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oy | BIBLIOTECA | | ACADEWA DIPLOMATICA DEL PERO HISTORIA DEL TAHUANTINSUYU Maria Rostworowski IEP Instituto de Estudios Peruanos i ACADE‘AM Dr oman ‘DEL Puy A 7800 186.008 MEN aS Rei 2013 Serie; Historia Andina 13_ © EP Instituto de Estudios Peruanos Horacio Urteaga 694, Lima 11 ‘elf. (511) 392-6194 Fax (511) 392-6173 ‘web: bttpdiwwwsiep.org.pe we ISBN: 976-9972-51-020-8 ISSN: 1019-4541 Primera ediciOn, enoro de 1988 Primera a sexta reimpresiones (marzo de 1986 a actubre de 1995) Segunda edicién, julio de 1999 Quinta reimprosién de le segunda edici6n, julio de 2008 Séptima reimpresién de la segunda ediciéa, julio de 2011 Sexta reimprestén de la segunda ediciéa, septiembre de 2009 Séptima relmpresi6n de la sogunda edicién, julio de 2011, Octava reimpresién de le segunda ediciéa, mayo de 2012 Novena reimpresi6n de la segunda adicion, febrero de 2013 3000 ejemplares NG Impreso on los talletes gréficos de Taroa Asaciacién Grifica Educativa, Lima, Pert Fotografias: Promperd Hecho el depésito legal on la Biblioteca Nacional dol Peri: 2018-02220 Registra del Prayacto Editorial en le Biblioteca Nacional: 1150111900128, Prohibida la reproduecién total o parcial de las caracteriaticas gréficas de ‘este libro por cualquier medio sin permiso del Insituto de Estudios Peruana Rosrwonowsk, Mala Historta del Tahuantineu, 29, ed. Liens: TEP/Promperi, 1999.— ‘(Historia Andina, 13) HISTORIA / INCANATO / SOCIEDAD ANDINA / ASPECTOS SOCIALES / | ASPECTOS ECONOMICOS / PERU / CUSCO//TAHUANTINSUYU/ ‘Wil o4os/HI3/1995 SISLIOTECA D.FAD.P. Set. 2010 Reconocimientos Alo largo de cuarenta afios de investigacién, numerosas perso- nas me han ayudado y alentado de muy distintas maneras en mi trabajo. A todas ellas quiero manifestar mi prafundo agradeci- miento. Alejandro Diez Canseco me convencié de que podia y debia investiger. Su influencia fue decisiva en la bGsqueda de mi iden- tidad, identidad que tiene, a la fecha, profundas raices andinas. Radi Porras Barrenechea fue mi gran maestro. Mas adelante, John Murra, con su vocacién peruanista, me orienté hacia una visién antropol6gica. Al principiar el trabajo en archivos, Felipe Obando fue un paciente profesor de paleografia y, junto con él, el personal del Archivo General de la Nacién me brindé su constante y desinte- resade ayuda. Una gran amiga, premeturamente desaparecida, fue Josefina Ramos de Cox, con ella inicié el trebajo de campo sistematico en al valle del rfo Chill6n. Otra entrafiable amiga que me ha apoya- do a lo largo de todos estos afios es Rosalia Avalos, ¢ ella le debo mucho estimulo. Durante algunos afios conté con la colaboraci6n de Pilar Or- tiz de Zevallos, Guillermo Cock y Lia del Rio en la investigacién; ellos han permenecido fieles y buenos amigos. ‘Ana Marfa Soldi y yo disfrutamos de numerosas salidas al campo cotejando la informacién contenida en los documentos del siglo XVI. Jirgen Golte y Birain Gonzales mostraron un gran interés al leer y comentar e] manuscrito de este libro. Mi agredecimiento a Julio Cotler y a la plana de amigos e investigadares del Instituto, asi como a todo el personal administrativo, en especial a Lucia Cano por la coordinacién edito Finalmente, mi gratitud a Elba Lujén por el cuidado del texto y de la edicién. MR Lima, enero de 1988 CONTENIDO Introduccién: 13 Aclaraciones previas 19 PRIMERA PARTE. SURGIMIENTO Y APOGEO DEL ESTADO Capitulo I. 81 Gusco primitive 28 Los ayarmacas, Capitulo II. Inicio del desenvolvimiento inca 37 El mito de los hermanos Ayar, Las panace. Capitulo MI. Expansion y desarrollo 49 La leyonda de la guerra contra los chancas. El vencedor de los, chances. La reciprocidad. Le reciprocidad en su forma primitiva La reciprocidad durante el Tahuantinsuyu. Construcciones y obras estateles. El Cusco. Bl Coricancha. Santuarios-palacios y contros administrativos. Red vial: los caminos. Los puentes, Los tambos, Capitulo IV. Las canqnistas 107 Conquista pacifica: el sefiorfo de Chincha, Conquistas relampa- gos: los sefiorios del Chinchaysuyu. Resistencia local: el seviorfo 7] | j i | de Guarco. Otra resistencia local: los collec. El sefiorfo de Chimu: ejemplo de resistencia. Otras conquistas de Tupac Yupanqui, Conquistas de Huayna Capac. Rebeliones de los seftorios locales y de miembros de la nobleza. Los ejércitos incas. Capitulo V. Las sucesiones y el correinado, 183 Blenfrentamiento entre Huascar y Atahualpa: las madres de los pretendientes. La pugna por la mascapaycha. SEGUNDA PARTE LOS ASPECTOS ORGANIZATIVOS Capitulo VI. La composicién social del Tahuantinsuyu 201, Leclite. Los sesiores. La dualidad en el mando. Los curacas even- tuales. Curaces yana. Las obligaciones de los curacas. Los adm nistradores. Los sacerdotes, hechiceros y adivinos. Los “merca- deres’. Los tratantes chinchanos. Los tratanles nortefios. Las clases populares: Los artesanos. Los hatun runa. Los pescadores, Los mitmag. Los yana, Las mamacona. Los pitia. La diarqufa y el poder del Inca. Capitulo VII. Los recursos rentables del Tahuantinsuyu 257 La fuerza de trabajo. La mita, reguladora de la fuerza de trabajo. Latierra. Tierras del Inca o del Estado. Tierras privadas de los In- cas. Tierras de las huacas. Tierras del ayllu. La tierra como remu- neracién a servicios prestados. La lerritorialidad discontinua, La ganaderia. Los hatos de camélidos. La presencia de camélidos en la costa. Los depésitos estatales. Capitulo VILL. Los modelos econémicos 285 El modelo econémico serrano: La sierra sur. La sierra central. El modelo econémico costefio: La especializacién laboral. B] inter- pe cambio costeio. El trueque local. Bl intercambio a larga distancia de los “mercaderes” chinchanos. Los “mercaderes” nortefias. El trueque durante las peregrinaciones. La importancia del sistema hidréulico. Reflexiones finales 309 Glosario 319 Documentos y siglas citados 320 Bibliografia 331 Introduccién En la investigaci6n de la historia inca se nos plantean dos serias, dificultades. Una relacionada con el mado andino de recordar y transmitir los sucesos; y la otra, con el criterio de los espafioles para interpretar y registrar la informacién que luego nos dejaron a través de las crOnicas. La suma de ambas se reflej en toda la informacién escrita que nos llege @ partir del siglo XV1. La importancia que este problema tiene para el trabsjo el- nobist6rico, nos obliga a insistir y examinar nuevamente las for- mas en que él se ha manifestado, a pesar de habernos ocupado Gel tema en anteriores estudios. El estudio de las fuentes escritas es dificil debido a las con- tradicciones y confustones que se hallan en elas. Bs asf que fuz- gar la cronologie tradicional de los gobernantes cusquefios ha sido una tarea ardua por la inseguridad de las noticias, porque Jos mismos hechos y episodios se adjudican a uno u otro sobera- ‘no. Es necesario realizar un andlisis critico de tales sucesos. Varios interrogantes surgen alrededor de este problema. iNo hubo acaso un sistema para conservar los recuerdos, o medios para transmitir los acontecimientos de una generacién a otra? Sabemos que las culturas prehispénicas del Pers fueron agrafes; sin embargo esto no fue un obstéculo para recordar y evocar los hechos, lo que hicieron de varias formas. Existe consenso entre los cronistas cuando sefialan que los indigenas posefan cantares especiales en los que cada ayllu 0 pa- aca narraba los sucesos de su pasado durante ciertas ceremo- 4 Maia ROSsTWOROWSE nias y ante el soberano; los del bando de arriba primero y luego los de abajo, y estaban a cargo de personas especialmente escogi- das para alabar las hazafias y proezas de sus antepasado: tenfe asf una memoria colectiva. Otra manera de recordar a sus gobernantes 0 curaces y even- tos acaecidos era mediante pinturas o tablas en las que se repre- sentaban pasajes de su historia y que, segdn los cronistas, eran conservadas en un lugar llamado Poquen Cancha (Molina 1943; Acosta 1940, lib. 6, cap. 8; Santillan 1927; 92; RAH A-92, fol 17v), Bs un dato conocido que el visrey Toledo envié a Felipe 11 cuatro pafios que ilustraban la vida de los Incas, y en una carta que le dirigié desde el Cusco, con fecha 1 de marzo de 1571, le decfe que dichos tapices fueron confeccionados por los “oficia- les de la tierra” y afiadfa que aunque “los yndios pintores no te- nfan la curiosidad de tos de all4”, no por eso dejaban los mantos de ser dignos de ser colgados en uno de los palacios reales (AGI Lima 28b; Rostworowski 1977a: 238; 1983: 100) Una tercera forma que tuvieron los incas para registrar los sucesos fue los quipu o pequefios cordeles de diversas colores y nudos, usados para su contabilidad y también para recordar epi- sodios histéricos (Cieza de Leén, Sefiorio 1943: 81) Existieron, pues, varios métodos para conservar en la memo- ria los acontecimientos: pinturas, cantares y una fuente mnemo- técnica; la falte de escritura no fue un obstéculo insalvable en el pueblo inca para guardar y rememorar su pasado. Sin embargo, no podemos dejar de preguntarnos entonces 4por qué tantas contradicciones an el relato incaico si posayeron medios empfricos para recordar los hechas? iA qué se debe la in- consistencia del registro andino del pasado? Si bien existié una aparente confusién en la tradicién ind!- ‘gene sobre su pasado, ésta no se debi6 a un desconocimiento de los hechos; las respuestas deben buscarse en la interpretacién de Jas estructuras sociopoliticas andinas por parte de los espafioles del siglo XVI, Su mentalidad impedia imaginar una sociedad con esquemas de organizacién y registros radicalmente distin- 2 re- pe srRogueKtoN 5 tos. Por ese motivo vamos a examinar sucintamente el registro andino y luego el criterio espafol usado para interpretarlo, El registro andino Es obvio que los indigenas no compartian las mismas preo- cupaciones europeas. Los hechos que deseaban recordar no co- rrespond{an necesariamente a las exigencias de otras latitudes. Podemos asegurar que en el Ambito andino no existié un sentido histético de los acontecimientos, tal como lo entendemos tradi- clonalmente. La supuesta veracidad y cronalogia exacta de los sucesos no era requerida, ni considerada necesaria, La costumbre cusquefia de omitir intencionalmente todo episodio que molestara al nuevo Sefior, confirma lo expussto. En muchos casos se llegaba al extremo de ignorar a ciertos Incas que habfan reinado, para no disgustar al Inca de turno, El olvido se apoderaba de los acontecimientos y de les personas {Cieza de Le6n, Seflorfo, 1943: 77-79). S6lo los miembros de los ayllus 0 de las panaca afectados por dicha orden guardaban ocultas sus tradiciones. Este modo de trastocar los aconteci- mientos y recuerdos, sumado a la falta de escritura explica las narraciones contradictorias de las crdnicas y la tergiversacion de los hechos motivada por la incomprensién espafola, A pesar de la aperente confusién, esta historia incaica no debe ser calificada como puramente mitica, tal come lo afirman muchos investigadores, Los documentos, relaciones y numero- sos testimonios en donde los indigenas afirman haber conocido y visto a los dltimos incas son una prueba irrefutable de la exis- tencia del Tahuantinsuyu. Los seres humanos, sin apoyo de la escritura, podemos recordar dos y hasta tres generaciones atrés, Elcriterio espaftol Los europeos que Ilegaron a estas costas en el sigho XVI te- nian le preocupacién de conquistar nuevas tierras, y muy pocos 6 MARIA ROSTWOROWSK: tenian la preparacién suficiente para comprender el reto que sig- nificaba el mundo endino. Para ellos Ie preocupacién central era encontrar nueves justificaciones para su invasién. La falta de acuciosidad se explica por su deseo de demostrar que los Incas no tenian derecho sobre el territorio que habian ganado por la violencia. La mentalidad de la época y el interés por probar los derechos del rey de Espaiia sobre las “provincias” incluidas en el Estado inca hicieron muy dificil la comprensién de la realidad andina. Polo de Ondegardo (1916b: 47) asegura que en el “registro de los yngas muy por menudo hallemos memoria de todo también cada provincia tiene sus registros de las victorias o guerras y cas- tigos de su tierra. Si importara algo pudiéramos muy bien elexir el tiempo que habia que cada une estabe pacifica debajo dela su- jecién del ynga, pero esto no importa para lo que se pretende, pues basta tener averiguado el tiempo que aqui empezaron su conquista” (el subrayado es mio). Los cronistas, frente a las incongruencias de la historia inca, trataron de arreglar y de acomodar segiin sus criterios las diver- sas versiones, distorsionéndolas. Ademds se encontraban dema- siado imbuidos de los principios de primogenitura, bastardia y sucesiones reales, de acuerdo con los modelos europeos, para entender la costumbre andina del derecho del “mas hébil" a la eleccién del cargo de Inca o de curaca. No podian concebir los europeos el poder de las momias reales que conservaban cria- dos, derechos y tierras, tal como los poseyeron en vida, Tgual- mente incompresibles resultaron las divisiones en mitades, las formas de parentesco andino, de reciprocidad, y el compleja sis- tema de obligaciones simétricas y asimétricas. El mundo andino era demasiado original, distinto y diferen- le para ser comprendido por hombres venidos de ultramar, preo- cupados en enriquecerse, conseguir honores o evangelizar por la fuerza a los naturales, iwrRonuccoN W Un abismo debia formarse entre el pensamiento andino y el criterio espafiol, abismo que hasta la fecha continda separando a los miembros de una misma nacién. i | | | Aclaraciones previas En este libro el lector notard la omisi6n de la palabra “Imperio” con referencia al incario; tal omisién no es casual, obedece a que dicha voz trae demasiadas connoteciones del Viejo Mundo. ‘La originalidad inca se debi6, en primera instancia, a su ais- lamiento de otros continentes. Sus naturales no gozaron de Jas ventajas de la difusién y de los préstamos culturales que permi- tieron el desarrollo de los pueblos de la antigdedad clasica. Sus contactos con Mesoamérica fueron indirectos y esporddicos. El mundo andino prehispénico se vio obligado a buscar su propio desenvolvimiento, a encontrar Ja solucién a sus proble- mas y a sus necasidades ahondando en sus rafces mas profun- das, El hombre de los Andes logré dominar la aspera naturaleza uniendo esfuerzos y concibiendo métodos para superar la incle- mencia del suelo, Su espiritu comunitario y organizativo le per- miti6 vencer las desventajas y las circunstancias adversas. Este espiritu, este recogimiento sobre s{ mismo, fomenté y dio como fruto una fuerza creadora e innovadora que le permitié encontrar la solucién a sus angustiosos problemas. Nada era {é- cil para los habitantes del Peri prehispdnico, sus tierras se situa- ban en un medio ambiente torturado por inhéspitas punas, fra- gosas quebradas, amplios desiertos y enmarafades selvas, Bl deseo indigona hacie la unidad se expresa a través de la voz Tahuantinsuyu, que significa las “cuatro regiones unidas en- tre sf", y que manifiesta un intento 0 un impulso hacia la integra- cién, posiblemente inconsciente, que desgraciadamente nunca se logré y que se vio truncada por la apariciGn de las huestes de 20 ‘Mania RosT¥OROWSKI Pizarro; falté tiempo a los cusquefios pata consolidar sus propé- silos. Por esos motivos nos inclinamos a emplear la palabra ‘Tahuantinsuyu en lugar de “Imperio”, pues el significado cultu- ral de esta altima no interpreta, ni corresponde & la realidad an- dina, sino a situaciones relativas a otros continentes. Una segunda aclaracién que quiero dejar establecida es en relacién con la ortografia de las palabras quechuas, que ha sida conservada como an los textos originales para facilidad de los investigadores, Por la misma raz6n no hemos usado tilde en los nombres quechuas como Huascar, Pachacutec, Tupac. MR Primera parte SURGIMIENTO Y APOGEO DEL ESTADO LA EXPANSION DEL ESTADO INCA Janeas wave pacnacurec Opprene vows PACHACUTEC ¥ ‘Tupac YUPANGUI HUAYNA CAPAC CAPITULO I El Cusco primitivo El llamado Estado inca tuvo un tardio desenvalvimiento en el concierto de las altas culturas prehispénicas; milenios lo sepa- ran de los inicios de la civilizacién. Para comprender mejor el momento de la aparicién del inca- rio dentro del desarrollo cultural andino veamos el cuadro cro- nolégico de la pagina siguiente. Los arqueélogos inician la clasi- ficacién del surgimiento de las culturas andinas con una época Litica, de recolectores y cazadores; contintian con Ia introduc- cién de la agricultura en la Spoca Arcaica; sostienen luego que durante le época Formativa se inician las sociedades y los sefio- rios teocrdticos que se extienden en el tiempo hasta después de le era cristiana y que dan origen a los Desarrollos Regionales ‘Tempranos, seguidos a su vez. por la dltima etapa, llamada de los, Estados Militaristas. Dentro de esta altima, la primera hegemonfa estatal fue la de Wari, que duré del siglo Vit al X d.C; su fin fomenté el surgi- miento de Sefiorfos Regionales o Desarrollos Regionales Tardios del siglo X al XV. En esta 6poca destacé principalmente el sefio- rfo nortefio de Chimor, que comprendié un perfodo de transi- cién entre le hegemonia wari y la hegemonfa inca. El auge del Estado inca arranca en los albores del siglo XV, y su desarrollo quedé trunco-por la aparicién de la-hueste hispana. CUADRO DE DESARROLLO DE LA SOCIEDAD ANDINA 1 ei CuS00 PROMITIvO a {con algunos ejemplos de desarrollos regionales) John Rowe habfa propuesto con anterioridad a la cronologia B a.3 3 zg 4 as 2 que acabamos de exponer una divisin andina, por Horizontes, 2 8 2 3 2>8 | a88|) = & con las épocas de expansién de ciertas culturas a través del terri a ze 38 3 torio, intercalados por Perfodos Intermedios que corresponden a e 2 los florecimientos locales. Es asi que un Intermedio Temprano g < s 98 io ri #8 5 precedié a un Horizonte Temprano (Chavin}, seguido por un In- EE i 3 3 g a g86/b2 2 28 termedio Medio (Mochica, Nasca, entre otros), continuado luego Bales #) 2 | g8g/6* | 5 a8 § por un Horizonte Medio (Tiahuanaco-Wari) que a su voz dio lu- ie —o| at gar a un Intermedio Tardio (Chimu, Chincha, Chancay, y de- £2 2 més] que terminé con la expansién inca u Horizonte Tardio. If x) 3 2 2 5 39 . En la zona del Cusco, las otnfas que ocuparon !a regién antes, sa 25 2 s Bs de la llegada de los grupos de Manco, y los propios comienzos de 3 g fe los incas corresponden al Intermedio Tardio 0 a los Desarrollos 7 ° 3 ‘Tardios. Killke es el nombre de una cerdmica de baja calidad ar- ig i si 3 4 5 a g 58 listica que predominé durante dicha época, y a manera de hipé- BEE g g 3 g s i 38 tesis la identificamos como perteneciente a los grupos ayarma- Pas g bis < ze cas, cuyos jefes étnicos tenian por nombres genéricos Tocay = Capac y Pinahua Capac. is af xz leg z g Sin embargo, los anteriores periodos arqueoldgicos han sido B yl g 33 >be gl = 8 : hallados en el Cusco, pero atin faltan mayores investigaciones a 2% 99 3 8 26 gE en este campo para despejar las incégnitas. Durante el Horizonte i 8 Medio existié una ciudad situada al sur del Cusco denominada l. oof S38 |e Bee Pikillagta, centro administrativo wari para la zona. La presencia & Elg2 ze gs |22\sé z wari en la rogién debi6 influir en muchos aspectos del desarrollo 8325 58] 8 3 Z2(2 & 2 inca, incluso en modelos organizativos y de poder, Ademis, po- ee 3 siblemente persistieron mitos y relatos de aquella época; unos 0 K3 g g gig cuantos siglos no son una barrera para la conservacién de relatos eseses|32 | & | 3 8 orales, Bg 2° Be 2 g 3 § 5 La etapa primitiva del Cusco pertenece a la arqueologia, y no a 3 ‘3 a a ala etnohistoria que tiene su fundamento en los manuscritos y 3 Sl ssrapos —REINOSY SENORIOS AGRICUL RECOLECTORES | documentos del siglo XVI. En estas cortas lineas s6lo hemos MILITARISTAS| TEOCRATICOS | TORES | \CAZADORES querido situar al incario en el casillero temporal que le corres- SOCIEBRBES URGANAS DESPOTTERS “NOS” ponde dentro de las culturas andinas. Al finalizar la época deno- @ 8 ¢ os @ 8 minada por los arquedlogos como Horizonte Medio o Hegemo- # 8 8 gs: 8 8 gi nfa Wari se cred en los Andes un momento favorable para 2B MaRUA RosTWwOROISK: movimientos migratorios. En aquel tiempo ningtin poder central controlaba los grupos étnicos que por motivos desconocidos va- gaban por el territorio. No sabemas si esos éxados se motivaron come consecuencia de Ia caida del poder centralizador de los wari, de invasiones, luchas, guerras 0 de desastres naturales pro- longados, como por ejemplo sequias o lluvias excesivas que pu- dieron arrasar las quebradas andinas destruyendo a su paso pue- hlos y cultivos. A través de los mitos puede percibirse la marcha a lo largo de la sierra de pueblos enteros en busca de tierras fértiles donde es- tablecerse, Héroes culturales como Manco Capac, Pariacaca 0 Tutayquiri (Avila 1968) posefen varas mégicas y fundantes, que al hundirse en Is tierra seitalaban los lugares donde debian asen- tarse, Otros grupos, como los lacuaces, llevaban consigo un pu- fiado de tierra, cuya semejanza con la nueva tierra debian buscar y comprobar antes de pablarla definitivamente (AAL-Idolatrias, lag. VI. exp. 18, fol. 11ry 11). Las leyendas narran la presencia de una pluralidad de pe- quefios curacas o sinchi, simples dirigentes de ayllus de diversos origenes, que habitaban la regién del futuro Cusco. En los mitos, los primeros antepasados se habfan trensformado en piedras, y desde su naturaleza pétrea cuidaban de sus descendientes. Este fue un concepto comin a toda el 4rea andina. Los cronistas nos han transmitido en un confuso relato los nombres de aquellos primitivos jefes cuyas hazafas se pierden en la purunpacha, tiempo desierto y despoblado. Sarmiento de Gamboa (1943: 45) menciona que en esa primera época tres jefes de diferentes etnias, los sauasiray, los antasayacs y los guallas, se encontraban establecidos en el valle del futuro Cusco. Con el tiempo se sumaron unos advenedizos lamados alcavizas, copa- limaytas y culumchimas, y todos juntos cohabitaben en la re- gién, Otros antiguos moradores fueron los lares y los poques. Es dificil precisar la zona en que habitaba cada ayllu o etnia porque més tarde los incas, cuando adquirieron Ja supremacia sobre los demds, procedieron a una reubicacién de los grupos y a 1 mL cusco pena 29 una nueva reparticién de tierras. $6lo un acucioso registro ar- queolégico podria quizé dar luces sobre esa temprana 6poca. El primitivo pueblo de Acamama, nombre con el cual se co- nocerfa el futuro emplazamiento del Cusco (Guaman Fora 1936, foja 84; Murda 1962: 62), se situaba entre los dos rios de aquel valle. Los cronistas cuentan que en aquella temprana fe- cha las construcciones eran de humilde hechura, y una ciénaga cubierta de juncos, originada por dos manantiales no encausa- dos, se hallaba al pie del lugar donde més tarde se construirian Jas imponentes estructuras de Secsahuaman (Betanzos 1968) Sarmiento de Gamboa (1943: 59) recogié de labios de los Orejones cusquefios la division del espacio fisico imperante en- tonces, Se trataba de barrios con un concepto local muy pronun- ciado, muy distinto a las divisiones posteriores que surgicron durante el apogeo inca, La aldea de Acamama estaba formada por cuatro secciones: Quinti Cancha, barrio del picaflor; Chum- bi Cancha, barrio de los tejedores; Sairi Cancha, barrio del taba- co; y el cuarto barrio, Yarambuy Cancha, que no es voz quechua sino aymara, y que probablemente era un barrio mastizo habita- do por gente de lengua aymara y quechua (yaruntatha, mezclar- se. Bertonio). Més adelante, otras divisiones reemplezaron a los cuatro ba- trios de acuerdo con la importancia que fue adquiriendo el gru- po de Manco; sin embargo le disposicion del espacio, dividido en cuatro partes, se mantuvo como una necesidad del sistema organizativo, tra modalidad andina de delimitar las areas se basaba en los principios de oxosicién y de complementariedad. En efecto, 1a oposicién de les mitades, ya fuesen hanan o hurin, es decir extiba o abajo, o bien icho y allauca, ‘zquierda y derecha, forma- ban una divisién dual en todo el aimbito andino. Lus ayllus, los pueblos, los valles comprendian estas particiones con un senti- do de oposicién relativa. A estas divisiones referentes al espacio fisico hay que afiadir una nocién-de-género; Mas-edelante podremos apreciar-en el. 30 MARIA RoSTWOROWSE Cusco cémo el bando de arriba se relacionaba con el sexo mas- culino, mientras el de abajo con al femenino. Ademas de estes diferencias entre los bandos, existia tam- bign una idea de complementariedad que se hallaba en la base del sistema sociopolitico y econémico. Este concepto tenfa sus rafces en la complejidad de la geografia andina. El acceso a los | distinto recursos, propios de cada piso ecoldgico, daba lugar ' diversos mecanismos de interaccién, Sin embargo, es interesan- | te anolar que tanto la aposicién como la complementariedad se encuentran también en olras esferas del pensamiento indigena, como sila cosmovisién del mundo girara en torno aestas dos no- | ciones, ‘Tanto Acamama, que fue un villorio primitivo, como la pos terior capital del Tahuantinsuyu se basaron en estas divisiones duales y cuatripartitas que fueron la base de todo el sistema. En- tender esos principios de divisién es esencial para luego expli- carla divisién del espacio imperante en aquella remota época, idea que se mantuvo después de la instalacién de la gente de Manco. El paulatino aumento de la importancia de los incas obligé posteriormente a la creacién de nuevas divisiones del es- pacio de acuerdo con los cambios politicos, pero el principio fundamental fue el mismo. LOS AYARMACAS | La zona de Acamama estuvo habitida originariamente, entre " otras, por un pujante curacazgo llamado Ayarmaca. Guaman | Poma (1936, fol. 80) después de citar las cuatro edades del mun- do dice que principiaron a gobernar la regién “unos primeros | Incas” llamados Tocay Capac y Pinahua Capac. Muriia mencio- ‘nna @ estos seflores como “reyes”, anteriores a los incas, cuyos te- | mtitorios se extendian desde el Vilcanote hasta los Angaraes | (1962), mientras que Garcilaso asegure que habitaban diez y ‘ocho pueblos en el mediodfa del Cusco, desde las Salinas, a lo 1, ELcusco Panerivo. an largo de tres leguas (1943, lib. 1, cap. XX), Tanto Tocay Capac como Pinahua Capac eran los nombres genéricos de ios seforas de Ayarmaca y de Pinahua, tel como aparece en los testimonios de cronistas y en manuscritos del siglo XV1 (ver Rostworowski 1969-70). Es interesante constatar que los ayarmacas desempefiaron unsol importante en los inicios del Cusco, ellos sostuvieron pro- longadas luchas contra los incas, y s6lo cuando surgié el ‘Tahuantinsuyu quedaron definitivamente desbaratados y rele- gadas al rango de simples curacas locales, jefes de unos cuantos ayllus. No se trata de un grupo mitico come tantos otros pues lo hemes podido rastrear desde los inicios, en 1a llegada al Cusco del grupo de Manco Capac, y nego a través del incario, en los re- Jatos de los cronistas. Los ayarmacas siguieron figurando como tales en los testimonios y registros administrativos virreinales para, finalmente, convertirse, en el siglo XX, en comunidades campesinas reconocidas oficialmente. En los documentos que poseen dichas comunidades se hallan los entroncamientos con Jos testimonios coloniales que los acredita como pertenecientes ale etnfa de los ayarmacas, Esta larga trayectoria histérica, com- probada por documentos, es poco frecuente en nuestro medio y merece que le dediquemos unas lineas. El nombre Ayar, poseido en comin por los miticos herma- nos que con sus respectivas hermanas salieron de ja cueva de Pacaritambo, y por una primera etnia establecida en Acamama, requiere una exposiciOn sobre su significado: en el diccionario quechua de Gonzélez Holguin, ayar es el nombre de la quinua silvestre. En el Cusco existfa una huaca en el cerro de Quisco, llamada Capi, reiz de quinue, que representaba el origen del Cusco. Seguin Sauer (1950}, la quinua (Chenopodium quinoa) era muy importante on los Andes y reemplazaba al maiz en las zonas de gran allura; fue una planta cuitivada en el érea del ‘Tahuantinsuyu. Existe también la posibilidad de que el nombre Ayar, haya sido impuesto posteriormente, después del dominio de los incas 32 Mala ROSTAOROWSEL sobre los ayarmacas, para justificar una continuided entre am- bos grupos. Bl segundo nombre que posefan los hermanos los distingufa unos de otros. La etimologta de Ayar Cachi no oftece dificulta- des pues cachi es la voz para la sal, condimento por excelencia para el hombre. En cuanto a uchu, ademas de quinua silvestre significa aji, nombre impuesto por los espaiioles para el Capsi- cum sp., cuyas variedades fueron las principales especias del Nuevo Mundo. El nombre del tercer Ayar, llamado por los cro- nistas Mango o Manco, se refiere posiblemente a una planta ali- menticia caida en desuso: mango, antiguo cereal (Bromus man- g0) précticemente extinguido, pero que en 1837 atin se le culti- vaba en Chiloé y servia sobre todo para preparar cierta bebida (Sauer 1950). La denominacién de Auca, el cuarto hermano, esté relacionada con una actividad guerrera y no con una planta 0 condimento. En el anilisis de los apolativas quede por ver el significado de la palabra mace, Esta se refiere a una raiz comestible (Lepi- dium meyenii) cuyo habitat fue la pune de la regién central, Era un cultivo propio de una amplia region de altura, pero en la ac- tualidad su sembrfo y uso estan circunscritos a los pueblos pro- ximos a Jauja. Segtin la creencie popular, la maca tiene propie- dades fecundantes, y por lo mismo se le atribuye un origen magico. La maca representa también una antigua tredicién agri- cola de las tierras altas, muy anterior a la aclimatacién de la papa a la puna, De ser exacta nuestra hip6tesis, los ayarmacas con sus dos apelativos de plantas representan un grupo étnico adeptado a las regiones cordilleranas, Dos de los principales asientos de los ayarmaces fueron ‘Tambo Cunga o Posada de la Garganta, y el segundo, situado en los alrededores de Pucuyra, Amaro Cancha o Recinto de la Ser- piente, Otro pueblo frecuentemente mencionado por los cronis- las es el de Aguayro Cancha, cuya etimologia provendria quizé de ahuani, tejer. En un documento del Archivo General de In- dias de Sevilla de 1557 se menciona unas tierras ubicadas entre 1 L.cUscO PRMTIVO 33 una quebrada que baja desde la laguna de Guaypén hacia el rio de Yucay en donde, cerca de une barranca, se situaba la hueca principal de los ayarmacas, llamada Aquillay. En la comarca de Chinchero existia una fortaleza conocida como de los ayarma- cas, la misma que hoy dfa se llama Andinchayoc (Rostworowski 1969-70) La importancia que los ayarmacas tuvieron en tiempos pasa- dos se evidencia en el hecho de que conservaron y gozaron du- rante el apogeo inca de un ceque propio en el sistema religiaso del Cusco; aunque hebfan perdido todo su antiguo poderfo, los incas no pudieron arrebatarles ese privilegio. Es asi que el octa- vo ceque de Antisuyu, en lugar de llevar los nombres tradiciona- Jes de Collana, Payan, Cayeo, era conocido como ayarmaca y comprendia once huacas. También en el quinto ceque de Chin- chaysuyu, en el camino a Yucay, en el cerro de Cinca, existia uma piedra que ora un edoratorio de los ayarmacas pues decfan ‘que era su pacarina o lugar de origen. Los ceque, segiin Polo de Ondegardo y més tarde Cobo, eran ‘unas rayas imaginarias que rodeaban la ciudad, y que partian de la plaza del templo del Sol semejando un gigantesco quipu. Es- tas rayas, de profundo sentido y significado religioso, se di dian en cuatro secciones y seguian los suyu del Tahuantinsuyu, es decir Chinchaysuyu, Antisuyu, Cuntisuyu y Collasuyu, con un total de cuerenta y dos lineas. Cada una de ellas tenia alo lar- go de su recorrido un nimero de adoratorios o huaces cuidadas porun ayllu determinado o por una panaca real. Para su servicio disponian de numerosos sacerdotes, mujeres y servidores dedi- cados al culto (ver Rowe 1979). Otra prerrogativa conservada por los ayarmacas fue la cele- bracién de los ritos de iniciacién de sus j6venes en un mes dife- rente al del grupo inca. Ellos festejaban la mayoria de edad de los varones durante las ceremonias del huarachicuy, en el mes de Oma Raimi, con los omas, los quivios y los tampus. Alallegada de los ayllus de Ayar Manco al primitive asiento de Acamiama, tuvieron que enfrentarse a sus habitantes para ha- 34 ‘Mania nosrwonowsxt corse de un lugar en el valle. No s6lo sostuvieron luchas con los Pequeiios curacas vecinos, sino que sus principales enemigos fueron los ayarmacas, por aquel entonces el grupo més poderoso e importante de la regién. Los cronistas mencionan las guerras entabladas entre los ayarmacas y los incas a Jo largo de diferen- tes gobiernos; cada nueva soberano tenia que sostener continuas contiondas, sin alcanzar une definitiva conquista. En los relatos do Sarmiento de Gamboa, Guaman Poma, Santa Cruz Pachacuti y otros, se vislumbra el esfuerzo que significé para los incas ‘mantenerse en e] Cusco y afianzarse en sus posesiones. La continua reincidencie de les luchas entre esas dos etnias favorecié y ayud6 a mantener viva la tradicién oral de los suce- sos; de generacién en generaci6n se repelian las versiones de lar- as guerras, de derrotas sufridas, de triunfos pasajeros y de dos- truccién de sus huacas. El encono latente entre ellos favorecié el rapto del joven Yahuar Huacec, a quien sus inesperadas lagrimas de sangre le salvaron de una muerte segura. Para tratar de disminuir las lu- chas, ambos grupos recurrieron al intercambio de mujeres con el fin de ponor término a sus rivelidades. Esta situacién se mantu- vo hasta el inicio del Estado inca, cuando el enfrentamiento final tuvo lugar en Guaman Cancha, donde el soberbia y rico Tocay Capac fuo vencido, Los ayarmacas quedaron dobiegados y no volvieron a ser mencionedos en las er6nicas; sus pueblos queda- ron arruinados, y su orgulloso jefe fue conducida prisionera al Cusco, Los sagaces gobernantes cusquefios dividieron y separaron en tres grupos los diversos ayllus ayarmacas, con el fin de restar- les posibilidades de rebelarse y de retornar a su antigua pujanza. En tiempos virreinales, después de las reducciones de Toledo, habitaron en Pucyure, Chinchero y San Sebastién, allf es donde son nombrados en los documentos coloniales. Actualmen te, ol- vidado ya su antiguo poderio, formen comunidades campesinas reconocidas oficialmente en 1923. | sLeusca PRN 33 En las crdnicas, al lado de Tocay Capac es mencionado otro curaca llamado Pinahua Capac. Los ayllus pinehuas eran alines al grupo de los ayarmacas que formaban la dualidad andina. Du- rante la colonia existian dos ayllus pinahuas, uno en el distrito de Oropesa, provincia de Quispicanchis, y el otro en Guailla- bamba, cerca del valle de Yucay. Los pinahuas de Quispicanchis, son ala fecha una comunidad campesine reconocida en 1985. Espinoza (1974) ha publicado unos documentos de 1539-1871 en los cuales se hace referencia a diversas tierras que pertene- cfan a los pinabuas. Sus territorios se extendian al sur de San Je~ rénimo, desde la Angostura hasta el rfo Vilcanota y la laguna de Muyna. ‘Al narrar los sucesos sobre Tocay y Pinahua Capac nos he mos adelantado a la llegada y establecimiento del grupo de Man- co al Gusco para mostrar la antigtiedad e importancia de los ayarmaces como une macroetnia soberana en la regién. Es nece sario tener claridad sobre la situacién sociopolitica del lugar del Cusco en tiempos de la aparicién de los nuevos pobladores, ya no con un enfoque arqueolégico sino etnohistérico. Esta versin andina, de la ocupacién del lugar del Cusco pri- mitivo por grupos que llegaron y se establecieron mucho antes del arribo de los de Manco, esté de acuerdo con los datos arqueo- légicos. Segtn Rowe (1960), en la cerdmica del Intermedio Tar- dio del Cusco se nota el reemplazo de una cultura por otra. El au- tor subraya este fendmeno porque demuestra que la cultura inca liene raices més importantes en las tradicionas de Ayacucho, Nascay Tiahuanaco, y no en las culturas més antiguas del valle. CAPITULO Inicio del desenvolvimiento inca EL MITO DE LOS HERMANOS AYAR La legada a Acamama de los grupos capitaneados por Manco Capac marca el fin de un largo periodo de treshumancia y biis- queda de tierras epropiadas para la agricultura. El mito de Man- co Capac y de Mama Ocllo relatado por Garcilaso de la Vega es ya clisico: ambos salieron del lago Titicaca como una pareja di- vina y se dirigieron al norte en el afén de hallar el valle “escagi- do". Al llegar al cerro Huanacauri, cerca de lo que seria un dfa el Cusco, la vara magica que posefa Manco se hundié en el suelo. Era la sefal tan esperade, alli fundarian el Estado. Con esta pa- reja de héroes civilizadores vinieron el orden, Ja cultura y las ar~ tes, y era el mismo Sol el que infund{a calor y poder a sus hijos. Seria este mito la versién oficial sobre el origen de los Hijos del Sol? Bs posible que el arreglo de la leyenda narrada por el Inca escritor sea obra del propio Garcilaso, como una manera de presentar el mito a lectores europeos. Es por eso que conviene buscar otras versiones, més andinas, del relato fundacional. ‘Uno de los pricipales mitos sobre el origen de los incas tue el de los hermanos Ayar, salidos de une cueva llamada Pacaritam- bo: Posada de la Produccién, Posada del Amanecer a Casa del Escondrijo, Dicho lugar se encontraba en el cerra Tambotoco, el mismo que tenia tres venttanas: Maras Toco, de la cual procedia | | 38 MARIA ROSTWOROWSKI “sin generaci6n de padres”, a manera de generacién espontines, el grupo de los maras; Sutic, ventana que dio origen al grupo de Jos tampus, y Capac Toco, de la que salieron cuatro hermanos cuyos nombres eran Ayar Uchu, Ayar Cachi, Ayar Mango y Ayar Auca (Sarmiento de Gamboa 1943, cap. 8). Ellos estaban acom- pafiados por sus cuatro hermanas, Mama Ocllo, Mama Huaco, Mama Ipacura o Cura y Mama Rau. Cada cronista, segtin las re- ferencias de sus informantes, cuenta con pequefias variantes es- tos episodios Los legendarios Ayar con sus hermanas iniciaron un lento andar por punes y quebradas cordilleranas, con el propésito de encontrar un lugar apropiado para establecerse. Es interesante anotar que en la versién de Guaman Pome (1936, foj. 81), Mama Huaco es mencionada como madre de Manco Capac y se alude a una relacién incestuosa entre ellos. “En ol anélisis psicoanalitico del mito no se encuentran las dos prohibicionas fundamentales, le del incesto y la del pa- ricidio y més bien se hace maniflesta la existencla de una ted de relaciones fraternas en le que el incesto aparece dado, En este mito no existe la pareja conyugal, sdlo el bi- nomio madre/hijo o hermano/hermana. Dentzo de tal siste- ‘ma de relaciones, la interdiccién realizada por el padre en el interior del tridngulo est4 ausente. El sistema de paren- tesco presente en el mito de los Ayer parece implicar, des- de esta perspectiva, una relacién dual entre el hijo y la ma- dre" (Hernéndez y otros 1987) Segiin la nazrativa de los cronistas, los hermanos ao tarda- ron en deshacerse de Ayar Cachi por temor de sus poderes mégi- cos, pues con un solo tito de su honde podia derribar certos 0 hacer que surjan quebradas. Con engafios lo convencieron de que relorne a Pacaritambo para traer el napa, insignia de sefio- rres, y unos vasos de oro que habian olvidedo, llamados topacusi. Una vez que Ayar Cachi penetr6 en la cueva la cerraron con blo- 1, Iwiclo aL DESENVOLVMENTO INCA 39 ques de piedra, en donde quedé atrapada para siempre. Después de este episodio los Ayar continuaron su ruta por las serranfas, Es importante subrayar que los hermanos, a pesar de no te- ner un asentamiento fijo, no dejaban de ser agricultores, es asf que una vez establecidos en un paraje se quedaban en él durante algunos afias, y después de lograr sus cosechas emprendian de nuevo la marcha. Sarmiento de Gamboa cuenta que en su peregrinacién, los hermanos arribaron a un lugar llamado Guanacancha a cuatro leguas del Cusco. Allf se quedaron un tiempo sembrando y cose chando, pero no contentos reanudaron su marcha hasta Tambo- quiro en donde pasaron unos afios. Luego llegaron a Quirirman- ta, al pie de un cerro. En ese lugar se celebré un consejo entre totlos los hermanos, en el que decidieron que Ayar Uchu debta permanecer en dicho lugar transformado en una huaca principal llamada Huanacauri. Adoplar la forma litica era, en el ambito andino, una manera de perpetuar la divinidad o sacralizer a un personaje, es asi que la forma pétrea asumida por Uchu no le im- pedia comunicarse con sus hermanos. El mismo cronista menciona que Mama Hueco era uno de los caudillos del grupo y que en el pueblo de Matagua, esta mu- jer “fortisima y diestra” tom6 dos varas de oro y las lanzé hacia el norte, una cayé en Colcabamba, pero la tierra dura no permitié que hincase. La segunda la arrojé e un terrano llamado Gua- yernaypata donde penotré suavemente. Otros informantes con- taron a Sarmiento de Gamboa que fue Manco Capac y no Mama Huaco quien azrojé el bast6n magico que debia indicar el asenta- miento definitivo. Los ayllus errantes trataron de llegar al lugar sefialado, pero hallando resistencia entre los naturales se vieron obligados a re- tomar a Matagua. Mientras permanecian alli, Manco Capac or- dené a Ayar Auca ira poblar el paraje indicado por la vara. Cum- pliendo la orden de su hermano, Auca volé hacia dicho luger, pero al pisar el suelo se convirti6 en piedra, Segin las creencias andinas, las guanca o piedras eran mojones indicadores de la 40 Magia ROSTWORORISK toma de posesi6n de un espacio. Es as{ que Auca bajo el aspecto litico fue el primero en ocupar el sitio escogido, tan largamente deseado, y ordend a Ayar Mango Ilamarse, de shi en adelante, Manco Capac. Seguin Sarmiento de Gamboa, en la lengua habla- da enlonces, cusco significaba ocupar un espacio de manera mé- sgica, Para Garcilaso, cusco era el "ombligo” del mundo en la len- gua particular de los incas (1943, t. 1, lib. 1, cap. XVII) Cieza de Leén cuenta en términos semejantes la llegada de Manco y su gente al Cusco y aitade que la comarca estaba densa- mente poblada, pero que sus habitantes les hicieron un luger @ los recién arribados. Los mitos narrados hasta aqui, referentes a le manera como fue ocupado por los incas el antiguo Cusco, son relatos total- mente distintos de la versién dade por Gercilaso. La leyenda de los Ayar, con las transformaciones de los personajes en piedras 0 guanca sagradas, ademés de Ja larga peregrinacién del grupo de Manco, son episodios muy endinos, presentes también en los mitos de otras etnias, La trashumancia de los incas no fue la de bandas primitivas de pastores y cazadores, sino la de pueblos esencialmente egricoles, preocupados sobremanera en hallar buenss tierras de cultivo, En estas narrativas, una de las dos mujeres de Manco Capac desempaio un rol especial: hemos visto la versi6n por la cual, a pesar de ser mujer, Mama Huaco fue la caudilla que lanzé la vara fundante para la toma de posesién simbélice del Cusco. Segtin el decir de los cronistas, Mama Huaco cogié un haybinta (boleado- za), y haciéndolo girar en el aire hirié @ uno de los guallas, anti- guos habitantes de Acamama, luego le abrié el pecho y sacéndo- |e los bofes soplé fuerlemente en ellos. La ferocidad de Mama Huaco aterré a los guallas que abandonaron e! pueblo, cediendo su lugar @ los incas. En un estudio anterior hemos anelizado la figura femenina de Mama Huaco y lo que podrfa significar y representar en al or- den saciopolitico de los incas (Rostworowski 1983). Ella fue el prototipo de la mujer varonil y guerrera, en oposicién a Mama 1. ICID DEL DESERVOLIMIENTO INCA a Ocllo, segunda pareja de Manco Capac. Cabello de Valboa (2951) cuenta que Mama Huaco hacia el oficio de valiente capi- tan y que conducfa ejércilos. Esta caracteristica masculina se ex- pliceba en aymara con le palabra huaco, que en dicho idioma re- presenta @ una mujer varonil que no se amedrenta ni por el frfo ni por el trabajo, y que es libre. Sogiin Sarmiento de Gamboa (1949: 59) los cuatro dirigentes que comandaron los ayllus en la Iegada al Cusco fueron Manco Capac, Mame Huaco, Sinchi Roca y Mango Sapaca. Es importan- te recalear que Marna Huaco es nombrada entre los cuatro jefes del grupo. No interesa saber si los hechos fueron verfdicos o mi- ticos, lo importante es analizar la estructura social que la leyen- da sugiere. En esta Goya hallamos a la mujer tomando parte acti- va en la conquista del Cusco, luchando junto a los varones y capitaneando un ejército, lo que ilustra la situacién femenina en un tiempo mitico, y el nivel concedido a su posicién social. En las leyendas cusquefias su ejemplo no es el nico: en la guerra contra los chancas, la curaca Chaflan Curi Goce era la jefa de los ayllus de Choco-Cachona. En la misma leyenda se sabe a través de los Orejones de la ayuda proporcionada por los puru- rauca, piedras magicas que en el momento dlgido de la lucha se transformaron en soldados y lograron el triunfo inca; lo intere- sante del mito es la existencia de pururauca masculinos y feme- ninos, 0 sea que el efercicio de la guerra no era un oficio reserva- do sélo a los varones (Rowe 1979). Estos mitos referentes al establecimiento de los incas son ba- sicos porque revelan su cosmovisin y sus estructuras sociopolt- ticas. Manco Capac y sus ayllus habitaron el Cusco bajo, y su morada fue el templo de Indicancha, mientras que los seguido- res de Auca se afincaron ¢ instalaron en la mitad de arriba o ha- nan. La division por mitades tiene, en su contexto, un sentido de género y comprende una oposicién y una complementariedad entre los bandos de hanan y de hurin, Gercilaso de le Vega (1943, t. 1: 43] confirma ese criterio al decir que los hermanos 42 Masia RoSTWOROWSEI mayores poblaron la parte alta, mientras que los seguidores de la “reina” eran hermanos segundos y poblaron Hurin Cusco. A través de las noticias de Garcilaso tendriamos que los va- rones de hanan eran masculinos/masculinos, y los de hurin masculinos/femeninos. En cuanto a las mujeres, les de abajo se clasificaban como femeninas/femeninas, y las de arriba femeni- nas/mesculinas. Los prototipos de dichas mujeres serfan la fe- menina/femenina Mama Ocllo y la femenina/masculina Mama Huaco (ver Hernandez y otros 1987). LAS PANACA De acuerdo con la informacién de los cronistas, una panaca se formaba con los descendientes de ambos sexos de un Inca rei- nante, y exclufa él que asumfa el poder. Segdin las mismas fuen- tes, la panaca tenia por obligacién conservar la moznia del sobe- ano fallecido y guardar el recuerdo de su vida y hazafias @ través de cantares, quipu y pinturas que se transmitian de gene- racién en generacién. En un pueblo 4grafo era sumemente im- portante tener organizado el mantenimiento de la tradicién. Las panaca de los tiltimos Incas fueron las més importantes y eran poseedoras, desde el periodo de le expansién, de grandes extensiones de lierras. Aparte de sus grandes haciendas, trabaja- das por innumerables yana contaban también con sacerdotes, augures, mujeres y servidores encargados de su cuidado y de mantener su situacién social (Rostworowski 1962, 1970a). La momia de un Inca seguia disfrutando de todos sus bienes tal come los tenia en vida y constituia una genealogia viviente que el pueblo podia admirar durante las grandes fiestas del Cusco, ‘pues salfa a la gran plaza de Aucaypata con todo lujo y rodeada de sus deudos y servidores. Esta costumbre hacia que en la capi- tal existiese una numerosa clientela cuya vida y quehaceres gira- ba en torno a las momias de los difuntos soberanos, quienes a 1. NEI DEL DEsENVOLYIEENTO INCA 43 pesar de haber fallecido mantentan a través de sus panaca una activa injerencia en la politica. Las panaca formaban, junto a los ayllus custodios, la elite y laaristocracia cusquef. Bs indudable que estos grupos crearon facciones y alianzas que debieron ejercer sus influencias en los diversos episodios de la historia inca. Hay que tomar en conside- raci6n el gran mimero de hijos de cada soberano, habidos en las distintas mujeres. Todos los miembros de las panaca compo- nian la corte del Inca, una corte apoyada por sus propios antepa- sados que actuaban a través de sus descendientes como si estu- viesen atin con vida. Para comprender mejor el sentido de una panaca es necesa- rio hacer una corta digresién sobre el significado del término en relacién con otras designaciones de linajes y grupos indigenas. Anieriormente, en otro trabajo, hemos anelizado la vox parciali- dad en el contexto de los siglos XVI y XVI, y nos vimos obliga- dos a contemplar ciertos aspectos de la palabra ayllu (Rostwo- rowski 1981a), ya queen el ambito andino existian, segiin las re- giones, diversas voces para referirse a ella, y no sabemos si todas tendrfan la connolacién cominmente admitida. Bertonio sefala el uso en aymara de Ia palabra hatha, cuyo significado serta cas- ta, familia, ayllu, pero también semilla de las plantas, de los hombres y de los animales. No hay ninguna referencia a pose- sién de tierras en comin, aunque podria inferirse. Fray Domingo de Santo Tomés indica en su diccionario las equivalencias del quechua costefo con el serrano y cita la pala- bra villca como equivalente a ayllu, Panaca contiene una idea de linaje y de familia extendida. Si bien los cronistas sefialan la na- turaleza patrilineal de las panaca, Zuidema (1964) opina que el término lleva en sf otro sentido: designa al grupo de hermanos de un hombre, y tal situacién no serfa aplicable a relaciones en- dégamas o patrilineales, sino a grupos exégamos matrilineales. Esto explica la pertenencia del hombre al grupo de su hermana y el que sus hijos no se clasificaran con él. El mismo Zuidema su- giere (1964 y 1972) le posibilidad de que las panaca existiesen 4 MARIA ROSTWOROMSKE desde tiempo atrés y que de elas se eligiese al Inca reinante, Es muy posible que esié en lo cierto, y como hipétesis proponemos que tanto el grupo de Ayar Mango como el de Ayar Auce usasen diche pelabra como sinénimo de ayllu mucho tiempo antes de su Ilegada al Cusco. Bs posible que una de las diferencias entre ayllus y panaca consistiese en que los ayllus eran petrilineales, mientras que les panaca mantenfan un sistema matrilineal. El témino panaca proviene de pana, “hermane en el habla del varén, o prima her- mana o segunda o de su tierra o linaje conocido” (Gonzalez Hol- guin 1952). Dicho en otras palabras, el conjunto de gente que v gaba por el territorio en busca de tierras fértiles donde esteble- cerse, empleaba la palabra panaca para designer a varios de sus grupos y linajes. De acuerdo con este postulado, la voz panaca sélo se emple6 pare los miembros de los linajes incas, mientras le palabra ayllu era usada en e] Cusco y en Ayacucho en tiempos anteriores @ la llegada del grupo de Mango. Més adelante los es- afioles contribuyeron a difundir atin més le voz ayllu, aplicé dola a todo el Tahuantinsuyu. En Ja relacién de las panaca, segiin los cronistas, se sefialan cinco panaca para la mitad de abajo, o hurin, y seis para el ban- do de arriba, o hanan, y eran las siguientes: Hurin Cusco Chima panaca Raura panaca Auayni panaca Usca Mayla panaca ‘Apo Mayta Capac panaca de Manco Capac de Sinchi Roca de Lloque Yupanqui de Mayta Capac de Capac Yupanqui Hanan Cusco de Inca Roca de Yahuar Huacec._ de Viracocha Uicaquirao panaca Aucaylli panaca Socso panaca 1. INGO DEL DEsENVOLYRNENTO INCA 6 Hatun Ayllu de Pachacutec Inca Yupenqui de Tupac Yupanqui de Huayna Capac Capac Ayllu ‘Tumipampa panaca Sobre la panace de Huayna Capac es importante aclarar que este linaje dio su nombre al centro administrative inca edificado en el norte, en el actual Ecuador y no viceversa como errénea~ mente se ha supuesto. En le probanza de juan Sierra de Leguis: mo, hijo de Mancio y de la usta Beatriz Yupanqui, algunos tes- ligos declararon que Tumipampa se llamaba antiguamente Surampalli (ver Rostworowski 1983). Estas panaca reales, junto a los ayllus custodios formaban la slite cusquefa, y es conveniente subrayar que no se trata de gru- pos miticos pues existe abundante informacién sobre ellos en los documentos de archivos, a través de los cuales sabemos los lugares que habitaban y los campos que posefan a finales del si- glo XVI. Una rica informacién se encuentra en los libros de la Real Hacienda del Cusco (Archivo General de la Nacién, Lima} y en los Libros Parroquiales del Cusco, Es indudable que las panaca durante el incario, ademés de formar la corte del soberano, se desempefieron como facciones politicas. Sus alianzas o enemistades jugaron un rol preponde- rante en la politica inca y en la historia de la sociedad cusquesia. Ademés de les panaca tredicioneles, mencionadas lineas arriba, las crénicas hacen menciones esporddicas a otras | panaca que posiblemente tuvioron un pepel importante en tieinpos an- teriores y que quedaron postergadas por grupos antagénicos con mayor poder. Es interesante anotar que si las afiadimos a las tra- dicionales, forman un total de ocho panaca por cada mitad, es deci: ochu para hanan y otras tantas para hurin, numero fre- ‘cuente en la organizacién andina de los ayllus por ser un malti- plo de la dualidad y de la cuatriparticién, Por otra parte, los Libros Parroquiales del Cusco contienen los nombres de-una serie de ayilus existentes durante los-siglos 46 aalA Rosrwonovsks XVIy XVII, que son sin duda una importante fuente para la in- vestigacién. Para los Hanan Cusco, dos eran las ponaca eliminadas de la lista oficial. La primera se llamé Cusco Panaca y se situaba en el Antisuyu durante las ceremonias de la Citua; quiza represent a los descendientes de Ayar Auca que dieron su nombre al luger conquistado por ellos. La segunda fue llaca Panaca, y su caso es interesante porque suministra informacién sobre la estructura de los linajes reales. Segin la relacién de ceque, la primera hua- ca del quinto ceque de Chinchaysuyu se lamaba Cusicancha 0 Recinio Venturoso, colindante con el templo de Coricancha. En aquel luger naceria Inca Yupanqui (quien mas adelante tomaria el nombre de Pachacutec}, motivo por el cual, desde entonces, allf hicieron sus sacrificios los miembros de lhaca Panaca (Rowe 1979, CH-S: 1; Sarmiento de Gamboa 1943, cap. 47). La afirmacién de que un Inca reinante no pertenecia a ningu- na de las panace “oficiales” nombradas en las crénicas sugiere varios hechos que es necesario considerar, Primero, esta noticia apoya nuestra hipétesis de la existencia de un mayor nimero de panaca antiguas; en segundo lugar, el nombre Tace ofrece una marcada connotacién femenina. Segin Gonzélez Holguin (1952; 368): “Yaaca - la mantellina de la cabece ‘Yaca fusta - le sevora de ayllo de Incas o nobles Inaca yaacalla pachallicuni o pallapallalla - vestirse gdlanamente la muger muy pintada”. Bn Bertonfo (1956, 2da. parte: 175) encontramos: “TGaca, vel Palla - muger que viene de casta noble de los Inges. Téacachasite, vestirse al modo destas mugeres; y hazer muy de la sefiora”, 4 INCIO DEL DEseNVOLVIMIENTO INCA a7 La presencia de un ayllu llamado Iiaca Panaca apoys la posi- bilided de que fuese un linaje de filiacién matrilineal de mujeres nobles, a diferencia de los ayllus patrilineales. Mayor confirma- ion se halla en el hecho de que Pachacutec abandoné su ay!lu natal para incorporarse al Hatun Ayllu. La diferencia entre las, panaca y los ayllus estarfe justamente en poseer estructuras so- ciales diferentes. De ser correcto este planteamiento, cada Inca nacia en una panaca y pasaba a otra cuando recibia la masca~ paycha, Mudarse de linaje no significaba la creacién de un nue- ‘vo grupo, sino el paso de un grupo a otro. Este hecho, ademés de ser una practica particular de los linajes incas, daba una enorme importancia al ayllu o panaca de la madre de un soberano. Sarmiento de Gamboa (1943, cap. 47) cuenta que Pachacu- tec intenté fundir Ifaca Panaca con Hatun Ayilu, pero nunca se Jogré dicha unién, pues ambos continuaron existiendo simulté- neamente en el Cusco colonial. Durante el virreinato, lfiaca Pa~ naca pertenecfa a le Parroquia de San Jerénimo, y en una provi- sién hecha en el Cusco en 1630 sobre deslindes de horedades, Jas tierras de Ifaca Panaca eran vecinas, por un lado, de Sucsu y Aucaylli panaca y, por otro lado, de los campos de los chauin- cusco y de los arayraca (ACC, leg. 8, cuaderno 22, afio 1713}, lo que demuestra que no se trataba de un ayllu mitico, Entre los Hurin Cusco, tres fueron las panaca olvidadas Masca panaca, nombrada por Molina, el cusquefio, como situe- da en el Cuntisuyu durante las ceremonias de le Citua (1943: 3). Es posible que este grupo diera su nombre al distintivo usedo por el Sapan Inca. La segunda panaca se llam6 Sauaserey pana- ca y Sarmiento de Gamboa (1943, cap. 9] 1a menciona como asentada en el Cusco mucho antes del arribo de los linajes de Manco ai valle; quiza se traté de una primera oleada de invaso- res que se adelanté al grueso del grupo. Bn las Informaciones de Toledo (Levillier 1940, t 11) algunos naturales afirmaron que los sauaseray salieron de Sutic Toco, « diferencia de Mango que per- tenecia a Capac Toco. La tercera panaca era la de Yauri, que 48 MARIA ROSTWOROWSKI también es mencionada por Molina durante las fiestas de la Ci- tus en el Cuntisuyu, Las panaca afiadidas aumentaban en dos las correspondien- tesa los hanan y en tres las de hurin, dando ua total de acho pa- rnaca pata cada mitad, cifra comtin en el ande porque correspon- dia al esquema de la cuatriparticién. Con el surgimiento del Estada, las panaca de los soberanos creadores de la hegemonia surgieron como las més poderosas y rricas, pues con ellas se inicié la posesién de grandes tierras pro- pias y de sarvidores en gran escala. Si bien al principio ellas con- tribuyeron eficazmente al desarrollo del Tahuantinsuyu, a medi- da que transcurris el tiempo sus numerosos miembros principia- ron a crear problemas a los soberanos reinantes. Cada momia de un inca fallecide segu‘a como en vida y participaba en la vida po- litica; bajo la forma de oréculos opinaba y daba su parecer sobre los diversos sucesos. Las dificultades surgieron a la muerte de Huayna Capac, con la eleccin de Huascar, y continuaron durante todo su gobierno, hasta que la panaca que apoyabs @ Atehualpa logré triunfar. CAPITULO IIT Expansién y desarrollo LA LEYENDA DE LA GUERRA CONTRA LOS CHANCAS Si bien los mitos de los Ayar y la gesta de Manco Capac se rela- cionan con los inicios y el establecimiento del grupo inca en el Cusco, el de la guerra contra los chancas se refiere a los comien- zos de la grandeza inca; ambos mitos narran dos etapas bien definidas en el desenvolvimiento del Estado. El primero seftala sus origenes y sus esfuerzos para hacerse de un luger en el valle, el segundo, la forma como rompieron el cfrculo de poderosos veci- nos y cambiaron a su favor el equilibrio existente hasta entonces entre las macroetnias. Estas narraciones contienen un fondo de sucesos verfdicos encubiertos por Ia leyenda. No se puede dudar de que al mito de Manco representa un movimiento de grupos étnicos que llega- ron a Acamama, pequefio villorrio ocupado por otros pueblos. Le leyenda de la guerra contra los chancas responde a la necesi- dad que tuvieron los incas de explicar su realidad, es decir de contar los acontecimientos que desataron la expansi6n incaica. Si bien la carencla de escritura entre los naturales y lo confu- so de las fuentes de los cronistas no otorgan una seguridad en el desarrollo de los hechos, por lo menos la leyenda ofrece una ver- sién andina de los posibles acontecimientos. Por otra parte, algo debié octirtir ent el Cusco para favrarécer el auge iica, pues tene- 50 ‘MARIA ROSTWOROWSKI mos la plena seguridad de la existencia de su Estado por lo que vieron y describieron los espaftoles. De alli que su historia esté dividide entre el mito y la realidad. También es obvio que el po- derfo incaico no se forj6 solo, una serie de factores positivos se aunaron para facilitar su engrandecimiento, a la par que uns eli- te de hombres capaces supieron aprovechar de las circunstan- cias para la creacién del Tehuentinsuyu. Cuando se trata de las conquistas incaicas debemos aclarar que, segiin las avidencias arqueolégicas conocidas a la fecha, su expansién databa de poco mas de un siglo antes de la llegeda de los europeos. Tanto Cieza de LeGn (1943) como Castro y Ortega Morején (1974), en su relacién, afirman que los incas eran “modernos” en el panorama andino, es decir que su auge no se perdfa en la no- che de los tiempos, incluso ellos mismas ast lo reconocfan. De la misma manera en que los incas trataban de imponerse y dedominar a sus vecinos, la macroatnfa de los chancas, situa- da en la regién de los rfos Pampas y Pachachaca, aspiraba tam- bign a Ja expansién territorial, y sus conquistas la habfan condu- cido al sur de sus dominios, a la regién de Andahuaylas. Debido al carécter legendario de la guerra contra los chances no podemos asegurar cundo tuvo lugar. Es posible que desde épocas anteriores se haya dado inicio aF-enfrentamiento entre las, dos etnias que concluyé con el asedio al Cusco y la tatel derrota chenca, unas cuantas generaciones antes de la aparicion de los, hispanos, La crénica de Betanzos contiene le informacién més detalla- da sobre las guerras definitivas entre incas y chancas, cuyas ha- zafias él adjudicaba al principe Cusi Yupanqui, convertido més tarde en el Inca Pachacutec. Su relato tiene todas las apariencias de un trozo de cantar indfgena, y es posible que Betanzos tuviese acceso a la tradici6n oral de la panaca de Pachacutec a través de su mujer, la princesa Cuxirimac Ocllo, perteneciente al linaje de Pachacutec. Més adelante explicaremos el porqué de nuestra afirmacién, {iL ERPANION ¥ DESARROLLO 5 Esta Austa habfa sido concubina de Pizarro de quien tavo por hijo Francisco, como su padre y Juan que murié nifio. Des- pués de la muerte de] Marqués se casé con Juan de Betanzos, ex- perto quechuista e intérprete oficial en el Cusco. Es natural su- poner que tuvo largas conversaciones con los parientes de su mujer, y que fueron ellos sus informantes cuando el virrey Anto- nio de Mendoza le ordend escribir una relacién que terminé en 1581. Su obra permanecié inédita, y parte de ella se ha perdido!; es probable que Sarmiento de Gamboa, cuando redactaba su propia crénica, consultase el manuscrito de Betanzos. Esta acla- raci6n es necesaria para explicar por qué usamos de preferencia los datos de este cronista, pues interesa examinar parle de un posible cantar inca, Los chancas, de acuerdo con sus mitos, sefialaban como su pocarina o lugar de origen a la laguna de Choclococha (Cieza de Le6n, La Crénica 1941, cap. XV; Guaman Poma 1936, fol. 85; Vasquez de Espinoza 1942). E] nombre de Choclococha surgié, segdin Murda (1946, lib. 4, cap. VIN), cuando en una batalla enta- blada entre los huancas y los huamanes quedaron derrotados los huancas, quienos en su precipitada huida echaron sus cargas de maiz a la lagune, llamada antiguamente Acha, En el verano si- guiente un excesivo calor secé la laguna, y las semillas germina- ron produciendo tiernos chioclos. Desde entonces la laguna se conocié con el nombre de Choclococha, tal como se le conoce actualmente, El lugar esté cercano al pueblo de Castrovirreyna, a una altura de 4,950 metros sobre el nivel del mar, Otra leyenda relacionada con la misma laguna es menciona- da por Arriaga (1968). Segiin él, durante la procesi6n de Corpus Jos indigenas llevaban en unas andas “dos cordoros de la tierra” que sacrificaban a las dos lagunas: Choclococha y Uscococha, diciendo que las llamas tuvieron allf su origen. 1 EnPalmade Mallorca, en la biblioteca de Bartolomé March, hasido des- ccubierta la crénica completa de Juan de Betanzos. El hallazgo se debe a Mari Carmen Martin Rubio. 52 MARIA ROSTWORDSKI Al igual que los incas, el grupo chanca comprendia varios ayllus divididos también en dos bendos: hanan y hurin. Los per- tenecientes a la mitad de arriba decfen que su jefe mitico era Uscovilca, mientras que los del bando de abajo consideraban a Ancovilea como su antepasado, y ambos personejes, como {do- los, en forma de piedras o guanca eran levados a sus guerres (Sarmiento de Gemboa 1943, cap. 26). Antes de mencionar los diversos ayllus que componfan la etnia de los chancas veremos ¢l significado del apelativo. El di cionario de Bertonio (1958) contiene la palabra cchancca, hilo de lana. Gonzalez Holguin (1952) en su diccionario quechua menciona: chanca zzapa, bambolearse, andar temblando; chan- chani 0 zzanzzani, ir saltando; chanca, pierna. Segin Recaredo Pérez Palma (1938), chanca es la parte del cuerpo en que se unen les exiremidades y el sexo, {Serian los propios chances quienes se lamaran con esa voz, o serfa un apodo dado por los quechuas de Andahuaylas o por los cusquefios por su forma de caminar? Los chancas de Andahuaylas parecian ser parientes cercanos de los demés grupos que habitaban en la actual provin- cia de Ayacucho. Garcilaso (1943, lib. 4, cap. XV) menciona los ayllus que comprendia el grupo de los chancas, segtin él eran: Jos hancohuallus, los utunsullas y los urumarcas, habitantes del valle del rio Pampas; los viloas, de la meseta que esta sobre la orilla izquierda del mismo rio; los pocras, de los valles que cir- cundan la actual ciudad de Ayacucho; los iquichanos, de les montafas al norte de Huanta; los morochusos de Cangallo y, por liltimo, los tacmanes y los quifiuallas que vivian entre Abancay y la cordillera neveda, Navarro del Aguila (1930), en su libro Tribus de Ankco Wa- Hock da a le confederacién chanca mayor extensién territorial pues los alfa con los huancas, y otorga mayor importencia a los ayllus pocras. Si bien los chancas formaron quizé parte de una mayor confederaci6n de grupos, no creemos que los demés com- ponentes de le supuesta macroetnfa participaran en el ataque al Cusco, de ser esto cierto, las pocas fuerzas cusquefias no hubie- Ii. EXPANSION Y DESARROLLO 5a ran podido resistir la embestida, Ademés Betanzos sefiala una dispersién de los efectivos chancas hacia otras regiones, lo que demuestra la escasa cohesiOn de sus ejércitos; parecieran, més bien, haber sido hordas dedicadas al pillaje. Se puede plantear la hipétesis de que los chancas, dado su cardcter indémito y belicoso, fueran quizé los responsables de la desintegracién del gran contro wari, y los principales culpables de su deterioro, Durante el gobierno de Viracacha, los chancas salieron de sus tisrras decididos a conquistar el mundo, partieron de Pauca- ay, su pueblo principal, situado a tres leguas de Parcos. Segiin Ja usanza andina, dividieron sus ejércitos en tres partes, una de ellas tom6 la ruta hacia Cuntisuyu, teniendo por jefes a Malma y a lrapa o Rapa, quienes representaban las mitades organizadoras de arriba y de abajo. El segundo ejército se dirigié también al Cuntisuyu, aunque Sarmiento de Gamboa afirma que fue al An- lisuyu; sus generales fueron Yana Vilce y Toquello Vilca o Teclo Vilca, El tercer grupo tomé la ruta més directa al Cusco, y era conducido por Tumey Huaraca y Astu Huaraca; también llevaba consigo a Huaman Muaraca quo ora el encargado de negociar la rendicion del Inca (para un anilisis de los apelativos de los jefes chancas, ver Rostworowski 1953). Llegados los chancas a Vilcacunge, enviaron sus emisarios al Cusco anunciando su intencién de someter a los incas. Vira- cocha atemorizado por la noticia decidié abandonar la ciudad a su suerte y marché e refugiarse en el fuerte de Caquia Xaquixa- guana. Con Viracocha partieron sus dos hijos, Urco y Socso. Alrededor de Urco conviene hacer una corta digresién: En un anterior trabajo hemos analizado el nombramiento de Urco como corregente del Inca reinante, tema al que volveremos cuando Urilemos las sucesiones incaicas y veamos la costumbre existante entre los curacas de asegurar por nombramiento la he- rencia del cargo, y omitir la norma habitual de la eleccién. Los cronistas que se refieren a Urco como soberano son los siguien- tes: Cieza de Leén; Betanzos; Sarmiento de Gamboa, Sante 54 ‘Mania gosTWORDWSKL Pachacuti y Herrera. Los cronistas que s6lo lo mencionan son: Murda, Cabello de Valboa, Guaman Poma, Los Quipucamayoc y Cobo. El padre Acosta no nombra a Urco, pero dice que el inicio de las victorias de Pachacutec se debié a que un “hermano” suyo, que posefa el sefiorfo en vida de su padre, quedé vencido en una batalla que libré contra los chancas. Otros cronistas como Las Casas y Rom4n-Zamora sefialan a Pachacutec como defensor del Cusco; Calancha asegura que Pachacutec les quit6, a su padre y a su hermano, el gobierno; “aunque Garcilaso dice que el que quit6 el Reyno a su padre fue el Viracocha”, Herrera en le portada de la Década Quinta de su crénica ilustra a Inca Urco con las insignias del mando. Volvamos a la leyenda, cuando la lucha entre los incas y los chances adquiere un cardcler épico ante la proximidad de les tropas enemiges. En la abandonada ciudad sélo permanecié el joven Cusi Yupanqui, supuesto “hijo” de Viracocha, con sus ge- nerales Vicaquirao, Apo Mayta y Quiliscachi Urco Guaranga, 2 quienes se unieron sus cuatro servidores o criados: Pata Yupan- qui, Muru Uanca, Apo Yupanqui y Uxula Urco Guaranga. Sar- miento de Gamboa sefiala que siete sefiores ademés de Cusi Yu- panqui quedaron en el Cusco: Inca Roce, Quilliscachi Urco Guaranga, Chima Chaui, Pata Yupanqui, Viracocha, Inca Paucar y Mircoymana, el ayo del Inca Yupanqui. El ntimero ocho, como ya dijimos, representa un rmiltiplo de la dualided y por lo tanto de la cuatriparticién, cifras onganizadoras que figuran en el sis- tema cusqueiio. La narrative de Betanzos cobra aqui el tono de los largos can- tares de la tradicién oral, sin dejar de lado cierta semejanza con los relatos épicos medievales. Cusi Yupanqui envié a los Lres se- fores que quedaron con él a que buscasen ayuda entre los cura- cas vecinos, quienes, por temor a los chancas y por las pocas fuerzas incaicas denegaron el socorro. Los escasos efectivos cus- quefios forman parte de las expresiones miticas, pues el triunfo posterior aumenté la grandeza del héroe. 1, EXPANSION ¥ DESARROLLO 58 La leyenda narra que estando solo y muy acongojado por la situaci6n, ol virtuoso joven Cusi Yupanqui se qued6 dormido, y en suefios se le aparecié Ia imagen del dios Viracocha quien le profetiz6 su préxima victoria (esta parte del mito tiene un marca- do sabor europeo, pues la tradicién andine mandarfa ofrecer cuantiosos sacrificios a una huaca para as{ obtener de ella un ordculo). Al dia siguiente, después de este suefio, aparecieron los chancas sobre ol catra Carmenca y bajaron en atropeliados es- cuadrones dando voces y alaridos (ver Hernéndez y otros 1987). Segin Cieza, los defansores de la ciudad hablan cavado grandes fosos recubiertos de ramas y tierra donde, en su aprast- rada carrera, fueron cayendo los chancas. Sarmiento de Gamboa (2943, cap. 27) habla de la ayuda proporcionada por la curaca, Chatian Cury Coca, perteneciente a los ayllus de Choco y Cacho- na, quien al frente de su ejército rechaz6 el ataque enemigo. El mito da cuenta de la milagrosa intervencién de los puru- rauca en el momento critico de la lucha, y de cémo esas simples piedras ganaron vida y se transformaron en fieros soldados res- ponsables de la victoria de los incas en el momento mas angus- tioso del encuentro (Santa Cruz Pachacuti 1928; Cobo 1956). La fema de los pururauca alcanzé gran difusin entre los enemigos de los incas, y en ciertas ocasiones los curacas se rindieron s6lo ante el temor de enfrentar a tan aguerrido ejército. Mientras tanto, Cusi Yupanqui y los siete jefes “hermanos” Jograron detener la embestida chanca y, aprovechando la situa- ci6n, e! joven principe se lanz6 hacia sus enemigos para apade- rarse del idolo 0 guanca que representaba a Uscovilea, y de su unancha o estandarte. Los chaneas, viéndose sin su mallqui se dieron a la fuga y no se detuvieron hasta llegar a [chopampa. Los sinchi o curacas vecinos que aguardaban el resultado de la bata- Ila apostados en las alturas cercanas al Cusco, abandonaron sus puestos para unirse a las vicloriosas fuerzas cusquefias y perse- guir a sus enemigos. Para Sarmiento de Gamboa (1943, cap. 28), el segundo en- cuentro contra los chances tuvo luger en Ichopampa, esta vez los 50 Magia RosTWOROWSIO efectivos cusquefios fueron engrosados por los ejércitos de los curacas vecinos, deseosos de plegarse a los victoriosos incas. En. el encuentro perecieron los dos jefes chancas y la desordenada desbandada de sus huestes permitié a los incas reunir un cuan- tioso botin, suceso de gran trascendencia para el desarrollo del encumbramiento cusquefio, como lo veremos mas adelante Después de la victoria conseguida por Cusi Yupanqui, segin delallada narracién de Betanzos, el joven vencedor acudié al lu- gar en donde se encontraba el Inca Viracocha para que, de acuer- do con la usanza andina, el soberano pisase los despojos de los derrotados chancas en signo de conquista, Grande seria el des- concierto del Inca al ver tendidos en el suelo a los humillados chancas; sin embargo, se negé a asumir el acto de triunfo y quiso que fuese Urco el que se pasease sobre el botin obtenid. La pre- lensidn de Viracocha disgusté a Cusi Yupanqui quien fue enton- ces alerlado por un capitén suyo de la preparacién de una em boscada contra su persona, y de la salide sigilosa de topas de Viracocha de la fortaleza en donde se hallaban hacia un destino desconocido. Dada la situacién, Cusi Yupanqui ordené que sus efectivos se dividieran en dos partes, una se quedaria con él y la otra se- guirfe a la gente de Viracocha para averiguar si se trataba de una emboscada, 0 si marchaban al Cusco con el fin de iniciar algiin movimiento contra Cust. Mientras tanto Viracocha aguardaba a Yupanqui en un aposento con los sometidos jefes chancas tendi- dos en el piso, pero Cusi temeroso de una traicién entré a la ca- lana vodeado de sus hombres bien armados. Al insistir Viraco- cha en que fuese Urco quien asumiera el triunfo, Yupangui decidié recoger el bot{n y retornar al Cusco. En el camino de re- greso fue atacado por la gente de Viracocha cuando pasaba por un desfiladero pero, advertido, Ia amboscada fracasé, y el joven hizo su teiunfal ingreso al Cusco, Betanzos sitta el segundo y definitivo encuentro con los chancas, a rafz de estos episodios, en la batalla do Xaquixegua- na, Después de la segunda derrota de los chancas, Yupanqui per- IU. EXPANSION ¥ DESARROLLO 87 dond le vida e los xaquixaguanes, diciendo que fueron forzados participar en la lucha contra los cusqueiios y les ordené cortar- se los cabellos a la usanza inca. En cambio, castig6 duramente a los principales chancas ahorcéndolos y poniendo sus cabezas en altos pelos, siendo sus cuerpos quemados en seftal de escar- miento, Luego de esos sucesos, Ilegaron al Cusco noticias de que Inca Urco se hallaba en Yucay con una junta armada. Yupanqui no aguardé algiin indicio de ataque, sino que marché a Yucay acompafiado de su “hermano” Roca, En el enfrentamiento, Urco, que se encontraba sobre la barranca del rio, fue herido por una piedra en la garganta y cayé al agua; traté de huir nadando en el sentido de la corriente hasta que lleg6 a la pefia Chupellusca, une legua abajo de Tambo, pero allf fue alcanzedo por los solda- dos de Yupangui quienes le dieron muerte. El vencedor de los chancas En un trabajo publicado el atio 1953 dedicamos un capitulo para analizar quién fue el personaje que obtuvo la victoria sobre los chances. Si bien para el anélisis del mito no tiene relevancia quién logré dicha victoria, sf lo tiene para la historia incaica, so- bre todo si tomamos en considerecién que la derrota definitiva de los adversarios del Cusco ocurrié sélo unas cuantas genera~ iones antes de la apericidn de los europeos en estas tierras, Di cho en otras palabras, los episodios que hemos narrado no son mitas de origen, sino narrativa que explica la expansién incaica, acontecimiento acaecido un siglo antes de la conquista espaiiola. Antes de iniciar un andlisis de la situacién engendrade por Ja guerra y derrote de los chancas, cabe preguntarse si efectiva- mente tuvo lugar un ataque de tribus enemigas al Cusco y cuén- do pudo haberse efectuado. Este ltimo enfrentamiento debié ser el punto culminante de guerras y combates librados desde tiempo atrés entre incas y chancas, que s6lo pudo terminar con al triuinfo de uno de ellos. Bs obvio que los incas fueron los favor ee ala RosTWoROWSL recidos, pues de lo contraric la historia andina hubiera tomado un curso muy diferente. A principios del siglo XV el émbito del Cusco y sus alrede- dores se tornaba estrecho y pequefio para la ambici6n, largo tiempo reprimida, de los incas. Su anhelo de conquista se en- contraba detenido por poderosos vecinos, al mismo tiempo que les hacfa falta una organizaci6n para conservar sus posesiones. ‘Més atin, es muy posible que las guerras que constantemente se repelian contra los mismos enemigos a lo largo de los primeros reinados incaicos hayan sido realizadas con miras a obtener un botin y no de adquirir posesiones territoriales. Bl hecho de aca- parar cuantiosos despojos era un deseo de los curacas en geno- ral, pues con el botin podian ser generosos con sus aliados y aflanzar sus lazos de reciprocidad y parentesco. Estas circunstancias cambiaron a rafz de la victoria sobre los chancas; los incas no sélo desearon posesionarse de valiosos despojos, sino que su meta fue establecer una situacién de reci- procidad con los jefes de otras etnfas, tema que veremos en deta- lle més adelante. Hasta la legada de los chancas a Carmenca, a las puertas del Cusco, el curacazgo inca no era ni més extenso, ni més poderoso ‘que las diversas etnfas vecines. Cada valle, cada villorio tenia a un sinchi o jefe guerrero para su defensa, ¢ interminebles gue- mas y luchas mantenian a todos esos pequefios sefiorfos en un estado permanente de alerta. Sélo los chancas, tres repetidas victorias sobre sus comarcanos, venfan ensanchando sus domi- nios. La expansién chanca iba en Iinea ascendente y ten‘ forzo- samente que enfrentar un dia a los cusquefios. Dada esa situaci6n, es explicable que la victoria de los incas tenfa que transformar y cambiar el equilibrio presenta hasta sce momento. Una brecha quedé abierta en el circulo de vecinos hostiles y los cusquefios se lanzaron « través de ella a sus guerras de conquista. El crédito de le victoria conseguida conferfa a los incas una enorme ventaja y superioridad sobre los atros sinchi y curacas. 1H, EXPANSION y DesaRROLLO 59 Muchos de éstos no sélo tratarian do aliarse con ellos, sino que la reciprocidad con los del Cusco fue seguramente muy estima- da y buscada, El camino hacia el explosivo engrandecimiento inca estaba abierto. Robustecidos y radeados de prestigio pudie- on destruir a los chancas en sus propios territorios, hazafie con Ja que no podian sofiar anteriormente, Después de estos triunfos no fue dificil para los cusquefios vencer también @ los ayarmacas y afianzar asi sus posesiones en las cercanfas de su capital. Paso importante antes de pensar en lejanas conquistas. Si tomamos la guerra contra los chancas como el punto de partida para la formacién del Tehuantinsuyu y el inicio del auge inca, es natural que el jefe que llevé el sefiorio a la victoria sea la figura més destacada de la historia inca. Sin embargo, este es un punto muy discutide y ofrece serias discrepancias, por ese moti- vo nos vemos obligados a realizar un anilisis de las fuentes, es decir de las crénicas ‘Surge una confusién de personajes y episodios que aumen- tan el cardcter mitico de los sucasos. {Cul ser4 la verdad histéri- ca? dExistieron Viracocha y Pachacutec como personajes distin- tos, ose trat6 de una sola persona dividida por un desdoblamien- to de los cantares indigenas? {Ocurrieron estos hechos antes y fue la nazracién de los cronistas la que acorté el tiempo? Es indudable que a partir del esesinato de Yahuar Huacac se acumulan los interrogantes, y en este punto el relato de los cra- nistas se vuelve nebuloso. Cieza de Leén mencione la eleccién. de Viracocha al poder, y si se examinan los nombres de los jefes militares de estos dos soberenos nos damos cuenta de que son Jos mismas y que posiblemente pertenecieron a la misma gene- racién (Sarmiento de Gamboa 1943, caps. 23 y 25). También el relato de las visions del Hacedor, atribuidas tanto a Viracocha como a Pachacutec, en visperas del ataque chanca, Uenen un marcado sabor a canciones de gesta. Sobre esto diltimo, queremos insistir en el aspecto medieval de la narracién acerca de la apacicién del dios Viracocha o del Sol y de las plegarias que habria elevado el futuro héroe, La con- 60 MARIA ROSTWOROWSE: sulta de nurnesasos expedientes contra la idolatrfa de los natura- les nos ensefta que la actitud ind{gena en esos momentos debe haber sido muy diferente. Antes del encuentro contra los chan- cas debieron hacer numerosos sacrificios de llamas, cuyes, hojas de coca, sebo e incluso nifios. Las huacas andinas y las guenca, piedras sacralizadas, debfan recibir ofrendas si se querfa oblener su apoyo y benevolencia. Una vez satisfechas hableban y emi- tian ordéculos, manteniendo una estrecha vinculacién con sus fieles. Por los motivos expuestos, nos vemos obligados @ comparar las fuentes, es decir la informacién de los cronistas. Las dificul- tades arrancan de la crénica de Garcilaso de la Vega quien, en oposicién a la mayorfa de cronistas, sefialé al Inca Viracocha como el triunfador de las jornadas contra los chancas. Ante di- cha afirmacién debemos examinar las noticias suministradas por Garcilaso y compararlas con las demés fuentes. Al mismo tiempo tenemos que buscar los motivos por los cuales Garcilaso sintié la necesidad de cambiar las referencias existentes sobre los acontecimientos. Para una mejor comprensién, hemos elabo- rado un cuadro donde aparecen divididas las diferentes versio- nes de los cronistas segiin los datos que ofrecen. Asf tenemos tres grupos (ver pagina siguiente). En la primera columna figuran doce cronistas, todos ellos atribuyen la victoria a Pachacutec. El Inca Yupanqui de Cieza de Leén no podfa ser otro que Pachacutec, pues en diversos pasajes de su crénica encontramos explicaciones sabre quign fue Yu- panqui y dice “que Inca Yupanqui, hijo de Viracoche Inca le acrecenté de riquezas" (se refiere al Coricancha] y en otro higar afiade: “en tiempo del Inca Yupanqui se acrecenté de tal manera que cuando murié y Tupac Yupanqui su hijo hobo el imperio, quedd en esta perficién” (Senorio de los Incas, 1943, caps, XXVIL y XLVII), No hay duda posible sobre la identidad de Inca Yupanqui como hijo de Viracocha y padre de Tupac o sea el noveno sabe- rano de la versién oficial de la historiograffa incaica. Con fre- IL EXPANSION Y DESARROLLE a Cronistes que Cronistas que Cronistes que no atribuyen la victoria a| atribuyen Ia victoria | mencionan esta Pachacutec allnce Viracocha | guerra, pero dan algin dato indirecto Cieza de Leén Garcilaso dela Vega} Murda menciona la Las Cases Cobo Polo de Ondegardo | Anello Oliva Sarmiento do Gamboa existencia de Urco y Jas conquistas de Pachacutec en Vileas Acosta y Jauja. Gutiérrez de Sante Clara Molina, el cusquetic, Jesuite anénimo Santa'Cruz Pachacuti atribuye a Pachacutec Ja visidn del Hacodor. Cab Calancha Cabello de Velbon Romén y Zamora habla de dos guerras Herrera’ de Yupangui contra Jos chancas Diogo Hernandez, el Palentino, mencions ‘2 Pachacutec como el conquistadar de Vilcas, importante centro chanca cuencia encontramos que los cronistas nombran a este inca s6lo como Yupangui, explicando que afiadié a su nombre el apelati- vo de Pachacutec después de la victoria sobre los chancas, ade- més cuando un Inca asum{a el poder era una costumbre cambiar de apelativo (Santa Cruz Pachacuti 1968; Quipucamayos de Vaca de Castro 1920). En cuanto al relato de Ancllo Oliva (1895, cep. I), su infor- mante fue Catari de Cochabamba y segtin su decir Viracocha y Pachacutec fueron una misma persona, y le atribuye al primero lasumisién de los chancas sin mencionar el ataque al Cusco, Por ~ “illimo, Cobo (2956) ante-le-dificulted de emitir un juicio escoge 82 ania RosTwoRoWsKI el recurso de atribuir e ambos Incas los mismos sucesos, hecho que lo descalifica como informante. En la tercera columna figuran los cronistas que no aluden a ninguno de los dos Incas como vencedores, pero proporcionan ciertos datos que pueden ser de utilidad. La conquista de Vilcas significa la sumision chanca, pues se trataba de un centro impor- tante de dicha etnfa, y el personaje que venciera eos chancas en el Cusco tenfa que continuar la guerra en territorio enemigo. Guaman Poma no menciona el ataque al Cusco y més bien sefala extenses conquistas realizadas por Yahuar Huacac en te~ ritorios pertenecientes a los chancas, y atribuye las mismas ha- zafies al Inca Viracochs. Mas arriba hemos manifestado que las luchas entre incas y chancas duraron largos aos y posiblemente se repitieron con cada gobierno. Para esclarecer los sucesos, cabe notar que Guaman Poma al escribir sobre los capitanes famosos menciona al sexto: Otoron- g0 Achachi, hijo de Inca Roca; al séptimo come hijo de Yahuar Huacac, y al octavo capitén como hijo de Pachacutec, sin nom- brar a los capitanes de Viracocha, Por otro lado, y siempre segiin Guaman Poma, el primer capitan, hijo de Manco Capac y de Mama Huaco se llamé Pachacutec. Existe le posibilidad de que Cusi Yupanqui o simplemente Yupangui perteneciera a la des- cendencia de la guerrera Mama Huaco, pues nacié en el linaje de Iaca Panaca en Cust Cancha, de un posible ayllu dador de mu- jeres. Esta supasicién obligarfa a replantear al problema y expli- carfa el lugar preponderante otorgado por este Inca a la parej mitica de Manco Capac y Mama Huaco, al tiempo que reorgani- 6 los ayllus y linajes.del Cusco. Pero volvamos a la informacién de Garcilaso para pregunter- ‘nos si su versién, tan diferente de la mayoria, se dehia a un das- conocimiento de los hechos, a la lejania de su tierra natal o al tiempo transcurrido entre su partida del Pera y le redaccién de su crénica, Sin embargo, Garcilaso, segin su propio decir, cono- ci6 y consult6 las crénicas de Acosta y de Cieza de Leén, ambos cronistas contrarios a la versién suya. Un error intencional de I. BXPANSION y DESARROLLO 63 Garcilaso, que podemos probar, es el que cometié con las mo- mias reales encontradas por Polo de Ondegardo en el Cusco. Alli, su deseo de ocultar los hechos, de cambiar o sustituir a las, momias y los nombres de los Incas, es inocultable. Sabemos que la momia del Inca Viracocha fue encontreda por Gonzalo Pizarro en Xequixaguana quien ordend fuese que- mada, Los indlfgenas recogieron sus cenizas y las guardaron en una tinaja; afios més tarde, el licenciado Polo les descubrié (Acosta 1940, lib. 6, cap. XX; Sarmiento de Gamboa 1943, cap. XXV; Calancha 1638, lib, 1, cap. XV). Una suerte semejante co- rri6 la momia de Tupac Yupanqui al ser quemada por Chalcu- chima, general de Atahuelpe; fue también Polo el que hallé sus cenizas en Calispuquio junto con su huauque o doble (Sarmian- to de Gamboa 1943, cap. LIV): En cuanto a la momia de Pachacutec, fue hellada por Polo de Ondegardo (1916b) en Tococache, adonde habia sido trasladada por Jos naturales desde su lugar original en Patallacta. En Toco- cache el inca habia ordenado la edificacién de un templo consa- grado al Trueno, huaca que habia escogido por su huauque. Polo, al referirse a la momia de Pachacutec dice lo siguiente: “quando descubri el cuerpo de Pachacuti ings Yupenqui Inga que fue uno de los que yo embyé al Marqués a la ciu- dad de Los Reyes que estaua embalsamado e también cura- do come todos vieron e hallé con é1 el ydalo principal de la provincia de Andavaylas porque la conquisté este e la meti6 devajo del dominio de los ynges quando vencié a Barcuvil- ca el sefior principal della, y le maté" (el subrayado es nuestro}. Este idolo chanca hallado al lado del cuerpo de Pachaculec prueba que fue este Inca el que vencié a los chancas. Cobo (2956, lib. 13, cap. XII) confirma la costumbre indigena de que el conquistador de una regién consarvaba los fdolos del lugar que doblegaba. A la muerte del Inca pasaban a su linaje o panaca, 64 Manta ROsTWOROMSKI Acosta (1940, lib. 6, cap. XI) menciona también el descu- brimiento de Polo y describe la momia de Pachacutec en los si- guientes términos: “hallé traslado de Patallacte a Tococache donde se fundé le parroguia de San Blas. Estaba el cuerpo entero y bien ade- rezado con cierto betiin que parecia vivo. Los ojos tenfa he- chos de una telilla de oro, tan bien puestos que no le hacia falta los naturales; y tenfa en la cabeza una pedrada que le dieron on cierta guerra. Estabe cano y no le faltabe cabello como si muriera aquel mismo dfa, haciendo més de sesenta uochenta afios que habia muerto". El detalle que cuenta Acosta de la cicatriz que lucia en la ca- boza la momia de Pachacutec es confirmado por Cabello de Val- boa y por Sarmiento de Gamboa (1943, cap. XXXIX; Cabello de Valboa 1951, cap IV; Santa Cruz Pachacuti 1928: 187), Estos cro- nistas afirmaban que el Inca habfa recibido una herida durante lun ancusniro, hecho que ayudé en el reconocimiento de la mo- mia. Otra circunstancia que sirve para identificer al Inca es le menci6n de sus canas, todos los datos concuerdan sobre la edad avanzada que ten{a cuando murié, Ahora bien, a pesar de que Garcilaso tuvo los libros de Acos- tay de Cieza, todas las referencias que él consigna en su crénice son totalmente distintas. De las tres momias masculinas que vio en la posada de Polo de Ondegardo, alude a la una como pertone- ciente a Viracocha, la segunda a Tupac Yupanqui y la tercera @ Huayna Capac (Garcilaso 1948, t. 1, lib. 5, cap. KXIX). Cuenta Garcilaso que Polo le mostré las momies déndole ¢ cada una su nombre, pero el licenciado no pudo proporcioner esa informa- cién por ser diametralmente opussta a lo averiguado y escrito por él. No se puede alegar en favor de Gercilaso que hubiese olvida- do y confundido las momias por haberlas visto hacia muchos afios, porque él mismo cuente que disponia de la orénica de TL EXPANSION ¥ DESARROLLO 65 Acosta, Es sorprendante que Garcilaso no mencione para nada la momia de Pachacutec, y en su luger nos hable de la de Viraco- cha, Es asi que cambi6 arbitreriamente los restos de Pachacutec por los de Viracocha e hizo con los cuerpos de los difuntos Incas Jo que habia hecho con las hazatias de sus vidas. Dicho en otras, palabras, trocé los cuerpos de los soberanos de la misma manera como habia cambiado los sucesos de sus gobiernos. Es decir, permuté las momias y los acontecimientos de un Inca a otro de manera deliberada. Omitié también nombrar al idolo chanca que acompafiaba al cuerpo del difunto Pachacutec, cuando sa- bemos a través de Cobo que era costumbre conservar las momias de los jefes guerzeros junto con los idolos de los pueblos con- quistados por ellos. 4A que se debié la actitud de Garcilaso de esconder y trasto- car los acontecimientos? Segtin el razonamiento europeo, no ha- bia ninguna razén para relatar en forma tan diferente la historia inca. La explicacién debemnos buscarla en los més puros criterias indigenas que aplicé Garcilaso, juzgando los acontecimientos con toda la pasién existente entre las panaca, que en el Cusco formaban bandos politicos, En las guerras entre Huascar y Atahualpa se crearon camari- las encabezadas por Capac Ayllu, panaca de Tupac Yupanqui, y por Hatun Ayllu, linaje de Pechacutec, Gercilaso descendia por su madre de la panaca de Tupac Yupanqui, al igual que Huascar identificado con le misme panaca por su madre Raura Ocllo; mientras que, segtin nuestra investigacién, Atahualpa pertenecia por su madre a Hatun Ayllu, Las guerras por la suce- sién de Huayna Capac tomaron prontamente un giro en torno a litigios y rivalidades entre estas dos panaca reales, pero no nos adelantemos, lo anticipamos equi sélo para tratar de explicar los, seuliuientos del Inca escritor. ‘Toda esta acumulacién de rencores y odios, aumentados por la quema de Je momia de Tupac Yupanqui, y por el ensafiamien- to de los generales de Atahualpa en Huascar y sus deudos, afec- taron profundamente Garcilaso y lo impulsaron a trastocar los, 66 Manla tosrwoxcsts ‘Sucesos. Por otro lado, como ya hemos visto, silenciar los acon- tecimientos y alterar los eventos era un hecho frecuente en la historiografia andina. La misma pasién movié también a Betan- z0s en sentido contratio, al omitir a Huascar de su lista de sobe- anos cusquefios de la capaccuna. De no haber sido truncado el desarrollo ince por la Ilegada de los espaiioles, todos los episo- dios sobre Huascar hubieran desaparecido de los cantares, qui- pu y pinturas oficiales. Su recuerdo se hubiera conservado sélo en su propia y disminuida panaca, Debido al habito andino do adulterar los eventos se hace im- posible relatar una historia inca veridica, coherente y segura. Cada suceso deberia ser comprobado, lo cual es imposible por falta de documentaci6n. El caso de la ansposicién de les mo- mias reales realizada por Garcilaso y su flagrante enredo inten- cional, es comprobable porque ocurrié ya en época colonial, y es posible comparar testimonios escritos. Bsto demuestra que una historia inca podia ser relatada de tres 0 cuaito maneras diferentes, y en elles se basaron los cronis- tas. De alli que la guerra contra los chancas tenga que ser investi- geca con gran cautela para poder asf desbrozar el mito de le rea- lidad. De gran ayuda son las referencias arqueolégicas que pueden colaborar con las noticias etnohistéricas y, en algunos casos, oponerse a ellas. Gonzélez Carré (1981, 1987), al investi- gar la historia de Ayacucho encuentra que al debilitarse el pode- io wari suxgieron unas elnfas por los aos de 1200 a 1470 d.C. que él identifica con los chancas y sus grupos afines Los estudios arqueolégicos han permitido descubrir mas de ciento veinte asentamiantos a lo largo de la cuence del rfo Pam- pas. Dichos pueblos se encuentran entre los 2,000 a 4,000 metros sobre el nivel del mar; tal ubicaci6n muestra que sus habitantes tuvieron le necesidad de dominar los lugares estratégicos para su dofonsa, Sus restos de cerémica, burda y simple, no guardan re- Jacién con le alfareria sofisticada de la 6poca wari, indican mas bien que sufrieron la invasién de pueblos de cultura inferior. Para Gonzélez Carté, los chancas y sus aliados fueron hordas Iu, EXPANSION Y DESARROLLO er que dominaron la regién de Ayacucho, Huancavelica y Anda- hhuaylas, y los responsables de la destruccién dela ciudad weri. Los hallazgos arqueolégicos confirman nuestras hipdtesis y nos permiten presentar un dltimo problema: descubrir los moti- ‘vos y razones que llevaron a Cusi Yupanqui a escoger como nom- bre de gobernante el de Pachacutec. Adelantaremos aqui una conjetura, muy especulativa, que no podemos prober, pero que creemos necesario plantear y discutir pues es la tinica manera de avanzar en la investigecién: en ol caso de ser los chancas y tribus emparentadas los destructores de la hegemonfa wari, la victoria inca serfa una remota revancha por un suceso legendario acaeci- do siglos atrés. En el Cusco de aquel entonces debian conservarse mitos y recuerdos sobre el pasado, a pesar de haber transcurrido varios siglos desde el final de la tercera época wari hasta los ini- cios del auge inca. El ejemplo del mito de Mama Raiguana, diosa de la sierra contral y norcentral, conservado on el actual pueblo de Pampas en el valle alto de Chancay como un relato folclérico de una madre campesina, nos permite afirmar la pervivencia de la tradicién oral (Rostworowski 1983; Arteaga Leén 1976). Es so- bro tn base de este supuesto que nos permitimos aventurar que algunos soberanos waris llevaron el apelativo Pachacutec, y que Cusi Yupanqui opté por el nombre que le recordaba antiguas grendezas de aquella hegemonia, y que posiblemente se sintio heredero de los legendarios sefiores waris y deseé emularlos (ver la numerosa lista de sobaranos dada por Montesinos, cabe la leja- na posibilidad de que sea una lista de los sefores waris). Por otra parte, cuando en el Cusco sucedfa algdn alborota mayor en las sucesiones, el Inca que obtenfa la mascapaycha afirmaba su situacién eligiendo un nombre espectacular, como en los casos de Viracocha después del asesinato de Yahuar Hua cac en la convulsionada situacién del Cusco, de Cusi Yapanqui a raiz de la guerra contra los chancas y la muerte de Urco y, por iiltimo, de Atabualpa que escogié por apelativo real ol de Tisct Capac al triunfar sobre Huascar (Quipucamayos de Vaca de Cas- tro 1920; Santa Cruz Pachacuti 1928). 68 MARIA ROSTWWOROWSKI Para sostener, como quiere Imbelloni (1943), un recuerdo milonario y un retorno cfclico es necesario, ante todo, conocer algun tipo de escritura y de cémputo para contabilizar el paso de los aftos. El sistema de los quipu no ere suficfente para ese fin; los naturales no levaron cuentas de esa naturaleza porque no medfan el tiempo por aftos solares. Cuando los espafioles quisi ron saber el mimero de afios transcurridos desde la muerte de Huayna Capac hasta la legada de Pizarro en su tercer viaje, la in- formacién fue confusa y distinta en cade informante. Si los hi panos no pudieron precisar con exactitud los hechas acaecidos sélo unos cuantos afios antes, menos pudieron los naturales conserver la nocién de mil afios. Los indigenas no llevaban tam- poco el registro de sus edades personales por aftos, sino por ci- clas biol6gicos o vitales. Esto se nota también en las innumera- bles probanzas de los documentos administrativos y judiciales, como ese testigo indigena que afirmé no saber su adad porque ellos “no cuentan afios” (Espinoza 1971: 204) ‘De la misma manera, las edades de Guaman Poma y las n- rraciones del diluvio son transposiciones de creencias judeo- cristianas, sin base andina, Cuando en un mito andino se narran grandes inundaciones o lorrenciales luvias, probablemente se trata de las apariciones del fenémeno del Nifo, es decir de tres- tornos en las corrientes marftimas. Los nueve Pachacuti de Imbelloni y las cuentas cfclicas son s6lo una transferencia del pensamiento del Viejo Mundo a los Andes, hecho frecuente en la historlograffe andina, LA RECIPROCIDAD La reciprocidad era un sistema organizativo socioeconémico que regulaba las prestaciones de servicios a diversos niveles y servia de engranaje en la produccién y distribucién de bienes. Era un ordenamiento de las relaciones entre. los miembros de una sociedad cuya economfa desconocia el uso del dinero. Exis- 1M. EXPANSION Y DESARROLLO 6a tid on todo el 4mbito andino y actué como eslabén entre los di- versos modelos de organizaciones econémicas presentes en el amplio territorio. ‘Numerosos antropélogos han realizado estudios on variadas comunidades campesinas del Perit en un esfuerzo por investigar el funcionamiento actual de la reciprocidad y por esclarecer su articulacién y permanencia (Alberti y Mayer 1974), Otros han comparado culturas antigues cuya caraceristica comiin fue ol desconocimiento del dinero (Polanyi 1957; Sahlins 1972). Segtin los estudios de Murra (1972), se distinguen dos nive- les en Ja reciprocidad: por una parte las comunidades rurales {ayllus) unidas entre si por lazos de parentesco y regidas por un principio de reciprocided y, por otra parte, el Estado inca, rodea- do de un eparato militar y administrativo, beneficierio de las prestaciones de servicio de sus stibditos y cuyos excedentes eran redistribuidos. Wachtel (1974: 1353) encuentra que al surgir el Estado ince, le estructura de una primera etapa de la recipraci- dad sufrié un cambio, uséndose en otro contexto que permitié el desarrollo dal aparato estatal, mientras que el antiguo enuncia- do de la reciprocidad cumplia s6lo une funcién ideolégica que disimulaba y justificaba las nuevas relaciones sociales Se distinguen dos etapas o épocas en el desarrollo de la reci- procidad. La primera corresponde a los inicios del desenvolvi- miento incaico, y regulaba las relaciones entre los varios sefiores del érea cusquefia. En esa época, el poder del Inca era sumamen- te limitedo, no podfa libremente ordener le realizacién de las principales obras de infraestructura que debian promaverse para dar inicio al predominio inca. De ellf la gran importancia que tenia en los cusqueiios el manejo de la reciprocidad para al- conzar sus fines y aprovechar el maximo del sistema, La segun- da etapa de la reciprocidad comprende su funcionamiento du- rante el apogeo, cuando el sistema suftié transformaciones con el fin de adapiarse a las exigencias de un Estado. 70 -MaRia RosTWORDWSK! La reciprocidad en su forma primitiva Pera conocer el desarrollo de la reciprocidad y su funcfona- miento en los inicios del Cusco recurrimos de nuevo alacrénica de Betanzos, pues es la tinica que aporta un enfoque no sola- mente andino, sino que sefala cémo se cumplieron las primeras gestiones para cambiar la situacién del curacazgo del Cusco en un gobierno ms poderoso y cantralizador. Después del triunfo incaico sobre los chancas, un naciente equilibrio del poder se gesté en el Cusco. Si bien Yupanqui ha- fa adquirido un gran prestigio militar, y podfa contar con nu- merosos aliados, estaba lejos de poseer un dominio absaluto 0 directo sobre los otros sefiores; no podia ordenar ni realizar obras sin contar con el visto bueno y el apoyo de los demas cura- cas. Le era imposible disponer directemente de la fuerza de tra- bajo, necesitaba de sus vecinos. Al empezar la expansién inca, la autoridad no se ejercia directamente, sino a través de la Tecipro- cidad y de 1a minka, palabra cuyo verbo minccacuni significa, segiin Gonzélez Holguin, “rogar a alguno que me ayude prome- Uéndole algo" (1952). {Qué sucesos se desprenden de la crénica de Betanzos que permitan apreciar las gestiones iniciales del engrandecimiento de los incas? Ante todo, aparecen las relaciones existentes entre los incas y los curacas. Todo trabjo que deseaba realizar Yupan- qui, lo tenfa que solicttar y “roger” a los sefiores vecinos, Tenfa primero que convocarlos a venir al Cusco, agasajatlos con rega- los, comidas, y dias enteros transcurtian en regocijos: s6lo des- pués podia el Inca formular su “ruego” y pedir la colaboracién de los curacas para proporcionar la fuerza de trabajo para em- prender tal o cual obra, Siel Inca deseaba agradar y congraciarse con sus vecinos de- bfa forzosamente mostzarse “generoso" con ellos, darles muje- res, ropa, objetos suntuarios, coca, entre otros. En esta situacién, los Incas estaban obligados a poseer una cantidad apreciable de regalos; dicho en otras palabras era esencial tener un monto de (1, EXPANSION Y DESARROLLO n bienes en excedente y disponible que fuese un elemento de ob- sequio, a cambio del cual recibirian la fuerza de trabajo indis- pensable, En aquel entonces, un simple curace rural debié ser bastante pobre y réistico en cuanto a disponer de valores costo- 808, es por eso que cobré tanta importancia el botin obtenido por los incas después de la derrota de los chancas, El cuantioso des- pojo fue, segtin nuestra opinién, el paso trascendental que per- mitié a lo Incas ser “dadivosos" afianzando as{ el engranaje de la reciprocidad. Por ese medio pudieron atraer a su érbita la ayuda de los curacas comarcanos, lo que significaba, en otras palabras, tener acceso a la mano de obra del sefior vecino, sin la cual era imposible emprender las obras de estructuras necesarias para dar comienzo al crecimiento, El botin reunido @ raiz de la derrota final sobre los chancas debié ser cuantioso si tomamos en cuenta que parte de su ejérci- to habla incursionado con éxito en el area del Cuntisuyu. Es muy probable que los incas, cuando ocuparon los principales centros chancas, reunieran los bienes logrados anteriormente por éstos en acciones de rapifia. Segiin Betanzos, todos los importantes trabajos iniciados y emprendidos por Yupanqui fueron hechos en cierto orden. Ya hemos dicho que era imprescindible montar las estructuras fun- damentales que permitieran establecer In organizacién ince. Para la historia en sino interesa saber quién o quiénes principia~ ron tales obras, sin las cuales no hubiera podido extenderse el curacazgo cusquefio. Lo interesante de la descripcién de Betan- zos 9s el modo como se fueron ejectitando Los trabajos esenciales sobre los cuales reposaria la organizacién estatal. Una de las primeras medidas de Yupanqui al ser designado Seftor del Cusco fue efectuar un nuevo reparto de tierras en los alrededores de su ciudad. Sobre esta medida ratornaremos pos- teriormente, pero la mencionamos aqui porque fue una manera de satisfacer a las panaca y ayllus afines a los incas, de contentar y recompansar a los que habian luchado por el triunfo cusque- fo, El antiguo cantar de Hatun Ayllt aflora en la narrativa de Be- nm ‘MARIA ROSTWORDWSKI tanzos cuando narra el paseo dado por Yupanqui a lo largo del pueblo y sus alrededores, mirando y reflexionando en lo que convenfa y deseaba ejecutar. ‘Yupanqui realiz6 también la construccién de depésitos en Jos contornos de! Cusco. Era una manera légica de empezar las obras porque sin un adecuado almacenamiento de alimentos y de objetos manufacturadas Ie hubiera sido imposible mostrarse “generoso”, es decir, no hubiera podido continuat con los reque- rimientos de la reciprocidad. Por eso invité a los curacas comar- canios a venir al Cusco, rectbiéndolos con grandes regalos y co- midas rituales pues ninguna labor se cumplfa en los Andes sin este previo requisite fundamental e indispensable, después de Jo cual Yupanqui hizo su “peticién”: es decir manifests a los cu- racas su deseo de edificar un gran nimero de depésitos con la fuerza de trabajo que ellos dispontan, “todo lo cual aceptaron de hacer los tales caciques porque entendfan que Inca Yupanqui era Seflor que sabia bien sa- tisfacer toda servicio que le fuese hecho (Betenzos 1988, cap. XII: 35) yellos pidieron: ss sefielasen los sitios y lugares de ser hechos los depési- tos, porque los que cada uno de ellos habfa de hacer” (ibf- dem), Este ruego de Yupanqui muestra atin el restringido poder del curaca cusquefio, y que posiblemente no disponia de suficiente mano de obra para emprender solo la ejecucién de semejante ta- rea Cuando terminaron la edificacién: “Inga Yupanqui mandé juntar los caciques y sefiores que... Je hablan hecho servicio y les hizo numerosas mercedes, 1 EXPANSION Y DESARROLLO 3 déndoles ropa, mujeres de su linaje y les permitié descan- sar un afio en sus seftorfos...” (thfdem, p. 36). Transcurrido un tiempo de reposo, el Inca volvié a reunir a Jos jefes comarcanos y cada uno trajo consigo productos pare lle- nar los depésitos; en aquelle oportunidad, los convites y festejos duraron cinco dias, en otras ocasiones los regocijos se prolonge~ ban una “luna entera”, Al finalizar los festejos, el curaca del Cus- co hizo una nueva “peticién”: solicité la construccién de la “for- taleza” de la ciudad. ‘Aqui s6lo interesa subrayar este primer método para colmar los depésitos de productos; una modalidad diferente se emplea- rfa cuando el poderfo del Inca fuese ilimitado. Hasta aqui apre- ciamos que en las obras emprendidas el soberano no impartia Grdenes tajantes y directas a los sefiores, sino que solicitaba su ayuda y colaboracién y ellos a su vez aceptaban lo propuesto por él. Numerosos pedidos formulé Yupanqui a sus sefires aliados, cliiéndose siempra a las normas del ritual de la solicitud, esta~ bleciendo prioridades en los trabajos a ejecutar. Es asf que la re- ciprocidad jugé un rol primordial como eje de los éxitos incas y desempefié un papel crucial en el nacimiento del Tahuantinsu- yu (Rostworowski 1978c). Es de suponer que a medida que se ampliaban las conquis- tas, el nimero de curacas unidos al Inca por reciprocidad y por lazos de parentesco fue umentando, lo que dio como resultado tuna afluencia cada vez mayor de fuerza de trabajo al Cusco. Si tal fue el modo de proceder andino, puede suponerse que siel “ruego” no se formulaba segiin las costumbres establecidas, osila peticién no satisfacia a los sefiores, ya fuese porque el Inca no se mostraba lo suficientemente “generaso” o por cualquier otro motivo, existia la posibilidad de un rechezo de los mismos. Para evitar tal circunstancia, el Inca se vefa obligado a mostrarse sumamente "“dadivaso" y quién sabe si a veces no se producfan propuestas y contrapropuestas. La posibilidad de que los sefio- res no aceptaran-el:"ruego”-del-Inca podfa ocurrir cuando ellos ” anda RosToROWset quedaben descontentos y ofendidos por alguna omisién del so- borano Es muy posible que cuando los gobernantes del Tehuentin- suyu acrecentaron su poder, encontraran en el mecanismo dela reciprocidad un estorbo y una demore para sus planes y desea tan dojar de Jado, por lo menos ocasionalmente, el “ruego” y el “requerimiento” para actuar directamente, lo cual debié perjudi- car los ostrechos vinculos ancestrales que untan al Sapan Inca con los hatun curaca subalternos. Esto se percible claramente en el apogeo inca, que examinaremos a continuacién, Naturalmente, existié una correlacién a distintos niveles de reciprocidad: entre los miembros de un mismo ayllu, de varias parcialidades entre sf y pertenecientes a una misma etnia; las ro- laciones de los hatun runao gente del comtin con sus sefiores in- mediatos, entre otros. Es importante hacer hincapié que entre los principales y los sefiores existia una amplia jerarquia, y los lazos que unfan a un subslterno con otro personaje superior fue- ron diversos y se prestan a una investigacién detellada que ana- lzaremos al tratar la composicién social del Tahuantinsuyu. ‘Desde luego que no se trata de una jererquia simple del hombre comin hacia su curaca y, por encima de él, el Inca. La sociedad andina era mucho més compleja, y on el vasto territorio habfa a fines del siglo XV y principios del XVI, un ndmero de grandes sefiores a Ia cabeza de macroetnias que ejarcfan un poder mayor que el de un simple y rastico curaca de pueblo, 1a reciprocidad durante el Tahuantinsuyu Gon la expansién territorial cusquetia, ya no era dable seguir con el patr6n inicial dela reciprocidad. Bs natural que la base del sistema sufriese cambios sustanciales para adaptarse a la nueva situaci6n creada, Ante todo, el poder de los gobernantes incas aument6 al ritmo de sus conquistas, lo que hizo imposible que pudieran reunirse con cada curaca de pueblo a comer y beber. 1, expansion Y DesaRHOLLD % Segin Marris y Thompson (1985: 165), la creacién de los centros administrativos tuvo como uno de sus fines confirmar Jas lealtades politicas y la.colaboracién econdmica necesaria Debido a las enormes proporciones del Estado inca, hacfa falta lugares donde pudiesen congregarse los jefes étnicos comarca- nos a renover sus alianzas de recipracidad con el soberano. Las interpretaciones arqueolégicas de los autores menciona- dos seftalan que en la plaza principal de Huanuco Pampa el én- fasis no se encontraba en el aspecto militar, como deberfa tener un puesto de avanzada, sino més bien en el aspecto ceremonial, para ritos y convites en torno a la residencia del Inca o de sus re- presentantes. Para mantener los lazos de reciprocidad se reque- rfa de un espacio abierto, apropiado para reunir a un elevado ni- mero de personas, y tal serie la razén de las excepcionales dimensiones de la citada plaza (500 m. por 350 m.}. Otro medio para subsanar la imposibilidad de que el Inca se reuniese con frecuencia con todos los sefiores de sus vastos do- minios, fue la presencia en la capital de uno de los sefiores dua- les de cade curacazgo. Este informacién de los cronistas puede comprobarse a través de las dos Probanzas de don Gonzalo, cu- raca de Lima (Rostworawski 1981-82). Una alternativa que permitié a los soberanos cusquelios te- ner una répida y directa solucién a sus problemas, sentitse més libres para actuar sogiin sus necesidadss, y librarse de las reglas establecidas por la correspondencia fueron los yana: personas sacadas de sus ayllus de origen para cumplir tareas y Lzabajos es- peciales y que no tomaban parte en las faenas comunales de sus parcialidades y pueblos. Los habfa de diversos status, podian ser simples campesinos atados al trabajo de la tierra, artesanos espe- cializados 0 curacas, y sus tareas se establecian segiin sus condi- ciones. Bllos podian ser adscritos a diversas personas, ya fuese a un Inca, a una Coya o gran sefiora, 2 una huaca o a un curace provinciano. Existié una amplia gama de yana, segiin su situa- cin, origen y fines para los cuales estaba destinado, pero su ras- 76 [MARIA ROSTWOKOWSKI go comin era situarse fuera del sistema de “ruegos" y de “reque- rimientos”, Sin embargo, para el caso de la reciprocidad estatal, cabe se- fialar dos niveles de yana, ambos muy utiles al gobierno. El pri- moro fue el reemplazo de un jefe local por un curaca yanayacu que tomaba el lugar del sevior natural, El desplazamiento se efec- tuaba si el cacique se oponfa con sus armas a someterse al Cus- co, Después de quedar vencido era substituido por un yana, per- sonaje designado por el Inca y, naturalmente, fiel a su persona. Le veniaja de un yana en el poder consistfa en que no entraba en el sistema de le reciprocidad; el soberano podia ordenar y exigir- le el cumplimiento de su voluntad sin ningin requisito previo. Esla nueva modalidad para con los curacas revoltosos, obligaba alos jefes de etnias a mostrarse sumisos a las érdenes estatales y a cooperar en todas las exigencies del gobierno cusquefio. El otro nivel de yana para conseguir fuerza de trabajo desli- gada de la reciprocidad fue el que trabajaba en las grandes pro- piedades particulares de los Incas y Coyas. Cada panaca hereda- ba y posela en los valles corcanos a le capital cuantiosas haciendas cultivadas por un niimero elevado de estos servido- res, sobre lo cual volveremos més adelante cuando estudiemos la posesién de la tierra (Rostworowski 1962]. También existieron yana en otro tipo de tenencia de tierras. esta vez del gobierno en general, situades en diversos lugares del Estado. El mismo status tuvieron un sinnimero de artesanos es- pecielizados, como plateros y orfebres, en su mayorfa origina~ tios de la costa, que eran enviados al lugar donde se necesitaba de sus habilidades para fines suntuerios. Elaboraban en el Cusco objetos de arte para el Inca y su corte, muchos de esos articulos se usaban como dadivas y obsequios para los grandes sefiores, y con ese fin se establecié en el Cusco un monopolio de produc- cién suntuaria que el soberano distribuia segiin los intereses el Estado. Es asi que en las antiguas estructuras se dieron profundos cambios originados por la praxis inca para lograr situaciones 1 EXPANSION Y DESARROLLO "7 nuevas, al precio de una total mutaci6n del pasado. Ahora bien, estos cambios ocurrieron sélo a nivel de las esferas gubernamen- tales y de las altas jerarquias; los miembros de los ayllus comu- nes y campesinos siguieron con sus ancestrales tradiciones. Sin embargo, y # pesar de estas transformaciones, dentro de la pro- pia elite inca se continué practicando la reciprocidad. Las pana- ca reales se mantenfan unidas por los fuertes lazos de parentes- co y de reciprocidad. Un ejemplo de la persistencia de dicha costumbre entre los sefiores encumbrados fue lo sucedido con Huayna Capac cuan- do estaba enfrascado en la guerra contra los cayambis del norte. Fl Inca, necesitado de refuerzos y por la premura del tiempo, or- dené entrar en la batalla al ejército recién Megado del sur, co- mandado por generales deudos suyos, prescindiendo del ritual de la reciprocidad, y de la solicitud de las dadivas. Muy enoja- dos el general en jefe, Michicuacamayta, y los Orejones que le acompafiaban, cogieron la huaca de Huanaceuri que traian con- sigo y emprendieron el camino de retorne al Cusco. El scberano, entetado de la desercién de los Orejones, envié tras ellos a sus amisarios cargados de grandes regalos, ropa y comida. Satisfe- chos los sefiores con tantas mercedes volvieron al lado del Ince y pelearon valerosamente. En el mundo europeo este episodio se hubiera juzgado como una traici6n, y un castigo ejemplar habria esperado a los deserto- res, En el mundo andino era el Inca quien estabe en falta y debia enmendar, en lo posible, su error, halagando a los sefiores con las dadivas que les correspondian y esperaban. Omitir la reci- procidad era considerado un insulto mayor, y los jofes no pudie- ron tolerar el desacato e sus personas y por consiguiente no les import6 abandonar al Inca en un momento critico. Entre la elite cusquefia eran usuales las comidas ceremonia- les on la plaza publica en las cusles participaban las panaca y Jos ayllus importantes, divididos por sus mitades, y sentados se- giin sus jerarquias, Eran actos solemnes, llenos de tradicién y de hondo sentido-soviopolitica: Uno-de los muchos errores-do- 78 suas RosTwoRase) Huascar fue el de no participar en dichas reuniones donde se confirmaban las obligaciones mutuas. Su ausentismo y su acti- tud despectiva hacia las panaca le atrajo el rencor de stis deudos y el resentimiento de muchos altos personajes (Pedro Pizarro 1944: 53). No sélo los incas tuvieron por hébito juntarse para partici- paren fiestas y comidas rituales, sino también los grandes sefio- res 6inicos con su propia gente, dentro de sus niveles soctopoliti os. Si bien los sefiores se congregaban para comer y renovar sus vinculos de correspondencia, en la costa era usual que cuando el jefe étnico salfa de su palacio a cualquier lugar, dispusiera de un séquito de cargadores con sendos c4ntaros con bebidas, y allf donde se posaba la litera acudia el pueblo a beber a expensas del sefior. Esta generosidad del curaca costefio era una manifesta- cign de una reciprocided asimétrica entre un sefior y sus siibdi- tos, y formaba pare del ritual yunga, Cuando los espafioles, sin entendor ol significado ni en qué consistfa la recipracacién, cali- ficaron estos procederes como “borracheras" y los suprimieron, Provocaron graves problemas a los sefiores que vieron en ello una disminuci6n de su autoridad (Rostworowski 1977a: 242), Amanera de recapitulacién podemos decir que en un princi. pio el poder del Inca se fundamenté en una coastante renova- ci6n de los ritos de la reciprocided, por lo que el Estado debe ha- ber mantenido en sus depésitos un niimero de objatos suntua- Hlos y de subsistoncias que tuviera relecién con el de curacas y jefes militares con quienes tenfa que formular la reciprocided. A medida que fue creciendo el Tahuantinsuyu, fue crecien- do también la cantidad de sefiores por agasajaz. Esta obligacin debié ejercor una constante presién, una imposicién cada vez mayor sobre el gobierno que dehia cubrir la demanda da produc- tos para la correspondencia. Por este motivo, el Estado se vio obligado a obtener constantemente un incremento en sus ingre- sos para asegurarse que disponia de las cantidades necesarias. El Estado cubrié de varias maneras esta damanda. La prime- ra consistié en incrementar las tierras llamadas del Inca, fue por 1 BXDANSIORY DESARROLLO 79 ese motivo que con el advenimiento de Tupac Yupanqui y mas tarde de Huayna Capac se aumentaron sucesivamente, en cada sefiorio, dichas tierras, Castro y Ortega Morején (1974/1588) lo manifestaban para Chincha, y la misma informaci6n se halla en el curacazgo de Quivi, en el valle del sfo Chillén, en el mayor né- mero de plantaciones de coca para cada gobernante (AGI-Justi- cia 413), Otra manera de impulsar la productividad se tradujo en Ja construccién de andenes en lugares propicios, y también en el incremento de los sistemas hidraulicos. Une tercera solucién fue habilitar tierras yermas 0 poco po- bladas con fuerza de trabajo nueva, para que se encargase de la produccién agropecuaria de dicha zona. Tal es el caso de las tie- ras de Huayna Capac en Cochabamba donde laboraban més de catorce mil mitmag (Wachtel 1980-81). ‘Emprender nuevas conquistas y adquirir por las armas acce- 50 a nuevas tierras estatales fue le cuarla manera como encara- ron la satisfaccién de la mayor demanda de productos para la co- respondencia; aunque si bien se sclucionaba le demanda inmediata, esta medida creaba a su vez un mayor ntimero de se- ‘ores étnicos con quienes mantener vinculos de reciprocidad. Contad y Demarest (1984: 132) sugieren que la ambicién y presi6n de las panaca fue uno de los factores de la expansin inca, Nosotros suponemos que fue ms bien el propio sistema andino de la reciprocidad el que, como una bole de nieve, exigla constantemente el aumento en la produccién estatal con fines administrativos y la imposicién de un crecimiento productivo constante. CONSTRUCCIONES Y OBRAS ESTATALES. En todo el ambito donde imperé el dominio incaico han queda- do esiablecimientos urbanos, sentuarios, palacios, recintos, ca- 80 MARIA ROSTWOROWSKI minos, tambos, depésitos y andenes, como huellas de su perma- nencia La creciente expansién requerfa para sus fines administrati- vos y bélicos de toda una red de infraestructura, caminos, dep6- sitos y tambos escalonados en las rutas principales para abaste~ cer a los ejércitos, a los numerosos personajes administrativos necesarios para el engranale del Estado, y a los grandes contin- gentes de mitmag enviados de un punto a atto del espacio andi- no, Para todo este movimiento masivo de poblacién habia que proparar alimentos y armas, dispuestos en ciertos espacios a lo largo de las rutas. Los incas destacaron indudablemente en la planificacién de su Estedo, y no podemos dejar de preguntarnos por qué motivo este pais ha dejado de lado el espfritu organtza- livo andino? éPor qué ha perdido dicha virtud? Los ‘iltimos gobernantes cusquefios fueron grandes cons- tuctores, y junto con la adquisicién de nuevos dominios im- plantaron sus métodos de desarrollo que tendian a homogenei- zar los territorios bajo su mando. El afén de edificar respondia a la reciente situacién creada a rafz de la victoria sobre los chan- cas, coyunture que no sélo fue el principio de la expansién de las armas cusquefas, sino que permitié a los incas acceder @ una numerosa fuerze de trabajo para echar las bases indispensables del surgiente poder estatal. En su estudio sobre arquitecture inca, Gasparini y Margolies (1977) sefialan que positlemente casi todas las construcciones que hoy se identifican como incas perteneclan a una actividad realizada después de 1440. Asimismo, que el gran mimero de obras realizadas en tan corto plazo sélo se explica por la presen- cia de una abundante mano de obra estatal disponible por tur- nos 0 mita. Segin los mismos autores, lo més dificil es identificar las funcfones que tenfan las estructuras (p. 203), y decidir qué edifi- clos se relacionaban con tal o cual empleo, pues un mismo tipo de construccién se repite a través del Tahuantinsuyu (Bouchard 1983) 1, EXPANSION Y DESARROLLO aL El Cusco Betanzos (1968, cap. XVI) y Sarmiento de Gemboa (1943, cap. 32) manifiestan que una de las preocupaciones de Yupan- qui después de derrotar a los chancas fue la reconstrucci6n del Cusco, Como primera medida orden6 despoblar dos leguas alre- dedor de la ciudad y procedié a la reubicacién de las panaca y ayllus, segiin su criterio. Bl acto de otorgar tierras era trascon- dental, dado el significado e implicancia de la tenencia de la tie- a, tema al que volveremos més adelante. Ante esta noticia se impone observar las informaciones que podrian hallarse en la documentacién existente sobre la ubicacién de los eyllus y mi- croetnfas de la regién del Cusco, pues corresponden a una situa- cién creada con posterioridad a las reformas emprendidas por ‘Yupanqui y no a una época anterior. Hecho el reparto, el Inca se dedicé a transformar su capital de acuerdo con el reciente status adquirido, Hasta oso entonces, el Cusco no pasaba de ser un villorrio bastante réstico, frecuen- temente anegado por los deshordes causados por sus dos peque- fios rfos, ¢] Huatanay y el Tulumayo. Sarmiento de Gamboa (1943, cap, 39), Betanzos (1968, cap. 10) y Garcilaso (1943, t. 1, lib. 2, cap. 37) mencionan la practica de confeccionar maquetas de barto de los edificios y de los valles antes de iniciar trabajos de envergadura, Betanzos cuenta (1968, cap. XVII) que los sefiores principales encontraron un dia a Yu- panqui “pintando” las modificaciones que iba a realizar on la ciudad. Estas noticias podrian parecer fantasiosas sino fuera por Jas referencias contenides en un documento de 1558 a 1867 so- bre un juicio por tierras entre curacas en el valle del rfo Chillén en la costa central, Ambas partes en litigio acudicron a Ja Real Audiencia de Los Reyes con sus moldes de barro representando el lugar del valle en pleito, y con osas maquetas demostraron ante los jueces las pretensiones de las partes (AGI-Justicia 413). Cuando un jército conquistaba une regién, personas califi- a2 Maala RosTWOROWSKI_ para que procediese a selialar los cambios a hacerse; luego eran entregados a los encargados de ejecutar las érdenes del sobere- no, Esto muestra los inétodas empleados al efectuar las obras es- tatales, Betanzos (1968, cap. XVI) menciona el inicio de la recons- truccién del Cusco por medio de la reciprocidad: Yupanqui con- vocé a los curacas, jefes de etnias, a que viniesen a la capital tra- yendo alimentos, bastimentos y el mayor nimero posible de gente, En la reunién que siguié a las acostumbradas fiestas fue~ ron designados diez seiores con veinte Orejones, con la misién de ir por los pueblos y “provincias” en busca de subsistencias y que viesen los lugares adecuados para la obtencién de los mate~ riales necesarios, como por ejemplo escoger las canteres pere la extraccién de las piedras. El mismo cronista cuenta los prepara- tives que se realizaban antes de iniciar las obras: los trabajos y tareas fueron repartidos entre los curacas presentes, unos tenien la obligacién de acarrear las piedras toscas para los cimientos, otros trafan el barro pegajaso, le afiadian lana o paja y confeccio- aban adobes; se hacfe acopio de madera de aliso y de cardon, llamado aguacolla quizea (Ceraus peruvianus), para con el zumo untar las paredes antes de aplicarles una capa de barro. Gasparini hace hincapié en la habilidad de los collas del alti- plano como telladores de piedras (herencia de los antiguos Uahuanacoles), gran némero de ellos residente en el Cusco. En el diccionario de Gonzélez Holguin (1952) hallamos voces que sofialan las piedras talladas: callanca y callqui rumé, losas para enlosar. La reconstruccién se inicié con Ja canalizacién de los arro- ‘yos para evitar las ciénagas en la época de lluvias, y de las ace- quias portadoras de agua para la ciudad. Botanzos cuenta que al quedar listas las maquetas y acarreadios los materiales se proce- did a despoblar los lugares donde se alzarfan los nuevos edifi- cios, sus habitantes se establecieron en las aldeas vecinas. Una vez que la tierra estuvo nivelacla, Yupanqui procedi6, con un cordel en la mano, a medir y dar la traza de la nueva citdad, se- | EXPANSION ¥ DESARROLLO 83 fialando cancha y callanca. La obra duré veinte afios. Cieza (Se- orfo, cap. Li) sefiala que en ella trabsjaron permanentemente veinte mil hombres; sin embargo, no fue une tarea tan penosa como se podria suponer porque los operarios residfan en el Cus- coun tiempo limitado, siendo reemplezados por otros de acuer- do con ol sistema de la mita. Para los naturales, segtin Betanzos (cap. XVI, el Cusco figu- raba el cuerpo de un puma: el espacio comprendido entre los dos rios formaba el tronco con Ia cabeza en Sacsayhueman y la cola en Pumap Chupan en a confluencia de los rfos, Para Rowe (1963 y 1967), al pume podria representarse sentado sobre sus patas traseras, y el espacio entre las delanteres comprendia el emplazamiento de las dos grandes plazas, la de Aucaypata y la de Cusipata, con ellas quedaba delimitada la zona sagrada, En su contorno se hallaban los doce barrios mencionados por Garcila- so, ellos fueron: Colcampata, Cantut Pata, Munay Senga, Rimac Pampa, Cayaocachi, Chaquilchaca, Piqchu, Quillipata, Carmen- ca, Huaca Puncu, Puma Cureu y Tococachi, Las plazas incaicas eran extraordinariamente amplias, de forma trapezoidal; cuando el tiempo lo permitia, se desarrollaba en ellas una intensa actividad religiosa y social. EI rito de la reci- procidad se efectuaba en la plaza principal de Aucaypeta, en donde les panaca y ayllus reales se reunian a comer, beber y también a bailar las danzas ceremoniales que marcaban las fies- tas del calendario cusquefio. También allf se celebraban los triunfos de los ejércitos incaicos, y para la ocasin se extendia en el piso parte del botin logrado, los trofeos conquistados @ incluso los seftores y jefes hechos prisioneros para que sobre todo ello pasease el Inca en sefial de victoria y sometimiento de los cura- cas. Para engalanar mejor la plaza, cuenta Sarmiento de Gamboa que la cubrieron con dos palmos y medio de arena trafda de! mar (cap. 30; Polo de Ondegardo 1916b: 109-110). El nombre de la plaza proviene de la voz.auca que significa el soldado y también el enemigo (Gonzélez Holguin 1952) oy sania ROSTWOROWSKI Durante la reconstruccién del Cusco se hizo evidente la ne- cesidad de una nueva divisién del espacio, mas acorde con la si- tuacidn creada, Recordamos que al arribo del grupo de Manco Capac a la primitiva Acamama, las demarcaciones locales com- prendian los cuatro barrios de Quinti Cancha, Chumbi Cancha, Sairi Cancha y Yarambuy Cancha. Més adelante, con el asenta- miento definitivo y la consolidacién de la situacién de Manco Capac entre los principales seftores de la regi6n, se procedié a la segunda divisién, esta vez més extendida que la anterior, y ella dio origen a los cuatro curacazgos de: Manco Capac, Tocay Ca- pac, Pinahua Capac y Colla Capac. Después de la derrota sufrida por los ancostralos rivales de los incas, los antiguos limites no tenfan ya razén de ser, se proce- dié entonces a una tercera delimitacién del espacio. Le envejeci- da nomenclatura local no reflejaba ya le situacién alcanzada después del inicio de la expansién cusquefia. Las conquistas in- caicas permitiexon lograr el dominio de lejanas tlerras y se cred Ja dofinicién de los grandes suyu, con una visién y una dimen- sidn estatal, Es ast que surgié la formacién de las regiones de Chinchaysuyu, Antisuyu, Collasuyu y Cuntisuyy, las mismas que juntas formaron el Tabuantinsuyu. La reproduccién del espacio, tal como ora concebida y repre- sentada por los naturales en los establecimientos urbanos incas, era la cuatriparticién, Morris y Thompson (1985) quioren ver en os “centzos” el sistema de ceque, lo que es poco probable porque en él participaban etnias que no eran incas sino de tiempos muy anteriores a su auge El Coricancha Segiin los cronistas, fue Pachacutec Inca Yupenqui el re- constructor del sentuario y quien lo doté de objetos y adornos de oro y plata en profusién tal que dio origen al cambio de su nom- bre: el antiguo templo era conocido como Inti Cancha “Recinto del Sol" y sélo después se le amé Coricancha o “Recinto de {WL EXPANSION Y DESARAOLLC 85 Oro”, Mucho se ha escrito y comentado sobre sus riquezas por lo que no insistiremos més en allo. Sarmiento de Gamboa (cap, 31) cuenta que el Inca después de le refaccién puso en él nuevos idolos, lo que equivale a decir que procedié a una reforma religiosa, Pachacutec ordené que el Sol ocupase el sitio principal con la representacion de Virecocha asu diestra y de Chuquiylla, el relémpago, a su izquierda, huaca que el Inca tomé por su doble o huauque. Gon este soberane, el Sol dejé da ser objeto de culto exclusive del grupo inca y pasé a toda la religién oficiel del Tahuentinsuyu. Se le consideré padre de los linajes reales, y cuando se elegia un nuevo soberano el candidato esperaba la confirmacién solar de su nombramiento. El cambio religioso en el Cusco no afectaba la veneracién dada a las miltiples huacas e idolos existentes en el ambito an- dino. Més atin, Pachacutec quiso que las principales huacas per- menecieran en el Cusco y les otorgé servidores, lierras y bienes: era la manera de controler posibles rebeliones pues los naturales no se alzaban por temor a las represalias que podien ejercer so- bre sus Sdolos. El Coricancha se situaba en Hurin Cusco, en lo que hoy es la iglesia de Santo Domingo. Su construccién se distinguia por mu- ro5 que haste cierta altura eran de piedras finamente labrades que continuaban luego con adobes; Gasparini supone que la tan mentada cenefa de oro que adornaba el templo servia para disi- mular la juntura de ambos materiales. Segtin Garcilaso (1943, lib. 3, cap. XX), la techumbre era muy alta, toda de madera cu- bierta de paja muy bien dispuesta. Los techos estaban “muy ex- trafiamente” colocedos y sobresalian una braza de la pared, su espesor era tal que en el tiempo de las luchas entre Pizarro y Al- magro los techos del palacio de Casana tardaron varios dfas en quemarse (Pedro Pizarro 1978: 161). E] aspacto més bien pobre de estas coberturas se remediaba durante las fiestas y aconteci- mientos, recubriendo la paja con vistosas mantas confecciona- das con plumerfas de maltiples colores (Santa Cruz Pachacuti 1928: 208). Hs 86 Mania RoSTWOROWSKI A posar de lo esmerado de su construccién, el Coricancha no se diferenciaba en su plano de las dems edificaciones incaicas, la diferencia consistfa slo en un trabajo més primoroso de las. piedras empleadas Gasparini y Margolies (1977: 242) comparan la investigacin hecha por Rowe en 1940 con su propio estudio después del te- rremoto del afio 50 que destruyé buena parte del Cusco. Es una Iéstime que no se dejaran despejades las ruines, sin la recons- truccién de la iglesia (que padfa haber sido reubicada), con el fin de limpiar la zona y efectuar en ella trabajos arqueolégicos. De haber sido asi, el mayor santuario inca hubiera quedado rodeado Ge jardines, como las ruinas del Foro Romano en medio de la ciudad moderna. Al derrumbarse la iglesia de Santo Domingo quedaron visi- bles algunos de los antiguos muros, lo que permitié tener una mejor informacién sobre las estructuras indigenas. Gasparini ha hecho un plano hipotético del templo del Sol, con sus callanca en torno a un gran patio encuadrada por el norte por dos galpo- nes que siguen le direccién de los muros de la iglesia, al sur con dos habitaciones similares, mientras que en los espacios latera- les, las piezas eran menores enmarcando el cuadrado. Pedro Pizarro (1978: 92) cuenta que delante del aposento donde decian que dormfa el Sol, existia un pequefo huerto en donde sembraban "a su tiempo mafz para el astro”, Es curiosa la referencia que hace sobre la tierra traida desde Chincha para di- cho jardin (Relaciones Geogréficas de Indias 1886, t. Il, apéndice 1: IX). No hay ninguna explicacién acerca del motivo de Ja elec- cién de dicha tierra para cultivar el mafz del Sol; sobre las raz0- nes de esa proferencia queda abierto un interrogante, Santuarios-palacios y centros administrativos Junto con la remodelacién del templo del Sol, se refacciona- ron los principales santuarios cercenos al Cusco, como Huana- cauri, Anahuarqui, Yauira, Ginga, Pical y Pachatopan. En la clu- 1. EXPANSION Y DESARROLLO a7 dad y sus alrededores varios fueron los recintos edificados por el Inca Pachacutec, y por estar relacionadas con su vida fueron considerados como santuarios. Ellos eran: Cusicancha, "Recinto Venturoso”, situado “frontero al templo de Coricancha”, lugar de nacimiento del Inca y por dicha raz6n permanecfa bajo el cui- dado de Ifiaca Panaca, su ayllu de origen (Rowe 1979, Ch-5:1); Condor Cancha, palacio donde vivié (Rowe, Ch-2:4); Patallacta, casa situada en Carmenca lugar en el que muri6, por lo que se dispuso se hiciesen alli sendos sacrificios (Rowe, Ch-1:2); por ‘iltimo Pomamarca, casa ubicade en un llano cexcano al Cusco donde se conservaba la momia de la mujer de Pachacutec y se le sacrificaban nifios (Rowe, An-6:6). Ademés, podemos mencionar el santuario de Tococache en el cual guardaban un {dolo de oro macizo llamado Inti llapa, que quiere decir “trueno del Sol", el mismo que el Inca Pachacutec tomé por huauque o “hermano”. Sele hacfan sacrificios y se le ro- gabs para que el soberano no perdiese sus fuerzas (Rowe, Ch-2:3; Sarmiento de Gamboa, cap. 47), Otro templo fue el de Paquen Cancha situado cerca del Cusco, y donde se conservaban las pin- turas relacionadas con la vida de cada Inca (Molina 1943: 7), En documentacién de archivos hallamos que en el alto valle de La Convencién, Pachacutec posefa no sélo tierras propias ara sembrar maz, y en las bajas, plantaciones de coca, sino que mandé edificar un palacio llamado Guaman Marca para su re creo (Rostworowski 1963; Kendall 1980) Si bien este Inca inicié y continué durante més de veinte aos la reconsstruccién del Cusco, el empefo de dotar a la capital de nuevos edificios perduré a través del gobierno de los Incas si- guientes. Las crénicas sefialan las principales obras adjudicadas a cada soberano, no sélo en Ie ciudad, sino también en las “pro- vincias”, El esfuerzo constructive del Tupac Yupanqui se confunde con la obra de su padre debido al periodo del correinado. Es po- sible que el viejo soberano se ocupara de las edificaciones en la capital, mientras Tupac guerreaba y agrandaba el Estado. 8a ‘MARIA ROSTWOROWSKI Segiin la mayorfa de cronistas, Tupac inicié la construccién de Sacsayhuaman, la imponente estructura que domina el Cus- co, continuada més tarde por los gobernantes que le siguieron. Existe un interrogante respecto a si Sacsayhuaman fue efectiva- mente una fortaleza, pues ol resto de la ciudad no presenta ras- tos de mayores defensas. Ademés, hay que tomar en considera- cién que durante el periodo de expansién incaica'el Cusco no corria el riesgo de ser atacado. En las narraciones sobre el avance chanca al Cusco, no hay referencia sobre la existencia do un ba- luarte que hubiera defendido la ciudad, al contrario nada estor- 6 el avance chanca en su atropellada carrera por las laderas de Carmenca. Por esos motivos, es posible que Sacsayhuaman fuese un monumento a la victoria lograda por los cusquefios, y que entre sus muros se efectuasen les batallas rituales (Hartmann 1972). Peclro Pizarro (1978: 48) alimenta esta conjatura cuando nos in- forma que Huayna Capac mandé edificar una fortaleza en el nor- le en memoria de una victoria suya, Recordemos la mencién de Santa Cruz Pachacuti (1928: 193) sobre la celebracién del triun- fal retorno de Tupac Yupanqui después de su prolongeda esta- dia en el norte, En ese entonces, y como parte de las fiestas, se re- presenté un simulacro de ataque a le fortaleza, capitaneado por el pequefio Huayna Capac. La lucha, que fue presenciada por la elite y por el pueblo, formé parte de las colebraciones, El palacio de Tupac Yupangui se llamaba Calispuquio Hua- i, y en su vecindad existfa una fuente del mismo nombre muy venerada; en ella los nobles hactan sus abluciones en las fiestas de Raymi (Rowe 1979, Ch-3:7 y Ch-3:8). Cerca del Cusco, Tupac escogié para siel valle de Chinchero a titulo de propiedad privada y edificé en él amplios pelacios y cancha. También fueron suyos los lugares de Guaillabambe y de Urcos [Alcina Franch 1976; Rostworowski 1970a). Entre las construcciones atribuidas a Tupac Yupanqui en el 4mbito del Tahuantinsuyu, eftaremos ol complejo. monumental de Inca Huasi, situado en el valle del Lunahuand, en la margen TH. EXPANSION Y DESARROLLO 89 izquierda del rio, y cercano al pueblo de Paulo, Su particulari- dad radica en que el joven Inca ordené que ese lugar Ilevara el nombre de Cusco, y dio a les plazas, calles y collados los mismos nombres de le capital (Cieza de Ledn 1943, Sefiorfo, cap. LIX). Todo esto se debié a la larga guerra entablada por los cus- quefios contra el curacazgo de Guarco (Cafiete), sefiorio costefio vecino al de Lunahuané, situado en el valle y a orillas del mer. La resistencia de los guarcos duré cuatro aiios porque las tropas del Inca se retiraban durante los meses de verano por temor al calor, y sélo retornaban en invierno. Después del triunfo inca el Nuevo Cusco fue, segiin Cieze, abandonado, y es posible que en él habitaran tan sélo los admi- nistradores y enviados del soberano. La posibilidad de que Inca Huasi fuera una réplica del Cusco le da un interés muy especial al conjunto, y le hipétesis merece un andlisis. Ante todo, hay que sofialar que su edificacién, més que reflejar el plano del Cus- co antes de su maximo desarrollo, se relaciona con una distribu- cin cuatripartita del espacio mftico. Por eso, en sus estructuras no hallaremos un modelo de lo que fue la capital sino més bien su representacién simbélica, Una consideracién especulativa « tomar en cuenta es la adaptacién que el Nuevo Cusco tuvo que suftir por estar situado en las laderas de quebradas y no en un Ilano, La pregunta que surge es alrededor del criterio usado para su divisién, que debié ser on cuatro partes de acuerdo con las pautas habituales (Rost- ‘worowski 1978-80; Hyslop 19885). En un anterior trabajo mencionamos que, de acuerdo con el catestro de ruinas del valle elaborade por el arquitecto Williams (1974), el conjunto més préximo al oeste, denominedo por él El ‘Arca, y por Harth-Terré El Acllahuasi, coresponderia al Cusco Bajo. Las razones que nos llevan a esta conclusion se deben a que esta zona esté separada de las otras estructuras por un espo- lon de cerros y a la presencia de un ushnu en su plaza principal, pues sabemos que existfa una de aquellas estructuras en Hurin Cusco (Rowé 1979, Aui-5:1). De aciierdo con la distribwcien de 90 MARIA ROSTWOROWSKE Jos conjuntos, hecha por Hyslop (1985: 18), se distinguen en las Tuinas cuatro sectores principales bien definidos: Hurin Cusco corresponderia al sector “F" 0 Collasuyu; le sigue ol complejo " con olro usinu en su plaza principal que seria la representa- cién de Aucay Pata de Hanan o Chinchaysuyu; el tercer grupo comprenderia las partes A y C que pod{an ser Cuntisuyu y les edificaciones més logradas de los sectores B y G serfan el Antisu- yu, Naturalmente que todo aquello son especulaciones, pero no por eso carentes de interés. Ours edificaciones hechas por los incas, y sobre las cuales existe documentacién son: la llamada fortaleza de Guarco al pie del maz (Cerro Azul: Marcus, Flannery, Matos Mendieta); més al sur al finalizar el mismo valle existta el palacio de Herbay Bajo, descrito por Squier (1974/1877) y por Larrabure y Unanue {1941}, que debié ser suntuoso. Gracias a documentos de archi- vos, sabemos que en 1562 Herbay se conocfa con el nombra de Tambo de Locos, hoy est4 totalmente destruido (Rostworowski 1978-80). ‘Haremos un alto en la relacién de las obras emprendidas por Tupac Yupanqui para analizar las construcciones estatales que se pueden clasificar como "centros administrativos", y son de dos tipos. Bl primer ojemplo se relaciona con edificaciones en las mis- mas poblacionas conquistadas. En ellas se construyeron o se volvieron a usar estructuras anteriores para albergar'a la admi- nistracién cusquefig, ¢s el caso del recinto llamado Hatun Can- cha en Lurin Chincha y de varios centros del Collasuyu (Castro y Ortega Morején 1974/1558). Una variante religiosa de este primer modelo fue la cons- truccién del templo de Punchao Cancha o “Recinto del Dia" en Pechacamac. La particularidad de este edificio es que no siguié Is norma de las callanca o de galpones, sino la de varias platafor- mas como pirémides truncas, con estructuras en la cima, lo cual 98 un indicador de que los incas se dejaban influir por las nor- ‘mas ostlisticas lugarotias, sobre toda si se trataba de un santua- 1, ERPANSION YESARROLLO a tio de larga tradicién y fama, Es posible que Punchao Cancha cumpliera igualmente una doble funcién, la de un templo dedi- cado al Sol y la de ser un centro administrativo inca. En los do- cumentos de los siglos XVII y XVII constatamos que el antiguo santuario era conocido como “El Castillo”, habiendo perdido su sentido religioso, En cuanto a las estructuras llamadas mamaco- rna, éstas son tpicamente incas. El segundo modelo representa indudablemente el apogeo del Estado; se trata de imponentes edificaciones construidas ex- novo, es decir, establecimientos gubernamentales situados en lugares especialmente escogidos para dichas funciones por su situacién estratégica y geogréfica, El mayor y mojor exponente de este tipo es Huanuco Pampa, y en la costa, en escala mucho menor: Tambo Colorado, en Humay, cerca de Pisco. Huanuco Pampa, lugar estudiado por Morris y Thompson (1985), cubre un 4rea de 2 km? y posee unas tres mil quinientas estructuras visibles que quizé llegan a la cifra de cuatro mil. Los incas construyeron este centro sobre tierra virgen, aproximada- mente en le mitad del siglo XV y atin segufa su edificacién a la legada de los espafoles. Su arquitectura es diferente de las al- deas vecinas y se tiene la impresién de una eficiente construc- cidn imitativa, porque no se encuentra el amoroso trabajo ni la virtuosidad de les edificaciones del Cusco. Su plaza principal con un imponente ushnu, mide 550 metros por 350 metros, una extensién verdaderamente enorme, De esta plaza salen una serie de calles y algunas son claremente visibles. Las que mas desta- can, corresponden al Capac Nan o ruta troncal que unfa el Cusco con Quito, y el camino dividfe el conjunto en las dos mitades Hanan y Hurin. Otras dos calles subdividtan la ciudad en cuatro sectores o barrios y se relacionaban con la tipice divisién del es- aclo, indispensable en el sistema organizativo inca Lo novedoso de las sugerencias de Morris y Thompson (2985) radica en la posibilidad de que Huanuco Pampa no s6lo haya sido un centro administrativo, poseedor de innumerables 82 MARIA ROSTWOROWSKI depésitos, sino que haya armonizado lo econémico con lo reli- gioso, y posiblememte lo sacial. En sociedades como Ja andina no se puede separar esos as- peclos porque todo se conjuga en una visién global de la vida. Es posible que una de sus funciones principales tuviera por abjeto reunir a los sefiores de una amplia rea para la renovacién de la reciprocidad, ya que “el ruego” tenia que formularse repetidas veces, Este serfa el motivo de la existencia de una plaza desco- munal, que pudiera contener a todos los personajes que tome- ban parte en las ceremonias sociorreligiosas, festividades en las cuales participaban con banquetes rituales. Los que acudfan se- gin las circunstancias, ya fuesen jefes étnicos 0 peregrinos, no eran habilantes permanentes sino que vensan de distantes regi nes. Entre las personas que habiteban permanentemente el "can- tro" estaban les mamacona, ocupadas en labores textiles y en la preparacién de bebidas para los rituales y regocijos; los mitmaq designados para cumplir labores estatales especiales; y la nume- rosa gente que llegaba a cumplir la mita temporal, proveniente de pueblos més o menos Jejanos. Marris y Thompson (1985) encuentran en Huanuco Pampa una incuestionable evidencia de estratificacién social y, en me- nor niimero, de grupos de diversidad econémica. Bs evidente la existencia de una planificacién estatal para obtener fuerza de trabajo y los productos necesarios para colmar los depésitos, pero también es abvio que en Huanuco Pampa el Estado no trat6 de crear una integracidn a través de la uniformidad, sino més bien de conservar les diferenclaciones como una manipulacion politica. Los autores dudan de que Huanuco Pampa haya sido un cen- tro de produccién de objetos manufacturados, fuera de los texti- les y de los brebajes con fines ceremoniales. En ese sentido dis- crepamos, porque debi6 existir, como en Cajamarca, un lugar para Ia elaboracién de cerdmica utilitaria. En dicha regién el Es- lado ordené el trastado de ceramistas costefios de Xultin para la- brar vajille a fin de cubrir Jas necesidades del gobierno (Espino- 1M, EXPANSION Y DESARROLLO 93 2a 1970). Asimismo, Morris y Thompson afirman que Huamuco Pampa conserva una concepcién de ciudad muy diferente de la europea. Afladiremos que no sélo en este aspecto se tiene dicha sensacién y convencimiento, sino también para otros puntos temas relativos al mundo andino, ‘Una caracteristica importante de estos establecimientos ad- ministrativos fue el elevado niimoro de depésitos para conservar abastecimientos, no necesariamente producidos en la zona, sino trafdos de lugares a veces muy distantes, A los centros afluan los productos de regiones lejanas, como de la costa y posible- mente dela selva, Numerosos documentos de la costa central in- dican que su produccién era transportede ya sea al Cusco 0 a Hudnuco. Los principales centros se extendfan a lo largo del Capac Nan, espine dorsal de la red vial del Tahuantinsuyu. En la regién del Collasuyu, que desde tiempos antiguos mantenfa contacto con el Cusco, las huellas incas son numerosas, Segin Gasparini y Margolies (1977; 124), los incas optaron all{ por la estrategia de aprovechar los establecimientos ya existentes en el lugar, limi- téndose @ remodelarlos. En el sur existié una proliferacién de centros estratégicamente ubicados para establecer un control de Jos valles. Entre los edificios atribuidos al gobierno de Tupac Yupan- quise cuenta el Santuario del Sol en la isla del lago Titicaca y los Santuerios de la Luna en la isle Coata (Ramos Gavilén 1976: 90 y 91), Para el servicio de dichos templos y el de Copacabana, el Inca designé a dos mil mitmag sélo dedicados a su cuidado, mientras que los naturales de Yunguyo fueron desplazados de su hébitat natural (sobre el fdolo de Copacabana, ver Rostwo- rowski 1983). Por la ruta de Chinchaysuyu, Vilcas Huaman, en la actual provincia de Cangello en Ayacucho, fue uno de los centros im- portantes (ver Gonzélez Carré, Cosmépolis y Lévano 1982), En el Ecuador, Tumipampa, construido inicialmente por Tupac Yu- panqui, fue ex-sus inicios-sélo un centro gubernamental;-pero “ MARIA RosTWORONSKL adquirié una gran importancia bajo el reinado de Hueyna Capac guien, por haber nacido en él, lo transformé en ciudad y la em. belleci6, Més adelante, cuando el arribo de los espadioles, su oli. ma agredable y templado agradé tanto @ los hispanos que allf edificaron la moderna ciudad de Cuenca Hesta aqut lo referente a la obra constructora de Tupac Yu- pangul y si bien a Pachacutec se le puede considerar como el ra. Constructor del Cusco, Tupac fue el iniciador de la numerosa edificacién a lo largo y ancho del Tahuantinsuyu, Huayna Capac siguis la obra empezada por los soberanos ue le antecedisron, En el Cusco ordené la edificacién del pala. io de Casane; Sarmiento de Gamboa (cap. 58) y Cobo (1956, t Tl, cap. XVI) mencionan a Sinchi Roca, hermano del Inca, como ncargedo de las obras, y como el constructor de los palacios de cay. Bn la organizacién de los ceque del Cusco, el palacio de Case Sane es mencionado como perteneciente a Huayna Capac y que denizo de sus muros existfa una laguna o fuente llamada Ticei, cocha, muy venerada y dedicade a Mama Ocllo, made del Inca y una de las mujeres més reverenciadas en el émbito andino (Rowe 1979, Ch-6:8 y Ch-8:3). Pedro Pizarro (2978: 87, 88 y 161) Cuenta que el Marqués lo escogis para su morada por haber ‘per- tenecidoa Huayna Capac, pero como es frecuente en casos como éste Garcilaso discrepa y afirma que pertenecié a Pachacvlee (1943, tI, lb. 7, cap. X) cayendo indudablemente en error, por- que sabemos que este Inca tuvo otro palacio, Los demés palacios situados en Ja plaza de Aucaypata fue- ron segiin Pedro Pizarro y Estete (cronistas que vieron la ciudad intacta, antes de su destruccién); Hatun Cancha, un cercado muy grande con una sola entrada a la plaza y pertoneciente a las famacona. En cuanto a Amarucancha, segin al deci: de Pedro Pizarro (1978: 88), era la morada de "Yngas antiguos" y estaba si- tuada en el otro lado de la plaza, Es posible que perteneciora ‘Amaru Yupangui, hijo de Pachacutec, quien en un tiempo ojer- clera la corregencia con su padre y posteriormente fuere oxclui- 1 EXPANSION ¥ RESARROLLO 93 do del cargo en favor de Tupac Yupanqui. Garcilaso, en su afan de disimular el hecho de que Alahualpa pertenecié a la panaca de Pachacutea, transformé deliberadamente los sucesos e inclu- y6 en su lista de soberanos @ un Yupanqui inexistente. Por ese motivo, y por haber sido largo tiempo el tinico cronista consulta do, han perdurado los errores de su relato (Rostworowski 1953), més adelante volveremos sobre este tema al tratar las sucesines en el incario, Siguiondo el ejemplo de sus predecesores, Huayna Capac se adjudicé el valle de Yucay por toner un clima més agradable y no tan frio como el del Cusco. Bs posible que habiendo nacido en Tumipampa, en el norte, le disgustara el clima riguroso de la ca- pital. Otra hacienda suya, de grandes extensiones de tierras, se situaba en Quispeguanca (Sarmiento de Gamboa, cap. 58; Cobo, tI, cap, XVI; Relaciones Geogréficas de Indias 1885, t. II, apén- dice 1: X; Rostworowski 1970a]. Este soberano continué con la obra constructiva a través del Tahuantinsuyu, sobre todo en Tu- mipampa donde erigié el templo de Mullu Cancha, cuyas pare- des fueron revestidas con conchas de color coral (Spondilus sp.) Para dar mayor realce a los edificios, Huayna Capac mandé traer del Cusco piedras que fueron haladas por gruesas maromes de cuero (Cieza, Seriorio, cap, LXIV), En el santuario se hallabe la imagen del Sol y de las principales huacas del incario; en su de- seo de honrar a su madre, Huayna Capac hizo colocar la estatua de Mama Ocllo en un aposento del templo y su cuidado corrié a cargo de servidores de la etnfa cafar (Cabello de Valboa 1951; 384; Cobo, t. Il, cap. XVI). Es posible que le meyor parte de les construcciones incaicas de! Ecuador daten dal gobierno de Huayna Capac, tales como Inga Pirca y los edificios de Quito. En un recuento sobre Ja arquitectura inca pademos decir que a nota predominante fue la sencillez de sus formas, unida a su gran sobriedad en la decoracién, los muras se limitaban @ un ex- colso tallado de los bloques de piedra, y para remedier la rustici- dad de los techos de paja idearon revestirlos con las mas vistosas mantas confeccionadas con plumas de aves selvaticas, En las ca- 9% ‘MARIA ROSTWOROWSKE les del Cusco debfa contrastar el brillo sedoso de les techum- bres y el oro de las cenefas con le frialdad simétrica de los muros, pétreos Los incas se diferenciaron en sus conceptos estéticos de las otras culturas andinas, como Chavin, Tiahuanaco y Wari que emplearon estatuas, estelas y cabezas clavas para decorar sus edificios, Se distinguieron también de los costefios en el trata- miento de los exteriores, ye que aquellos emplearon el color en la decoracién de sus construccionas, ademés de frisos y estucos en bajo relieve (Bonavia 1961; Ravines 1975; Muelle y Wells 1939; La Gasca 1976/1549; Schaedel 1951 y 1966). Los yungas, quizé pare contrarrestar la aridez de sus desier- tos y de su cielo gris, usaron profusamente de elementos pictéri- cos y adornaron sus paredes con escenas de dioses, aves, peces, animales y plantas 0, por lo menos, cubrieron sus muros lisos de harro pintado con un solo color, siendo frecuente e! ocre rojizo y al amarillo limén. Los templos de Punchao Cancha en Pachacamac y Paramon- ga eran edificios situados espectacularmente para adorar de ma- nera simulténea al sol poniente y el mar. El de Paramonga esté descrito por Estete en 1533 como consiruido en cinco cercos su- perpuestos, pintado por dentro y por fuera de muchos colores, con la representacién de dos felinos a los costados de la entrada principal (Femnandaz de Oviedo 1946, |, XIl: 82), Un acierto de los incas fue su macstria en el logro de una ar- quitectura paisajista; ubicaban sus cancha y palacios en lugares donde armonizaban con el medio ambiente, y sus estructuras se identificaban con el entomo. Aprovecharon de le naturaleza para sus fines estéticos, y un ejemplo de ello es el éxito arquitec- ténico de Machu Picchu, en menor escala de Pisac, y de Guaman Marca en el valle de La Convencién, y otros. l. EXPANSION ¥ DESARROLLO 97 Red vial: los caminos Las obras mas importantes que permitieron la expansién te- tritorial y luego el establecimiento de la organizacién del incario fue, ano dudazlo, la construccién de una vasia red caminera que implicaba puentes, tambos y depésitos. Pocas naciones podian vanagloriarse en el siglo XV de poseer tan fantéstica complejo vial como el Tahuantinsuyu, Los caminos no fueron un producto del incarfo, debieron existir mucho tiempo antes para unir a los diversos grupos étni- ces y & los principales santuarios o huaces para, en su debido momento, realizar las romerias y el intercambio, como los cen- tr0s religiosos de Pachacamac y de Pariacaca en le sierra central (Avila 1966). Seguramente la hegemonia wari dispuso de caminos para trasladar sus ojércitos a los lugares adonde llegé su dominio o in- fluencia, y que fueron necesarios para mantener su organizacién politica. Posteriormente, los chimu, cuyos dominios abarcaron una amplia zona de le costa, empleeron rutas atin reconacibles por los arquedlogos. Sin embargo, no hay que suponer que el tréfico era licito para todos y en todo momento. En la Relacién de Chincha (Cas- ‘to y Ortega Morején 1974/1558: 93) se menciona el frecuente estado de guerra existente entre los sefiorios, situacién que im- pedia a la gente salir de sus valles sin la autorizacién de sus cu- racas. Las rutas quedaban expeditas cuando se cumplie el tiem- po de les treguas, que seguramente coincidian con las fiestas religiosas de las huscas més importantes, La carencia de unidad, anterior a la conquista inca, hacfa que los caminos fuesen hasta entonces locales, y diferian entre si segrin se tratara de una ma- croctnia poseedura de fuerza de trabajo, o si las regiones estaban divididas en pequefios curecazgos poco poblados. Con el surgimiento del Tahuantinsuyu se increment6 el nd- mero de caminos hasta alcanzer una extracrdinaria magnitud, ~ Sogin las'estimaciones de‘Hyslop'(1964), el sistema vial-com- 88 asia 20sTwoRoWSKE prendfa de 30,000 a 50,000 Km. en su totalidad. El mérito incai co consistié en su profunde espiritu organizativo y en la plani cacién de la fuerza de trabajo disponible, que le permitié ejecutar un conjunto vial que serfa la base de la infreestructura estatal. Para ol gobierno ince, las rutas eran indispensables para los fines del Estado: desde la movilizacion de sus ejércitos, el masi- vo traslado de poblaciones enviadas en calidad de mitmag con frecuencia a parajes distantes de sus lugares de origon, hasta el transporte de los productos cosechados en tierres estatales y en- viados a los depésitos en los centros administrativos, La organi- zaci6n inca necesitaba de rutes para enviar e sus dignatarios: ad- ministradores, visitadores, jueces, quipocamayo, entre otros, sin contar con las facilidades requeridas para los corredores, porta~ dores de noticias y mensajes. Se trataba de todo un mundo que girabaen tomo las necesidades del Estado. Por lo tanto, el obje- tivo de la red vial obedecfa a los fines exclusives del gobierno central y no de las etnias o de los particulares. Ese es el punto ba- sico que distingue al sistema incaico de las vias de comunica- cién modernas. Existieron dos vias troncales principales, la una se extendia por la sierra de sur a norte, mientras la segunda unta los valles yungas entre si. Entre ambas regiones, numerosos caminos se di- rigian de la costa a la sierra y se prolongaban a la selva, Los primeros espafioles que transitaron por los caminos in- caicos dejaron descripciones de ellos: en los valles costeiios eran anchos, limpios y tapiados por altos muros con drboles que da- ban sombra, por lo menos ese es la informacién més temprana de San Miguel, en el norte, en 1534, y lo mismo aseguraba Cris- tobal de Mena y Bstete por los alias 1534 y 1833 (Portas Barrane- chea 1937; Fernandez de Oviedo 1945, t. XIl 82 y 53), Estas ca- racterfstices no se mantentan fuera de los valles, es natural que al cruzar los desiertos yungas desaparecieran los muros y tapie- les de los caminos para s6lo estar sefializados por medio de montfculos de piedras o de estacas; en el norte se han hallado al- I, EXPANSION Y DESARROLLO 99 gunos dolimitados por hileras de piedras, mientras que en las su- perficies pedregosas se eliminaban las piedras para dojar la ruta lana, libre de guijarros (Hyslop 1984). En el desierto de Atacama se utilizaron para sefializar monticulos de piedras apiladas (San- toro 1983). En fuentes documentales hemos hallado que en la costa cen- tral, en el valle del rio Chill6n, existfan caminos locales desde el litoral hacia la sierra en ambos mérgenes del rfo (Rostworowski 1977a; 59-60). El valle de Pachacamac estaba cruzado a lo an- cho, de norte a sur, por cinco ceminos, cada uno de los cuales correspondia a ciertos grupos de pobladores segtin sus oficios: sebemos que el quinto, el que bordeabe el mar, pertenecta a los chasqui, mensejeros incaicos, portadores de noticias; el cuarto servia para el trajin del pescado, es decir que era propio de los pescadores. Se desconocen las funciones especiales de las otras tutas (Rostworowski 1977a: 218). Los tempranos datos sobre las vias de la serranfa también es- tan descritos por él veedor Estete durante el viaje que hizo acom- pafiando a Hernando Pizarro desde Cajamarca @ Pachacamac para activar el rescate de Atahualpa, y luego en su retorno por la sierra central en persecucién del general Chalcuchima. En su re- Jato hace cortas indicaciones de los caminos por los cuales tran- siteban cerca de Huanuco Pampa; la mayor parle estaban empe- drados “con mucho orden y hechas sus acequias por do corre el agua’. En Piscobamba encontraron el camino ancho, cercado por pefias y “hechos unos escalones de piedra”. Continuando la ruta Hegaron al pueblo de Pombo o Pumpu de donde anterior- mente partieron para Pachacamac, en dicho lugar se juntaban los dos caminos. Allfla ruta pasaba por una hoyada muy profun- day el camino era ancho, y en las suhidas y hajadas se transitaba por escaleras de piedras, En los lugeres con precipicios, unos pa- rapelos resguardaban a los caminentes y a las recuas de cart dos para que no cayeran por los abismos. En su investigacién sobre las rutas incas, Hyslop encuentra que no existié un solo patrén de caminos aplicado a a red vial, 100 MARIA ROSTHOROWSK! sino que se adaptaron a la geografia de le zona por donde pasa- ban. Se ha hecho hincapié en Ia creencia de que los ingenieros indfgenas trataron de levar los caminos en linea recta; sin em- bargo Hyslop (1984) sostiene que no era posible mantener ese ideal fuera de las altas mesetas o de los arenales costefios. Segtin él, se intentaba en lo posible evitar las curvas o los cambios de direccién, pero lo quebrado del terreno cordillerano obligaba a seguir los obstéculos geogréficos. En la construccién vial se nota la idea de cubrir langes distancias més que el fin inmediato de unir dos puntos cercanos. La supervisién de les rutas principa- les como el Capac Nan Guamanin estaba a cargo de un alto per- sonaje, generalmente un Inca (Guaman Poma 1936, foja 355 y 356). Los puentes Diversos tipos de puentes permitieron cruzar los fos. En Ja sierra habia dos clases: los de troncos de rboles y los de “criz- nejas”. Los construidos con érboles se usaron cuando la distan- cia entre cada margen lo permitfa. Nos remitiremos otra vez a Es- tele porque su informacién tiene el valor de haber visto el Tahuantinsuyu cuando sus estructuras estaban atin intactas, Al abandonar Huanuco Pampa, como a media legua, pasaron un puente “hecho de maderas gruessos", mientras que en Anda- marca, en la regién de Cajamarca, el puente era de piedra y ma- dera con dos pefiones grandes y muy fuertes que avanzaban ha- cia el rfo para disminuir su luz. En uno de sus extremos habia aposentos y un patio empedrado que servia como alojamiento y lugar de recreo para "los seftores de la tierra” cuando transitaban por el lugar. El segundo tipo de puente, y también el mas famoso del am- bito andino, fue el “criznejas", as{ Hamado por los espafioles,y que impresioné no sélo a los conquistadores sino a los viajeros exlranjeros que posteriormente cruzaron los rfos por ese medio. Estaban construidos sobre dos grandes estribos de piedras, con I. EXPANSION Y DESARROLLO 101 fuertes y solidos cimientos, y entre las paredes de cada estribo atravesaban cuatro o seis vigas gruesas que amarraban el puente colgante, Las maromas se tejfan de ramas delgadas y correosas como mimbre, trenzando tres de éstas a otra més gruesa ¢ iban aumentando las ames hasta alcanzar un didmetro de unos cin- cuenta centimetzos mas o menos (Cobo 1956, t. I, cap. XIII). El material empleado dependia de lo que se hallaba on la regién; Gade (1972) sefiala las rames de los arboles de Hoque (Kaganec- ia lanceolata}, chachacoma (Escallonia resinosa), tasca (Esco- Honia paténs) y el sauce (Salix humboldtiana), también los ar~ bustos de chilea (Baccharis sp.). En las zonas donde no se daban estas plantas, recurrian a las fibras del maguey (Fourcroya andi- na). Las mejores referencias sabre estos puentes son las de fecha més temprana, a raiz de los acontecimientos de Cajamarca, En la Relacién Francesa de la Conquista de 1534 decian: “hay muy grandes y poderosos rios sobre los cuales hay puentes hechos de gruesas cuerdas y entre una y otra hay cuerdas delgadas y menudas; y de estos puentes hay dos por donde pasaban los safiores y por donde pasa el comin popular” (Porras Barrenechea 1937: 74), Més adelante, la misma Relaci6n afiad{a que a cada lado del puente habia gente que habitaba el lugar, cuya ocupacién con- sistia en cuidarlo y remendarlo cuando las cuerdas se gastaban, Noes ésta la Gnica noticia sobre le existencia de puentes parale- Jos, uno para el uso de los seftores, y el otro para la gente del co- mtin (Estete en Ferndndez de Oviedo, op. cit., t. XVI 60, 65, 66 y Carta de Hemando Pizarro op. cit., pag. 85, fechada en 1533). Este dato evidencia una sociedad fuertemente jerarquizeda, y sélo se encuentra en las primeras fuentes; posteriormente, du- yante las guerras civiles entre espafoles y la sublevacién de Manco Il, se quemaron muchos puentes y naturalmente no se volvieron a rehacer dos juntos. — aS 102 ala xosrworowsea Otte noticia contenida en los primeros relatos as el cobro de un “pontazgo"; sin embargo, en une cultura que no conocié el di- nero, el “pago” no podia justificar la presencia de cuidantes. Se tsalaba més bion de un control de los pasantes, para su anota. cin en los quipu, control que luego era elevado a la autoridad ‘mayor; Guaman Poma menciona a un Inca 2 cuyo cargo estaban los puentes del Capac Nan, Es posible también que siendo los Puentes lugares estratégicos, su vigilancia estuviera a cargo de genta de confianza, de mitmag especiales semejantes a los que cuidaban las fronteras del incario, Asimismo, Pedro Pizarro (2970: 106) afiade que los cuatro caminos principales que par- fan del Cusco eran cuidados por porteros que observaban a les Personas que salien o entraben de la ciudad. Estete afirma que en el pueblo de Xauxa habia personas encargadas del conteo de hombres que venian a servir para le guerra y de los que entraban al pueblo (op.cit., pag. 62). Ademés de esta clasificacién de los puentes por el material empleado y el tipo de construccién, se les puede dividir segin su importancia: los primeros serien los que unfan les partes do !as vias troncales, 0 sea las del Capac Nan; en seguida los puen- tes en les rutas entre diversas etnias y los puentes locales que conducfan a las chacras de un villorrio o los que s6lo eran usa. dos en época de luvies, cuando la crecida de los rios (Mellafo 1985; Thompson y Murra 1966). Oto modo de cruzar los rios era mediante la oroya, Cobo la describe como maroma hecha de ichu o de bejucos, gruesa como una piema, que era atada a peiiascos o estribos de una orilla a otra. De esta soga colgeban un cesto de asa arqueada por la cual asaban la maroma. En estas canastas podia sentarse una perso- na los que deseaban cruzar y con una soga delgada atada al ces- to jalaban de un cabo. La construccién de puentes y de oroyas estuvo a cargo de las etnias locales, repartiéndose ol abajo segin al sistema de la ‘mita, dividida en hanan y hurin 9 ickoc y allauca. En tiempos vi- einales se conservé el método andino de repartr las obligacio- 1 ERPANSION DESARROLLO 103 ‘nes entre los grupos étnicos, lo que permitié su conservacién (Mellafe 1965). Bn el sur, en el Desegiadero, cerca dol lago Titicaca, habia un famoso puente que consistia en una hilera de balsas de toto- ra, acomodadlas lado a lado, con una gruesa capa de eneas afiadi- das y arregladas sobre las embarcaciones. Por tiltimo, en la cos- te, cuando no se podfa vadear los rios por la fuerza del caudal, en lugares donde se angostaba el valle, hubo puentes de madera 0 de criznojas en parte del cauce o en su totalidad, Se usaron tam- bien balsas de troncos y en el norte ha habido referencias a bal- ses de lagenarias, contenidas en gruesas redos o mellas, y condu- cidas y dirigidas por expertos nadadores que iban cogidos de ellas (detalle sobre puentes, Hyslop 1984). Los tambos Los espafioles hicieron famosos al incatio por sus narracio- nes sobre los mesones o tampu situados a ciertos trechas en los caminos principales. Bs posible que al igual que la mayor parte del sistema organizativo andino, los tambos existicran en épocas anteriores a lo largo de les rutas de peregringje a las huacas y en los mismos santuarios para albergar a los fieles que llegaban de lojanos parajes. Quizés una red de albergues fue usada pare los fines de la hegemonta wari, y no se puede descartar la posibili- dad de que el poderoso sefiorio de Chimor dispusiera también de posedas para facilitar el traslado de sus principales a través de sus estados, Al hablar de los tambos, sefialaremos que los ha- bfa de diversas categorfas y dimensiones segtin su importancia En los grandes establecimientos de Vilcas o de Huanuico Pampa sus numeroses estructuras comprendfan palacios, templos, tam- puy depésitos, entre otras A lo largo de las vias principales habia aposentos para alojar al Inca y a su séquito cuando salfa del Cusco, ya sea para visitar sus estados o marchar a le guerra. En las rutas secundarias tam- bién hubo tambos menores para el descanso de los emisarios, vi- 104 MARIA ROSTWOROWSKI siladores, y de todos los personajes nacesarios para la adminis- tracién estatal que se desplazaban por diversos motivos. Por liltimo, los albergues més pequefios se destinaban a los chasqui, mensajeros que por postas Ilevaban la informecién guberna- mantal contenida por lo general en los quipu. Sobre los tambos disponemos, ademas de las conocidas noti- cas de las cr6nicas, dos listas de mesones usados en tiempos vi- rreinales en las rutas entre el Cusco, Los Reyes y Quito; en ellos se mantenia ol sistema andino de atender sus servicios « través de la mita (Guaman Poma 1936; Ordenanzas de Tambos hecha por Vaca de Castro en 1543/1908). Guaman Poma establece diversas categorfas de tambos, se- giin su importancia, y los diferenciaba alo largo del camino con distintos dibujos. La variedad de tambos se puede comprobar en las “Ordenanzas" dictadas por el oidor Gregorio Gonzdlez de Cuenca en la visita que realiz6 a Huamachuco. En ese interosan- te documento de 1567 se regularizaba la mita que debie acudir a cada lambo do la regiGn, y algo se puede desprender acerca de su funcionamiento. La ventaja del manuscrito es el de haber sido escrito antes de las reformas de Toledo, anterior también a las reducciones indigenas, lo que significa que los pueblos nombra- dos permanecfan ain en sus lugares de origan. Naturalmente, las “Ordenanzas” fueron espanolas y no reflejaron toda la situa- cidn anterior, pero la aplicacién de reformas en el sistema anti- guo esclarece su funcionamiento (Rostworawski 1987-89}. Nueve tambos prestaban servicio en el repartimiento de Huamachuco, atendidos por sus seis guaranga. Dos de elles per- tenecian a mitmag, una se componia de serranos y la otra de gen te yunga. Dos de los tambos, el de Yagon y el de Huamachuco, son nombrados como tambos reales y cada uno contaba con treinta mitayos; los demés disponten de sélo diez indigenas. Ahora bien, estos tambos no se situaban a lo largo de una sola ruta, sino quo estaban dispersos on el repartimiento. Para entender mejor el sistema seria necesario hacer un tra- bajo de campo y ubicar cada una de las estructuras menciona- Il, BXPANSION ¥ DESARROLLO 105 das, hecho que no hemos podido realizar. Diversos pueblos de las seis guaranga suministraban las personas que debian prestar sus servicios en los tambos, y la distribucién ind{gena no seguia Ja logica europea de que cade guaranga diera su gente al tambo mis cercano, sino que, en algunos casos, las guaranga més leja- nas debian remitir sus hombres on lugar de abastecerse con las personas del lugar. El testimonio especifica que: “muchos dellos yban a servir en tambos muy distantes y apartados, tintendo otros mas cerca donde servit". Indudablemente, las razones indigenas obedecian a otros factores, y no a la distancia como consideraba Cuenca, De alli la dificultad, siempre presente, para comprender lo indigena y la facilidad para juzgar equivocadamente sus acciones. Los estudiosos que han abordado el tema de los tambos pre- hispanicos han cuestionado las distancias existentes entre unos yolros. En las crénicas, la referencia mas temprana es una carta que Hernando Pizarro dirigiera al Rey en 1533, en la que le decia que en el recorride por la costa hacia Pachacamac hebfen encon- trado cada cierto trecho unas estructuras edificadas para cuando el inca pasase por la costa (ver Fernandez de Oviedo, t. XII: 87). También Mena (en Porras Barrenechea 1937/1534) menciona que en el camino de Cajamarca a Ia costa hallaban cada dos le- guas unos aposentos. Cada croniste sefiala equivelencias para las leguas recorridas, variando la informacién de uno a otro por- que en la Europa del siglo XVI las medidas no estaban unifica- das. Las noticias sobre las distancias empleadas en el érea andi- na se relacionan con los conceptos del osfuerzo desplegado mas que con le distancia recorrida. No existié en el mbito andino una unidad en las medidas y cada regién conservé sus propias mediciones. Sin embargo, ol gobierno inca implant6 el tupu usa- doen el Cusco, voz que indicaba la accién de medir, ala vez que era una medida de rea y de distancia, 108 MARIA ROSTWOROWSHI Elandlisis de la informacién reunida en torno a las medicio- nes indfgenas nos revela que el tupu fue una madida relativa, es decir que se tomaba en cuenta el tiempo empleado antes que la distancia efectuada. Un tupu de subida era més corto que uno de bajada, Primaba en él la idea de relatividad (Rostworowsk! 1960, 19814). Segin Hyslop (1984), hay una dificultad en el terreno para reconocer un tambo porque su arquitectura era variada, y es po- sible que en su edificactén influyeran las costumbres y la mano de obra local (Morris y Thompson 1985) CAPITULO IV Las conquistas El tema de las conquistas incaicas debe ser profundizado no so- lamente para ensayar un ordenamiento, sino también para ex- plicar las circunstancias que rodearon a las mas destacadas. Cabe preguntarse cuales fueron los medios empleados por los soberanos cusquefios para apoderarse de tan vastos terrilorios en un lapso relativamente corto. Es necesario encontrar una ex- plicacién para el repentino auge inca, su engrandecimiento casi explosivo, asi como su répide desestructuracién. La arqueologfa ha comprobado el reducido periodo de la ‘ocupacién inca en oposicién « las largas secuencias estratigrafi- cas anteriores, pertenecientes al desarrollo de diversas culturas que la precedieron en el Ambito andino. Los incas aprovecharon los logros alcanzados anteriormen- te, sobre todo en le organizacién sociopolitica, para aplicarlos a su gobierno. Se puede efirmar que las practices de reciprocidad como le minca y el ayni no fueron nuevas. Ademés, desde tiem- pos antiguos las macroetnfas construyeron tambos, caminos y puentes; usaron el sistema de traslado de poblaciones de un lu- gar a otto para servir a sus intereses, y la misma institucién de los yanu fue costumbre ya establevida von anterioridad. Todos aquellos hébitos se desarrollaron, posiblemente, durante el Ho- rizonte Medio y quizés antes. El mérito de los soberanos cusque- fios fue haber dedo a dichas estructuras una envergadura estatel. 108, MARIA ROSTHOROWSHI Actualmente es dificil precisar cudles fueron los aportes que cada cultura dio, Los préstemos culturales adoptados por los in- cas después de las principales conquistas debieron ser diversos, como varias los factores que influyeron en ellos. Ano dudarlo la riqueza y el boato desplegado por los Sefiores del Chimor debi6, impactar a los rudos guerreros cusquefios, y los jefes costefios sirvieron de ejemplo para acrecentar el lujo y la soberbia de los gobernantes incas. Una confirmacién de nuestra conjetura es la presencia, en la capital, de grupos de plateras de diversos pun- tos de la costa: Ica, Chincha, Pachacamac, Chimu y Huancavilca en el actual Ecuador. Todos aquellos artesanos trabajaban para los seitores del Cusco y si bien segufan los modelos incas, epor- taron sus conocimientos y tecnologia Anles de ocuparnos propiamente de las conquisias incas es indispensable tener una visién general de las problemas relati- vos al desastre ocurrido frente a los invasores hispanos, La debilidad mostrada por el Tahuantinsuyu cuando epare- cieron las huestes de Pizarro se explica por el limitado tiempo de la hegemon{a cusquefia, Corto fue el lapso del poder gozado por los incas, y la llegada de los espafioles no dio lugar a un afinca- miento de la supremacia cusquefia en el Ambito andino. ‘Quizé los inces deseasen la integracién de la poblacién indi- gena en torno a ellos; este affn estarfa expresado en el uso obli- gado de la "Lengua General”, nombre dada por los espafiales al una simi, pero es posible que se trate s6lo de deseos inconscien- tes cuya meta habria sido facilitar le administracién de sus esta- dos. Sin embargo, la integraci6n del mundo andino nunca llegé a darse, siguié prevaleciendo el sentimiento local en torno a sus hhuacas, su terrurio y sus jefes inmediatos Los pobladores del amplio territorio andino se identificaban con su pequefio nticlea y no tuvieron conciencia de ser parte de un todo. Fs asf que el dominio inca no eché hondas raices entra los pueblos subyugados. La reciente anexién de la mayorfa de las macroetn{fas al Tahuantinsuyu permitis a los naturales con- servar el recuerdo de su pasada liberted, y en la mayoria de los 1, LAS ConquisTAS 109 casos los grandes sefiores andinos s6lo esperaban la oportuni- dad para sacudirse de Is presencia inca. Por ese motivo los sobe- sanos cusquefios nunca llegaron a formar una nacién, y noes de extrafiar que los jefes étnicos vieran en los espefioles a unos alia- dos que les ayudarian a recobrer su pasada independencia, Cre- yezon que colaborando con los espaiioles se librarian de los ‘amos cusquefios, y por esta razén se plegaron a los recién llega dos, No podian saber, ni suponer que tras los soldados de Piza- to se ergufa la amenazadora presencia de un pais deseoso de conquistar el Nuevo Mundo, poseedor de una tecnologia més avanzada que invalidaria sus deseos de libertad. Es posible que Pizarro haya comprendido la situacién creada por la presencia hispana, y se aprovechara de le coyuntura para ofrecer su apoyo interesado a le causa de los sefiores locales del pais. Este fue el caso del curaca huanca que colaboré decidida- mente con Pizarro, a cambio de lo cual encontré natural que la Corona espafiola le otorgara posteriormente una encomienda, hecho que nunca sucedié. Los indigenas no pudieron prever el poderio espafiol, ni el arribo en masa de nuevos soldados dis- puestos a dominar esta tierra, Otro motivo dal desastre indigena frente ae los espaioles fue Ja guerra civil entre Huascar y Atahuelpe. Indudablemente las luchas por la sucesién de Huayna Capac causaron el debilita- miento del poder central y del pafs en general. Sin embargo, y a pesar de que ol encono entre fos hermanos fue la causa directa de la espectacular caida del Estado inca, el motivo fundamental estuvo en el deseo de los propios sefiores andinos de sacudirse dol poder de los cusquefios. ELBstado andino era demasiado reciente y su autoridad esta- ba en plena gestacién como para poder resislir el choque con una cultura cuyos conocimientos eran superiores a los suyos No obstante, su colapso no fue motivado por una decadencia in- tena, como muchos han querido explicar su derrumbe, sino por un ciimulo de circunstancias adversas; todo se confabulé contra los naturales deesta tierra: — 110 aala nosrwonoWsKt En un trabajo anterior (1953) hemos profundizado el tema y el orden en que se realizaron las conquistas incas, pero tomendo s6lo camo base el relato de los cronistas y una interpretacién de Sus noticias; ahora, gracias al avance de la investigacion y ala aparicién de nuevas fuentes documentales se puede examinar la informacién a la luz de conquistas especificas. Es pues posible, a la fecha, ampliar el horizonte de las conquistas cusquofas y si bion mantenemos el punto de visla inicial para la época del auge, para tiempos posteriores encontramos proferible usar sjamplos concretos sobre los cusles poseemos noticias docu- meatales. En los testimonios aparecen las diversas circunstan- Gias que surgieron @ lo largo de los gobiernos cusquofies, asi - como la forma de proceder de los incas para dominar a les dife- rentes macroetnias, Las continuas guerras conira los chancas hasta su definitivo aniquilamiento permitieron a los incas afirmar sus dominios so- bre los jefes étnicos vecinos del Cusco, ya sea por medio de la re- ciprocidad o de las armas. Sarmiento de Gamboa (cap. 35) relata aquellas luchas contra pequefios curacazgos situades a unas ‘cuentas leguas de! Cusco; otras expediciones més lejanas los lle- varon adonde los soras, en el Cuntisuyu. Sin embargo el enfren- amiento siguiente y ol de mayor importancia deberfa dirigirse contra los curaces del Altiplano, con quienes habfan sostenido, a través del tiempo, numerosas refriegas. Cieza de Leén (Sefiorio, cap. XLI) y Santa Cruz Pachacuti na- rran la existencia de rivalidades entra los curacas de Chucuito y de Hatun Colla, y de sus enemistades con los canas y los can- chis. Segdn los cronistas, el Inca Viracocha durante su gobierno aftecié su apoyo a los dos jefes collas, pero secretamente hizo un trato con Cari, el curaca de Chneuito. Informado el jefe de Hatun Colla del entendimiento, decidié librar batalla a los de Chucuito antes de la aparicién de las tropas cusquefias. Después de un violento combate en Paucarcolla, Cari quedé victorioso, hecho que apesadumbré al Inca, De acuerdo con la situacién, los cus- quetios y los de Chucuito se reunieron en son de paz, sin que hu- WW. Las coNquistas ut biora lugar para une conquiste y es probable que acordaran una alianza’, Con el gobierno del Inca Pachacutec, las guerras entre collas y cusquefios tomaron un nuevo giro. Sarmiento de Gamboa (cap. 37) relata con Iujo de detalles le lucha entre los incas y Chuchi Capac, Hamado también Colla Capac, sefior de Hatun Colle, n- tablada una batalla que no se definia para ninguno de los dos bandos, Pachacutec, rodeado por su guardia, decidié atacar di- sectamente al jefe colle quien cayé prisionero, hecho que des- moralizé alos suyos y dio la victoria a los cusquefios. Es el mis- mo método que menciona Belanzos en la guerra contre los chancas, que le da el encuentro un tono mitico. Segtin el mismo Sarmiento, Chuqui Capac era un gran sefior, de acuerdo con su titulo de capac, y sus dominios comprendian més de ciento se- senta leguas de norte a sur. Sus territorios alcanzaban a los chi- has, la regién de Arequipa, la costa del mar hacia Atacama y las montaiias de los mojo. Los limites en el litoral y las tierras selvé- licas eran sin lugar a dudas los enclaves verticales de los Hatun Colla (Murra 1964 y 1972). Gieza de Leén (cap. Lil) en el Seftorfo de los Incas cuenta que Ince Yupangui marché del Gusco al Collao en son de conquista. En Ayaviri la gente no acudié a rendirle obadiencie por lo que, toméndola desprevenida, destruy6 sus villorrios y aldeas, ha- ciendo gran matanza en los pueblos. La region quedé despobla- da de sus naturales y para remediar tal situacién el soberano or- dené traer a numerosos mitmag a que habitasen la regién. Después de la derrota da los collas, el Inca volvié al Cusco a celebrar su triunfo, y al finalizar las ceremonias mand6 cortar las, ccabezas de los principales enemigos y conservarlas en una casa 1 Nurmerosos keros reproducen una escena de paz entre incas y colles, {quienes se puede reconocer por sus altos bonetes, acontecimiento que, al parecer, impacté a la gente de entonces. 13 MARIA ROstWOROWSKI llamada Llaxaguasi, en donde se guardaban los trofeas de esta especie (Sarmiento de Gamboa, cap. 37) Los demés curacazgos del Altiplano aceptaron el dominio cusqueita por temor a verse envueltos en nuevas guerras, segu- ramente prefirieron recibir los beneficios de una reciprocidad establecida con los incas y obtener en esa forma su parte del bo- lin, Tal debi6 ser lo sucedido con los lupagas de Chucuito, los paucarcollas, los pacajes y los az4ngaros. Sarmiento de Gamboa {oap. 87) afirma que por temor se sometieron todos los habitan- les de Cuntisuyu (Santa Cruz Pachacuti 1928: 187). Para los incas quedaba abierta la ruta al mar a través de los numerosos enclaves serranos pertenecientes a todas las etnias del Collao, y es posible que estos archipiélagos hayan sido los primeros contactos de los cusquefios con el litoral. Las luchas internas entre los grupos del Collao facilité le conquista inca de la zona, pero més adelante tuvieron que enfrentar rebeliones y serios problemas con los naturales del Altiplano. Para ilustrar mejor los sucesos, vamos a desarrollar breve- mente cierias conquistas que siguieron patrones de conducta muy distintos. Para la costa poseemos mayor informacién por- que las dltimas décadas las hemos dedicado exclusivamente a investiger la documentacién sobre los yunges. Conquista pacifica: el sefiorfo de Chincha® La Relacién de Chincha de Castro y Ortega Morején (1974/ 1858) es un interesante informe sobre una conquista pacifica de los incas en la costa, en ella figura cémo se realizé la ocupacién cusquefa a dicho valle 2 Elnombre de Chincha fue seguramenteel de Chinchay. Verdocumento sobre plateros naturales do dicho lugar envisdos al Cusco, En Guaman Poma se decta Piscoy-por Pisco, Lunaguanay por Lunahwand y;posible- tnente Ichmay por Pachcamac. IV. Las conquistas na El primer ejército inca que aparecié en Chincha estaba co- mandado por el general Capac Yupanqui, En la crénica ese per- sonaje es nombrado come soberano, sin embargo, la mayorfa de los cronistas lo mencionan sélo como un jefe militar enviado a Jos llanos por su “hermano” Pachacutec. Bl general cusquefio llegé a Chincha con gran cantided de genie, diciendo ser hijo del Sol y que venfa por el bien de los ne- turales, Dijo edemés no desear nada de los pobladores del valle, ni oro, ni plata, ni entrega de mujeres porque de todo tenfa en abundancie, y por el contrario trafa consigo numerosas dédivas con tal que le reconociesen por sefior. Para confirmar sus pala- bras ofrecié a los curaces un elevado niimera de ropa confeccio- nada en el Cusco y otros objetos de valor, acto muy del agrado de los sefiores del valle, quienes gustasos le recanocieron por su se~ for. Este relato es un buen ejemplo de cémo se desarrollaba la re- ciprocidad sin necesidad de un enfrentamiento militar, y cémo los jefes locales aceptaban a los incas. Qué ventajes recibié el Inca de esta situacién y qué obtuvo acambio de los presentes entregados? El general serrano pidié la construccién de una casa, hatuncancha, que seguramente cum- plié la funcién de centro administrative incaico. También solic 16 la designacién de mamacona, es decir de mujeres necesarias para instalar un niicleo ocupado en confeccionar textiles y en preparer gran cantidad de bebidas para cubrir los fines de la re- ciprocidad y del culto. Otro beneficio fue el otorgamiento de fuerza de trabajo para laborar como arlesanos y también para cultivar las tierras del Inca cuyos productos irfan a engroser los depésitos estatales. Estos tres dones solicitados por el general Capac Yupangui a les sefiores chinchanos formaban la base de la riquoza andina; les mamacona y los yana representaban una valiosa fuente de mano de obra femenina y masculina, mientras los cultivos pro- ducidos en las tierras estatales llenaban las calca 0 depésitos in- -6aicos. Estos-tres-eran.los.requisitos necesarios para dar inicio.a 113 MARIA RostwoRWskt un valioso aprovechamiento en beneficio fi auienes, al esablecer ls vineuloe dele reciproaded co pene usufructuabaa de importantes recursos. Conseguir fuerza de tra. bajo fue una meta importante en la organizacién cusqueiia des- de es primeros momentas desu expansién, pues sia la mano de obra necesarit no poten emprenda os trabajos de nastuc- Después de le corte aparicién del general Capa i psd un tempo hast I legada a Chincha del ehteace, ren Tupac Yupangui en calidad de jefe militar, segurament ain on Vida do su padre. Durante le segunda estacia de un Ince en el va. lle os sesiores se holgaron mucho con él, luego Tupac llové ade. Jante nuevas divisiones sociales de la poblacién, repartiende los hombres del comtin en néimero de diez, cen, mil y diez mil, con un jefe para cade demarcacién, sistema que tenia la ventaja de facilitar un répido recuento de los habitantes del valle para fines administrativos. Ademés, el Inca ordené. que se hiciesen diver- ‘sos caminos fuera de la ruta principal de la costa llamada Capec Nan, que unirfan los valles costefios entre sf. Impuso también a construccién de un nuevo palacio pata él, y la edificacién de ambos, casas de escogidas y un hecho de gran importancia: I designacién de nuevas lierras pata el Inca, distintas a las otorga das anteriormente a Capac Yupanqui: itt La donacién de chacras para el Inca era un factor de sumo interés para la politica cusqueda y también un tema de disgusts para los sefores del val, quiones se desprendian de sus mojo tes campos. Sa tataba de una fuerte contibucién hacia los con- Auistadoressranos que debié azar de descontent a ls ts La tercera aparicién de un soberano en. ‘Chincha tuvo ly; cons legada de Huayna Capec, quien ovlond nesves catgnaee nes de tiertas para el Estado, entrega de mujeres y de yana no sélo para él sino para el Sol, La llegeda de un nuevo Inca al valle significaba, a pesar de haber recibido a los cusquehios en son de ez y de amistad, mayores imposiciones y donaciones. EI poder Iv, Lasconguistas ns central se hallaba cada vez mas fuerte y por lo tanto mas imposi- tivo y exigente. Esta Relacién sobre Chincha es muy valiosa porque en unas cuantas Iineas se sefialan las sucesivas llegadas de los sefiores serranos al valle y sus cada vez mayores pretensiones; porque est resumida la politica de expansién incaica, y se aprecia cémo se realizabe la ocupacién de un valle, y cémo crecia con el tiompo la opresién sobre los pueblos conquistados. En el relato se pone de manifiesto la forma del aprovechamiento cusquefio, que en ceda curacazgo podia varlar de acuerdo con la riqueza del luger, y siel recibimiento dado a los incas habia sido pacifico o belicoso. En este tiltimo caso, las cuantfas exigidas podian lle- gor a sumas muy altas y onerosas para la poblacién conquistada Las dos alternativas que tenia un curaca ante la presencia de los ejércitos incaicos eran, rendirse ante el ofrecimiento de la re- ciprocidad y del requerimiento del sistema, o luchar con las ar- ‘mas por su independencia. La perspectiva de suftir una desrota con la consecuente pérdida del curacazgo y posiblemente de le vida hacfa reflexionar a los jefes taicos ¢ influfa en el animo de log curacas. De alli que en la mayorfa de los casos le sola presen- cia de las tropas invasoras era suficiente para !a anexién de las macrootaias al Tehuantinsuyu. Este comportamiento favorecis la rapida expansi6n incaica, aunque las bases y las estructuras del Estado carectan de soli- doz, Dicha fragilidad quedé demostrada con la llegada de la hueste espafiola, porque basté su sola presencia para eliminar el tenue lazo formado por la reciprocidad entre los jefes de los grandes seforios y los soberanos cusqueitos. La dominaci6n pacifica del sefiorfo de Chincha se debié se- guramente a que sus dirigentes no quisieron estropear sus viajes maritimos de larga distancia a los pueblos del actual Ecuador, ni sus intercambios con la regién del Altiplano. Le necesidad de mantener sus empresas y su sistema de irueque hizo que acepta- ran las imposiciones del Inca y motivé su entendimiento con los cusquefios, Si bien los chinchanos necesitaban mantener buenas us ‘MARIA ROSTWOROWSKE relaciones con los incas, ellos, a su voz, se velan apremiados en conseguir las preciadas conchas rojas llamadas mullu (Spondy- Jus sp.) teaidas en balsas de los tibios mares nortefios para cum- plir los ritos y ceremonias especiales. Uno de los motivos que tu vieron los incas para la conguista de las regiones de Manta, Puer- to Viejo y La Puna fue justamente tener acceso directo a las conchas de muliu (Rostworowski 1970b). Conquistas relémpagos: Los seftorios serranos del Chinchaysuyu La siguiente expedicién de Capac Yupanqui estuvo dirigida ala regi6n del Chinchaysuyu, y fue la primera incursién ala sie~ ra nortefia, Para conocer su desarrollo seguiremos el relato de consenso de los cronistas, De acuerdo con la informacién de Cieza de Leén, Capac Yu- panqui marché primero a Andahuaylas, tierra ya conquistada a Jos chances y lugar donde se le unieron las tropas de un jefe de diche etnfe llamado Anco Huallo, En su ruta, el general cusque- fio hallé una minima resistencia hasta enfrentar a los huancas, que fueron igualmente derrotados. Estando en Jauja, Yupangui entablé conversaciones con los pobladores de Huarochirf y Yau- yos quienes desde entonces se mostraron adictos y aliados de los incas (Cieza de Leén, Sefiorio, cap, XLIX, diversos documentos confirman este entendimiento), Avanzaron enlonces los ejércitos incaicos hacia Pumpu y Chinchaycocha, donde los habitantes se escondieron entre los juncos de la laguna. En Tarma, los naturales trataron de oponér- soles sin éxito (Cieza de Leén, cap, L). En el asiento de Huénuco tuyo lugar el éxodo de los contingentes chancas y su huidaauna regién selvética no dominada por los incas (Sarmiento de Gam- boa, cap. 37; Cabello de Valboa 1951, cap. VI) Sogtin Sarmiento de Gamboa (cap. 38), Capac Yupanqui con- tinué su avance por la ruta nortefia hesta alcanzar el sefiorfo de Guamango en Cajamarca. Ante el peligro incaico, Guzmango Ca- ac, sefior de seis guaranga y jefe de una macroeinia, buscé la WW, LASConquistas 17 alianza con Chimu, En el enfrentamiento con los incas ambos se- fiores quedaron vencidos, lo que motivé la répida retirada de Chimu Capac hacia ia costa.. Bl botin logrado en todas las campafias dol general Capac ‘Yupanqui fue cuantioso y desperté la desconfianza de los incas que quedaban en el Cusco. Sélo entonces tomé el jefe victorioso el camino de retorno a la capital y, segiin el decir de los cronis- tas, el Inca, celoso de tantos triunfos y de tan copiosos tesoros, desconfié de su hermano y lo culpé de desobedecer sus érdenes y de haber permitido la huida de los chancas, Las repetidas vic torias de Capac Yupanqui eran una emenaza para los soberanos cusquefis cuya norma de acceso al poder era ol derecho del “mas hail” Al llegar a Limatambo, @ ocho leguas del Cusco, Capac Yu- panqui y su "hermano" Huayna Yupanqui, los dos jefes duales de los efércitos incaicos, se encontraron con una delegacién en- viada por el soberano portadora de la orden de condenarlos a muerte por haber transgredido las instrucciones recibidas y res- ponsabilizéndolos por la huida de los chancasa la selva. En reali- dad, ambos jefes eran considerados peligrosos por sus éxitos y hazafias, y habiéndose mostrado capaces ponfan en tela de juicio los derechos de los soberanos que se habfan quedado en la capi- tal (Sarmiento de Gamboa, cap. 38; Cieza, Sefiorfo, cap. LVI). Bl rapido avance de las tropas de Capac Yupanqui y de Huay- na Yupanqui por la sierra nortefie es una muesira del modo de conquista relémpago, no se trataba de una lucha tenaz sostenida con cada curacazgo, Las fuerzas incaicas en su marcha no se de- tenfan demasiado, ni se quedaban on los lugares sometidos (por lo menos eso sucedfa en la primera época) les baslaba establecer el compromiso de le reciprocidad. El primer contacto con los pueblos fue un oftecimiento de esteblecer lazos ordenados por el sistema y sélo més adelante, con los gobiernos posteriores, se fueron acrecentando las obliga- clones impuestes a los sefiores étnicos. Una vez logrado el r=- querimiento habitual, losincas aplicaban e instauraban los-mé- 18 MARIA RosTWoROW St todos bésicos de su organizacién. Veamos ahora lo que sucadia cuando los curacas locales resistian a la presién incaica, Resistencia local: el seftorfo de Guarco El seorfo de Guarco se situaba en tiompos prehispéni slactua vale de Catt, yor mediados il age ax ose ccazgo belicoso por tradicién, que defendia con gran ahinco sa Ii bertad, Posofa un valle fértl, con abundante agua todo al ano, tenia la vontaja de que su rfo coria pegado a la patte sur del ve, Ue, situacién que faclitaba su defense. Los cronisias estén de acuerdo en la resistencia ofrecida por los hebitantes de Cuarco 2 Jos ejércitos incas: su boligerancia se reconace por la red de fosti- ficaciones atin existentes en sus antiguos dominios. El curacazgo ocupaba la zona baja del valle, sus [ronteras de norte a sur eren los desiertos que delimitaban sus campos de cul. tivo, Sus fértiles tierras se extendfan hacia el Este hasta los prin- cipales caneles de riego, yal acercarse al rio lindaban con ol vec, no curacaago de Lunahuen. Pore su, coca dela desembooa. 1 dls exist el Tambo de Locos, lsmado posariorments Alnorte de sus fronteras se alzaba el lama cn aaa ee a Si bien tos cronistes mencionan esta estructura como edificada or los cusquetos, es posible que existiera con anterioridad y que haya servido de mirador o de atalaya pera observer, desde un lugar alto, la posible Ilegada de flotillas de balsas y de “caballitos de totora” fordneos o locales que arribaban a sus costes, no sdlo on previsién do posibles ataques enemigos provenientes del mar sino para mantoner una vigilancia en toro a la salida y legade de las embarcaciones. Posiblemente la observacién del oceans se cumplia para ejecucién de los ritos y coremonias en loor del mar, fuente principal de los recursos de subsistencia y al que consideraban como una deidad femenina. Asimismo, es factible ‘que los guarcos mantuvieran una estrecha custodia de sus costas 1, tas conqunsras 19 por temor aun ataque maritimo de sus vecinos chinchanos atral- dos por sus ubérrimas tierras y por su abundancia de agua. Gieza de Le6n (1941, Crénica, cap. LXXIII) ofrece una deta- lada deseripcién del fuerte y supone que fue construida por los incas, Esta versién es repetida por otros cronistas, pero no pare- ‘ce exacta si se considera que los guarcos sostuvieron luchas y guerras con todos sus vecinos y més tarde contra los incas. Por esla raz6n cabe suponer que su construccién databa de tiempos anteriores al arribo de los cusquefios, quienes después de su triunfo procedieran e remodelarlo para mantener en él una guar- nicién. La segunda fortaleza del curacazgo era la de Canchari, ba luarte situado en el |{mite de las tierras del valle, hacia el Este, sobre una elevacién natural del terreno. Su funcién era contro- Jar todo intento de invasién de pueblos serranos provenientes de la quebrada de Pocoto, via de acceso natural de la sierra a la cos- ta de los habilantes de Yauyos. Ademés, el fuerte protegia los importantes canales de riego, el de San Miguel o Chiome y el de Maria Angola, cuyo nombre indigena era Chumbe (Rostwo- rowski 1978-80). La tercera fortaleza y la m4s importante e impresionante de todas era la de Ungara, situade en la vecindad de las bocatomas del rfo. Su misién era defender el inicio del sistama hidraulico de todo el valle, amparar la parte sur del seftario de cualquior ejército enemigo que pudiese bajar siguiendo el cauce del rio y repeler un ataque proveniente del vecino valle de Chincha. Se- gin Larrabure y Unanue (1941), el complemento de las defensas de Ungara era un pequefio fuerte on la banda izquierda del rio, en la hacienda de Palo. A los tres baluertes defensivos de Guarco se afiadia una mu- ralla de grandes proporciones, hecha de adobones, que envolvia ccon sus enormes parades los campos y pueblos del valle (Larra- bure y Unanue 1941) Toda esta informacién es necesaria para explicar y demos- trar que los habitantes de Guarco estaban acostumbrados a de- 120 ‘Mania ROSTWORONSKI fender sus tierras de las protensiones enemigas, y que st seguri- dad descansaba en sus fortelezes y murallas. Por ese motivo encontraron natural oponer una tonaz resistencia a los inces. Al iniciarse la guerra entro los incas y los guarcos cayé on poder de los cusqueitos el paqueiio curacazgo de Lunahuané. Se tralaba de un seforfo costeio débilmente defendido, cuyas tie~ rras eran colindantes de Guarco y por el Este sa extendia hasta ZiHiga y Pecardn, valle arriba, El cauce dol rfo era una ruta natu- ral de penetractén a la costa y fue el camino que escogieron los incas para bajar a dominar la regi6n. Como ya lo dijimos ante- riormente, el entonces joven Tupac Yupanqui ordené la edifica- cién de un Nuevo Cusco en una de las quebradas de Lunahuand. Tres 0 cuatro afios tardaron los cusquefios en vencer a los yungas, Cieza de Leén (Seftorfo, 274-281) cuenta que durante los célidos meses de verano los serranos abandoneben la lucha y posiblemente regresaban a sus pueblos para cultivar los campos. Entonces, los coslefios aprovechaban para rehacer sus fuerzas y también se dedicaban a sus trabajos agricolas. Esta cizcunstancia es interesante porque indica cémo se rea- lizaban las conquistas indigenas. Llegado un momento los serra~ nos abandonaban sus armas pare empufiar la chagui taclla, ara- do andino, y los costefos la Hampa o pala, y se entrogeban a las faenes del campo. Una situaci6n semejante se dio durante el cer- coal Cusco impuesto por Manco Il en 1534, y debié ser lo habi- tual en los Andes. S6lo durante el corto tiempo de la expansién incaica, y como consecuencia de las grandes distancias, los ofér- citos fueron reestructurados para poder permanecer largo tiem- po ausentes de sus pueblos, El reclutamiento se formé e través, del sistema de una mita guerrera que llevé a los enzolados a loja- ‘nos parajes por mayor tiempo. Al dasvanecerse el poderfo del Inca volvié a surgir la costumbre ancestral de cortos perfodos de luchas y guerras Acosta (1940, lib. 3, cap. XV) y posteriormente Cobo narran la resistencia de los guarcos, y c6mo el final de la guerra se debié @ una estralagema de la Coya, mujer de Tupac Yupanqui. En 1W. Las conquisTas aN aquel entonces, era sefiora del valle de Guarco una curaca que ‘no quiso consentir que extrafios se aduefiaran de sus tierras. La Coya solicité al Inca que la dejasen someter a la rebelde por me- dio de un ardid, a lo que el soberano accedié, Envié entonces una embajada a la curaca y le hizo saber el deseo del Inca de de- jarla en su sefiorfo, y la conveniencia de celebrar una grande y solemne ceremonia en honor del mar para confirmar la paz. Le curaca creyendo en las palabras de la Coya ordené los preparati- vos para le fiesta, y el dia seftalado todo el pueblo se embarcé en balsas acompafiado con mtisica y tambores. Cuando los guarcos se hallaban en pleno océano, lejos de la costa, entraron sigilosa- cilos cusquefios y se aduefaron del valle (Cobo 1956, t. IJ, cap. XV). En los relatos de los cronistas se ve la resistencia de los guar- cos ante la pujanza inca y las crueles represalias posteriores. Se- iin Cabello de Valbos (1951: 338-339}, el nombre de Guarco se impuso al valle como consecuencia de los castigos ejemplares infligidos a sus natureles, parece que el Inca ordené colgar de las murallas de la fortaleza a numerosos rebeldes (Segiin el Lexicdn de Domingo de Santo Tomés, guarcona significa ahorcadura; y guarcuni, gui, ehorcado). Se comprueba la dureza de la politica cusquefia ena elevada cifta de mitmag introducida en el valle después de la conquista. La parte norte del curacazgo fue entregade a los naturales del ve- cino valle de Coayllo; oiza extensién de tierras fue entregada @ gente mochica del norte, més adelante nos ocuparemos de la fun- cién que desempefaben estos yungas en le costa central y nor- central. Por dltimo, los campos situados en le margen izquierda del rio fueron dados a los chinchas, quienes habiendo recibido pacificamente a los incas se habfan convertido en sus aliados. Otra resistencia local: los callec Para comprender mejor el sistema de conquistas incaicas es necesario conseguir el- mayor ntimero posible de casos indivi- tz MARIA ROSTWOROWSIG duales y de ejemplos. Sin ellos quedamos sélo con la informa- cidn de las crénicas que estén lejos de ser. detalladas y no ofrecen 1 mismo valor que los documentos administrativos o judiciales, En los archivos hemos encontrado noticias referentes a otro Sefiorfo costefio que no quiso recthir a los incas en forma pati. ca y que decidié defenderse con las armas: el sefiorfo de Collis que. Antes do nuestra investigacién se desconocia todo acerca de este sefiorio y hasia se ignoraba su existencia, La falta de noticias se debe, en gran parte, @ las consecuencias de la conquista cus. quefa y al exterminio de la poblacién original como resultado de la guerra y de los castigos pasteriores impuestos a sus habi. ‘antes. La baja demografica se agudiz6 con el arribo de los espa- foles debido a su vecindad con la ciudad do Los Reyes, hasta eu total desaparicién a fines del siglo XVI. Sabemos de la existen- cle del sefiorfo de Coilique o Collec a través de varios testime- nios del Archivo General de Indias (AGI, Justicia, 413) 1a llamada costa central se compone de los valles de Lurin, Rimac y Chill6n, divididos en tiempos prehispénicos en dos se- Aorfos principales: el de Ychsma, que abarcaba los valles de Lu. rin y de Lima, y el de Collec, o Collique como lo llamaron los es. pafioles. Este ultimo formaba una préspera y rica etnia compuesta a su vez pot una serie de curacazgos pequefios y lo- cales como Chuquitante, Carabayllo, Zapan, Macas, Guaraui, Guancayo y Quivi. Cada uno de los cuales contaba con diversag Suaranga, pachaca, eyllus y sus correspondientes sefiores (Rost- worowski 1967-68; 1972b; 19772). El asiento del Colli Capac en Collique era una estructura for- lificada rodeada por una gran muralla, dentro de la cual se ex: tendfan numerosos campos regados por dos fuentes de abut dante agua, circunstancia que permitia a sus naturales resistir largos y prolongados asedios sin pasar hambre ni sed, Sus defensas obedecian al temor de ser atacadlos por pueblos provenientes de las sorranfas, habitantes de las partes altas del valle, como los cantas, que codiciaban, sobre todo, las excelen- 1. LAS CoNquisTas va cias de esas tierras para la plantacién de cocales en una variedad adecuada al medio ambiente del chaupi yunga o costa media, ‘Varias otras pucara o fortalezas protegian, rio arriba, el acceso al valle y a las tierras de cultivo. Los documentos hacen referencia a repetidas incursiones cantefias a la costa sin que llegasen los serranos a derrotar a los . collec fuertemente resguardados por sus murallas. Es as{ que al aparecer los ejércitos incaicos, el Colli Capac no quiso somete se, sintiéndose seguro tras sus defensas. No conacemos los deta- des de las luchas y refriegas que se libraron; sélo sabemos que el sefior de Collec murié en los combates y del desquite posterior de los cusquefios. En reemplaze del fallecido jefe yungs, los in- cas nombraron a un curaca perteneciente a la situacién social de yanayacu, como escarmiento para los jefes que se oponfan ellos. Poco tiempo después, los indigenas de Quivi fueron halla- dos culpables de ejercer y de emplear, a través de una huaca, he- chizos contra la vida del Inca. El Orején enviado desde el Cusco para averiguar el delito e imponer un castigo ejemplar ordend el ajusticiamiento de la poblacién masculina adulta, libréndose s6lo las mujeres y los nifios (Rostworowski 1977), El sefiorfo de Chimu: ejemplo de resistencia El tercer enfrentamiento importante entre costefios y serra- ‘nos ocurrié con el rico y opulento sefiorio del Chimor. No logre- mos hallar nueva informacién sobre su conquista, pero al igual que los dos casos anteriores ellos se opusieron a los requisitos de le reciprocidad. Bl Inca Tupac Yupanqui fue quien, «la cabeza de sus ejércitos, se adueié también de los extensos dominios de este nortefio sefiorio yunga, El primer encuentro de los chimus con los incas tuvo lugar durante el apresurado avance del general Capac Yupanqui hecia Cajamarca. En aquel entonces acudié el soberano de Chimor, llamado Minchagaman, en ayuda de Guzmango, sefior de las EL SENORIO DEL CHIMOR 104 MARIA ROSTWOROWSEL seis guarangas do Cajamarca que resulté muerto, mientras que ‘Minchagaman se retiré apresuradamente a la costa. ‘Alla pat de lo sucedide en Chincha, el segundo personaje cusquetio en aparecer en la regién fue el joven Tupac Yupanqui quien se dedic6 a la guerra y ¢ ensanchar los limites dal Tahuan- tinsuyu. Este soberano se perfilaba como un gran conquistador y los cronistas lo mencionan como incansable en sus largos reco- rridos por punas, quebradas y desiertos. Atin durante el gobier- no de Pachacutes Inca Yupangui, Tupac Yupanqui fue enviado a Cajamarca como general maximo de los ejércitos cusquefios junto a “su hermano” Tupac Capac y con los experimentados ge- norales Angui Yupanqui y Tilce Yupangui (Sarmiento de Gam- bos, cap. 44). En ot rule por la sierra hacia el norte redujeron varias forta- lezas donde seviores locales ofrecian resistencia, y aduehados de ‘Guzmango los incas bajaron por el rfo Moche, amenazndo cor- tar el suministro de agua a los yungas. Los chimus no pudieron resistir 6l impotu de los serranos y el régulo Minchagaman fue vencido y levado prisionero al Cusco para la celebracién de las fiestas triunfales. En su lugar, Tupac Yupanqui puso por sefior do Chimor a Chumun-caur, después de lo cual los ejércitos in- caicos continuron su avance hacia Pacatnamu. En esa misma épocs, otras tropas Incaicas se aventuraron ha- cia los chachapoyas, cuyo jafe, Chuqui Sota, se refugié en la for- taleza de Piajajalca, pero no pudo resistir el ataque y cayé prisio- nero (Sarmiento de Gamboa, cap. 44). En estas conquistas el Inca obtuvo cuantiosos tesoros de cali- dad y cantidad nunca vistas antes en el Cusco. De regreso ala ca pital, le recepeién deda a Tupac Yupanqui result6 memorable por la suntuosidad de las fiestas, el esplendor del botin y el nd- & mero de jefes prisioneros. En el crecido séquito de gente yunga een que el Inca trafa consigo, aparte de los sefiores cautivos, habla a mae enon: ‘numerosos arlesanos en calidad de mitmag o de yana, entre ellos wy expertos en finos textiles, habiles artifices metalixgicos, ceremis- ee zouasnaeee tas, conocedores del arte de manufactures refinadas y de plume- 126 Magia RosTwoROWSK: fas, Rastreando documentos inéditos de archivos comprobamos Is existencia de plateros instaledos por orden del Inca en la capi- tal cusqueia originarios de Ica, Chincha, Pachacamee y Chimu (Rostworowski 1977; Cieza de Leén, Seftorio, cap. LVI). Al e5- tudiar los objetos metaltirgicos del Cusco Prehispénico es nece- sario tomar en consideracién el aporte de los artesanos costefios, y habrfa que estudiar su influencia en el arte incaico. : A nuestzo entender, es recién después de esta conquista que Jos incas adquirieron toda la magnificiencia que los espafioles admiraron en ellos. Bs posible que tomaran del Chimu Capac y de su corte, el lujo y la suntuosidad que existié posteriarments entre la elite cusquetia, Antes del contacto con las macroetnias nortefias los incas gran s6lo guerreros, un tanto rasticos, a igual que los dems je. fes comercanos del Cusco. Sélo a consecuencia de este encuen. tro los gobernantes del Tahuantinsuyu Principiaron a rodearse de mayor autoridad, de un lujo digno de sus conquistas, dejaron de ser entonces simples curacas y sefiores locales, Otras conquistas de Tupac Yupangui _Luego de un tiempo de descenso Tupac Yupanqui volvié a salir del Cusco con énimo de ampliar las fronteres del Tahuan. Linsuyu. En esta salida llevé consigo a los mismos generales Til. cay Anqui Yupanqui y avanzaron por el camino principal de le sietra o Capac-Nan. En el trayecto, el soberano se ocupaba de or- donar y establecer la adminisiracion cusquena, observaba si los curacas locales cumplfan lo establecido, nombraba y retiraba a ignatarios sogtin las conveniencias del incipiente Estado, Es ast Que Hegaron haste los cafiaris quienes se aliaron a los quitos para enfrentarse a los incas. Después de lograr une victoria sobre estas etnias descansé Tupac en Quito y ordené poblar la region con numerosos mit. ‘mag, es decir de gente traspuesta de otras regiones, para que edi- ficaran una ciudad, Antes de partir dejé como gobernador « un Iv. Las conquistas 7 anciano Orején llamado Chelco Mayta, con licencia de ser lleva- do en andas y le obligacién de enviarle cade luna un mensajero con noticias sobre Quito (Cieza de Leén, Seiforio, caps. LVI y ) LVL). Posteriormente, al Inca pasé a un lugar llamado Surampalli donde ordené se edificaran unes estructuras que se denomina- ron posteriormente Tumipampa, nombre de una de las panaca reales (Rostworowski 1983: 141), Pasados varios afos lejos de la capital emprendié Tupac la guerra contra los huancavileas. Dividié su ejército en tres partes, tomando él mismo le jefatura de una de ellas y entré en las mon- taftas fragosas para atacar desde el Este a sus enemigos. Los otros dos ejércitos lucharon por la costa, tanto por tierra como por ‘mar, y para esos menesteres entré en la empresa gente costefa, es decir balseros tumbesinos. Las acciones se realizaron en todo el litoral desde Tumbes a Guafiapi, Guamo, Manta, Turuca y Quisin (Sarmionto de Gamboa, cap. 46). Tupac estaba ocupado en conquistar Manta y la isle de La Puné cuando Ilegaron unos mercaderes navegando en balsas ‘con velas, Ellos manifestaron venir de unas islas llamadas Aus- chumbi y Nina. Admirado Tupac con este relato decidié consul- tar con el adivino que siempre llevaba consigo en sus conquis- tas, Le pregunté si era verdad el decir de los "mercaderes marinos", porque ellos “hablaban mucho” y no se les podia cre- er, El augur respondié que él iria primero volando a constatar la existencia de dichas islas lejanas. Este relato de Sarmiento de Gamboa (cap. 46) un tanto insélito interesa porque menciona la presencia de “mercaderes navegantes” y por el misterioso viaje maritimo efactuado por el Ince. Nueve lunas duré la expedicién, y a su regreso, después de tan larga ausencia decidié Tupac tomar el camino de retorno. El Inca escogié la via de la costa y se dirigié a Catacaos, Pacatnamd y Chimor; lentamente avanzaba el soberano por los valles yun- 'gas, pas6 por Pachacamiac y de alli continué por la ruta de la sie- za internéndose por Pariacaca y Jauja (Calancha 1638, lib. 3; 128 MaRIA ROSTWOROWSKI Cieza, Seorfo, cap. LVI). Paralelamente, otro ejército suyo avanzaba por el camino opuesto inspeccionande al pasar las di- versas etnias (Sarmiento de Gamboa, cap. 46). Sogtin Sarmiento de Gambos es sélo después de estas con- quistas nortehas que murié Pachacutec, y Tupac Yupanqui dejo de ser corregente para asumir el poder absoluto junto con su ya- napac 0 companero. Las cronologfas de las conquistas incaicas son natural mente tentativas y es posible que Tupac, aprove- chando una estadfa més prolongeda en el Cusco, decidiera diri- gir sus tropas hacia las regiones selvaticas del Anti, buscando ampliar su acceso a plantaciones de cocales, Para ello dividio nuevamente sus ejércitos en tres partes, él mismo tom6 la jefatu- ra de una de ellas y se interné por Aguatona; el segundo grupo estuvo a cargo de Otorongo Achachi quien entré por el pueblo de Amaru; y el tercero lo comandaba Chalco Yupanqui, quien tomé la ruta de Pilcopata (Sarmiento de Gamboa, cap. 49] Bn la entrada a a selva los ejércitos de Tupac padecieron grandes trabajos, incluso el Inca ostuvo perdido en Ia espesura de los montes hasta que se encontré con les tropas de Otorongo Achachi que lo buscaban. En esta ocasién los cusquefios con- quistaron a los opataris, los manosuyos, los manaris o yanaximes y alos chunchos, mientras que un capitan incaico lamado Apo Curimache llegaba al Paititi, Durante el tiempo que el Inca se ha- aba en la regién del Anti, un natural del Collao llamado Coaqui- ri huyé de las filas incaicas y Ilegé al Altiplano repartiendo la no- licia de la muerte del Inca, En sus discursos alborotaba a la gente y la convencie de ser el momento oportuno para alzarse. El mis. mo toms el nombre de Pachacutec Ynga y baja su mando estallé 3 Lo propio sostiene Cabello de Valboa;y Cobo (1956, . Il, cap. XV) men- ional misma entrede al Anti intercalada con un viajea Quito yuna sita al Collasuyu, Nesparece que la marcha a Quite fue anterior pues es poco probable que el Inca cubriese tan laygasdistancias can facilidad. Wv. Las CONRUISTAS 120 une rebelién en todo el Collao (esa es 1a causa por la cual supo- nemos que primero tuvo lugar la entrada del Inca a la selva). Avisado Tupac de lo que-sucedia, salié apresuradamente de Jos montatias, dejando alli a Otorongo Achachi para concluir la conquista; el Inca pas6 directamente por Peucartambo a hacer frente a los sublevados (Cobo 1956, t. If, lib. 12, cap. XIV). Apaci- guada la tierra, Tupac Yupanqui se dirigié a Charcas donde so- metié a sus habitantes; de alli se dirigié al sur, a Chile, donde prendié a los jefes Michimalongo y Tangalongo y avanzé hasta eger a las fronteras surefias del rfo Maule, Después de estas conquistas, las demés salidas del Inca se efectuaron en calidad de visitas a las zonas recién anexadas a fin de implantar el nuevo orden. En algunos lugares se sofocaron ca- 30s aislados de subversién, pero el objeto principal de estas ins- pecciones era aplicar los sistemas organizativos incaicos, orde- nando las construcciones y edificaciones necesarias para la buena administracién de las “provincia” Al tratar en términos generales de las conquistas de Tupac ‘Yupanqui y de Huayna Capac no se pretende hacer una historia ajustada a los hechos debido a la imprecisién de las crénicas. Sélo se puede analizar los datos y esbozar un esquema de las se- cuencias de las anexiones territoriales. Lo interesante es poseer noticias para un determinedo lugar como en el caso de los co- llec, que muestra un ejemplo de la manera en que se realizeban Jas conquistas. Tupac Yupanqui fue un gran guerrero, él mismo dirigia’ sus ejércitos y permanecta a la cabeza de sus tropas. A él se le debe el mayor néimero de conquistas del Tahuantinsuyu, y si bien Huayna Capac siguié la trayectoria trazada por su antecesor, no sucederfa lo mismo con Huascar ni con Atahualpa. Bl primero no sali del Cusco sino para algunas inspecciones, y sdlo al fi- nal, después de continuas derrotas, asumié 1 mismo Ja jefatura de los ejércitos contra su hermano. De igual manera Atahualpa tomé rara vez ef mando, delegando en sus generales el levar a cabo la guerra contra Huascar. MARIA RostWoROWSKI {Qué puede indicar esta actitud de delegar en manos de otros la tarea de mantener las enormes dimensiones del Tahuan- linsuyu? dSe deberia a mayores responsabilidades administrati- vas 0 acaso a la pérdida del espiritu guerrero? (Se estaria gestan- do en el incario una divisién entre dirigentes militares y jefes administrativos? Por olzo lado, si los Incas se volvian muelles y descansaban en sus generales para conservar sus dominios corrfan el riesgo de tarde o temprano ser depuestos por gente més aguerrida, pues la ley del “mas hébil” exigfa un estado permanente de alerta, Conquistas de Huayna Capac ‘A pesar de la proximidad de Huayna Capac con la apericién de los espafioles en las costas del Tehuantinsuyu, los cronistas 10 estén de acuerdo en el orden en que ocurrieron suis conquis- las, nj en los sucesos en general. _Aeste Inca le correspondia mantener las adquisiciones terri toriales y continuar ensanchando sus dominios. Sin embargo, se nota que en las regiones periféricas del Tahuantinsuyu, lanto en Chile como en las zonas selvaticas y en el extremo norte, no te- fa vigencia la entigua costumbre andina de la reciprocidad. Sin su intermedio, la tinica modalidad que cabia ara las anexiones por medio de sangrientas batallas para someter a nuevos pue- blos. {Qué podemos concluir de este hecho? La ausencia de los habitos de reciprocidad significa que se trataba de etnfas situadas en los lugares més alejados de los ni cleos culturales, entre las cuales no existian las costumbres de las regiones més organizadas del émbito sudamericano, Es posi- ble también que los naturales de dichas regionas apartadae no vieran las ventajas de incorporarse al mundo planificado de los incas; ademés, tenfan poco que perder y no era un caso como el de los chinches que podtan haber arruinado su tréfico de larga distancia con lejanos pueblos si no se sometian de buen grado « los cusquefios. |W. LAS conquistas at Para analizar las divergencias entre los cranistas sobre las conquistas de Huayna Capac seguiremos bésicamente el decir de Cieza de Leén, viendo las discrepancias que surgen con los demas. Los primeros aftos de su gobierno Huayna Capac los dedicé a visilar sus dominios cercanos al Cusco. Cieza de Leon (Seriorio, cap. LXII) hace referencia a una inspeccién a los sores, lucanes y andahuaylas. Segin este cronista, el Ince no emprendié con- quista alguna a viaje lejano mientras estuvo con vida su madre, Ja Coya Mama Oclio, Parece que ella rogé a su hijo no ausentarse por largo tiempo del Cusco (Sefiorfo, cap. LXI; Cobo 1956, t. II, cap. XV0), Ia amplitud del territorio significaba que cada recorri- do de un Inca reinante por sus estados, o para alguna nueva con quista, comprendia varios afos de alejamiento de la capital. Siguiendo el relato de Cieza y del consenso de cronistas, Huayna Capac después de una prolongada estadia en el Cusco, durante la cual continué con su obra edificadora, partié a visitar Ja regién surefia de sus dominios. Primero anduvo por el Colleo viendo cémo llenaban los depésitos estatales de finas lanas, y es- cogiendo a jévenes muchachas para los aclla huasi, es decir para los obrajes incaicos. Pasé por Chuquiapo y de alli prosiguié a Charcas, hasta la regién de los chichas, Durante su permenencia enol sur, el Inca observé la aplicacin de la organizacién estatal, la creacién de mitmag, la construccién de tampu, caminos, ba- fios, y otros. Continué su visita por Tucumén y La Plata, desde donde envié unos capitanes a luchar contra los chiriguanes, pero la aspereza del terreno hizo que volvieran derrotados, De acuerdo con el decir de Sermiento de Gamboa (cap. 59), mientras Huayna Capac visitabe el Collao envié a su tio Guaman Achachi por la ruta del Chinchaysuyu a que inspeccionere el pais hasla Quito. Mientras tanto el Inca se dirigfa a Charcas, Co- chabamba y Pocona, continuando al sur por Coquimbo y Copia- 6. Durante su permanencia en el sur llegaron las nuevas sobre rebeliones en Quito, en Pastos y Huancavilca que obligaron al soberano no solamente a retorner al Cusco, sino a reunir ojérci-

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