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ALEIANORO GRIMSON Y PagLO SemAN Ramos, Alcida Rita. 1990. “Ethnology Brazilian Style”. Republicado en Cultural Anibropolegy, vol. 5, 2° 4, pp. 452-472. Chicago, Uni- versity of Chicago Press. Ramos, Alcida. 1998, Indigenism. Ethnic Politics im Brazil. Wisconsin, ‘The University of Wisconsin Press. Ribeiro, Gustavo Lins: Pestimperiatisme. Barcelona, Gedisa, 2003, Ruben, Guillermo, 1995."O ‘tio matemno’ ea antropologia quebequen- se", en Cardoso de Oliveira, Roberto y Ruben, Guillermo (orge.): Estilos de Antropologia, Campinas, Unicamp. Segaro, Rits, 1998. “Alteridades histéricas/Identidades politicas: una critica a las certezas del pluralismo global", Série Aniropologia, 1° 234, Brasilia, UnB. Souza Lima, Antonio Carlos de. 2002. “Indigenismo no Brasil”, en LECoile, Benoit de; Neiburg, Federico y Sigaud, Lygia (orgs.): dn sropologia, Impérios ¢ Bstades Nacionais, Rio de Janciro, Relume Dumaré/FAPERY, pp. 159-186. 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Sélo de manera excepcional es pensada en términos uni versales ~esto es, como una disciplina de escala planetaria~ y adquiere otro lugar dentro de la academia latinoamericana. Ima- giné, de esta forma, que podriamos examinar algunas caracteri cas que rodean nuestra disciplina y que, de algsin modo, pueden ofrecerle una idea propia, tal vez un estilo, sin que debamos na~ cionalizarla y retirarle su universalidad, que, para muchos de no~ sotros, ¢s condicidn necesaria para una disciplina que se pretenda cientifica ‘Como se ve, estoy tratando un tema que, aunque no es nue~ vo en el ambito de la disciplina, no por eso debe ser considerado como suficientemente reconocido en nuestra comunidad profe- * Este trabajo fe inicialmente publicado en portugués en la Revista de Abtropologia (vc. 36, 1993, pp. 13-31) como una reelaboracién del texto en es- pafiol destinado a seminario “Entre el acontecimiento y la significacion: cl discurso sobre la cultura en el Nuevo Mundo", realizado en Trujillo, Esp en diciembre de 1992 y publicado luego en © érabalho de antropdloge, Brasilia, Unesp, 1998, Traduccidn de Gabs a Rinello, 35, Rowearo Carnoso oe Ouveina sional. Por mi parte, me he dedicado al tema desde el final de la década de 1970 cuando reflexionaba sobre fa obra de Marcel ‘Mauss y daba inicio 4 un intento de deconstruccién del concep- to de antropologia, valiéndome para tal fin, de la construccién de su“matriz disciplinar’,' buscando paralelamente situar ala disci- plina en aquellos espacios que denominé “periféricos"? En el in terior de estos espacios vengo procurarido aprehender a la antro- pologia en su singularidad, sin perder de vista su pretendida’ universalidad que se expresa en la mencionada matriz disciplinar, De esta forma, la estrategia que intentaré seguir aqui sera la de cexaminar, a partir de una perspectiva comparativa, la dinimica de ciertos conceptos que, aunque originados fuera de América La- tina, hacia ella emigraron y en ella suftieron transformaciones que los adecuaron alas nuevas realidades de las que debian dar cuenta, Lato sensu, ese movimiento de conceptos puede ser en- tendido, en una primera instancia de reflexidn, como un movi- miento del centro hacia la periferia. ‘Mientras, nunca estar de més recordar que tomo por peri rico'a aquel espacio que no se identifica con el espacio metropo- litano ~léase: Inglaterra, Francia y Estados Unidos~ donde emer- gieron los paradigmas de la disciplina al final del siglo xix y a Principios del 20¢ y que desde esos paises se propagaron hacia otras latitudes. Periférico, en este caso, no se identifica tampoco 5 La inatsz disciplinar gota constiruida por un eonjunto de paradigmas si- rmultsneamente activos e insertos en un sistema de relaciones bastante tens0, ¥ ‘es responsable de la identidad de la antropologia, asi como de su persstencia, alo arg de este siglo ef. Cardoso de Olver, 1988b: ap). La nocion de periferia} su aplicacin en la caracteriacion de las manifes- taciones de la antropologa fuera de los centeos metropolitanes no ha quedado ‘exents de bastante rflexin y eitica, como muestran diferentes debates intesna~ onales. Destaco, por ejemplo, aquellos que fueron publicades bajo los ttulos de Indigenous Anthropology in Non-Western Countries Fahim, 1982) y “The Sha- ping of National Anthropologies” (Gerholm y Hanners, 1982). Por sxzones que presento en otro lugar (Cardoso de Olivera, 1988b: cap. 7), prefer utilizar la ex- retin “antropologia periférca en lugar de antropologia “indigena “nacional, J ode cea con tsb ee sear fan cin de su ambigiedad. Espero que mis adelante tal armbiguedad desaparcaca, 36 EL MoWMIENTO DE LOS CONCEPTOS EN LA ANTROPOLOSIA con la nocién politica de periferia como estigmatizante de un lu- gar habitualmente ocupado por el llamado ‘Tercer Mundo. En es- te sentido, lag “antropologias periféricas) como las entiendo~ | “pueden existir en cualquiera de los “mundos”, hasta incluso en el mundo europeo, siempre que sean idenrificadas en paises que no bhajan registrado la emergencia de fa disciplina en su territorio y, de esa manera, no hayan ocipado unagosicién hegemsnica en el desarrollo de nuevos paradigmas. Se trata, por lo tanto, de una categoria eminentemente histérica.y_ que reflgja en su plena acepcion (ontogénesis del campo deli artropologti}nds alld de su estructiraeion actual, Para nosotros, los antropdlogos, esto se trna mis significativo a medida que podemos traer\la disciplina: ~entendida como ina subcultura occidental hacia un horizonte que nos es muy familiar: el de las relaciones entre culturas 0, mas precisamente, entre “idiomas culturales”. Pretendo, asi, abordar algunas pocas ideas que nos ayuden a comprender que, no obs- tante la pretendida universalidad de la antropologia como disci: plina cientifica manifestada, reitero, en el conjunto de paradig- mas articulados en su macriz disciplifiar, persisten diferencias 0 particularidades significativas cuando es ejercitada fuera de los centros metropolitanos donde, al parecer, no se observaria la mis- ma pretensidn de universalidad, Sin embargof i esas diferencias que se verifican en la perife-) ria pueden y deben ser consideradas mediante un andlisis estilis' tico, ho se puede decir lo mismo con relaci6n a las antropologias cefitales dado que esas antropologias no tendrian sus diferens, cias explicitadas en términos estilisticos pues, de alguna mane- ra, estiin enraizadas en sus paradigmas originales, todos marca « dos por una pretensién de universalidad. Esto no ocurre con las antropologias periféricas orientadas, en general, hacia las singu- laridades de sus contextos socioculturales, habitualmente trans~ formados en objetos casi exclusivos de investigaciénj Entre no- sotros, por ejemplo, se cuentan con los dedos de la mano las investigaciones que traspasan nuestras fronteras... @Serian, sin ‘embargo, esas antropologias sustancialmente diferentes al pun~ to de disolver Ia unidad de la disciplina, volviendo irreconocible en la periferia su propia matriz disciplinar? Se toca, aqui, Ia pa~ 37 Rowerto Cardoso OF OLIVEIRA radoja clisica de la persistencia de lo mismo debajo de los cam- bios que tienen lugar en él. En otras palabras, emo puede la antropologia amoldarse a las nuevas condiciones que encontré ‘en otros paises sin que, por otro lado, deje de ser lo que es El antropélogo y et “otro interno” Comenzaria con una afirmacién casi banal en nuestra disciplina: para el antropélogo que ejercita la comparacién, no existe un ter- cer lugar, neutro, desde donde él pueda hablar. Pues esa afirmit cin tan trivial esta inserta enJa naturaleza He la disciplina ensu ssasplantéa América Latina ~y, se puede agregar, hacia cualquie~ ra de las latitudes donde no estén abrigados los centros metropo- litanos-, es decir, alli donde se somete a las determinaciones de una nueva realidad. Porque la historia de [a.discip\ina deja con- signado qu desde sus. oigenes, sempre fciio ene hombre je Obras culturas ~y eso a partir de su propia cultura, o sea, de la antropologia como cultura, ciertamente una cultura artificial, lla riismd”constituyente del sujeto cognoscitive~. Si ese proceso siempre ocurrié en la historia de la disciplina, no siempre ~o ra~ 1a vez~ fue asumido por los antropdlogos y por ellos tematizado como cuestidn relevante. ¢Cémo admitir, entonces, que una dis ciplina esencialmente antietnocéntrica pudiese siquiera convivir n saber ue, en rigor, no seria sino su pro negacién? gCémo eludic-tal amenaza capaz de inviabilizag.su propicceStatuto epistemol aoe {Céino conciliar en la prictic: rpues tedricamente es mucho tis ficil~ lo inevitable de una {postura comprometida con determinada Weltanschauung, ins cripta en las condiciones originarias de la propia disciplina, con su Vocacién eminentemente selativizadora y, muchas veces, inge~ quamente neutrayBst paréce ser €l desafio que la disciplina ha ‘Wienads "ep £oda su historia y que atin contintia enfrentando. Livféspuesta a ese desafio no fa sido una, ni dos, sino varias, con- forme a las modalidades de su actualizacién en los contextos mas diferentes en que hizo del “otro” su objeto de investigacisn. ‘Tomemos la ancropologia europea en su conjunto, indepen- 38 ) ; EL MoviMieNTO oF 10S CONCERTOS EW LA ANTROPOLOSTA dientemente de una posible diferenciacién interna entre las cen- trales y las periferias observable en ella, Lo cierto es que esa an- tropologia siempre hizo del “otro” un ser distante, la mayoria de las veces transocednico. El “otro interno” ~si es que asi puedo re- f€ritmé af hombre europeo como portador de una subcultura lo~ cal o regional, sea en Alemania, en Italia o en Espafia~ fue obje- to de una cuasi ciencia, el folklore, muchas veces antecesor directo de la propia antropologia Este serfa el caso, de paises como Espa- fia. El binomio en lengua alemana Qléskunde-ValkerkuendDilustra perfectamence esa separacién entre dos disciplinas emparentadas, ¢s cierto, pero no idénticas. Si el primer término remite a la in~ vestigaci6n interna, al folklore, el segundo abre el horizonte del investigador para la exploracion de tierras lejanas y exsticas. Son dos épticas que encuentran abrigo en dos disciplinas distintas, por Jo menos en un determinado momento de la construccién de la antropologia moderna, momento que tal vez podriamos fechar, sin mayor rigor, en las dos primeras décadas de del siglo Xx. Pero si ahora invoco esta cuestién, es para relacionarla con la historia bastante mis reciente de dos conceptos emparentados, en rigor, ellos tamibién un binomio, a saber: colonialisme-colonialismo inter- no, que marcan casi de forma emblemitica ia historia de las rela~ ciones entre Europa y América Latina. Son conceptos bastante ti- picos, respectivamente, del mundo del colonizador y del colonizado: el primero, propio del mundo enropeo; el segundo, propio del mundo latinoamericano. Lo exético, o simplemente lo diferente, que siempre ocups el horizonte del antropélogo del pa~ sado se vuelve bastante relativizado cuando el foco de la investi- gacién comienza a aprehender no ya exclusivamente tal o cual et~ nia para estudio intensivo de caracter monogrifico —las famosas ctnografias clisicas, a las cuales, a propésito, tanto debe nuestra Aisciplina~ sino también su entorno, sea este la sociedad colonial, sea la sociedad nacional, practicante —a su turno~de un cierto co- Jonialismo interno, como bien se observa en las sociedades lati- 5 Aqui me refiero especialmente al caso de la antropologia eatalana. Entre ‘01105, consiltese Calvo Calvo, 1991. 39 § RoeeRTo Canosa ve Ouive noamericanas.* Asi, el colonialismo, como concepto abarcador, pasa a enfatizar la relacién sistematica entre el colonizador y el colonizado, ampliando de ese inodo el foco de investigacién, ya ‘no més circunscripto a las etnias colonizadas, sino orientado a una realidad mas inclusiva que se podrfa denominar, por ejemplo, “si- tuacién colonia’ ~para quedarnos con el muy titil concepto for- imulado'@i la década de 1950 por Georges Balandier-.° El agregado del adjetivo “interno” a la nociém de colonialismo crea, en rigor, un nuevo concepto cada vez que se retiene, por un lado, parte de las caracteristicas de las relaciones coloniales, como las de denominacién politica y explotacién econémica del coloni zador sobre la poblaci6n colozizada; por otro, increment una di- mensién enteramente nueva, Esa dimension enyuelve lo que po~ dia denominare un mun “seo epistemic” Ys exustramos iteresados en discemir algo parecido a una “categoria tedrica” co- mo caracteristica de la antropologia latinoamericana, aquello que se va a imponer con més vigor es precisamente la dimensi de sujeto cognoscitivo:No mas un extranjero, alguien que observe ‘desde itn punto de vista ~u horizonte- constituide en el exterior, sin embargo, ahora, un miembro de una sociedad colonizada en su origen ~después transformada eri una nueva nacién-, un obser- vador éticamente contrahecho desde un proceso de colonizacién de los pueblos aborigenes situados en el interior de esa misma na~ i6n, Por lo tanto, desde el punto de vista de ese observador inter- no de una sociedad que reproduce mecanismos de dominacién y de explotacién heredados histéricamente, lo que subsiste no po- dra ser apenas el traslado de un concepto metropolitano ~y colo- nial sin repercusiones en la propia constitucidn de ese punto de * La genealogia del concepto de “colonialismo interno” puede ser trazada, tal vez, a partir de autores como Gunnar Myrdal y C. Wright Mill, aleanzan- do su formulacién latinoamesicana mis consistente con Pablo Casanova (1963 y 1970), Rodolfo Stavenhagen (1965) sumna consideraciones interesanes a la teoria dualsta de J. Lambert, mostrando la necesidad de critcarla desde el punto de vista del colonialismo interno. Inspirado en esos autores, rive la ‘portunidad de tratar el problema en Cardoso de Olivera, 1972, 5 CE Balandies, 1971. 40 EL MowMienTO DE LOS CONCEETOS €N LA ANTROFOLOGIA vista Se tratarfa, antes, de un punto de vista diferente, significati- 4amente reformulado, en el cual la insercién del observador ~esto ¢s, del antropslogo como ciudadano de uri pais fraccionado en ferentes etiiias= acaba por ocupar un lugar como profesional de la disciplina en la etnia dominante, cuya incomodidad ética ie) , Gifutda si pasa a la accisn -sea en la academia o fuera de ell: mo intérprete y defensor de aquellas minorias étnicas.( La ideologia indigenista y ta “construccién de la nacién” Delante de esta nueva realidad en la cual se inserta el antropélo~ go y; junto a él, la propia discipling, lo que se impone a la refle~ xidn es precisamente el mivimiento que hace el concepto en su pasaje de Europa hacia América Latina. Decfamos que el pape? def antropdlogo, como cientista y como ciudadan®, pasa a tener un valor agregado en el cjercicio de su profesién, legitimador de su desempefio visto como ura totalidad. Equivale a decir que la _prictica Ge su profesién pasa a incorporar una prictica politica, { cuando no en, su comportamiento, sin duda en su reflexidn te6- \icaFsto no ‘significa de ningtin modo banalizar Ia disciplina ‘mediante ana suerte de activismo politico, primario y dogmiti- £0. En ese sentido, sdlo el dominio diligente de ia disciplina pue- de evitar tal amenaza. Aun asi, nunca seré por temor a dicha amenaza que el antropélogo Latinoamericano renunciara a reali- zar§a Gudadania y su profesién, concebidas aibas como las dos (caras de una misma monedaPor lo menos, la historia de la dis- “Gplinia ya demostré eso en el estudio que ha realizado sobre las relaciones interétnicas. Mucho se podria decir al aspecto, pero te- nemos que cefiirnos a la cuestién especifica que deseamos abor- dar: gqué habria realmente de nuevo en ese sujeto epistémico? (Me parece que, a diferencia del antropélogo curopeo, en’ Améri-\ ca Latina el profesional tiene otro compromiso, igualmente éti- \ co, aun si no siempre es transparente para si mismo o para su €o- 4 munidad de pares: su participacion en la sap fica de Ja, construccién de la nacién, 0 nation building. Mariza Peirano, se- gir me consta, fue la primera antropsloga en evaluar el lugar del at Rosearo Cazooso o€ OuiveiRa tema del desarrollo de la antropologia en Brasil. Aunque la par- ticipacidn en Ia construccién de la nacién no sea monopolio del antropélogo latinoamericano ~Peirano muestra eso~’ entiendo que en América Latina dicha participacién_asume’ contornos baistante espectficos. Me fefiero a la especificidad de una pricti- e@ antropoldgica, asi como_a su horizonte teérico, identificables en varios paises latinoamericanos como indigeniimo. Y es sobre ‘ese indigenismo que restringité las consideraciones a seguir, Diria que el indigenismo como ideologfa, a pesar de sus mu- chos equivocos, estuvo presente en el ejercicio de la disciplina practicamente en todos los paises latinoamericanos poseedores de poblaciones indigenas significativas. México, Guatemala y los paises andinos de América del Sur siempre tuvieron la presencia de poblaciones indligenas en su territorio como tema ~y objeto primordial de las investigaciones antropolégicas. Brasil, aunque poscedor de una poblacién iniligena demograficamente poco ex- presiva, consiguié construir un indigenismo extremadamente fuerte, capaz de contaminar todas las investigaciones de emolo- gia desde que la disciplina logré consolidarse en el pais, a partir de la década de 1930. Curt Nimuendaju, nuestro “personaje con- ceptual” por excelencia ~para usar aqui esa rica nocién deleuzea- rna~ ilustra un claro compromiso del investigador con la defensa de los indios. Sin embargo, e€contaminacién ideoldgica’se dio en la mayoria de los paises latinoamericanos en grado variable, ya que el indigenismo teérico y practico jams dejé de presentar sus particularidades regionales. A pesar de ello, lo que cuenta en nuestro argumento es la politizacién sistematica del antropélogo en términos de la amplia y generalizada ideologia indigenista, no & Ba su tesis doctoral “The anthropology of anthropology: The brazilian ‘ase", defendida en la Universidad de Harvard en 1981, Mariza Peirano mues- tra la idea de nation building como vector importante en la construccién de la antropologia brasilena moderna, Sobre la presencia dela ideologia de la “construccidn de la nackén" tam- bin en las naciones europeas, Peirano advierte que se trata de “un parimetro ¥ sintoma importante para la caracterizacién de las ciencias sociales donde- 4uiera que ells surjan” (of. Peirano, 1992: 237). 42 EL MowMIENTO OF (OS CONCEPTOS EN LA ANTROPOLOSIA obstante la riqueza de matices que singularizan su adopeisn en los diferentes paises del continente. Pienso que no es necesario describir esa ideologia indigenista, aun si nos limitisemos a su nticleo, sino apenas definirla grosso mode como un pensamiento y una accién pautados por un com- promiso con la causa indigena -lo que no excluye los propios ‘errores de interpretacién de esa misma causa...~. Sin embargo, tal definicién acarrea un segundo problema con su inevitable corol riot cosmo interpretar esa causa indigena? ;Se trataria de dar 0} dos a los pueblos indigenas concediéndoles ~por intermedio de sus lideres~ voz activa en la elaboracién de la politica indigenista? 2O de oir, antes o exclusivamente, los intereses del Estado que, en Jos paises latinoamericanos, nunca se configuran como multiétni- cos? En otro lugar (Cardoso de Oliveira, 1988a: especialmente pp. 56-58) tuve oportunidad de sefalar aquello que llamo “crisis del indigenismo oficial”, expresando con esto el actual divorcio centre los lideres indigenas, cada ve mas concientes de los dere~ cchos de sus pueblos, y el Estado, autor y gerente de la politica is digenista, tradicionalmente impermeable a las reivindicaciones de esos lideres. En vista de esto, se ha observado actualmente, en Brasil por ejemplo, una separacién nitida entre el indigenismo oficial y un indigenismo “alternativo”, elaborado, aunque super cialmente, por algunas organizaciones no gubemamentales ~las ONG-, que, eventualmente, puede converger en algunos puntos con la propia Fundacién Nacional del Indio (Funai), cuando esta es, excepcionalmente, dirigida por una administracién més esclarecida... Como una tercera perspectiva a considerar ~fiente a las de la Funai y las de las ONG- est, naturalmente, la que se ‘observa en los intentos de formulacién de una politica indigena propiamente dicha, creada en el seno del movimiento indigena y claborada en sus diferentes congresos y asambleas. Sin embargo, independientemente de las caracteristicas observables en los dife~ rentes paises de América Latina, pienso que es importante regis- trar la fuerte actuaci6n de la ideologia indigenista cuyas diferen- tes gradaciones no son suficientes para oscurecer su presencia en la prictica de Ia disciplina en nuestros paises. Aunque sea necesa~ rio reconocer aqui la diferencia entre politica indigena ~de los in- 43 RoveRro Carooso of OLiveiRA 3s y politica indigenista ~del Estado-, lo que estoy denomi- nando indigenismo representa una idea mis amplia, activada siempre que se manifiesta entre los antropdlogos el compromiso con el destino de los pueblos indigenas. La “friccién interétnica” y el “etnodesarrollo” Al enfatizar al indigenismo como formador de una perspectiva extremadamente importante en la construccién de la antropolo- gia en los paises latinoamericanos, no estoy reduciendo la disci- plina a un ejercicio tedrico 0 prictico orientado exclusivamente hacia las poblaciones indigenas. La antropologia moderna en nuestros paises se inclina hoy ~y muchas veces de forma bastan- te original- sobre la propia sociedad a la que pertenece el antro- pologo, por lo tanto, sobre la sociedad nacional. Para penetrar en ese otro tipo de quehacer antropoldgico, estariamos desviando- nos un poco de nuestro tema. Sin embargo, me gustaria destacar que veo en los estudios indigenas ~a los cuales Ia antropologia, bajo la denominacién de etnologia, dedicé en nuestros paises, 0 en la mayor parte de ellos, su ejercicio mas intenso para la for- macidn de la disciplina~ el marcador de una especificidad que, creo, no se observa tan claramente en los estudios dedicados a la sociedad nacional, sea en sus segmentos rurales, sea en los urba~ nos. De cierta manera -salvo mejor juicio~este tipo de antropo: logia se diferencia poco de aquello que se observa en otras latitu des, inclusive en las antropologias centrales, aunque la pretensiGn de universalidad de estas tltimas siempre puede distinguirlas de las antropologias periféricas, como ya mencioné ~ Dicho esto, me gustaria mencionar por lo menos dos concep~ tos elaborados en el interior de la comunidad de profesionales fa- tinoamericanos de la disciplina y que expresan muy bien aquel traslado conceptual. Me refiero a los conceptos de “friccién in terétnica” y de “etnodesarrollo”. Como intenté demostrar, esos cconceptos son solidarios con la nocién de colonialismo y, conse~ cuentemente, con la nocién de colonialismo interno. Cabe acla- rar, no obstante, que este iiltimo concepto no tiene limitada su 44 d EL MOWIMIENTO DE LOS CONCEPTOS EN LA ANTROPOLOGIA aplicacién apenas a las etnias indigenas, ya que también puede ser considerado como esclarecedor de muchas de las investiga- ciones sobre Ia sociedad rural en su aspecto campesino, como muestran, por ejemplo, los estudios llevados a cabo por el equipo de antropdlogos del programa de Posgrado en Antropologia So- cial del Museo Nacional de la Universidad Federal de Rio de Ja- neiro, a partir de 1968, sobre las regiones del nordeste y centro- este de Brasil, o las investigaciones que tuvieron lugar en la Universidad de Brasilia, después de 1972, con la creacién de un programa equivalente, para quedarnos con dos buenos ejemplos que ilustran el alcance de ese concepto y de su fecundidad en el ejercicio de Is investigacién. Comencemos por el concepto de friccidn interétnica. Este concepto ~que tuve oportunidad de proponer en 1962, cuando elaboré el proyecto “Estudio de areas de friccién interétnica de Brasil” (Cardoso de Oliveira, 1962)," para el entonces Centro Latinoamericano de Pesquisas em Ciéncias Sociais, institucién asociada a la Unesco y con sede en Rio de Janeito~ tuvo su ori- gen en una reflexidn sobre la nocisn de “situacién colonial”, a la que ya me referi, en Ia forma como fue desarrollada por Balan- diet. Eseribi entonces: Ltamamos “fricci6n interétnica” al contacto entee grupos triba~ les y segmentados de la sociedad brasilefia, caracterizado por sus aspectos competitives y, la mayoria de Jas veces, conffictives, asu- miendo ese contacto proporciones “totales”, esto es, envolviendo toda la conducta tribal y no tribal que pasa a ser moldeada por la situacion de ficién interétnica, Un nimero razonable de publicaciones ~entre libros, articu- fos, conferencias y tesis- se valié de ese concepto revelando su uti- lidad tanto en Brasil como en otros paises latinoamericanos.? La * FL concepto de frecidn interétnica, a so ver, guarda un gran parentesco con el de “regiones de refugi, desarollado por Gonzalo Aguirre Beltrin (Aguirre Beltsin, 1967, especialmente). 'Mas all de casi una dcena de tess y libsos esritos en Brasil, orienta 45 Rowearo CaRooso oF OxiveiRn formulacién del concepto significaba, en primer lugar, una actitud critica frente a los abordajes corrientes de la época en Brasil, co- mo aquellos que analizaban procesos de “aculturacién” o de “cam- Bio social” inspirados, respectivamente, en las teorias funcionalis- ta norteamericanas o bricanicas, En segundo lugar, significaba un txastado del foco de las relaciones dle equilibrio y de las represen- taciones de consenso a las relaciones de conflicto y a las repre- sentaciones de disenso. En tercer lugar, aunque de manera incom- pleta, proponia que se observase mas sistematicamente a la sociedad nacional en su interaccién con las etnias indigenas, co- mo elemento de determinacién de la dinamica del contacto inte- rétnico. Con ello, nos apropibbamos de la nocién de situacién co- Jonial, presentada por Balandier, para transformarla en un concepto adecuado para develar la realidad de las relaciones entre Indios y alienigenas, que se mostraria especialmente fecunda para dar cuenta de sitwaciones de contacto entre segmentos nacionales ¥ grupos tribales existentes en el territorio brasilefio, con posibili dad de ser til al aplicarlo en otras regiones de América Latina Ya con relacién al concepto de etnodesarrollo ~formulado de manera bastante consistente por Rodolfo Stavenhagen en la “Reu- nién de Especialistas en Emodesarrollo y Etnocidio en América Latina’, promovida por la Unesco y Flacso, en San José de Costa Rica, en diciembre de 1981—cabe destacar que ese concepto no era sélo un desdoblamiento del concepto de desarrollo, corriente en la literatura econémica y politica producida en Europa y en tas Amé- ricas, sino casiqin Gontra-concepéds ya que implicaba una critica sustantiva 4 las teotTas desarrollistas en boga en los paises de nues~ tro hemisferio. Con este concepto se proponéa una naturaleza de desarrollo “alternativo” que respetase los intereses de los pueblos o dos por el concepto de ieciin interéenica ~v por al de identidad étnica que le es correlato-, cabe mencionar la repereusiga del concepto en paises como Mé- ico y Argentina, como indican, por ejemplo ~y que yo tenga conocimiento~ cl ensayo de Guillermo Bonfil Batalla, "La teoria del contzol en el estudio de procesos étnicos” (Bonfit Batalla, 1988); el trabajo de Miguel A. Bartolomé y Alicia M, Barrates (1977); el conjunto de enseyos compilado por M.R. Ca tullo era. (1987). 46 EL movimienro D€ LOS CONCEPTOS eN UA ANTROPOLOGI de las poblaciones étmicas, blanco de los Lamados “programas de desartotio”, Stavenhagen presenta un elenco de seis consideranda para justificar la adopeién del concepto como instrumento capaz de atender a la especificidad de los pueblos del Tercer Mundo de~ lante de la cuestidn del progreso y la modernizacién: 1. que las estrategias de deszrrotio sean destinadas priorita- riamente a ln atencion de las necesidades bisicas de la poblaci6n y para la mejora de su patron de vida, y no ala reproduccion de los patrones de consumo de las naciones industrializadas, pro- pugnados, exclusivamente por el crecimiento econémico; 2. que la visidn sea endogena, orientada hacia las necesidades del pais mas que hacia el sistema internacional; 3. que no se rechace a priari las tradiciones culturales sino que se busque aprovecharlas, 4, que se respete el punto de vista ecologico; 5, que sea autosustentable respetando, siempre que fivera posi- ble, los recursos locales, sean estos naturales, técnicos o humanos; que sca un desarrollo participante, jamais tecnocritico, abriéndose a la participaciin de las poblaciones en todas las eta- pas de planeamiento, ejecucién y supervisién (CE. Stavenhagen, 1985: 11-44), ‘De mi lectura del texto de Stavenhagen, entre los varios co- mentarios que podrian ser efectuados, me gustaria destacar slo lo referente a un aspecto del concepto de etnodesarrollo que, aunque no explicito, me parece que constituye uno de sus puntos iis sélidos: me refiero a la cuestign ética. En otras oportunidades (Cardoso dle Oliveira, 1996 y 1990), pude efaborar esta cuestion de modo més extenso; una élaboracién a la que no es necesario retornar por ser dispensable a la argumentacién a seguit. Diria, sin embargo, que la ética implicita en el concepto de etnodesa- rrollo se reporta especificamente al sexto considerandum, que en- fatiza el caricter participante de las poblaciones blanco de los programas de desazvoito. Esto porque entiendo esa participacién como condicién minima para la manifestacién de una “comuni- dad de comunicacién y de argumentacién”,)° creada en el proce- CE Apel, 1985 47 RoseRto Cagooso of OviveieA so de “planeamiento, ejecucién y supervisién’ destacado por Sta- venhagen. Tal comunidad aseguraria la posibilidad de que las re- laciones interétnicas sean efectivizadas en términos simétricos, al menos en lo que respecta a los procesos decisivos de planeamien- to, ejecucidn y supervisidn y en el nivel de los liderazgos locales, por Io tanto étnicos, en didlogo con téenicos y administradores alienigenas. Esas relaciones simétricas y democraticas et) rian en la sustitucidn gradual del “informante nativo” por la figuc) ra del interlocutor, igualmente nativp“ Aunque tal comunidad de argumentacién no sea de tan ficil concrecién ~aun cuando involucra pares, a ejemplo de las comunidades de cientistas, co- ‘mo ensefia el propio Apel—! sélo el hecho de tenerla como blan- co ya imprimiria la moralidad indispensable a los programas de etnodesarrollo, siempre que incluyesen cualquier accién externa en su promocién. Conclusi6n Esas consideraciones conducen a una breve conclusién. En lugar de preocupamos por eventuales categorias tedricas que podrian haber sido elaboradas por las antropologias practicadas en Amé- rica Latina, los conceptos que examinamos no son més que cate~ gorfas sociolégicas e histéricas que no deben sefalar nada mas que la fijacién de ug /éxico We la disciplina, afectando poco su si3- taxis™si asi puedo expresarme valiéndome de un parimetro lin: ‘Bilistico-, sintaxis esta responsable pora gramaticalidad de s ee AisciphingD Tal gramaticalidad ~para continuar recurtiendo a\ ‘metiforas lingiisticas~ asegurarfa la pretensién de la disciplina hacia Ia universalidad, esto es, posibilitando su produccién y con- sumo 2 nivel planetario, merced a conceptos tales como estructu- ra cultura, funcién, etcétera, verdaderos conceptos eminentes de la disciplina ~para que nos valgamos aqui de una feliz. expresién durkheimiana- sin embargo, en rigor, ellos son més universaliza- 11 CF, nota anterior. 48 EL MawMiento oF (OS CONCEPTOS EN LA ANTaaPOLOSiA bles que universiles, puesto que su significacién, o carga semin- tica, dependeria del sistema conceptual o del paradigma en que estuviera inserto;!? conceptos que cumplirfan, de cierta forma, el papel de “categorias de entendimiento sociol6gico”, responsables por aquello que el mismo Durkheim denominaba efesqueleto de da inteligencia"'o, con sus propias palabras, “lls [las categorias] ant corame lossature de V'intlligence” -tal como escribid en su ce Iebrado libro Las formas elementales dela vida religiosa-, Pese al sa- bor kantiano y anacrénico de esta formulacién, ella nos ayuda a distinguir drdenes distintos de conceptos: distingo aqui, para efecto de las presentes consideracionesgél “concepto eminente” @ » categoria tear. Gel concept heuristico, cargado de historicidadl ce instrumento de lx investigacion empirical Se podria deci, asi, GaeTEs conceptos aqui teatados son siempre de este segundo tipo, ¢s por 30 que evitamos Hlamarlos categorias. No obstante, son nuevos conceptos generados para desempefiar un papel estraté co en el quchacer de la disciplina y en el trato de nuevas cuestio nes tedricas que surgieron en la préctica de la disciplina en Amé- rica Latina. Pero aqui cabe una reflexidn sobre la persistencia del poder -o de lathegemoniag de las antropologfas centrales))ya que debe admitirse que la dinamica de la antropologia moderna tien- dea asegurar, hoy en dia, un tal estatus “metropolitano” ~retome- 1 Como fos términos estructura y fancién, w otros que podrfamos suman recubren conceptos diferentes, estos, en ef estructralismo frances esrattura Y funcig siguifican algo muy diference que en el estructural-funcionalismo an losajén, del mismo modo que cultura en esa misma tradicin tiene un conte- rhido semAntico diferente si lx confrontamos con el paradigms hermeneutico, fen el cual los términos alemanes Kulture y Bildung expresan respectivamente y on bastante (lida ets diferencias cf, Cardoso de Ove 19886: cap 5~, Sin embargo, al pensar czos conceptos en el interior de paradigmas consti- tuyentes de la matrix diseipinar de fa moderna antropotogia social, podemos cevaluar la posiilidad de que ellos sean mutuamente traducibles. A’ mi modo de ver,Gstablecida la gica de esa traduecidn, tendriamos satisfecha una con- (Giion mira para poser hablar de wna aetropologia plantaria? Con relacién jestion de la earacterizaciin dela antropologia que hacemos en Brasil con fe son de la mati discipline, recurso de e#08 megaconceptos expresivos vvéase Cardoso de Oliveira, 1999, 49 RoseRro Carooso 0 OLiveiRA mos el problema, un significado exclusivamente histérico, mas que una indiscutible realidad(La gfin expansién de la disciplina las diversas latitudes del planeta forzada, es verdad, por la fancisn pedagégica de esas mismas antropologias centrales~ racticamente esti Hevando a la antropologig a un proceso de ‘escentralizacion’ Cdesmetropolitanizacign? de cara a su cre~ ‘ciente modernizacién y actualizaciéa en varios pafses de América \ Latina Agiellos centros adonde surgieron los primeros intentos de construccién de la antropologia -o de su invencién a finales del siglo XIX~ ino detentan mas el monopolio de la disciplina y, mu~ chas vecés insindian cierta rigidez en sus posturas tedricas que el contacto con las antropologias periféricas sélo puede ayudar a su- verar. Esto significa que el mundo académico y cientifico se redu- ean: estando metrépolis y periferias —preficro usar ambas en plural~ cada vez mis préximas. Y eso corrobora afirmaciones que he realizado en diferentes ocasiones: que las llamadas antro- pologfas periféricas no deben ser entendidas como productoras de resultados menos confiables.. Pero, cual es el verdadero lngar que una antropologfa perifé- rica, como la que hacemos en América Latina, ocupa en el inte~ rior de qna matriz disciplin&o, en otras palabras, en una disci- . plina que pueda ser validada en el nivel planetario? Aparte de clasificar a las antropologias que hemos desarrollado entre noso- ‘10s con el adjetivo de *periféricas”, no es excluyente que tanto estas como las centrales vivan la tensién entre paradigmas, una tensién inherente a la dinamica de la matriz disciplinar. Como dijimos en el inicio de estas consideraciones, si no fuera por la pretensidn hacia la universalidad, trazo dis ‘0 de las antropo- Togas centrales, es por el carécter particularizante de las antropo- Iegias periféricas ~incluso de aquellas situadas en Europs= y pa~ ‘a cuya aprehensién, me resulta muy ttil la nocién de esilo.No creo necesario desarrollar ampliamente aqui lo que enfiéndo por tuna estilistica de la antropologia. Pude hacerlo en otra ocasién.14 1 En octubre de 1990 rave Ia oportunidad de oxganizar un seminario sobre “Estilos de antropelogia", en la Universidad Estadual de Campinas- 50 EL movimiento OF Las cONCEPTOS ew LA ANTROPOLOGIA A pesar de ello, diria apenas que la nocién Ease Andividualizacién o especificidad de la disciplina ct Gilatiza en 6*F65 espacioss En el caso de Brasil coind $e TAKERS demosttar, los conceptos de colonialismo inter- rr no, de friceidn interétnica y de etnodesarrollo, cada uno per se, apantan a la dimensign politica de las relaciones interétnicas, lo Gjue significa decir que aungue los estudios étnicos objetiven la comprensidn o la explicacidn de tal o cual puablo indigena,sés _a6infexto nacional envolvente el que se impone con mucha fuer- } (ca en el horizonte de la disciplina y, como consecuencia, en Ix \GGnatnuccién del punto de vista def investigadoy Ta preocupa- cidn, explicita o no, de ese antropslogo esti, por eso mismo, per~ manentemente orientadagfacia ef ‘ages que ocupspiesde donde éticas de su cudadania, part > is é i isi compul cn su paisfTal vea-esté-qu, en In imposicion ca ; 4a dimensidn politica, la peculiaridad de uno Ge 108 estilo mas tes de la antropologia en América Latinay” Referencias bibliograficas Aguirre Beltran, Gonzalo, 1967. Regiones de refigic. México, Lastitato Indigenista Interamericano. ‘Apel, Karl-Orto. 1985. "La comunidad de comunicacién como pre- supuesto trascendental de las ciencias sociales” y “El a priori de la comunidad de la comunicacién y los fundamentos de la ética”, Gmbos en La transformacidn de la filosfia, tomo II. Madeid, Taurus Balandier, Georges. 1971. Saciologie actuelle de CAfrique Noire. Paris, Presses Universitaires de France. c Bartolomé, Miguel A. y Barrabas, Alicia M. 1977, La resistencia Maya: relaciones interétnicas en el oriente de la Peninsula de Yucatén. Méxi- co, INAH/SEP. UNICAMP, durante el cusl procuré plantear algunas ideas que contribuyesen ‘ala orientacién de la cuestién mediante la presentacion de un texto que titulé Notas sobre una estilistica de In antropologia’ (Cardoso de Oliveira, 1995). 5h Roserro Canooso of Ouiversa Bonfil Batalla, Guillermo, 1988. "La teoria del conteol en el estudio de procesos étnicos", en Anuério Antropolgico, 86 Cato Calvo, as. 191-27 rca @ Eonografa i Fale de Catalan" 1 fa Antropologia Catalana. 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Los intereses de los dos paises sobre el aprovechamiento del poten lial hidroeléctrico del rfo Parana Ievaron a la firma de una de~ Claracién conjunta, expresada en el “Acta de Fguxnt” (1966). Se sucedieron diversos estudios técnicos, necesarios para la evalua én del potencial hidroeléctrico del rio Parana, entre Salto del ‘Guairi/Sete Quedas y Foz de Iguazi (estado de Parana). La via~ bilidad del proyecto se volvi6 posible con la firma del Tratado de Ttaip, en 1973. Los gobiernos de Brasil y de Paraguay, en ese acuerdo, definieron tanto la ubicacién de la usina como las bases Técnicas y financietas para su construecién y operacién. Como resultado, se creé el ente Itaipt Binacional. Teaigtd comenzé a ser construida on 1975, aprovechando los saltos del rio Parana, entre Brasil y Paraguay. Fue localizada cer~ ‘ca de las ciudades de Foz de Iguans y Hernandarias (Paraguay). + Bate articulo fue publicado ofiginalmente con el ttule “A UHE Bina cional Tipu e os indiss ks Oca’, en Sivio Coelho dos Santor y Aveliese Nacke (ogs.): Hidreltiricase pouws ind@genas. Flotiandpotis, Letras Conterapo- sneas, 2003. “Traduecién de Eloisa Martin, 53

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