCIDENTAL DE LA NATURALEZAHUMANA 3 e jerarquia ¢ igualdad, culminando en su inflacién ideolé- tek dirante Ta Guerra del Feloponeso. Aunque, de acuerdo Benlan Morris, podemos remontar el triunfo de los ideales {Bmocriticos a la constitucién ateniense de 507 2C., las juerras civiles entre la elite y las facciones populistas con- Euaron azotando a muchas ciudades griegas durante mis de un siglo, La lite, originalmente aristocratic, se definia cada vez mis, en ese periodo, como plutserata. Paton dice en La replica que cualquier ciudad es muchas ciudades, “que, en primer lugar, est diviida en la polis de los ricos Jl pois de los pobres, ue viven en una guerra constan- te, y éstas a su vez estan divididas en grupos rvales més yequefios. Durante la Guerra del Peloponeso, como i Fito, estos conflictos endémicos estuvieron subsumidos en una confrontacién panhelénica general de [a “democra- cia” apoyada por los ateniensesy la “olgarquia” respaldada por los espartanos —formas reonganizadas, iriamos, de las *eulturas antitétcas”arcaicas—. Avaladosinicialmente por Herodoto a mediados del siglo vs los términos “demoeracia” y “ligarqui” aparecieron primero como eausasideol6gicas por las que se daba ia vida precisamente en la deseripcion de Tucidides de las intervenciones atenienses y espartanas Inestass de Céreia, Pero en ese entonces el lema benévolo del imperialismo ateniense, isonomia,“igualdad’, habia i ido ls cosmologias, asi como los sistemas de gobierno, Ye abria paso en las compologias las ontologias, en los sistemas del cuerpo y los conceptos fundamentales de naturaleza de las cosas. sonoma, “el més justo de los nombres’ Ia lamé Herodoto, En principio, a isonomia dela que Atenss ert modelo si- ponia la paricipacién equitativa de los ciudadanos (de sexo masculino) en un gobierno de! que se hacian cargo en co: min, administrado como un cuerpo soberano que s° Tea. nia en la Asamblea. Puesto que las mujeres, los esclavos y los residentes extranjeros estaban excluidos de estos privi a MARSHALL SABLINS. legios, la democracia se apoyaba de hecho en formas extra constitucionales de jerarquia, algunas bastante autoritarias. (Uncluso al margen de la historia de la esclavitud, las mi mas contradicciones continiian siendo verdad para los es- tadunidenses contemporineos, a quienes les complace creer que “viven en una democracia’, aunque dedican Ia mayor parte de su vida a instituciones no democraticas como las familias, as escuelas, los lugares de trabajo capi- talistas, sin mencionar las organizaciones militares y buro- craticas del gobierno. ;Ey!, miren todos: la democracia va desnuda.) Para los ciudadanos atenienses isonomia signifi- aba igualdad ante la ley, igualdad de voz y voto en la Asam- bleay.la oportunidad equitativa de participar en el Consejo de los Quinientos (la Boulé) que establecia la agenda de la Asamblea y ejercfa funciones judiciales y diplométicas im- portantes. En el consejo cada una de las diez tribus estable- cidas por la constitucién de Clistenes del afio 507 estaba representada por cincuenta hombres que eran elegidos por sorteo para un periodo de un affo. Cada delegacion tribal, en rotacidn, presidia el comité de toda la comunidad por un periodo de 36 0 37 dias. Esta igualdad rotativa es una forma interesante por su subsuncién de la jerarquia en y como el principio de isonomia. (Veremos algo similar en la medicina hipocritica.) La rotacién cumple el feliz ideal “aristotélico de un gobierno en el cual los ciudadanos man- dan y son mandados, por turno. ~ Si tomamos como base de comparacién los reinos mi- cénico y minoico de otrora, a transformacién sufrida por el caricter de la soberania en el paso de la monarquta a la democracia fue miltiple y radical. Para adoptar la descrip- cién de Vernant del contraste: gobernados en privado, de “manera coetcitiva y mistica desde el palacio, los antiguos reinos, con el tiempo, cedieron terreno a una polis en la ‘cual los poderes del gobierno recaian colectiva, equitativa ¥-pablicamente en los ciudadanos. Reunidos abiertamente en el centro de la ciudad (el agora), los ciudadanos deter- ee LAIWUSION OCCIDENTAL DELANATURALEZAMUMAKA 41 ‘minan, por medio de l2 razén y la persuasién, las politicas {que reconcilian sus intereses privados con los de los dems a pien de lo que es bueno para el Estado... una vez més, en principio. Escribe Vernant: El grupo humano ahora se ve a si mismo de la siguiente ma- nera: unto a las casas privadas e individuals, hay un centro donde se debaten os asuntos publicos,y este centro represen- ta todo lo que es "comiin’, la colectividad como tal, La socie~ dad humana ya no forma, como dentro del espacio mitico, un ‘mundo en niveles diferentes, con el rey en lacispide y debajo toda una jerarquia socal, donde la posicién se define en tér- rminos de dominacién y sumisién. Ahora el universo de la ciudad-Estado se caracteriza por relaciones igusitarias y re- versibles en las cuales todos los ciudadanos se definen en la relacién de unos con otros como seres iguales. ‘Aun asi, pese a la reciprocidad, igualdad y colectividad tomadas en conjunto, las polis democraticas continuaron siendo vulnerables a los efectos negativos que tenian los asuntos personales de los ciudadanos. Los atenienses es- —-taban sobradamente conscientes de esto. Al hablar de “la vventaja propia que cada ser por naturaleza percibe como un bien, mientras que por la convencién de la ley es hecha a tun lado por Ia fuerza a fin de rendirle honores ala igualdad’, en La repiiblica el sofista Glaucén evoca la misma oposicién entre la ley (o la cultura) y el interés propio (o la naturale- za) que marcé la descripcién de Tucidides de la guerra civil en Cércira, Esta oposicidn entre el bien puiblico y el privado era, a juicio de P J. Brunt, “el origen de los conflictos inter nos... tan frecuentes en las ciudades griegas y, por lo tanto, origen asimismo del desarrollo de la teoria politica griega”. Para dar otro ejemplo, pensemos en la orden de Pericles en la “Oracién fiinebre” respecto ala necesaria virtud civica de los citidadanos: deberian saber que su bienestar privado se alcanza mejor promoviendo los intereses de la ciudad: sen- MARSHALL SAKLINS, timiento apropiado cuando se conmemora a los hombres que murieron en batalla. La bieninteneionada maxima de Pericles estaba destinada a ser repetida desde entonces por destacados hombres de Estado, lo cual por lo menos prueba que ha sido necesaria con frecuencia. Pero, por otro lado, en el siglo vi aC., mucho antes de que Platon y Pericles se préocuparan por el problema politico, Anaximandro de Mileto habia hecho de la dominacién del interés propio mie- diante la interaccicn de fuerzas iguales y opuestas el princi- pio del buen orden en el universo entero. En vez de ser un cosmos ordenado desde arriba por un dios todopoderoso, el universo de Anaximandro era un sis tema natural autorregulador, controlado internamente por las concesiones reciprocas de los elementos iguales de los que estaba compuesto. Se debe recordar que el cuerpo que se conserva de la obra de Anaximandro es fragmentatio, y sus temas oscuros han sido materia de mucha exégesis, ine cluyendo, en la era moderna, un comentario no muy escla- recedor de Nietzsche y un acorde heideggeriano repetitive sobre la presencia del ser. Aun asi, el contraste con el cos = organizado y ee por Zeus est suficientemente laro y ha sido comentado por muchos, en particular Charles H. Kahn en su minucioso estudio del corpus de Anaximandro en el contexto de las filosofias presocriticas "Anaximandro —escribe Kahn— niega que cualquier cuer- po © porcién elemental del mundo domine a otro; para él Son la igualdad y el equilibrio lo que caracteriza al mundo” Desde el mismo inicio cosmogénico Anaximandro des- carta la posibilidad de que un elemento ontoldgico genere © domine a los otros. El universo no surge del agua ni de cualquier otra de las llamadas sustancias elementales, sino de “alguna naturaleza inagotable y diferente [dpeiron]” que produce los cielos y los mundos dentro de ellos. Segin la acostumbrada interpretacién académica, los componentes clementales que se diferencian del infinito (épeiron) son opuestos binarios como frio y caliente, hiimedo y seco: é- 3 Ss ve {LA ILUSIGN OCCIDENTAL DE LA NATURALEZA HUMANA 3 2, tos se encuentran en una oposicin beligerante aunque, por ser iguales, ninguno es capaz de dominar a los otros. Antes bien, los elementos compensan sus injustas invasiones alos foros, ptoceso que genera las cosas existentes, aun cuando “enel curso del tiempo todas esas cosas se convierten de nue~ “yo en sus elementos constituyentes. En un articulo de gran influencia sobre “Isonomia”, Gregory Vlastos observé que la solucién de Anaximandro al problema de [a justicia cos- mica, que toma como modelo la justicia civil-politica, era por eso completamente diferente a la justicia aristocratica y \— monirquica de Hesiodo. En lugar de ésta, el orden universal ? de Anaximandro “responde sustancialmente @ la isonomia, © ya que asume que lo tinico que mantiene confiablemente la = justicia en una comunidad es la distribucién equitativa del >> poder entre sus miembros”. ~~ §n la cosmografia més amplia de Anaximandro, donde la Tierra se encuentra fija en el centro del universo, equidis- tante de los ardientes cuerpos de la esfera celestial, existe un sentido similar de la constitucidn del orden a partir de _Ja lucha de elementos iguales. De nuevo se consigue la es- ~ tabilidad eterna sin el beneficio de una soberania externa. La equidistancia parece no sdlo una funcion de distancias iguales sino también de fuerzas opuestas, particularmente con respecto a la Tierra, ya que el universo es frio y himedo en su centro terrenal y caliente y seco en su periferia celes~ tial. Ademés, como a menudo lo han notado los clasicistas, esta politica césmica de la Tierra fija se asemeja al orden espacial de la polis democratica, con sus muchas casas ro- deando al agora central, donde sus diversos intereses se sa~ tisfacen reciprocamente ¥ se ajustan mutuamente. En el microcosmos ocurre lo mismo que en el macro- cosmos: dentro de los cuerpos sanos de los moradores de estas casas también reinaba la isonomia. Pues la salud, segtin el tratado fundacional del médico de finales del siglo vi Ale- me6n de Crotona, consiste precisamente en la “isonomia” 0 los “derechos iguales” de los poderes en pugna que consti- tuyen el cuerpo. (Los textos de Alemeén enumeran entre estos poderes corporales caliente y frio, amargo y dulce, hii. medo y seco, pero probablemente habia mis.) Por otto lado, en el tratado de Alemeén Ia “monarquia’.9 la dominacisn, de cualquier poder sobre los otros era. causa de enferme- dad y destrucci6n. Entre los numerosos testimonios de que esta corpologia isonémica fue aceptada y subsistié por largo tiempo se encuentra la disquisicién en el Timeo de Platen sobre la enfermedad causada por un exceso “antinatural” tun déficit o cambio de lugar entre las cuatro naturalezas de las que esté construido el cuerpo—es decir, tierra, fuego, agua y aire—. En un contexto anélogo, Charles Kahn co. menta que. pricticamente no hay limite para el nimero de textos que se podrian citar como ejemplo de la visién de la haturaleza como “una interaccién dindmica entre fuerzas ‘opuestas”, y sefiala a los sucesores hipocriticos de Alcmeén como los més ejemplares de este “naturalismo del siglo v" La medicina humoral de los médicos hipocriticos se amplié, y complicé enormemente el funcionamiento del equilibrio al incluir factores ambientales, temporales y tem- Peramentales, entre otros, al mismo tiempo que los trata mientos alopaticos de los doctores hacian de este equilibrio un principio de prictica, asi como de teoria. En el tratado hipocritico sobre La naturaleza del hombre, los humores (por ejemplo, la lema) estén ligados a las estaciones (en este caso el invierno) por la mediacin de un elemento pri- mario comin (el frio). La salud consistiria, entonces, en un sistema de igualdad rotacional con cada uno de los cuaito humores —Ia flema, la sangre, la bilis amarilla y la bis ne- gra—, cada uno de los cuales predominaba en la estacion apropiada. Los tratamientos hipocriticos, ademés, consis- tian en prescribir el contrario del elemento que estaba fuera de proporcién, como comida considerada fria para curar fiebres 0 bafios tibios para la tos seca. Una consecuencia crucial de este principio de alopatia —que por cierto to- davia sigue teniendo uso terapéutico— es que la medicina S\ mismo pasarfa con un cuerpo pol Laws OCCIDENTAL DELANATURALEEAMUMANA 65 itica en un escenario en el que la isonomia es su Pes dein un principio de ace pragmatic ¥ Jesenble. Esto ayuda a explicar cémo le medicina is os hu hipocriticos, tal como la aplicé snores de los doctores a como I apled més leno, el médico del siglo dC, pud ar on alusiones politicas mucho desputs en a sido fi apéstol del equilibrio de los po Sevin, por el famoso apést ns eon pre dams. “Algunos médicos —escril an pensido Wena posible mantener en perfecto equi bri lo a e ¢: cur », éste podria ser inmortal; Benes ores del cero, st podria st nmonal 19 poder siempre pudiera ser exactamente el mismo.” Esto es x Toque se podria lamaruna “estructura a largo plazo”. (irae a famosa doctrina de Empédocles a leo “raices”: fuego, aire, agua y tierra, los elementos que consti- et Toe vaistente, Los flSs0fos y médicos del sigho vt yeestaban desarrollando teorfas dela a coe a le elementos primigenios opuestos, como ¢ 1, sad y ero, Miedo sto, msde C95 buscé limitar los elementos a cuatro; resulta intere- BR Tos carateri26 primero, en un registro jerdrquico, como dioses, aunque todo, desde los érboesy las personas hasta los patos, las bestias y Tos inmortales doses, est ba compuesto por su naturaleza como sustancas iguales, unidas y separadas por las fuerzas iguales y contrarias del Amor y los Conflictos. Se trataba de una metat sea genera de lo que es: una ontologia que, como el universo de i andro, el cuerpo hipocrstico © be demoraca senlese ‘ompensacidn de cualidades 0 fuerzas iguales. gen ere ato tees trae concordia Dela discordia viene laarmonta mis just Come principio de orden. la isonomia era dominante en Ia Atenas del siglo v pero por supuesto ni entonces ni des “pas excluyé al pensemiento erirquico, en particular entre Jos maestros flosdficos. (De hecho, ls antiguosdualismos ‘griegos parecen desafiar la observacién de Lévi-Strauss

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