pidiendo una limosna, de mesn en mesn, en el umbral la hallaron al despuntar el da, con las manitas yertas y mudo el corazn.
Nadie sabe quien era ni de donde vena su risa era una mueca de la desilusin. Y estaba el sello amargo de la melancola perpetuado en dos hondas ojeras de carbn.
En las carnes humanas dejo el hambre sus rastros... La miraron las nubes, lo supieron los astros... El cielo llovi estrellas en la paz del suburbio
Nadie sabe quien era la muchachita plida... Entre tanto -en la noche, la noche triste y clida- arrastrando luceros sigue el arroyo turbio...