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INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE DON MANUEL GARCIA MORENTE Se esperaba con interés. al filésofo distinguido, y el fildsofo lle- g6 y dijo:—«La Filosofia no puede ser lo iltimo del hombre, por- que alberga la duda en su seno; y el hombre necesita superar la duda>. Todos comprendimos que en estas palabras, pronunciadas con acento emocionado e intimo, de confesién 0 soliloquio, nos confiaba la ensefianza destilada de la amarga experiencia de su pro- pia vida. Y sus palabras didfanas, auténticas, magistrales, culmina- ron en la consignacién de un hecho y de un deseo: «jla Filosofia vuelve hoy a ser esclava de la Teologia»! (1). Después de la rectificacién solemne de su pensamiento, hecha en el vértice de la vida por un infatigable peregrino de la verdad, équé sentido podrd tener el investigar su ideario en escritos que él mismo ha desautorizado? Se ha dicho que todo libro tiene un tri- ple significado: uno, es el libro que entienden los lectores de pri- mera hora; otro, el que su autor pretendié escribir; y otro, el que realmente se ha escrito. Nosotros creemos que ninguno de éstos es el libro auténtico. Morente traté de escribir introducciones a la filosofia de Kant y de Bergson; eso escribié y entendieron todos en sus obras. Pero hoy sabemos que éstas tienen sdlo el sentido del camino, y no ciertamente del caming a Kant, sino del caming —2U5— laborioso, a través de Kant, hacia la meta anhelada de la verdad plena. Toda vida tiene un pinéculo, una culminacién en la que es pre- ciso-colocarse para enjuiciarla y captar su definicién unitaria y su perspectiva. Mas esta culminacion no es la de la fama, nila de la accién—lo que los, doxdgrafos griegos llamaban «acmé», pleni- tud—, sino la culminacién del sentido. La «acmé» es, en efecto, plenitud vital, robustez y empuje, logro de lustre exterior y de oropel y de deslumbre, mediodia; pero la culminacién del sentido es cumbre de espiritualidad, apunte inconfundible al anhelo de to- da la vida, de quien ya toca la raya de la meta dltima donde ha- bra eterna quietud inconmovible; resultancia del fondo mas inti- mo del individuo, modelada bajo el peso de toda la vida. La culminacidn del sentido es acto supremo de la vida en el que el tiempo se abre a la eternidad; y sobre ella, no sobre la del oropel y de la plenitud mentirosa, recae el juicio del Juez Supre- mo. CQué mejor prueba de ser la més auténtica revelacidn de la persona? : No menospreciemos, sin embargo, la objetividad del hecho auténticamente histérico, de «lo hecho» (factum) irrevocable: ni Dios ni la Historia lo desprecian. A nadie es permitido arrojar de sobre si la carga de lo que fué fructificando en su conducta; pero si alguna transcendencia social ha de tener—iy tiene el derecho de tenerla!—la retractacién de una conducta cuyo ejemplo pudo ser amparo de no muy saludables semillas, sin duda esa transcenden- cia no es otra que el imperativo de que se proclame el ejemplo novisimo de la conversién, y no se haga hincapié sdlo en el con- tenido de Ja etapa que el converso hubiera deseado no haber vi- vido. La culminacién del sentido de una vida suele coincidir con el «acmé», con el maximo vital, y por ello esta justificado, como re- gla general biogréfica, enjuiciarla desde éste, y centrar todo el in- terés en dar luz a la etapa mis influyente y fecunda del biografia- do. Pero se debe proceder de otro modo cuando, como en el ca- — 216 — so Morente, su produccién casi integra sirvié a ideas en que no culmin6 el sentido de su vida ni de su obra. Morente habla en «La Filosofia de Kant» con la conviccién y el sentido absoluto de quien expone la verdad ya poseida; ignoraba, cuando asi escribia, que su kantismo de entonces era sdlo puente de paso a otras filo- sofias. Y como paso, como proceso, hacia su conversidn, cabe considerar toda la obra de Morente. Tal vez no deban buscarse las razones de la conversién en su filosofia; pero si es indudable, al menos, que ésta nada tuvo al fin que oponer a las incitaciones con que Dios lo Ilamé al servicio de la verdad. Seria interesante concretar cual fué la influencia de las disqui- siciones filosdficas de Garcia Morente en su conversidn. Creemos que fueron motivos de muy otra indole los que gritaron a su con- ciencia que estaba en el error; pero solo por el rodeo de'una re- visidn del ideario filosdfico pudieron esos motivos no filosdficos traerlo a Ja verdad y a la fe. El peregrino de la verdad tal vez no habiera legado al Santuario sila tragedia de su Nacién y de su fa- milia no le hubieran indicado la direccién en que debia buscar; pero fué buscando en la Filosofia como Ilegé al «obsequium r tionabile fideix (2). . Basta recordar los ticulos de obras y traducciones a é| debidas, sin olvidar los articulos publicados en «Revista de Occidente», pa~ ra convencerse del empefio jadeante con ‘que buscé de por vida la verdad aquietadora. . No puede pedirse prueba mejor del criterio personal con que aprovecha Morente los sistemas aje- nos: nuestro fildsofo no acerca unos a otros para que mutuamen- te se sostengan y corrijan; sino que los mantiene separados, asig- nando a cada uno plena validez en sus propios dominios. Si, pues, no hay eclecticismo reprobable en la produccién mo- rentiana, deberemos investigar con mas hondura el sentido de la inconstancia de sus producciones y posiciones. ‘Trataremos de seguir la trayectoria filosdfica de Morente a través de las diversas concepciones sistematicas. No nos detendre- mos demasiado en detallar su ideario durante cada una de las eta- pas en que cultivd preferentemente una u otra de las modernas direcciones filoséficas; esto, sobre no ser lo adecuado ni lo grato a quien rectificé a ultima hora sus anteriores pasiciones, es inne- cesario; pues claro que no nos incumbe exponer las filosofias de Kant o de Bergson. Del Morente expositor de ajenas ideas nos basta con destacar su claridad—ya ponderada en otras publicaciones—, su transpa- rencia, st: precision inigualada en la terminologia y en la captacién del pensamiento extrafio; dotes que le han valido merecidamente la consideracién de ser el mejor traductor de Kant, y, en general, de obras filosdficas (11), y de catedratico insuperado que marcaré por mucho tiempo una cima y un ejemplo en la docencia universi- taria espafiola (12). Mas aun en tales obras de traductor o expositor se filtran atis- bos geniales y tesis personales (13) que nos permiten seguir fa tra- yectoria intima de Morente, el cual, hasta cuando expone, nos des- cubre su alma insatisfecha, que ve el flaco del sistema y se dispone a superarlo buscando en otras direcciones. El expositor que esto — 21 — no haga, ni siquiera da la talla de expositor, segin Morente: «FI historiador de la filosofia, aunque sea de una filosofia, debe ser mas fildsofo que historiador. Slo asi conseguiré su propdsito de si- tuar, definir o describir una doctrina>, No los altos que hace en su camino, sino meramente su tra- yectoria es fo que nos interesa; y en ella pretendemos que se debe buscar su personalidad y la leccién ejemplar que nos dejé en su vida. Y es, ademas, notable que sea la.suya la misma trayectoria de la Historia de la Filosofia contempordnea en sus lineas generales, En un ciclo de conferencias que pronuncié en la Universidad de Valladolid, nos did en rasgos estilizados la historia de la filosofia desde Kant; nos atrevemos a decir que nos did, a la vez, la histo- ria intima de su propio pensamiento filoséfico. Tal ciclo de confe- rencias, sin pretensiones de originalidad ni de hondura, sino mas bien de orientacién en la Filosofia para universitarios ajenos a ella, tiene un incalculable valor para la comprensidn del ideario mo- rentiano y sus variaciones. En esas conferencias se nos da hecha por el mismo biografiado la definicién unitaria de su labor filo- sdfica. Tres constantes inspiran el pensamiento de Garcia Morente: una repugnancia connatural e insuperable al «positivismo romo»; una necesidad sentida de algo que no puede darle el «racionalis- mo infantil» de los siglos XVII y XVIII, tetanizador de la célida vi- da; un postulado, en fin, insoslayable, porque es un hecho, la po- sibilidad de la ciencia (14). A estos sus anhelos busca satisfaccién en Kant; pero luego ve que ni Kant, ni el idealismo que de él procede, cumplen su pro- mesa; antes abocan derechamente al positivismo. Para evitar esta consecuencia es necesario superar a Kant y superar al idealismo haciendo posible una verdadera Metafisica. Bergson y los demés fildsofos vitalistas le ofrecen una salida; y la Fenomenologia, otra: Las dos merecerdn en diversas regiones filosdficas las simpatias de Morente y, puesto en la pista de la peculiaridad de lo vital y de lo — 222 — humano, pretenderé tener de ello una concepcidn més integral acudiendo a fildsofos culturalistas; Bergson ha hecho la metafisica de la vida bioldgica; Ortega y Gasset ha completado ésta con la de la vida biografica; otros han formulado una filosofia de la Cul- tura que, aun rechazandola, debe ser aprovechada. En todo halla Morente fallos, y, sobre todo, deficiencia. Porque, ademas de las parcelas del ser que explican esos sistemas, hay otras por ellos sos- layadas... {Y porque tenemos hambre de salvacin! La incomplec- cidn de estas filosofias esta en no decirnos dénde podra el hom- bre apoyar su deficiencia. Es, pues, preciso que haya otra realidad, una realidad divina (15) que nos salve; «y, si no, hay que suicidar- se» (16). Tal es el grito desgarrado de Morente en su posicién tilti- ma, tal la evolucidn de su pensar filosdfico a través de toda la vida. Aludido a tres constantes que bastarian. para dar unidad a la trayectoria filosdfica del pensamiento morentiano, pues se refieren a su fando mas intimo y son como la fuerza motriz que lo impul- $a, vamos a indicat otras de forma y de cardcter para que mds cla- ra aparezca la unidad interna de su produccién, superadora de to- do eclecticismo reprensible, y su recia personalidad que no se di- luye ni aun cuando expone o comenta ajenas filosofias. Decir que la claridad de concepto y estilo son calidades que en la produccién morentiana Hlegan a un grado supremo, es ya una verdad vulgarizada. Pero tal vez caigan fuera del tdpico los moti- vos de esta claridad suprema, por la que conscientemente laboré: «La exigencia de claridad es el estimulo mas fecundo del pensa- miento. No contentarse facilmente, no someterse décilmente a ja seduccién de aparentes aciertos, es la condicién esencial de toda profundidad. Para un pensador exigente nada es nunca suficiente- mente claro. Y lo menos claro, lo mas sospechaso de todo, es esa pretencién del arcano sobre la luz, del misterio sobre la eviden- cia». También perduré a través de toda la obra de Morente su es- piritu ultimista, continuamente renovado, de abertura al tema de nuestro tiempo (17). Obstinarse en desconocer lo nuevo viviendo — 223 — extrafios a nuestro tiempo, es estar extraviados, «condenarse a perpetuo anacronismo y a prematura senectud» (18). En esto, como en tantos otros extremos, esta identificado con la tendencia inspiradora del grupo de pensadores que se ayunté en torno a la «Revista de Occidente» y su Redaccin, presidida por Ortega y, Gasset. La investigacion sobre nuestro tiempo ha de comenzar por captar sus caracteres. Con insistencia catoniana vuelve y revuelve en Morente este motivo que a tantas inteligen- cias de fildsofos, historiadores, politicos, artistas y meros diletan- tes del siglo XX ha atormentado. El mismo se da cuenta de la in- sistencia; pero no le seré dificil excusarse con sélo notar que ella es ya comtin achaque y uno de los caracteres mas tipicos de nues- tro tiempo. Por eso, en vez de contenerse y evitar la constante recaida en el tema obsesionante, trata de buscar el significado de esta recai- da. Sin duda, piensa Morente, es esta auto-observacién un indice de que nuestra cultura y nuestra época estan enfermas; es el caso del organismo cuyas funciones sdlo se hacen patentes por la ce- nestesia cuando no se desarrollan con normalidad. Otros muchos caracteres de nuestra época se recogen a lo lar- go de toda su obra. Apuntaremos uno mas, en que se alude, no so- lamente a la caracterizacién, sino al sentido de la actualidad: «Nues- tro tiempo—nos dice en el «Ensayo sobre la vida privada»—(19) parece ser una de esas épocas en que lo piiblico (lo comtin y co- lectivo, lo tipico de la masa) se infiltra en toda la vida y anula, casi anula, la forma privada del vivir. Y este predominio de lo pu- blico, de lo comtin, de la masa, significa predominié del obstaculo y retardamiento de la salvacidn... Cuando los hombres se cansen de vivir extravertidos y empiecen a reponer la publicidad al ser- vicio de la vida privada, habré empezado verdaderamente un pe- riodo nuevo en nuestra historia» (20). Esta vuelta del hombre a si mismo, a la intimidad, en la que esta la salvacién, se perfila todavia mas claramente como la salva- cidn precisa de nuestra época, en el «Ensayo sobre el progreso»: — 104 — «Hay en nuestro tiempo falta de vocacién clara. Es innegable que nuestra época no sabe bien lo que quiere hacer, lo que quiere ser, lo que estima preferible realizar. Y porque no tiene fines propios, reftigiase en la embriagadora tarea de crear medios. Le falta esa seguridad, esa confianza en si misma que caracteriza la consisten- cia espiritual de otros perfodos...(21) Desde 1600 Ja Humanidad sa- be lo que no quiere; pero no ha logrado todavia determinar clara- mente lo que quiere... De aqui procede, sin duda, el carécter mor- boso que a veces parecen presentar ciertos fendmenos de nuestro tiempo... (22) Macho convendria—si fuese posible—la practica grandiosa de un ingente psicoandlisis colectivo que sanara nuestra alma y deshiciera los complejos que la agobian> (23). En el tema de nuestro tiempo esté, por fin, la tarea, el deber del hombre actual; he aqui en qué consiste para Morente esa ta- rea: Ante todo, «apetito de realismo» (24)—superador de la posi- ci6n idealista—y de verdad absoluta consiguiente, que esta en la adecuacién, no de las ideas entre si, sino de las ideas con la reali- dad; en ultimo resultado, respeto a Jo real y a lo peculiar y tipico de cada esfera de la realidad. Es decir, como escribia ya en el aio 1925, «renovacidn en un sentido clésico». Por sus consecuencias, este anhelo de clasicismo y realismo y auténtica verdad desemboca en una «jvuelta a la Metafisical; ala Metafisica perenne y esencial que urge reedificar. Frente a los fild- sofos suicidas y pobres de la tiltima mitad del siglo XIX, época de prevaricacién en que se consuma el «suicidio del pensamiento europeo»; frente al positivismo a que abocaron Kant y los roman- ticos, presenciamos hoy «el esfuerzo que hace el cadaver de la Fi- losofia por revivir> (25). Al fin de su vida, en la madurez de su conversién, Morente comprendera que estas directrices de nuestro tiempo sdlo se logra- ran plenamente en una vuelta a Dios y a la «ratio fidelis» del Me- dievo, ala Fé. Si buscamos clasicismo, ahi esta Tomas de Aquinor fildsofo eminentemente clasico. Récogiendo una frase del Ortega joven, se vuelve contra el Ortega y Gasset de hoy y contra Una- — 225 — mano, redaciendo el tema de nuestro tiempo a una tarea de sal- vacidn: «jDios a la vistal...»; «La Filosofia vuelve a ser esclava de la Teologia». Nada digamos sobre su conocida contribucidn al tema de la hispanidad (26). Viniendo al detalle, creemos que la trayectoria y el ideario (27) de D. Manuel Garcia Morente se recogen por entero en el siguien- te articulado, que brindamos para su desarrollo a quien haya tiem- po y lugar para ello: 1.—La critica del positivismo en Morente; 2.—La critica del ra- cionalismo; 3.—La filosofia y la posibilidad de la Ciencia; 4.—El fervor por Kant; 5.—El ahondamiento en Kant le llevaa salirse del kantismo; 6.—La superacién del idealismo desde el propio idealis- mo por la Fenomenologia; 7.—La Etica de los valores; el profesor de Etica; 8.—Bergson nos adentra en el misterio de la vida; 9.— Ortega y Gasset cala mas hondo en la vida; la alusiém a Heidegger; 10.—La Filosofia de la Historia y el progreso; 11.—El problema de nuestro tiempo; los dos clasicismos; 12.~La Filosofia abierta de Santo Tomas; 13.—La sintesis; el eclecticismo morentiano; 14,.— Constantes y notas del pensamiento de Morente; 15.—Teorias al margen (28); 16.—La docencia de Morente, el catedratico; Morente traductor y divulgador; fa ensefianza de su ejemplo; 17.—Secuen- cias de su conversion (29) Como ya se adivina, la evolucidn del ideario. morentiano con- tiene —de aqui su transcendencia~una critica universal de todas las direcciones de la Filosofia contemporaneas; critica no en de- talles, sino radical, y critica emocionada a la vez que emocionante, porque esta estampada con vital jugo célido en el libro (30) de una vida (31). SALVADOR MANERO MANERO NOTAS s dadas en la Universidad de Vaila- dolid (marzo 1942). Hemos creido conveniente y oportuno sejialar la importan- (1) Merente, en su ciclo de Conferen: cia de tales conferencias para Ajar su pensamienio definitive y, ademas, la unidad de trayectoria que Morente creyé descubrir en su propia vida. Conocidas son las calidas palabras que pronuncié sobre “El Clasicismo de Sto. Tomés»; pero no se ha —creo~advertido que en las otras precisamente se nos da la clave para inter- pretar la produccién total de Morente desde su definitive punto de vista perso- nal. Quien esto escribe, alumno de la Facultad de Filosofia y Letras en aquella fe- cha, tomé amplias notas de las magistrales disertaciones por encargo de su Pro- fesor don Alejando Diez Blanco y sobre ellas redacté las adjuntas cuartillas para servicio de mi buen amigo y compaiero don Arturo Gil y Gil; la publicacin emocionada y emocionante del P. Iriarte sobre «El Profesor Garcia Morente, Sa- cerdote» (Madrid, Espasa-Calpe, 1951), que sdlo alas «sinopsis muy minucio- sas» de tales (pags. 7-16). (28) Aparte los apuntados ensayos sobre el Progreso, la Vida Privada, la His- panidad, aqui cabrian sus ideas estéticas, Prélogos al «Roberta Schuman» de V, Bosch; «El Chiste y su teoria» (en Rev. de Occ.,vol. I, pags. 357-364); «Sobre Meumann» (en Rev. de Occ., vol. VI, pdg. 274); algunos puntos psicolégicos que tocé al margen de sus preocupaciones filoséficas («La periodicidad en el curso de la vida». Rev. Oce. vol. II, pégs. 317-335, «Lin libro sobre la psicologia de los grandes calculadores», Rev. Occ. Vil, pags. 121-125; «La astrologia de los astré- logos», Rev. Occ, XXI, pg. 732). (29) No es la menos importante y significativa su preocupacién por «El pro- telectuales» (publicado en Surge, Vitoria, mayo-octubre blema espiritual de lo: de 1941) y por el tema religioso al cual aporta personales datos, interesantes pa- ra una psicologta del hecho religioso (Ver su ya citado «Hecho extraordinarion; las dos conferencias pronunciadas en Pamplona, 12 de octubre de 1941 y 1942; «Cuatro sermanes sobre San Ferriando», Madrid 1943; «Cese ala persecucién religiosan Ecclesia, 7-II-1942). (30) «Es un fibro que equivale al mejor tratado de Apologética», dice el Pa- dre Félix Garcia (cABC» de 17-1-1952) hablando de la obra de M. Iriarte; con no menos propiedad cabe decir que la vida misma de Morente es una critica de las filosofias contempordneas y una invitacién a la Fé (31) Alo largo de nuestras notas hemos intentado dar una bibliografia bas- tante amplia de la produccién morentiana; anotemos en esta final los principa- les estudios que a perfilar su personalidad se han dedicado: citadas estan «El Profesor Garcia Morente, Sacerdote», del P. Iriarte; el capitulo que le dedica Ju- lin Marfas en «La Filosofia Espafiola Actual»; la Nota Preliminar a los «Ensayos» por M. Granell; el ntim. 1 (1945) de «Estudios» en el que junto a un epistolario de G. Morente, ampliado luego en los ntimeros 2 y 3, aparecen «Don Manuel Garcia Morente, y la Orden de la Merced»; «Lo que yo sé de Garcia Morente» por el P. Fernando Vazquez y «Morente, profesor y filésofo> por el P. Manuel Vazquez; aludida también fué la critica de Lascaris Comneno; citemos ademas los dos estudios de D. Juan Zaragiieta, «Manuel Garcia Morente, 1886-1942» (en «Revista de Filosofiam, afio Il, nim. 4, pags. 147-161) y «Necrologia del aca- dénrico de ntimero...» (de la Real de Ciencias Morales y Politicas; Madrid, 1943), — 232 — «G, Morente en Poyo» por L. P. P. (en La Merced, noviembre 1944, pags. 27-30), «M, G. Morente» por Jestis Iribarren (Ecclesia», ntims. 75 y 76, diciembre 1943), «Nos passos de G. Morente» por Diamantino Martins («Rev. Portuguesa de Fi- losofia», nim. 1 de 1945, pags. 133-149) que es de gran interés, «La conversion de D. M, G. Morente», por Miguel Siguan (en «Arbor», diciembre de 1951, pé- ginas 435-443) mds las criticas—laudatorias—publicadas en diversas revistas y periddicos sobre el libro del P. Iriarte, también sobre los «Fundamentos de Filo- soffan (en Razén y Fé, 1944, pags. 142-145). Del Morente conferenciante, la dificultad de hacer un recuento de sus nu- merosas intervenciones nos mueve a dejar aqui constancia solo de su pas por Asturias; no s6lo después de su conversién hablé en Oviedo, sino que ya antes del 36 tuvo brillantes actuaciones, que todos recuerdan, en el Ateneo de Gijén

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