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cidental, no de una proposicién légica. Hay asimismo dos proposiciones de esta suerte con las que estamos fa- millarizados en la I6gica matemética, a saber, el axioma multiplicativo y el axioma de infinitud . Por lo que res- pecta al axioma de infinitud, puede considerarse como cier- fa la imposibilidad de probarlo o refutarlo légicamente, pero en él caso del axioma multiplicative queda quizés abierto un margen a la duda. Toda proposicién pertene- ciente al dominio de la lgica habré de equivaler en uno u otro sentido a una tautologfa, Se tratard de algo en pose- sin de una cualidad distintiva, que no sé cémo definir, propia de las proposiciones légicas y no de otras, Bjem- los tipicos de proposiciones légicas son: “gi p implica q y q implica r, entonces p implica r”. %8{ todos los a son b y todos los b son c, entonces to- dos los a son 0”. "Si todos los a son b, y st es un a, entonces # es un b”. ‘Todas ellas son proposiciones I6gicas. Poseen una de- terminada cualidad peculiar que las caracteriza, distin: guiéndolas de otras proposiciones, y nos permite cono- cetlas @ priori, Pero en qué consista exactamente dicha caracteristica, no estoy en condiciones de determinarlo. ‘Aunque el constar Gnicamente de variables, esto es, el aseverar de una funcién proposicional exclusivamente in- tegrada por variables que es siempre verdadera o alguna veces verdadera—aunque ésta, digo, constituya una ca- racterfstica necesaria de las proposiciones l6gicas, no cons- tituye, sin embargo, una caracteristica suficiente de las mismas. Siento, para concluir, haber tenido que dejir tantos problemas por resolver. Me veo siempre obligado ‘a disculparme de lo mismo, pero el mundo es realmente bastante complicado y nada puedo hacer por remediarlo, Discusion Pregunta: ;Hay, en sustituelén de la palabra existen- cla, alguna otra palabra de la que Vd. pudiera servirse 7 Véase 1a formulacién de ambos’axiomas en el, artfculo La logiea matemdtica y su fundamentacton en. ta teorta de los tipos, pags. 137 y 139-140 respectivamente. 338 para conferir existencia a los individuos? ;Aplica Vd. la palabra “existencia” a dos ideas distintas, o niega, por el contrario, que haya esos dos ideas? Sr, Russell: En efecto, no hay una idea quie exprese ) Ja existencla y tenga aplicacién a los individuos. Por lo | que se refiere a las cosas reales que se dan en el mun- do, nada hay que pueda Vd. decir acerca de ellas que responda de alguna manera a esa nocién de existencia, Es lisa y lanamente un error pretender que haya algo andlogo a la existencia que poder afirmar acerca de las cosas, Se incurre en esta confusién por culpa del lengua- Je, ya que es perfectamente correcto decir que “Todas las cosas que hay en el mundo existen” y muy fécil pasar de ello a “Esto existe puesto que se trata de una cosa del mundo”. Observaciones de este género serfan innecesarias, si se tratase de un predicado incontrovertible. Quiero decir que es evidente que, si se diese algo como esta existencia de los individuos a que nos referimos, serfa completamente imposible que nuestro concepto dejara de aplicarse a dicho caso, lo que nos pone sobreaviso de enfrentarnos con una confusién, VI. DESCRIPCIONES " ¥ SiMBOLOS INCOMPLETOS A ste propongo tratar en esta ocaston el tema de las des: cripeiones y de lo que yo llamo “s{mbolos incompletos”, ast como el de la existencia de los individuos descrites. Recordarén que el dia pasado me ocupé de la existencia de géneros de cosas, esto es, aquélla a la que ustedes se refieren cuando dicen "Hay hombres”, “Hay griegos” o frases por el estilo. En todos esos casos nos encontrdba- mos ante una suerte de existencia que podrfamos llamar plural. Voy a ocuparme hoy de aquella otra de la que se habla en singular, como cuando decimos “Existié el hom- bre de la méscara de hierro” o alguna frase de esta indole, frases que nos presentan un objeto descrito por medio de la expresién “El tal y tal”. ¥ me propongo someter a *'V6ase la nota 2 de la pag. 52. 339 examen el anélisis de las proposiciones en que intervie. nen expresiones de este tipo. 2 Hay, por supuesto, buen ntimero de proposiciones su- ‘Tmamente familiares en metaffsica que pertenecen a dicho género: “Existo”, “Dios existe”, “Homero existi6”; y enunelados de esta clase intervienen con frecuencia en las discusiones metafisicas. El tratamiento que la metafisica al uso les dispensa no constituye, a mi modo de ver, sino la ejemplificacién de un error légico al que nos vamos hoy a referir, el mismo tipo de error de que les hablé la semana pasada a prop6sito de la existencia de géneros de cosas. Un buen procedimiento para poner a prueba tales proposiciones consiste en preguntarnos lo que sucederfa si fuesen falsas, Consideren ustedes una proposicién como “Rémulo existi6". Es muy probable que la mayor parte de nosotros pensemos que Rémulo no existié. Decir_que Rémulo existié constituye, empero, un enunciado perfee- tamente dotado de sentido, tanto si es verdadero como si es falso, Pero si R6mulo mismo interviniera en. nues- tro enunciado como un elemento mAs del mismo, el enun- clado de que no existié careceria evidentemente de sen- tido, puesto que no nos es posible contar con elementos constitutivos de una proposicién que no sean nada en ab- solute. Todo elemento constitutivo de una proposicién ha de incluirse entre las cosas que se dan en el mundo y, por lo tanto, si Rémulo mismo entrara a formar parte de las proposiciones en que se enuncia que existié o que no existi6, ninguna de estas dos proposiciones podrfa no ya ser verdadera, sino ni tan siquiera tener sentido a menos de haber existido Romulo, Evidentemente, no fue ése el ca- y la primera conclusién que de aqui se extrae es que, aunque parezca como si Rémulo fuera un elemento constitutivo de dicha proposicién, esto iltimo es en rea- lidad erréneo. Rémulo no interviene como un auténtico elemento en la proposicién “Rémulo no existis”. 3 Supongamos que tatan ustedes de desvifrar qué es lo que se da a entender mediante dicha proposicién. Pue- den ustedes tomar, por ejemplo, todo lo que Tito Livio dijo acerca de Rémulo, todas las propiedades que atribu- 340 I y6'a este ultimo, inclufda la tinica de que probablemente nos acordamos la mayor parte de nosotros, a saber, el hecho de Iamarse “R6mulo”. Pueden reunirlo todo ello formar con su conjunto una funcién proposicional en la que se establezca que “z reviste tales ¥ tales propiedades”, siendo estés propiedades las que hayan visto enumeradas en Tito Livio. Ahf tienen una funcién proposicional. Cuan- do digan ahora que Rémulo no existi6, estarén Umiténd se a decir que dicha funcién proposicional no es nunca verdadera, que es imposible en el sentido que expuse el dia pasado, esto es, que no hay ningiin valor de x que la haga verdadera. Ello reduce la inexistencia de R6mulo a Ja clase de inexistencia de que les hablé en aquella oca- ‘sién, cuando nos referfamos a la inexistencia de los uni- cornios. Mas no nos proporciona una informacién com pleta acerca de este género de existencia o inexistencia, ya que hay atin otra manera como podria no existir un individuo descrito. Asi sucederé en el caso de que la descripeién se aplique a mas de una persona. No pueden ustedes, por ejemplo, hablar de “EI habitante de Londes”, no porque no haya ninguno, sino justamente por haber en Londres tantos habitantes como hay. Y Vean ustedes, por consiguiente, que la proposicién “R6- mulo existi6”, 0 “Rémulo no existi6", introduce efectiva- mente una funcién proposicional, puesto que el nombre “R6mulo” no constituye un nombre en realidad, sino una especie de descripcién truncada, Dicho nombre represen- faa una persona que hizo tales y tales cosas, que maté a Remo y fund6 Roma, ete. Es un resumen de esta tiltima descripcién; si ustedes quieren, es una abreviatura de “la persona que se llamé ‘Rémulo’”. Si se tratara realmente de un nombre no se plantearfa el aludido problema acerca de su existencia, puesto que un nombre ha de nombrar algo 0, de lo contrario, no serfa un nombre; y si no hay una persona como Rémule, no cabe que haya un nom- bre para dicha persona inexistente, Ast pues, la pala- bra aislada “Rémulo” constituye en realidad una especie de descripcién mutilada o abreviada. Si ustedes la con- sideraran como un nombre, incurririan en una serle de Bat errores l6gicos. Al comprobar que se trata de una des- cripeién, comprueban, por lo tanto, que cualquler propo- sicién acerca de Rémulo introduce realmente la funcién proposicional que engloba a nuestra descripcién, como, por ejemplo, “z se lamé ‘Rémulo'”, Esta palabra les le- va de inmediato a la funcién correspondiente, y cuando us- tedes digan “R6mulo no existis” querrén decir que aque- la funcién proposicional no es verdadera para ningdn valor de &. 5 Hay dos clases de descripciones: las que podriamos la- mar “descripclones ambiguas”, como cuando hablamos de “un tal y tal”, y las que podriamos lamar “descripciones definidas”, como cuando hablamos de “el tal y tal”. Ejem- plos de ambas son: Ambiguas: Un hombre, un perro, un cerdo, un Minis- tro del Gobierno, Definidas: El hombre de la méscara de hierro. La ultima persona que entré en esta habl- tacién, EI tinico inglés que ocup6 el Solio Pontl- ficio. El ntimero de habitantes de Londres. La suma de 43 y 34. (No es necesario que una descripcién describa un in- dividuo: puede describir un predicado, una relacién 0 cualquier otra cosa.) Es de las expresiones de aquella tiltima clase—las des- eripciones definidas—de lo que hoy deseo hablarles. No voy a referirme a las descripciones indefinidas o ambiguas, toda vez que lo que habfa que decir acerca de ellas se dijo el dia pasado. F Les pido que reparen en que la cuestién de st una ex- presién constituye una descripcién definida depende tni- camente de su forma, no de si hay un individu deter- minado que responda a dicha descripcién. Por ejemplo, “Bl habitante de Londres” seré para nosotros una des- 342 cripei6n definida, por mas que de hecho no describa nin- | gin individuo determinado. x & Lo primero que se ha de tener en cuenta a prop6sito de una descripeién definida es que ésta no es un nom- bre. Tomaremos como ejemplo “El autor de Waverley”. Se trata de una descripcién definida y es facil ver que no es un nombre. Un nombre es un simbolo simple (esto es, un simbolo carente de partes que sean sfmbolos): un simbolo simple usado para designar un determinado par- ticular 0, por extensién, un objeto que no sea un particu: lar pero al que, de momento, se le dispensa el mismo tra- tamiento que si lo fuera, o se le toma erréneamente por un particular, en nuestro caso por una persona. Una ex- presién como “el autor de Waverley” no constituye un nombre por tratarse de un simbolo complejo. Consta de partes que son simbolos. Contiene cuatro palabras, y los significados de estas cuatro palabras estén ya prefifados y determinan a su vez el significado de “el autor de Wa- verley” en el tinico sentido en que dicha expresién posee un significado. Este dltimo se halla asimismo prefijado en tal sentido, esto es, nada hay de arbitrario o convencio nal en el significado de toda la expresién en su conjun- to, una vez determinados los significados de “el”, “autor”, “de” y “Waverley”. A este respecto dicha expresién di- fiere de “Scott”, puesto que, al determinar el significa- do de todas las restantes palabras del lenguaje, nada ha- brén hecho ustedes que determine el significado del nom- bre “Scott”: es decir, st ustedes entfenden el castella- no, entenderén el significado de la expresién “el autor de Waverley” aunque nunca la hayan ofdo con anterio- ridad; mientras que, en cambfo, no entenderfan en ningiin caso el significado de “Scott” si no hubleran ofdo ante- riormente esta palabra, puesto que conocer el significado de un nombre es conocer a quién se aplica dicho nombre. No falta en ocasiones quien considere a lag expresio- nes descriptivas como si fuesen nombres. Ast se encon- trarén ustedes, por ejemplo, con Ia interpretacién segin la cual una proposicién como “Scott es el autor de Wa- verley” establece realmente que “Scott” y “el autor de Wa- 343 verley” son dos nombres de la misma persona "8, Se trata de un completo error; lo primero de todo, porque “el autor de Waverley" no es un nombre y, en segundo lu- gar, porque, como podrén ustedes apreciar faciimente, si su sentido fuese aquél dicha proposicién vendria a equiva- ler a “Scott es Sir Walter”, y no dependerfa de ningin otro hecho sino de que la persona en cuestién se Hamara asf, ya que un nombre no es mAs que el modo de lamarse una persona, En realidad, Scott fué el autor de Waverley antes de que nadie le lamara asf, cuando nadie sabia si lo era o no; y el hecho de ser el autor de Waverley vi- no en definitiva a constituir un hecho fisico, el de sen- tarse y escribir dicha obra de su pufio y letra, cosa que nada tiene que ver con la manera de ser llamado Scott. Por lo que respecta a “el autor de Waverley”, ya no se trata en modo alguno, como en el caso de “Scott”, de algo arbitrario. Ustedes no pueden decidir, mediante la eleccién. de un nombre, si Scott es o no el autor de Waverley, puesto que Io que de hecho sucedi6 es que éste opt6 por escribir aquella obra y nada cabria hacer por que los acon- tecimientos se hubiesen desarrollado de otra forma. Esto demuestra c6mo “el autor de Waverley” difiere por com- pleto de un nombre. Pueden ustedes probarlo con toda claridad por medio de argumentos formales. En “Scott es €l autor de Waverley” el “es” expresa, como es natural, {dentidad, esto es: la entidad cuyo nombre es Scott es Idéntica al autor de Waverley. Pero cuando digo “Scott es mortal”, este “es” es el “es” de la predicacién, algo to- talmente diferente del “es” de la identidad. Es un error interpretar “Scott es mortal” como “Scott es {déntico a uno de entre los mortales”, porque (entre otras razones) no nos cabria la posibilidad de decidir qué sean “morta- les” sino por medio de la funcl6n proposicional "z es mor- tal”, que acabaré por retrotraernos al “es” de la predica- "Esta seria on definitiva la tesis de Frege (véase el artfculo Sobre ta: denotacién y, en especial, la nota al pic de la pég. 63). El lector hallaré una moderna interpretactn el ejemplo de Russell en el sentido de dicha tesis en ‘Alonzo Chuteh, Introduction to Mathematical Logie, Vol. 1, Princeton, 1956, pags. 39. 344 cl6n, No pueden, pues, ustedes reducir el “es” de la pre- dicacién al otro “es”. Pero el “es” de “Scott es el autor de Waverley” es cl “es” de la identidad, no el de la pre dicacién *, AQ si intentaran ustedes sustituir “el autor de Waverley” en dicha proposicién por un nombre cualquiera, ponga- mos por caso “c”, de modo que la proposicién se convir- tlera en “Scott es c”, entonces, si “c” fuese el nombre de alguien otro que Scott, aquella proposicién se tornarfa falsa; mientras que si, en caso contrario, “c” fuese un | ‘hombre de Scott, la proposicién se convertirfa pura y/ simplemente en una tautologfa. Resulta .obvio sin més que sic” equivaliese a “Scott”, “Scott es Scott” habria de reducirse a una tautologfa. ¥ aun si tomaran ustedes cual- quier otro nombre que consista precisamente en ser un nombre de Scott, también en ese caso, si dicho nombre fuese usado como un nombre y no como una descrip- cién, la proposicién seguirfa siendo una tautologia. Pues el nombre en sf mismo no es més que un medio de indicar la cosa nombrada, no entrando a formar parte de lo aseverado en dicho caso; asf pues, si una cosa tie ne dos nombres, ustedes formularén exactamente la mis- ma asercién cualquiera de los dos que sea el nombre que utilicen, en el supuesto de que ambos sean efectiva- jente nombres, no descripciones abreviadas. Por consiguiente, tinicamente caben dos alternativas. Si "o" es un nombre, la proposicién “Scott es c” seré o bien falsa o blen tautol6gica. Mas la proposicién “Scott es el autor de Waverley” no es ni lo uno ni lo otro’ y, por tan- to, no equivaldré a ninguna proposicién de la forma "Scott es c”, donde “c” fuese un nombre. Esta es otra manera de esclarecer el hecho de que una descripcién es algo muy distinto de un nombre. AQ Me gustaria aclarar lo que acabo de decir, a saber: que si reemplazan ustedes “Scott” por otro nombre que lo sea también del mismo individuo, pongamos por caso “Scott, *La confusién entre ambos sentidos del “es” es esen- ) lal para Ja concepelén hegellana de la “Identidad en la \ ferencia”, 345, es Sir Walter”, en ese caso “Scott” y “Sir Walter” serén usados ambos como nombres, no como descripciones, y Ia proposicién de ustedes vendria a reducirse estricta- mente a una tautologia. Al afirmar “Scott es Sir Walter”, podria estipularse que dichos nombres fueran usados como descripciones. Podrfa quererse decir que la persona Hamada “Scott” es 1a persona llamada “Sir Walter”, y “la persona Hamada ‘Scott constituye clertamente una des- cripeién, 1o mismo que “la persona Hamada ‘Sir Walter”. Con lo que no se tratarfa en este caso de una tautologia: vendria a significar que la persona llamada “Scott” es idéntica a la persona llamada “Sir Walter”. Pero si am- bos nombres son usados como tales, la cosa diferiré considerableménte, Han de tener en cuenta que un nom- bre no es objeto de asercién por su parte cuando ustedes se sitven de ese nombre. El nombre se reduce meramen- te a un medio de expresar a qué tratamos de referir nuestra asercién, y cuando digo “Scott escribis Waver- ley”, el nombre “Scott” no entra por sf mismo en lo afir- mado por mf, Lo que afirmo versa acerea de la persona y no acerca del nombre, De modo que si digo "Scott es Sir Walter”, usando estos dos nombres como nombres, ni “Scott” ni “Sir Walter” entran en juego en lo que afirmo, sino tan s6lo la persona a la que dichos nombres corres- ponden, en cuyo caso mi afirmacién se reduce a una tautologia pura y simple. 43 Bs sumamente importante que tengamos en cuenta es ‘te extremo relativo a ambos usos diferentes de los nom- | bres 0 de cualesquiera otros simbolos: aquél en el que | hhablamos acerca del sfmbolo y aquél en el que nos servi: | mos de este tiltimo como simbolo, es decir, como un me- | dio de referimos a algo otro!. Normalmente, si hablan ustedes de su cena, no se referirén a la palabra “cena” sino a lo que van ustedes a cenar, que es algo completa 1 Distinclén clésica en la historia de la semidtica (ast, la medieval entre “suppositio materialis” y “swppositio formatis® de los términos, respectivamente), hoy dia unt- Versalmente conocida como distincién entre la mencién yl uso de los simbolos, segtin la terminologia de Quine. 346, mente diferente, Las palabras se usan de ordinario como un medio de dirigirse a las cosas y, cuando ustedes se sir- ven de las palabras en este sentido, el enunclado “Scott es Sir Walter” se reduce a una pura tautologia, lo mismo .ctamente que en el caso de “Scott es Scott”. Esto me leva de nuevo al caso, antes citado, en que, si ustedes toman “Scott es el autor de Waverley” y susti- tuyen “el autor de Waverley” por un nombre en lugar de una descripcién, obtienen necesariamente o bien una ta tologfa, o bien una falsedad—una tautologfa si lo susti-) tuyen por “Scott” o por algtin otro nombre de la misma| persona, una falsedad si lo sustituyen por un nombre de| otra persona, Pero la proposicién misma en cuestién no es una tautologia ni tampoco una falsedad; y ello de- muestra que la proposicién “Scott es el autor de Waver- ley” se diferencia de cualquier otra que pudiera obtener se al reemplazar por un nombre “el autor de Waverley”. Esta conclusién seré igualmente verdadera para el caso de toda otra proposicién de la que entrase a formar par- te la expresién “el autor de Waverley”. Si consideran us- tedes una proposicién cualquiera en que intervenga dicha expresién y sustituyen a esta ultima por un nombre pro- Pio, sea este nombre “Scott” o cualquier otro, obtendrén siempre una proposicién bien diferente. En Ifneas gene- rales, si el nombre por el que ustedes la sustituyen es “Scott”, su proposicién seguird siendo verdadera si lo era anteriormente, y seguird asimismo siendo falsa si anterior- mente era falsa. Pero se tratard, en cualquier caso, de una proposicién diferente, No siempre es cierto que siga elendo verdadera o falsa segtin lo fuera anteriormente, como puede apreciarse en el ejemplo: “Jorge IV deseaba saber si Scott era el autor de Waverley”. No es clerto en este caso que Jorge IV deseara saber si Scott era Scott, Ast pues, podrfa incluso ocurrir que la verdad o falsedad de una proposicién se modifique en ocasiones al sustituir uma des: eripelén de un objeto por un nombre del mismo. Pero, en cualquier caso, la sustitucién de una descripcién por un nombre ha de dar lugar siempre a una proposicién distinta. 37 ASA primera vista, todo lo relativo a la Identldad es bas- ‘tante complicado, Cuando digan ustedes “Scott es el autor de Waverley”, se sentirén poco menos que inclinados a pensar que hay dos personas, una de las cuales es Scott, a otra el autor de Waverley, y que se da la circunstan- cla de ser ambas una y Ia misma, Esto titimo es evi- dentemente una incongruencla, pero se trata de la ten- tacién que invariablemente habremos de experimentar ca- da vez que nos ocupemos de la identidad. AG Cuando digo "Scott es el autor de Warverley” y ese “es” expresa identidad, la raz6n de que la identidad se pueda establecer en este caso con verdad, y sin tautologfa, no es otra que el hecho de ser un nombre uno de sus miem- bros, mientras que el otro es una descripeién. © podria darse el caso de que ambos fueran descripciones. Si digo “BI autor de Waverley es el autor de Marmion” mi pro- posicién establece, en efecto, la identidad de esas dos des- cripciones. AF Ahora bien, el punto que deseo aclarar a continuacién es el de que, cuando una descripeién (cuando diga cripelén” querré decir, en lo sucesivo, descripcién defi- nida) interviene en una proposicién, no se da en esta dlti- ma ningtin elemento constitutivo que corresponda a aque- la descripelén considerada como un todo. En el andlisis correcto de la proposicién en cuestién, 1a descripcién queda disuelta y desaparece. Es decir, cuando digo “Scott es el autor de Waverley”, la idea de que tenemos en esta proposicién tres elementos: “Scott”, “es” y “el autor de Waverley”, constituye un andlisis incorrecto de la mis- ma. Por supuesto, es ésta una de las maneras en que po- dria ocurrirseles levar a cabo dicho anélisis, Podrian ustedes admitir que “el autor de Waverley” fuese un com- plejo susceptible de descomposicién, pero pensar al mis- mo tiempo que Ia proposicién pndiera dividirse, para empezar, en aquellos tres elementos constitutivos. Esta- rén en tal caso en un completo error. “El autor de Waver- ley” no es, en modo alguno, un elemento constitutive de la proposieién. No hay en ella elemento alguno constitu: les 348 tivo que corresponda en realidad a dicha cldusula descrip- tiva, Trataré de probérselo a continuaciGn. AQLa primera razén, y 1a més evidente, es que pueden Ustedes encontrarse con proposiciones dotadas de sentido ef las cuales se niegue Ja existencla de “el tal y tal”. "EL unicornio no existe”. "No existe un nimero finito que sea el mayor de todos”. Las proposiciones de este género se hallan enteramente dotadas de sentido, son proposiciones perfectamente sensatas, verdaderas y razonables, lo que, sin duda, no ocurrirfa si el unicornio fuese un elem constitutive de aquella proposicién, dado que, evidente- mente, tal cosa no es posible mas que si hay unicornios. Pues los elementos constitutivos de las proposiciones son, Por supuesto, los mismos que los elementos constitutivos de los hechos correspondientes; y ya que es un hecho que el unicornio no existe, resulta completamente evidente que el unicornio no es un elemento constitutivo de aquel il- timo, puesto que si se diera un hecho del que fuese ele- mento constitutive el unicornio, habria un unicornio y no seria ya clerto que no existe. Esto se aplica, en espe- lal, al presente caso de las descripciones, Ahora bien, ya que es posible que “el tal y tal” no exista, pero que, sin embargo, las proposiciones en que interviene “el tal y tal” tengan sentido y sean incluso verdaderas, hemos de hacer por ver qué es lo que damos a entender cuando Gecimos que el tal y tal existe, 4Y El tiempo de los verbos es algo accidental y sobrema- nera enojoso, que tiene su raz6n de ser-en nuestra pre- ccupacién por los asuntos précticos, Serfa mucho més c6modo que los verbos earecleran de tiempos, como creo que ocurre con el chino, por mas que no sé chino, Debe- ria sernos posible decir “Sécrates existe en el pasado”, “s6crates existe en el presente” 0 “S6crates existe on €l futuro”, o simplemente “Sécrates existe” sin aludir a tiempo alguno; pero el lenguaje, por desgracia, no nos lo permite. No obstante, yo voy a servirme del lenguaje de esta manera intemporal: cuando diga “El tal y tal exis- te”, no querré decir que exista en el presente, en el pasa- 349) do 0 en el futuro, sino, simplemente, que existe, sin que mi afirmaci6n aluda al tiempo para nada. 20"EI autor de Waverley existe”: dos cosas se requieren para ello, Lo primero de todo, hemos de preguntarnos: iquién es “el autor de Waverley”? Se trata de la perso- na que escribié Waverley; esto es, nos encontramos aho- ra con que aquella expresién envuelve una funcién pro- posicional, a saber: “x escribe Waverley”. El autor de Wa- verley es la persona que escribe Waverley; y para que la persona que escribe Waverley pueda existir es necesa- rio que dicha funcién proposicional posea dos propie- dades: 1. Ha de ser verdadera por lo menos de un 2. 2. Ha de ser verdadera a lo sumo de un z. Si nadie hubiera eserito nunca Waverley su autor no existirfa, y si la hubieran escrito dos personas no existi- rfa ef autor. De modo que tenemos necesidad de estas dos propiedades: una, la de que dicha funcién sea verdadera por lo menos de un z y otra, la de que sea verdadera a lo sumo de un <, propiedades ambas que se requieren para la existencia del objeto descrito en este caso. 4A La propiedad de ser verdadera por lo menos de un & es aquélla de que nos ocupamos el dfa pasado: se trata de lo que yo expresaba diciendo que la funcién proposi- clonal es posible. Pasamos, pues, a la segunda condicién, la de ser verdadera a lo sumo de un z, que podria expre- sarse del siguiente modo: “Si ze y escribleron Waver- ley, entonces z es idéntico a y, cualesquiera que puedan ser ze y”, Este enunclado expresa que fué a lo sumo uno quien pudo escribir Waverley. No dice en modo alguno que alguien escribiera Waverley, puesto que, si nadie la hublera escrito, dicho enunciado seguiria siendo verdadero. S6lo nos dice, pues, que es a lo sumo una persona quien escribi6 esa obra. ‘(La primera de aquellas condiciones falla en el caso del unicornio; la segunda, en el del habitante de Londres. L3Podriamos reunir esas dos condiciones y fundirlas en ‘una expresién de conjunto que recogiese el significado 350 de ambas. Quedarfan reducidas a lo siguiente: "( ‘x escri- bi6 Waverley’ es equivalente a ‘z es c’ cualquiera que pueda ser) es posible respecto de c”, Hsta es, a mi modo de ver, la formulacién més simple que cabria ofrecer del enunciado en cuestiGn. 24 como ustedes ven, este enunciado viene a expresar que hay una entidad ¢ (es posible que ignoremos de quién se trata), tal que, si x es c, seré verdad que # escribi6 Waverley, y si x no es c, no serd verdad que 2 eseribi6 Waverley: lo que equivale a decir que c es la tinica per- sona que escribié Waverley; y yo afirmo que hay un valor de ¢ para el que es verdadero este enunciado. De modo que el conjunto de esta expresién, que constituye una funcién proposicional acerea de c, sera posible res- pecto de ¢ (en el sentido que vimos el dia pasado). © Bsto es lo que yo expreso al decir que el autor de Wa- verley existe. Cuando digo: “El autor de Waverley exis te”, quiero decir que hay una entidad ¢ tal, que “x escrl- bié Waverley” es verdadera cuando 2 es c, y falsa cuan- do z no es c. “El autor de Waverley” ha desaparecido del todo como elemento constitutivo en nuestro caso, de modo que cuando digo “El autor de Waverley existe” no estoy diciendo nada acerca del autor de Waverley. En su lugar, tendrén ustedes aquel intrincado embrollo de funciones proposicionales: “el autor de Waverley” ha desaparecido. He aqui por qué serfa posible decir con sentido: “El autor de Waverley no existi6”. No lo serfa, en cambio, si “el autor de Waverley” fuese un elemento constitutive de las pro- posiciones en cuya expresién verbal interviene dicha cléu- sula deseriptiva. ; UGEI hecho de que quepa someter a discusién la propo- sicién “Dios existe” es una buena prueba de que “Dios”, tal como dicho término es usado en aquella proposicién, constituye una descripcién y no un nombre. Si fuese “Dios” un nombre, no cabrfa plantearse problema alguno acerca de la existencla de Dios. UF Acabo de definir qué es lo que entiendo al decir que ‘una cosa descrita existe. Me queda atin por explicar qué entlendo cuando digo que una cosa descrita posee una 351 determinada propiedad. Supontendo que ustedes desea- ran decir “El autor de Waverley era humano”, la repre- sentacién de este enunciado seria; (‘x escribié Waver- Jey’ es equivalente a ‘x es c’ cualquiera que 7 pueda ser, y ¢ es humano) es posible respecto de c”. 28 Observarén ustedes que el significado que hemos atri- ‘buldo més arriba a “El autor de Waverley existe” forma parte de esta proposicién. Dicho significado formaré par- te de toda proposicién en la que corresponda a “el autor de Waverley” lo que yo llamo “intervenir principalmente”. Por “intervenir principalmente” entiendo que la propo- sicién relativa al autor de Waverley no forma parte, en el caso en cuestién, de una proposicién més amplia, como ccurrirfa en “Creo que el autor de Waverley era huma- no” 0 “Creo que el autor de Waverley existe”. Cuando se trata de una intervencién principal, esto es, cuando la pro- postclén que se refiere al autor de Waverley no forme, en efecto, parte de una proposicién més amplia, la ex- presién definida por nosotros como significado de “El autor de Waverley existe” formard parte de aquella pri- mera proposicién, Si digo que el autor de Waverley era humano, poeta, o escocés, 0 cualquier otra cosa que se me ocurra decir acerca del autor de Waverley bajo la cl- tada forma de una intervenci6n principal, el enunciado de su existencia intervendré invariablemente en dicha pro- posicién, En este sentido, todas las proposiciones que yo formule acerca del autor de Waverley y en las que dicha ‘expresiOn intervenga principalmente implicarén la exis- tencia del autor de Waverley. De modo, pues, que cual- quier enunciado en el que corresponda a una descrip- ci6n dicho género de intervencién implicaré que el ob- jeto descrito existe. Si digo “El actual rey de Francia es calvo”, ello implica que el actual rey de Francia existe. Si digo “Bl actual rey de Francia posee una espléndida cabellera”, ello implica asimismo que el actual rey de Fran- cia existe, Por To tanta, a menos que Tleguen ustedes a dar con la manera como haya de negarse una propost- ci6n que contenga una descripcin, acabarén por con- cluir que no es cierto ni que el actual rey de Francia 852 sea calvo ni que no lo sea, ya que, puestos a enumerar el conjunto de las cosas que son calvas y el conjunto de Jas cosas que no lo son, en ninguno de los. dos conjun- tos hallarfan al actual rey de Francia. La tinica salida que, a mi juicio, podria estipularse en dicho caso, ast planteado, consistirfa en suponer que nuestro rey levase una peluca. Para evitar la hipétesis de que el actual rey de Francia leva peluca, no les quedarg a ustedes otra so- lucién que reparar en que la negacién de la proposicién “El actual rey de Francia es calvo” no es “El actual rey de Francia no es calvo”, si lo que con ello quieren decir es que “Hay una persona como el rey de Francia y dicha per- Sona no es calva”. La raz6n de esto tiltimo hay que buscar- Ja en que, cuando ustedes enuncian que el actual rey de Francia es calvo, lo que afirman es: “Hay un c tal que ¢ es ahora rey de Francia y ¢ es calvo"; su negacién no Se redtice, por lo tanto, a afirmar; “Hay un c tal que ¢ es ahora rey de Francia y ¢ no es calvo”. Se trata de algo més complicado, A saber: “O bien no hay un ¢ tal que c sea ahora rey de Francia, o bien, si hay un tal ¢, entonces ¢ no es calvo". Ven ustedes, por consiguiente, que si desean negar la proposicién "El actual rey de Fran. cia es calvo”, podrén hacerlo negando que exista el ac- tual rey de Francia, en vez de que sea calvo. Para ne- gar el enunciado en cuestién: "El actual rey de Francia es calvo", enunciado compuesto de dos partes, pueden ustedes proceder a la negacién de uno u otro de sus componentes, Pueden negar ustedes uno de ellos, lo que les evaria a suponer que el actual rey de Francia exis- te pero no es calvo, o bien negar el otro, lo que les le- Varia a la negacion de la existencia del actual rey de Fran. cia. Tanto una como otra negacién arrojarfa la falsedad de la proposicién "EI actual rey de Francia es calvo”, Cuando dicen ustedes “Scott es humano”, no cabe la post- bilidad de mma doble negacién. La tinica manera de negar “Scott es humano” consiste en afirmar "Scott no es huma- no”. Pero allf donde se presente una expresién descrip- tiva, tendrén ustedes aquella doble posibilidad de ne- gacion, 353 Q%as sumamente importante reparar en que “el tal y tal” ‘no aparece en el andlisis de las proposiciones de cuya ex: presién verbal entra a formar parte, Si digo: “El autor de Waverley es humano”, “el autor de Waverley” no es fl sujeto de dicha proposici6n, al modo como Scott 10 se- fia si dijera: "Scott es humano”, sirviéndome de Scott como de un nombre, No aleanzo a encarecerles 1o bastan- te la importancia de este punto y el ntimero de errores que se desencadenarfan en metafisica de no reparar lo su- ficiente en que “El autor de Waverley es humano” no es tuna proposicién de la misma forma que “Scott es huma- no. "El autor de Waverley” mo es un elemento constitu: tivo de aquella proposicién. Este extremo ofrece un in- terés muy considerable por diversas razones, y una de ellas es la cuestién de la existencla que nos ocupa. Como les sefialé el dia pasado, gran ndmero de especulaciones filoséficas descansan en la idea de que la existencia es, por asf decitlo, una propledad susceptible de ser atri- bufda a las cosas, de modo que las cosas que existen po- seen la propiedad de la existencia mientras no la poseen las que no existen, Esto es absurdo, tanto por Io que respecta a los géneros de cosas como por 10 que respecta a las cosas individuales deseritas. Cuando digo, por ejem- plo, "Homero existi6”, expreso con “Homero” una descrip- cién, pongamos por caso “el autor de los poemas homé- ricos”, y estoy afirmando que dichos poemas fueron es rites por un solo hombre, lo que constituye una propo: sicl6n en verdad dudosa; pero si legaran ustedes a saber de la auténtica persona que, en efecto, escribié todos esos poemas (suponiendo que haya habldo tal persona), decir de ella que existi6 carecerfa literalmente de sentid no es que fuera falso, sino que eareceria de sentido, pues- [to que es s6lo de las personas descritas de quienes pue- de decirse con sentido que existan. 11 dfa pasado les in- diqué la falacla que se oculta en decir: “Existen hom. bres, Séerates es un hombre, luego Sécrates existe”. Cuan- do digo: "Homero existe, éste es Homero, luego éste exis- te”, se trata de una falacla del mismo género, Es total- mente erréneo razonar: “Bste es el autor de los pocmas 354 homéricos y el autor de los poemas homéricos existe, lue- go éste existe”. S6lo donde interviene una funcién pro- poricional es posible llevar a cabo con sentido la asercién de la existencia. Ustedes pueden afirmar “El tal y tal existe”, dando a entender con ello que hay exactamente un ¢ que posee aquellas propiedades, pero una vez que Neguen a saber de un ¢ que las posea, no podrén ya decir de dicho ¢ que existe, ya que ello carece de sentido: no es ue sea falso, sino que carece por entero de sentido”. JOAst pues, los individuos que hay en el mundo no exis- fen 0, mejor dicho, no tiene sentido decir que existen, como tampoco lo tiene decir que no existen. La existen- cia no es algo que poder afirmar de ellos al nombrarlos, sino tan s6lo al describirlos. Cuando dicen ustedes "Ho- mero existe”, quieren decir que “Homero” es una descrip- ci6n que tiene aplicactén a algo. Una descripeién, cuan- do la formulemos en su pleno desarrollo, revestiré stem. pre la forma de “el tal y tal”. 4 A todo aquello que se asemeje a dichas descripciones | por formar parte verbalmente de una proposicién, sin | que no obstante le corresponda por ello ningin elemento | constitutive de la proposicién correctamente analizada, es a lo que yo doy la denominacién de “simbolos incom: pletos”. Hay en la l6gica una gran diversidad de s{mbolos / incompletos, lo que da lugar a buen nimero de confusio- ® He aqui el sentido simbélico del absurdo en cuestién, Bs perfectamente Iicito decir que existe o hay exacta- mente un c que tal y tal, pues la existencia del objeto des: crito —‘el tal y tal”— va implfcita en el hecho de poser Tegimente tales o cuales predicados caracteristicos Sea el predicado mediante el cual deseribim objeto c. Tendriamos entonces: eseribimos et QB! (ae) (90), que se leerd “Hay un c, y s6lo uno, tal que 9c”. Mas supongamos ahora que ¢ fiiese un objeto inmediatamente dado del que quisiéramos predicar la existencia sirvién- donos de Ii —para decirlo en téminos clasicos— como secundum adiacens. Tendriamos: Q) Bie. Ahora bien, es evidente que las convenciones implicitas en ja lectura de (1) nos impiden toda posible lectura de (2), que habré que declarar carente de sentido. 355 nes e incorrecciones filoséficas, ya que la gente se deja extraviar frecuentemente por la gramatica. Ustedes creen de ordinario que las proposiciones “Scott es mortal” y “BI autor de Waverley es mortal” son de la misma forma. Creen ustedes que se trata en ambos casos de proposiciones simples en las que un predicado se atribuye a un sujeto. Estén en un completo error: una de ellas lo es (o mejor dl- cho podria serlo), la otra no. Cosas como “el autor de| Waverley”, a las que denomino simbolos incompletos, ca- recen en absoluto de significado por sf solas y tinicamente lo cobran dentro de un contexto. “Scott”, tomado como un nombre, posee sin més un significado. Se refiere a una determinada persona y basta, Pero la expresién “el autor de Waverley” no es un nombre y nada significa por si sola, ya que, tan pronto como le dispensemos un trata- miento correcto, comprobaremos que no le corresponde clemento constitutive alguno en las proposiciones en que interviene. ‘Hay otros géneros de simbolos incompletos ademés de las descripciones. Hay clases, de las que les hablaré el dia prOximo, y relaciones consideradas en extensién, etcéte- ra, Semejantes conglomerados de simbolos no son, en rea- lidad, otra cosa que 10 que lamo “ficciones légicas”, y comprenden prdcticamente a todos los objetos que nos son familiares en la vida cotidiana: mesas, sillas, Pic- cadilly, Sécrates, ete. La mayor parte de ellos son clases, © series, o series de clases. En cualquier caso, todos ellos son simbolos incompletos, esto es, conglomerados que s6lo poseen un significado en razén de la utilidad que nos pro- poreiona su manejo y que en si mismos nada significan. $4 Bs importante, si desean ustedes penetrar en el and isis del mundo 0 de los hechos, o si desean hacerse una idea de lo que en realidad hay en aquél, que reparen en qué medida abundan los simbolos incompletos entre las locuelones de la fraseologia usual. Pueden ustedes com- probarlo con toda facilidad en el caso de “el autor de Wa- verley", puesto que la expresién “el autor de Waverley” no interviene aqui en representacién de Scott ni de nin- guna otra cosa, Si representase a Scott, la proposicién 356 “Scott es el autor de Waverley” equivaldria a la propos!- cién “Scott es Scott”, 1o que no ocurre asi, puesto que Jorge IV deseaba conocer la verdad de la una y no la de Ja otra, Si “el autor de Waverley” representase alguna otra cosa distinta de Scott, “Scott es el autor de Waver. Tey” serfa falsa, lo que tampoco ocurre. Por lo tanto, han de concluir ustedes que la expresién “el autor de Waver- ley” carece aquf, aisladamente considerada, de toda re- presentacién por cosa alguna; y esto es lo que caracte- riza a los simbolos incompletos. vil, TEOR{A DE LOS TIPOS Y EL SIMBOLISMO; CLASES Antes de entrar hoy en el tema principal de mi con- ferencia, me gustaria hacer unas cuantas observaciones que sirvieran de explicacién y de ampliacién a cuan- to he dicho acerca de la existencia en las dos lecciones anteriores. Se trata, en especial, de darles cuenta de una comunicacién que he recibido de uno de los presentes, en Ja que se plantean diversas cuestiones que, me figuro. estarfan asimismo en la mente de otros, Lo primero que deseo aclarar es lo siguiente: no pre- tendi afirmar que, cuando alguien dice que una cosa exis- te, esto equivalga a decir que dicha cosa es posible. Lo que quise decir fue que la idea l6gica fundamental, la idea primitiva de la que aquellas dos se derivan es la misma. Esto no es, sin més, decir que el enunciado de que una cosa existe y el enunciado de que es posible sean idénticos, cosa que estoy yo lejos de sostener. La pala- bra “posible” la empleé en un sentido quiz4s un tanto desacostumbrado, puesto que lo que yo necesitaba era una palabra que me sirviera para expresar una idea 16- gica fundamental, carente de correspondencia verbal en el Ienguaje ordinario. Para poder expresar, pues, a idea en cuestién en el lenguaje ordinario, habremos de servir- nos de algin vocablo de este wltimo y conferirle el sen- tido que asigné al término “posible”, que no es en modo alguno el tinico que cabe a dicho término sino el que se 357

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