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(MATEO 5,1-12)
Autor
Prudencio García Pérez
LAS BIENAVENTURANZAS
(Mt 5,1-12)
INTRODUCCIÓN
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la ley, y de un segundo David, en el sometimiento de las naciones. Pero no
todos en Israel esperaban lo mismo:
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Después del pregón sobre el Reino, viene la vocación de dos parejas de
hermanos, llamados a ‘ser pescadores de hombres’ (Mt 4, 18,22), es decir,
para atraer a los hombres a este reinado que comienza. Y ellos ‘lo dejaron
todo y le siguieron’, este es el modelo de seguimiento de Jesús: el
desprenderse radicalmente del pasado. Estas dos parejas de hermanos
representan a los dos grupos de la sociedad judía: los más liberales (Pedro y
Andrés: nombres en griego y vínculo de igualdad) y los más conservadores
(Santiago y Juan: nombres en hebreo y vínculo de autoridad, su padre). Es
una invitación hecha a todo Israel, representado por estos grupos.
1. Introducción (5,1-16)
- ¿Quiénes pueden adoptar una actitud cristiana? (Las
bienaventuranzas)
- ¿Qué peligros corren? (Sal de la tierra y luz del mundo)
2. Cuerpo Central (5,17-7,12)
- La actitud cristiana ante la Ley (5,17-48)
- La actitud ante las obras de piedad (6,1-18)
- La actitud ante el dinero y la providencia (6,19-34)
- La actitud ante el prójimo (7,1-12)
3. Conclusión (7,13-27)
- Requisitos para conservar una actitud cristiana.
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En Mt 5,1-2 se dice de Jesús que ‘viendo la muchedumbre, subió la
monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les
enseñaba diciendo...’. Esta es la introducción de las bienaventuranzas. La
reacción de Jesús ante el gentío es ‘subirse al monte’. En la cultura semítica
el término ‘monte’ tiene un gran simbolismo: el Templo estaba en el monte
Sión y la ley fue dada a Moisés en el monte Sinaí. Por tanto, el monte es el
lugar simbólico de la presencia de Dios en relación con la historia humana, el
lugar donde Dios se manifiesta y se comunica con la humanidad. Así, Jesús se
sube a la esfera divina y se ‘sienta’ (símbolo de estabilidad), pues su lugar
está en la esfera divina. Él ha recibido el Espíritu divino, es el hombre-Dios.
Este texto tiene un fuerte paralelismo con el Monte Sinaí. Allí recibió
Moisés la Ley de Dios para todo el pueblo. Ahora, sin embargo, es Jesús quien
va a proclamar el código de la Nueva Alianza, del Reinado de Dios, que son las
bienaventuranzas. A Moisés le habló Dios, ahora es Jesús quien habla, es el
hombre-Dios, es la manifestación de Dios en la tierra (Mt 1,23: ‘le llamarán
Emmanuel, que significa Dios con nosotros); al Sinaí fue Moisés sólo y el
pueblo se quedo fuera del límite (Ex 19,12-21), ahora se le acercan a Jesús
sus discípulos, simbolizando que la separación entre Dios y el pueblo se ha
terminado, pues los que han hecho una opción por Jesús pertenecen a la
esfera divina. Se acabaron las mediaciones porque Jesús toma el papel de
Dios mismo y todos los que le siguen tienen acceso inmediato a Dios.
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ESTRUCTURA DE LAS BIENAVENTURANZAS
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bienaventuranzas tienen el mismo colofón: "porque ellos tienen a Dios por
rey" o "porque sobre ellos ejerce Dios su reinado".
Además, éstas dos tienen una relación particular entre ellas: son el
marco en el que se encuadran las otras seis. En ambas el verbo está en
presente: "porque ellos tienen a Dios por rey": lo tienen ya, ahora. El Reinado
de Dios es una realidad que existe ya. Sin embargo, todas las demás tienen
los verbos en futuro: "Dichosos los mansos porque ellos heredarán la tierra",
"Dichosos los que sufren porque ellos serán consolados",... De manera que la
primera y la última son una realidad presente, mientras que las otras seis son
una realidad futura: Esto es muy importante. Es una realidad que existe ya y
una realidad que tiene que existir, que existirá después.
En las otras seis hay dos grupos claros: tres y tres. Las tres primeras
-la segunda, la tercera y la cuarta- presentan una situación negativa y
dolorosa de la Humanidad, y se promete el remedio. Es decir, ser manso,
sufrir (o lo que es lo mismo, estar sometido) y padecer injusticia son
situaciones negativas, pero se añaden tres promesas para remediar estas
situaciones. En cambio, las otras tres -la quinta, sexta y séptima- hablan de
actitudes positivas, que tienen también una promesa: "Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia; dichosos los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios, y dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios".
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(32,2; 33,12) y en los dichos de los sabios (Si 25,7-11). Sin embargo, en todo
el AT resulta imposible encontrar una serie de bienaventuranzas como la que
nos presenta Mateo.
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cómplices de ella (por medio de la acumulación). Éstos son ‘dichosos’ porque
están dentro del reinado de Dios (Tú eres de los míos!), en la esfera donde
Dios muestra su amor y no se viven las consecuencias negativas de la pobreza:
la miseria y la dependencia. Y, ¿Cómo reina Dios? Comunicando al hombre su
espíritu de vida y de amor. Éstos están dentro de la órbita del Espíritu de
Dios. Por tanto, forman una sociedad totalmente nueva, basada en el amor y
la entrega, donde no hay miseria ni dependencia. En ese nuevo grupo humano
encuentran su verdadera libertad y felicidad, pues no son esclavos del dinero
ni del capital, pues donde Dios reina no hay miseria ni dependencia que
significan la falta de libertad y ausencia de felicidad. Por esto se dice que los
que hacen una opción por la pobreza son ‘dichosos’.
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grupo. Es en esa comunidad humana donde se manifiesta el amor del Padre,
que se traduce en el amor de unos por otros, y por tanto no hay que
preocuparse porque nunca faltará de nada.
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a esta gente prometiéndoles que Dios lo arreglará. Pero todo seguía sin
solución hasta los tiempos de Jesús. El salmista les hace la promesa de que
‘ellos poseerán tierra’ (Sal 37,9), pero sin artículo, es decir, cada familia
tendrá un terreno. Sin embargo el evangelista habla de que ‘ellos poseerán la
tierra’, con artículo: ya no se trata de un trozo de tierra, sino de la tierra
entera como símbolo de la tierra prometida. Por tanto, la ‘posesión de la
tierra todos en común’ es el símbolo de la libertad, dignidad e independencia
de todos los hombres. O sea que todos los sometidos van a encontrar en este
nuevo mundo creado por la comunidad evangélica su libertad y autonomía. Una
manera de acabar con la injusticia. Pero esto en la comunidad cristiana no se
ha cultivado mucho, sino en grupos esporádicos.
Estos que sufren, los oprimidos, van a ser dichosos, porque van a
encontrar consuelo. Su sufrimiento va a ser aliviado y suprimido. ¿Cómo es
posible realizar esto? ¿Es que Dios va a cambiar su situación social? Ya
afirmamos que el Reinado de Dios implica la construcción de una sociedad
alternativa a la existente, una sociedad donde todos los hombres son iguales,
libres, solidarios, hermanos bajo un mismo Padre. La primera
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bienaventuranza, en presente, constituye ya ahora la comunidad cristiana, el
lugar donde Dios reina, y una vez que ésta ha sido constituida, comienza el
proceso liberador de la humanidad (las demás bienaventuranzas están en
futuro). Y por liberación se entiende hacer pasar al hombre de un estado
negativo (estado de opresión, injusticia, servidumbre, dependencia) a otro
positivo (libertad, autonomía, amor, justicia, solidaridad, etc...). Así, al
formarse por opción personal la comunidad cristiana, se crea el espacio
adecuado donde los que sufren o están oprimidos pueden encontrar su
consuelo y salir de su situación negativa. Y para ello se requieren dos cosas:
que la gente conozca que existe otra sociedad alternativa a la existente (lo
cual implica el anuncio y proclamación de este nuevo modelo de vida) y que la
alternativa exista realmente (no sólo es el anuncio de una utopía, sino que se
vea que existen grupos o comunidades cristianas que viven según ese
espíritu). Algo así como la parábola del grano de mostaza, que se hace más
grande que todas las hortalizas. Por tanto, no se trata de teorías filosóficas,
sino de hacer ver a la gente del mundo, con nuestra vida práctica, que es
posible vivir ese ideal de igualdad, amor, libertad y justicia. Y ahí es donde
los oprimidos, los que sufren, van a encontrar su consuelo, porque en esta
nueva sociedad la opresión no existe.
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depende de lugares, circunstancias y situaciones, lo que nos llevará a buscar
las iniciativas más adecuadas para el lugar donde vivimos. Pero hay que tener
en cuenta que las bienaventuranzas no son leyes, sino espíritu. Por tanto,
debe ser el Espíritu de Jesús el que nos empuje a la acción y no el deber o la
obligación, pues así no se hace nada ni se llega a ningún sitio.
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6. ‘DICHOSOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN, PORQUE ELLOS VERÁN A
DIOS’ (Mt 5,8)
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es sólo la ausencia de la guerra, sino que significa también la prosperidad, las
buenas relaciones humanas (fraternidad), la defensa del derecho y la recta
administración de la justicia. En otras palabras, la felicidad del hombre. Por
consiguiente, cuando decimos ‘dichosos los que trabajan por la paz’, estamos
diciendo que ‘son dichosos los que trabajan por la felicidad de los hombres’.
Y a todos éstos se les hace una promesa también: ‘serán llamados hijos
de Dios’. En el lenguaje de los evangelios, se llama ‘hijo’ no solamente al que
nace de un padre, sino al que se parece a su padre, al que se comporta como
él. El que no se comporta como su padre no es su hijo, aunque haya nacido de
él. Un ejemplo clarificador de esta idea es el texto de Mt 13,53-58, cuando
Jesús vuelve a Nazaret y la gente se pregunta: ¿No es éste el hijo del
carpintero, de José? Obviamente todos sabían que era hijo de José, pero su
pregunta indica más bien que su comportamiento y su actividad es totalmente
diferente de la de su padre, o sea, que no se parece a su padre en nada.
De este modo, a los que trabajan por la felicidad de los hombres, Dios
los va a llamar hijos suyos, porque se comportan como él, pues su deseo es la
felicidad del hombre. En el lenguaje semítico ‘dar un nombre’ o ‘llamar’ indica
tener un conocimiento de la naturaleza, cualidad y esencia de esa persona. En
consecuencia, saber el nombre de una persona significa conocer su realidad
más íntima, sus secretos y su destino. Así, ser ‘llamados hijos de Dios’ es lo
mismo que decir que son reconocidos como verdaderos hijos suyos y, por
esto, proclaman al mundo entero la imagen del Dios verdadero.
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mismo tiempo en fidelidad al hombre. Esta es una fidelidad al compromiso u
opción hecha en la primera bienaventuranza. De ahí que Jesús la aplique
inmediatamente a sus discípulos diciendo: “dichosos vosotros cuando os
persigan por causa mía”. Es fidelidad a Jesús, a su causa, a su mensaje, a la
opción de la primera bienaventuranza, es decir, por la pobreza, eligiendo a
Dios y renunciando a la idolatría del dinero.
¿Por qué se dice que ‘éstos tienen a Dios por Rey’? ¿Por qué son
‘dichosos’? Porque tienen la experiencia personal y comunitaria de que Dios
está con ellos, porque sienten su presencia y su reinado sobre ellos. Digamos
pues que la persecución es el signo del éxito de la comunidad y signo de la
presencia de Dios, pero esto no quiere decir que tengamos que buscarlas o
provocarlas.
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Cuando se vive en la fidelidad al evangelio y se atacan con nuestra
propia vida las bases injustas de la sociedad, ésta va a buscar siempre la
manera de desacreditar a la comunidad cristiana comprometida. Le colgarán
etiquetas de todo tipo, las peores posibles: ‘herejes’, ‘comunistas’,
‘anarquistas’, etc.
Cuando todo esto suceda, hay que dar un ‘salto de alegría’ (que es lo
que significa el verbo griego) pues la recompensa es Dios mismo, su reino, su
espíritu de amor, su presencia. Y esto es poco convencional, porque cuando
alguien nos hace algo sucio, o nos pone la zancadilla, lo normal es ponerlo a
parir; sin embargo, la reacción del que vive la alternativa del reino debería
ser: ‘es lógico, tiene que pasarme, lo malo sería que no me pasara’.
CONCLUSIÓN
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• Es una opción personal libre por la pobreza (poner la propia seguridad
en Dios, ser generosos, compartir) como valor en contraposición con los
valores de la riqueza (dinero, fama y poder). Esta es la puerta de
entrada al Reino de Dios y donde comienza a amanecer la comunidad
cristiana.
• Las situaciones negativas de la humanidad (‘hambre y sed de justicia’)
van a ser cambiadas radicalmente, porque hay una alternativa, la
comunidad cristiana, que va a luchar para que el amor de Dios brille
entre los hombres.
• Pero para conseguir este objetivo, se requieren unas actitudes o
disposiciones dentro de la comunidad cristiana: 1) prestar ayuda,
sabiendo que van a recibir ayuda; 2) limpieza de corazón,
transparencia, sencillez, autenticidad, sinceridad, actitud interior que
se refleja en la conducta y tiene como premio la presencia continua del
amor de Dios en la comunidad y en los individuos; 3) trabajar por la
felicidad de los hombres, con el objetivo de liberarlos de la injusticia
e iniciarlos en el camino de la fraternidad, solidaridad, del compartir, o
sea todo lo que favorece un clima de amor entre los hombres. El que se
comporta de esta manera, se parece a Dios y por tanto será
reconocido como hijo suyo.
• El crecimiento y desarrollo de esta nueva comunidad humana, basada
en los valores del evangelio, molestará a la sociedad existente pues se
basa en valores injustos y promueve la injusticia, lo que traerá consigo
persecuciones, calumnias e injurias. Debemos pues mantenernos firmes
y fieles a la opción realizada, porque Dios no nos va a abandonar, antes
bien vamos a experimentar su presencia y su protección con más
fuerza a nivel personal y comunitario.
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