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El propósito de este trabajo es el analizar tres textos de sociolinguistica


ofrecidos por la cátedra, estudiar sus aspectos relevantes y –de ser posible –
hallar sus entrecruzamientos y puntos en común. La sociolingüística, con
menos de medio siglo en su haber, es la disciplina que estudia al lenguaje en
relación con el universo de usuarios que lo practican. Tiene por objetivo
analizar la influencia que tienen en una lengua los diversos factores derivados
de tantas otras situaciones de uso, como son la edad, el origen étnico, la clase
social o el tipo de educación recibida por los interlocutores.

William Labov, considerado el iniciador de esta ciencia, cuestionó la dicotomía


competencia-actuación presentada por el lingüista norteamericano Noam
Chomsky, pues aseguraba que era imposible separar el sistema de la lengua
de su realización. Chomsky afirmaba que el objetivo de la lingüística era la
competencia de un hablante-oyente ideal, perteneciente a una comunidad
homogénea y que no se hallaba afectado por factores ajenos. Fuertemente
rebatido por Labov este concepto, la sociolingüística proclama la importancia
de las variaciones lingüísticas que son producidas por la interrelación entre los
factores lingüísticos y los sociales.

La investigación en el terreno sociolingüístico se mueve esencialmente en tres


zonas: el de la sociolingüística variacionista, que estudia la variación lingüística
asociada a factores sociales que se dan en un hablante o una comunidad de
hablantes; el de la sociología del lenguaje y el de la Etnografía de la
comunicación. Sus mentores establecen diferencias teorícas y metodológicas,
que están marcadas por las diferentes escuelas, tradiciones sociales y
situaciones sociolingüísticas particulares que condicionan las investigaciones.
Lo importante de esta reciente disciplina es el éxito que tuvieron los trabajos
respecto al aprendizaje de las lenguas. En parte, por su interés en los procesos
de adquisición de lenguas, debido a su aporte en cuanto a que los factores más
influyentes provienen del contexto social; por otro lado, mostrando la
importancia de las variaciones lingüísticas en la enseñanza de una lengua
como contribución a la didáctica de las lenguas.

Uno de los pioneros de esta disciplina, Benjamín Lee Whorf (1897-1941),


lingüista discípulo de Edward Sapir, afirmaba que la estructura del lenguaje que
habla una persona condiciona su forma de pensar. En su artículo La relación
entre lenguaje y pensamiento y conducta habituales, realiza un estudio de la
tribu Hopi y queda sorprendido al ver que en su lengua no hay palabras para
expresar “el pasado, el presente o el futuro”. Como científico, justifica el
abordar el estudio de una “lengua exótica” para emprender el estudio de la
propia lengua, pues así la primera se levanta como un espejo frente a la
segunda. Su extensa investigación, que principió como una comparación entre
el lenguaje hopi y las lenguas europeas occidentales, que agrupó en un
conjunto denominado SAE (Standard Averange European), llegó a la
importante conclusión que la cultura está fuertemente condicionada por el
relativismo lingüístico.

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Respecto a la carencia de nombres que indiquen temporalidad en el habla hopi,
Whorf entiende que esta tribu no ve la vida como un “continuum”, por lo cual
no precisan describir el sentido del tiempo como nosotros. El hopi no tiene una
noción o intuición general del tiempo que transcurre uniforme y en el que todo
lo que hay en el universo marcha a un mismo paso. El tiempo no está
contemplado en la lengua hopi ni explícita ni implícitamente. Para determinar
un lapso, el hopi utiliza una frase equivalente a la objetivación del SAE
mediante una operación que da a entender que se llega a cierto día mediante
una cuenta adecuada.

Para Whorf, la ausencia de isomorfismo entre los lenguajes amerindios y el


SAE es la muestra de la diferencia básica de pensamiento adquirido
culturalmente por el individuo en el proceso de adquisición del lenguaje. El
lenguaje hopi –ejemplifica -, tiene una cantidad de verbos mucho mayor que de
sustantivos, a diferencia de los lenguajes europeos, lo cual se traduce en una
diferente concepción del tiempo y del movimiento. “El hopi concibe el tiempo y
el movimiento en el reino objetivo en un sentido puramente operacional, de
forma que el elemento tiempo no se separa del elemento espacio que entra a
formar parte de la operación, cualquiera sea aquel” (Whorf, 1976). Plurales y
los números cardinales se usan, en el idioma hopi, para identificar entidades
que forman un grupo objetivo. Whorf destaca el hecho de que para estos
indígenas del sur de Califonria no se cumplen los fundamentos metafísicos de
nuestra propia lengua que nos imponen culturalmente dos grandes formas
cósmicas: el espacio y el tiempo. La triada pasado, presente y futuro no tiene
para el hopi significado alguno. (1)

Los sustantivos de esa lengua abarcan continente y contenido. Un hopi no dice


“una cantidad de agua”; dice “un agua”, (ka-yi), pues el sustantivo agua guarda,
como todos los nombres de ese idioma, un valor singular y a la vez plural y
colectivo. En el plano metafísico, la mentalidad hopi posee formas cósmicas
comparables a las occidentales del SAE. Formas que podríamos llamar
objetiva y subjetiva. La objetiva comprende todo lo que es accesible por medio
de los sentidos, todo el universo material y físico, incluyendo lo yacente en el
pasado y presente, menos el futuro. La subjetiva incluye lo que nosotros
entendemos por futuro y lo que entendemos por abstracción, lo que existe en la
mente o, según la concepción hopi, “en el corazón”. El futuro para el hopi
deviene en un estado dinámico, ya está entre nosotros en forma vital y mental.

Se ha dicho que el hopi concibe el tiempo y el movimiento en el reino objetivo


en un sentido puramente operacional; por ejemplo, dos hechos del pasado
ocurrieron hace mucho “tiempo” cuando entre ellos han ocurrido muchos
movimientos periódicos físicos en forma tal que se haya recorrido mucha
distancia o hayan sucedido diversos fenómenos registrables. Por ello la lengua
hopi se expresa perfectamente sin tensiones para sus verbos. De la polémica
apreciación de Whorf sobre que un habitante hopi no tiene noción o intuición
general del tiempo que transcurre uniformemente, sino que cree que todo lo
que hay en el universo marcha a un mismo paso, éste extrae sus conclusiones
que a manera de síntesis, podrían estar expresadas en sus palabras: “Es la
estructura de un lenguaje la que determina la estructura de nuestra “realidad” y

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cada lengua analiza de una peculiar manera la realidad concreta a la que se
enfrenta para ordenarla y encajarla según su propia visión. La manera de
razonar del ser humano está determinada por la lengua que se emplea con el
razonamiento. La lengua no es sólo un medio de expresión del pensamiento,
sino el molde en el que se configura y concretiza dicho pensamiento”. (Whorf,
1976)

El concepto de Etnografía de la comunicación aparece por primera vez en el


año 1964 en la revista American Anthropologist, y su autor, el sociolingüista
Dell Hymes hace una clara diferenciación de esta nueva disciplina de otras
perspectivas vinculadas al lenguaje, como la etnolingüística, la psicolingüística
o la sociolingüística. En el segundo artículo que habremos de tratar, Hacia
etnografías de la comunicación, nos intenta convencer sobre la importancia de
esta modalidad y del futuro que la misma tendrá en el papel de la lengua en la
vida humana.

Dell Hymes afianza su postura de esta nueva forma que se ha de distinguir de


las otras disciplinas antropológicamente diferenciadas en dos claras
características que deben ponerse en ejecución: se debe investigar
directamente el uso de las lenguas en contextos no lingüísticos hasta discernir
las pautas propias de la actividad del hablar; se debe tomar una comunidad
como contexto, investigando sus hábitos de comunicación como un todo. Para
este autor, no es la lingúística (lengua) sino la etnografía (comunicación) la que
debe proveer el marco de referencia dentro del cual se debe describir el lugar
de la lengua en la cultura y en la sociedad.

Pautas y eventos comunicativos deben ser –según este autor – puntos


centrales de estudio. La etnografía de la comunicación se distingue por no
tratar una parcela del estudio de la lengua sino por su indicación para estudiar
de forma etnográfica el complejo territorio de la comunicación. Dell Hymes se
respalda al citar a autores de renombre –Labov, Gumperz, Fischer, etc. – para
justificar la irrelevancia de la concepción antropológica que desmerece el papel
de la lingüística en el trabajo práctico con propósitos no lingüísticos, como la
opuesta, que la eleva a un pedestal pero sin expectativas para su utilidad
intrínseca. Se vale para ello de una observación de Bloomfield de que si un
mendigo dice “tengo hambre” es para obtener alimento, mientras que un niño lo
diría para no ir a la cama, entonces la lingüística se ocuparía de lo que es igual
en ambos eventos, haciendo caso omiso del contexto.

Como método investigativo propone Dell Hymes partir del análisis etnográfico
de los hábitos comunicacionales de una comunidad, entendiendo el
comportamiento comunicativo como dependiente del cuadro demarcado por el
ambiente. Mensaje y códigos son analizados por Hymes, aclarando que por
supuesto hay criterios generales para las situaciones fonémicas y
comunicativas. También minimiza la hipótesis de Sapir y Whorf (2), aclarando
que la idea de relativismo lingüístico es secundaria y depende de una
relatividad sociolingüística primaria. Por ejemplo, la descripción de la lengua

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puede demostrar que ésta expresa un cierto estilo cognoscitivo, o quizá
suposiciones metafísicas, pero la posibilidad que tenga la lengua de influir en
los individuos y en el comportamiento dependerá del papel que desempeñe en
los hechos de comunicación. Dice Hymes que no se puede considerar que
tales diferencias en la función del lenguaje –algunos pueblos le dan más
importancia al lenguaje que otros - , no afecten el grado en que la lengua
influye en algo como la cosmovisión. Además, el papel de una lengua como
instrumento para categorizar la experiencia no puede escindirse de su rol como
medio de comunicación.

El término “capacidad” entendido como la suma de las habilidades adquiridas


por un hombre en la sociedad es también un factor importante en el marco de
referencia creado por el autor. Dice Dell Hymes que la capacidad varía con el
evento y con el estado en que los participantes, códigos, canales, etc., pueden
estar en el evento, incluyendo valores y creencias de los mismos. Pero en el
caso concreto de la capacidad lingüística, la cuestión no es cómo afecta una
lengua a los participantes, sus personalidades, cultura y demás, sino como
éstos afectan a la lengua. (3)

Promediando el artículo, Hymes señala las diversas líneas de estudio por


donde podría encaminarse la Etnografía de la comunicación: la poética, la
retórica y lógica comparativas, el estudio de taxonomías populares y de
semánticas en general, etc. Como afirmara Evelyn Jacob (3), la etnografía no
orienta su foco de atención hacia la totalidad de la cultura de un grupo social
sino que se centra en escenas particulares. Esto se resolvió a través de dos
aspectos prioritarios: a) comprender las reglas de una organización social
observando escenas significativas en diversos grupos culturales de la
sociedad; b) observar cómo las interacciones sociales se convierten en
productos sociales.

La Etnografía de la comunicación se ha desarrollado a partir de un interés por


la interacción social cara a cara y por la intención de hacer la etnografía más
sistemática y más sensible a los fenómenos microsociales. Y en especial, como
afirma Dell Hymes, “el trabajo en educación fundamental y en alfabetización
(...) puede ser fuente de información empírica, y un área práctica a la que
pueden contribuir los estudios etnográficos de la comunicación”.

John J. Gumperz abre su artículo Tipos de comunidades lingüísticas señalando


que la dificultad en comparar el comportamiento lingüístico con el
comportamiento social se debe a que no se aportan datos que se puedan
confrontar. En parte, esto se debe a que el lingüista hace más hincapié en las
relaciones genéticas y en la homogeneidad estructural que en el ambiente
social. Sin embargo, cuando se pasa del estudio de un lenguaje como
institución al análisis del comportamiento hablado dentro de determinadas
sociedades, se requiere una información más minuciosa.

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Gumperz resalta que en los últimos años (década del ’60), se han revalorizado
los estudios sobre las variaciones lingüísticas, entendiéndose a la
comunicación lingüística como un “sistema interconectado de subcódigos”
(Jakobson, 1960). Esto infiere la necesidad de pasar desde un enfoque
meramente descriptivo del estudio de la lengua a un estudio comparativo o de
contrastes. Aunque lamenta que hasta el momento los autores lingüistas hayan
limitado sus investigaciones a las comparaciones diacrónicas (históricas). Para
su exposición, comienza definiendo a una comunidad lingüística como “un
grupo social que puede ser monolingüe o multilingüe, unificado por la
frecuencia de interacción social estructurada y separado de las áreas
circunvecinas en términos de comunicación”.

La comunicación social dentro de una comunidad lingüística puede


considerarse en cuanto a una agrupación de roles funcionalmente
relacionados. Cuando hablamos de un conjunto de códigos y de formas y
subcódigos relacionados funcionalmente con la matriz comunicativa, nos
referimos a “la matriz de códigos”. Sus elementos varían de comunidad a
comunidad; en unas, los componentes son dialectos o estilos del mismo
idioma. En otras la matriz incluye idiomas genéticamente distintos. Cada código
es fuertemente inclusivo en el estudio de cada comunidad lingüística, pues si
se excluyera se produciría una laguna en la matriz comunicativa. Gumperz
establece diferencias en los modos en que los roles se agrupan dentro de la
matriz comunicativa, de acuerdo a las diversas sociedades humanas. Ejemplos
tomados de la India rural o del Asia del sur, son valederos para que este
lingüista asigne a las distinciones socialmente impuestas la función de
preservar los dialectos locales.

En su análisis de sociedades tribales, afirma que el bilingüismo a nivel


comunitario, la estratificación del habla o las variaciones estilísticas de mayor
categoría sólo se hacen posibles cuando la base económica se incrementa
hasta el punto de permitir la estratificación económica. En las sociedades de
castas, como la india, las poblaciones que viven una junto a otras se
comunican sólo para una parte limitada de sus actividades. La matriz de
códigos en dichas sociedades puede abarcar varios idiomas distintos, variando
la distancia idiomática entre sub-códigos desde diferencias puramente léxicas o
fonéticas, hasta divergencias estructurales importantes. Gumperz se dedica a
continuación a clasificar a los argots o hablas especiales, como dialectos
subregionales, los hablados por ciertos grupos sociales o profesionales, y los
administrativos y los códigos sagrados.

Por último, subraya la particularidad en cuanto a que las distancias idiomáticas


dentro de la matriz de códigos son mínimas en algunas comunidades
urbanizadas, en las cuales la diferenciación entre dialectos estándares y
locales casi ha desaparecido. En estas sociedades, salvo las distancias
establecidas por los registros profesionales, la mayoría tiende a acercarse cada
vez más al habla estándar.

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Cuarenta años después de iniciada esta búsqueda que emprendió la
sociolingüística por los fenómenos lingüísticos en su intento de relacionarlos
con los factores de tipo social, podemos reconocer sus adelantos y progresos
(y también sus retrocesos), aunque podemos entrever el campo vasto de
investigación que aún, y por mucho tiempo, tendrá por delante.

No es de extrañar, pues, que una disciplina tan reciente agrupe en sus filas
estudiosos de la talla de Benjamin Lee Whorf, Dell Hymes o John Gumperz, tan
particulares como disímiles en sus teorías. Del primero sabemos que despertó
tal cantidad de detractores como adherentes a su prédica de que el
pensamiento humano se halla condicionado por el lenguaje. A tal grado que se
ha dicho que la primer mitad del siglo XX los lingüistas podían dividirse entre
whorfistas y antiwhorfistas. Su estudio en base a los indios hopi indica que
dicha lengua carece de tiempos verbales, razón por la cual Whorf dedujo que
los mismos no podían captar el concepto abstracto del tiempo. Su hipótesis,
compartida con su maestro Sapir, constaba de dos partes, consistentes en la
relatividad lingüística y el determinismo lingüístico. Es verdad que el estudio
detallado de distintas lenguas y su pensamiento subyacente ha demostrado
que la cultura está, en gran medida, condicionada por el lenguaje. Es que
diferentes culturas perciben el mundo de forma diferente –puesto que utilizan
distintos lenguajes -. Los objetos, procesos y condiciones culturalmente
esenciales son definidos por un conjunto de palabras, mientras que aquellas
cosas que las culturas perciben como poco importantes son habitualmente
definidas por una o dos palabras. (Conocido es el caso del idioma esquival, que
contiene diversos términos para mencionar a los peces o a las tonalidades del
blanco)

Del segundo autor sabemos que ayudó a establecer por primera vez la
conexión entre el habla y las relaciones humanas, y el entendimiento humano
sobre el mundo. Dell Hymes se interesó particularmente en la forma en que los
patrones lingüísticos diferentes moldean diferentes patrones de pensamiento.
Pensaba que todas las narrativas del mundo estaban organizadas en torno a
principios implícitos de forma que transmitían conocimientos importantes y
formas de concebir el universo. Y afirmaba que entender las narrativas habría
de conducir a un mejor conocimiento de lenguaje mismo y de los campos
integrados por la narrativa oral, entre los que incluía la etnopoética, la
sociolingüística, la psicolingüística, etc. Fue creador de un modelo
(S.P.E.A.K.I.N.G.) que ayudó en la identificación y etiquetado de los
componentes de la interacción lingüística, consecuencia de su afirmación de
que para hablar correctamente una lengua, no sólo se necesita aprender su
vocabulario y gramática, sino también el contexto en que se utilizan las
palabras.

Para John J. Gumperz la mayoría de nuestros conocimientos están


estereotipados, de manera que tenemos registrados una serie de rituales,
como el saludo, que tiene poca carga informativa pero muchos elementos
anticipables. Estos saberes parecen activarse en la mente del oyente a partir
de algunos datos que nos da el contexto; señales de este tipo le permiten
descifrar, por ejemplo, rápidamente un texto. Estas señales son las que

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Gumperz (1982) ha llamado claves de contextualización. Según este autor, la
diversidad lingüística no es solo un hecho del comportamiento sino que es un
instrumento de comunicación. Las claves de contextualización le dan al
hablante referencia de cómo tiene que ser entendido cada enunciado. Una
clave de contextualización puede ser cualquier rasgo de forma lingüística que
contribuya a señalar una presuposición contextual. Para Gumperz, son las
normas de producción e interpretación del lenguaje las que definen una
comunidad de habla.

La conducta lingüística muestra estratificación social, que a su vez refleja


creencias y actitudes subjetivas. Los estudios sociolingüísticos han demostrado
que las actitudes hacia un grupo social se transmiten a la manera de hablar de
ese grupo. Por ello, debido a su manera de hablar, se la juzga a la gente como
más o menos inteligente, confiable, capaz, etc. La labor sociolingüistica es
necesaria para establecer procesos de cambios lingüísticos en marcha y
establecer las “fronteras sociales” de ciertos usos de la lengua. Quizá es el
último autor estudiado quien concretice el ideal de esta disciplina en este breve
pensamiento: “Incluir la lingüística en lo cultural y lo cultural en la lingüística es
importante, porque enseñar las formas de habla locales ayuda a que se venzan
los prejuicios y la discriminación” (Gumperz, 1982).

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NOTAS

1) Entre los tantos detractores a las ideas de Whorf (Kermes, 1992; Lucy,
1992), se destaca Ekkehart Malotki, quien aseguraba que “había mucha
diferencia entre usar el lenguaje como medio transmisor de cultura y
usar el lenguaje como moldeador de cultura”. Malotki demostró que la
lengua hopi incluía palabras del día, las semanas, meses del año,
estaciones, tiempos verbales, metáforas sobre el tiempo y varias
unidades de tiempo.
2) La hipótesis Sapir-Whorf sostenía que las categorías gramaticales del
lenguaje de un hablante y la forma en que este interpreta al mundo
están relacionadas. Sintetizadas en las siglas LRP (Linguistic Relativity
Principle), derivaban en una postura fuerte y otra débil (la más
aceptada), proponiendo ésta última que “la lengua de un hablante tiene
cierta influencia en la forma en que éste conceptualiza, memoriza y
clasifica la realidad circundante”
3) El término competencia comunicativa, acuñado por Hymes, tiene una
excelente definición en un trabajo de Marta Marín (1997), quien afirma
que la competencia comunicativa es un “término empleado por la
sociolingüística para referirse a los conocimientos y aptitudes necesarios
para que un individuo pueda utilizar todos los sistemas de signos de su
comunidad sociocultural. Se trata del conocimiento de las reglas
psicológicas, culturales, sociales y lingüísticas que rigen en su cultura.
Incluye la competencia lingüística en cuanto ésta es el conocimiento del
léxico y de las reglas combinatorias de una lengua, pero va más allá de
ella en cuanto es el conocimiento del uso apropiado del lenguaje en
distintas circunstancias. Incluye la competencia textual y la competencia
discursiva, pero va más allá de ellas porque la comunicación incluye el
conocimiento acerca de las estructuras textuales y de la selección del
discurso apropiado para la situación comunicativa”.

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BIBLIOGRAFÍA

Apuntes suministrados por la Cátedra.

Gumperz, J., (1982), Discourse Strategies, Cambridge University Press,


publicado en The Language Educator, N.Y., 2007.

Malotki, Ekkehar(1983), “Hopi Time: A Linguistic Analysis of the Temporal


Concepts in the Hopi Language”, Trends in Linguistics: Study and Monographs.
In www.amazon.com/gp/reader/902793499/ref=sib:_fs_top?

Marín, Marta (1997), Conceptos claves. Gramática, lingüística, literatura,


Buenos Aires, Aiqué, pag.25.

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