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Yo Introduccién. 1. El yo en el pensamiento griego clasico y en la filosofia medieval. 2. EI yo en la filosofia moderna. 3. El yo en la filosofia contemporanea. 4, El conocimiento y la realidad del yo INTRODUCCION. Para algunos pensadores el vocablo «yo» equivale a otras denominacio- nes tales como las de sujeto, persona, etc. Otros, cuando usan el pronombre personal de primera persona se refieren con él a la identidad personal. Sin embargo, esa equi- valencia tal vez sea apresurada, pues en el ser humano cabe distinguir lo mas radical en él, a lo que -en terminologia clasica- se po- dria llamar acto de sero persona, y todas las facultades y disposiciones suyas, a las que =con dicha terminologia- se puede llamar esencia humana. Seguin esta distincién, el yo se puede equiparar a la esencia humana, no el acto de ser personal. Ahora bien, como no siempre se ha en- tendido lo mismo por la palabra «yo», pues su significado es muy distinto en unas y otras corrientes filosdficas, antes de atender a cémo es nuestro conocimiento y la reali- dad del yo, aludiremos a los hitos de la his- toria de la filosofia que son fundamentales para distinguir su caracterizacidn: el antiguo y medieval, el moderno y contemporaneo y el actual. 1, EL YO EN EL PENSAMIENTO GRIEGO CLASICO Y EN LA FILOSOFIA MEDIEVAL. La distincién aristoté- lica entre el acto y la potencia fue un ha- llazgo apto para aplicarlo al yo humano. De ese modo, el yo humano es acto desde el inicio de su existencia, aunque en el curso de la vida biogrdfica y de los acontecimien- tos histéricos sufra cambios y modulaciones en las potencias humanas. Con todo, segin ese esquema jerarquico y dual, los cambios potenciales se tenderan a admitir como acci- dentales y secundarios, es decir, como poco importantes 0 limitados si se considera que el acto es lo sustancial y superior. En esa época del pensamiento occidental se conce- bia al hombre segtin el modelo sustancia~ accidentes. “a Por otra parte, los pensadores de la Gr cia clasica tendian a aceptar que la polis era superior ontolégicamente a cada hombre, no- a la inversa. Esta era lo basico, lo sustante, y cada ciudadano lo secundario, lo derivado y dependiente. Segiin esta mentalidad, pa~ recia que la polis fuese lo perfecto, el acto, siendo cada yo lo potencial respecto de ella. Pero de admitir tal tesis, se despersonaliza el yo. Tal vez por ello sea comprensible que esa filosofia no distinguiese entre hombre persona. Ademés, en la Grecia clasica ni yo ni la polis se concebian al margen del den del cosmos. En efecto, el hombre era considerado como un ser intramundano. El cosmos era concebido como la realidad uni- taria que envolvia tanto al hombre como a las demas realidades fisicas. De manera qi la despersonalizacién humana se extendia y -nad eun ua sjunsu! ave.ed ojua|Weeyueld asa ‘sewapy ‘owlue ap opejse un e eonpal 85 OU OA [9 ‘OBJequia UIs ‘owUe ap opeysa un owoo opewioy eysa e1A eySa 40d apande as anb |e oA ja o1ad ‘oA |e Japance ayuied 27a} -499 2| SoWAPOW selopesuad sojse eied “OWSLIEIUNIOA [ap sepuas ej 10d esasBoud anb pnyiype ‘sopinou -09 SOpluayUuo> So] & OUaNg OYSIA | OU O ep anb («ugzes e| ap jeunquy» ja) zanf un owoD OA 2 agiquoa sand ‘ezaye ap olay ayse SPW BIAePO} efOSLIDe Wey “eLEUNIOA oUIS jemppajaiu! so ou pnyyoe ese oad “opls0u0> 0] 8p ounBas Jeysa ‘sand ‘apuayaid ‘ounbje 4Jo119 eyUiOD OU ays9 A ayeBua aj epeu anb exed onija{go ojualwisoue> opo3 ap oy2adsa1 aque||61A 12358 agap OA ja SeleDSeq eed “Ss 0] ou ajuauijees opuens pepian eas OBje anb ap ouald aquaweya|duios s4eyse epand oun anb oueja se sand ‘opeyiece sa ou o1jeI1s9 82 O1ad “(PepsaA e| owod ou) ennjafgns aid -Wals $9 2791189 e sand ‘OA |e eal] e]UaIU as opouied a3 Ua OUIOD ezaLIa0 e| Bp SBA -4} @ ayuaWies}paid se A “ezeUIad e| @ 1263] equaqu! as ejJ@ apsaq ‘epnp ej se oueIseye> opoyaw |@ anb opiges $3 ‘OA [a 4IGa9U0D ap eana(qns esaueui se\jnzad eun auay quey e saUe0seq apsap eA anb opoliad |a ‘oy2aJ8 UZ eUJapow eoso|y e| ua ‘opow ns e ‘olider as pnyyoe esy “pepsan e| e anb ezayad e| 2 eDpueyodw sew egep as jenaipawopiey oquaiwesuad je ue anb Jepsovas apand as ‘edeje ejs@ Ua aual] as OA Jap anb UOISIA e| J201|0x2 ©.1eq "WNUSQOW VIdOSOTI V1 NA OA Ta “Z “elouase e| A Jas ap oye Ja a.qUa JIU -1895Ip elpod as «ewije» eqeulwouep anb o| ua Is aquawepluatap Jevapisuod wIs ‘oduano A ewe ap Sisaquls owo> ‘oBau16 oyuaiuieaque|d |2 elpaw euang ua opuainBis ‘euqwioy |e 914 -[DUOd ‘SeWAapy ‘sopo} e aquaWepe|UataJID soJeqo|Bue eved ouls 41s ap 0328 opel -s932p Un JeUB\sap e1ed ey)Dadse ou ‘4199p s9 ‘e1ua6 opow ap assiqaduod e osed sas ap oye ap ugID0U 2 ‘oaDey |e O4aq “epeaid peplieas | ap cqUIP [9 Opo3 UB Jee UODUN -SIp 2] eqelapisuod anb ‘edIsyeyeU e| Bp 0} -sadsai epunBas e\josojy eun e1e e/60jodo.9 OA -ue 2] anb guapisuod sand ‘eiquioy |2 sofew 400u02 eved sauo}edIjdw! sns jes ugDU -SIp eSd ap Odes EYOSO|Y eySe e1BINDIS JU ‘une se ‘(sesojne sounBje ua ovjes) JoLa3s0d ey -080}j 2] Ud 031ND0 gpanb e}QUasa-Jas ap o;e lead up}uNSIp 2] ap oBzeIJ2y [2 ‘0p0} UoD “sejjgnbe ap oyadsau oanze sa anb ‘oA Jap aUaWUead SeIUNSIP UOS SeISP A ‘eWI]e [ap se|suajod sej e ueyaye anbuod ‘OA jap ayuaw -|224 SOqUNJSIP UOS peplueWNY Ua (0/91) UDID -NUIWSIP O (pNyiA) OJUa!WWIDaI9 asy “(PNA A ONGEH *PIA) ojjosesap OY'NISALU! ap sa|qiydao -SNS :pequN|oA 2] A e1DUABIjayU! e| UOS JSe ‘OUD -3Y ag ‘aquaWe} Sa.) asuezijenge 492819 uejpod anb ours ‘seyluy aqueweliesaosu sas anb Jod ueluay ou ed se!suajod sns ‘(epenaia 428 ap aigiydaosns ouls ‘pepianoe ns ua eped -nsnejo ‘epe|si2) epeiiad elsueysns eun s2 ou Ipuassa snjze |@ anb opep ‘asquioy je eriide as |s ‘Jeu e2inbueuaf pepljenp enanu eysa un6 -3§ "e}DUa}Od-oye Ap ODI|9}0}SIIe |B aNb |e -lpes sew o6zejjey ‘oulnby ap sewo, oziy anb e:ouasa A Jas ap oye aqua einyelJ9 2po} Ua |231 UO!DUNISIP e| BP OJUAILWLGNDSap [a LOD TIX O[6is [9 ua Opel|duse 1A 3s ewWanbsa je1 ‘opey|ul| ‘uo}o|Uyap 4d ‘eva saquapis3e $0] 8p ug|20e sp UaBiew je anb ejuajuew as sand ‘e1pay pep3 e| Ue OLoIIPe!IUOD eIDa1 -ed oj3 gSeW 0] @ OLUNU! o| UB aqUaWHIED1De ‘@WOJSUeJ] SOUDW O| aNb ajqisod se OWOD? ‘gaquaploe UN ap euapioUl e| ap aquaLU|e!9 ~uase Jeiquied eysey epuadap e/ouejsns e| ap ajopul ej anb aigisod sa ows? ‘|se sa ose IS O1q 204 Je AUaLWEDASUL.AU! 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Re- cuérdese que para Descartes el sum, por no reducirse al cogito, es incognoscible; agnos- ticismo que aceptard en buena medida el empirismo inglés (el caso de Hume es pa- radigmatico). Segtin Kant el sujeto parece todavia mas enigmatico. En efecto, para él, Por una parte, el alma es una «idea trascen- dental» sin validez objetiva, una hipotesis de mera validez subjetiva; y, por otra, lo que él llama «yo pienso en general», precisamente por general, carece de realidad personal. El método moderno de la certeza no pare- ce, pues, ser adecuado para conocer la rea- lidad del yo. En rigor, tal tesis es propia del voluntarismo, pues se duda o se esta cier- to porque se quiere, y se deja de dudar o de estar cierto cuando se quiere. De modo que, aunque parezca paradéjico, el raci nalismo -también la Ilustracién y el ideali mo- ha sido en buena medida voluntarista. Al final, el criterio de certeza lleva a la au- torreferencia (tengo que estar cierto de que estoy cierto), y por ello mismo a su autodi- solucién (écémo estaré cierto de que estoy cierto?, étodo hombre o el mismo hombre en situaciones distintas 0 ante asuntos di- vergentes mantiene el mismo nivel de cer- teza?, équé afiade la certeza a lo conocido en cuanto que conocido?, écémo conozco la certeza?, écon certeza?). Por otra parte, el intento de comprensién del yo caracteriz6 al idealismo. En efecto, Hegel -y con antelacidn a él, Fichte y Sche- lling- denuncié que lo que se conoce del yo con la actitud de la certeza es reductivo. De manera que intenté buscar un método que permitiese llegar a un conocimiento no par- cial sino absoluto del yo. Hegel arbitro el método historico-dialéctico, es decir, propu- so que el conocimiento absoluto del yo abso- luto debe correr a cargo de si mismo, y debe 1176 darse a través de la historia, llegando a con- sumarse en una etapa determinada, en con- creto, en la que le tocé vivir al propio Hegel y a través de él mismo. Para llegar al cono- cimiento perfecto del yo, éste tendria que pasar histéricamente por un proceso de au- toconstitucién, de autoconocimiento o au- toaclaracién, esto es, por una serie de perio- dos temporales que se consideran opuestos entre si sin anularse. Si la propuesta hege- liana se compara al descubrimiento clasico griego de la dualidad real acto-potencia, se observa que en el planteamiento hegelia- no el yo parece ser una realidad potencial que busca su entera actualizacién a través el tiempo histérico hasta llegar a su perfec ta consumacién. Seguin esto, la tesis que im- plicitamente defiende Hegel es que primero (temporal y realmente) es la potencia que el acto, y que de ella surge como resultado el acto: el «yo absoluto». Para ello debe admi- tirse que la potencia es infinita, y que el yo seré el producto de toda su actividad. Poten- cialidad infinita indica que el yo no se pue- de quedar con ninguna determinacién en un momento dado, sino que tiene que aspirar a serlo todo, y que no ser un yo perfecto has ta que no sea absoluta y realmente todas las cosas. Como se puede apreciar, huyendo det agnosticimo kantiano respecto del yo, Hegel parece haber ido a parar a un panlogismo 0 gnosticismo de tipo panteista, ya que es cla~ ro que para que el yo cumpla la exigencia - de Ia plenitud real no podré haber més que uno, pues en caso de pluralidad de yoes, 2 uno de ellos le seria constitutiva la carencia: de los demas, y ya no seria perfecto, consu- mado. De otro modo: buscando el comple- to conocimiento del yo, el idealismo ha incu- rrido en la despersonalizacién, en la que se exige que cada hombre abdique de su pro- pio yo para otorgar al unico yo impersonal y absoluto todo protagonismo; despersonali- zacién que tan amarga le resultaba de acep~_ tar a Kierkegaard, el pensador mas ai geliano. En efecto, si sdlo el yo absoluto es el verdadero, los demas yoes deben ser. sos. Como se ve, Hegel es afin al plat -sandoud seunfje e ‘aquawanaig A ojdwala ap o1ny)3 @ eas OJOS anbune ‘sowepuary “E19 -UBIsNS eUN OWOD ‘sa2aA Sns a9ey anb oj -anbe 0 ‘oA |e uapualqua anb sa A ‘ouelja6ay oquaiweaque|d ja uo pepluye eyal> aqua -3/gISod uauauew seioyne soyonw ‘ue3dase 0] sauainb a.qua OW0> oUeWNY oA |@ UeBalU anb so} a.qua 0qUe} ‘oBequia uls *s02/69]0d -O.4Ue SOjapou Soys@ Sopo} e Japuaye SOW -apod oN “sopezuesadsa sew opis ueYy “238 ‘ujequeW ‘a||a0U0pAN ‘jeoueW ‘suadser ‘UlaIS “PueIGaPIIH ap SO] OWWOD ‘so.30 ‘OBYeqUI UIs *eys|wisad a}102 ap sauo|ses0 ua opis uey OA Jap saquaizad so2yoso|y sanboyue so7 “sejja © assjoNpad UIs S4qWIOY jap SeANEISaJJUEW SapepIANDe se] Sepoy UEUELY -IP 9puop ap o.qUad [a sa ‘eueWNY euosiad 2] ap oD16|eunau sew o| @ sajeninba UIs ‘OA [9 anb uesuald sauainb ue3jey ou ‘oBsequis UIs “OA |e aquawere| adauaziad ays9 A ‘ouewiny oduano [9 ajuswesioaid sa anb “eyUaAu! SOW -apod ou anb ofje u0d aquaje}o1Ul SoweU0D eA anb ap uepialo as ‘oJUaAU! 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Lett Yo tas de corrientes de pensamiento represen- tativas. Para cualquier materialismo (el marxista, el nietzscheano, el consumista de la socie- dad capitalista, etc.) el yo es fundamental- mente la sustancia del cuerpo. Ademés, se concibe al yo como necesitante. Este plan- teamiento olvida que contamos nativamen- te con muchos regalos que no son necesi- dad alguna, sino precisamente dones, entre ellos, el del propio cuerpo. En efecto, no todo en el cuerpo son necesidades, pues el cuer- po humano estd disefiado mas para aportar que para consumir (por eso el hombre tie- ne més capacidad de trabajo que de placer). Para un pensador antiguo o medieval el yo no podia ser enteramente necesitante, sobre todo porque, ademds de su cuerpo, poseia un alma subsistente, y ésta no sdlo informa su cuerpo, sino que dota de afiadidos tanto a la corporeidad como a las facultades de la propia alma. Pero es claro que dar no es ne- cesitar, pues sdlo da quien sobreabunda. Por otra parte, para ciertos movimientos sociolégicos o psicolégicos del siglo XX el yo parece mas bien un invento social, un modo © tipo de ser adquirido y convencional. Se- gun esto, cada hombre se encuadra dentro de un contexto, una clase, un tipo, desem- pefia un rol, y de esas fijaciones convencio- nales surge un determinado yo, esto es, una determinada visién del yo. Con todo, el he- cho mismo de que a uno no le guste muchas veces que le encasillen en un colectivo o en un tipo denota que su yo no se acaba de so- meter a los patrones que le asignan desde el exterior. El yo es algo mas de lo que los de- més piensan de uno, e incluso algo més de lo que uno concibe de si. En cualquier caso, ese yo que ofrecen estas visiones sociologis- tas 0 psicologistas de la personalidad pare- ce ser algo construido, adquirido, a través de un proceso de produccién. De ser asi, en- tonces el yo no seria nativo, creado. Esta te- sis es compatible con cierto tipo de ateismo. Otro modelo mas reciente es el que niega la existencia del yo. 1178 Para algunos existencialistas la existencia humana no puede ser de ninguna manera un objeto de pensamiento, pues si se piensa el yo, éste pasa a ser objeto pensado (idea) y deja de ser el yo pensante (real, existente).. En efecto, no es lo mismo ser que ser cono- cido. Al ser conocida una realidad, en cuan- to conocida, se desrealiza. Esta parece ser la gran critica del existencialimo al idelismo: no cabe identidad entre el yo pensado y el yo pensante. Pero si la existencia no se pue~ de pensar con el conocimiento objetivo de la raz6n, entonces, o se incurre racionalmen- te en la perplejidad, como le sucedié a Hei- degger (el ser del hombre no aparece ante la conciencia), 0 se arbitran otros métodos no racionales de acceso a ella, como el sen~ timiento, como propusieron Edith Stein, el propio Heidegger (quien postulé en concre= to el sentimiento de la angustia), etc., 0 se considera que se accede a ella a través de lo que Kierkegaad o Marcel denominaron «co- nocimiento subjetivo», Pero tanto el sentimiento como el llama= do conocimiento subjetivo no parecen es- tar exentos de subjetividad. Ademés, el pri- mero no accede directamente al yo, porque todo sentimiento es consecuencia, resulta- do de algtin acto previo, pero no es el acto previo al que se pretende acceder. Ademés, si el conocer se embadurna de subjetivi- dad, éhasta qué punto escapamos del mo- delo cartesiano que sustituia la verdad por la certeza subjetiva? Desde luego que el yo pensado no es el yo real, el pensante. Para que el yo pensado fuese real, ademas de pensado, tendria que existir al margen del pensar. Pero si es externo al pensar, enton- ces, écémo conocerlo? La filosofia moderna ha ofrecido este problema del que algunos existencialistas (y a su modo los fil6sofos del didlogo, los personalistas, etc.) intentan es- capar abriendo campo a otros tipos de cono- cimiento (el subjetivo, el de la fe sobrena- tural, etc.). éSon suficientes esos caminos? Parecen, sin duda, intuiciones vdlidas, pero seguramente requieren mayor justificaci6n en teoria del conocimiento. -B]S8? seduoqUe ‘|eUOsuad Jas ap oe |e Jol! -aul oye sa ‘eUeUWINY e!UASA e ‘OA [2 IS ‘se|ezijeuosiad anb eso eso $2 OU anb ‘se|engoe apand ‘owsiw oj sa anb 0] ‘0 SapnuA A SogeY UOD (peyUNIOA A eID -ua6)jaqu!) SedjuPBu0U! selsuajod se] ajuaW -B3UN}SALU! 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Ya se ha dicho que no; al menos, no por dos actos independientes 0 del mismo nivel. Para es- clarecer esto conviene tomar en todo su al- cance la distincién real tomista: el acto su- perior personal es el acto de ser; su yo es la esencia de aquél. La esencia o el yo es ini- déntico con el acto de ser personal. La esen- cia 0 yo depende del acto de ser, no a la inversa. Su caracter activo es derivado del acto de ser personal, e inferior al de él. El yo no es la persona sino de la persona. El yo es la raiz de todas las operaciones y ac- ciones humanas, pero no la raiz sin més del ser humano. El ser humano esta conforma- do por unos radicales personales superiores al yo. Esos radicales -que son plurales, ini- dénticos, y jerrquicos- conforman la perso- na humana. Se pueden denominar «trascen- dentales» personales El yo pertenece a lo potencial del alma, no a lo mas activo de ella. En cambio, el acto de ser personal es lo mas activo de ella. Se- gun lo que precede, en el alma humana lo mismo es lo intimo y lo supremo, como de- cia san Buenaventura. Para evitar posibles confusiones, se puede distinguir entre espi- ritu (que equivale a acto de ser personal) y alma (que corresponde al yo y a las poten- cias espirituales: inteligencia y voluntad). El espiritu es el acto de ser humano; el alma, en cambio, la esencia humana. Lo conocido por la raz6n son ideas que tenemos 0 que estan en esa facultad, pero que no son la raz6n. Siguiendo analégica- mente ese modelo se puede decir que el yo esta en el ser, pero no es el ser. El yo esta, © habita, en el corazén humano, pero no es el corazon humano. Por otra parte, que el yo permita conocer 0 activar lo inferior a él se descubrié de algtin modo en la tradicién 1180 medieval. Sélo que en vez de yo se habla- ba de sindéresis. Otros la denominan con- ciencia. Se entiende por sindéresis esa ins- tancia humana innata que es cognoscitiva y que activa directamente a la inteligencia y a la voluntad, y a través de ellas a las demas potencias sensibles. Bibliografia ‘Arias, J. M., La certeza del yo dubitante en la fi- losofia prekantiana, Guadarrama, Madrid, 1971. Buser, M., Yo y ti, Caparrés, Madrid, 1993. CANo- vas, L. J., Del yo pensante en Descartes al hombre como parte de la naturaleza en Spinoza, Universi- dad Complutense, Madrid, 1993. CasTILLA, B., Las coordenadas de la estructuracién del yo: compro- miso y fidelidad segiin Gabriel Marcel, Cuadernos de Anuario Filoséfico, n. 12, 2.* ed., Universidad de Navarra, Pamplona, 1998. Frevo, J. A., La génesis temporal del yo, en la filosofia de Louis Lavelle, Universidad Complutense, Madrid, 1984. FRonbIZi, R., Sustancia y funcién en el problema del yo, 1952; fo., El yo como estructura dinémica, Paidés, Buenos Aires, 1970. 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