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Por eso, todos los días, cuando nos pregunten ¿cómo estamos?, no
debemos responder: Malísimo, de lo peor, vamos de Guatemala a
Guatepeor, etc. No podemos abrirle la boca al mal, porque Dios se
pregunta: “¿De qué te quejas?, ¿Por qué te maldices? Voy a
mostrarte lo que es malo de verdad”.
“Que sea la voluntad de Dios que nos salve de los que maldicen. Y
que jamás seamos nosotros mismos los que maldigamos a otros,
sino que, por el contrario, que seamos siempre nosotros los que
bendigamos a otros, y que en caso de que alguien nos maldiga, que
Dios cambie esa maldición en bendición. Que siempre abramos la
boca para el bien, para bendecir y que Dios nos cumpla con bien
todo. Amén.”