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mejorando, {verdad? Y ya lo hago en publico. —Un espectaculo deplorable —comenté Nessarose—. Es exactamente lo que papa siempre ha condenado de la hechiceria. Todo su atractivo esta en la superficie. —Es cierto, todavia sabe a aceituna —dijo Elphaba, recogiendo un trozo de aceituna negra de la manga y tendiéndoselo a su hermana sobre la yema del dedo—. ,Quieres probarlo, Nessa? Pero Nessarose gird la cara y se perdié en una silenciosa plegaria. _23_ Al dia siguiente, Boq consiguid cruzar una mirada con Elphaba en el recreo de la clase de ciencias de la vida y los dos se encontraron en un lateral del pasillo principal. —jQué te parece este nuevo doctor Nikidik? —pregunto él. —Me cuesta escucharlo —respondio ella —, pero eso es porque todavia quiero oir al doctor Dillamond y no puedo creer que ya no esté. Su rostro tenia un aire de gris sumisiOn a una realidad imposible. —Bueno, ésa es una de las cosas que despiertan mi curiosidad —dijo él—. Me has hablado del descubrimiento del doctor Dillamond. jSabes si ya han vaciado su laboratorio? Quiza haya quedado algo interesante. Tu tomabas sus notas. {No podrian ser la base para una propuesta o al menos para seguir investigando? Ella lo miré con expresion firme y aspera. — No se te ha ocurrido pensar que voy muy por delante de ti? —pregunt6é—. jDesde luego que fui al laboratorio el dia que encontraron el cadaver! jAntes de que cerraran la puerta con candados y sortilegios! ,Acaso me tomas por tonta, Boq? —No, claro que no te tomo por tonta. Pero cuéntame lo que has encontrado —pidié él. —Sus hallazgos estan a buen recaudo — replicd ella—, y aunque en mi formacidn hay lagunas colosales, los estoy estudiando yo sola. —jQuieres decir que no vas a ensefiaérmelos? —pregunto él, escandalizado. —Nunca te han interesado particularmente —tespondi6 ella—. Ademas, {de qué te servirian, mientras no haya nada que demostrar? No creo que el doctor Dillamond hubiera llegado aun a nada concreto. —Soy munchkin —replicé él con orgullo —. Mira, Elphie, practicamente me has convencido de lo que el Mago se trae entre manos. Quiere volver a encerrar a los Animales en las granjas, para conseguir que los descontentos agricultores munchkins crean que esta haciendo algo por ellos y también para disponer de una fuerza de trabajo que abra mas pozos inservibles. Es una vileza. Pero es algo que afecta a Wend Hardings y a los pueblos que me enviaron aqui. Tengo derecho a saber lo que tu sabes. Quiza juntos podamos encontrar la verdad y trabajar para que las cosas cambien. —Tienes demasiado que perder —dijo ella —. Voy a hacerlo yo sola. — Hacer qué? Elphaba se limité a sacudir la cabeza. —cCuanto menos sepas, mejor. Lo digo por tu bien. Quien maté al doctor Dillamond no quiere que sus descubrimientos salgan a la luz. {Qué clase de amiga seria si te pusiera en peligro ati también? —{Qué clase de amigo seria yo si no insistiera? —replicé él. Pero ella se negé a decirle nada. Cuando 61 se senté a su lado durante el resto de la clase y le estuvo pasando notitas, ella las ignoréd todas. Mucho después, Boq llegd a pensar que su amistad quiza se habria estancado, si en esa misma clase no se hubiera producido el extrafio ataque contra el recién llegado. El doctor Nikidik estaba impartiendo una clase sobre la Fuerza Vital. Mientras enredaba en torno a sus pufios dos zarcillos separados de su larga y desordenada barba, hablaba en tonos descendentes, de tal modo que sdlo la primera mitad de cada frase Ilegaba hasta el fondo del aula. Casi ningun estudiante lo seguia. Cuando el doctor Nikidik sacé una botellita del bolsillo de la chaqueta y mascull6 algo acerca de un «extracto de intencién vital», sdlo los alumnos de la primera fila enderezaron la espalda y prestaron atencidn. Para Bog, Elphaba y todos los demas, la cantinela sonaba asi: —Un poco de salsa para la sopa run-run- run... como si la creacién fuera un inconcluso run-run-run... sin perjuicio de las obligaciones de todo ente pensante run-run-run... un poco de ejercicio para los que se estan quedando dormidos al fondo, run-run-run... contemplar un pequefio milagro cotidiano, gentileza de run- run-run... Un estremecimiento de nerviosismo los habia despertado a todos. El doctor descorchdé la humeante botella y dio un respingo. Todos vieron una nubécula de polvo, como una efervescencia de polvos de talco, que escapaba torpemente, formando un penacho flotante sobre el cuello de la botella. El doctor agité varias veces las manos, para que las corrientes de aire comenzaran a arremolinarse en direccion ascendente. Manteniendo algun tipo de extrafia coherencia espacial, el penacho empezo a migrar hacia arriba. Los «jooohs!» que los estudiantes hubiesen querido soltar quedaron pospuestos. El doctor Nikidik levanté un dedo para indicarles que guardaran silencio y todos comprendieron el porqué. Cualquier exhalacién habria alterado las derivas de las corrientes de aire y habria desviado el almizclado polvo flotante. Pero, a su pesar, los estudiantes comenzaron a sonreir. Sobre la tribuna, entre las habituales cornamentas y trompetas de latén ceremoniales, con sus galones, habia cuatro retratos al dleo de los fundadores del colegio de Ozma Towers, que con sus trajes antiguos y sus expresiones graves contemplaban desde lo alto a los actuales estudiantes. {Qué diria uno de esos padres fundadores, si se le aplicaba la «intencién vital», cuando viera a hombres y mujeres juntos, compartiendo el aula magna? {Qué diria sobre cualquier otra cosa? Fue un gran momento de expectacion. Pero cuando se abrio la puerta a un lado del estrado, la mecanica de las corrientes de aire se vio perturbada. Se asomé un estudiante, con expresion confusa. Era un alumno nuevo, extrafiamente vestido con mallas de ante y camisa de algodén blanco, y con un motivo de rombos azules tatuado sobre la piel oscura de la cara y las manos. Nadie lo habia visto antes, ni tampoco a nadie como él. Boq apreté la mano de Elphaba y le susurr6: —jMira! jUn winki! Eso parecia: un estudiante del Vinkus, que lucia un extrafio atuendo ceremonial y llegaba tarde a clase, entrando por la puerta equivocada, confuso y agobiado. Pero la puerta se habia cerrado tras él y habia quedado atrancada, y no quedaban asientos libres en las primeras filas, de modo que se dejé caer donde estaba y se sentd con la espalda apoyada contra la pared, esperando sin duda pasar inadvertido. —jRayos y centellas! jEsta cosa se ha desviado de su trayectoria! —exclam6é el doctor Nikidik—. jImbécil! ;Por qué no viene a clase a su hora? La brillante neblina, del tamafio aproximado de un ramo de flores, habia derivado hacia arriba, impulsada por una rafaga, apartandose de la fila de dignatarios muertos, pendientes de la inesperada oportunidad de volver a hablar. En lugar de eso, envolvid una de las cornamentas y por un momento pareciéd quedar colgada de los retorcidos apéndices. —Bueno, no creo que podamos esperar ningun comentario sensato de esas cosas y me niego a desperdiciar un gramo mas de esta valiosa sustancia en demostraciones para la clase —dijo el doctor Nikidik—. La investigacién todavia esta incompleta y yo habia pensado que run-run-run. No deberia alentar los prejuicios de run-run-run. De pronto, la cornamenta dio un giro convulsivo en la pared, se desprendié del panel de roble y cay6 al suelo con estrépito, entre los gritos y las risas de los estudiantes, especialmente divertidos porque durante un minuto el doctor Nikidik no supo a qué venia tanto alboroto. El profesor se volvid justo a tiempo para ver que la cornamenta se enderezaba sobre el estrado y esperaba, temblando y estremeciéndose como un gallo de pelea, listo y a punto para entrar en la arena. —jOh, bueno, no me miren a mi! —dijo el doctor Nikidik, recogiendo sus libros—. jYo no les he pedido nada! jCulpen a ése, si tienen que culpar a alguien! Y, como si nada, sefialo al estudiante del Vinkus, encogido y con los ojos tan abiertos que los mas cinicos de los estudiantes mayores comenzaron a sospechar que se trataba de un montaje. La cornamenta se irguid sobre las puntas y

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