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POSITIVISMO Y CIENCIAS SOCIALES

Por: Yeinsts Herley Rojas Caleño

Profesional en ciencias sociales

Introducción

Los estudiosos de las ciencias sociales en Latinoamérica nos hemos enfrentado


en nuestro trabajo de fundamentación teórico y científico con grandes paradigmas
explicativos e interpretativos que han moldeado de una u otra forma nuestra visión
del mundo, uno de ellos es el positivismo, concepción creada y consolidada en
Europa y adoptada finalmente por la academia Estadounidense y del resto del
mundo desarrollado. Siendo este un paradigma tan importante, de gran alcance en
la interpretación e intervención de la realidad social , se hace imperioso para
quienes iniciamos en el recorrido fructífero del estudio de la sociedad el
conocimiento pleno del significado y alcance de esta concepción, de sus
principales teóricos y sus aportes, para formarnos una opinión crítica y
fundamentada de esta gran tradición, que desde sus inicios se ha enfrentado con
la teoría crítica y la ciencias sociales fundamentadas en posturas hermenéuticas.

El presente trabajo se constituye entonces en un acercamiento a la tradición


positivista que se elabora con el objetivo expreso de conocerla y apropiárnosla
para fundamentar sólidamente nuestra concepción de las ciencias sociales.

¿Qué es el positivismo?

El positivismo es una concepción epistemológica de las ciencias sociales que


irrumpe en el escenario académico en los inicios del siglo XIX. Este paradigma se
inspiró en el pujante desarrollo de las ciencias naturales ,en especial la biología y
la física, y pretendió brindar después de un periodo de intensas convulsiones
políticas y sociales desatadas por las revoluciones francesa e industrial, un sostén
ideológico al orden capitalista, y un estatus científico al conjunto de saberes sobre
la sociedad que con el transcurrir de los siglos XIX y XX se denominarían ciencias
sociales – estatus que se consiguió mediante un proceso conjunto de
institucionalización de los saberes sociales y de disciplinarización y
fraccionamiento de la realidad, expresado en el afianzamiento de la historia, la
economía, la ciencia política, la sociología, la antropología y los estudios
orientales, como disciplinas reconocidas dentro del ámbito científico mundial
((Angarita, 2008 ,p. 93 – 94 ) -. Para conseguir estos objetivos el positivismo
enfatizó , al igual que el empirismo, la experiencia como vía del conocimiento,
viendo en el método experimental de las ciencias naturales – el cual es
identificado como paradigma newtoniano cartesiano ( Boron, 2000 ,p. 214-215) -,
que se apoya en la cuantificación, observación y experimentación rigurosa,
metódica, de una realidad que se considera estable y estructurada por medio de
leyes invariables y evolutivas, el paradigma a seguir en todas las investigaciones
sociales.

A partir del método de la ciencias naturales “exactas” lo que se pretende en la


ciencia social positivista es explicar las causas o el cómo ha sucedido un hecho o
fenómeno, sin importar el por qué o para qué propios de la tradición aristotélica, y
“si no remitimos a Comte y Mill, tal explicación de carácter causal viene expresada
también en la búsqueda de leyes generales hipotéticas de la naturaleza que
subsuman los casos o hechos individuales” (Mardones, 1991, p. 29). La búsqueda
de fuerzas y leyes estructurantes de la sociedad y de sus fenómenos conflictivos
se realiza con el objetivo expreso de predecir y controlar las dinámicas sociales,
ya que la ciencia social positivista esconde un interés dominador de la sociedad y
de los hombres y mujeres que la componen, para lograr estabilizar y volver
funcional la sociedad y sus individuos al sistema capitalista imperante.

Otra implicación del método positivista es que debido al énfasis puesto en la


búsqueda de un conocimiento objetivo de la realidad, esta teoría del conocimiento
menosprecia el papel del sujeto en el proceso cognitivo, ya que considera
imperioso evitar inmiscuir los valores en la investigación científica – valores que
pueden estar presentes en las teorías que utilizan los científicos para interpretar el
universo social, restándole de esta forma objetividad a sus investigaciones -, por
ello el positivismo rechaza la deducción, la necesidad de poseer un cuerpo teórico
que proporcione una concepción de mundo y unas preguntas para interpretar la
realidad, proporcionando así un insalvable obstáculo para la investigación guiada
por esta teoría, puesto que como veremos más adelante cada vez hay mayor
consenso sobre el punto de vista que plantea que en el proceso de conocimiento
la relación activa entre el sujeto y el objeto – en la cual el sujeto indaga la realidad
por medio de un cuerpo teórico que surge a través de la relación práctica con un
objeto que es aprendido en el proceso de conocimiento que es también un
proceso de transformación del objeto de estudio, de transformación de la realidad
– es una condición indispensable e ineludible del trabajo científico.

En síntesis podemos afirmar que el positivismo es una concepción epistemológica


de las ciencias sociales que se caracteriza por tratar de abordar todos los
fenómenos desde un método cercano al de las ciencias naturales exactas, en el
que la experimentación y confrontación de las hipótesis con la realidad es el
elemento que define su verdad o falsedad. A partir de dicho método se elaboran
explicaciones de las causas de los fenómenos que tienden a convertirse en leyes
generales que pueden ayudar a entender los casos o hechos individuales. Esta
forma de abordar la sociedad privilegia el objeto de estudio e intenta reducir el
papel del sujeto y de su universo valorativo y de significado en el proceso del
conocimiento, ya que la objetividad es un asunto primordial. Por último, El
paradigma positivista intenta construir unas ciencias sociales que puedan predecir
y controlar la dinámica social.

Antecedentes del positivismo

Dentro de los antecedentes del positivismo tendríamos a la escuela


iusnaturalista, que congrega a un gran número de autores que van desde
Hobbes, pasando por Locke, Kant, Rousseau, entre otros; los cuales se rebelan
contra la tradición aristotélica predominante en los estudios jurídicos y morales
hasta los inicios de la época moderna, la cual consideraba que en el estudio de las
cosas morales sólo se podía alcanzar un conocimiento probable, puesto que no
existe costumbre o ley que no varíe de sociedad en sociedad. Por ello estos
autores se encaminaron a la búsqueda de las leyes universales de la conducta
humana, que están más allá de la historia y de la gran variedad de costumbres de
las distintas sociedades, las cuales son demostrables al igual que las leyes de la
física descubiertas por Newton, porque se remontan a la naturaleza del hombre.
De esta forma se configuraría una auténtica ciencia de la moral, de las conductas
humanas, que debería trazar la forma más racional del actuar humano, a la cual
se deberían atener todos los hombres (Bobbio, 1997, p. 32-44).

Sin embargo no es sólo el método analítico que ve a la sociedad como un universo


regido por un conjunto de leyes universales lo único que identifica al
iusnaturalismo con el positivismo, pues el esquema dicotómico – identificado así
por Norberto Bobbio – en el cual se basa esta doctrina, que consiste en la
confrontación entre un conflictivo o asocial estado de naturaleza, con la
ordenada, civilizada, legítima y políticamente viable sociedad civil , demuestra
que los autores de esta corriente de pensamiento concebían que debido al orden
que se conseguía en esta última esfera, que es la esfera propiamente estatal
capaz de utilizar legítimamente la violencia para imponer las decisiones de los
gobernantes, debía ser privilegiada por ser el lugar en el cual se garantizaba el
disfrute de las libertades naturales: el ejercicio de la razón, el disfrute de la
propiedad privada, la preservación de la vida, etc.

De esta forma al igual que en el positivismo un elemento relevante para el


iusnaturalismo era la necesidad de establecer y consolidar un orden político y
social frente al conflicto y el desorden. En la época de desarrollo del
iusnaturalismo el “desorden” era gestado por la disolución de las jerarquías
feudales debido al incipiente desarrollo del capitalismo a partir del renacimiento, la
reforma alemana con sus consecuentes guerras que redefinieron el mapa político
de Europa, y la lucha enconada entre lo que se conocía como poderes temporales
y espirituales. Conflictos que según Herbert Marcuse y Franz Neuman llevaron a
los analistas de la época a concebir que

“la sociedad misma era cambio y sólo cambio, y la única pregunta


era si este se debía controlar y cómo, de manera que se
garantizara al menos un orden provisional de conjunto. Las
diversas respuestas a esta pregunta se daban con la siguiente
lógica: el funcionamiento de la sociedad se puede garantizar sólo
estableciendo un gobierno fuerte y no disputado, a cuya autoridad
transfirieran los individuos la tarea de integrar sus intereses
divergentes y de afirmarlos en la sociedad y fuera de ella. Que el
gobierno se constituyera de manera democrática o absolutista era
asunto menor, que dependía de la situación particular del país y la
relación de los grupos contendores; lo único que importaba era la
capacidad del gobierno de controlar la dinámica social y de
garantizar la prosperidad y el orden” (Marcuse-Neuman, 2001, p.
133).

Este marco analítico y las organizaciones políticas que estudiaba estaba destinado
a ser rebasado por la dinámica social, puesto que las revoluciones francesa e
industrial deslegitimaron y demolieron los Estados absolutistas, últimas
organizaciones políticas feudales, y disolvieron el modo de producción feudal por
medio de la liberación de los siervos de la gleba de sus obligaciones con los
señores feudales; además el creciente comercio capaz de integrar en cada vez
mayor medida el globo terrestre, el desarrollo de la industria y de la fuerzas
sociales y políticas burguesas que la impulsaban, se convirtieron en importantes
fuerzas sociales que generaron en los analistas sociales la percepción de que la
emancipación de la sociedad – entendida como un entramado de relaciones
antagónicas pero al mismo tiempo integradoras – de los aparatos de dominación
políticos e ideológicos, era un hecho irreversible que había llegado para quedarse
imponiendo su dinámica a todas las demás estructuras sociales. Hecho ante el
cual los nuevos análisis sociales tenían que descender desde el examen y estudio
de las formas de gobierno y de su historia, desde los análisis filosóficos idealistas
o teológicos, a la esfera de las relaciones sociales de producción, a las nuevas
formas productivas de la sociedad industrial.
En el interior de este nuevo contexto irrumpió con mayor fortaleza de la mano de
Saint Simon la idea de unas ciencias sociales encargadas de estudiar un objeto
legítimo de análisis, la nueva sociedad capitalista, en la cual la industria era
considerada como su principal pilar, pues para él “la sociedad en su conjunto se
basa en la industria. La industria es el único garante de su existencia, y la única
fuente de riqueza y prosperidad. El estado de cosas más favorable a la industria
es, por tanto, el más favorable a la sociedad” (Marcuse – Neuman, 2001, p.
155).El orden de esta nueva sociedad industrial estaría según Saint Simon en
manos de los industriales y sería un asunto estrictamente técnico y administrativo
que encaminaría la sociedad hacia el progreso. A partir de esta concepción se
abriría paso el análisis sociológico positivista de Comte.

La sociología positivista de Augusto Comte y el surgimiento de nuevas


concepciones de las ciencias sociales

Con Augusto Comte encontramos sistemáticamente el planteamiento del


positivismo y el importante papel de esta teoría para guiar las ciencias sociales,
porque este autor plantearía en su “Discurso sobre el espíritu positivo” unos
cimientos teóricos para explicar la realidad natural y social que consisten en la
necesidad del saber positivo de atenerse siempre a los hechos y estudiar el cómo
se presenta un fenómeno y no el por qué se presentan de tal o cual forma
(Comte, 2008, p. 26-27). De igual forma otro de los cimientos del espíritu positivo
que debe impregnar y guiar toda investigación científica es la recomendación de
que el estudio de hechos y fenómenos particulares tiene como objetivo encontrar
su ligazón interna para producir a partir de esta conexión leyes generales
similares a las de la física y astronomía ( 2008,p.31-32)

En esta dirección Comte plantea, apropósito de la función de su sociología


positiva lo siguiente

“la reorganización total, única que puede poner término a la gran


crisis moderna, consiste efectivamente, bajo el aspecto mental,
que es el que debe prevalecer primero, en constituir una teoría
sociológica capaz de explicar convenientemente el pasado
humano en su conjunto: tal es el modo más racional de plantear la
cuestión esencial, a fin de evitar mejor toda pasión perturbadora
(2008, p.85)

Por este motivo establece la ley fundamental de la historia y del progreso en tres
estados que desembocan en el positivo, este estado es el último peldaño de
evolución humana después del traumático tránsito por el estado teológico,
dominado por las fuerzas sobrenaturales, y el estado metafísico, marcado por la
crítica vacía y el desorden espiritual generado por el liberalismo, cuya máxima
expresión sería sin duda la revolución francesa. El estado positivo es
considerado por Comte como el más pertinente para la regeneración social, en
este el poder material se depositaría en manos de los industriales y el poder
espiritual en las manos de los sabios, encargados de guiar la sociedad por los
seguros caminos abiertos por la ciencia (Vélez, 2000,p. 408-409 ).

Es claro que el estado positivo de Comte toma como principal referente las
sociedades capitalistas industriales de su época, consideradas como el más
avanzado estado de civilización que deberían reproducir todas las sociedades en
el mundo, dado su alto grado de control sobre la naturaleza mediante la ciencia y
la técnica, su capacidad de generar progreso material y su poder de integración de
la sociedad.

La escuela positivista y sus ciencias, dentro de estas la sociología, tendrían como


fin en medio de una sociedad conflictiva -como lo era la Francia de inicios del siglo
XIX- el mantenimiento del orden político (Comte, 2008, p.108), que sería una
condición necesaria para el progreso. Esta sociología debería preocuparse más
por la sociedad que por el individuo, ya que para Comte el bien público lleva al
bienestar privado .La sociología sería la última de las seis ciencias fundamentales
– conformadas por la matemática, astronomía, física, química, biología y
sociología- y “único fin esencial de toda filosofía positiva” (2008, p.136), ciencia
final y más importante porque se refiere a la humanidad y en ella confluye y se
resume el espíritu positivo de las demás ciencias.

La influencia intelectual de Comte fue importante para el posterior desarrollo


disciplinar de las ciencias sociales, sin embargo durante todo el siglo XIX la
discusión sobre el método, el objeto y el papel de estas disciplinas en el contexto
de unas sociedades cada vez más convulsas, fue constante; el materialismo
histórico con su énfasis en el carácter dinámico y conflictivo de la realidad social
estructurada alrededor del modo de producción predominante en un periodo
histórico determinado, y su propuesta transformadora, revolucionaria, tuvo un
importante calado en el movimiento obrero y en un importante número de
investigadores sociales; por otro lado se desarrolló una postura epistemológica
que partiendo de la diferenciación establecida por Wildenband entre ciencias
nomotéticas e ideográficas, es decir entre ciencias que estudian y formulan
generalidades y aquellas que se interesan por lo singular e irrepetible, considera
que el método explicativo y generalizante de las primeras, propio de las ciencias
naturales, no debía implantarse en el estudio del ámbito social, puesto que no es
posible formular leyes objetivas sobre este campo de análisis tan infinito e
imposible de abarcar, en él sólo es posible intentar captar el sentido de las
acciones humanas, y aún esto desde una postura totalmente subjetiva,
contingente y hermenéutica. Postura reforzada por Dilthey, quien pensaba que en
las ciencias del espíritu o ciencias sociales no se podía aplicar el mismo método
de las ciencias naturales – sobre todo la neutralidad valorativa – porque ambas
tienen diferente objeto de estudio, pues las ciencias naturales abordan un mundo
extraño y separado del investigador que este puede conocer empíricamente, en
cambio las ciencias del espíritu abordan un universo cultural, histórico, producido
por los hombres y al cual ellos mismos le han dado un sentido , por lo tanto los
investigadores de una u otra forma están comprometidos en la formación y
sentido del fenómeno analizado, por ello el método de las ciencias del espíritu es
el método comprensivo , uno en el cual sujeto y objeto se encuentran
entrelazados y sólo mediante esa estrecha relación se puede comprender o
interpretar el fenómeno estudiado.

El método sociológico de Emile Durkheim

Debido al gran desarrollo de la tecnología y las ciencias naturales en los inicios del
siglo XX, y la agitación social constante de las sociedades industrializadas, la
propuesta cientificista, conservadora e instrumentalista del análisis social cobró
mayores bríos. En esta dirección se enmarcarían los análisis de Emile Durkheim,
quien estableció un método sociológico en el que la realidad social estaba
conformada por un conjunto de regularidades posibles de describir y los
fenómenos sociales eran cosas definibles por sus características externas
mediante la observación y experimentación, que debían ser explicadas por las
causas que las producen; causas que obedecían a aspectos generales de la
sociedad y no a acciones individuales, porque la sociología durkheimiana
enfatizaba la investigación de las leyes generales de la sociedad, privilegiando por
tanto el todo sobre las partes ( Bravo, 1979,p.15-18).

Esta visión del fenómeno social o hecho social ,como gusta definirlo Durkheim,
como cosa y el intento de explicarlo causalmente parte de la concepción de que
en las ciencias sociales se debe aplicar el mismo método experimental de las
ciencias naturales que conciben sus objetos de estudio como cosas exteriores ,
que deben ser rigurosamente estudiados. Para este autor los hechos sociales son
cosas puesto que “en efecto se entiende por cosa todo lo que es dado, todo lo que
se ofrece, o, más bien, todo lo que se impone a la observación. Tratar los
fenómenos como cosas es tratarlos en calidad de data que constituyen el punto de
partida de la ciencia” (Durkheim, 1985, p.59).Esta definición se adapta a los
hechos sociales, considerados como “toda manera de hacer, fija o no, susceptible
de ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o también, que es general
dentro de la extensión de una sociedad dada a la vez que tiene una existencia
propia, independiente de sus manifestaciones individuales” (1985, p.46).
En el caso del análisis de los hechos o cosas sociales es primordial para
Durkheim desechar las prenociones o ideas preconcebidas que tenemos del
fenómeno abordado para tratarlo objetiva y científicamente.

La sociología de Durkheim contiene también un importante carácter


instrumentalista del saber que sirve para consolidar el orden social. Un ejemplo de
ello lo encontramos en el análisis que él hace del suicidio, ya que para identificar
sus causas presupone la existencia de elementos necesarios para la subsistencia
de una sociedad, como la internalización en los individuos de un orden social sin la
cual se presentarían fenómenos no funcionales para la sociedad como la anomia
– fenómenos denominados patologías(síntomas de una enfermedad), que indican
claramente la predilección de este autor por términos de las ciencias naturales, en
este caso la medicina, para referirse a los fenómenos sociales -, entendida como
ausencia de normas en las sociedades, que producirían conductas anormales o
patológicas en los individuos, como el suicidio. Estos puntos de vista, que resaltan
la importancia que Durkheim le asigna en sus estudios a la cohesión social y a la
búsqueda de los elementos perturbadores del orden para facilitar su eliminación y
mejorar de esta forma el funcionamiento del sistema social, al igual que la
predilección por referentes teóricos de las ciencias naturales, llevan a apreciar
porqué es entendido como un teórico conservador consecuente con la postura
positivista (Díaz, 1979, p. 78).

La concepción conservadora de las ciencias sociales se aclara más si tenemos en


cuenta que Durkheim establece que la sociología debe ser una ciencia rigurosa y
sosegada cuyo papel debe ser presentar los hechos sociales como son para de
esta forma “acallar pasiones y prejuicios”(Durkheim,1985,p.167), ya que como
plantea en un segundo prólogo a Las reglas del método sociológico el orden
social y las fuerzas colectivas se le imponen a los hombres, ellos no pueden
modificarlas, por tanto no les quedaría otro camino que reconocer que “su imperio
sobre las cosas no ha comenzado realmente más que a partir del momento en que
reconocen que ellas tienen una naturaleza propia y en que se resignen a aprender
de ellas lo que realmente son”(1985,p.30).

La sociología comprensiva de Weber

Junto a Durkheim y Comte otro de los científicos sociales que fundamentó la


concepción positivista que discutimos fue Max Weber, quien en su sociología
comprensiva planteaba que era imposible desentrañar la estructura de la realidad
social, produciendo en el científico una postura epistemológica que lo lleva a
privilegiar el análisis de fenómenos o hechos individuales, singulares, reduciendo
el todo a una de sus partes e intentando explicar el significado y función de ese
elemento que el investigador considera digno de analizar.

Esta postura, que no encuentra regularidades en la sociedad ni le encuentra a


esta una estructura a través de la cual se puedan identificar los principales
determinantes de las dinámicas sociales, que ve la realidad social como un
conjunto de fragmentos significativos pero sin una interconexión y ligazón interna
que la pueda explicar , es una de las concepciones clásicas que fundamentó el
positivismo, y esto a pesar del importante papel que para Weber tenían los
valores en la escogencia de un objeto de estudio, ya que para él la inclinación por
un determinado fenómeno social estaba determinada por los valores más
significativos que influyen en el investigador, sin embargo esta postura no recula
ante la búsqueda de un conocimiento objetivo ya que para Weber los valores
pueden ser tratados científicamente porque indican lo más significativo de la
realidad social a los investigadores y se pueden sistematizar y tratar de tal forma
que a partir de ellos se pueden formular hipótesis interpretativas que se pueden
generalizar, mediante la herramienta analítica denominada tipos ideales . Por ello
sería posible hablar científicamente, objetivamente, de un asunto, para lo cual el
científico debe hablar de lo que es y no de lo que debería ser, posición
comúnmente reconocida como neutralidad valorativa, que se conecta con el
positivismo al negar la posibilidad de que en el discurso científico ingresen los
valores (Beltrán, 1978, p. 405-415).

El estructural funcionalismo

El funcionalismo, que se haría hegemónico en los principales centros de estudio


social de Los Estados Unidos, retomaría muchos de los puntos de vista del
positivismo de Durkheim y de la teoría weberiana para fundamentar su teoría, que
considera la búsqueda del equilibrio del subsistema social como un imperativo,
y que concibe que los elementos que componen este sistema funcionan de una
forma equilibrada e interdependiente, cerrándose así las puertas a los cambios
que podrían desatar las fuerzas sociales dentro del sistema social, a la historia y
también a los análisis totalizantes capaces de captar la dinámica de las
sociedades.

El estructural funcionalismo considera que “el sistema general de acción contiene


en su estructura cuatro subsistemas: el biológico u orgánico conductual, el cultural,
el social y el de personalidad. Los sistemas son un conjunto ordenado de los
elementos interdependientes, que permanecen abiertos a la percepción de
variables que pueden modificarlos” (Wikipedia).Esta visión sistémica se basa en
una analogía de la vida orgánica y la vida social, que toma como modelo las
funciones de los organismos biológicos, por este motivo dentro del funcionalismo
se considera que cada parte o elemento del sistema social desempeña una
función destinada a mantener el sistema total en buena salud.

Uno de los principales teóricos de esta concepción fue el estadounidense Talcott


Parsons, para quien el objeto de la sociología es el subsistema social o estructura
de las pautas institucionales que definen los roles desempeñados por los
individuos. Para el autor la acción y lo roles de estos últimos deben ser estudiados
por la sociología tomando en cuenta que dichas acciones se inscriben en un
sistema social que cumple cuatro imperativos funcionales: capacidad de
adaptación a las situaciones externas, de alcanzar metas fundamentales;
capacidad de mantener todos sus componentes integrados y de “mantener,
proporcionar y renovar la motivación de los individuos y las pautas culturales que
integran el sistema” (Wikipedia).

Parsons considera que todo sistema social tiende al equilibrio y a la estabilidad,


además cree que las fuerzas perturbadoras del sistema social son los individuos y
que los conflictos sociales se originan en la ideología o la psicología de los
hombres. En este sentido el Estado sería un elemento importante para disminuir el
conflicto ya que se debería constituir en una organización de ayuda y
administración que beneficie a toda la población.

El funcionalismo fue una concepción predominante en la teoría social


norteamericana y europea durante la postguerra porque estaba hecha a la medida
de la sociedad industrial avanzada, que estaba interesada en reducir los
antagonismos y conflictos sociales, en integrar los sectores contestatarios – por
medio del inmenso aparato político e ideológico conocido como Estado de
bienestar – para facilitar la reproducción y desarrollo del sistema capitalista. Es en
este contexto, en el que se fusiona admirablemente la ideología capitalista y la
práctica de administración de la vida social, que un lúcido analista de la época –
Herbert Marcuse – afirmaba

“la sociedad contemporánea parece ser capaz de contener el


cambio social, un cambio cualitativo que establecería instituciones
esencialmente diferentes, una nueva dirección del proceso
productivo, nuevas formas de existencia humana. Esta contención
de cambio social es quizá el logro más singular de la sociedad
industrial avanzada, la aceptación general del interés nacional, la
política bipartidista, la decadencia del pluralismo, la colusión del
capital y el trabajo dentro del Estado fuerte atestigua la integración
de los opuestos que es el resultado tanto como el prerrequisito de
este logro (Marcuse,1981,p.22).
Con la marcada predilección por el orden y la integración social dentro del estudio
científico de la sociedad de inspiración positivista, quedaría demostrada la
imposibilidad de evitar la intervención de los valores en la conformación de una
concepción epistemológica del mundo, ya que la perspectiva del orden y del
equilibrio prevalecería en los análisis de unas ciencias sociales que desterraron
las teorías del cambio social y que por tanto nunca beberían de la concepción
marxista de la sociedad con su énfasis en el conflicto inmanente al desarrollo de
las sociedades, buscando de esta forma proporcionar un discurso ideológico para
fortalecer los cimientos de las sociedades capitalistas; o que cuando tomaron
como punto de referencia el marxismo lo hicieron con el objetivo de integrar a su
cuerpo teórico el conflicto – un conflicto factible de ser “ domesticado ”, por tanto
se niega la centralidad del principal conflicto capaz de transformar las sociedades :
la lucha de clases -, dado que es un elemento que evidentemente está presente
en todas las sociedades, para propiciar las reformas tendientes a evitar la
destrucción del sistema capitalista por parte de las fuerzas sociales que buscan el
cambio, como efectivamente lo intentaron infructuosamente algunos teóricos
cercanos al funcionalismo, como Robert K. Merton ( Díaz, 1979,p. 152-153), y los
distintos reformismos políticos que se han implementado en el mundo para
contener la lucha de clases y evitar los grandes cambio sistémicos.

Crisis del estatuto de cientificidad y del positivismo

A partir del análisis de las teorías que aportaron al desarrollo del positivismo se
observa de forma relevante que el conocimiento de la realidad social inspirado en
este paradigma, que tiene como base la hoy discutida neutralidad valorativa del
conocimiento científico del mundo natural con sus regularidades y procesos
posibles de matematizar y describir objetivamente mediante la observación y
experimentación rigurosas, era imposible de aplicar en el conocimiento de la
realidad social, pues se demostraba lo que ya planteaba Marx en el siglo XIX
acerca de que el conocimiento de la realidad social estaba inseparablemente
ligado al propósito de transformarla – o de intervenir en ella con el propósito de
mantener el statu quo – y que por tanto también la transformación e intervención
de la realidad estaba indisolublemente ligado al proceso de conocimiento (
Sarmiento,2007,p.75-76) .

Perspectiva que se corrobora en el siglo XX cuando las denominadas ciencias


duras se ven abocadas a revisar el estatuto de objetividad y verificabilidad de sus
planteamientos, al reconocerse desde la física que el sujeto y el objeto están
íntimamente relacionados puesto que el observador no es independiente del
acontecimiento, el universo no se puede manipular sin a la vez alterarlo, porque el
sujeto y el objeto son en definitiva una y la misma cosa. Concepción denominada
principio de indeterminación o incertidumbre, planteada por el fundador de la
mecánica cuántica Edwin Schrödinger, que minaba la idea de un mundo
compuesto por un conjunto de leyes y regularidades a partir de las cuales era
relativamente fácil acceder a su conocimiento, como también la posibilidad de
conocer un fenómeno objetivamente, es decir sin mediaciones (
Sarmiento,2007,p.76).

Los efectos de esta concepción no se hicieron esperar, ya que si los sujetos


históricamente situados tenían tan gran papel en la construcción de la ciencia,
esta no podía acceder a un conocimiento objetivo libre de discusiones porque
estaba construida desde los referentes culturales que una cultura determinada
consideraba como más importantes en su época, haciendo de las distintas teorías
científicas visiones parciales e históricas – el filósofo Kuhn los llamaría
paradigmas “realizaciones científicas universalmente reconocidas que , durante
cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad
científica”(Kuhn,1992,p.13),cuyos referentes pueden ser la nueva concepción del
universo que articuló Copérnico al despuntar de la época moderna, la física de
Newton y la teoría de la relatividad de Einstein - , y de la ciencia un invaluable
instrumento analítico que no se desarrolla acumulativamente sino por medio de
revoluciones científicas que cambian un paradigma por otro en medio de un
proceso complejo – en el cual la imposibilidad del viejo paradigma para
proporcionar respuestas a viejas o nuevas preguntas, tiene gran importancia, lo
mismo que las situaciones políticas, culturales y económica reinantes – que lleva
al surgimiento de una visión articulada de mundo totalmente diferente a aquella
que reinaba anteriormente, proporcionando nuevas preguntas y respuestas sobre
la realidad analizada, una nueva visión del mundo, un nuevo
paradigma(Khun,1992,p.92- 211).

Ante este panorama la pretensión cientificista del positivismo recibía un duro golpe
que lo ponía seriamente en duda como postura epistemológica hegemónica,
provocando en las ciencias sociales una fuerte sacudida ante la reafirmación de
un mundo cada vez menos simple y por lo tanto más complejo, frente al cual la
medición, observación y proposición de leyes generalizables – al igual que la
super especialización, que lleva a una visión fragmentada del mundo – no generan
certezas, porque representan sólo un intento de simplificar y hacer accesible la
compleja realidad. Esta situación alcanzaría todas las concepciones
epistemológicas, incluyendo al mismo marxismo – que a pesar de poseer una
concepción dialéctica, compleja e histórica de la realidad social, tiene fundadas
razones para creer que la totalidad social se puede explicar a través de la
dinámica de las estructuras jerárquicas e interrelacionadas que la componen -, ya
que junto a la revalorización de teorías totalizantes y la aparición de teorías como
la de la complejidad, se produjo un auge inusitado de posturas posmodernas que
renuncian a la búsqueda de los fundamentos de la realidad, que es la tarea
primordial que anima el desarrollo de la ciencia y filosofía modernas, cuyas
consecuencias para la teorización social vislumbraremos más adelante.

Vigencia del positivismo y reflexiones finales

Pese a la bancarrota teórica del positivismo, su posición de teoría legitimadora del


orden establecido la ha hecho difícil de eliminar del conjunto de concepciones
epistemológicas que alimentan el desarrollo de las ciencias sociales. Por ello su
papel se hace cada día más palpable en los siguientes escenarios:

 La justificación de la concepción neoliberal del mundo, la cual considera


que la realidad social está conformada por leyes económicas eternas e
inmutables estructuradas alrededor del funcionamiento libre del mercado,
con sus procesos de oferta y demanda, dentro del cual los únicos actores
sociales que pueden participar son los individuos y las empresas, que
deben intervenir competitivamente en él para encontrar su máximo
beneficio. De esta forma se ayuda a fundamentar la concepción que
considera que el mercado tiende a corregir automáticamente sus
desequilibrios sin necesidad de la intervención de la sociedad y del
gobierno (Modelo neoclásico).

Estas leyes están inspiradas en el “paradigma walrasiano” o modelo del


equilibrio general creado por el economista Leon Walras en 1874 que
“describió la economía como un equilibrio –como el equilibrio de Newton
en la física-con precios y cantidades determinadas por el equilibrio entre la
oferta y la demanda”(Stiglitz,2010,p.286).Esta concepción económica y la
de sus continuadores (Kenneth Arrow y Gerard Debreu) dieron por
descontado que el mercado funcionaba con gran eficiencia pasando por
alto las grandes asimetrías en el acceso a la información, los mercados de
riego imperfectos ya que los agentes no se pueden asegurar contra todo
tipo de evento o crisis, y los problemas o retrocesos en la innovación
(2010,p.286).

Al modelo de los mercados perfectos se le llama “modelo neoclásico”,


este modelo además considera que no hay desempleo (no existe el
desempleo), no hay restricción del crédito, la desigualdad de ingresos se
explica por la mayor o menor productividad o contribución marginal a la
sociedad, no existe discriminación y no hay problemas de competencia
(2010, p.290-291).

Como vemos toda una cantidad de tesis insostenibles ante la grave crisis
económica que enfrenta el mundo desde el 2008, cuya causa profunda se
encuentran en la libertad sin restricciones que desde finales del siglo XX se
garantizó durante la fase neoliberal al especulativo sistema financiero.
Libertad que se instrumentó mediante políticas de desregulación del
mercado financiero mundial y la reducción de impuestos a los grandes
capitales; situación que se vio reforzada por una caída en las tasas de
acumulación de plusvalía en las actividades industriales y productivas que
obligó a los capitalistas a desplazar su capital a actividades especulativas
que ofrecen mayores rendimientos.

 Ligado al punto anteriormente referenciado encontramos que el positivismo


en economía ayuda a fundamentar la concepción monetarista Creada por
Milton Friedman quien considera que “para garantizar un crecimiento
tranquilo y sin sobresaltos en el marco de las economías capitalistas, es
necesario y suficiente seguir una política monetaria apropiada que permita
garantizar un crecimiento estable del nivel de
precios”(Pikketty,2015,p.615).Según el monetarismo la intervención del
Estado no es necesaria para salvar la economía, basta con un buen banco
central que garantice una inflación controlada y una buena circulación de
moneda y que en caso de crisis financiera como la de 1929 o 2008 sirva de
“prestador de última instancia”.

Estas tesis del banco central independiente y el objetivo inflación se


han convertido en dogmas irrefutables para los economistas y los directores
de bancos centrales, lo cual ha llevado a que en un país como Colombia
las tasas de interés se aumenten recurrentemente desde el año 2015, con
el objetivo de reducir la inflación, sin tomar en cuenta que al mismo tiempo
se reduce el crecimiento , ya de por sí bajo, de la economía, lo cual puede
generar mayor malestar y empobrecimiento de los trabajadores.

 La influencia del positivismo en las ideologías del fin de la historia-


hegemónicas después del desplome de la URSS-, que consideran que no
hay alternativas posibles a la organización capitalista de las sociedades
mundiales es innegable, pues como sabemos desde que el positivismo
irrumpió en la esfera intelectual ha estado empeñado en consolidar el orden
existente.

 De igual forma la visión fragmentada de la realidad propia del positivismo se


encarnó en las políticas de identidad promovidas por los análisis
posmodernos, que privilegian el estudio y la construcción de identidades
impuestas o adoptadas, como la etnia, género, preferencias sexuales o
tribus urbanas – al igual que en las políticas sociales de focalización del
gasto público, con las cuales se pretende hacer frente a la pobreza, o más
específicamente hacer creer a los pobres que los gobiernos desean
ayudarles, mientras se asfixia el aparato productivo de los países
dependientes y se cancela la necesidad de expandir los derechos sociales,
políticos, económicos y culturales, que están a la base de la concepción de
ciudadanía moderna conquistada mediante vibrantes luchas sociales -, con
las cuales se rompe la visión global de la sociedad y se divide a esta en
varios grupos que no tienen la menor fuerza para transformar una situación
histórica dada (Sarmiento,2007,p.77-78).

 En educación el positivismo se hace presente en el manejo tecnocrático de


las políticas educativas basadas en los análisis estadísticos de variables
como cobertura, permanencia, eficiencia - número de estudiantes
promovidos y repitentes- y calidad -basado en los resultados en pruebas
estandarizadas como las PISA (Programa Internacional para la Evaluación
de Estudiantes) -, que persiguen la adecuación del sistema educativo a las
exigencias del sistema económico mundial.

Sin embargo el positivismo, que ha hecho una especie de simbiosis con el


modelo pedagógico tradicional , se ha convertido también en una
especie de sentido común o paradigma en la forma de orientar el proceso
de enseñanza aprendizaje basado en la división del conocimiento en áreas
o disciplinas que no ofrecen una visión global , compleja, crítica y dotada
de sentido de la realidad ;y que además establece en el imaginario de
docentes y estudiantes la idea de la ciencia y el conocimiento como algo
dado y a lo cual sólo se puede acceder por un único método basado en el
aprendizaje memorístico y unidireccional de contenidos en el cual el
docente debe enseñar o llenar de saber al vacío estudiante.

Esta práctica positivista en la educación ha sido revaluada por modelos


pedagógicos más activos como el constructivismo que parten de un
replanteamiento de la forma en que se estructura el conocimiento. Al
respecto Rafael Porlan maneja la idea de que la ciencia y el conocimiento
se desarrollan de una forma evolutiva y gradual. En el proceso existen
cambios pero también continuidades, que se despliegan mediante un
mecanismo de ecología conceptual, en el cual cada persona o comunidad
intelectual modifica sus posiciones intelectuales ante experiencias nuevas e
imprevistas. Esta perspectiva es importante porque instala en el debate la
visión del conocimiento como constructo social, histórico, en el cual cada
individuo cumple el papel de estructurador de su propia teoría personal. El
conocimiento entonces no es algo dado sino que necesita de reflexión
individual y de la crítica, para su avance.

 Por último, las instituciones encargadas de formar a los científicos sociales


han estado aprovisionando a la burocracia estatal y privada de la
abundante presencia de tecnócratas – principalmente economistas,
abogados y administradores – necesarios para administrar las instancias
públicas y privadas desde las cuales se producen los principales
lineamientos que deciden el futuro de nuestras sociedades. Tecnócratas
que consideran que sus proyectos son científicos, técnicos, por lo tanto se
deben mantener alejados de apasionamientos y vanas discusiones políticas
que esconden oscuros intereses o grandes ignorancias sobre el manejo
macro y micro de la economía, y de la administración pública.

Al respecto un economista reputado como Piketty desdeña de la postura


tecnocrática y supuestamente neutral del saber económico, ya que
reconoce que esta es una ciencia social que tiene una clara intención
política, normativa y moral –reconoce que la economía más que ciencia es
economía política -, que debe aportar herramientas para mejorar el debate
político y democrático, y que no puede escudar sus intenciones detrás de
una excesiva matematización de sus investigaciones y de una supuesta
objetividad y seguridad incontrovertible de sus conclusiones
(Pikketty,2015,p.646).

Ahora bien, fuera de su papel protagónico en el afianzamiento ideológico del


capitalismo en su fase neoliberal, consideramos que un hecho vital que explicaría
la vigencia del positivismo en el análisis social y en la intervención del mundo, lo
encontramos en la crisis del modelo de ciencia predictiva y objetiva cuyo
paradigma era la física, que produjo en las ciencias sociales el auge de corrientes
posmodernas que renuncian al planteamiento de teorías capaces de explicar la
realidad, debido a la complejidad de esta, y al repudio a la tentación totalizante y
anuladora de la libertad que supuestamente esconde todo intento de buscar la
verdad, todo metarrelato. De esta forma se haría presente en las ciencias
sociales aquel fenómeno que Atilio Borón denomina malestar en la teoría ,
caracterizado principalmente por el rechazo a las teorías totalizantes, es decir a
todas aquellas concepciones que intentan articular las diversas dimensiones de la
sociedad, en contraposición se tornarían hegemónicos los análisis parciales y
fragmentados de la sociedad que imposibilitan un conocimiento profundo de la
sociedad y niegan la necesidad de transformar la agobiante realidad del sistema
capitalista (Boron,2000,p.211-214).

Ante este panorama el debilitado positivismo, que desde siempre se caracterizó


por su rechazo a la teorización de todo a aquello que fuera más allá de lo
aparente, de lo sensible, del orden dado – al igual que por su visión fragmentada
de la realidad analizada y su inclinación por la instrumentalización del saber por el
poder, con el consecuente rechazo de la teoría crítica -, se pudo mantener en pie y
continuo guiando tanto la interpretación como la intervención de la realidad social
dada la debilidad de sus oponentes, incluyendo el mismo marxismo que pese a la
verdad de muchos de sus planteamientos ha perdido gravitación en la escena
mundial debido al colapso del estatuto de cientificidad al cual también aspiraba- en
especial en sus dogmáticas versiones estructuralistas -, a la caída de los sistemas
político económicos creados en su nombre; y Más recientemente la arremetida
ideológica y política del capitalismo en su fase neoliberal, la cual amenaza con
recrudecerse debido a la crisis de los diversos partidos y movimientos políticos de
izquierda en Latinoamérica que intentaron con energía sacudirse del yugo
capitalista pero encontraron límites en el modelo de desarrollo extractivista
cobijado por la ideología positivista que plantea que no hay alternativa al
capitalismo neoliberal, para hacer frente a la crisis económica y social que
actualmente enfrenta nuestra región.

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