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Historia de la Teorfa Politica, 3 lustraci6n, liberalismo y necionalismo : | | Seccién: Humanidades Fernando Vallespin, Joaquin Abellén, Helena Béjar, Andrés de Blas, Josep M. Colomer, José Luis Colomer, Antonio Elorza, Tring Fetscher, Marta Lorente, Luis Alberto Romero: Historia de la Teorfa Politica, 3 Ilustracién, liberalismo y nacionalismo Compilacién de Fernando Vellespin El Libro de Bolsillo Alianza Editorial Madrid Primers edicin en «El Libro de Boillon: 1991 Segunda reimpresion en El Libro a a is Ee ie ba do comps maine Aol «¢ le Edicién de las Obras que compepien ef Patti ‘monio literaria y cientifico espaiiok Soncedida por seer ee O Rol Oya Vie San 95. 4 A B Ligaen los derechos. De Convo i To apnea en Serie a Cocigo Deal vigae, pon er eons con Sent delta privet defend gusnes eprodjeen 0 pai inven todo enprt una bye ler anno cena Bade Tralgue dp de soporte in precoptve strc compile ersndo Vlg & Farad Vln Tonga lin Hoe Be, Andi de Blan Jop M. Calc ese Los Colones, Aoi Blos, Marta it, Lal Albeo mero © set capt por Ting Fasche,R,Pper GmbH & Co KG, Menh1983 © Alin Eto S.A Madi, 1991, 1995 {ean igenc Lh de Te, 132807 Madd e393 8 8 ISBN 84 a8 98354 (Osa complew) ISBN 8420605409 Como est egal M9 839/995 Corpus np en Peninde Coc 1 Cote Soe, 15 20007 Madd Prine a Spas Introduecién Mlustracién, liberalismo y nacionalismo Fernando Vallespt EI presente volumen trats de cefirse estricramente all cnunciado que Io preside. ¥ ello a pesar de que una vez ‘més hayamos tenido que recurrir a términos embleméti- 0s para definir fenémenos que no siempre se dejan atea- par con facilidad mediante vocablos genéricos. Lo mejor gee puede, acer en esta Introducin quied set, por tanto, cl remitir simple y Tanamente a los distintos ca- pftulos en los que se desazrollan estos conceptos. Si cree: ‘os que es importante presentar algunas advertencias pre- vias. La primera tiene que ver con el perfodo que aqut se contempla, que abarca gran parte del siglo xvrtt y el 11x. Aun anclados todavia en ciertas servidumbres cro- nol6gicas —obvias y necesatias, desde Iuego—, no deja- ‘mos pot ello de dar el salto hacia crterios de exposicién és sisteméticos, que a partir de ahora ya serén la norma. El objeto de este volumen no es, pues, otro que el de narrar la entrada en la Modernided y su asentamiento a pattir de ese movimiento intelectual que cominmente co- hacemos como Tlustracién, Sie] mando moderno hunde sus raices en siglos ante- 7 8 Fernando Vallespin tiores —y de 50 dijimos algo en Ja Introduccién a Ia Bunda cntrega de esta serie, es a partir de ahor, sin tmbargo, una vez franqueada la senda de Ia Tlustraciin, cuando mostraré su auténtico rostro, Es el perfodo tam: bign en el que se produce Ia Revolucidn Francesa, que sirve, con razones mds o menos vélidas, para trazar una de las grandes Iineas divisorias en Ja historia europea y fnundial. En lo referente a la ceor‘a politica, no puede jgnorarse su trcmendo valor como simbolo de ruptura de Ja organizacién politica anterior y, sobse todo, del papel de las ideas en esta transformacién, La huella de este periodo, tanto de la experiencia de le Gran Revoluciéa fomo del mismo discurso ilusttedo, permanece hasta fnuestros dias, y habré de seguir ocupdndonos en un vo fmen postetiot !, En éste nos limitaremos @ dejar cons, tancia de las peculiaridades de su gestacidn, tanto en el aopito brtinco (cpitlo 1 como en el franés (oop lo TT), asi como de algunas de sus consecuencias inme- aa sr banc Bien dice Belin, wal poder inteletal, la hhonestidad, lucides, valentia y el desinteresado amor a In verdad de ls més dorados pensadores del sil cio sigue atin hoy sin pareng6n, Su époce constituye uno See semjotes ms experancadores episodio en la vida de la humanidad» *, Iotentar ifuminar algunas de las cla- ‘ves para interpretar este momento en el que el hombre, ‘como decia Kant, ase atzeve a conocer» (sapere aude) y trata de salir de su einmadurez. autoculpable», es el fin principal de los capftulos que siguen. Como venimos diciendo, ef criterio expositivo estric TT Dentro de la configuracién general de este proyecto de His (ois Hate I St tte Spo ome de et Fae Barta sada eget Fe Se a ec cnt volun IV pare cater el pee A Sl Soe musts Ge Bk eve ode ae y's, Mocca oe Se Oe a oe PS ee mcs de rode comnts SSRI flats ue ‘ecoln te oe ors Sv PP feta, The Age of Enlightenment, Oxf: Oxford Uni vent Bae, BT, oS Alustraci6n, liberalisno y nacionalismo 2 tamente temporal ha sido reemplazado en parte por una visiGn mas sistemética. Sélo de esta forma cabe intexprc- tar la alusidn en el titulo de este volumen al «liberals. mo» y el «nacionalismos, Ambas cortientes de penea- ‘miento son, desde luego, derivativas del discusso ilustra- do y las dos Hegan también hasta nuestros dias. En el 950 del liberalismo, su conexidn con lo que hemos veni- cdo catacterizando como ailustraciéa britdnicay es, ademés, inmediata, y en su exposicidn més madura —ia de un J. Stuart ‘Mill, por ejemplo se nutre también de las, ‘onteibuciones'de los pensadores del Continente. El nexo «3, pues, evidente, El caso del nacionalismo es ya mucho mis complejo. Mas que del ediscurso ilusteado» propia- mente dicho habrla que hablar de la Revolucién Francesa como origen iltimo del fendmeno. De cualquier manera, las claves que explican su gestacién se encuentran en este ‘mismo petfodo. Se trata, ademas, y de modo paradigmé- tico, de uno de los conceptos que mejor muestran las contradicciones inherentes a la filosofia politica de la Tlustracién, La segunda advertencia afecta ya més al énfasis dado a cada uno de los temas tratados. Puede que llame la atencién el espacio dedicado a las exeflexiones sobre la Revolucién» (capfeulo TTT), asf como al pensamiento po- Iitico de T. Kant, muy infravalorado, euando no ignorado,, en libros de este género. La profundizacién en el tema de la Revolucién o revoluciones obedece, no ye s6lo a su clara relevancia pata la comprensidn de la teorfa politica del petiodo, sino también al mismo hecho de gue la re daccién de dicho capftulo fue coeténea a la celebracién, del bicentenario de la Revoluciéa Francesa, con todo lo ue ello supuso de revisién y profundizacién de este com- plejo tema, De hecho, casi todas estas nuevas contribu. ciones han sido incotporadas al andlisis que auf presen- tamos. En Jo que tespecta a Kant, no hay més que re- mitir al estado actual de la filosotia politica para com- probar o6mo, en efecto, es uno de los fl6sofos politicos clésicos més'en boga de nuestros dias, al menos en lo que hace a la dimensién politica de su filosofia moral 10 Fernando Vllespin gnorar este hecho haciendo de Kant un mero apéndice de Rousseau 0 colocindalo a 1a par con Fichte, por ejem- plo, no parece cuadrar con Ja concepcién que hoy tene: mos de su contribucién a la historia del pensamiento politic. ‘La incorporacién de J. Stuatt Mill y Alexis de Tocque- ville es también obligeda, sin que sea nccesario buscarle justificacién alguna. El engarce entre el primero de ellos y el movimiento intelectual que leva el titulo genérico de ‘ellustracién briténica» es tan obvio que hubiera podido incorporazse a dicho capitulo con total legitimidad. . Surge asi una tipologia dual en la que se distinguen las socie- dades primizivas, relativamente igualiterias pero sumidas en la miseria, de las nuevas sociedades en crecimiento, dominadas por los efectos benéticos de la divisién del tra bajo y la productivided EI juicio moral se basa, pues, en las consecuencias, lo cual permite incluso la defensa del lujo —tema tipicamen- te dieciochesco— por cuanto ¢s una fuente de creecién de puestos de trabajo, y en una idea de justicia mas con * Atostecién y liberalismo en Gran Beeaia 7 mutativa que distributiva, concebida no como un impere- tivo derivado de altos principios sino como. un vinculo entre los miembros de la sociedad. El consecuencialisino de Ia evaluacin moral esté rela cionado con la idea de que las acciones humanas suelen tener consecuencias inintencionadas, es decir, efectos buenos o malos que son independientes de la bondad 0 maldad de las motivaciones de sus agentes y de Ia mayor © menor concordancia de los criterios en que éstos se basen con los dogmas de la moral tradicional. El concepto de las consecuencias inintencionadas, crucial para el and. lisis de las conductas humanas, permite explicar los inter cambios con mutuo beneficio de personas movidas por egoismo. Estos son posibles tanto en el terreno econd- mico, ya que una misma cantidad de dinero en movi miento puede dar luger a distintos niveles de ritueze global, como en el terreno politico, donde la difusién del poder puede resultar beneficiosa para todos. En esta época de progreso econémico se tienden ¢ subrayar, pues, las benefactores consecuencias inintencio. nadas de ciertas conductas que habria que calificar como totalmente viciosas. segtin las pautas tradicionales, El optimismo de este punto de vista va revestido a veces de ceencias en una libertad natural armonizadora de las ac ciones individuales, en una benevolencia o simpatia inna tas en Ja condicién humana, o en una mano invisible pro: videncial que resolverfa fos conflictos de intereses en un bien general. La herencia del iusnaturalismo y la influen cia de los nuevos mitos de la fisiocracia francesa se hacen sentir, pues, en ciertos desarrollos tedricos de este petfodo propenso a la esperanza Sin embargo, también en los autores del momento se aborda Ja necesidad de regular las relaciones socicles a través de las instituciones estatales y, suponiendo que ta- les instituciones serén igualmente regidas por individuos movidos por el propio interés, se busca el modo en que mejor puedan servir al bien publico, Ya en esta época la intervencién de los poderes pitblicas es concebida como conveniente siempre que la wtilidad individual de una 38 Josep M. Colomer accidn no coincide con sw wilidad social; es decir, cuando se dan consecuencias inintencionadas en un sentido inver s0 al antes subrayado, aunque esta perspectiva seré objeto de mayor atencidn en una etapa ulterior, cuando erezcan los desgarros y conflictos sociles provocados por los pri mezos impulsos de la revolucién industrial Virtudes morales 9 benejicios priblicos La disociacién entre los valores morales cristianos y les motivaciones de conducta utilitarias puede observarse de tun modo cjemplar en las obras paraleles de dos autores de segundo rango teérico, pero de gran audiencia e influencia en su momento, como Jonathen Swift y Bernard Mandevi- Ie, Las posiciones ideolégicas de arbos son opuestas, peto, coma se verd, sus recursos argumentales y literarios mantienen una vistosa simetria, Por un lado, el cristiano Swift observa le expansién de las conducts czofstas modernas, juzgn sus consecuencias ‘como criminales 0 viciosas segiin las pautes de la moral tradicional, y pretende suscitar el rechazo del lector pre- senténdolas provocativamente como ventajas o beneficios de acuerdo con la moral utiitara Por otro lado, el ateo Mandeville observa igualmente la difusin de las conductas egoistas modernas, juzga sus consecuencias como beneficiosas seytin 1a moral utiitaria, y aspira a provocat la reaccién del lector ridiculizendo la calificacién de vicios que les atvibuirfa la moral tradie cional. ‘Ambos observan y juzgen, pues, une misma sociedad cn la que se rompen las barreras del viejo orden social y se multiplican les conductas individualistas movidas por el propio interés. Pero el misintropo y malhumorado Swift sostiene un punto de vista pesimista, que le lleva a usar paraddjicamente la argumentacién utilitarista para suscitar su condena, mientras el vitalista e iténico Man- deville es optimista'con respecto al futuro y propone ol- Tostecién y liberalism en Gran Bretaia 38 vidar la moral cristiana del pasado recurriendo precisa mente a sus viejos eddicos de jucio. EL islandés Jonathan Swift (Dublin, 1667-1745), clé sigo y politico tory, hace gala de sus dotes polémices en algunos panfletos, como el titulado Une modesta proposi- cibn para eviter que los bijos de los pobres de Irlande sean tna carga para sus padres 0 su pais y para bacerlos utiles al piiblica (1723). Sin ahorrar crueldad en la descripcién, Swift presenta en él una situaciéa de miseris en la que abundan nifios tmendigos, hambre, enfermedades, abortos voluntatios, frfo y suciedad ‘Avanzéndose en cierto modo a lo que un siglo mas tarde podeia haber sido tal vee un andlisis de ‘Thomas Malthus, finge que hay que descariar la. posibilidad de educat y alimentar 4 tantos nifios y diagnostica un exceso de poblacién, que habria que disminuit, Parodiando Ja frialded de un razonamiento utilitario, Swift propone en- tonces un plan «inocente, barato, eémodo y eficazr, que consiste en comerse a los nifios. «Me ha asegurado un ameticano muy entendido que conozco en Londres —te- lata—, que un tietno nifio saludable y bien cuidado cons. tituye, al afio de edad, el alimento més delicioso, nutriti vo y comerciable, ya sea estofado, asado, al horne o her vido; y yo no dudo que servird igualmente en un fricasé © un guisado.» El remedio harfa disminuir la poblacién hambrienta ¢ improductiva y al mismo tiempo propor- cionar‘a alimento a los demés. Adicionalmente, Swift pre- senta otras supuestas ventajas de su provocativo. plan: disminuir el nimezo de papistas, incrementar los ahorros del Tesoro, estimular fos mateimonios (ya que la venta de nifios nacidos en ellos se convertiria en un negocio), etoétera, La exposicidn de las consecuencias aberrantes de un cilealo de ventajas e inconvenientes de este tipo, des provisto de todo fundamento absoluto de moral, es rei- terada en otto texto de parecidas caractetisticas, En el opiisculo titulado Un serio y siti proyecto para bacer un hospital de incurables, de ioniversal beneficio para todos 6 Josep M. Colomer los stibditos de Su Majestad (1733). Swift presenta un proyecto de eutanasia masiva, que permitiria librar a la sociedad de todos los viciosos «incurables», entre los que sitia hordas de abogados, procuradores, picapleitos, es- cribanos, usureros, amanuenses, carteristas, prestamisias, carceleros y jueces'de paz Por inversién sarcistica de. sus preferencias, Swift ‘muestra claramente en estos textos cuél es el modelo de sociedad que considera aceptable, caracterizado por el pre- dominio de las vireudes austeras, un patriotismo autarqui- co y Ia caridad de Jos fuertes con los menesterosos. Asi propugna, por constraste, la prohibicién de los instru- mentos que fomentan la ‘eexética Iujuria» y Je curacién del dertoche de engreimiento, vanidad, holgazanerfa v juego de las mujeres, introduciendo la prudencia y la tem- planza y un esplritu de honestidad en manufactureros y inercaderes que permita «un comercio hontado»; asimis. mo, define un programa en el que no se compren ropas rj muebles exttanjeros ni, en general, otras mercaderias que las nacionales, como expresién de samor a nuestro paiso; finalmente, propone un subsidio de paro y que se ensefie a Jos terratenientes a tener un poco de compasién con sus arrendatatios. Ms claro es atin en algunos aspectos el modelo politico defendido por Swift en su obra Viajes a varias naciones remotas del mundo o Viajes de Gulliver. En la cuatta parte, Viaje al pais de los Huybubnms (0 pals de los ca- ballos), el autor denuncia una sociedad gobernada por po- Iiticos con deseo de riqueza, poder y titulos, en Ja que Tos abogados y jueces favorecen el fraude, el perjurio y ls opresi6n y los nobles son educados en la haraganeria y la lujuria, En el diélogo de Gulliver con el rey incluido en la segunda parte, Viaje a Brobdingnag (o pals de los sigantes), se argumenta, por el contrario, a favor de unos gobernantes y nobles versados en mateties religiosas y de vida santa, sin complacenciss con «los males del siglo», | el voto de’os stibditos por su sefior, el equilibrio pres: puestario y la milicia ciudadana (en vez del ejército pro fesional). lusttacién y liberalismo en Gran Bretaia a En conjunto, Swift transmite, pues, una visién profun: damente consetvadora de Ia historia reciente de Inglate- ‘ta, que resume en «un montén de conspiraciones, rebe- Fiones, asesinatos, matanzas, revoluciones, exilios». Sitia la explicaci6n de tales desastres en la violacién de las reglas motales tradicionales, ya que los ve como «efectos , de la avaricia, el partidismo, la hipocresfa, la pesfidia, la crueldad, la ira, 1a locura, el odio, Ja envidia, la mal dad y la’ ambicidn», mientras considera las guerras como resultado ‘de le ambicién de los principes y la corrup: cién de los ministtos. Y formula una alternativa basa- da en gobernantes vieruosos y amantes de Ia pattia y en terratenientes caritativos, con rasgos que podtian ser compartidos por el tradicional moralismo cristiano y el clisico espiritu cfvico republicano. En otros momentos, Swift explicita més su principios, gue Je permiten confiar en una sociedad moral y orde: nada por st cteencia en un disefio divino transmitido a Ia rezdn humana, «La misericordia de Dios se detrama sobre todas sus obtas, pero los teélogos de todas clases la isminuyen demasiado», esctibe en sus Pensanrientos; asimismo sostiene que «Dios ha dado a la mayor parte dela humanided una capacidad para comprender la razin cuando ésta es claramente ofrecida, y la humanided seria facilmente gobernada por te razdn'si se la dejaza elegir» (Algunas reflexiones sobre el estado actual de los asun- tos, 1714), Un enfoque totalmente inverso es el def holandés afin- cado en Inglaterra Bernard Mandeville (Rotterdam, 1670- Hackney, Londres, 1733), autor de La Fabula de las abe- js: 0 vicios privados, beneticios péblicos (publicado como tun breve poema en 1705 y ampliado en ediciones sucesi- vas hasta 1729). La fébula de Mandeville presenta un imaginatio panal en el que reing la deshonestidad y el egofsmo de comer- ciantes, abogados, médicos, sacerdotes, jueces y politicos, ‘xempefiados por millones en satisfaceese mutuamente Lt lujutia y la vanidad, y en fa que estos viclos son fuente de lujo y comodidad y vivero de la ciencia y la produc- 2 Josep M. Colomer cién. «Cada parte esté lena de vicios, pero’ el conjunto 6s un Paro, recaptuael autor Sin embargo, las plegarias que claman por la. virtud acaban provocundo la intervenciSn de los doses, los cus- les eliminan el dettoche y el fraude y establecen Ia so- briedad, la austecidad y Ia caridad entre las abejas, con el resultado de provocar un estado de miseria y honradez. Visto lo contraproducente de tan buena intencidn, Man- deville llega a la siguiente moraleja final, que sintetiza el mis desenfrenado espfritu del capitalismo protoliberal: . Smith advierte que «no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus ropésitos, pues al perseguir su propio interés, promueve cl de la sociedad de una manera mas efectiva que si esto entrara en sus designios» (La rigueza de las naciones, Tibro 4, cap. 2) La idea de 1a mano invisible habia sido usada ya en ls islas Briténicas en 1703, cuando el capitin del barco Prince George esctibié en sa diario de « bordo que habe sobrevivido a una gran tormenta porque . La familia materna de Montesquieu procedia de la nobleza inglesa (su abuela estaba emparentada, a través de Ia Countess of Salisbury, con Eduatdo TET, y tenfa, por lo tanto, sangre Plantagenet en sus vengs), El padre de Montesquieu era el tercer hijo del primogénito de Jean. A través de su matrimonio con Marie Francoise de Pesnel hereda considerables propiedades, entre otras Ta Bréde. Se eligié para padrino del muchacho a un men- digo de la localidad, para que aquél no olvidara nunca sus bligaciones para con los pobres. Montesquieu fue educado en un internado de los Orato- rianos en las proximidades de Paris; 1a jornada, estricta mente regulada, inclufa, junto al latin, geografia, historia y matematicas, ademds'de esgrima y baile, como corres pondla a un joven noble, Pero los padres eran también inusualmente receptivos a las modernas ciencias de la na- turaleza, La filosofia de Malebranche gozaba de gran con- [La Hlusteaién en Francia %9 sideracién y se introdujo en la clase de filosoffa. Al aca- bar su perfodo escolar, Montesquieu estudis derecho se suupone— en las universidades de Busdeos y Paris. La situaciGn de Ia facultad de Paris era por aquel entonces catastréfica: en 1709 el decano de 1a misma contaba no- venta y ocho afios de edad; sn hijo, que cra asimismo profesor de derecho, estaba siempre ausente, y otro de los catedtiticos, también muy mayor, hacis que fueta un estudiante quien dictara [as clases. Montesquien alcenza Ja Ticenciatura en derecho en 1708, No te sabe mucho acerca de su estancia entre 1709 y 1713 en la ciuded de Parts. En cualquier caso, es seguro que sc dedicé intensamente a la lectura y a la observs- én, ast como a llevar a cabo experimentos de ciencias aaturales. Un libro de notas que fue publicedo por pri- mera ver en 1944 nos aporta datos al respecto. Tambien particips en sesiones de la Académie des Sciences y de la Académie des Inscriptions. Tuvo amistad con impor tantes cientfficos, entre otros Eréret, quien hablaba chino, y a través del cual conocié a un chino llamado Hoeng, asi como con el Abbé Lama, que polemizaba sobre la supremacia del Pepa y @ quien la bula Ungenitus no dejé de estimalarle, En su primera obra literatia de éxito, Cartas persas, publicade en 1721, se burla Montesquieu de esta misina bula. Es posible que también conocieta al conde de Boulainvilliers, quien vivis en casa del Lam, ¥y cuya teoria sobre los origenes del feudalism le interes, ‘aunguc més tarde la declarara poco cientifia. ‘Montesquieu regresa a La Bréde en 1713, tras la muer te de su pedte, En 1717 hereda de su tio Jean Baptiste Ik baronfa y su escafio en el «Parlement» de Burdeos. Sin embargo actia pocos aiios como Président a Mortier (una de las vicepresidencias de la corte suprema). Sélo s¢ conoce su intervencidn en tres casos. En sus Pensées (. 213) se lamenta de haber entendido las ecuestiones» como tales, peto no , inspirado en Maquiavelo, y funda tun premio de anatomia. La historia y Ia geografia le in- teresan y su estancia en Ja ciudad portuaria le permite conseguir informaciones (no siempre fidedignas) proce- dentes de todo el mundo, muchas de las cuales utiliza en sus escritos (sobre todo en su obra principal, El espiritu de tas leyes). Por otra parte lleva a cabo los estudios de clencias naturales, tan valorados en la Academia: las ob- servaciones sobre la fisiologia de las plantas, que lleva a cabo en colaboracién con el Abbé Duval, fueron publics. das en 1721 En el mismo afio se publican —de forma anénima, en ‘Amsterdam— las Cartas persas, que tienen un éxito Ii terario exitiordinario. En 1721’ se publican diez edicio- rnes més de las mismas. El género, un informe crftico (casi satirico) que realiza sobre el pats un extranjero, en este caso un persa —otros habian situedo en este papel 4 chinos o japoneses, Giovanni Paolo Marana a un turco, y sabemos que Montesquieu posela su libro L’Explora- tore turco—, no era nuevo. Pero Montesquicu lo maneja magistralmente, Para su pensamiento politico tiene gran importancia el juicio decisivo sobre el despotismo, que si bien aqui se apostrofa esencialmente como general y omnipresente, sino que en cada caso son siempre los mejores aquellos «cuyas instituciones co- rresponden de modo Sptimo a las disposiciones del pueblo para el que facton creadas> (1.3). Aqui aftade Montes- quien una lista de las circunstancias a las que deb corresponder las leyes y las institaciones: 1. La esencia (nature) y el principio (principe) del sistema de gobierno que se ha de introducir, para lo cual, evidentemente, no es cualquiera adecuado para todos. 2. Las condiciones f sicas del pafs, su clima, las caracteristicas de su suelo, ta ‘mafio, modos de vida, modos de produccién (agriculeura, artesanfa, caza, ganaderia, etc.) 3. El grado de libertad que permita la Constitucién. 4, La religién de sus habi- tances y sus tendencias. 5. Su riqueza. 6, El indice de po- blacién. 7. Su comercio exterior. 8. Sus costumbres. 9. Sus La Thustracn en Francia 105 relaciones reciprocas, etc. Es en relacién con todas estas circunstancias como hay que considerar las leyes. A esta exposicién de la tematica sigue, en el segundo libro, la divisién de los diferentes sistemas de gobierno caracteristica de Montesquiex, para lo cual emplea dos diferentes puntos de vista: 1. La divisién iradicional en , Replica y Monarqula que corresponde al numero de personas que detentan el poder legislative, y 2. Una di- visign normativg, que encontramos antes de Montesquieu en Maquiavelo (Discurso, 1.10 y 1.25) y en Paolo Mattia Doria, quien de forma similar ¢ Montesquieu enlaza los, sistemas de gobierno con estiles de vide (forme di vivere) La vita barbara, cuyo principio es el miedo (pawra milita re), da como resultado tn despotism; la civile moderate 0 la civile economica, una repablica, y la civile poreposa, una monargufa. Las dos dltimas son fotmas legitimas de la vida politica en comin, el despotismo es ilegftimo. Tam- bién para Montesquies! es més esencial el contraste del despotismo con los otros sistemas de gobierno que la ple divisién en zepiiblica, monarquia y despotismo. Se trata de gouvernements modérés (monarquias y republi cas) y gouvernements despotiques, que son apoliticos y fragile, Impresionado por la antigitedad clésica, Montesquieu comienza su exposicién con las repiblicas, que en su des cripeién aparecen en primera instancia también como los mejores sistemas de gobierno, Su principio es la virud, cn el sentido de la arete clisica o la virtis de Maquiavelo, descrita con més detalle como «el amor a la sencillez y la igualdady. Esto se puede aplicar a la repiiblica democréti- ca, «en la que el poder soberano est en manos del pueblo como conjuntop, mientras que en Ja repablica aristocréti- cea «el poder soberano se encuentra en manos de una parte de la poblaciSn» (II, 2). Para esta repiblica aristocrética es aplicable el principio de la moderacién, porque sélo ella garantiza que ni los aristécratas abusen de sus dere- chos ni la mayoria del pueblo, sin privilegios, niegue la obediencia, Por viltimo, en Ia monarquia el soberano po- der legislador esta en manos de un solo individo, el cual, 106 Tring Fetscher sin embargo, gobiema con ayuda de las leyes fundamen- tales del reino. ‘A la esencia de la monarquia pertenecen los podetes subordinados y dependientes que Montesquieu designa ‘como una especie die «candles», an través de los cuales fluye el poder (de los monatcas), pues si en el Estado no existiera mds que la voluntad instanténea y caprichosa de una sola persona, no habrfa nada firme y, en consecuen- cia, tampoco habia unas leyes fundamentales> (II, 4). La nobleza y los parlamentos son para Montesquieu estos, ~epoderes subordinados y dependientes». Montesquieu re- sume la importancia de la nobleza en la frase tantas veces citada: «Sin monarca no hay nobleza, y sin nobleca no ‘hay monarca, sino un déspora» (II, 4). En una monarqufa también puede ser de utilidad el clero, porque detiene la tendencia hacia la degencracién y el despotismo, por may dafino que sea (el clero) en una repiblica. En todo caso, es una buena bartera frente al despotismo. «Puesto que el despotismo causa terribles dafios a la naturaleza hume- na (1), incluso el mal que lo limita es un bien» (TT, 4). Mas los sangos intermedios no son suficientes, pues nece- sitan por encima de eso un depésito de las leyes, «Pata este fin sirven los parlamentos, que en Francia podian im- pedir que se promulgaran las leyes dictadas por el rey.» Montesquieu ataca con dureza a M. Law, quien pro puso un impuesto proporcionado, tanto para la nobleza ‘como para el clero, porque «queria eliminar los rangos intermedios, y con ello destruir el cuerpo politicos (II, 4). A los dos (en realidad tres) sistemas de gobierno modera- dos se opone el Estado despético, que en el fondo es un (ibid). Mas este caso es aquel en que los poderes estén tepartidos entre diversas personas y ritulares «Cuando en manos de una persona o una autoridad (corps de magistrat) estin reunidos el poder legislativo y el ejecutivo, no existe libertad porque es de temer que el mismo monarca 0 Senado dicte leyes tirénicas para utilizarlas tirénicamenten (ibid.). Lo mismo ocurte con Ja unin del legislativo y el judicial o el ejecutivo y el judicial. Segiin Montesquieu, las monarquias continentales, ya son despéticas, en tanto fos monateas ceden al menos Ia administracién’ de justicia al pueblo, es decir, jueces independientes del propio monerca. Si los tres poderes se encuentran en una sola mano, todo esté perdido, Asi curte con los tutcos. En Inglaterra el poder judicial no queda en manos de un estado de juristas (cuya existencia no menciona Mon- tesquien), sino de jueces (jurados) elegidos popularmente, con lo que el poder judicial es al mismo tiempo «invis- ble y nulo», no se teme al agente sino al cargo (de iuez) 14 Fetscher En Inglaterra existia también el cargo de juez de paz y un desarrollado sistema de diferentes cortes y tribunales que Montesquiew no menciona. Falta también una ref rencia a la Common Law, un derecho consuetudinatio no sujeto a textos legislatives (a los que se refiere Montes eu). Las indiceciones de Montesquieu sobte el poder leis. lativo son més precisas. Propiamente ha de residir en las ‘manos del pueblo entero. Pero en los grandes Estados esto es précticamente imposible, ¢ incluso en los peque- fios presenta muchos inconvenientes, El pueblo, por tan: to, sha de hacer mediante sus representantes Jo que no puede hacer por si mismo» (ibid.). Los diputados no obe- ddecen instruccién alguna y pueden discutir, algo que no podria hacer todo un pueblo. Los miembros del Parla mento son enviados por las cindades y condados a Lon- dees y sepresentan sus intereses regionales, Se hace nece saria una segunda Cémara por cuanto en otto caso ta gran mayorfa de los pocos nobles © pobres reduciria o aumen- tarfa los derechos de esa sobrestliente minoria, Pero esta minozia no tendria «ningin interés en defender la libertad general, que tendria como consecuencia st: propia esclavi- tud, ya que la mayorfa de las decisiones irfan en sa con- tra» (bid), Por tanto, pata que los intetess de los nobles patticipen también del mantenitiento de la libertad poll- tica, deben poder articular también sus demandes de un Parlamento propio, Ia Cémara Alta. «Fl poder legislativo se confia, por ende, tanto une corporacién de nobles como a tina Cémara compuesta por representantes elegi- dos por el pueblo, que realizan sus propias sesiones y the nen diferentes deliberaciones e intereses» (ibid.). «La cor poracién de nobles ha de sex, por su esencia, hereditaria, Por Jo demés, tendré un gran interés en Ia conservacién de sus privilegios, por sf mismos odfoses y que en un Estado libre son siempre un peligro» (ibid.). Para evitar {que los intereses particulares de Ia acaudalada nobleza se impongan de un modo absoluto, el derecho a Ja votacién dle impuestos radica s6lo en la Cémara Baja, mientras que la Camara Alta posee el derecho de veto: el poder de im- La Tiusteacién en Francia us pedir, no de promulgar. Ocurre lo mismo con el rey, quien con su derecho al_veto patticipa en la legislacién de un modo negative. Esta recfproca limitacién de los poderes es lo que garentiza la libertad, Para los miembros de la alta nobleze, la Camara Alta es al tiempo un tribu. nal, ya que en ella'se sientan sus «pares» y todo ciudadano sélo puede ser juzgado y condenado por sus igueles. Los crimenes politicos son tratados en la Cémata Baja como ministetio piiblico y en la Cémara Alta como tribunal competente, lo cual sitve también a ala dignided del pue blo y la seguridad del hombre privadon. El poder ejecativo se halle en manos del monarca, lo que en relacién con la necesidad de tomar determinaciones y realizar acciones répidas parece racional. Si no existiera el independiente poder ejecutivo det rey y asi ese poder fuera confiado por el poder legisletivo a un cierto aiime to de personas no habtia ya libertads (ibid). Con ello Montesquien rechaza nuestro sistema de gobierno parla- ‘mentario, pero a continuacién habla de los consejeros del rey, que —al contratio que la persona del monatca— pue- den ser acusados y condenades. ;Tales consejeros debian obtener, ya en su tiempo, la confienza del Patlamento! El rey posce la faculted de convocar y disolver el Parla mento. También aqui «un poder detiene (de nuevo) @ trop. Los poderes se limitan mutuamente y evitan asi el siempre amenazante despotismo, Sin embargo, y por el contrario, el poder legislativo no puede detener al ejecuti- vo, pero sf puede comprobar si éste utiliza adecuadamente les leyes, Ante todo cjerce una decisive influencia, a tra vvés del derecho 2 la votacién de los impuestos, en la po- Iftica det monarca. ‘La doctrina de Montesquieu de la adivisidn de pode- res» ha sido presentada repetidas veces —particularmente en Ja literature sobre el derecho pablico del siglo xx, pero también en nuestro siglo— de un modo excesivatnen- te abstracto e insuficiente. Charles Eisenman (1952) ha mostrado con cletidad que se trata de una delimitacién ¥y mutuo impedimenco de los poderes, no de su reciproco aislamiento. Similarmente importante es el reconocimiento 16 Ting Fetscher de que en la adivisiéne institucional y juridica ha de dis. tribuirse entre diferentes personas y grupos sociales: entre los monareas, fa nobleza y los representantes de Ia bur guesfa. Sin esta edistribucidn» social, la simple distribu- cién institucional no serfa garantia de la libertad. ‘A muchos comentaristas les ha llamado Ja atencién que Montesquieu no dijera una sola palabra sobre los partidos en su capftulo sobre Inglaterra, # pesar de que en sus notas de viaje (Oewores Completes, 1964, tT, p. 878) los mencione y de que, a través de Bolingbroke, se interesara ya tempranamente por su significacién. El motivo de esta ‘omisién fue tal vez el hecho de que por entonces el sis tema de partidos estaba precisamente en proceso de trans- formacién y junto a la antigua divisién en Whigs y To- ries aparecieron las agrupaciones de Court y Country. En un libro postetior (XIX, 27) recupera Montesquieu lo omitido y menciona la formacién de ambos partidos como «consecuencia» de Ja Constitucién inglesa: «Dado que en ese Estado existen dos poderes visibles, el legislative y el ejecutivo, y como todo ciudadano tiene su propia volun- tad y puede hacer valer su independencia a su arbitrio, la mayorfa de la gente siente una poderosa inclinacién hacia uno u otro poder, ya que la gran mayoria habitualmente no tiene equided ni entendimiento suficientes como para valorat igualmente a ambosy (XIX, 27). Por tanto, una parte de la poblacién apoya més al ejecutivo (el rey), «porque puede esperar algo de él, mientras que aquellos que nada esperan se apartan de élp (ibid), De este modo se forman los partidos de la Court y del Country. La pluralidad de partidos y una complete’ libertad de opinién y organizacién conteibuyen a que las mismas te voluciones no pongan en peligro la libertad en este siste ma de gobierno, «ya que las tevoluciones que le libertad crea son slo un afianzamiento de la libertad» (ibid) Otra consecuencia de las liberales relaciones briténicas es Ja disposicién de los habitances a tomar sobre sf grandes catgas impositivas para que el Estado disponga de un sgran crédito (v. también libro XIID). Posteriormente, Montesquieo deduce de la Constitu La Tsteacin en Francia W cidn el clima y su condicién insular determinados atribu. tos de Ia sociedad inglesa: su espiritu comercial, sus ti ggurosos documentos de navegaci6n, sus colonias y lega- ciones en ultramer, su moderado y sélido lujo, la toleran cia religiosa y la divisién entre los sexos. Aquf, en el li bro XIX, utiliza ya los principios generales de su teoria histérico-socioldgica, que resumié como sigue: «Muches cosas determinan al hombre: el clima, la religin, las leyes, les maximas de gobierno, el ejemplo de las cosas pasadas, las costumbres, Ios modos de comportarse; con todo ello se configura un espiritu general. En la medida en que en cada nacién uno ut otto motivo actéa con més Fuerza, los demas ceden ante él, La Naturaleza y el clima determinan casi exelusivamente ef modo de vide de los salvajes, le etiqueta Ia vida de los chinos. En Esparta eran las cos. tumbres, y en Roma las costumbres y las méximas de'go- bierno quienes servian de referencia» (XIX, 4). Serfa por tanto errdneo hablar de un adeterminismo geogréfico» 0 «climético» en Montesquieu, aunque para la explicacién de los caracteres de los pueblos se refiera a Ia relevancie del clima con argumentos en parte realmente fantasiosos. Pero con el progreso de la civilizaci6n se reduce continua ‘mente la influencia del clima. Sobre todo, Montesquieu no reconoce ninguna fatali- dd en Ja influencia def clima. Et ebuen legislador», aun- que tiene que atender siempre a las peculiaridades del pueblo al que quiere dar leyes, puede también equilibrar la influencia del clima mediante la Constitucién y el sistema de gobierno (v. ademds Stark, 1960). Adiciones a tna concepeiOn ciclice de la Historia La revisién de la pesimista interpretacién del cutso de Js Historia en Rousseau contribuye esencialmente a una mejor comprensién de su teorfa politica y de la unidad de su pensamiento. También para la comprensién de Mon- tesquien es importante su concepcién del curso de le Historia, Montesquieu no es ni un optimista progresista ni un te6rico puro de la decadencia, sino que represents

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