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Ciencias Sociales 54-55: 43-54, Diciembre 1991- Marzo 1992 AMERICA: UN SUENO DE 500 ANOS Vanessa Fonseca Gonzalez Resumen 1a bistoria de América desde las cronicas y relactones de la Conquista basta nuestros dias, ha sido una sucesion infinita de suenios ajenos y propos que intentaban hacer de América la tierra de promtsion o el lugar de los suenios fracasados en Europa. En Nuestra América, dos propuestas culturales se suman a esta tradicion onirica: Ariel (1900) de José Enrique Rod6 yCalibin de Roberto Fernandez Retamar. El presente articulo propone una lectura desconsoladora de estos textos y una nueva invitacion @ sofiar a Nuestra América en la inquietante figura de una Esfinge. 1. INTRODUCCION Una de las mayores preocupaciones de los intelectuales de Hispanoamérica' es la pro- blematizacion de la “identidad cultural". En el umbral de los quinientos afios del “Descubrimiento" de América, esta inquietud, presente desde los primeros siglos de la con- quista y colonizaci6n, se ha convertido en una obsesiOn y en una nece(si)dad: por- La gran cantidad de nombres atribuidos a los terrto- rios al sur del Rio Grande obligan a la selecci6a. Este ariculo utilizard los vérminos Hispanoamérica, América Hispana o Hispinica y nuestra Améri designando con ellos ala América Espafiola y Portuguesa. que luego de cinco siglos, nuestra América Hispana sigue sin definir su rostro, su nombre © su verdad; porque precisamente esa carencia ha sido la puerta abierta a la explotaci6n, al despojo y al desprecio que europeos 0 norteamericanos puedan sentir 0 haber sentido en relacién con la América Hispana: Necesidad porque ante el triunfo de la América del Norte, nuestra América se ve obligada a demostrarle al mundo y a si misma su capacidad 0, como dirfa José Enrique Rod6, su "fuerza de coraz6n". Necedad porque se intenta reducir en un nombre, en un rostro 0 en una idea, la mis fantéstica orgia cultural y €inica desde el Medioevo hasta nuevos dias, Necedad porque se intenta crear un espacio dentro de la clasificaci6n positivista y roménti- a de la originalidad de los pueblos, para fosili- zat en ella las caracteristicas que identifiquen fielmente el sentir, el pensar y el hacer de todos los pueblos que habitan al sur del Rio Grande. Necedad, en fin, porque nuestra América se ve impulsada a una bisqueds is ita y siempre precaria de una verdad imposi ble de fijar, imposible de aprehender. Necesidad y necedad, la pregunta sobre Hispanoamérica ha tenido un eje de discusién: la oposici6n y el enfrentamiento de los términos civilizacion/barbarie. La presencia de este dua- lismo, heredado, sin duda, de las discusiones en tomo al indigena en e! siglo XVI, se puede ras- trear hasta hoy. Todas las propuestas sobre la identidad de la "cultura" y el "ser" hispanoameri- cano asumen explicita o implicitamente esta dis- yunci6n, esta oposicion. La dicotomia ha pasado, al menos, por dos momentos: 1. _ Ladiscusi6n politica, teol6gica y antropo- l6gica sobre el indio americano en el siglo XVI 2. La simbolizacién de los términos civiliza- cién/barbarie en las propuestas cultura- les de Ariel (1900) del uruguayo José Enrique Rod6 y Caliban (1971) del cuba~ no Roberto Fernandez Retamar, Sin embargo, ambos momentos tienen algo en comin. Los dos generan discursos de corte milenarista, ut6picos y con cierto acento soteriolégico® que intenta velar 0 exorcizar la angustia que genera la falta de un rostro, de un nombre y de una verdad exclusivos para nues- tra América. I. ANTES DE ARIEL Y CALIBAN Primer suefo: el buen salvaje y el canibal Las figuras miticas del buen salvaje y el canfbal, creadas en el discurso narrativo del descubrimiento y la conquista de América y perfiladas en la Disputa de Valladolid (1550-1551) tenfan por objeto apoyar, por una parte, la guerra justa contra los indios, y por otra, la injusticia de esa guerra previa a la cris- tianizaci6n, La discusi6n en torno a la naturaleza del indio no se dio como un problema aislado. Ciertamente, muchas de las Relaciones, Cr6nicas, Cartas o Disputas que asumen el pro- blema estin abocadas, mis que a un interés antropol6gico o teol6gico en si, a un interés de orden hegeménico: obtener las tierras y la mano de obra necesarias para hacer de la con- quista una empresa "rentable". Es decir, la dicotomfa civilizacién/barbarie sirvi6 para legi- timar la conquista militar y la conquista religio- sa y era una extension, a mayor escala, del espiritu de Reconquista que venia caracterizan- do a Espafia y que va en creciente intolerancia desde los Reyes Catolicos hasta Felipe Il. Es entonces como argumento en contra 0 a favor del "Derecho de Guerra" que surje la necesidad ya de demostrar la incapacidad de 2 Mesinico. Vanessa Fonseca Gonzélez los indigenas para regirse por ellos mismos a causa de su barbarie, ya de evidenciar la urgencia del rescate espiritual y fisico de esas criaturas, segin Las Casas, con natural tenden- cia al cristianismo. En la "Disputa de Valladolid (1550- 1551)" se condensaron los argumentos de ambas partes representadas por el dominico fray Bartolomé de Las Casas y el humanista aristotélico Juan Ginés de Sepilveda. De toda la Disputa, mas que los argu- mentos, las fuentes 0 la justificacion en los fil6- sofos antiguos o la Biblia, interesa resaltar las dos concepciones sobre el indigena americano que sostiene por una parte, la vision de Las Casas, y por otra la de Sepilveda: el buen sal- vaje y el canibal. La insistencia de esas dos ideas en propuestas culturales hispanoamerica- nas como Ariel(1900) de José Enrique Rod6 y Caliban (1971) de Roberto Fernindez Retamar hace imprescindible su estudio como constan- tes del discurso en torno a la identidad de nuestra América. Ciertamente, estas dos carac- terizaciones no son acuiadas ni por Las Casas ni por Sepilveda, pertenecen al "universo dis- cursivo de las Crénicas y Relaciones" pero quiz4 fue en la Disputa de Valladolid cuando llegaron a tener un perfil mis definido. EI "buen salvaje" y el "canibal" son elabora- ciones que sobre los indigenas hicieron los peninsulares. Ya en 1495, Michel de Ciineo dis- lingue a los indios de los canibales por su feroci- dad y por la antropofagia. (Cronistas, 1982: 34). La observacion correspondia a dos de los habitantes de las Antillas: el tafno y el caribe. La antropofagia hace que, desde los primeros afios de la conquista, se crucen dos visiones mitificadoras sobre los indios: una deshumani- zadora y otra ut6pica. La presentacién que hace Las Casas del indio americano fortalece la figura del buen sal- vaje. En los textos lascasianos, el indigena, sin importar su ubicacion geogréfica, es un hombre décil, generoso e inclinado a las virtudes cristia- nas. Su natural bondad e inocencia lo hacen presa facil de los impios conquistadores. Esta vision mitificadora que se habia inaugurado en la Relacin del Primer Viaje de Col6n, dio sus frutos también en Europa. El Renacimiento habia rescatado de la Antigiiedad la idea de la Edad de Oro, en la que el hombre, atin incorrupto, ignoraba -tal y América: un suaiio de 500 ahos como afirma don Quijote en el Discurso de las Armas y las Letras- "estas dos palabras de tuyo y mio", El anhelo por la Edad Dorada y la posi- bilidad de reiniciar la vida se manifestaron en utopias del Renacimiento como la de Tomas Moto y por otra parte, en la esperanza de renovar la Iglesia, expresada por el milenaris- mo ¢ impulsada por algunas ideas erasmistas y luteranas. Si el buen salvaje es un "otro" asimilable a la comunidad europea, el canibal, por él contrario, es precisamente quien no pudiéndo- se asimilar, debe ser no solo despojado de sus bienes materiales -como le sucedi6 también al buen salvaje- sino forzosamente eliminado para el bienestar de la comunidad. Es decir, lo que permanece en el fondo de la Disputa de Valladolid y de todas aquellas discusiones en torno a la naturaleza del indio americano no es tanto su condici6n humana. Se trata mas bien de probar la capacidad 0 incapacidad "natural del indfgena para incorporarse a la cultura cristiana, es decir, aptitud de convertirse en ciudadano (...) de Europa". (O'Gorman, 1958: 89). Esta idea es facilmente comprobable si se examinan los "Experiments sociales" que lev6 a cabo Espafia en las Antillas durante los primeros afios de la Conquista. También explica el porqué de la gran influencia ejerci- da por el éxito del experimento de Fray Bartolomé de Las Casas y otros frailes domi- nicos en Verapaz Guatemala en la década de 1530-1540 donde se logré convencer a los encomenderos y atin al Rey de que era posi- ble alcanzar la conquista espiritual sin la intervenci6n de la conquista militar. Su obra Del tinico modo de atraer a todos los pue- blos a la verdadera religion plantea su méto- do de conquista pacifica. De esta forma se puede pensar que el punto central de la discusi6n sobre el indige- na mas que centrarse sobre su naturaleza humana lo hace: 1) en la posibilidad de con- siderarlo como un esclavo natural, segin la definicion de Aristoteles en su Politica o al contrario 2) en su derecho, como hombre libre, a la posesi6n de bienes materiales y a la libertad espiritual. Ni los Reyes Cat6licos, ni el Papa Paulo Ill, ni Carlos V ni los reyes que lo sucedieron dudaron de la humanidad de los indios. La 45 pregunda fundamental de la Disputa de Valladolid no era la naturaleza humana de los habitantes del Nuevo Mundo sino mis bien: Gs licito que el Rey de Espafa haga la contra los indios antes de predicar- les la fe, a fin de someterlos a su imperio, de modo que sea mds facil; después ins- truirlos en la fe? (Hanke, 1958b: 47). Si el fin era cristianizar a los indios, eso supone que nadie dudaba de su humanidad, aunque se crefa que eran inferiores a los euro- eos. El estado de los pueblos indigenas de las. Antillas marc6 para siempre la noci6n o inven- cién del hombre del Nuevo Mundo quien, buen salvaje o cantbal, estaba siendo extermi- nado en forma directa 0 indirecta por los con- quistadores El buen salvaje y el canfbal forman parte de un complicado juego de poder donde se cruzan las fuerzas del milenarismo del siglo XVI, la hegemonia politica y religiosa de Carlos V en las Indias lamadas a formar parte de su gran suefio de una Monarquia Universal Cat6lica, las luchas de los encomenderos por sus derechos y privilegios, los intereses del Papado, etc. Pero estos mitos mantienen ain su vigencia, principalmente el de! buen salvaje. A pesar del tiempo y de los matices que adopte, sigue designando el suefio que desde Hesfodo hasta hoy ha tenido el hombre: la posibilidad de acceder a un mundo ut6pico atin incorrup- to por la civilizaci6n, y a la posibilidad de tener en él una segunda oportunidad para resofiar los suefios fracasados, los suefios que hacen posible la Historia II. ARIEL: SUENO Y PROMESA Ariel es, como tantas otras propuestas culturales hispanoamericanas, el resultante de un malestar impulsado por la desesperacion y angustia que produce en nuestros intelectuales el aparente fracaso de nuestra América ante la alteridad, sea la cultura europea, sea la envi- diable prosperidad de la América del Norte. Este sentimiento ha llevado a los estudiosos al menos por dos caminos: a la negaci6n absolu- ta del fracaso mediante simbolizaciones de corte milenarista como La Raza Césmica de “6 Vasconcelos 0 el mismo Ariel de Rod6, y por otra parte, al reconocimiento a regafiadientes de esa decepcién de Hispanoamérica para pro- poner inmediatamente (previa identificacion del culpable del fracaso) la nece(si)dad de implantar en nuestra América modelos europe- 0s, norteamericanos o “indigenistas" que nos den, a corto o a largo plazo, ya sea la posibili- dad de acceder también a la deseada y envidia- da semblanza de la alteridad: tal es el caso de Sarmiento con su grito "Seamos los Estados Unidos" o el de Maridtegui "El porvenir de América Latina es socialista ..."; ya sea el acce- so a la afiorada restauracion de los adreos imperios precolombinos. Pero estas propuestas son también el producto de una actividad onirica que nos acompaiia desde el momento mismo del mal lamado Descubrimiento. A partir de 1492, ‘América -o lo que serfa América- fue el lugar predilecto del utopismo europeo. Es decir, ‘América se constituy6 en un espacio de deseo donde se podia llevar a cabo lo que en Europa habia degenerado. Esta tradicion también alcanz6 a los americanos, principalmente a los criollos quienes, a partir de la Emancipaci6n, empezaron a construir el suefio de la unidad hispanoamericana. De esta manera, Bolivar, Marti, Vasconcelos, Rod6 y otros muchos plan- tearon desde lo politico, lo cultural o lo racial, la nece(sijdad (necedad y necesidad simult- neas) de la identidad hispanoamericana. Ariel es ta historia familiar de una cultura que silenciando sus propias raices hispinicas e indfgenas, elabora una imagen ideal de la cultura latina de la cual dice provenir y, proponiéndola como entelequia mediante una voluntad de ver- dad, la salva ante el "auge del utilitarismo" y simulténeamente se salva a si misma al plantear- se como la version hispanoamericana del Espiritu del Destino Manifiesto. Esto en el senti- do de que, como heredera de la cultura latina, se considera la mis calificada para llegar a realizar en un futuro no muy lejano, el suefio del hom- bre integral y, como consecuencia, el de la civili- zacion perfecia. La primera causa de la historia Busca encontrar el "ser" de las cosas, busca Ajar, conservar, presupone la existencia de una Transcendencia Verdadera y Eterna. Elabora el dis curso de lo verdadero. Vanessa Fonseca Gonzélaz familiar, parecer ser la bastardia (Etnica y cultu- ral) que se genera al plantear el descubrimiento y la conquista como una gran violaci6n. En los primeros momentos de la América mestiza, el nmero de las encomiendas y los repartimientos super6 al de las utopias de hombres como Quiroga o Las Casas y la lujuria de riquezas pudo mis que todas las buenas intenciones. Asf, el insaciable deseo de perlas, piedras y metales preciosos tiene su homdlogo en la lujuria de los conquistadores. La tierra y la mujer, siguiendo un paralelismo de raices miticas, fueron igualmente saqueadas, vejadas, violadas. De ahi la paradoja del frato de esa violaci6n: Por una parte desciende de la raza hispnica que se postula como tnico modo de ser y por otra, desciende de una raza india humillada y sometida a la primera. De esta forma se inaugura uno de los lugares comunes de nuestro discurso cultural, la identificacion de América con la india violada por los con- quistadores y como consecuencia, la bastardia de la cultura producida por los descendientes que, a su espuria condici6n, agregan la de mestizos, categoria muy mal vista por quienes abogan por la pureza étnica. Violada, prostituida o maltratada la ima- gen de América indigena no ofrece elementos suficientes para apoyar en ella un discurso orientado a asegurar los animos caidos de la intelectualidad hispanoamericana de! novecien- tos, que dudaba de su propia realidad cultural. Del buen salvaje, el arielismo s6lo puede rescatar el tema de la juventud de la raza y con 1, el de la Edad de Oro. El indio ausente en el discurso de Prospero se hace presente en la idea del hombre nuevo llamado a encarnar los ideales helénicos y panlatinos para forjar una verdadera civilizaci6n, Ariel no est4, entonces, muy alejado de las utopias de don Vasco de Quiroga 0 del mismo Las Casas, se auna a ellas en la medida en que, lleno de fe en el hombre nuevo ~en el buen salvaje?- intenta construir lo que en Europa no pudo brotar mas que como un suefio licito. La figura insatisfactoria de los asce: dientes obedece 2 miltiples factores deter: nados hist6ricamente. Siguiendo una tradi- cién de raices hispanicas, Arie! pretende demostrar su pureza de sangre silenciando su vinculo filial con la Peninsula. Acusada de leyenda negra, de opresion colonial y ademas América: un suetio de 500 atios socavada por sus tensiones intimas en el siglo que vio hundirse al imperio mas grande que hubiera existido, Espafia fue para la generacion finisecular, la imagen deprimente del Padre real . Ariel habia nacido como una propuesta cultural para una Hispanoamérica que empe- zaba a caer en la nordomania,‘ pero desgracia- damente sirvié para impulsar un europeismo no menos peligroso. Quiso darle a nuestra América mestiza los parametros greco-latinos tradicionales pero olvidé que si bien Hispanoamérica era hija de Espafia, no lo era verdaderamente de la latinidad.* Ni Espafa era Grecia; ni Col6n, Eneas; ni Rod6, Virgilio . La expansion de los Estados Unidos hace que la Europa Occidental empiece a sentirse minimizada. La forma de contramrestar ese senti- miento de impotencia va a ser una actividad jénica$ por una parte Europa mira hacia el pasa- do y se autolegitima en la tradicion de la raza y 1a cultura latinas y por otra, mira hacia el futuro, hacia América, y al proponerle una filiacion spiritual, se salva a si misma de! auge nortea- mericano al tener, en América, al igual que la “raza sajona", la posibilidad del futuro. América Hispana se convierte en América Latina en un momento de incertidumbre para la Europa Occidental, pero principalmente para Francia que es la que desarrolla la idea de panlatinismo, La forma de enfrentar a la América sajona es, entonces, la creaci6n de una América Latina, Pero igualmente Hispanoamérica asume esta filiacién como una manera de legitimarse, de salvarse ante el utilitarismo y el expansio- nismo norteamericano, Ariel resulta ser entonces una estrategia para que los hispanoamericanos sigan creyendo en si mismos y para que los otros (europeos y norteamericanos) comiencen a respetarlos, “Conducta que tata de imitar la vida norteamerica- + La creencia en Buropa de que Espafia tiene ciertos rasgos de "barbaric" se muestra en la frase "Africa termina en los Pirineos’. Para el problema de la Mlatinidad": Ardao. 1980. «Jano. Personaje de la mitologia romana que tenia dos rostros: uno miraba hacia el pasado y otro hhacia el futuro. 47 Si el discurso de Préspero pretendia equi- ibrar la balanza del lado de Hispanoamérica, debia entonces enfrentar con mejores argumen- tos el espiritu milenarista que animaba a la gran naci6n del norte: a la "superioridad material" de los Estados Unidos se le opone la "superioridad espiritual" de la América Hispana que no solo es heredada de la latinidad y el helenismo sino que simbolizada en Arie!” representa a la Nueva Jerusalén, una versi6n hispanoamericana de la Ciudad de Dios en el Reino de este mundo, legitimada desde el helenismo, la panlatinidad predicada por Francia y las raices mismas de la tradii6n judeo-cristiana. Si los Estados Unidos debian cristianizar y civilizar a pueblos menos privilegiados, tal y como decia el presidente Mc Kinley,’ Hispanoamérica, segdn el ensayo de Rod6, también tenia una mision evangelizadora pero al interior de si misma: eliminar la semilla de la duda que carcomia a algunos, predicar la anagnérisis (reconocimiento) revelada por Francia a través del panlatinismo, sembrar la esperanza y la fe en quienes zozobraban a la nordomania, etc. Ariel se convini6 asi, de acuerdo con Luis Alberto Sénchez, en el "Breviario* o el "Silabario Espirinual" de la juventud hispanoamericana. Sus propuestas, a veces paradéjicas, a veces equili- bradas o tendientes a cierta intolerancia fueron desgraciadamente lefdas en blanco y negro con un dualismo muy castellano; buenos/malos; ver- dad/mentira; Ariel/Calibin A un texto que denunciaba la nordomania, se le respondi6 con el europeismo, a la sofrosyne ? de Préspero sigui6 la intolerancia de quienes se creen supe- riores, a reelaboracion de la historia familiar de América Hispana no hizo silenciar el problema en torno a Ia identidad fabricando respuestas consoladoras y arm6nicas a una "realidad" que no lo era. (nunca lo es ...) 7 Atiel es, en el profeta Jeremizs, un nombre simbéli- co de Jerusalén. * Comentario de Me Kinley sobre 10s fiipinos y la necesidad de que los norteamericanos los educa- ran, elevaran, civiizaran y cristianizaran. (Zavala, 1972: 70). » Equilibrio, justa medida. Ariel no fue una mascara para Hispa- noamérica. Pensar el discurso de Prospero en este sentido seria presuponer que detris de la mfscara est4 el verdadero rostro y aqui es donde surge la pregunta impertinente que sobre la América al sur del Rio Grande se han hecho sus habitantes y los que no lo son Cudl ¢s el rostro de Hispanoamérica?.o mejor ain GTiene nuestra América un rostro? De Ariel, mas que sus propuestas ideali- zantes importa la demostraci6n de que a Hispanoamérica le cabe cualquier mascara: la del buen salvaje o la del canfbal, la de Ariel. la de Caliban, la del Bien o lade! Mal ... Si algo ensefia hoy el discurso de Prospero es que nuestra América no tiene un rostro bajo la mas- cara sino que es la estrategia de la mascara la ilusion de su rostro . IV. CALIBAN O EL PORVENIR DE UNA MALDI(C)CION Caliban surge en 1971al calor de una polémica en torno a la cultura hispanoamerica- na y a la vigencia de la revoluci6n castrista de 1959. De manera semejante al Ariel de Rod6, el texto de Fernandez Retramar buscaba una revi- sin de "la realidad" hispanoamericana para reivindicarla frente a la alteridad. A la luz de un materialismo hist6rico, en este caso, no menos polarizante que la genética espiritual del dis- curso de Préspero, Caliban interpreta la histo- ria de nuestra América como una historia de colonialismo, opresién y despojo andloga a la situaci6n del personaje homénimo de La Tempestad de Shakespeare. Con Caliban de Fernandez Retamar fina- liza oficialmente el reino del buen salvaje (Rangel, 1982) para proclamar el del buen revo- lucionario. La décil imagen del primero ya no responde a las necesidades de la intelectuali- dad. De la intelectualidad y no de las masas porque si Ariel fue una propuesta para la élite burguesa del novecientos, Caliban nace como una violenta polémica entre intelectuales de iaquierda y derecha, El Calibin de Renén tiene también sus Arieles ... Ahora la imagen mfs sublime es la del buen revolucionario, identificada mas con el caribe (sinénimo de canibal que por anagrama Vanessa Fonseca Gonzilez de Caliban) que con la de el buen salvaje. Sila historia de Hispanoamérica es una historia de opresion y despojo, la figura llamada a reivin- dicarla no pueder ser el indio décil, dominado y sometido por el colonizador, ni el simbolo extremadamente espiritual y colonial de Ariel sino la rebeldia y el coraje del que prefiere la muerte a la esclavitud como el caribe, 0 la ima- gen violenta del Calibin shakespereano que maldice a Prospero por haberle dado el Lenguaje. Sin embargo, hay algo idilico en la carismitica figura del Caliban revolucionario. Al fin y al cabo viene a ser una suerte de Libertador o, si'se prefiere, de Salvador. Si al milenarismo americano del siglo XVI le nacieron profetas como el heterodoxo domi. nico fray Francisco de la Cruz, si el milenaris- mo del novecientos tuvo en Rod6 una espe- cie de Casandra, el milenarismo americano del siglo XX, el revolucionismo, también tiene sus altares: Fidel Castro, Sandino, el Che Guevara y hasta el mismo Marti converti- do, segin Jorge Alberto Manrique, en "santon infalible" de la revolucién (Manrique, 1972). Hay pues una continuidad entre el buen sal- vaje y el buen revolucionario. A Ariel y a Caliban los une el milenaris- mo heredado de las primeras dos concepcio- nes del indigena americano. La promesa de la Edad de Oro, (en la que segin palabras de don Quijote ‘se ignoraban estas dos palabras de luyo y mio"y "eran todas las cosas comunes’) ademis del suefio de restablecer una unidad americana que nunca ha existido, tienen tam- bién sus ecos en el texto de Fernandez Retamar que vendria entonces a aunarse a todos esos suefios propios y ajenos que han ido construyendo nuestra historia. Pero este suefio hecho realidad el 26 de julio de 1959 en el Asalto al Cuartel Moncada, también venia -al igual que Ariel- a restablecer una imagen de creciente equilibrio entre la América Hispana (esta vez hija de Caliban) y el gigante que lleva siete leguas en las botas ... y adn mAs, Cuba venfa a ser en el siglo XX, como lo fue en el XVI (Martinez Estrada, 1965) la isla de la utopia, la reescinificaci6n de un suefio que en Europa ya habia empezado a resque- brajarse. La diferencia, sin embargo, radicaba en que en esta ocasi6n la isla ut6pica no esta- ba poblada por "buenos salvajes" dispuestos a América: un suetio de 500 avios asimilarse al "modus vivendi" del colonizador sino més bien por un canibal/Caliban dispues- to a defender su isla -incluso con maldiciones- y a resofiar, una vez més, un suefio no realiza- do en Europa.

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