El acaricia los cabellos negros y aun lacios a pesar de la brisa que jugaba con las hojas en aquel

parque de aquel pueblo perdido, pequeo, romntico y costero. Las campanas de una iglesia
sonaban al fondo y le recordaban los sucesos de aquel trgico da.
Ese da en que se encontraba en un parque muy similar al que cruzaba en ese momento, solo que
en el interior del pas y a 2600 metros ms de altura. Sentado en una banca de cemento bajo la
sombra de un rbol muy alto que dejaba pasar unos agradables rayos de sol sobre las tarjetas
donde dibujaba el rostro de una mujer que l jams haba visto. De rasgos muy finos y hermosos,
de una belleza tan sublime que casi la am cuando termino de dibujarla. Segua haciendo sus
trazos mientras a unas cuadras sonaban fuerte las campanas de una iglesia y luego, apareci ella,
al otro lado del parque, dando voces y corriendo tras un perro pequeo y bonito que termino su
carrera con las patas delanteras levantadas sobre las pernas de l, que acaricindolo y dejando a
un lado las tarjetas vea venir aquella mujer casi tan hermosa como sus dibujos, suspirando
exhausta por el afn y en su ropa tan informal, descomplicada y alegre; con la carita sonrojada y
sonriente, avergonzada por la conversacin que se aproximaba.
-Qu hace alguien tan elegante, jugueteando en el parque? le pregunto ella juguetona, coqueta
y con aire de complicidad. Su sonrisa brillo un poco ms mostrndose ms hermosa y torciendo la
balanza en la mente de l, impulsndolo definitivamente a tomar la decisin que haba rondado su
cabeza durante las ltimas semanas y que ahora era urgente, sin tiempo para dudar.
-Esperndote- contesto tomndola de la mano al mismo tiempo que son que la ltima
campanada. Ella comenz a rer alegre y le estrecho con firmeza la mano. Y ese fue el momento
cuando se desato la tragedia, cuando l se levant de la banca, se arregl el smoking, deshizo su
corbata, guardo en el bolsillo el dibujo y as cartas que haba hecho antes y ella, hermosa, sujet
con la mano que tena libre la correa del perro y huyeron los tres de aquel parque silenciosos,
confidentes y felices. Comenz la tragedia. No de aquella pareja con su perro que ahora estn
escuchando campanadas en un parque muy lejano y distinto. Fue la tragedia de ella, de la mujer
que quedo sola, de blanco y con una lgrima corriendo el rmel de sus pestaas. Sola esperando a
quien nunca lleg, aquel da, a aquella iglesia al terminar el toque de las campanas.

Nelson Daniel Salazar

AL toque de campanas