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dormitorio y haberme puesto en su lugar el yarmulke ms grande que pude encontrar, encasquetado de manera prominente en lo alto de la cabeza.

Mis tzitzis blancos colgaban visib lemente de los laterales de los pantalones. Cinco minutos despus, la banda sonora de West Side S tory estaba de nuevo en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta, y en el derecho haba un libro de b olsillo de las aventuras de los Hardy Boys. El mismo guarda que me haba pillado unas noches atrs se hallaba de nuevo apostado en la puerta. Buenas noches, le dije al acercarme. Apoyaba una mano en su pistola, la otra en el radiotransmisor, y tena la mirada f ija en un par de adolescentes negros que se dirigan hacia el departamento de electrnica. Buenas noches, me dijo sin volverse. Un Shark? Yo era mejor que un Shark. Era invisible. Me paseaba por las tiendas y los centros comerciales, rara vez me vean y nunca so spechaban: era un ngel con los bolsillos atiborrados, un espritu, un presunto inocente, los Grand es xitos de los Bee Gees se hacan sitio entre mi barriga y la pretina de los pantalones. Haba pens ado que llevar una gorra de bisbol me hara pasar desapercibido, pero ahora descubra que llevar un casquete me haca invisible. Mi yarmulke me haca desaparecer, y conmigo, a partir de tercero ha sta el comienzo de la secundaria en la yeshiva, desaparecieron lbumes, libros de cmics, piezas de bicicleta, un marco de foto de un metro de alto en ocasin del aniversario de boda de mis padres , radios, reproductores de csete porttiles, cohetes de juguete, lanzacohetes de juguete, y e sos paquetes en los que hay tres galletitas Ritz con la rodaja color naranja de queso no kosher. A los catorce aos entr en la Academia Talmdica Metropolitana, situada en la Calle 1 81 con Amsterdam Avenue, en Nueva York. El campus de la yeshiva tena cinco

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