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actividad; también resultado, efecto”; y se refiere a una ley natural tal como es
la Ley de la Gravedad. Karma es la Ley de la causa y el efecto cuyo principio
es: “A cada acción o actividad le corresponde una reacción que se le devuelve
al ejecutante en la misma intensidad”. Muy semejante a la Tercera Ley de
Newton del Movimiento. En la Biblia también se habla de la Ley del Karma, allí
se conoce como la Ley de Talión: “Ojo por ojo, diente por diente” o “con la
misma vara que midas, serás medido” o “lo que siembres, cosecharás”. Así
mismo, Jesús dijo: “No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”.
Los científicos comprenden cómo esta ley física de acción y reacción se aplica
a todos lo objetos materiales, y que no pueden existir acciones o
acontecimientos sin sus causas correspondientes; pero la mayoría permanece
inconsciente e ignoran que esta ley también opera para todas las personas de
acuerdo a sus acciones y pensamientos, rigiendo e influenciando el campo
sutil de la conciencia.
De este modo, es por la ley del karma que la yiva o entidad viviente, desde
tiempo inmemorial ha estado actuando en el mundo material, disfrutando y/o
sufriendo las reacciones de sus propias obras; dando lugar así a su
transmigración o emigración de un cuerpo material a otro. Y mientras ella
transmigra, padece y/o disfruta de los resultados de sus actividades pasadas o
karma. Karma significa también “cautiverio”. Aún “el buen karma” o actividades
piadosas, atan a una persona a la rueda de la transmigración.
La yiva crea su propio karma con sus deseos particulares de disfrutar de este
mundo de diferentes maneras. De modo que, ni Krishna (Dios) ni la naturaleza
material son responsables por el karma de la yiva; ésta construye su propio
destino, y según sus actividades la naturaleza material (bajo la supervisión de
Dios), sencillamente la conduce de uno a otro cuerpo para que lleve a cabo
sus deseos. Si uno quiere trascender el samsara o los repetidos nacimientos y
muertes, tiene que estar libre de todo karma.
Existen ciudades en el mundo en donde, según la ley, es una ofensa por parte
del dueño, si su perro le ladra a otra persona que pasa por la calle. Nadie debe
ser asustado por los ladridos de un perro, así es que uno debe ocuparse de su
perro. Tal ley existe. El perro únicamente está ladrando, pero eso ya es
pecaminoso, aunque el no sea el responsable porque es un animal; pero
debido a que el dueño del animal ha vuelto al perro su mejor amigo, él es
responsable por su perro ante la ley. Y si un perro ajeno entra en su casa, no
debe ser matado, pero los dueños del perro sí pueden ser enjuiciados.
Como el ladrido del perro es ilegal, así mismo el ofender a otras personas
también es pecaminoso. Eso es igual que ladrar. Las actividades pecaminosas
se cometen de muchas maneras directa e indirectamente. Bien sea que
pensemos en actividades pecaminosas, o que hablemos de algo pecaminoso,
o que de hecho cometamos una actividad pecaminosa, todo eso se considera
una actividad pecaminosa, y uno tiene que sufrir algún castigo por ellas.
De esta manera, el tipo de cuerpo que uno reciba en su próxima vida estará
determinado tanto por el tipo de conciencia que uno desarrolle en esta
existencia como también por la infalible ley del karma. En cuanto al desarrollo
de la conciencia, ésta depende de nuestros pensamientos, deseos y acciones;
lo cual quiere decir que todo lo que hemos pensado, deseado y hecho durante
toda nuestra vida quedan como impresiones en nuestra mente y ellas son las
que determinarán nuestros pensamientos o nuestro estado de conciencia en el
momento de morir. Así, la naturaleza material nos proporcionará un nuevo
cuerpo conforme a esos pensamientos. La clase de cuerpo que tenemos
ahora, es el resultado del estado de conciencia que tuvimos al morir la última
vez. Y por supuesto, también ha dependido de nuestro karma; es decir de
nuestras actividades que han provocado sus consiguientes reacciones, tal
como una semilla que cuando la plantamos va fructificando con el transcurso
del tiempo. Estas reacciones del karma son el polvo que cubre el espejo de
nuestra conciencia espiritual pura.
Máximas: