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Geza Vermes La religién de Jestis a judio PEN mea Te ORY TCO TT Disefio de cubierta: Mario Muchnik En cubierta: Detalle de un grabado de Claude Mellan (1598-1688) Foto de contracubierta: © Susan Molyneux No se permite la reproduccién total o parcial de este libro, ni su incorporacidn a un sistema informatico, ni su transmisién en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrénico, mecinico, reprogrdfico, gramofénico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del COPYRIGHT: © Gera Vermes, 1993 © de la traduccién: José Manuel Alvarez Flérez © de esta edicidn: 1996 by Grupo Anaya, S. A. ‘Anaya & Mario Muchnik, Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid ISBN: 84-7979-201-9 Depésito legal: M. 42.826-1995 Titulo original: The Religion of Jesus the Jew Esta edicién de La religion de Jestis el judio al cuidado de Ricardo di Fonz0 con la colaboracién de Antonio Piero, Rosa Benavides, Sonia de San Simén, Javier Franzé y José Luis de Hijes, compuesta en tipos Garamond de 11,5 puntos en el ordenador de la editorial, se imprimié en los talleres de Anzos, $.A., Fuenlabrada (Madrid) y se termind de encuadernar en los talleres de Guijarro, $. A., Valentin Llaguno, 22, Madrid, el 4 de enero de 1996. Impreso en Espafia — Printed in Spain Geza Vermes La religion de Jesus el judfo Traducido del inglés por José Manuel Alvarez Flérez Anaya & Mario Muchnik La religion de Jestis el judfo Si llegase alguna vez el dfa y se despojase de sus envol- torios... este cddigo ético, el libro de la ética de Jestis serfa uno de los tesoros més escogidos de la literatura de Israel de todos los tiempos. Joseph Klausner, Jesus of Nazareth (1925) Estoy mds seguro que nunca de que [a Jestis] le corres- ponde un puesto grande en la historia de la fe de Israel. Martin Buber, Tivo Types of Faith (1951) Después de la Primera guerra mundial, algunos histo- riadores judios... dedicaron estudios directamente a Jestis... Los tedlogos cristianos consagrados al estudio de la cristologfa tienen que prestar atencién seria a todas es- tas tentativas. Comisién Biblica Pontificia, Scripture and Christology (1983) La erudicién biblica moderna se esté convirtiendo pfogresivamente en una tarea conjunta de judios y cristia- nos... Algunos judios han cobrado plena conciencia de Jestis como parte de su propia historia y sus escritos han convencido a los cristianos de su judeidad. El estudio re- novado de fuentes judias por investigadores cristianos les ha llevado a ver el judaismo del siglo primero a una luz nueva y mds positiva. Lambeth Conference of the Anglican Communion, Inter-faith Dialogue (1988) Prefacio El presente volumen completa una trilogfa que comenzé en 1973 con Jestis el judio y continuéd diez afios més tarde con la aparicién de Jesus and the World of Judaism. La religién de Jestis el judto es, como sus predecesores, una lectura personal de los Evangelios sindpticos de Mar- cos, Mateo y Lucas. No ofrece a los lectores un status quaestionis, un esquema general de las opiniones acadé- micas, ni se enzarza en una discusién sistematica con los defensores de las diversas teorfas. Las opiniones de otros autores sélo se exponen cuando me han inspirado concre- tamente o me han incitado a un debate fructifero. Este libro va dirigido en primer lugar a lectores cuya especialidad no es la Biblia, el Nuevo Testamento ni la teologia, es decir, a estudiantes de las religiones antiguas, la historia y la cultura, del judaismo en especial, aunque tengo la esperanza de que exégetas y tedlogos le echen también un vistazo, por lo menos. A los lectores cristia- nos, no habituados al estudio académico de los origenes de su fe, muchas de estas paginas pueden parecerles tur- badoras, sobre todo el capitulo final, pero confio en que les induzcan también a pensar. En consideracién a los que no estén familiarizados con los evangelios y/o con los libros no escriturales del judafs- mo antiguo, citaremos siempre los datos literarios, en vez de limitarnos a aludir a ellos en las referencias. Me he encontrado a menudo, a lo largo de los afios, cuando daba clases o disertaba sobre Jestis el judio, con una objecién que solia plantearse muy al principio de la discusién y es la siguiente. Si Jestis no era ni un agitador 12 Lareligién de Jestis el judto politico ni un maestro que atacaba los dogmas funda- mentales de la religién judia zpor qué lo mataron? Me gustarfa resumir mi punto de vista muy brevemente sin reutilizar el argumento expuesto en el prefacio de Jesus and the World of Judaism (pp VII-IX). La detencién y la ejecucién de Jestis no se debié direc- tamente a sus palabras y a sus actos sino a sus posibles consecuencias insurreccionales, que tem/an las inquietas autoridades que estaban al cargo de la ley y el orden en aquel barril de pélvora de la Jerusalén del siglo 1 atestada de peregrinos. Si Jestis no hubiese provocado un conflicto en el Templo al derribar las mesas de los mercaderes y los cambistas, o incluso si hubiese elegido para hacer eso una época distinta a la Pascua (momento en el que se esperaba que se manifestase el ansiado Mesias, el liberador final de los judios) lo mas probable es que hubiese escapado con vida. Murid en la cruz por haber hecho lo que no debia (causar una conmocién) en el lugar en que no debfa ha- cerlo (el Templo) en el momento inadecuado (inmediata- mente antes de la Pascua). En esto consiste la verdadera tragedia de Jestis el judio. EI difunto profesor Sir Godfrey Driver, al cazarme hace unos veinticinco afios cometiendo un error en inglés, me preguntd: «;Cémo es que cuando usted escribe su inglés es impecable?» La respuesta era facil: «Tengo una esposa in- glesa que coopera conmigo», dije. La verdad es que Pam y yo llevamos trabajando juntos la forma y el contenido de articulos y libros a lo largo de treinta y cinco afos. Su muy considerable ayuda, pese a la mala salud, ha mejorado no- tablemente La religién de Jestis el judio y me ha permitido cumplir el plazo de los editores. A ella se dedica todo el fruto de nuestra labor creadora conjunta. G.V. Oxford, 15 de octubre de 1992 Prefacio 13 PS. Pam murié en casa, en paz, el 10 de junio de 1993, mientras yo estaba recitandole su verso favorito del Salmo 73: «Pero yo estoy contigo siempre». Uno de sus oemas ha sido profético. Al marchar Recordando el encuentro de un amigo apacible por el largo y amoroso Brazo, se fue muy dulcemente, dijiste, muy dulcemente se marché, como de un cuarto a otro. Pero oh no no no no no, gno fue mds como pasar de un rincén familiar a otro rincén familiar de la misma habitacidn familiar? 1. Jestis el judfo y su Evangelio En el perfodo de optimismo que precedié al estallido de la Primera guerra mundial, la mayorfa de los especialistas en el Nuevo Testamento crefan firmemente que por medio de una investigacidn racional y critica podrian redescubrir al Jestis histérico. La vida de Jestis (La vie de Jésus, 1863) de Ernest Renan y La busqueda del Jestis histérico de Albert Schweitzer (publicado en alemdn en 1906 y en inglés en 1910) son dos hitos importantes en este campo. Acompa- faba a esta ingenua expectativa el convencimiento igual- mente ingenuo de que era igual de posible una exposicién completa de su mensaje. Lévangile de Jésus-Christ de Marie- Joseph Lagrange, el famoso dominico francés fundador de la Ecole Biblique de Jerusalén, y aqui en Gran Bretafia The Teaching of Jesus de T. W. Manson, publicados respectiva- mente en 1929 y 1931, pueden considerarse los tiltimos ejemplos de este tipo de literatura. Después de 1914 empezaron a agruparse nubes de duda y 1926 sefialé el principio de un nuevo periodo de pesimis- mo profundamente arraigado con la aparicién de un opusculo, Jesus (en inglés Jesus and the Word, 1934), en el que Rudolf Bultmann, un investigador que habria de do- minar la escena neotestamentaria durante muchos afios, proclamaba que la vida y la personalidad de Jestis queda- ban fuera del Ambito del conocimiento histérico porque «as fuentes cristianas primitivas» (es decir los Evangelios) «no muestran ningun interés por ellas» (op. cit., p. 14). En opinién de Bultmann, los Evangelios no expresan el pensamiento y los anhelos de Jestis sino las necesidades espirituales y organizativas de la Iglesia primitiva, que fue 16 Lareligién de Jestis el judio la responsable de su redaccién y transmisién. Algunas de las ensefianzas son auténticas, de eso no hay duda, pero al lado de ellas figuran, en los mismos documentos, decla- raciones de «profetas» cristianos como les llama Pablo (I Cor 12,28; 14,29,32, etc.) que hablan en nombre y en representacién del Sefior «resucitado» en asambleas ecle- siales durante el culto. La critica formal 0 Formgeschichte, la disciplina de Bultmann, se plantea diferenciar los ele- mentos literarios de los relatos y determinar su naturaleza identificando el papel que tenfan que cumplir en la vida del cristianismo primitivo. Su objetivo era hallar, con la ayuda de testimonios paralelos en los Evangelios sindpti- cos, la prehistoria de cada tradicién, que sdlo «en poquisi- mos casos» conducirfa, segtin sus palabras, al propio Je- stis.’ Como su especialidad era el griego mas que el campo semitico (hebreo-arameo), no tiene nada de sor- prendente ese resultado. Debido a la influencia colosal de Bultmann en los es- tudios neotestamentarios alemanes, y subsiguientemente, a través de sus antiguos alumnos, en los estadounidenses, el reloj de la investigacidn histérica real estuvo parado durante casi medio siglo. En la década de los cincuenta se emprendié sin embargo en Alemania una modesta «nue- va investigacién», y en 1956 un alumno de Bultmann, Giinther Bornkamm, se atrevid a publicar un libro titula- do Jesus von Nazareth. En un perfodo dominado atin por la critica formal, la tarea debid de parecer una necedad. De hecho, el nervio- sismo de Bornkamm ante la abundante hostilidad poten- cial quiz4s explique su frase inicial, que parece contrade- cir el propésito del libro: «Nadie se halla ya en posicién de escribir una vida de Jestis.»* Los Evangelios no cumplen, claro esta, ni mucho menos, con los requisitos necesarios para constituir una biografia real de Jestis o una relacién plena, detallada y sistematica de su doctrina. Pero eso dista mucho de la afirmacién de Bultmann y de sus escépticos colegas de que no podemos saber «casi nada» de él. La delicada cuestién que se plan- Jess el judio y su Evangelio 17 tea es si se puede captar algo significativo y bdsico sobre su vida y su personalidad y sobre su mensaje. Varios libros escritos durante los ultimos veinte afios, tres de ellos en Oxford, afirman que sf podemos. A diferencia de Bult- mann y de sus seguidores, los autores de esta tiltima inves- tigacién histérica, aunque aborden el tema desde dentro de los Evangelios (sinépticos), no prestan una simple atencién protocolaria a la aportacién basica que puede hacer [a literatura judia posbiblica a una interpretacién genuina de Jestis, sino que hacen un uso substancial de ella en todos sus aspectos. Pero antes de pasar a ellos, pue- de que resulte saludable repetir las sabias palabras de mi sucesor en Oxford, Martin Goodman, especialista en juda{smo galileo y un destacado historiador de la antigiie- dad, que emplazé en la perspectiva adecuada la incohe- rencia de Ja linea de pensamiento bultmanntiana: Sean cuales sean los problemas que se plantean para reconstruir la vida y la carrera de Jesus (y son inmensos), es mds plausible que el perfil general de su carrera tal como se expone en las biograffas evangélicas sea correcto que lo con- trario, por el simple hecho de que resulta mas increible la hipétesis de que dichas relaciones fueron amafiadas por entero, en vez de modi- ficadas parcialmente, para defender tesis teold- gicas, que aceptar que los perfiles de la carrera de Jestis estén correctamente descritos. Entre otras objeciones a la primera opinién (que es la que predomina) figura la supervivencia den- tro de cada Evangelio de opiniones contra- dictorias acerca de Jestis y lo poco adecuado de la biografia como vehiculo de la didactica teoldgica.” Perm{tanme que, dejando para el final de la lista Jestis el judio (1973), del que el presente yolumen y el anterior, 18 La religion de Jesus el judio Jesus and the World of Judaism (1983), son secuelas, em- piece con obras de dos amigos mios y ex colegas de Ox- ford, A. E. Harvey y E. P. Sanders. Harvey, en Jesus and the Constraints of History (1982), aunque coincide en cierta medida con el habitual escepti- cismo académico respecto a la fiabilidad histérica general de los Evangelios, acepta de buena gana una corriente de aire fresco en el estudio de la vida de Jestis cuando escribe: Hay también ciertos hechos relacionados con Jestis que, de acuerdo con cualquier criterio normal de prueba histérica, seria completa- mente absurdo poner en duda. Esos hechos son que Jestis era conocido tanto en Galilea como en Jerusalén; que era un maestro; que realizé curaciones de diversas enfermedades, especialmente la posesién demonfaca, y que estas curaciones fueron consideradas en gene- ral como milagros; que sostuvo una polémica con otros judios sobre cuestiones relaciona- das con la Ley de Moisés; y que fue crucifica- do durante la gobernacién de Poncio Pilato. (p. 6). Por otra parte, aunque atribuya una autenticidad histérica limitada a los Evangelios, rechaza con la mayorfa de los ted- logos la posibilidad de llegar a saber «algo que realmente importe», por ejemplo «la conciencia mesidnica de Jestis, su perfeccién moral o su relacién con su padre celestial» (ébid.). En otras palabras, acepta rasgos del esquema biogré- fico de Jestis, pero proclama que duda totalmente en cues- tiones que son para él de la mayor importancia doctrinal. E. P. Sanders no es ciertamente un tedlogo y vacila mucho menos a la hora de aventurarse en el peligroso campo del mensaje religioso de Jestis. En Jesus and Ju- daism (1985) clasifica las ensefianzas evangélicas y las gra- dia en ciertas, sumamente probables, probables, posibles, Jesus el judio y su Evangelio 19 concebibles ¢ increibles (es decir, negativamente ciertas). A su primera categoria pertenecen, entre otros, los argu- mentos de que Jestis proclamaba el Reino de Dios para todos, incluidos los malvados; que predicd en un marco escatoldgico; que ni su objetivo ni el de sus discipulos al querer traer el Reino era politico; y que no se opuso ex- plicitamente a la Ley de Moisés (p. 326). Mi propia primera aportacién, Jestés el judto, se basa en una doble conviccién: * que los historiadores tienen el derecho y el deber de re- alizar su investigacién con independencia de la fe; * que es posible extraer, gracias a nuestro conocimiento considerablemente enriquecido de las realidades judeo-palestinas de la época de Jestis, informacién his- téricamente fidedigna de fuentes no histéricas, como los Evangelios. La investigacién tiene que limitarse a Marcos, Mateo y Lucas, y excluir a Juan porque, a pesar de los esporddicos detalles histéricos que contiene, el retrato que hace de Je- stis est4 tan desarrollado teolégicamente que resulta im- propio para la investigacién histérica. Por el contrario, una lectura de los Evangelios sinépticos sin concepciones doctrinales previas ha desvelado una imagen de Jestis como maestro popular, curador y exorcista que encaja perfectamente en la Galilea del siglo 1, conocida directa- mente a través de Josefo e indirectamente a través de la li- teratura rab{nica. Representa el judaismo carismdtico de hombres santos que realizan portentos, como Honj del siglo 1 aC, y un contempordneo de Jestis mds joven que él, Janina ben Dosa, que tienen por modelo a profetas bi- blicos como Elias y Eliseo. Dan de comer a los hambrien- tos y curan enfermedades fisicas y mentales, pero atribui- das a menudo a posesién demoniaca. La investigaci6n de la segunda mitad de Jestis el judto se centra en los titulos otorgados a Jestis en los Evange- 20 La religibn de Jesus el judio lios: profeta, sefior, mesfas, hijo del hombre e hijo de Dios. Su andlisis filolégico ¢ histérico ha indicado que, con la excepcién de la frase aramea «hijo del hombre», de la que no hay ningtin testimonio de uso titular en el resto de la literatura judia, y «Mesias», que Jesus no parece que reclamase 0 aceptase, se aplicaban facilmente a hombres santos a los que cabfa dirigirse o describirlos como profe- ta, sefior e incluso figurativamente «hijo de Dios». Asi, la relacién del taumaturgo Onfas (Hon{) con Dios se com- para con la que existe entre un hijo y su padre, y a Janina ben Dosa, como a Jess en el momento de su bautismo, le describe como «mi hijo» una bat gol o voz divina que viene del cielo (JJ, pp. 206-10). EI principal hallazgo de Jesus el judto es el reconoci- miento de Jestis dentro de la tradicién evangélica més anti- gua, antes de la especulacién teoldgica cristiana, como un hacedor de milagros y predicador profético carismatico, el destacado «hasid galileo» que, gracias al «cardcter sublime, distintivo y original» de su doctrina ética (Joseph Klaus- ner), se elevé por encima de los representantes conocidos de esta clase de personalidad espiritual. Un poderoso apo- YO, positivo y negativo, a este punto de vista es el que pro- cede de un historiador judo del siglo 1, Flavio Josefo, que hace una caracterizacién de Jestis como un «hombre sabio» y un shacedor de hechos asombrosos» (Ant. XVIII, 63), una descripcién que exponia en términos neutrales el retra- to evangélico positivo, y en su imagen especular negativa, el posterior retrato talmtidico hostil de Jestis, «seductor» y chechicero».’ Los trabajos de investigacién publicados durante los afios transcurridos han confirmado, de modos distintos y en grados variables, mi teoria bdsica. J. B. Segal ha aportado un marco histérico mas amplio para el «hasid carismatico» como otra manifestaci6n de la figura familiar del «hombre de Dios», bien atestiguada en el judafsmo popular de la era biblica y posbiblica.° En su anilisis detallado de las tradicio- nes relacionadas con Onias (Honf) el Trazador de Circulos y Janina ben Dosa, W. S. Green y el difunto B. M. Bokser Jestis el judo y su Evangelio 21 han aclarado y complementado mi exposicién del testi- monio rabjnico.’ Sean Freyne y Martin Goodman han mejorado nuestro conocimiento de la Galilea antigua y han proporcionado asi un marco més perfecto para la in- terpretacién histérica de Jestis y de los Evangelios.* Aun- que util y complementario en varios sentidos, considero el capitulo de J. D. Crossan «Mago y Profeta» de su re- ciente libro poco razonable histéricamente pues el titulo «mago» aplicado a Jestis (pace Morton Smith) es comple- tamente inadecuado, como lo es el epiteto «campesino» del subtitulo del volumen.” Pero en conjunto, por lo que se refiere a la identifica- cin del personaje del Jess histérico, mi eleccién de cu- rador carismatico-maestro-profeta la apoyan hoy las defi- niciones casi igual de breves que se dan en las obras de dos de los especialistas mas destacados en el Nuevo Testa- mento, Martin Hengel y E. P. Sanders.'° No hace falta decir que este estudio de Ia religion de Jestis tomard esa interpretacién como punto de partida. Investigar la auténtica doctrina de Jestis es en cierto sentido atin més azaroso que intentar descubrir los con- tornos histéricos del personaje. De hecho, en el tinico punto en el que estan de acuerdo los investigadores es en que los Evangelios incluyen mucho que no procede de él. Mi primera tentativa, rudimentaria y esquematica, de se- parar la verdad de lo no auténtico condujo a The Gospel of Jesus the Jew, formado por las tres Riddell Memorial Lec- tures que imparté en la Universidad de Newcastle upon Tyne en 1981, y que se publicaron con ese titulo el mis- mo afio. Estdn incluidas, con una ligera revisién, en Jesus and the World of Judaism, capitulos 2-4 (1983). Se trazan en ellas algunas directrices para ayudar a investigar, a lo largo de un camino muy escabroso, el auténtico mensaje de Jestis, directrices que incluyen ciertos principios toma- dos de Ia critica formal, adaptados y complementados en los casos necesarios (WJ, pp. 21-25). Serfa completa- mente impropio, sin embargo, asignar a esas directrices la etiqueta grandilocuente, pero muy de moda, de metodo- 22 La religién de Jestis el judto logia. Yo pienso que la investigacién que quiere ser inno- vadora no debe estar trabada por normas estrictas y prede- terminadas. De hecho, aunque Ja pretensién proceda de alguien nacido en Hungria, educado en Bélgica y Francia y ciudadano del Reino Unido sélo por naturalizacién, y pueda parecer por tanto un poco cémica, me ufano de ser un auténtico pragmatico britdnico.'! La metodologfa me saca de quicio, irracionalmente sin duda, quiz4 porque me han tachado més de una vez dog- maticos trasatlanticos de llegar ilegitimamente a la con- clusién correcta a través de una via no sancionada por el libro de normas sagrado de mis criticos. Mi procedimien- to preferido, que se seguiré también en las paginas si- guientes, empieza por fijar los limites exteriores de un problema, antes de rellenar, pieza a pieza, a menudo des- pués de muchos tanteos, las zonas en blanco delimitadas por ese perimetro. La tinica vez que me dediqué en el pa- sado a una investigacién que bordeaba lo metodoldgico, fue cuando quise aclarar mi propio pensamiento en vez de formular leyes universalmente vinculantes.’” Sé por experiencia personal que la literatura rabinica, manejada juiciosa y razonablemente, puede proyectar una luz valiosa y a veces nica sobre el estudio de los Evangelios. De hecho, su utilizacién con ese propdsito ha sido habitual desde el siglo xv, desde que vio la luz del dia Horae Hebraicae et Talmudicae (1658-78) de John Lightfoot, y sobre todo después de la publicacién entre 1922 y 1928 del famoso Comentario al Nuevo Testamento desde el Talmud y el Midrds (Kommentar zum Neuen Testa- ment aus Talmud und Midrasch) en cuatro volimenes, de Hermann Strack y Paul Billerbeck. Esta obra parecié dis- frutar de una autoridad casi mayor que la de los propios Evangelios entre los estudiosos del Nuevo Testamento; criticaban éste sin el menor escrupulo, pero no se atrevian a criticar el Kommentar. Sin embargo, mas recientemente éste Ultimo ha perdido mucha de su reputacién (JWJ, pp. 62-64). Hace bastante ya que se sabe que la comparaci6n. entre el Nuevo Testamento, que data de finales del siglo 1, Jess el judto y su Evangelio 23 y la literatura rabinica, recopilada entre el 200 y el 500 aproximadamente, choca con un grave inconveniente cronoldgico. jEsté legitimado, debemos preguntarnos, utilizar la Misnd, el Talmud y los Midrasim para interpre- tar el Nuevo Testamento que es mds antiguo que ellos? El dilema se percibe hoy con mayor agudeza debido a que, con los Manuscritos del Mar Muerto, la erudicién posee ya un cuerpo considerable de material comparativo con- tempordneo de los primeros escritos cristianos o sdélo lige- ramente anterior, mientras que antes de 1947 no se dis- ponta de tal documentacién. ¢Sigue estando justificado, dadas las nuevas circunstan- cias, recurrir a la ayuda de la Misné, la Tosefta, el Talmud, los Midrasim o el Targum para determinar el significado de los Evangelios? No, responden undnimemente los pan- qumranistas. Sélo los Manuscritos pertenecen a la época adecuada. A los rabinos habrfa que ignorarlos. Dado que un buen ntimero (la mayorfa?) de los partidarios de esta escuela estén escasamente familiarizados con los textos tal- muidicos, es natural que se sientan muy deseosos de dar la bienvenida a esta dispensa absoluta de la necesidad de fa- miliarizarse con unos escritos tan dificiles. Para aclarar el problema ha de procederse paso a paso. gEs permisible utilizar una literatura rabinica posterior para explicar los Evangelios, anteriores a ella? La respuesta es claramente negativa si el material contenido en docu- mentos rabinicos es claramente posterior en un siglo o més al Nuevo Testamento en la substancia y no sdlo en la formulacién o en la redaccién, o si la similitud entre ellos se debe a la dependencia de los rabinos respecto a los evangelistas. Sin embargo, es sumamente improbable, inconcebi- ble en realidad, que sabios judfos hubiesen tomado algo prestado directamente de los Evangelios. De hecho, con esporddicas y dudosas excepciones, no puede demostrarse ningtin conocimiento rabinico de los Evangelios, no di- gamos ya una voluntad de aprender de ellos. Son raras incluso las reacciones negativas hacia el Nuevo Testa- 24 La religién de Jestis el judto mento y pertenecen a un perfodo relativamente tardio, el siglo tercero 0 cuarto, cuando la Iglesia cristiana consti- tufa ya una amenaza para el judafsmo. Es igualmente probable la teorfa de que todos los contenidos registrados en las compilaciones rabjnicas se crearan en el perfodo talmtdico. Tanto los datos que contienen los propios es- critos como la investigacién critica tienden a demostrar que estos documentos consisten primordialmente en doctrinas que datan de siglos anteriores, transmitidas y a menudo remodeladas y reeditadas por los redactores del Talmud, etc. Ademds, dado que no se puede afirmar con un cierto gtado de seguridad que obras judfas similares e idénticas en la forma y en el contenido a los Midrasim y al Targum rabinicos existiesen en forma escrita en el siglo 1 0 antes, careceria por completo de base postular que los evangelis- tas hubiesen utilizado semejante literatura puramente hi- potética, y suponer ademés que fuesen substancialmente idénticas a los textos mucho més recientes de los que te- nemos conocimiento. La hipétesis que yo prefiero plantearfa una fuente co- min, escrita u oral -podrfa denominarse tradicién judia (doctrinal, legal, exegética)~ firme en la substancia pero variable en la forma, en la que se basan tanto los evange- listas como los rabinos posteriores. Si el Nuevo Testamento, en particular los Evangelios sinépticos, y la literatura rabinica dejan ademds de enfo- carse como entidades auténomas y aisladas y se conside- ran parte de una creatividad literaria y religiosa judia en evolucién continua, el mensaje de Jestis y sus repercusio- nes en suelo palestino pueden considerarse dindmicamen- te como una etapa del siglo 1 dentro de un largo proceso de desarrollo en el que la Biblia, los Deuterocanénicos, los Pseudoepigrafos, los Manuscritos del Mar Muerto, Filén, el Nuevo Testamento, Josefo, la Misnd, la Tosefta, el Tar- gum, los Midrasim, el Talmud, la liturgia y el misticismo judfo primitivo se complementan, corrigen, iluminan y explican mutuamente. Jess el judio y su Evangelio 25 En suma, en vez de elevar el Nuevo Testamento a la condicién de un corpus independiente y doctrinalmente superior, con un cardcter bdsico, final y definitivo, como suelen tender a hacer los tedlogos, y de relegar Ja literatu- ra rabfnica a un papel meramente auxiliar, lo trataremos en esta investigacién de la religién predicada y practicada por Jestis como un sector particular del mapa genérico de la historia cultural judfa. ;Y si da resultado quizds alguien sienta la tentacidn de extraer de ello principios metodold- gicos generales para uso posterior! La tarea con que nos enfrentamos es nueva, al menos rela- tivamente, ya que después de la revolucién de Bultmann, el pensamiento de Jestis pasé a considerarse tan inaccesi- ble como su vida. Los investigadores eludieron Ia recons- truccién de la doctrina del Maestro y prefitieron dedicarse a investigar la teologfa del Nuevo Testamento. (En la obra Theologie des Neuen Testaments (°1965] del propio Bult- mann la predicacién de Jestis, presupuesto y no parte de esa teologia, se analiza en 34 de las 620 paginas del texto.) Mas recientemente ha predominado una tendencia me- nos audaz atin y, en vez de investigarse la ensefianza de todo el Nuevo Testamento, se ha reducido el Ambito y se analiza sélo a evangelistas individuales 0 a Pablo. Nuestra investigacién se desarrollara en tres etapas. Primero se expondran la relacién de Jestis con el judafsmo vivo de su época y la naturaleza, el estilo y el contenido de su propia predicacién por medio de un andlisis histéri- co detallado (capitulos 2, 3 y 4). Luego se estudiar la idea de Dios como Rey y Padre en el ambiente de entu- siasmo escatolégico de Jestis (capitulos 5 y 6), lo que con- ducird de forma natural al cap{tulo titulado «Jesus, el hombre religioso». Por tiltimo, se pretende destacar clara- mente, en un breve epilogo, la diferencia entre esa reli- gidn y el cristianismo eclesidstico ¢ histérico. 2. Jesus y la Ley: El judaismo de Jestis Todo estudio de Jestis emprendido dentro del marco de la erudicién neotestamentaria tradicional se ve obligado tarde o temprano a afrontar la actitud de éste hacia «la Ley». ;Observaba 0 no la Tord de Moisés? Mas importan- te atin, ;consideraba que estaba atin vigente, o se propo- nia abrogarla, substituirla o transformarla? Estas cuestio- nes se consideran tan sencillas, y las respuestas son tan predecibles, que pocos autores se molestan en investigar lo que entrafian realmente, y se produce en consecuencia un debate confuso por definicién, predominantemente mal concebido y a menudo desorientador. I. El Significado de «la Ley»? Afrontemos los hechos. La ley de Moisés no se limita a minucias ritualistas sino que abarca toda la esfera de la vida judfa. Establece normas para la agricultura, el co- mercio y la propiedad de bienes muebles e inmuebles. Se ocupa del matrimonio y de sus consecuencias econémi- cas; de las indemnizaciones por los perjuicios materiales que pueda sufrir una persona, o por un dafio corporal que le causen otros 0 animales pertenecientes a otros. La Tord legisla sobre el robo, la violacién, el homicidio y muchas otras cuestiones civiles y penales sobre las que tie- nen competencia tribunales y jueces. En suma, el cuerpo principal de las leyes mosaicas est4 constituido por una normativa de la vida civilizada. ;Rechazaba Jestis esto? 28 La religién de Jestis el judio Los Evangelios sindpticos, nuestros testimonios prima- trios, no apoyan esa tesis. Ademds, dado que ni se afirma ni se insintia en ninguna parte de ellos que Jestis dejase de pagar sus deudas, agrediese a sus adversarios o cometiese adulterio, es razonable deducir que aceptaba, respetaba y cumplia las leyes y costumbres que regulaban la existencia publica y privada que se hallaban en vigor entre sus com- patriotas en su época.'* Ademas de estos aspectos de vida social que hoy Ilama- ramos seculares, pero que los judfos y otros pueblos de la antigiiedad crefan regidos por normas divinas, la Tord se ocupaba también de cuestiones «religiosas». Estas incluian, en primer lugar, el Templo con sus sacrificios, y como es na- tural los diezmos, las tasas cultuales y otras contribuciones que beneficiaban a sacerdotes y levitas. Dado que ellos eran Jos principales organizadores de la sociedad judia en Ja épo- ca biblica, sus cargos, derechos y privilegios recibieron mu- cha atencidn en las Escrituras, y adquirieron después segtin el criterio de los redactores sacerdotales del Pentateuco y sus posteriores intérpretes sacerdotales y laicos una importancia aparentemente exagerada. La pureza ritual y las normas die- téticas estaban también bdsicamente asociadas con el culto. La persona que entraba en contacto con una niddah (una menstruante) o con un cadaver, o que se entregaba simple- mente a la actividad sexual Ifcita, no estaba obligada a pre- sentarse ante un tribunal. La consecuencia de estos actos 0 infracciones era que las personas afectadas quedaban exclui- das, o para ser mds exactos se exclufan ellas mismas, de la participacién en el culto del Templo hasta que recuperaban el estado de pureza, normalmente por medio de un bafio ri- tual, aunque en la Biblia no se establece ninguna ceremonia de purificacién en el caso de ingestién de alimento prohibi- do (véase Sanders, Jewish Law, p. 24). La legislacién sobre el s4bado pertenece basicamente al mismo sector cultual, aunque no se halle vinculada di- rectamente al Templo de Jerusalén. Representa sin em- bargo una categoria completamente diferente porque, de acuerdo con la Biblia y con la ley posbiblica, los que no Jesus y la Ley: El judaismo de Jestis 29 observaban la prohibicién sabatica, o mds bien algunos de ellos, podian ser condenados a la pena de muerte.'” Cémo distinguié Jestis entre lo licito y lo ilfcito en rela- cién con el séptimo dia es algo que tendremos que analizar més tarde; pero se puede destacar ya que no hay testimonio alguno de que le denunciasen a las autoridades acusdndole de quebrantar el derecho penal judio por infracciones pu- blicas a este respecto. Ni siquiera se le critica abiertamente por curar en sdbado. El comentario més préximo de que tenemos testimonio en ese sentido es una reprimenda diri- gida por el jefe de una sinagoga galilea a sus fieles por pedir curacién en sabado en vez de cualquier otro de los seis dias de la semana (Lc 13,14). Si, como sostienen muchos, los evangelistas se proponfan inculcar, en una crénica literaria de la vida de Jestis, doctrina cristiana, como era la elimina- cién de la legislacién sabdtica para los miembros de la Igle- sia gentil, hicieron un mal trabajo que no demuestra en modo alguno su supuesta tesis. II. La imagen evangélica de Jess como un judio practicante El retrato general de Jestis que se desprende de los Evan- gelios sindpticos es mds bien el de un Jestis que se atiene a las principales prdcticas religiosas de su nacién. No es esencial en este punto investigar la autenticidad de los pa- sajes en cuestién. Lo que importa més es la impresién ge- neral que dan los narradores, sobre todo porque choca con la hostilidad de la Iglesia paulina hacia todas las for- mas de «judaizar». Para empezar, Jestis est4 relacionado habitualmente con las sinagogas, los centros de culto y ensefianza. Hay alusiones generales a que las frecuenta en Galilea, a veces concretamente el sdbado. Se mencionan explicitamente dos de estas sinagogas, una de Cafarnatin (Mc 1,21; Le 4,31) y la otra de Nazaret (Lc 4,15). Fue, al parecer, un 30 La religién de Jestis el judio personaje familiar en esos circulos, un maestro muy soli- citado y un predicador de gran originalidad, asi como un exorcista y curador carismatico sumamente admirado (Mc 1,39; Mt 4,23; Le 4,44, etc).!° Si nos apoyamos en los Evangelios sindpticos, prescin- diendo de la narracién ahistérica de la infancia escrita por Lucas, el vinculo entre Jesus y el Templo de Jerusalén esta escasamente documentado, porque sélo se menciona una visita a la capital. Aun asf, Jestis aparece en los tres Evan- gelios como un hombre que, cumpliendo la ley biblica, asistia a la fiesta del peregrinaje pascual. Visité el santua- rio, donde la atmésfera impia que reinaba en el sector de los mercaderes le indujo a una intervencién violenta que quiz4 contribuyese substancialmente a sellar su destino. Sin embargo, después de que se calmé, se dice que ense- fiaba todos los dias en el patio del Templo, aparentemen- te sin que nadie le molestase, aunque lo mds probable es que las autoridades estuviesen vigilandolo (Mc 11,15; 14,49; Mt 21,12; 26,55; Le 19,45; 22,53, etc). Quiz4 convenga tener en cuenta que en ninguna parte se presenta a Jestis participando en actos del culto. De he- cho, esto se aplica también a su asistencia a la sinagoga con una excepcion. Lucas 4,16-21 narra un episodio en Nazaret en el que Jestis participa ptiblicamente en el acto littirgico: lee la parte profética de la Biblia (Is 61) y da a continua- cién una interpretaci6n complementaria del pasaje que re- cuerda el tipo de exégesis biblica por el que son famosos los Manuscritos del Mar Muerto (véase mas adelante, «Je- sts el Maestro», 82-88). El papel que desempeiid, tanto en el Templo como en la sinagoga, fue el de un maestro, y aunque los tres sindpticos le atribuyen la doctrina proféti- ca que identifica el santuario como una casa de oracién (Mc 11,17; Mt 21,13; Le 19,46), en ninguna parte vemos que se mencione que hubiese recitado alli, o en realidad en una sinagoga, los salmos y bendiciones habituales. Como anticipacién de nuestro examen del lugar de oracién en la conducta religiosa de Jestis, habria que sefia- lar que los evangelistas procuran mostrarle interesado so- Jestis y la Ley: El judatsmo de Jess 31 bre todo, es probable que correctamente, en la oracién no comunitaria. Vemos que se dirige a Dios casi siempre en lugares solitarios, o al menos a cierta distancia de las otras gentes: en el desierto (Mc 1,35; Lc 5,15), en una montafia (Mc 6,46; Mt 14,23; Le 6,12) en el huerto de Getsemani apartado de sus discfpulos (Mc 14,32-41; Mt 26,36-44; Le 22,41-45). Su tinica bendicién no littrgica en puiblico es la que efecttia después de imponer las manos a los ni- fios, pero incluso en ese caso se alude a la oracién sdlo en Mt 19,13, no en los versiculos correspondientes de Mar- cos y de Lucas. Esta omisién constante del culto ptiblico es atribuible a una insistencia por parte de Jesus en el cardcter privado, discreto e incluso secreto de la oracién (Mt 6,5-6; Mc 12,40; Mt 23,14; Lc 20,47). Por el contra- tio, después de la Ascensién, los apéstoles «estaban conti- nuamente en el Templo alabando a Dios» (Le 24,53); «asistian diariamente al Templo todos juntos» (Hch 2,46); «Pedro y Juan subjan al Templo a la hora de la ora- cién» (Hch 3,1). Pero el mds conservadoramente judio de todos ellos era Pablo, que no sélo rezaba en el santuario (Hch 22,17), sino que es el tinico cristiano del que se cuenta que se somete a una purificacién ceremonial y pre- senta una ofrenda en el Templo (Hch 21,26). Ademés de asistir a Ja sinagoga y de peregrinar al Tem- plo, Jestis practica, segtin los Evangelios, mandamientos concretos de cardcter ritual. Destaca entre ellos la obser- vancia, o més concretamente la celebracién, de la Pascua (Mc 14,12-16; Mt 26,17-19; Le 22,7-15). Era una cele- bracidén propia del hogar o de la familia, pero en la época del Segundo Templo estaba vinculada también con el santuario, donde se sacrificaba el cordero pascual. Asi, pese a los problemas que plantea para la cronologia de la crucifixién, los evangelistas no dudaron en transmitir a sus lectores que Jestis cumplia fielmente los mandamien- tos relacionados con esta festividad.'” Convendrfa destacar en este punto que la historicidad de la Ultima Cena como una comida de Pascua es un tema fogosamente debatido, cuya solucién no nos afecta aqui de 32 La religion de Jestis el judto forma directa. El hecho de que los tres autores de los Sindp- ticos afirmen que Jestis dio instrucciones para la prepara- cidn del rito pascual basta para demostrar que le considera- ban respetuoso con la Ley. Juan, ciertamente, no menciona el hecho; pero si menciona varias peregrinaciones pascuales de Jestis, lo que indica que se daba por supuesto el cumpli- miento de los ritos bdsicos de la festividad. Digamos entre paréntesis que la autenticidad histérica de la creacién de la eucaristfa como institucién permanen- te no sdlo depende de si la comida fue realmente una cena de Pascua celebrada en le fecha correcta, con el problema subsiguiente de que la crucifixién tendrfa lugar el dia de la fiesta, sino también de si se planted alguna vez la creacién de una Iglesia permanente (véase /WJ, pp. X, 50-51, y pp. 224-230, 254-255 més adelante). En cualquier caso, la fantasia de comer el cuerpo de un hombre y sobre todo de beber su sangre (Mc 14,22-24; Mt 26,26-28; Le 22,17- 20), incluso después de aceptar el cardcter metaférico del lenguaje, pulsa una nota totalmente ajena al marco cultu- ral judio palestino (véase Jn 6,52). Los oyentes de Jesus, con su tabu profundamente arraigado respecto a la sangre, debieron sentir nduseas al ofr semejantes palabras. Hay otros dos pasajes evangélicos, uno que contiene un rasgo descriptivo y el otro que cuenta una historia, que contribuiran més a la definicién general de las tendencias religiosas de Jestis. Los evangelistas revelan, en ocasiones distintas, como si fuese de modo fortuito que, de acuerdo con el precepto mosaico (Nm 15,38-40), llevaba una ves- tidura cuyo borde estaba provisto de «orlas» (kraspéda = tsitsiyot). Se trata en ambos casos de narraciones de cura- cién (Mt 9,20; Le 8,44 y Mc 6,56; Mt 14,36). No hace falta que determinemos aqui si la mencién del roce de la extremidad inferior de las ropas carisméticas indicaba tan sélo humildad y respeto por parte de la persona que bus- caba una curacién sobrenatural o si las orlas estaban dota- das de poder milagroso para la fantasfa popular.'* Otro indicador incidental de que Jestis observaba la ley mosaica, es decir la obligacién de pagar el medio siclo Jestis y la Ley: El judatsmo de Jestis 33 del impuesto para el Templo, aparece en Mt 17,24-27. El episodio se presenta como algo de importancia secunda- ria; sdlo aparece en un Evangelio y el tono en que se cuenta es, si no me equivoco, de humor «cara de palo». El ptimer pez que pesque Pedro llevard en la boca una mo- neda de un siclo, suficiente para que Jestis y Pedro cum- plan con su obligacién, de manera que no se escandalicen los recaudadores. El relato, sea histérico 0 no en su esen- cia, nos muestra a Jestis dispuesto a contribuir, como (al menos en principio) todos los varones adultos judfos de Palestina y de la Diaspora, al mantenimiento legalmente obligatorio del Templo de Jerusalén.”” TI. La auténtica doctrina de Jestis sobre la Ley presunta Se han escrito bibliotecas considerables sobre el problema de cémo diferenciar la auténtica doctrina de Jestis, se- parando el mensaje verdadero de dichos formulados por la Iglesia primitiva y puestos en labios del Maestro. Se han ideado criterios para diferenciar los dos, aunque la erudi- cién neotestamentaria profesional ha tendido a ser pesimis- ta durante los uiltimos cincuenta 0 sesenta afios respecto a tal posibilidad y ha mostrado més interés por la teologfa del Nuevo Testamento o por Ia de un evangelista determi- nado que por la doctrina pristina del propio Jestis.”” Admitiendo que la certeza queda en la mayoria de los casos fuera del alcance de los estudiosos y que lo maximo que se puede esperar normalmente es demostrar un alto grado de verosimilitud, me gustarfa establecer dos supues- tos bdsicos antes de iniciar mi investigacién. Ambos se derivan, positiva o negativamente, del principio cui bo- num: ;Puede ganar alguicn algo inventandose la doctrina en cuestién? Un dicho que sirve a los intereses del cristia- nismo primitivo, especialmente el gentil, y no se corres- ponde con la imagen general de Jestis es probable que sea 34 La religion de Jestis el judto producto de la Iglesia primitiva. En cambio, si nos en- frentamos a una doctrina contrapuesta a las necesidades eclesidsticas, y que no se pueda conciliar con ellas, hay buenas razones para sostener su autenticidad histérica. Muchos de los comentarios de Jestis sobre la Ley per- tenecen demostrablemente a esta categoria, siempre que se descarte alguna objecién especifica esgrimida contra su autenticidad. Una buena parte de la doctrina propia de Jestis ha sobrevivido s6lo en Mateo. Pero hay quien afirma que este autor de un evangelio judeocristiano afiadié una tonalidad judia a ciertos dichos de Jestis for- mulados originalmente en términos universales. Aunque esta interpretacién de la evolucién doctrinal del cristia- nismo palestino es, en mi opinién, intrinsecamente ab- surda, no la rechazaré sin mds, sino que procuraré prime- ro establecer la opinién de Jestis con ayuda de fuentes no exclusivamente procedentes de Mateo y analizaré luego cémo se relaciona el material especifico transmitido por este evangelista con la tradicién conservada en las otras fuentes. 1. Adhesion de Jestis a la Ley cultual (Mc 1,44; Mt 8,64; Le 5,14) Ademiés del retrato de Jestis como un judfo observante de la Tord, que incluye aspectos no éticos como el que llevase orlas o el pago del impuesto para el Templo, los tres Evangelios si- népticos informan de que después de curar a un leproso le ordené que fuera a ver primero a un sacerdote para que le examinase y que, después de que éste le declarase «limpio», realizara los ritos sacrificiales prescritos en Lev 14,1-7. Mira, no digas nada a nadie; sino vete, mués- trate al sacerdote y ofrece por tu purificacién lo que Moisés ordené (Mc 1,44). Jess y la Ley: El judatsmo de Jesis 35 El cuadro refleja perfectamente la situacién que se pinta en uno de los Manuscritos del Mar Muerto, donde se insiste especialmente en el monopolio sacerdotal del tratamiento de la lepra (CD 13,3-7). Jestis da instrucciones expresas al hombre no sdlo de presentarse ante un sacerdote gua fun- cionario de salud publica, sino también de asistir a la cere- monia mosaica correspondiente. El episodio, pese a la men- cién por Mateo (8,1), en un latiguillo estilfstico (véase HST, p. 351), de la presencia de «grandes multitudes», pa- rece haberse producido sin observadores externos; serfa ab- surdo si no aconsejar secreto. Por tanto, la inica deduccién légica es que Jestis insistié libremente, incluso en un marco puramente ritual, en la adhesién rigurosa a la Tord.”! 2. La validez de la Tord en su conjunto La llamada fuente Q (véase JDBS, pp. 715-G), consistente en declaraciones doctrinales, ausente en Marcos pero co- mun a Lucas y Mateo, aunque aparezca con frecuencia en contextos distintos, contiene un dicho proverbial de Jess que, prima facie, contradice irremediablemente el antino- mismo paulino y cristiano. Los redactores de ambos evan- gelios intentaron, como es natural, reducir sus efectos, pero la permanencia misma del dicho indica que Jestis no prevefa ninguna cancelacién posible, ni en todo ni en par- te, de la norma mosaica durante el futuro limitado que co- rrespondja en su opinién a la entonces época presente. La versién de Lucas (16,17) dice: Mas facil es que pasen el cielo y la tierra que el que caiga un solo dpice de la Ley. El /ogion afirma la permanencia hasta del mds minimo de- talle de la Tord.” La afirmacién de Lucas es absoluta; en el orden del mundo predeterminado por Dios resulta menos inconcebible la desintegracién del cosmos que la pérdida 36 La religion de Jesus el judio de un solo «Apice» de la Ley. Dado que aparte del judeo- cristianismo, del que no seria factible considerar represen- tante al tercer evangelista, ninguna rama de la Iglesia pri- mitiva habrfa aceptado una afirmacién directa de la permanencia de la Ley, es verdaderamente asombroso que ésta haya sobrevivido en su ruda sencillez. Lucas no intro- dujo ninguna correccién en el dicho mismo pero, como veremos inmediatamente, buscé otros medios de poner li- mites a la duracién de la validez de la Ley. Mateo proclama en su formulacién paralela: Porque en verdad os digo que, antes pasardn el cielo y la tierra de que pase una iota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla (Mt 5,18). Aqut el evangelista, ademds de aportar lo que parece ser una frase judia mds coloquial, a pesar de su forma heleni- zada (iota),” ha introducido una cldusula temporal més: «hasta que todo se cumpla». El /ogion «hasta que todo se cumpla», tomado por sepa- rado, puede que sdlo pretenda resaltar el cardcter perpetua- mente vinculante de la Tord, lo que se ajustarfa a la perfec- cion a las necesidades de la Iglesia palestina. Lo mismo sucede con el versiculo siguiente, que se considera por lo ge- neral una creacién judeocristiana: «Asf pues, si alguno des- cuidase uno de esos preceptos menores y ensefiare as{ a los hombres, seré tenido por el menor en el reino de los cielos; pero el que los practicare y ensefiare, éste serd tenido por grande en el reino de los cielos» (Mt 5,19). Sin embargo, dentro del marco mds amplio del cristianismo gentil, que proporcioné su Ambito permanente a este Evangelio, es probable que la frase se considerase alusiva bien al final de la ‘Tord del Antiguo Testamento a causa de la institucién de la Nueva Alianza, o a la situacién judeocristiana predominan- te después de la destruccién de Jerusalén en el afio 70 dC, cuando no pudo ya seguir cumpliéndose un sector substan- cial de la Ley, toda la legislacién del Templo. Jestis y la Ley: El judatsmo de Jesis 37 Lucas reproduce en su Evangelio, como ya se ha indica- do, una declaracién incondicional relacionada con la per- sistencia de la Ley, creando asf un grave problema a la Igle- sia gentil. Luego pretende obviarlo vinculdndolo a una expresién aislada destinada a determinar la posicién de Juan el Bautista, y la de la Tord, en el orden escatolégico: La Ley y los Profetas llegan hasta Juan; desde entonces se anuncia el reino de Dios, y todos se esfuerzan, con violencia, por entrar en él (Le 16,16). Esto significarfa que en el periodo posterior a Juan el Bau- tista la Tord pertenece al pasado, y con ello se reduciria en gran medida el efecto chocante del versiculo siguiente. Ma- teo 11,13 es similar pero est4 formulado con mds habilidad pues prevé que la Ley tenga un Papel profético: «Porque to- dos los profetas y la Ley han profetizado hasta Juan.» Hay una idea similar de cumplimiento profético incorporada a la frase introductoria de Mateo unida a 5,18. «No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla sino a consumarla» (Mt 5, 17). En suma, teniendo en cuenta el sentido evidente de las palabras de Lc 16,17 (y de Mc 5,18), comparado con Ia arti- ficialidad confusa de la tentativa de vaciarlo por parte de Lu- cas, y el truco culto del redactor de Mateo de afiadirle senti- do en el mundo judeocristiano posterior a la destruccién del Templo a fines del siglo 1, el lector del pasaje con conciencia histérica no tiene mds remedio que sacar la conclusién de que era absolutamente necesario para la Iglesia primitiva al- gun tipo de restriccién del cardcter obligatorio, universal y ente de la Ley mosaica, y que, debido a ello, la tinica explicacién aceptable de su inclusién incondicional en Lu- cas, ¢ incluso en Mateo, es que era un dicho auténtico de Je- stis que el evangelista no se sintié capaz de suprimir. Obliga- doa transmitirlo, lo hizo de una forma «interpretada». 38 La religion de Jesus el judto 3. ¢Contradijo Jestis alguna vez la Ley? La respuesta directa a esta pregunta debe ser firmemente ne- gativa. (El tema de la equiparacién del perdén de los peca- dos con la blasfemia se abordard més tarde, pp. 227-228.) En ninguna parte de los Evangelios se nos muestra a Jestis proponiéndose deliberadamente rechazar o modificar de modo substancial un mandamiento de la Tord en si. Las afirmaciones polémicas giran en todo caso en torno a nor- mas que entran en conflicto y una tiene que predominar sobre la otra, o bien en torno a la interpretacién especifica del pleno alcance de un precepto. Puede haber en ambos casos ingredientes rituales ademds de ético-religiosos. Concretando més, la actitud de Jesus hacia la legisla- cidn sabdtica, sobre todo en relacién con la curacién, pero también en el episodio en que los discfpulos arrancan es- pigas, provoca, como ya se ha indicado, cierta agitacién. Los intérpretes cristianos modernos de los Evangelios suelen sostener que también es contrario a la tradicién su punto de vista sobre el kashrut, es decir las normas relacio- nadas con los alimentos puros e impuros. Pasando del campo ritual al moral, los eruditos neotestamentarios in- terpretan también su orden a un posible discipulo de que le siga, olvidando el deber de enterrar a su padre, como una impiedad desde el punto de vista judio. Por ultimo, la contraposicién entre el «habéis ofdo que se dijo», que in- troduce un mandamiento biblico, y el «pero yo os digo» se considera prueba de que estaba en realidad dispuesto a menospreciar la Tord, 0 més grave atin, a abolir la Ley «vieja» y sustituirla por un nuevo cédigo. a. Jestis y las leyes rituales 1. El sdbado Las curaciones que se atribuyen a Jestis en sdbado son es- casas y estan muy distanciadas en el tiempo. De los tres Jess y la Ley: El judatsmo de Jestis- 39 hechos resefiados, el caso del hombre con una mano seca lo atestiguan los tres evangelistas sindpticos (Mc 3,1-6; Mt 12,9-14; Le 6,6-11), pero la curacién de la mujer en- corvada (Lc 13,10-17) y lade un hombre que padecia hi- dropesia sdlo las atestigua Lucas (13,10-17; 14,1-6). Los observadores hostiles y conservadores consideran inquie- tante el comportamiento de Jestis, pero no claramente ilf- cito. Por tanto tenfan que plantearse dudas. Segiin las versiones evangélicas, estas dudas fueron formuladas bien por sus criticos, «Es licito curar en sdbado?» (Mt 12,10), o por el propio Jestis con propésitos didacticos, «Es lfcito en sdbado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida o matarla?» (Mc 3,4; Le 6,9; véase Le 14,3). Nos enfrentamos aqui con el conflicto habitual entre dos mandamientos, y con el problema de cual de los dos se impone. E] principio general nunca ha planteado du- das en el judafsmo: la salvacién de la vida tiene prioridad siempre. El midrds tanafta Mekhilta de Rabi Ismael (ed. Lauterbach III, pp. 197-9) plantea la cuestién en relacién con Ex 31,13-16: «;Cémo sabemos que el deber de salvar la vida esté por encima de las leyes del sdbado?» Dos rabi- nos del siglo 1 contestan afirmativamente a través de ra- zonamientos a fortiori: la circuncisién, que afecta sdlo a una parte del cuerpo, es licita en sdbado (Eleazar ben Azarfas); la ejecucién de un asesino (es decir el tomar una vida) prevalece sobre el servicio del Templo; el servicio del Templo tiene preferencia sobre el sdbado (R. Aquiba); cudnto mds el salvar todo el cuerpo, la vida. O mds clara- mente: «El respeto a la vida estd por encima del sdbado» (bYoma 85b). Ademés, en el caso de que haya alguna duda sobre la gravedad potencial de una enfermedad, la norma legal favorece la intervencién y la Misnd (Yoma 8,6) cita el principio: «Siempre que hay duda respecto a si la vida esta en peligro [jel caso que se analiza es una irtita- cién de gargantal], esta por encima del sdbado.» Si el pro- pio Jestis sintié la necesidad de defender verbalmente sus actuaciones, o mds probablemente la sintieron en una etapa posterior sus seguidores judeocristianos, su propia 40 La religién de Jestis el judto actitud bdsica y sus argumentos, y los de sus discfpulos, son los mismos que los de los rabinos: un judio puede sacar en sbado una oveja que se ha caido en un pozo; debe salvarse a fortiori una vida humana (Mt 12,1 1-12); puede sacar de un pozo tanto a su hijo como a su buey (Le 14,5).”” En suma, segtin las palabras que Mateo (12,12) pone en labios de Jestis: «Es licito hacer el bien en sébado.» Todo el debate parece ser, en realidad, una tormenta en un vaso de agua, ya que ninguna de las curaciones sabaticas de Jesus entrafiaba «trabajo», sino que se efectuaban pronunciando palabras, 0 como maximo por la imposicién de manos u otro contacto fisico simple. Debe tenerse en cuenta que en la versién de Lucas (13,10-17) la curacién de una mujer que padece de curva- tura de la espina dorsal, descrita en el lenguaje de la magia como alguien «atado» por el demonio, se expone como un acto de «suelta»: «;No desata cada uno de nosotros su buey 0 su asno del pesebre en sdbado, y Jo saca para llevar- lo a abrevar? Y gno deberia esta mujer, una hija de Abra- han a quien Satands até dieciocho afios, verse suelta de esa atadura en sdbado?» Aqui, curiosamente, la expresién me- taférica, atar y soltar, se utiliza como un argumento a for- tiori contra la practica habitual de atar y desatar animales domésticos en sdbado, aunque en principio ambos actos se consideren trabajo en la Misnd (Shab 7,2). La segunda alegacién de que Jestis contradecia la opi- nién comin en el mismo campo del descanso sabatico esta vinculada a un episodio, claramente diddctico més que histérico, que figura en los tres sindpticos (Mc 2,23-28; Mt 12,1-8; Lc 6,1-5). Los discfpulos, aunque no el propio Jestis, al pasar por un trigal en sdbado arrancan espigas, es posible incluso que las froten entre las manos para sacar los granos (Lc 6,1), y comen. Si bien hacer esto en campo aje- no no se considera robo seguin la ley biblica (Dt 23,25), podria considerarse un quebrantamiento de las normas del sdbado las cuales, junto con otros treinta y ocho actos de «trabajo», prohiben «segar» (mShab 7,2) epigrafe en el que podria incluirse coger espigas de este modo. El argumento Jestis y la Ley: El judaismo de Jess 41 principal, conservado en los tres sinépticos (Mc 2,25-26; Mt 12,3-4; Lc 6,3-4), por el que se excusa el quebranta- miento del sdbado es que el hambre (que puede Ilevar a la inanicién y con ella a la muerte) entra en la categoria de lo que pone en peligro la vida. Por tanto saciar el hambre, es decir la salvaguardia de la vida, desplaza la ley sabatica, del mismo modo que desplaza, en el caso de David y sus solda- dos hambrientos, la prohibicién de que los laicos coman el pan de la proposicidn destinado sdlo a los sacerdotes (véase Lev 24,5-9 y I Sam 21,1-7).” La breve respuesta atribuida a Jestis en Marcos 2,27, «El sdbado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sa- bado», esté también firmemente arraigada en el pensa- miento rabinico. Incluso en la misma seccién de la Mekhil- ta, no influida por el Nuevo Testamento, R. Simeén ben Menasfas, un maestro tanajta de finales del siglo m, expone la misma doctrina, en relacién con Ex 31,14, «respetards el sdbado pues es sagrado para ti: el sbado se te entrega a ti y no tt al sfbado». La misma exégesis se transmite en nom- bre de R. Jonatdn ben José, un discfpulo de R. Ismael (bYo- ma 85b). El dicho puesto en boca de Jestis seguramente no es la fuente de la sentencia rabinica: indica mas bien que la idea habja sido corriente durante algtin tiempo antes de que en el siglo 11 los tanaftas le proporcionasen justificaci6n exegética. Hablando en términos generales la observancia del sdbado en el siglo 1, y probablemente también en el 1, estaba subordinada al bienestar bdsico del judfo. En pala- bras de Rabf Natdn: «Mira qué se dijo: “En consecuencia los hijos de Israel guardardn el sdbado y lo respetardn a tra- vés de sus generaciones” (Ex 31,16); un sdbado puede pro- fanarse ya que pueden guardarse muchos (mas tarde)» (Mekhilta, ed. Lauterbach III, pp. 198-9). 2. Las normas alimentarias Dejando a un lado la polémica de Marcos 7 y Mateo 15 res- pecto a normas tradicionales relacionadas con el lavado de 42 La religion de Jestis el judto manos antes de las comidas, polémica que puede deberse a.una mayor estima por la Biblia que por costumbres an- cestrales (los culpables son una vez mas algunos de los discfpulos, no el propio Jestis) debe centrarse la atencién en la afirmacién decisiva de Marcos de que Jestis declaré puras todas las comidas (Mc 7,19) y anuld por tanto un sector substancial de la Tord de Moisés (véase JW/, p. 46 y n. 31). El debate atin no estd zanjado y contintan es- gtimiéndose argumentos eruditos con el propédsito de de- terminar el «punto de vista de Jestis frente a la halaja pre- dominante en su época».*® Pero al parecer los eruditos neotestamentarios se enzarzan aqui en discusiones que se desvian de la cuestién. Por una parte, enfocan a Jestis como si fuese un rabino preocupado por nimiedades le- gales, cuando cualquier lectura seria de los Evangelios muestra que no pertenecia a esa clase. Mas concretamen- te, fuese lo que fuese lo que quiso decir con «Oid y en- tended: no es lo que entra en la boca lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de la boca; esto hace impuro al hombre» (Mt 15,11-12; Mc 7,14-15), maxima excelente- mente interpretada por Sanders (Jewish Law, p. 28), no era ciertamente una abrogacién de las leyes dietéticas. En realidad, si la cldusula en que «purificando todos los ali- mentos», que aparece en Mc 7,19, pero no en Mt 15,17, est4 parafraseada correctamente como «asf declaré puros todos los alimentos», sdlo puede considerarse una glosa introducida por el redactor de Marcos, sin nada que ver con la narracién original, y atin menos con Jestis. Esto es més probable atin por el hecho de que, desde la primera generacién de sus seguidores, éstos vivieron en total igno- rancia de la revocacién de la distincién entre alimentos puros e impuros. La reaccién de Pedro al mandato de una voz celestial: «Mata y come!», en el curso de una visién de todo tipo de animales sostenidos en un lienzo, es un ins- tintivo y explosivo: «No, Sefior, pues nunca he comido nada profano o impuro» (Hch 10,13-14). De nuevo, para sumo enojo de Pablo y Bernabé, Pedro «y el resto de los judios» de la Iglesia cristiana de Antioquia se sintieron Jestis y la Ley: El judatsmo de Jesis 43 obligados a abandonar la camaraderfa en la mesa con los cristianos gentiles, de la que habian disfrutado muy felices con anterioridad a la visita de «hombres de Santiago», es decir observantes estrictos o miembros «judaizantes» de la comunidad de Jerusalén (Gal 2,11-14). Estos relatos no tendrfan ningun sentido si Jestis hubiese «declarado puros todos los alimentos».?! En suma, ni en el campo de las leyes sabdticas ni en el de las normas dietéticas se puede sostener que Jestis se opusiera a su observancia. Su visién de la Tord y su per- cepcidn del principal mensaje de ésta debia de tener un matiz individual pero ni en general ni en ningtin punto particular se le puede identificar como un maestro anti- nomista.*” 6. Jestis y las leyes morales 1. Piedad filial El cuerpo principal de la doctrina de Jestis sobre cuestio- nes éticas esta vinculado a una interpretacién directa o in- directa del Decdlogo. Su adhesién implicita al quinto mandamiento se manifiesta en el reproche de irreligiosi- dad que dirige a un grupo de escribas o fariseos de Jerusa- lén que visitan Galilea (Mc 7,1; Mt 15,1). Les acusa de haber puesto el cumplimiento de un voto que exigfa una donacién al Templo, una norma tradicional conocida como gorban, por encima del deber de apoyo filial a los padres, pese a que esto tiltimo proceda de un mandato di- vino: «Honra a tu padre y a tu madre» (Ex 20,12; Dt 5,16).? Fuese 0 no asi, e independientemente de la insistencia habitual de Jestis en el carécter fundamental de los Diez Mandamientos (véase mas adelante), es indudable que se ponen en sus labios tres dictémenes que dificilmente son compatibles con la piedad filial. Afirma por una parte que escuchar la palabra de Dios esté por encima del sim- 44 La religion de Jesus el judio ple parentesco natural, y también que madre y hermanos no tienen ningun valor especial cuando se trata de la pre- dicacién del Reino de los cielos. De ahi que proclame: Quienquiera que cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre (Mc 3,35; véase Mt 12,50). Mi madre y mis hermanos son éstos, los que oyen la palabra de Dios y la ponen por obra (Lc 8,21). Asimismo, igual que en el pensamiento rabinico el respe- to al propio maestro va inmediatamente después del res- peto al Cielo (mAb 4,12), segtin Jestis el maestro recono- cido como emisario de Dios debe estar por encima de la familia. O, siguiendo la elocuente formulacién de Lucas, que es probable que sea el /ogion Q original, comparado con la versién mas suave de Mateo donde «amar mas» se substituye por «odiar»: Si uno viene a mf y no odia a su padre y su ma- dre y su esposa y sus hijos y sus hermanos y sus hermanas, sf, y hasta su propia vida, no puede ser discfpulo mio (Le 14,26; véase Mt 10,37). Aunque pueda considerarse que ambas declaraciones en- tran en irremisible conflicto con la piedad debida a pa- dres y parientes, es la tercera (igualmente atribuida a Q y generalmente considerada como el dicho auténtico de Je- stis) la que se ha convertido en afios recientes en la fuente principal de la que los investigadores pretenden deducir que Jestis desdefiaba uno de los preceptos basicos de la Tord. Se trata del famoso mandato dirigido a un posible discipulo que desea aplazar su incorporacién al grupo de Jestis hasta después de haber enterrado a su padre. Jess y la Ley: El judaismo de Jesiis. 45 A otro le dijo: «Sigueme», y él respondid: «Se- fior, déjame ir primero a sepultar a mi padre.» El le contesté: «Deja a los muertos que entierren a sus muertos; y tui ve y anuncia el Reino de Dios» (Le 9,59-60; véase Mt 8,21-22). Entre los exégetas neotestamentarios se ha impuesto una opinién general en el sentido de que las palabras de Jesus no sélo sorprendieron y conmocionaron a sus contempo- rdneos, sino que también abolian realmente la Tord. Dado que este punto de vista no sdlo lo han expuesto in- vestigadores pertenecientes a la vieja escuela, sino un au- tor tan familiarizado con la cultura judfa y el judaismo, y tan favorable a ellos, como E. P. Sanders, es preciso que lo consideremos seriamente.*4 Sanders, situando el «sigueme» de Jestis frente al deber mds fundamental, sdlida y universalmente atestiguado en el judaismo, y fuera de él, de procurar que el padre falle- cido reciba un entierro digno, se ve obligado, tras un exa- men detenido, a formular una «modesta conclusién»: Jestis se mostré dispuesto a decir, una vez por lo menos, que seguirle a él se anteponfa a las exigencias de la piedad y de la Tord. Puede que esto sea prueba de que Jestis estaba dis- puesto, en caso necesario, a no aceptar la vali- dez del decreto mosaico (/&/, p. 255). Lo que Sanders y sus colegas abordan es el caso de un hombre cuyo padre acaba de morir, ya que Jestis le dice que se una a él inmediatamente sin perder las escasas horas necesarias para preparar y realizar los ritos funerarios que habfa que celebrar el mismo dia del fallecimiento, antes de caer la noche, hasta en el caso de delincuentes ejecutados (Dr 21,23). Sanders diferencia en la sentencia un sentido positivo y otro negativo. El primero, la «llamada al disci- 46 La religion de Jestis el judto pulado... que se pone por encima de otras responsabilida- des» (Je], p. 253) se considera ldgico y evidente de por si en el marco evangélico. Pero el segundo sentido tiene im- plicaciones més profundas que suelen pasarse por alto, es decir que «desobedecer el mandato de cuidarse de los pa- dres difuntos es realmente desobedecer a Dios» (ibid.). Esta dicotomfa resulta sumamente desorientadora en mi opinién. Nos enfrentamos, como antes, a un conflicto entre dos mandatos: tenemos que honrar (y por tanto en- terrar) a nuestro padre y estar dispuestos a consagrarnos a la rapida edificacién del Reino de Dios; pues éste es el au- téntico problema, y no la simple afiliacién al grupo de discfpulos de Jesus. Cuando se da un conflicto entre de- beres de este tipo slo cabe depositar a los pies de Dios la responsabilidad por la «desobediencia» inevitable a uno de los dos.® En cuanto a la via a seguir para resolver el dilema, tan- to los ejemplos que hemos dado como toda la doctrina de Jestis sobre el Reino, nos indican claramente lo que consi- dera él prioritario (véase capitulo 6). Si hubiese una clara tendencia del «sentido negativo» de Sanders en ese mar- co, el evangelista podria haber abordado el asunto me- diante la férmula de un interrogatorio hostil. Pero no lo hizo asf. Una vez dicho esto, y considerado el «sentido negati- vo» razonable, sigo pregunténdome si deberfa aceptarse como evidente de por sf la interpretacién literal del episo- dio (el que Jess pida que se una a él a un hombre que acaba de perder a su padre). Pues pese a que tanto en Lu- cas como en Mateo falten detalles circunstanciales, la pre- sunta realidad de la conversién exige un marco histérica y psicolégicamente valido. Es improbable que el individuo fuese un completo desconocido al que Jestis abordase sin mds; de hecho Mateo (8,21) le presenta como un «discipulo». ;Pero qué estaba haciendo este individuo entre los seguidores de Jestis cuando deberfa haber estado ocupado en los preparativos funerarios, pues habia que enterrar a su pa- Jestis y la Ley: El judaismo de Jesis 47 dre pocas horas después? ;Podrfa ser que las palabras del discfpulo tuvieran un significado menos directo? Si éste pretendia indicar de un modo un poco confuso y timi- do que no uniria su suerte a la de Jestis de inmediato, y utilizaba su presunto deber filial de enterrar a su padre (viejo y enfermo?) como excusa para la dilacién, no tendrfa por qué sorprender a nadie la dspera respuesta de Jestis. Deja que los muertos (es decir, los otros miem- bros de tu familia que no han mostrado interés alguno por buscar la vida en el Reino de Dios) se cuiden de sus muertos.” Esta exégesis no puede considerarse obligada, claro estd, pero es indiscutible que aporta un sentido que no es menos satisfactorio que la interpretacién que suele hacer- se y puede que lo sea mas. Nos libra, por supuesto, de la pista falsa de la oposicidn de Jestis a la «validez del decre- to mosaico» 0, por expresarlo de forma mds exacta y tam- bién més increfble, de la validez del Decdlogo. 2. Las supuestas antitesis El Sermén de la montafia contiene seis secciones (0 cin- co, si se consideran las maximas sobre el adulterio y el di- vorcio como una sola) en las que la norma biblica, intro- ducida con la frase «Habéis ofdo que se dijo a los antiguos», o simplemente «Habéis ofdo que se dijo», se contrasta con la afirmacién de Jestis: «Yo os digo.» Las pa- labras en cuestién sdlo las presenta en esta forma el evan- gelista Mateo. Los investigadores mantienen posiciones distintas respecto a ellas: algunos admiten su autentici- dad, total o parcial, pero hay otros que la ponen en duda. Lo curioso es que los juicios criticos suelen basarse en las razones més inesperadas. Consideran auténticas las anti- tesis ciertos investigadores que encuentran en ellas muni- cién para sus tesis «antijudias», es decir, que Jestis recha- zaba la Tord, mientras que algunos de los que adoptan una actitud «projudia» las consideran falsas porque no 48 La religién de Jestis el judto dan una imagen de Jestis suficientemente diferenciada de la de los fariseos.” Desde nuestro punto de vista no importa en realidad la autenticidad verbal siempre que podamos llegar a la conclusién de que la esencia de la doctrina puede asignar- se sin problema a Jestis. En otras palabras, nos interesa mas el mensaje ad sensum que las ipsissima verba del men- sajero. Ademés, la tarea principal es determinar la actitud de Jestis frente a la Tord; la tendencia doctrinal concreta que revelan estos pasajes se investigard mds adelante, cuando intentemos bosquejar el cuadro de su personali- dad religiosa (véase capitulo 7). Jess y el «no matards» (Mt 5,21-26). La forma de este dicho y de los que siguen es especial y no tiene paralelo ni en el Nuevo Testamento ni en ninguna otra patte de la lite- ratura judia antigua. La férmula: «Habéis ofdo, etc», intro- duce una cita del Pentateuco, «No matards» (Ex 20,13; Dt 5,17), a lo que se afiade aqui (como en Mt 5,43) un suple- mento parafrdstico tipo targum: «Y quien mate serd reo ante el tribunal.» La supuesta antitesis no debe interpretarse en realidad en su auténtico sentido como una contradic- cién. No se nos informa de que Jestis diga, después de un solemne «pero yo os digo», que es permisible el homicidio, y no digamos ya obligatorio, sino que «todo el que esté en- furecido con su hermano seré reo ante el tribunal». Lo que hace en realidad es prevenir contra la posibilidad de matar proscribiendo su causa bdsica interna, la célera que puede llevar primero al insulto verbal y luego a la violencia fisica. Apoya la validez de esta interpretacién un modelo rabinico. Una via de razonamiento similar, formulada explicitamente y a través de citas escriturales, figura en el midrds tanaftico, Sifré sobre Dt 19,10-11 (186-187): Para que no se derrame sangre inocente... y caiga asf sobre ti la culpa del derramamiento de sangre... Pero si un hombre odia a su vecino, y le acecha y le ataca... Sobre eso se ha dicho: el hombre que transgrede un mandamiento livia- Jestis y la Ley: El judaismo de Jess 49 no acabard transgrediendo uno de peso. Si ha transgredido “Amards a tu prdjimo como a ti mismo” (Lev 19,18), acabard transgrediendo “No tomards venganza ni guardards rencor” (ibid.), “No odiards a tu hermano” (Lev 19,17) y “Que tu hermano pueda vivir a tu lado” (Lev 25,36) hasta llegar a derramar sangre. La panacea que prescribe Jesus para neutralizar senti- mientos de hostilidad y eliminar su secuela es la reconci- liacién inmediata. Asi que si has de llevar tu ofrenda al altar y re- cuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu oftenda alli frente al altar, ve a recon- ciliarte primero con tu hermano y luego vuel- ve y presenta tu ofrenda. Haz las paces ense- guida con tu enemigo... (Mt 5,23-25) No puede explicarse sdlo por razones cientificas el que es- tas palabras de Jestis y otras parecidas hayan podido llegar a considerarse equivalentes a una «destruccién de la letra de la Ley», seguin la frase de Ernst Kasemann.® Digamos de paso que las antitesis de Jestis no difieren estructuralmente de aquellas con las que, segtin Mc 7,10- 13 (Mt 15,4-6), proponfan al parecer los fariseos su doc- trina sobre la gorbdn: «Moisés dijo... pero vosotros decis» (Marcos), o incluso con mds fuerza, «Dios mando... pero vosotros decis» (Mateo). Se puede discutir, sin duda, el cardcter de estos contrastes pero la cuestién basi- ca es que si la doctrina de Jestis «destruye la letra de la Ley», la de los fariseos parece hacer lo mismo, lo cual es absurdo, claro.” Jestis y el adulterio (Mt 5,27-30). Lo mismo que debe- ria evitarse la cdlera o dominarse antes de que lleve a ma- tar, mirar a una mujer con deseo sexual deberia evitarse 48 Lareligién de Jesus el judio dan una imagen de Jestis suficientemente diferenciada de la de los fariseos.*” Desde nuestro punto de vista no importa en realidad la autenticidad verbal siempre que podamos llegar a la conclusién de que la esencia de la doctrina puede asignar- se sin problema a Jestis. En otras palabras, nos interesa mds el mensaje ad sensum que las ipsissima verba del men- sajero. Ademés, la tarea principal es determinar la actitud de Jestis frente a la Tord; la tendencia doctrinal concreta que revelan estos pasajes se investigard mds adelante, cuando intentemos bosquejar el cuadro de su personali- dad religiosa (véase capitulo 7). Jestis y el «no matards» (Mt 5,21-26). La forma de este dicho y de los que siguen es especial y no tiene paralelo ni en el Nuevo Testamento ni en ninguna otra parte de la lite- ratura judia antigua. La formula: «Habéis ofdo, etc», intro- duce una cita del Pentateuco, «No matards» (Ex 20,13; Dr 5,17), alo que se afiade aqui (como en Mt 5,43) un suple- mento parafrdstico tipo targum: «Y quien mate serd reo ante el tribunal.» La supuesta antitesis no debe interpretarse en realidad en su auténtico sentido como una contradic- cién. No se nos informa de que Jestis diga, después de un solemne «pero yo os digo», que es permisible el homicidio, y no digamos ya obligatorio, sino que «todo el que esté en- furecido con su hermano ser reo ante el tribunal». Lo que hace en realidad es prevenir contra la posibilidad de matar proscribiendo su causa basica interna, la cdlera que puede llevar primero al insulto verbal y luego a la violencia fisica. Apoya la validez de esta interpretacién un modelo rabinico. Una via de razonamiento similar, formulada explicitamente y a través de citas escriturales, figura en el midrds tanaitico, Sifré sobre Dt 19,10-11 (186-187): Para que no se derrame sangre inocente... y caiga as{ sobre ti la culpa del derramamiento de sangre... Pero si un hombre odia a su vecino, y le acecha y le ataca... Sobre eso se ha dicho: el hombre que transgrede un mandamiento livia- Jestis y la Ley: El judatsmo de Jess 49 no acabard transgrediendo uno de peso. Si ha transgredido “Amards a tu préjimo como a ti mismo” (Lev 19,18), acabard transgrediendo “No tomards venganza ni guardards rencor” (ibid.), “No odiards a tu hermano” (Lev 19,17) y “Que tu hermano pueda vivir a tu lado” (Lev 25,36) hasta llegar a derramar sangre.”® La panacea que prescribe Jestis para neutralizar senti- mientos de hostilidad y eliminar su secuela es la reconci- liacién inmediata. Asi que si has de Ilevar tu ofrenda al altar y re- cuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda alli frente al altar, ve a recon- ciliarte primero con tu hermano y luego vuel- ve y presenta tu ofrenda. Haz las paces ense- guida con tu enemigo... (Mt 5,23-25) No puede explicarse sdlo por razones cientificas el que es- tas palabras de Jestis y otras parecidas hayan podido llegar a considerarse equivalentes a una «destruccién de la letra de la Ley», segtin la frase de Ernst Kasemann.”” Digamos de paso que las antitesis de Jestis no difieren estructuralmente de aquellas con las que, segtin Mc 7,10- 13 (Mc 15,4-6), proponian al parecer los fariseos su doc- trina sobre la gorbdn: «Moisés dijo... pero vosotros decfs» (Marcos), o incluso con mas fuerza, «Dios mand. pero vosotros decfs» (Mateo). Se puede discutir, sin duda, el cardcter de estos contrastes pero la cuestién basi- ca es que si la doctrina de Jestis «destruye la letra de la Ley», la de los fariseos parece hacer lo mismo, lo cual es absurdo, claro.” Jestis y el adulterio (Mt 5,27-30). Lo mismo que debe- ria evitarse la célera o dominarse antes de que lleve a ma- tar, mirar a una mujer con deseo sexual deberia evitarse 50 La religibn de Jestis el judio no sélo porque conduzca al adulterio, sino porque equi- vale a él con el pensamiento. Se ratifica de nuevo la Tord (Ex 20,14; Dt 5,17), y se la protege en vez de declararla obsoleta de modo implicito. Al identificar la culpa en la que se incurre con la imagi- | nacién y la correspondiente al hecho mismo, Jesus refleja el | punto de vista religioso basico, diferenciado del legal, del ju- daismo de la época y del judafsmo rabinico posterior. Las expresiones «anhelar sus ojos», «caminar tras un corazén pe- cador y unos ojos lujuriosos», «seguir la inclinacién culpable y los ojos lujuriosos», aludiendo a la fuente basica de la ac- | cién pecaminosa, es algo con lo que estan familiarizados los lectores de los Manuscritos del Mar Muerto (QIpHab 5,7; Qls 1,6; CD 2,16; Q2TS 59,14). Da también testimonio del mismo punto de vista, expuesto en términos mds gene- rales, Flavio Josefo cuando escribe en su resumen de la Ley Mosaica en Contra Apién (IL, 183): «Para nosotros... la uni- ca sabidurfa, la tinica virtud consiste en abstenernos de toda accién, de todo pensamiento que sea contrario a las leyes originalmente establecidas.» Y de nuevo (ibéd. 217): «La mera intencién de hacer mal a uno de nuestros padres o de impiedad contra Dios se castiga al instante con la muerte.»‘" La misma actitud se refleja también en los escritos posteriores de los rabinos. «Seguir tus ojos» lo equipara a «fornicacién» un exégeta anénimo en el Sifré sobre Nm 15,39 (115). El Talmud de Babilonia (Yoma 29a), extre- ma la tesis, considerando los pensamientos lujuriosos mds pecaminosos que su consumacién. Y el tratado postalmu- dico Kallah (1) aporta la formulacién perfecta: «Quien- quiera que mire lujuriosamente a una mujer es como el que ha tenido comercio ilicito con ella.»” Jess y el divorcio (Mt 5,31-32). La formula introduc- toria «También se dijo», que precede a la pardfrasis de la norma mosaica sobre el get, es decir el documento por el que se substancia el divorcio (Dt 24,1), es mas breve que las dos anteriores y puede indicar, como una frase similar, «y aquello que EI dijo», de los comentarios del pesher de Qumran, que ha de relacionarse la cita con el pasaje bibli- Jestis y la Ley: El judaismo de Jesis 51 co previo. En ese caso, Mt 5,31-32 deberia interpretarse conjuntamente con los versfculos 27-30, que indican que el divorcio se considera una subdivisién del adulterio. Para una interpretacién mas completa, ha de considerarse el pasaje junto con las otras ‘declaraciones evangélicas so- bre el divorcio en Mt 19,3-12 y Mc 10,2-12 (Le 16,18) que se han sometido a frecuente y detenido examen en el marco de las ideas judfas intertestamentarias sobre el tema. Sin pretender exponer todos los detalles de la argumen- tacin, deberfamos tener en cuenta que Jestis, como los ese- nios segtin el Documento de Damasco (CD 4,21), vefa en Gn 1,27 («varén y hembra los cred») y 2,24 («se harén una sola carne») la quintaesencia del matrimonio establecido por principio divino (Mt 19,4-5; Mc 10,6-8). Volver a ca- sarse después del divorcio choca bdsicamente con esta uni- dad semimetafisica y, en un mundo ideal, equivale a adulte- rio, es decir a la destruccién del vinculo original. Da la impresién de que la misma idea implicita sirve como base a la normativa sobre el divorcio de Dt 24,1-4, donde se plan- tea el caso especifico de un hombre que pretenda volver a casarse con su primera esposa, que ha estado casada mien- tras tanto con otro marido que se ha divorciado de ella o que ha enviudado. Esta nueva unién no es permisible, pues hay un vinculo sexual con el segundo esposo que la ha he- cho impura a los ojos del primero, e impropia por tanto para la restauracién de los vinculos maritales.“ En la versién de Marcos (10,11-12), de la que se hace eco Pablo, que dicta su regla como un mandato del Sefior (I Cor 7,10-11), cualquier segundo matrimonio con un nuevo cényuge cuenta como adulterio, mientras que en la versién de Mateo, aqui y en 19,9, hay una clausula de excepcidn, a saber, el adulterio previo de la esposa por el que ha quedado ya destruida la unién de los dos. En este caso, se nos muestra a Jestis como un partidario del punto de vista riguroso de la escuela de Shammay, que autoriza el divorcio sdlo en los casos de infraccidn sexual, frente a la doctrina excesivamente permisiva de la escuela de Hilel, 52 La religion de Jestis el judto que lo permite prdcticamente por «cualquier causa» (Mt 19,3). Pero fuese cual fuese la posicién del propio Jestis res- pecto al vinculo matrimonial, ya lo considerase absoluta 0 condicionalmente indisoluble, su mensaje en la forma actual no puede equipararse en ninguna circunstancia a una condena de la concesién divina de divorcio, otorgada por Dios a través de Moisés, a causa de la debilidad de la naturaleza humana.“° Jess y los juramentos (Mt 5,33-37). El mandamiento relacionado con el perjurio procede menos directamente atin de la Biblia que la norma que prohibe matar. «No ju- rards en falso, sino que cumplirds al Sefior lo que has jura- do» es de nuevo una reformulacién combinada tipo Tar- gum de Ley 19,12 («No jurar4s por mi nombre falsamente») y Deuteronomio 23,24 (23) («Has de cum- plir lo que ha pasado por tus labios, pues has jurado vo- luntariamente al Sefior tu Dios lo que has prometido con tu boca»). Asi que, hablando desde un punto de vista rigu- roso, la «antitesis» no se establece frente a un precepto mosaico. En la época final, Jestis se plantea desechar toda la parafernalia relacionada con los juramentos como algo innecesario. Considera por ello superflua la multitud de términos subrogados para Dios que solian utilizarse. A es- tos kinnuyim, como les llamaban los rabinos, se alude en el Documento de Damasco (15,1); los adoptaron los fari- seos segtin Mt 23,16-22, y los recomendaba Filén (Spec. leg. I, 2-5) en caso de que no hubiera més remedio que jurar. Estas medidas protectoras suplementarias se intro- dujeron para garantizar que nunca se tomaria en vano el nombre divino, ni siquiera por error o inadvertencia. Pero la esencia de la doctrina de Jestis es que entre gente de confianza no son necesarias solemnidades especiales: de- beria bastar un «sf» o un «no» (Sant 5,12). Lo de abstenerse deliberadamente de los juramentos no es algo privativo de Jestis. Tanto Filén como Josefo atribuyen la misma actitud a los esenios: Jestis y la Ley: El judatsmo de Jesis 53 Muestran su amor a Dios... absteniéndose de juramentos, por veracidad... (Omnis pro- bus 84). . Todo lo que dicen es més seguro que un jura- mento. En realidad rechazan jurar por consi- derarlo peor que el perjurio. Pues aquel que no merece que le crean sin invocar a Dios est4 ya condenado (Guerra II, 135). Ademas, Filén considera el que no hagan falta juramen- tos como parte de la vida virtuosa, la secuela natural de la moralidad: La palabra del hombre bueno... deberfa ser un voto, firme, invariable, totalmente libre de falsedad, firmemente asentada en la verdad (Spee. leg. 1, 2; véase Decal. 84) La aceptacién de los Diez Mandamientos por parte de los israelitas se manifestd, segtin los sabios rab{nicos, mediante un solemne sf 0 sf sf, no o no no. Se consideraba que las pa- labras poseian la fuerza vinculante de un juramento.’” Lo caracteristico de Jestis es, una vez més, la insistencia supte- ma en ideas que estan presentes en la antigua piedad judia, pero no tan absolutamente atestiguadas. Jess y la venganza (Mt 5,38-42). En un rechazo hiper- bélico del espiritu de venganza, se contrapone a la secular lex talionis («Habéis oido que se dijo: ojo por ojo y diente por diente» [Ex 21,24]) no sdélo la resistencia pasiva («Pero yo os digo, no ofrezcdis resistencia al malvado») sino también una especie de docilidad provocativa a tra- vés del consejo de ofrecer la mejilla izquierda al que te ha pegado en fa derecha (véase Lc 6,29). El hecho de que los dos ejemplos més que se dan en Mateo, de uno de los 54 La religién de Jestis el judto cuales se hace eco Lc 6,29, es decir la entrega de una capa a quien sdlo pide una tunica, o el recorrer el doble de la distancia pedida, indica que el tema central es fa supere- rogacién. Creo que no hace falta recordar que en la doctrina ju- dfa posbiblica, Exodo 21,24 no se interpreté literalmen- te como la exigencia de que se causase un dafio equiva- lente a la persona culpable de una lesién corporal. La venganza de sangre se substituyé por una compensacién monetaria judicialmente establecida. Josefo est4 familia- tizado con ella (Ant. IV, 280), y el principio se halla im- plicito en la Misnd (véase mBQ 8,1). La Mekhilta sobre Ex 21,24 (III, 67) simplemente equipara «ojo por ojo» con mamon, es decir (ojo-)dinero. Los targumim palesti- nos proporcionan una pardfrasis clara: «El valor de un ojo por un ojo; el valor de un diente por un diente; el va- lor de una mano por una mano; el valor de un pie por un pie», etc. Para lograr una mejor interpretacién de este dictamen inaplicable (después de todo, ni siquiera el Nuevo Testa- mento, en la persona del cuarto evangelista, hace a Jestis cumplir con él literalmente, pues cuando un guardidn del Templo le pega no se le hace presentar la otra mejilla sino protestar con dignidad [Jn 18,23]) deberia analizarse jun- to con la «antitesis» siguiente y ultima. De hecho, en Le 6,27-36 las dos, «oftece la otra mejilla» y «ama a tus ene- migos», se funden para constituir una doctrina dentro de una perspectiva unica, Jestis y el amor a los enemigos (Mt 5,43-48). Habéis ofdo que se dijo: Amards a tu prdjimo y odiards a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. .. El versiculo escritural citado es Lev 19,18: «Amards a tu prdjimo.»® Esta privado de su parte final, «como a ti mis- Jesus y la Ley: El judatsmo de Jestis 55 mo», o quiz4, «pues es como ti», pero va seguido, por otra parte, de una afirmacién complementaria que no figura en la Biblia, «y odiards a tu enemigo». La doctrina que se de- duce del precepto en Mt 5,45-48, que puede ponerse en paralelo con Le 6,32-36, suele atribuirse a Q. Su sentido bdsico es que el amor humano debe esforzarse por imitar el amor de Dios hacia la humanidad; debe ser desinteresado, no buscar nada a cambio, reflejando asf la perfeccidn, la mi- sericordia y la generosidad divinas. La oportunidad maxima e hiperbélica de mostrar esa bondad abnegada, y sobrehu- mana como si dijésemos, se presenta con alguien a quien nada se debe y del que no puede esperarse ninguna clase de bondad. La conducta caritativa con un enemigo es la receta para la persona que quiera llegar a ser perfecta como el Pa- dre celestial es perfecto. Aunque «odiar4s a tu enemigo» puede considerarse una contrapartida negativa de «amards a tu prdjimo» (los dos, el amor a los hijos de la luz y el odio a los hijos de las tinieblas, estén instintivamente unidos en la regla de la Comunidad de Qumran [1QS 1,9-10]), la asociacién ca- rece de base bfblica, y es mds probable que proceda de Mateo que de Jestis. La idea de que puede haber sido to- mada de un targum por lo demds perdido es pura especu- lacién.”° El paralelo més préximo a esta doctrina tan de- batida de Jestis puede hallarse en la afirmacién de Josefo, menos pintoresca sin duda, de que Moisés inculcaba epietkeia (generosidad, consideracién, gentileza) incluso para con los enemigos declarados (C. Ap. II, 211). En suma, hemos de extraer la conclusién de que si bien puede aceptarse que las seis «antitesis», pese a posibles cam- bios de redaccién de Mateo, transmiten el sentido general, si no la formulacién literal, de la doctrina correspondiente de Jestis, no hay raz6n alguna para considerarlas un ataque frontal por parte de éste a la Ley de Moisés 0 al judaismo tradicional. 56 La religin de Jess el judto 4, Restemenes de la Ley hechos por Jesus Entre los maestros religiosos judios de los perfodos inter- testamentario y misnaico-talmudico habfa una tendencia a buscar los principios basicos, la esencia misma de la Tord, y a reducir los numerosos mandamientos, las seis- cientas treinta normas positivas y negativas, segiin el cémputo de los rabinos, a un ntimero més manejable y, a ser posible, a la unidad.”! a. El Decdlogo (Mc 10,17-19; Mt 19, 16-19; Le 18,18-20) La primera de las tres tentativas de extraer en nombre de Je- stis la esencia de la Tord que registran los Evangelios sinép- ticos, se expone como una respuesta a alguien (Mc 10,17) a quien se describe como un joven (Mt 19,22) o un persona- je principal (Le 18,18), que preguntaba cémo se podia te- ner acceso a la «ida eterna». La breve respuesta de Jestis es: observa los mandamientos éticos y sociales del Decdlogo. Los tres evangelistas enumeran los que se relacionan con matar, con el adulterio, con el robo, el falso testimonio y la piedad filial, empezando con las prohibiciones y terminan- do con el positivo «Honra a tu padre, etc. ..». Marcos inser- ta «No defraudes» (véase Eclo 4,1) como el ultimo precepto negativo, reemplazando posiblemente a las diversas cldusu- las «No codicies», mientras que Mateo termina la serie con «Amards a tu prdjimo» (Lv 19,18). La espontaneidad de la respuesta puede atribuirse al hecho de que el recitado de los Diez Mandamientos formaba parte de las oraciones diarias durante el periodo del Segundo Templo (mTam 5,1; yBer 3c). Destacan como lo mas importante no sélo porque fue- ron los tinicos proclamados por Dios (Filén, Decal. 175; Josefo, Ant. III, 89), sino también porque «son restimenes de las leyes especiales incluidas en las Sagradas Escrituras» (Filén, Decal. 154; Spec. leg. 1, 1). Por tanto, aunque la for- mulacién de la historia en su conjunto con sus variaciones Jestis y la Ley: El judaismo de Jess 57 introductorias es obra sin duda de los evangelistas, no hay raz6n alguna por la que su esencia no debiera aceptarse como la auténtica doctrina de Jestis.” 6. La regla de oro (Mt 7,12; Le 6,31) En dos dichos paralelos, tomados presumiblemente de Q, Mateo y Lucas transmiten el cédigo ético de un sdlo ar- ticulo de Jestis, que desde el siglo xvi suele denominarse la «Regla de oro», La versién de Lucas (6,31), que precede inmediatamente al dictamen sobre el amor a los enemi- gos, se considera la més original: Lo que querdis que os hagan los hombres ha- cédselo vosotros igualmente. Mateo (7,12) lo inserta en el Sermén de la Montafia, ex- poniéndolo por medio de una glosa afiadida: Lo que querdis que os hagan los hombres ha- cédselo vosotros igualmente; pues esto es la Ley y los profetas. El mensaje basico transmite una buena voluntad universal hacia los otros seres humanos. Para llevarlo a la prdctica han de utilizarse los propios criterios de lo agradable y lo des- agradable como norma cémoda y hasta instintiva. No hay que considerarlo, como hace Bultmann, un precepto que da «expresién moral a un egoismo ingenuo» (HST, p. 103); ni deberfa considerarse esta Regla de oro «positiva» una for- mulacién espiritualmente superior a su contrapartida (ju- dfa) negativa, como suelen hacer los apologistas cristia- nos.” Las dos son reglas simples y practicas de moral universal, la motivacién de toda norma de conducta. 58 La religion de Jestis el judto Como en el caso del Decdlogo, no hay ninguna razon para dudar (tenemos, por el contrario, buenas razones para postularlo) de que Jestis estaba familiarizado con este método de simplificar la ética detallada en la Tord, y que lo utilizé realmente. Es indudable que hay formulas simi- lares a la suya abundantemente atestiguadas en el judafs- mo postexilico, intertestamentario y rab{nico, asi como en otras culturas mediterrdneas. La monografia innova- dora de Albrecht Dihle, Die goldene Regel. Eine Einfith- rung in die Geschichte der antiken und friihchristlichen Vulgdrethik (1962), aporta toda la informacién necesaria a ese respecto. Bastardn unos cuantos ejemplos judios se- leccionados. Ejemplifican todos la norma negativa. El testimonio més antiguo pertenece a uno de los Deuterocanénicos, Tobias 4,15: «No hagas a nadie lo que a ti mismo te pareceria odioso.» El autor de Tobias puede que tomase en realidad esto de las mdximas de Ajiqar: «Hijo, lo que te parece malo para ti no se lo hagas a tu compafiero» (8,88 en Armenio).™ Mas cerca ya de la época de Jestis, figura la misma nor- ma en Hypothetica (7,6) de Filén («Lo que te resultaria odioso tener que soportar a ti, no debes hacérselo a los de- més») y en la literatura rabinica. El famoso dicho atribui- do a Hilel en el Talmud (bShab 31 a), se reproduce habi- tualmente en todo estudio de la Regla de oro. Surge en un marco semiirénico, que revela la irascibilidad de Samay y la falta de propésito serio, o la necedad, de su interlocutor gentil. Hazme prosélito tuyo (pidid) a condicién de que me ensefies toda la Tord mientras me sos- tengo sobre un solo pie. E] irascible Samay le expulsa. Luego aborda al tolerante y bondadoso Hilel, que le recibe en la grey judia cuando acepta la doctrina encerrada en una sola frase: Jestis y la Ley: El judaismo de Jesis 59 Lo que a ti te resulta odioso, no se lo hagas a tu prdjimo. A lo que Hilel afiadié: «Esto es toda la Tord. El resto es interpretacién. ;Vete! jEstudia!» El consejo de Hilel, divorciado de su marco anecdético, se hace eco de la Regla de oro negativa, acompafiada de su identificacién explicita como la recapitulacién més breve posible de la doctrina mosaica respecto al comportamiento correcto hacia el prdjimo. En este sentido se parece al co- mentario de Mateo (7,12): «Pues ésta es la Ley y los profe- tas», en donde la cldusula «y los profetas» es o bien una am- pliacién cristiana quasiautomitica o bien un eco de la antigua idea judia de que los profetas eran transmisores y expositores de la Tord (mAb 1,1). La misma doctrina se repite en un marco no sarcdstico en Abot de Rabi Natdn (Recensién B, capitulo 26). Se sus- tituye a Hilel por Aquiba y al gentil descarado por un «al- guien» indefinido que pide respetuosamente: Rabj, enséfiame toda la Tord en una (frase). El le dijo: Hijo mfo, nuestro maestro Moisés, que la paz sea con él, pasé cuarenta dfas y cuarenta noches en el monte para aprenderla y tt dices: ;Enséfiame toda la Tord en una (frase)! Pues mira, hijo mio, este es el princi- pio de la Tord: lo que a ti te resulte odioso, no se lo hagas al préjimo.”* Habrfa que tener en cuenta que el judafsmo, antes y des- pués del siglo 1, tenfa conciencia, cuando resumia la Ley, tanto del aspecto positive como del negativo de su doctri- na moral. Jestis ben Sira aconsejaba a sus lectores a princi- pios del siglo m aC (31[34],15): 60 La religibn de Jestis el judto Sé tan amistoso con tu préjimo como contigo mismo, y ten en cuenta (con respecto a él) todo lo que a ti te resulta odioso. También en los escritos rabfnicos se interpreta la Regla durea negativa como la contrapartida del mandamiento de amar al prdjimo. Asi el dema: «Amar al género huma- no» que presenta el capitulo 26 de Abot de Rabi Nat4n B, el capitulo que contiene la doctrina de Aquiba sobre la Regla de oro (negativa), es un préstamo de la maxima de Hilel en mAb 1,12: «Sé de los discfpulos de Aarén, ama la paz y persigue la paz, ama al género humano...» Pero la expresién mds chocante del vinculo entre los dos concep- tos aparece en la versién que da el Pseudo Jonatdn en el Targum de Levitico 19,18: Y amards a tu projimo: Todo lo que te resulte odioso, no se lo hagas a él. Resumiendo, la amplia difusién de la Regla de oro en el me- dio judio intertestamentario y rabinico puede interpretarse tanto en favor como en contra de la autenticidad del Agion evangélico. Sin embargo, el hecho mismo de que se utilice la formulacién positiva distintiva en vez de la formulacién ne- gativa comin, debe (dirfa yo) contar como un argumento definitivo en favor de que Jestis lo formulase en realidad como una exposicién abreviada de los mandamientos de la Tord que rigen todo el campo de las relaciones humanas. c. El primero 0 mayor mandamiento (Mc 12,29-31; Mt 22,37-40; Le 10,26-28) La tercera declaracién doctrinal atribuida a Jestis respecto auna sintesis de la Tord es la m4s amplia. Todos los Evan- gelios sindpticos dan noticia de ella y se expone como res- Jestis y la Ley: Eljudatsmo de Jestis 61 puesta a una pregunta. Pero mientras en Mateo y Lucas el propésito es malicioso, siendo la intencién «probar» al que habla, en Marcos se presenta al que pregunta como un individuo sincero, y al final Jestis afirma que no est4 «lejos del Reino de Dios» (12, 34). La versién de Marcos tiene todas las apariencias de ser la mas primitiva.*® La respuesta de Jestis adopta dos formas principales. O bien el mayor mandamiento aparece subdividido en un primero y un segundo (Marcos y Mateo), o bien aparece como uno solo, aunque sea mixto (Lucas). Teniendo en cuenta que el propésito es proporcionar una doctrina que lo incluya todo, un mandamiento principal, deberfa consi- derarse preferente la estructura de Lucas, aunque la formu- lacién de Marcos, que empieza con la Shema'’, «Oye Is- rael...» (Dt 6,4) y va seguida de «y amards al Sefior...» (Dt 6,5), su continuacién con la principal oracién judia diaria, refleja una forma natural de citar de memoria.” El] mandamiento de amar a Dios va seguido de: «Ama- rds a tu projimo...» (Lev 19,18), ya analizado en relacién con las «antitesis» (véase antes). De acuerdo con Rabi Aquiba, éste es «el mdximo principio de la Tord» (Sifrd sobre Lev 19,18; GR 24,7).* La asociacién necesaria del deber basico del hombre hacia Dios y hacia sus semejantes se deriva quasi automé- ticamente de ese otro sumario de la Tord, el Decdlogo, que precedia a su vez a la recitacién lituirgica de Deut 6,4- 9 (véase mTam 5,1). El vinculo bdsico entre el amor de Dios y el amor a la humanidad est4 claramente expuesto en varios escritos intertestamentatios, en especial en los Testamentos de los Doce Patriarcas. Isacar, por ejemplo, exhorta a sus hijos a amar al Sefior y al prdjimo (T. Iss 5,2) y ofrece su propio ejemplo como modelo a imitar: Actué con piedad y verdad en todos mis dias. Amé al Sefior con toda mi fuerza; amé asimismo a cada hombre como a mis hijos. Haced lo mismo vosotros, hijos mios... (T. Iss 7,6) 62 La religion de Jestis el judio Filén transmite el mismo mensaje en un estilo mds refi- nado. Al analizar la transicién entre deberes hacia Dios y hacia el hombre en el Decdlogo, comenta: Ahora hemos conocido a algunos que se ad- hieren a una de las dos partes y vemos que desdefian la otra. Han bebido del vino sin mezcla de las aspiraciones piadosas y vuelven la espalda a los dems intereses, consagrando su vida personal por entero al servicio de Dios. Otros, convencidos de que no hay bien alguno si no se hace justicia a los hombres, no tienen corazén para nada més que para la ca- maraderfa con los hombres... A éstos puede Hamérseles con justicia amantes de los hom- bres, a los del primer género, amantes de Dios. Ambos recorren sdlo medio camino en la virtud; sdlo la tiene completa quien gana honor en ambos campos (Decal. 108-10). Mientras el vinculo entre los dos amores se halla indiscu- tiblemente presente en el pensamiento intertestamentario y en el rabinico, su expresién sencilla a base de unir Dt 6,5 con Lev 19,18 es un rasgo caracteristico del Nuevo Testamento, y probablemente del propio Jestis. Al hacer esto, consiguié acufiar un principio nico, que inclufa to- dos los contenidos teoldgicos y éticos de la Tord.” IV. Moralizacién de la Ley Suele ensefiarse que la Misnd y el Talmud exponen un enfoque legal de la Ley. Esto es cierto en términos gene- Jestis y la Ley: El judaismo de Jess 63 rales por lo que se refiere al detalle, pero no se cumple siempre cuando de lo que se trata es de la interpretacién bdsica. El ejemplo quizd mas elocuente figura en una tentativa de Rabi Simlai, en el siglo m1 (bMak 24a), de teducir en etapas sucesivas y en términos exclusivamen- te no haldjicos, los diversos miandamientos de Moisés a uno solo. Seiscientos trece mandamientos le fueron da- dos a Moisés... llegd David y los redujo a once. Pues esté escrito: Salmo de David. Oh Sefior, gquién morar4 contigo en tu tabernd- culo, quién residir4 en tu monte santo? (1) El que vive con integridad (2) y obra en justicia, (3) el que desde su corazén habla verdad; (4) el que con su lengua no calumnia, (5) el que no hace mal a su compaiiero, (6) nia su prdji- mo infiere injuria; (7) el que menosprecia al réprobo, (8) pero honra a los que temen a Yavé; (9) el que jurando en dafio suyo, no se retracta; (10) el que no da a usura su dinero (11) y no admite cohecho para condenar al inocente. Al que tal hace, nadie jamds le hard vacilar (Sal 15,1-5)... Llegé Isafas y los redujo a seis, pues estd escrito: (1) El que camina en justicia (2) y habla verdad, (3) el que rechaza ganancias fruto de extorsidn, (4) el que sacu- de sus manos para no tomar soborno, (5) el que cierra sus ofdos para no oir proposiciones sanguinarias, (6) y se tapa los ojos para no ver el mal (Is 33,15)... llegé Miqueas y los redujo a tres, pues estd escrito: ;Oh hombre!, yo te he mostrado lo que es bueno y lo que de ti pide el Sefior: (1) obrar con justicia, (2) y amar la misericordia, (3) y caminar en la presencia de tu Dios humildemente (Mig 6,8)... llegd Isaias de nuevo y los redujo a dos, pues esta escrito: As{ dice el Sefior: (1) cumplid la Ley 64 La religién de Jestis el judto (2) y practicad la justicia (Is 56,1). Llegd Amés y los redujo a uno, pues estd escrito: Asi, pues, dice el Sefior a la casa de Israel: (1) jBuscadme y viviréis! (Am 5,4). Mientras a los sabios rabinicos se les retrata primordial- mente como especialistas practicos en los detalles mas de- licados acerca de lo que est4 prohibido y permitido, es de- cir, la forma correcta de cumplir la Tord, y sdlo con menos frecuencia como moralistas o tedlogos, el rasgo més sobresaliente de la actitud de Jestis es un interés om- nipresente por el objetivo ultimo de la Ley que él consi- dera, primaria, esencial y positivamente, no como una realidad jurfdica sino como una realidad ético-religiosa que revela lo que él consideraba la conducta justa y orde- nada por Dios respecto a los hombres y al propio Dios.” 3. Jestis el maestro: autoridad escritural y carismatica I. Jestis como maestro Prescindiendo de todo lo demds que pueda haber sido, es indiscutible que Jestis fue un maestro influyente. Fue una personalidad popular mds que un profesional, un maestro itinerante que no transmitié su mensaje en un lugar fijo como una «escuela» (bet midrash) 0 una sinagoga concre- tas. Por el contrario, rodeado de un grupo de discfpulos, cuyo nticleo quedé establecido, viajé por la regién de la baja Galilea, proclamando su evangelio y curando. Escri- tos rabinicos posteriores mencionan a

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