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En esta obra se honra a seis poetas: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane
Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam y Pauvre
Lelian (anagrama de Paul Verlaine). Los comentarios que Verlaine dio sobre cada uno
de los poetas, es la descripción de una fuente primaria.
Hay cuatro poetas que ejercieron una revolución en la poesía francesa, ellos son:
Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé.
Poetas que se segregaron de la sociedad, huyeron de los honores, de los puestos
oficiales y adquirieron aspectos de marginados sociales, conocieron la miseria, las
enfermedades y el abandono.
Reaccionaron contra los poetas románticos, estos eran la voz de la sociedad, sentían y
pensaban en nombre de la comunidad.
A partir de Baudelaire no se tratará del poeta sufriendo por todos, sino que será el
propio sufrimiento encarnado en la poesía. Con ellos comienzan a surgir un puñado de
poetas que comenzaban a reunirse en los cafés junto a artistas de la bohemia.
Estos genios generaron elaboradas reflexiones sobre el fenómeno poético, influenciados
enormemente por Edgar Allan Poe.
El dogmatismo del siglo XVIII y que se prolonga hasta el siglo XIX, se ve sustituido
por una juventud escéptica, agnóstica , que ha perdido la fe en los programas y serán
reveladores de los males del siglo.
Baudelaire (1821-1867)
Se encargó de tomar los principios estéticos de Gautier, para lograr una mayor
profundidad. Sus temas fueron el arte, la mujer, la ciudad, la bohemia, la muerte y el
hastío, entre otros; temas que molestaban y le valió la censura y el procesamiento por
parte de la legislación burguesa.
Sus escritos técnicos se interesaban por la belleza más que por el arte. Belleza como
efecto del arte, herencia que toma de Poe, en donde la poesía debería ser el acceso a la
belleza.
Si para los románticos la belleza era tomada de la naturaleza y de los mitos como
símbolos de una armonía perdida, para Baudelaire el paisaje mítico de donde provenía
la fuente de inspiración era la ciudad, sus habitantes anónimos, sus miserias humanas,
sus placeres, sus sueños etc.
Al respecto Baudelaire dice: “Yo encontré la definición de lo bello, de mi belleza; es
algo ardiente y triste , algo un poco vago, que aleja margen a la conjetura. Voy a aplicar
mis ideas a un objeto sensible, por ejemplo el objeto más interesante de la sociedad, a
un rostro de mujer...”.
Ha sabido intuir las relaciones entre el amor y el mal, quedando plasmado en “Las
flores del mal”, obra que le costó ser condenado por ultraje a la moral pública y a las
buenas costumbres, pero lo cierto es que este libro marcó un hito en la poesía moderna.
Sería el comienzo del fin, “Las flores del mal” comenzará a ser escrita en pleno estado
depresivo, producto de la sífilis, luego vendría el opio, la miseria, la hemiplejía y la
muerte en agosto de 1861. Si hay algo curioso es que el 31 de mayo de 1949 la Sala
Criminal del Tribunal de Casación rehabilitó la persona de Charles Baudelaire,
anulando el fallo de 1857.
“Afana nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
La mezquindad, la culpa, la estulticia, el error
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
nuestros remordimientos, compacientes nutrimos”
(Extracto de “Al Lector”. Las Flores del Mal).
Verlaine (1844-1896)
Su lengua es sencilla, ingenua y conmovedora, su poesía fue comparada con la música
porque ha sabido jugar con los recursos de la misma. En donde todo está ahí intocable,
perfecto, indecible.
Si bien fue influenciado por Baudelaire, progresivamente tomará características propias.
Sostenía que sus poesías vacilaban entre el sonido y el sentido, pudiendo captar que de
la lengua Francesa se podía extraer musicalidad.
A diferencia de Baudelaire, se separá aún más de la tradición romántica, descubriendo
que las sensaciones y los sentimientos se transmiten mejor suscitándolos que
expresándolos.
Su deseo de ser libre es una ilusión tenaz y junto a tanta rebeldía, la poesía de Verlaine
expresará espontaneidad.
En 1871 se produce el encuentro con Rimbaud, hecho que cambia el destino del poeta y
de su poesía. Encuentro que provoca un enamoramiento ciego hacia Rimbaud,
abandonando su vida matrimonial, para comenzar una tumultuosa aventura junto a
Rimbaud. Las peleas y reconciliaciones serían innumerables hasta que un disparo del
arma de Verlaine hiere a Rimbaud, para finalizar en la cárcel.
Esos años de prisión le sirven como desintoxicación física y moral. Siendo en este
periodo místico- cristiano, en donde nacen “Romanzas sin palabra” (1874) y “Sensatez”
(1881), reflejando su búsqueda de Paz.
Luego en la libertad volvería la vida bohemia, el alcoholismo, la miseria, que lo
obligarían a internarse reiteradamente. Pero es en ese momento cuando logra la más
genial de su obra: “Amar” (1888), “Paralelamente” (1889), “Liturgias íntimas” (1892) y
“Elegías” (1893).
Finalmente en 1896 muere.
Rimbaud (1884- 1891)
Fue un genio; a los 20 años ya había escrito toda su obra y a los 37 años había
terminado su vida. Siendo uno de los poetas más grandes de su tiempo.
Sin embargo durante mucho tiempo su poesía permanecía ignorada, él mismo se
despreocupaba de que sus poemas fueran difundidos. Serán los surrealistas los
encargados de resucitar sus poesías y junto con ellas el mito Rimbaud, el del
adolescente furioso y enloquecido, que quiere cambiar la vida.
Rimbaud pensaba que el hombre se había vuelto manso y mediocre, incapaz de
entusiasmo de goce auténtico.
En 1871 Rimbaud descubre lo que considera la verdadera naturaleza poética: el poeta
no debe ser un artista, sino un vidente y a partir de entonces pone todo el empeño en
evadirse de lo real y en la penetración del universo inexplorado de las sensaciones. Dirá:
“El poeta se vuelve vidente por un logro inmenso y razonado desequilibrio de todos los
sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; él mismo busca, agota en
sí todos los venenos....”. (Carta a P. Demeny).
En 1873 escribe “Iluminaciones”, pero es publicada por Verlaine en 1886 y también
escribe “Temporada en el infierno” (1873). Dos años después deja de escribir y
comienza una serie de viajes para Europa y África, dedicándose a la aventura y al
tráfico. En 1891 será repatriado en forma urgente a raíz de una grave enfermedad;
muere en Marsella en noviembre de ese año.
“Una noche, senté a la belleza en mis rodillas, y la encontré amarga. Y la injurié.
Tomé las armas contra la justicia.
Hui ! Oh brujas! Oh miseria, Oh rencor, a vosotros
fue confiado mi tesoro!...”.
Extracto una temporada en el infierno
Mallarmé (1842- 1898)
En contraste con Rimbaud, Mallarmé era obstinada y rigurosa con una veta estudiosa,
monótona y sedentaria.
La lectura de “Las Flores del Mal”, define su gusto por la poesía y lo aleja de las
románticos.
Sus obras y proyectos más ambiciosos son de su primera época, escritos como:
“Herodías”, “La Siesta de un fauno”, “Igitur”.
Intenta alcanzar una inaccesible perfección mediante el rechazo de lo real. Necesita
desterrar la idea de que la auténtica poesía puede ser leída por todos. En su opinion hay
que devolverle su dignidad y preservarla de la admiración fácil y trivial.
La intención de explicar el mundo y la pureza ideal, la realiza a través de dificultosos
medios.
El poeta recibe, según Mallarmé infinidad de palabras y de imágenes que le dictan,
espontáneamente, ya sea la inspiración o el mundo exterior. Hay que combinarlas entre
sí y hacer surgir sus analogías que permitirán el descubrimiento de los recíprocos
significados. De esta superposición de imágenes surgirán sus poesías.
El simbolismo de Mallarmé permitirá el intercambio de lenguajes entre los entes, es así
que “La egloga” de Mallarmé inspira a Debussy su preludio de igual nombre, y en esta
música se inspirará Nijinsky para revolucionar al ballet, en 1912.
El altísimo ejemplo poético y la tensa exigencia teórica de los poetas mencionados,
tardaron algunos años en ser plenamente comprendidas y asimiladas y siendo sus frutos
una nueva oleada de grandes poetas, varias de ellos recibieron el Premio Nobel, fueron
figuras conocidas y respetadas. Finalmente la herencia fue recibida por la poesía
moderna.
Poetas malditos
¿Siguen existiendo?
Me gustan los poetas desconocidos, los que antes se hacían llamar “poetas malditos” y
que ahora, en los cambios de siglo, se han extinguido. La expresión tan repandida
“poetas malditos” tiene su origen en un libro de Paul Verlaine llamado “Les poetes
maudits”, publicado en 1888. El escritor francés escribe ese texto como una suerte de
homenaje a su amigo poeta y amante Arthur Rimbaud y en él evoca y elogia a toda una
serie de poetas contemporáneos como Tristan Corbiere o Stéphane Mallarmé, realizando
una verdadera galería de la poesía francesa de fin de siglo. De más está decir que el
libro de Verlaine le sirvió a muchos de esos poetas hasta ahora desconocidos a afirmarse
en el terreno literario galo.
El adjetivo maldito tendría entonces que ver con una temprana actitud de oposición
frente a la sociedad, una vida complicada y una difícil interpretación poética. A partir de
ésto podemos decir que la noción de “poeta maldito” se focaliza en el concepto de
incomprensión: incomprensión social e incomprensión literaria.
Hoy en día en Francia entendre es utilizado ampliamente como sinónimo de “oir” (ouïr
en francés). Todas sus otras acepciones han perdido una buena parte de su uso.
Sin embargo, la pluralidad semántica del verbo francés entendre nos ayuda a
comprender mejor la idea de Baudelaire. El poeta maldito no puede ser ni
comprendido (el verbo entendre tomado según su acepción intelectual) ni escuchado
(entendre en el sentido contemporáneo que le otorga el habla francesa). Esta
incomprensión total es la base de la superioridad del artista (su reloj adelanta).
Pero al mismo tiempo, e irónicamente, esta incomprensión de la genialidad del artista es
lo que justificó (sigue justificando dirán algunos) todo el trabajo del crítico literario.
Esto significa lo siguiente: como el artista adelanta y como ese adelantamiento vuelve
difícil su comprensión pública, el rol del crítico sería el de intentar acercar la obra del
genio al simple lector mediante la interpretación acertada de la potencia estética de la
obra del escritor maldito. El trabajo del crítico consistiría en develar, descubrir, la
significación oculta en los oscuros e incomprendidos versos del poeta. Su labor sería
entonces la de un relojero que busca poner en hora al reloj del público.
Ahora bien, al principio de este texto afirmé, al pasar, que los poetas malditos se estaban
extinguiendo. Antes de que alguno ponga el grito en el cielo explicaré a lo que me
refiero: lo que está desapareciendo es la visión del artista como genio cuyo reloj
adelanta. Ahora, con la evolución de los sistemas de comunicación y el aumento de la
velocidad en la producción-recepción de los mensajes, la hora del público está
tendiendo a acercarse a la hora del artista. La producción y la recepción se producen
casi simultáneamente y, cada vez más, las esferas cambian de lugar: el receptor se
vuelve productor y viceversa. Las producciones literarias interactivas y on line se
dirigen hacia una participación activa del lector, que en un abrir y cerrar de ojos se
vuelve escritor, proponiendo sus textos y corrigiendo los textos de otros. De esta manera
el escritor y el lector comparten ya el mismo tiempo, el mismo horario: el tiempo real.
Artaud es autor de una vasta obra que explora la mayoría de los géneros literarios,
utilizándolos como caminos hacia un arte absoluto y "total". Sus tempranos libros de
poemas (luego abandonaría el preciosismo poético, decepcionado) L'ombilic des limbes
(El ombligo de los limbos) de 1925 y Le Pèse-Nerfs (El pesa-nervios) anuncian ya el
carácter explosivo de su obra posterior. Es más conocido como el creador del teatro de
la crueldad (cf. El teatro y su doble, 1938; Manifiesto del teatro de la crueldad, 1948),
noción que ha ejercido una gran influencia en la historia del teatro mundial. Trabajó en
22 películas, durante los años 20 y 30, entre las que destacan Napoléon de Abel Gance y
La Pasión de Juana de Arco de Carl Theodor Dreyer.
Contenido
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• 1 Biografía
• 2 Rechazo con violencia los refugios de la Fe y el Arte
• 3 Obra
o 3.1 Los Tarahumaras
o 3.2 Heliogábalo
o 3.3 Analogía entre el teatro y la peste
o 3.4 Notas
• 4 El Teatro de la Crueldad de Artaud
• 5 Filosofía de Artaud
• 6 Influencia
• 7 Fragmentos
o 7.1 El ombligo de los limbos
o 7.2 El pesa-nervios
o 7.3 Van Gogh el suicidado de la sociedad
o 7.4 Para acabar con el Juicio de Dios
o 7.5 Los Tarahumaras
• 8 Véase también
• 9 Bibliografía
• 10 Enlaces externos
Biografía [editar]
En 1920 llega a París para dedicarse a escribir. Reúne sus primeros versos bajo el título
Trictac del ciel (1924). Dirá después de ellos que no lo representan por ser afectados,
"farsas de un estilo que no lo es y que nunca lo fue." A raíz de su publicación entra en
contacto con André Breton, quien acaba de hacer público, a su vez, el primer Manifiesto
Surrealista. Asume el cargo de director de la oficina de investigaciones surrealistas. A lo
largo de este periodo escribe también guiones de películas y poemas El ombligo de los
limbos, El pesanervios, etc.
Junto con Roger Vitrac funda, en ese período, El teatro Alfred Jarry y entre 1927 y
1929, monta cuatro espectáculos. El absoluto fracaso de sus primeros montajes le lleva
a refugiarse en la teoría, con lo que sienta las bases del denominado Teatro de la
crueldad.
Aquel que apuesta por el impacto violento en el espectador. Para ello, las acciones, casi
siempre violentas, se anteponen a las palabras, liberando así el inconsciente en contra de
la razón y la lógica.
Antonin Artaud - El teatro y su doble.
En 1936 Artaud viaja a México y convive con los Tarahumaras, un pueblo indígena,
para encontrar la antigua cultura solar y experimentar con el Peyote.Durante una
década en Montparnasse (1924-1934 ) Cantú convivió con Artaud Tanto en las visitas
del Poeta al Atelier de Rue Dlambre como en La Rotonde y Le Dóme ; Tarde tras tarde
hablaban sobre arte, poesía y surrealismo. En 1934 Cantú decidió regresar a México , la
comunicación con Artaud y Breton siguió y para 1936 el Poeta decide visitar a su
amigo. En lagunas ocasiones Artaud se quedo hospedado en casa de Cantú en la calle de
San Francisco 325 en la colonia del Valle. Esa época en México la escuela de pintura
Mexicana del siglo XX Tenia su principal foro en la Galería de Ines Amor. Artaud
acompaño varias veces a Cantú a esta Galería ( Inés narra en sus memorias como
mientras trataba la venta de obra con Cantú, Artaud permanecía en una silla inmóvil ,
perdido en la droga). Y es an la Galería donde Artaud se relaciona con Maria Izquierdo.
Cuenta Cardoza y Aragon en el libro ( Antología): Alguna vez encontré Artaud en casa
de Maria Izquierdo junto con Federico Cantú (1907-1989) y Luis Ortiz Monasterio(
escultor 1906-1990), quizá lograron en alguna forma ayudar Artaud en sus apremios de
gran enfermo…… pero no se a quien se le ocurrió que Artaud viviera en el prostíbulo
de Ruth.
Hipnotizado por su propia miseria, en la que vio a la humanidad entera, Artaud rechaza
con violencia los refugios de la Fe y del Arte. Adquiriendo encarnar ese mal, viviendo la
pasión total, para encontrar, en el corazón de la nada, el éxtasis. Grito de la carne que
sufre y del espíritu alienado que se siente como tal, he aquí el testimonio de este
precursor del teatro del absurdo.
Obra [editar]
Nos revela un mundo en que un hombre agobiado, no tanto por la locura que padece
como por el tratamiento psiquiátrico, encuentra a sus iguales. En él encuentra efigies
vivientes y grabadas por la naturaleza en la montaña, símbolos de la santidad que
Artaud confiere a tal tierra. Para el autor francés, los Tarahumaras son una "Raza-
Principio" cuya cultura considera superior a la del hombre de Occidente. Tal es su
influencia que propone como primera representación del Teatro de la crueldad, el título
de La conquista de México (La conquête du Méxique), que contaría, en su escenografía
que funde al público con el espectáculo, la historia de una opresión, la historia del
hombre blanco y del carácter pútrido del que está dotado, en obras como la ya citada El
teatro y su doble.
Y es ese mismo hombre blanco al que había maldecido en su Héliogabale ou
l'anarchiste couronné. La influencia no sólo de esa Raza-Principio mexicana, sino
también del mundo de Oriente al que fue introducido por el teatro balinés (y del cual
vemos influencias muy evidentes en su teatro de crueldad).
Heliogábalo [editar]
Obra marcada tanto por una investigación, rigurosa en extremo, como por la violencia
lírica propia del poeta maldito, Artaud presenta una poetización de la historia del
emperador romano Vario Avito Bassiano, apodado El-Gabal o Heliogábalo. La
crueldad de su manifiesto teatral se ve prefigurada en la anarquía del tirano: la
gratuidad de una vida dramática, la sangre, la poesía hecha realidad.
Notas [editar]
Así lo afirma Evelyne Grossman en su prólogo a las Oeuvres del autor francés
(Gallimard, colección Quarto, 2004), quien habla de la obra de Artaud como ese mismo
"Art total", comparándolo con la estética de las correspondencias de Charles Baudelaire,
con Richard Wagner y su Gesamkunstwerk: desaparecen entonces las barreras de una
sola obra, de un solo tipo de arte, de una plástica definida, tal y como en el Teatro de la
Crueldad se funden en un solo espectáculo la música, los gritos, la insensatez, el teatro,
la danza...
Por eso Grossman nos llama a no leer de este autor solamente las poderosas explosiones
de Pour en finir avec le jugement de dieu, ni tampoco únicamente los textos teatrales:
nos invita, en cambio, a leer a Artaud en su totalidad, pues él es su misma obra, uno y
otra se pertenecen inexorablemente. Como él mismo afirmaba allá por 1925:
"...Chacune de mes oeuvres, chacun des plans de moi-même, chacune des floraisons
glacières de mon âme intérieure bave sur moi."
Cada una de mis obras, cada plano de mí mismo, cada florecimiento glaciar de mi alma
interior echa su baba sobre mí.
El Teatro de la Crueldad de Artaud [editar]
Artaud creía que el Teatro debería afectar a la audiencia tanto como fuera posible, por lo
que utilizaba una mezcla de formas de luz, sonido y ejecución extrañas y perturbadoras.
En una producción que hizo acerca de la plaga, utilizó sonidos tan reales que provocó
que algunos miembros de la audiencia vomitaran en la mitad del espectáculo.
Evidentemente, los varios usos que daba Artaud al término crueldad deben ser
examinados para comprender plenamente sus ideas. Lee Jamieson identificó cuatro
formas bajo las cuales Artaud usa el término crueldad. En primer lugar, lo ocupa
metafóricamente para describir la esencia de la existencia humana. Artaud creía que el
teatro debe reflejar su visión nihilista del universo, formando una inesperada conexión
entre su propio pensamiento y el de Nietzsche.
La definición de Nietzsche sobre la crueldad forma la del propio Artaud, declarando que
todo arte encarna e intensifica las brutalidades subyacentes de la vida para recrear la
emoción de la experiencia... Aunque Artaud no cita formalmente a Nietzsche, [sus
escritos] contienen una autoridad persuasiva familiar, una exuberante fraseología
similar, y motivos en extremo...
Lee Jamieson, Antonin Artaud: From Theory to Practice, Greenwich Exchange, 2007,
p.21-22
En segundo lugar Artaud construía el uso de la palabra (según Jamieson), en una forma
de disciplina. Aunque Artaud necesitaba el "rechazo de formas e incitar al caos"
(Jamieson, p22), él además promovía una disciplina estricta y un método de rigor para
el espectáculo.
Filosofía de Artaud [editar]
Influencia [editar]
Es fuertemente influenciado por el teatro balinés que resumía para él las diferencias
entre la cultura oriental y la occidental: la primera, mística; la segunda, realista; una
confiaba en los gestos y en los símbolos; la otra, en el diálogo y en las palabras. El
Teatro de Bali utilizaba la escena para el ritual y la trascendencia; el teatro occidental,
para la ética y la moralidad.
Fragmentos [editar]
El ombligo de los limbos [editar]
Una sensación de quemadura ácida en los miembros, músculos retorcidos e incendiados,
el sentimiento de ser un vidrio frágil, un miedo, una retracción ante el movimiento y el
ruido. Un inconsciente desarreglo al andar, en los gestos, en los movimientos. Una
voluntad tendida en perpetuidad para los más simples gestos, la renuncia al gesto
simple, una fatiga sorprendente y central, una suerte de fatiga aspirante. Los
movimientos a rehacer, una suerte de fatiga mortal, de fatiga espiritual en la más simple
tensión muscular, el gesto de tomar, de prenderse inconscientemente a cualquier cosa,
sostenida por una voluntad aplicada. Una fatiga de principio del mundo, la sensación de
estar cargando el cuerpo, un sentimiento de increíble fragilidad, que se transforma en
rompiente dolor (...)
Antonin Artaud, L'ombilic des limbes, 1925
El pesa-nervios [editar]
Bajo esta costra de hueso y piel, que es mi cabeza, hay una constancia de angustias, no
como un punto moral, como los razonamientos de una naturaleza imbécilmente
puntillosa, o habitada por un germen de inquietudes dirigidas a su altura, sino como una
(decantación). en el interior, como la desposesión de mi sustancia vital, como la pérdida
física y esencial (quiero decir pérdida de la esencia) de un sentido.
Antonin Artaud, Le Pèse-Nerfs, 1927
Para acabar con el juicio de dios o Para acabar de una vez por todas con el juicio
de dios
Correspondencia de la momia
La tara tóxica
Noche
Poeta negro
Texto surrealista
Ir a: A media voz
Ir a: Traducciones de poesía
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Correspondencia de la momia
Esa carne que ya no se tocará en la vida,
esa lengua que ya no logrará abandonar su corteza,
esa voz que ya no pasará por las rutas del sonido,
esa mano que ha olvidado hasta el ademán de tomar, que ya no logra determinar el espacio
en el que ha de realizar su aprehensión,
ese cerebro en fin cuya capacidad de concebir ya no se determina por sus surcos,
todo eso que constituye mi momia de carne fresca da a dios una idea del vacío en que la
compulsión
de haber nacido me ha colocado.
Ni mi vida es completa ni mi muerte ha fracasad0 completamente.
Físicamente no existo, por mi carne destrozada, incompleta, que ya no alcanza a nutrir mi
pensamiento.
Espiritualmente me destruyo a mí mismo, ya no me acepto como vivo. Mi sensibilidad está a
ras del suelo, y poco falta para que salgan gusanos, la gusanera de las construcciones
abandonadas.
Pero esa muerte es mucho más refinada, esa muerte multiplicada de mí mismo reside en una
especie de rarefacción de mi carne. La inteligencia ya no tiene sangre. El calamar de las
pesadillas da toda su tinta, la que obstruye las salidas del espíritu; es una sangre que ha perdido
hasta sus venas, una carne que ignora el filo del cuchillo.
Pero de arriba a abajo de esta carne agrietada, de esta carne no compacta, circula siempre el
fuego virtual. Una lucidez enciende de hora en hora sus ascuas que retornan a la vida y sus
flores.
Todo lo que tiene un nombre bajo la bóveda compacta del cielo, todo lo que tiene un frente, lo
que es el nudo de un soplo y la cuerda de un estremecimiento, todo eso pasa en las rotaciones de
ese fuego en el que se asemejan las olas de la carne misma, de esa carne dura y blanda que un
día crece como un diluvio de sangre.
La habéis visto a la momia fijada en la intersección de los fenómenos, esa ignorante, esa momia
viviente que lo ignora todo de las fronteras de su vacío, que se espanta de las pulsaciones de su
muerte.
La momia voluntaria se halla levantada, y a su alrededor se agita toda realidad. La conciencia
como una tea de discordia, recorre el campo entero de su virtualidad obligada.
Hay en esa momia una pérdida de carne, hay en el sombrío lenguaje de su carne intelectual toda
una impotencia para conjurar esa carne. Ese sentido que recorre las venas de esa carne mística,
en la que cada sobresalto es un modo de mundo y otra especie de engendrar, se pierde y se
devora a sí misma en la quemadura de una nada errónea.
¡Ah! ser el padre nutricio de esa sospecha, el multiplicador de ese engendrar y de ese mundo en
su devenir, en sus consecuencias de flor.
Pero toda esa carne es sólo comienzos y ausencias y ausencias y ausencia...
Ausencias.
Un vientre aplanado.
Un vientre de polvo fino y como en foco. Debajo del vientre una granada reventada.
La granada expande un flujo de copos que se eleva como lenguas de fuego, un fuego helado. El
flujo se
agarra del vientre y lo hace girar.
Pero el vientre no da más vueltas. Son venas de sangre como vino, de sangre combinada con
azufre y azafrán pero con un azufre endulzado con agua.
Sobre el vientre sobresalen los senos. Y más hacia arriba y en profundidad, pero en otro
plano del espíritu un sol enardecido de manera que se podría pensar que es el seno el que arde.
Y un pájaro
al pie de la granada.
El sol parece que tuviera una mirada.
Pero una mirada que estaría mirando el sol.
Y el aire todo es una como una melodía gélida pero una extensa, honda melodía bien compuesta
y secreta y colmada de ramificaciones congeladas.
Y todo construido con columnas, y con una especie de aguada arquitectónica que une el vientre
con la realidad.
La tela está ahuecada y estratificada.
La pintura está muy prensada a la tela.
Es como un círculo que se cierra sobre sí mismo, una suerte de abismo
en movimiento que se parte por el medio.
Es como un espíritu que se ve y se ahueca, está modelado y trabajado
sin cesar por las manos crispadas del espíritu.
Mientras tanto el espíritu siembra su fósforo. El espíritu está seguro. Tiene un pie bien
apoyado
en este mundo.
El vientre, los senos, la granada, son como evidencias testimoniales de la realidad. Hay un
pájaro muerto y hay un abundante surgimiento de columnas.
El aire está plagado de golpes de lápices como de golpes de cuchillos, como de esquirlas de uña
mágica.
El aire está suficientemente alterado.
Así donde germina una semilla de irrealidad se dispone en células.
Las células se colocan cada una en su lugar, en abanico, rodeando el vientre,
delante del sol más lejos del pájaro y sobre ese flujo de agua sulfurosa.
Pero la arquitectura que sostiene y no dice nada es indiferente a las células.
Cada célula contiene un huevo donde se destaca el germen.
Repentinamente nace un huevo en cada célula.
En cada uno hay un hormigueo inhumano pero límpido,
las diversificaciones de un universo detenido.
Cada célula contiene bien su huevo y nos lo ofrece; pero al huevo no le importa demasiado
ser elegido o rechazado.
Algunas células no llevan huevo. En algunas crece una espiral.
Y en el aire cuelga una espiral más grande pero como azufrada, de fósforo todavía y cubierta
de irrealidad.
Y esta espiral tiene toda la relevancia del pensamiento más potente.
El vientre lleva a recordar la cirugía y la Morgue, la bodega, la plaza pública y la mesa de
operaciones.
El cuerpo del vientre parece tallado en granito o en mármol o en yeso, pero un yeso
endurecido.
Hay un casillero para una montaña.
Las burbujas del cielo dibuja sobre la montaña
una aureola fresca y translúcida. Alrededor de la montaña el aire es sonoro, compasivo,
antiguo, prohibido.
La entrada a la montaña está prohibida. La montaña tiene su lugar en el alma.
Ella es el horizonte de algo que no deja de retroceder.
Produce la impresión del horizonte infinito.
Y yo describo con lágrimas esta pintura porque esta pintura me toca el corazón.
En ella siento desplegarse mi pensamiento como en un espacio ideal, absoluto, pero un espacio
que tendría una forma posible de ser insertada en la realidad.
Caigo en ella del cielo.
Y alguna de mis fibras se desata y encuentra un lugar en determinados casilleros.
A ella regreso como a mi fuente,
allí siento el lugar y la disposición de mi espíritu.
El que ha pintado esa tela es el más grande pintor del mundo.
A André Mason lo que es justo.
Es preciso acabar con el Espíritu como con la literatura. Quiero decir que el Espíritu y la vida se
encuentran en todos los grados. Yo quisiera hacer un libro que altere a los hombres, que sea
como una puerta abierta que los lleve a un lugar al que nadie hubiera consentido en ir, una
puerta simplemente ligada con la realidad.
Y esto no es el prefacio de un libro, como tampoco lo son los poemas que lo indican en la lista de
todas las furias del malestar.
Esto no es más que un témpano atragantado. Una gran pasión razonadora y superpoblada
arrastraba a mi yo como un puro abismo. Resoplaba un viento carnal y sonoro, y el azufre
también era denso. Y pequeñas raíces diminutas llenaban ese viento como un enjambre de venas
y su entrelazamiento fulguraba. El espacio sin forma penetrable era calculable y crujiente. Y el
centro era un mosaico de trozos como una especie de rígido martillo cósmico, de una pesadez
deformada y que sin parar cae como un muro en el espacio con un estruendo destilado. Y la
cubierta algodonosa del estruendo tenia la opción obtusa y una viva mirada que lo penetraba. Sí,
el espacio entregaba su puro algodón mental donde ningún pensamiento era todavía claro ni
devolvía su descarga de objetos. Pero paulatinamente la masa dio vueltas como una náusea
potente y fangosa, una especie de fuerte flujo de sangre vegetal y detonante. Y las ínfimas raíces
trémulas en el filo de mi ojo mental se arrancaban de la masa erizada del viento a una velocidad
vertiginosa. Y todo el espacio como un sexo saqueado por el vacío ardiente del cielo, se
estremeció. Y algo como un pico de paloma real socavó la masa turbada de los estados, todo el
pensamiento más hondo se diversificaba, se disipaba, se volvía claro y reducido.
Entonces era preciso que una mano se transformara en el órgano mismo de la aprehensión. Y
aún dos o tres veces giró la masa artificial y cada vez, mi ojo se enfocaba sobre un sitio más
exacto. La oscuridad misma se hacía más densa y sin objeto. Todo el hielo ganaba la claridad.
Doctor,
Hay un asunto sobre el cual hubiera querido insistir: es el de la relevancia de la cosa sobre la
cual operan sus inyecciones; esta especie de languidecimiento esencial de mi ser, esta
disminución de mi estiaje mental, que no quiere decir, como podría creerse, un rebajamiento
cualquiera de mi moralidad (de mi alma moral) o ni siquiera de mi inteligencia, sino más bien
de mi intelectualidad servible, de mis recursos razonantes, y que se relaciona más con el
sentimiento que tengo yo mismo de mí mismo yo, que con lo que pongo de manifiesto a los
demás de él.
Esta vitrificación sorda y polimorfa del pensamiento que en cierto momento elige su forma. Hay
una vitrificación inmediata y llana del yo en el centro de todas las posibles formas, de todos los
modos posibles del pensamiento.
Y, señor Doctor, ahora que usted está bien enterado de lo que puede ser alcanzado en mí (y
curado por las drogas), de la zona de conflicto de mi vida, espero que sabrá suministrarme la
cantidad suficiente de líquidos sutiles, de reactores especiosos, de morfina mental, capaces de
sobreponer mi abatimiento, de enderezar lo que cae, de juntar lo que está separado, de reparar
lo que está destruido.
Le saluda mi pensamiento
De "L'Art et la mort"
Versión de Aldo Pellegrini
La tara tóxica
Evoco el mordisco de inexistencia y de imperceptibles cohabitaciones. Venid, psiquiatras, os
llamo a la cabecera de este hombre abotagado pero que todavía respira. Reuníos con vuestros
equipos de abominables mercaderías en torno de ese cuerpo extendido cuan largo es y acostado
sobre vuestros sarcasmos. No tiene salvación, os digo que está INTOXICADO, y harto de
vuestros derrumbamientos de barreras, de vuestros fantasmas vacíos, de vuestros gorjeos de
desollados.
Está harto. Pisotead, pues, ese cuerpo vacío, ese cuerpo transparente que ha desafiado lo
prohibido. Está MUERTO. Ha atravesado aquel infierno que le prometíais más allá de la
licuefacción ósea, y de una extraña liberación espiritual que significaba para vosotros el mayor
de todos los peligros. ¡Y he aquí que una maraña de nervios lo domina!
Ah medicina, aquí tenéis al hombre que ha TOCADO el peligro. Has triunfado, psiquiatra, has
TRIUNFADO, pero él te sobrepasa. El hormigueo del sueño irrita sus miembros embotados. Un
conjunto de voluntades adversas lo afloja, elevándose en él como bruscas murallas. El ciclo se
derrumba estrepitosamente. ¿Qué siente? Ha dejado atrás el sentimiento de sí mismo. Se te
escapa por miles y miles de aberturas. Crees haberlo atrapado y es libre. No te pertenece.
No te pertenece. DENOMINACIÓN. ¿Hacia dónde apunta tu pobre sensibilidad? ¿A devolverlo a
las manos de su madre, a convertirlo en el canal, en el desaguadero de la más ínfima
confraternidad mental posible, del común denominador consciente más pequeño?
Puedes estar tranquilo: ÉL ES CONSCIENTE.
Pero es el Consciente Máximo.
Pero es el pedestal de un soplo que agobia tu cráneo de torpe demente pues él ha
ganado por lo menos el hecho de haber derribado la Demencia. Y ahora, legiblemente,
conscientemente, claramente, universalmente, ella sopla sobre tu castillo de mezquino delirio, te
señala, temblorcillo atemorizado que retrocede delante de la Vida-Plena.
Pues flotar merced a miembros grandilocuentes, merced a gruesas manos de nadador, tener un
corazón cuya claridades la medida del miedo, percibir la eternidad de un zumbido de insecto
sobre el entarimado, entrever las mil y una comezones de la soledad nocturna, el perdón de
hallarse abandonado, golpear contra murallas sin fin una cabeza que se entreabre y se rompe en
llanto, extender sobre una mesa temblorosa un sexo inutilizable y completamente falseado,
surgir al fin, surgir con la más temible de las cabezas frente a las mil abruptas rupturas de una
existencia sin arraigo; vaciar por un lado la existencia y por el otro retomar el vacío de una
libertad cristalina.
En el fondo, pues, de ese verbalismo tóxico, está el espasmo flotante de un cuerpo libre, de un
cuerpo que retorna a sus orígenes, pues está clara la muralla de muerte cortada al ras y volcada.
Porque así procede la muerte, mediante el hilo de una
angustia que el cuerpo no puede dejar de atravesar. La muralla bullente de la angustia exige
primero un atroz encogimiento, un abandono primero de los órganos tal como puede soñarlo la
desolación de un niño. A esa reunión de padres sube en un sueño la memoria, rostros de abuelos
olvidados. Toda una reunión de razas humanas a las que pertenecen estos y los 0tros.
Primera aclaración de una rabia tóxica.
He aquí el extraño resplandor de los tóxicos que aplasta el espacio siniestramente familiar.
En la palpitación de la noche solitaria, aquí está ese rumor de hormigas que producen los
descubrimientos, las revelaciones, las apariciones, aquí están esos grandes cuerpos varados que
recobran viento y vuelo, aquí está el inmenso zarandeo de la Supervivencia. A esa convocatoria
de cadáveres, el estupefaciente llega con su rostro sanioso. Disposiciones inmemoriales
comienzan. La muerte tiene al principio el rostro de lo que no pudo ser. Una desolación
soberana da la clave a esa multitud de sueños que sólo piden despertar. ¿Qué decís vosotros?
¡Y todavía pretendéis negar a importancia de esos Reinos, por los cuales apenas comienzo a
marchar!
La enfermedad es un estado,
la salud no es sino otro,
más desagraciado,
quiero decir más cobarde y más mezquino.
No hay enfermo que no se haya agigantado, no hay sano que un buen día
no haya caído en la traición, por no haber querido estar enfermo,
como algunos médicos que soporté.
Noche
Los mostradores del cinc pasan por las cloacas,
la lluvia vuelve a ascender hasta la luna;
en la avenida una ventana
nos revela una mujer desnuda.
En cada aposento
el mundo tiembla,
la vida engendra algo
que asciende hacia los techos.
Poeta negro
Poeta negro, un seno de doncella
te obsesiona
poeta amargo, la vida bulle
y la ciudad arde,
y el cielo se resuelve en lluvia,
y tu pluma araña el corazón de la vida.
Todos tus razonamientos y tus infinitas disputas no podrán impedir que no sepas nada de
mi vida y que me condenes por un mínimo fragmento de ella misma. No debería siquiera serme
necesario justificarme ante ti si sólo fueras, tú misma, una mujer prudente y equilibrada, pero tu
imaginación te enloquece, una sensibilidad sobre aguda que no te permite enfrentar la verdad.
Contigo cualquier discusión es imposible.
Sólo me queda decirte una cosa: mi espíritu siempre fue confuso, un achatamiento del
cuerpo y del alma, esa suerte de contracción de todos mis nervios. Si me hubieras visto hace
algunos años, por períodos más o menos cercanos, antes aún de que en mi se sospechara el uso
del que tú me recriminas, dejarías de extrañarte, ahora, del retorno de esos fenómenos.
Si por otra parte estás convencida, si te parece que su reincidencia se debe a ello, entonces no
hay nada que decir, contra un sentimiento no se puede luchar.
De cualquier manera ya no puedo contar contigo en mi angustia, ya que te niegas a ocuparte de
la parte de mí más afectada: mi alma.
No me has juzgado, por otra parte, nunca de otra manera que por mi aspecto externo
como hacen todas las mujeres, como hacen todos los imbéciles, cuando lo que está más
destruido, más arruinado es mi alma interior; y no puedo perdonarte eso, pues las dos no
siempre coinciden, desafortunadamente para mí. En cuanto a lo demás, te prohibo hablar otra
vez.
Agregaré que además necesito unas mujer que sea mía exclusivamente, y que pueda encontrar
en todo momento en mi casa. Estoy aturdido de soledad. Por la noche no puedo regresar a un
cuarto solo sin tener a mi alcance ninguna de las comodidades de la vida. Me hace falta un hogar
y lo necesito enseguida, y una mujer que se ocupe de mí permanentemente, incapaz como soy de
ocuparme de nada, que se ocupe de mí hasta de los más insignificante. Una artista como tú tiene
su vida y no puede hacer otra cosa. Todo lo que te digo es de una mezquindad atroz, pero es así.
No es preciso siquiera que esa mujer sea hermosa, tampoco quiero que tenga una excesiva
inteligencia, y menos aún que piense demasiado. Con que se apegue a mí es suficiente.
Pienso que sabrás reconocer la enorme franqueza con que te hablo y sabrás darme la siguiente
prueba de tu inteligencia: comprender muy bien que todo lo que te digo no rebaja en nada la
profunda ternura, y el indecible sentimiento de amor que te tengo y seguiré teniendo
inalienablemente por ti, pero ese sentimiento no guarda ninguna relación con el devenir
corriente de la vida. La vida es para vivirse. Son demasiadas las cosas que me unen a ti para que
te pide que lo nuestro se rompa; sólo te pido que cambiemos nuestras relaciones, que cada uno
se construya una vida diferente, pero que no nos desunirá más.
Siempre has errado. Siempre me has juzgado con la sensibilidad más baja que hay en la
mujer. Te empeñas en no admitir ninguna de mis razones. Pero a mí ya no me quedan razones,
ya no tengo nada de qué disculparme, ya no tengo nada que discutir contigo. Conozco mi vida y
eso me alcanza. Y en el instante en que comienzo a meterme en mi vida, más y más me socavas,
causas mi desesperación; cuantos más motivos te doy para esperar, para que seas paciente, para
tolerarme, más encarnizadamente te empeñas en destrozarme, en hacerme perder los beneficios
Del espíritu lo desconoces todo, nada sabes de la enfermedad. Todo lo juzgas llevada por las
apariencias externas. Pero yo conozco mi interior, ¿verdad?, Y cuando te grito no hay nada en
mí, nada en mi persona, que no sea causado por la existencia de un mal anterior a mí mismo,
previo a mi voluntad, nada en ninguna de mis más inmundas reacciones que no provenga
exclusivamente de mi enfermedad y no le fuera imputable, sea cual sea el caso, vuelves a
esgrimir tus razones equivocadas que se fijan en los detalles nimios de mi persona, que me
condenan por lo más mezquino.
Pero cualquier cosa que yo haya podido hacer de mi vida, ¿no es verdad? No me ha impedido
retornar paulatinamente a mi ser e instalarme un poco más cada día. En ese ser que la
enfermedad me había arrebatado y que los reflujos de la vida me reintegran pedazo a pedazo. Si
no supieras a qué me había entregado para limitar o extirpar los dolores de esa separación
intolerable, tolerarías mis desequilibrios, mis estruendos, ese desmoronamiento de mi persona
física, esas ausencias, esos achatamientos.
Y en virtud de que supones que se deben al uso de una sustancia, que de sólo nombrarla
oscurece tu razón, me acosas, me amenazas, me arrastras a la locura, me destrozas con tus
manos ira la materia misma de mi cerebro. Sí, me obligas a obstinarme más conmigo mismo,
cada una de tus cartas parte a mi espíritu en dos, me tira a insensatos callejones sin salida, me
destruye con desesperaciones, con furores. No puedo más, te he gritado suficiente. Deja de
razonar con tu sexo, asimila de una vez la vida, toda la vida, ábrete a la vida, mira las cosas,
mírame, renuncia, y deja al menos que la vida me abandone, se expanda ante mí, en mí. No me
agobies. Basta.
Texto surrealista
El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un
pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.Pero
algo sucedió de golpe.
Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de frentes, gastados, y algo como un ombligo
perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que
derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y
en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.
Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el temblor
general, en las sacudidas de ese mundo vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su
vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales,
sus frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían quedado
aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran huevos, y mi frente
separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la
línea preciosa de los seno, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba.
Pero todas las columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea de las columnas nacen
huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto. En esta ruptura decisiva de un
mundo, todos los ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha
congelado.
Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del
vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas negras,
fuegos terrestres, trombas de leche.
La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo
bajo de mi alma, que surge como un triángulo en llamas.
"Sé que tengo cáncer. Lo que quiero decir antes de morir es que odio a los psiquiatras. En el
hospital de Rodez yo vivía bajo el terror de una frase: "El señor Artaud no come hoy, pasa al
electroshock". Sé que existen torturas más abominables. Pienso en Van Gogh, en Nerval, en
todos los demás. Lo que es atroz es que en pleno siglo XX un médico se pueda apoderar de un
hombre y con el pretexto de que está loco o débil hacer con él lo que le plazca. Yo padecí
cincuenta electroshocks, es decir, cincuenta estados de coma. Durante mucho tiempo fui
amnésico. Había olvidado incluso a mis amigos: Marthe Robert, Henri Thomas, Adamov; ya no
reconocía ni a Jean Louis Barrault. Aquí en Ivry sólo el doctor Delmas me hizo bien;
lamentablemente murió...
-Estoy asqueado del psicoanálisis, de ese "freudismo" que se las sabe todas".
• 1 Biografía
o 1.1 Infancia
o 1.2 Juventud y bohemia
o 1.3 Últimos años
o 1.4 Las flores del mal
• 2 Influencia
• 3 Obra
• 4 Bibliografía recomendada
o 4.1 En español
o 4.2 En otros idiomas
• 5 Véase también
• 6 Enlaces externos
o 6.1 En español
o 6.2 En francés
o 6.3 En inglés
Biografía [editar]
Infancia [editar]
Fue criado por la sirvienta de la familia. Se conoce muy poco sobre ella, Mariette, pero
se intuye que debió de tener gran peso en la familia. Baudelaire la recuerda en un poema
aparecido en Las flores del mal.
Joseph François Baudelaire falleció en 1827, cuando Charles tenía seis años. Dejó una
pequeña herencia. Su madre cambió de residencia y, a los veinte meses, Caroline se
casó por conveniencia con Jacques Aupick, un vecino suyo de cuarenta años que llegará
a ser general comandante de la plaza fuerte de París. Es probable que fuesen amantes
antes de contraer matrimonio. Baudelaire con ello recibió un gran impacto emocional,
viviéndolo como un abandono. Nunca llegó a tener buenas relaciones con Aupick, a
quien siempre odió.
Tras las jornadas revolucionarias de 1830, Aupick es ascendido a teniente coronel por su
participación en la campaña de Argelia. Dos años más tarde es nombrado jefe del
Estado Mayor y se traslada con su familia a Lyon; allí permanecerán cuatro años,
estudiando Baudelaire en el Collège Royal de Lyon, de cuyo ambiente no guardará
buenos recuerdos. El futuro poeta se aburre y escapa de su encierro.
Jeanne Duval, amante de Baudelarie cuando éste tenía 21 años. Es retratada por
Édouard Manet.
Comienza a llevar una vida despreocupada; los altercados con la familia son constantes
debido a su adicción a las drogas y al ambiente bohemio. Frecuenta prostíbulos y
mantiene relaciones con Sarah, una prostituta judía del Barrio Latino. Charles la
denomina La Louchette (la bizca). Además de torcer la vista, era calva. Probablemente
fue ella quien le contagió la sífilis. Dentro de su obra capital, Las flores del mal,
Baudelaire se refiere a Sarah en un poema, probablemente escrito en el momento en que
dejó de verla asiduamente, reanudando sus relaciones con su otra amante, Jeanne Duval.
Une nuit que j'étais près d'une affreuse ‘Una noche en que estaba con una horrible
Juive, Comme au long d'un cadavre un Judía, como un cadáver tendido junto a
cadavre étendu, Je me pris à songer près otro, pensaba, al lado de aquel cuerpo
de ce corps vendu a la triste beauté dont vendido, en esta triste belleza de la cual mi
mon désir se prive. deseo se priva.’
Charles Baudelaire
Empezó a frecuentar los círculos literarios y artísticos y escandalizó a todo París por sus
relaciones con la joven Jeanne Duval, la hermosa mulata que le inspiraría algunas de sus
más brillantes y controvertidas poesías. Destacó pronto como crítico de arte: El Salón
de 1845, su primera obra, llamó ya la atención de sus contemporáneos, mientras que su
nuevo Salón, publicado un año después, llevó a la fama a Delacroix (pintor, entonces
todavía muy discutido) e impuso la concepción moderna de la estética de su autor.
Buena muestra de su trabajo como crítico son sus Curiosidades estéticas, recopilación
póstuma de sus apreciaciones acerca de los salones, al igual que El arte romántico
(1868), obra que reunió todos sus trabajos de crítica literaria. Fue asimismo pionero en
el campo de la crítica musical, donde destaca sobre todo la opinión favorable que le
mereció la obra de Richard Wagner, que consideraba como la síntesis de un arte nuevo.
En literatura, los autores Hoffmann y Edgar Allan Poe, del que realizó numerosas
traducciones (todavía canónicas en francés), alcanzaban, también según el criterio de
Baudelaire, esta síntesis vanguardista; la misma que persiguió él asimismo en La
Fanfarlo (1847), su única novela, y en sus distintos esbozos de obras teatrales.
Últimos años [editar]
Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras inmoralidad, moralidad
en el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco
francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a
sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba
ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse públicamente semejantes
indecencias.
Sin embargo, ni la orden de suprimir seis de los poemas del volumen ni la multa de
trescientos francos que le fue impuesta impidieron la reedición de la obra, en 1861. En
esta nueva versión aparecieron, además, unos treinta y cinco textos inéditos. El mismo
año de la publicación de Las flores del mal, e insistiendo en la misma materia,
emprendió la creación de los Pequeños poemas en prosa, editados en versión íntegra en
1869 (en 1864, el diario Le Figaro había publicado algunos textos bajo el título de El
spleen de París). En esta época también vieron la luz Los paraísos artificiales (1858-
1860), en los cuales se percibe una notable influencia del inglés De Quincey; el estudio
Richard Wagner et Tannhäuser à Paris, aparecido en la Revue européenne en 1861; y El
pintor de la vida moderna, un artículo sobre Constantin Guys, publicado por Le Figaro
en 1863.
En 1864 viaja a Bélgica y residirá dos años en Bruselas. Allí intenta ganarse la vida
dictando conferencias sobre arte, pero son un fracaso. En la primavera se encuentra con
su editor. Sólo consigue dar tres conferencias sobre Delacroix, Gautier y Los paraísos
artificiales, con escasa asistencia de público. Intenta una edición de su obra completa,
pero fracasa; se venga de la falta de aceptación escribiendo un panfleto titulado ¡Pobre
Bélgica! La sífilis que padecía le causó un primer conato de parálisis en (1865), y los
síntomas de afasia y hemiplejía, que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con
violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup de
Namur. Trasladado urgentemente por su madre a una clínica de París, permaneció sin
habla, pero lúcido, hasta su fallecimiento, en agosto del año siguiente. Fue enterrado en
el Cementerio de Montparnasse, junto a la tumba de su padrastro. Su epistolario se
publicó en 1872; los Journaux intimes (que incluyen Cohetes y Mi corazón al desnudo),
en 1909; y la primera edición de sus obras completas, en 1939. Charles Baudelaire es
considerado el padre, o gran profeta, de la poesía moderna.
Fue una figura bastante popular en los círculos artísticos de París. Manet incluyó su
efigie en su famoso cuadro Música en las Tullerías, y en 1865 grabó dos retratos de él,
uno de ellos basado en una fotografía de Nadar.
Las flores del mal es una obra de concepción clásica en su estilo, y oscuramente
romántica por su contenido, en la que los poemas se disponen de forma orgánica
(aunque esto no es tan evidente en las ediciones realizadas tras la censura y el añadido
de nuevos poemas). En ella, Baudelaire expone la teoría de las correspondencias y,
sobre todo, la concepción del poeta moderno como un ser maldito, rechazado por la
sociedad burguesa, a cuyos valores se opone. El poeta se entrega al vicio (singularmente
la prostitución y la droga), pero sólo consigue el hastío (spleen, como se decía en la
época), al mismo tiempo que anhela la belleza y nuevos espacios ("El viaje"). Es la
"conciencia del mal".
Influencia [editar]
Baudelaire fue para algunos la crítica y síntesis del Romanticismo, para otros el
precursor del Simbolismo, y tal vez haya sido ambas cosas al mismo tiempo. También
es considerado el padre espiritual del decadentismo que aspira a épater la bourgeoisie
(escandalizar a la burguesía). Los críticos coinciden al señalar que formalmente abrió el
camino de la poesía moderna. Su oscilación entre lo sublime y lo diabólico, lo elevado y
lo grosero, el ideal y el aburrimiento angustioso (el Spleen) se corresponde con un
espíritu nuevo, y precursor, en la percepción de la vida urbana. Además, estableció para
la poesía una estructura basada en las antedichas Correspondencias o trasvases
perceptivos entre los distintos sentidos, idea ésta que desarrolla en el poema de ese
título con el que abre para asi comenzar como el primer poeta en escritura romana
llamada Las flores del mal. Las correspondencias equivalen a audaces imágenes
sensoriales que representan la caótica vida espiritual del hombre moderno.Recibe el
título de Conde de Detif, del quimérico reino de La Araucanía y La Patagonia, el mismo
que hoy ostenta el escritor Antonio Gil, primer chileno en recibir títulos de esa Casa
Real.
Obra
2. El albatros
3. Elevación
5. La voz
6. Me gusta recordar esas desnudas épocas...
8. La musa enferma
9. La musa venal
11. El enemigo
12. La mal suerte
21. La máscara
23. Las joyas
24. Perfume exótico
25. La cabellera
34. El leteo
37. El gato
45. ¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria...
47. A la que es demasiado alegre
48. Reversiblidad
49. Confesión
55. Cielo neblinoso
57. El bello navío
71. Mœsta et errabunda
74. El surtidor
75. Tristezas de la luna
84. La campana hendida
De "Cuadros Parisienses":
103. Paisaje
104. El sol
110. Recogimiento
111. A una transeúnte
117. El amor engañoso
118. Todavía no he olvidado...
119. A la buena sirvienta que un día os tuvo celosa...
121. Sueño parisiense
122. El crepúsculo matutino
De "El Vino":
128. La destrucción
130. La plegaria de un pagano
133. Mujeres condenadas
134. Las dos buenas hermanas
136. Alegoría
137. La Beatriz
138. La metamorfosis del vampiro
140. El amor y el cráneo
De "La muerte":
De "Bribes":
Conversación
A la que pasa
Alegoría
El balcón
El enemigo
El extranjero
El gusto de la nada
El perfume
El reloj
El vampiro
El vino de los amantes
El «Yo pecador» del artista
Embriáguense
Invitación al viaje
La belleza
La desesperación de la vieja
La destrucción
La estéril
La fuente de sangre
La pipa
La serpiente que danza
Madrigal triste
Recogimiento
Remordimiento póstumo
Soneto de otoño
Te adoro igual
Últimos suspiros de un parnasiano
Un hemisferio en una cabellera
II El albatros
IV Correspondencias
X El enemigo
XIV El hombre y la mar
XVII La belleza
XXXIII Remordimiento póstumo
LXVI Los gatos
LXXVII Spleen
Ir a: A media voz
Ir a: Traducciones de poesía
violeta@aroma.com
Georgia
De Spleen e Ideal:
2. El albatros
Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.
*****
3. Elevación
Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,
*****
5. La voz
Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca,
Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula,
Todo, ya polvo griego, ya ceniza latina
Se confundía. Yo era alto como un infolio.
Y dos voces me hablaban. Una, insidiosa y firme:
«La Tierra es un pastel colmado de dulzura;
Yo puedo (¡y tu placer jamás tendrá ya término!)
Forjarte un apetito de una grandeza igual.»
Y la otra: «¡Ven! ¡Oh ven! a viajar por los sueños,
lejos de lo posible y de lo conocido.»
Y ésta cantaba como el viento en las arenas,
Fantasma no se sabe de que parte surgido
Que acaricia el oído a la vez que lo espanta.
Yo te respondí: «¡Sí! ¡Dulce voz!» Desde entonces
Data lo que se puede denominar mi llaga
Y mi fatalidad. Detrás de los paneles
De la existencia inmensa, en el más negro abismo,
Veo, distintamente, los más extraños mundos
Y, víctima extasiada de mi clarividencia,
Arrastro en pos serpientes que mis talones muerden.
*****
*****
8. La musa enferma
Mi Pobre musa, !ay! ¿qué tienes este día?
Pueblan tus vacuos ojos las visiones nocturnas
Y alternándose veo reflejarse en tu tez
La locura y el pánico, fríos y taciturnos.
*****
9. La musa venal
Tú que amas los palacios, oh musa de mi vida,
¿Tendrás, cuando el Bóreas², sea el dueño de Enero,
Mientras cae la nieve en tediosas veladas,
Para caldear tus pies violáceos, un tizón?
*****
11. El enemigo
Mi juventud no fue sino un gran temporal
Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.
*****
*****
21. La máscara
Estatua alegórica
a la manera del renacimiento
a Ernest Christophe, escultor
*****
*****
*****
25. La cabellera
¡Oh vellón, que rizándose baja hasta la cintura!
¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de indolencia!
¡Éxtasis! Porque broten en esta oscura alcoba
Los recuerdos dormidos en esa cabellera,
La quiero hoy agitar, cual si un pañuelo fuese.
*****
34. El leteo
Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente;
Quiero enterrar mis temblorosos dedos
En la espesura de tu abundosa crin;
*****
37. El gato
Ven, bello gato, a mi amoroso pecho;
Retén las uñas de tu pata,
Y deja que me hunda en tus ojos hermosos
Mezcla de ágata y metal.
*****
45. ¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria...
*****
El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.
Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;
Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.
Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.
*****
48. Reversibilidad
David: alusión a la leyenda, según la cual, el rey David, debilitado por la edad,
trató de recobrar sus fuerzas mediante el contacto con cuerpos jóvenes.
*****
49. Confesión
Una vez, una sola, mujer dulce y amable,
En mi brazo el vuestro pulido
Se apoyó ( sobre del denso fondo de mi alma
Ese recuerdo no ha palidecido);
*****
*****
*****
71. Mœsta et errabunda
¿No huye el corazón, Ágata, muchas veces de ti,
Lejos del negro océano de la ciudad inmunda,
Hacia otra donde estalla, súbito, el esplendor,
Azul, profundo, claro cual la virginidad?
¿No huye el corazón, Ágata, muchas veces de ti?
*****
74. El surtidor
Se cansaron tus ojos, ¡pobre amante!
Que se queden cerrados largo rato,
En esa postura indolente
En que el placer te sorprendió.
El murmullo del surtidor,
Que día y noche permanece,
Prolonga dulcemente el éxtasis
En que el amor me sumiera.
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea ¹
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
El amplio chorro
En flores mil,
Donde Febea
Colores muestra,
Cae como lluvia
De lentas lágrimas.
¹Febea: una de las advocaciones por las que se conocía a Diana, diosa lunar.
*****
*****
De "Cuadros Parisienses":
103. Paisaje
Deseo, para escribir castamente mis églogas,
Dormir cerca del cielo, cual suelen los astrólogos,
Y escuchar entre sueños, vecino a las campanas,
Sus cánticos solemnes que propalan los vientos.
El mentón en las manos, tranquilo en mi buhardilla,
Observaré el taller que parlotea y canta;
Las chimeneas, las torres, esos urbanos mástiles,
Y los cielos que invitan a soñar con lo eterno.
*****
104. El sol
Por la vieja barriada, donde, de las casuchas
Las persianas ocultan las lujurias secretas
Cuando el astro cruel furiosamente hiere
La ciudad y los campos, los techos y sembrados,
Quisiera ejercitarme en mi esgrima fantástica
Husmeando en los rincones azares de la rima,
Tropezando en las sílabas, como en el empedrado,
Acaso hallando versos que hace tiempo soñé.
*****
110. Recogimiento
*****
*****
*****
*****
119. A la buena sirvienta que un día os tuvo celosa...
A la buena sirvienta que un día os tuvo celosa
Y que su sueño duerme bajo la humilde hierba,
Pese a todo, debiéramos llevarle algunas flores.
Los muertos, pobres muertos, tienen grandes pesares
Y cuando lanza Octubre su viento melancólico
Que despoja a los árboles en torno de las tumbas,
A los vivos, sin duda, encuentran bien ingratos
Por dormir tibiamente bajo sus cobertores,
Mientras que, devorados por negras pesadillas,
Sin agradables charlas, sin compañía en el lecho,
Esqueletos helados que trabajó el gusano,
Ellos sufren las nieves goteantes del invierno,
Y transcurrir el siglo, sin que amigos ni deudos,
Reemplacen los jirones que penden de sus verjas.
Cuando silba y crepita el leño, si una noche,
Tranquila, en el sillón la viera reclinarse,
Si en una noche azul y helada de Diciembre
La encontrara encogida en un rincón del cuarto,
Grave y recién llegada de su lecho perenne,
Ciñendo al niño grande con maternal mirada,
A aquella alma piadosa ¿qué le respondería
Viendo caer las lágrimas de sus profundos párpados?
*****
I
De aquel terrible paisaje
Como nunca vio mortal,
Esta mañana, aún la imagen
Vaga y lejana perdura.
Y rumorosas cascadas,
Como cortinas de vidrio,
Se suspendían destellantes
Sobre murallas metálicas.
Taciturnos y distantes,
Ganges en el firmamento,
Arrojaban sus tesoros
En diamantinos abismos.
II
Al abrir mis ardientes ojos,
Miré el horror de mi cuarto
Y sentí, de nuevo en mi alma,
De la inquietud el aguijón;
*****
De "El Vino":
*****
*****
128. La destrucción
A mi lado sin tregua el Demonio se agita;
En torno de mi flota como un aire impalpable;
Lo trago y noto cómo abrasa mis pulmones
De un deseo llenándolos culpable e infinito.
*****
¡Voluptuosidad, sé mi reina!
Toma máscara de sirena
Hecha de carne y de brocado,
*****
*****
*****
136. Alegoría
*****
137. La Beatriz
En cenicientas tierras, sin verdor, calcinadas,
Como yo me quejase a la Naturaleza,
Y el puñal de mi mente, caminando al azar,
Fuese afilando lento sobre mi corazón,
Una gran nube oscura, de un temporal surgida,
Que albergaba una tropa de viciosos demonios,
Semejantes a enanos furiosos y crueles.
Se volvieron entonces fríamente a mirarme,
Y, como viandantes que se asombran de un loco,
Los escuché entre sí reír y cuchichear
Intercambiando señas y guiños expresivos:
*****
*****
De "La muerte":
*****
*****
La espalda reclinaré
Y rodaré entre tus velos,
¡Oh refrescante tiniebla!»
*****
*****
Si no cursaste tu retórica
Con Satán, el decano astuto,
¡Tíralo! nada entenderás
O me juzgarás histérico.
*****
Bribes:
*****
153. Orgullo
*****
154. El glotón
Rumiando, yo me burlo de la gente famélica.
155. Condenación
*****
*****
Conversación
A la que pasa
La avenida estridente en torno de mí aullaba.
Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa,
pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa
Casi apartó las puntas del velo que llevaba.
Alegoría
El balcón
¡Madre de los recuerdos! ¡Reina de los amantes!
Eres todo mi gozo, ¡todo mi yugo eres!
En ti revivirán los íntimos instantes
y el sabor del hogar en los atardeceres,
Madre de los recuerdos, ¡Reina de los Amantes!
El enemigo
Mi juventud no fue sino oscura tormenta
que rara vez el Sol cortó con luz brillante,
trueno y lluvia ejercieron tan repetida afrenta
que en mi jardín no existen los frutos incitantes.
El extranjero
-¿A quién quieres más, hombre enigmático, dime, a tu padre, a tu madre,
a tu hermana o a tu hermano?
-Ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano tengo.
-¿A tus amigos?
-Empleáis una palabra cuyo sentido, hasta hoy, no he llegado a conocer.
-¿A tu patria?
-Ignoro en qué latitud está situada.
-¿A la belleza?
-Bien la querría, ya que es diosa e inmortal.
-¿Al oro?
-Lo aborrezco lo mismo que aborrecéis vosotros a Dios.
-Pues ¿a quién quieres, extraordinario extranjero?
-Quiero a las nubes..., a las nubes que pasan... por allá.... ¡a las nubes
maravillosas!
El gusto de la nada
¡Triste espíritu, antaño amante de la lucha,
la Esperanza, cuya espuela excitaba tu ardor,
no quiere ya montarte! Échate sin pudor,
viejo caballo cuyas patas tropiezan en todos los obstáculos.
El perfume
Lector: -¿Alguna vez, por suerte has respirado
con morosa embriaguez, con avidez golosa
el incienso que invade la nave silenciosa,
o el pomo que de ámbar un tiempo fue colmado?
El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: «Voy a
decírselo.» Pocos instantes después presentose de nuevo, trayendo un gatazo, y mirándole,
como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirmó, sin titubear: «Todavía no son las doce en
punto.» Y así era en verdad.
Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de
su sexo, orgullo de mi corazón y perfume de mi espíritu, ya sea de noche, ya de día, en luz o en
sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la
misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de minutos ni segundos,
una hora inmóvil que no está marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro,
rápida como una ojeada.
Si algún importuno viniera a molestarme mientras la mirada mía reposa en tan deliciosa esfera;
si algún genio malo e intolerante, si algún Demonio del contratiempo viniese a decirme: «¿Qué
miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura? ¿Ves en ellos la hora, mortal
pródigo y holgazán?» Yo, sin vacilar, contestaría: «Sí; veo en ellos la hora. ¡Es la Eternidad!»
¿Verdad, señora, que éste es un madrigal ciertamente meritorio y tan enfático como vos misma?
Por de contado, tanto placer tuve en bordar esta galantería presuntuosa, que nada, en cambio,
he de pediros.
El vampiro
Tú que, como una cuchillada;
Entraste en mi dolorido corazón.
Tú que, como un repugnante tropel
De demonios, viniste loca y adornada,
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad
huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al
viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo
que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la
estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
“¡Es hora de embriagarse!
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
Invitación al viaje
Mi hermana, mi ser,
sueña en el placer
de juntar las vidas en tierra distante;
y en un lento amar,
amando expirar
en aquel país a Ti semejante.
Los húmedos soles
de sus arreboles
mi alma conturban con el mismo encanto
de tus agoreros
ojos traicioneros
cuando resplandecen a través del llanto.
La belleza
La destrucción
La estéril
Con su veste ondulante, de visos nacarados
-aún cuando camina parece que danzara-
cual ágiles serpientes que en la mágica vara
y en cadencias concitan los juglares sagrados;
La fuente de sangre
La pipa
Al agobio de su labor
se agita mi flabel risueño
igual que el penacho hogareño
a la vuelta del labrador.
Remordimiento póstumo
Cuando duermas por siempre, mi amada Tenebrosa,
tendida bajo el mármol de negro monumento
y por tibia morada y por solo aposento
tengas, no más, el antro húmedo de la fosa;
¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi
alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música.
Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos
mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más
profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana.
En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en
un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto,
entre macetas y jarros refrescantes.
En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la
no-che de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu
cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de
coco.
Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos
elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.
De "Las flores del mal:
Versiones de Ignacio Caparrós
(Ed. Alhulia. Colección "Crisálida", nº 20. Granada, 2001)
II- El albatros
Por divertirse a veces suelen los marineros
cazar a los albatros, aves de envergadura,
que siguen, en su rumbo indolentes viajeros,
al barco que se mece sobre la amarga hondura.
*****
IV- Correspondencias
La creación es un templo donde vivos pilares
hacen brotar a veces vagas voces oscuras;
por allí pasa el hombre a través de espesuras
de símbolos que observan con ojos familiares.
*****
X- El enemigo
Mi juventud fue sólo tenebrosa tormenta,
por rutilantes soles cruzada acá y allá;
relámpagos y lluvias la hicieron tan violenta,
que en mi jardín hay pocos frutos dorados ya.
*****
*****
XVII- La belleza
Bella soy, ¡oh mortales!, como un sueño de piedra,
y mi seno, que a todos siempre ha martirizado,
para inspirar amor a los poetas medra
a la materia igual, inmortal y callado.
*****
XXXIII- Remordimiento póstumo
Cuando en el fondo duermas, mi bella tenebrosa,
de una tumba de mármol denegrido construida,
y ya tan sólo tengas por alcoba o guarida
una cueva lluviosa y una profunda fosa;
*****
*****
LXXVII- Spleen
Yo soy como ese rey de aquel país lluvioso,
rico, pero impotente, joven, aunque achacoso,
que, despreciando halagos de sus cien concejales,
con sus perros se aburre y demás animales.
Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón,
ni su pueblo muriéndose enfrente del balcón.
La grotesca balada del bufón favorito
no distrae la frente de este enfermo maldito;
en cripta se convierte su lecho blasonado,
y las damas, que a cada príncipe hallan de agrado,
no saben ya encontrar qué vestido indiscreto
logrará una sonrisa del joven esqueleto.
el sabio que le acuña el oro no ha podido
extirpar de su ser el humor corrompido,
y en los baños de sangre que hacían los Romanos,
que a menudo recuerdan los viejos soberanos,
reavivar tal cadáver él tampoco ha sabido
pues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido.
Aloysius Bertrand
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Aloysius Bertrand
Gaspard de la nuit es la obra principal del autor; inaugura el género del poema en prosa,
consta de seis partes que a su vez se subdividen en varios relatos. Abundan las
metáforas y la fantasía en cada uno de los relatos, que nacen de las anécdotas muy
peculiares de los personajes de la época.
[Contraer]
La elección del Consejo de Administración de la Wikimedia
[Ayúdanos
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Tristan Corbière
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Tristan Corbière
Fue un poeta donde su trabajo fue poco conocido hasta que Paul Verlaine lo incluyó en
su prosa poética de Los poetas malditos (poètes maudits); pero la recomendación de
Verlaine fue suficiente para llevar su trabajo a la luz pública y establecerlo como uno de
los maestros reconocidos del Simbolismo.
Su único trabajo publicado en vida apareció en Les amours jaunes, 1873. Es un libro de
poemas en el que el lirismo descriptivo, el reflejo de la atracción que despertaron en el
autor el océano y la tierra y la gente de Bretaña se unen a originales hallazgos formales,
presididos por el sarcasmo, la crítica irónica y el espíritu de rebeldía.
I I
II II
III III
V V
VI VI
VII VII
VIII VIII
Paul Verlaine
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Paul Verlaine
• 1 Biografía
• 2 Influencia
• 3 Obras
o 3.1 Poemas
o 3.2 Prosa
• 4 Galería
• 5 Enlaces externos
Biografía [editar]
Al año siguiente, la joven pareja empezó a vivir con los padres de Mathilde, fue
entonces cuando Arthur Rimbaud aparece en su vida y la cambia completamente.
Rimbaud se muda con ellos por invitación de Verlaine, el cual había descubierto el
genio precoz del adolescente. Al poco tiempo ambos se hacen amantes y, después de
que el comportamiento de Rimbaud escandalizara a los círculos literarios parisienses,
Verlaine deja a su mujer y se va con el joven poeta a Londres y luego Bélgica. Durante
estos viajes, escribe una gran parte de la colección Romanzas sin palabras En 1873, por
consejo de su madre, Rimbaud decide terminar su relación amorosa con Verlaine, pero
éste fuera de sí hiere de un tiro a Rimbaud y es condenado a dos años de prisión, que
cumple en Bruselas y en Mons. Durante su estancia en la prisión elabora la base de un
libro que no verá nunca la luz (Carcelariamente); su esposa obtiene la separación, tras
un proceso iniciado en 1871. En prisión se convirtió al catolicismo, en la madrugada,
escribió, de una «mística noche». De esta conversión data probablemente el abandono
de Carcelariamente y la idea de recopilar Sabiduría, que formará parte, con Antaño y
hogaño (1884) y Paralelamente (1888), de una gran antología.
A partir de 1887, a medida que su fama crece, cae en la más negra de las miserias. Sus
producciones literarias de esos años son puramente alimentarias. En esta época pasa el
tiempo entre el café y el hospital. En sus últimos años fue elegido «Príncipe de los
Poetas» (en 1894) y se le otorga una pensión. Prematuramente envejecido, muere en
1896 en París, a los 51 años. Al día siguiente de su entierro, varios paseantes cuentan un
hecho curioso: la estatua de la Poesía, ubicada en la plaza de la Ópera, perdió un brazo,
que se rompió junto con la lira que sujetaba, en el momento en que el coche fúnebre de
Verlaine pasaba por allí:
Influencia [editar]
La influencia de Verlaine fue grande entre sus coetáneos, por ejemplo en Evelina, y no
hizo más que crecer tras su fallecimiento, tanto en Francia como en el resto del mundo.
En castellano, el modernismo no puede entenderse sin la figura de Verlaine. La obra de
algunos grandes poetas del ámbito hispánico, como Rubén Darío, Manuel Machado o
Pablo Neruda, son consecuencia directa o indirecta de la del poeta francés.
Obras [editar]
Poemas [editar]
Prosa [editar]
Galería [editar]
Caricatura de Retrato de
Retrato de Verlaine por: Caricatura de Verlaine
Verlaine por: Verlaine por:
Eugène Carrière por: Félix Vallotton
Edmond Aman-Jean Gustave Courbet
Aria de antaño
Canción de otoño
Green
Las conchas
Lasitud
Mi sueño
Mujer y gata
Serenata
Ir a: A media voz
Ir a: Traducciones de poesía
violeta@aroma.com
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Georgia
Aria de antaño
Canción de otoño
Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.
Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.
Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.
Green
Lasitud
Mi sueño
Mujer y gata
La sorprendí jugando con su gata,
y contemplar causóme maravilla
la mano blanca con la blanca pata,
de la tarde a la luz que apenas brilla.
Serenata
Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.
Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.
Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí,
que en todo lo que yo creo
sólo vivo para ti.
Contenido
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• 1 Biografía
o 1.1 Relación con Paul Verlaine
o 1.2 Su vida posterior (1875–1891)
• 2 Obras
• 3 Obras en castellano
• 4 Influencia
• 5 Cine
• 6 Véase también
• 7 Referencias
• 8 Enlaces externos
Biografía [editar]
Estudiante inquieto y burlón, era sin embargo superdotado y brillante: A los quince años
ya había ganado todo tipo de premios de redacción y compuesto originales versos y
diálogos en latín. Tras un concurso de composición latina sobre el tema de Yugurta, el
profesor Desdouets dirá de él: «Nada banal germina dentro de esta cabeza. Será un
genio del Mal o un genio del Bien». En 1870 conoció a un nuevo joven maestro de
retórica, Georges Izambard, que se convirtió en su primer mentor literario; los originales
versos en francés del poeta alcanzaron rápidamente una calidad máxima, dentro de una
estética parnasiana. En una de sus frecuentes huídas, es posible que participase
brevemente en la Comuna de París, en 1871, lo cual habría retratado en su poema L
´Orgie parisienne ou Paris se repeuple (La orgía parisina o París se repuebla).
Probablemente fue víctima de un ataque sexual por parte de soldados comuneros
borrachos. Su poema Le Coeur supplicié (El corazón torturado) así lo insinúa. Para
entonces, su conducta se había vuelto caótica e irreverente; había comenzado a beber y
se divertía conmocionando a los burgueses locales con sus vestimentas andrajosas, sus
pintadas de «Muera Dios» en las iglesias y su cabello largo.
Rimbaud fue convencido por su amigo Charles Auguste Bretagne a escribirle una carta
a Paul Verlaine, un eminente poeta simbolista, después de no haber obtenido respuesta
de otros poetas.[1] Rimbaud envió a Verlaine dos cartas con varios de sus poemas,
incluyendo el enigmático "Le Dormeur du Val" y "El barco ebrio". Verlaine quedó
intrigado por el talento de Rimbaud y le respondió diciendo: "Ven, querida gran alma.
Te esperamos, te queremos". Junto a la carta mandó un boleto de tren a París.[2]
Rimbaud llegó a finales de septiembre de 1871 atendiendo la invitación de Verlaine y
pasó a vivir con Verlaine y su esposa.[3] Verlaine estaba casado con Mathilde Mauté, la
cual tenía diecisiete años y estaba embarazada. En recopilaciones posteriores, Verlaine
se expresó de Rimbaud como "Un joven con la cabeza de niño, con cuerpo adolescente
aun en crecimiento y cuya voz, tenía altos y bajos como si fuera a quebrarse."[4]
Rimbaud y Verlaine se encontraron por última vez en 1875, en Alemania, luego de que
éste recuperara la libertad y tras su simulada conversión al catolicismo. Pero este
encuentro no salió del todo bien, tomando en cuenta el hecho de que Verlaine salió del
sitio de la reunión con cortaduras de navaja en la cara. Para entonces Rimbaud había
abandonado la escritura y había optado por una vida estable de trabajo, harto ya de su
salvaje existencia anterior, según algunos han afirmado, o en razón de que había
decidido volverse rico e independiente, para después poder ser un poeta y hombre de
letras libre de penurias económicas, según especulan otros.
Influencia [editar]
También influyó en el decadentismo. Para Rimbaud, «el poeta debe hacerse vidente a
través de un razonado desarreglo de los sentidos». Se trata de «registrar lo inefable» y
para ello «es precisa una alquimia verbal que, nacida de una alucinación de los sentidos,
se exprese como alucinación de las palabras»; al mismo tiempo, «esas invenciones
verbales tendrán el poder de cambiar la vida».
Cine [editar]
Su relación sentimental con Verlaine en París y Londres fue llevada al cine el año 1995,
en una notable película conocida en España Vidas al límite (título original: Total
Eclipse), dirigida por la directora polaca Agnieszka Holland, con las interpretaciones de
Leonardo Di Caprio en el papel de Rimbaud y David Thewlis en el de Verlaine. Dicha
película está editada en DVD. Más recientemente, existe una nueva interpretación de
Ben Whishaw en la película biográfica de Todd Haynes I'm Not There.
A la música
El ángel y el niño
La brisa
Ofelia
Primera velada
Sensación
Sol y carne
Ir a: A media voz
Ir a: Traducciones de poesía
violeta@aroma.com
Georgia
A la música
Plaza de la Estación, en Charleville
El ángel y el niño
El nuevo año ha consumido ya la luz del primer día;
luz tan agradable para los niños, tanto tiempo esperada y tan pronto olvidada,
y, envuelto en sueño y risa, el niño adormecido se ha callado...
Está acostado en su cuna de plumas; y el sonajero ruidoso calla, junto a él, en el suelo.
Lo recuerda y tiene un sueño feliz:
tras los regalos de su madre, recibe los de los habitantes del cielo.
Su boca se entreabre, sonriente, y parece que sus labios entornados invocan a Dios.
Junto a su cabeza, un ángel aparece inclinado:
espía los susurros de un corazón inocente y, como colgado de su propia imagen,
contempla esta cara celestial: admira sus mejillas, su frente serena, los gozos de su alma,
esta flor que no ha tocado el Mediodía :
«¡Niño que a mí te pareces, vente al cielo conmigo! Entra en la morada divina;
habita el palacio que has visto en tu sueño;
¡eres digno! ¡Que la tierra no se quede ya con un hijo del cielo!
Aquí abajo, no podemos fiamos de nadie; los mortales no acarician nunca con dicha sincera;
incluso del olor de la flor brota un algo amargo;
y los corazones agitados sólo gozan de alegrías tristes;
nunca la alegría reconforta sin nubes y una lágrima luce en la risa que duda.
¿Acaso tu frente pura tiene que ajarse en esta vida amarga, las preocupaciones turbar
los llantos de tus ojos color cielo y la sombra del ciprés dispersar las rosas de tu cara?
¡No ocurrirá! te llevaré conmigo a las tierras celestes,
para que unas tu voz al concierto de los habitantes del cielo.
Velarás por los hombres que se han quedado aquí abajo.
¡Vamos! Una Divinidad rompe los lazos que te atan a la vida.
¡Y que tu madre no se vele con lúgubre luto;
que no mire tu féretro con ojos diferentes de los que miraban tu cuna;
que abandone el entrecejo triste y que tus funerales no entristezcan su cara,
sino que lance azucenas a brazadas,
pues para un ser puro su último día es el más bello!»
Ahora, el lecho guarda sólo unos miembros empalidecidos, en los que aún hay belleza,
pero ya no hay un hálito que los alimente y les dé vida.
Murió... Mas en sus labios, que los besos perfuman aún, se muere la risa,
y ronda el nombre de su madre;
y según se muere, se acuerda de los regalos del año que nace.
Se diría que sus ojos se cierran, pesados, con un sueño tranquilo.
Pero este sueño, más que nuevo honor de un mortal,
rodea su frente de una luz celeste desconocida,
atestiguando que ya no es hijo de la tierra, sino criatura del Cielo.
¡Oh! con qué lágrimas la madre llora a su muerto
¡cómo inunda el querido sepulcro con el llanto que mana!
Mas, cada vez que cierra los ojos para un dulce sueño,
le aparece, en el umbral rosa del cielo, un ángel pequeñito que disfruta
llamando a la dulce madre que sonríe al que sonríe.
De pronto, resbalando en el aire, en tomo a la madre extrañada,
revolotea con sus alas de nieve
y a sus labios delicados une sus labios divinos.
La brisa
En su retiro de algodón,
con suave aliento, duerme el aura:
en su nido de seda y lana,
el aura de alegre mentón
Pues tú te desprendes
de los asuntos humanos,
¡De los simples impulsos!
Vuelas según..
Nunca la esperanza,
no hay oriente.
Ciencia y paciencia.
El suplicio es seguro.
Ya no hay mañana,
brasas de satén,
vuestro ardor
es el deber.
Ofelia
I
En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.
II
¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.
Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza –son de árboles y noches.
III
Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste ,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.
Primera velada
Desnuda, casi desnuda;
y los árboles cotillas
a la ventana arrimaban,
pícaros, su fronda pícara.
Asentada en mi sillón,
desnuda, juntó las manos.
Y en el suelo, trepidaban,
de gusto, sus pies, tan parvos.
Sensación
Iré, cuando la tarde cante, azul, en verano,
herido por el trigo, a pisar la pradera;
soñador, sentiré su frescor en mis plantas
y dejaré que el viento me bañe la cabeza.
Marzo de 1870
Sol y carne
Versión de L.S.
a ella...
A ella
Contenido
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• 1 Biografía
• 2 Obra
• 3 Fragmento de Igitur
• 4 Obras
• 5 Traducciones
• 6 Véase también
• 7 Bibliografía
• 8 Enlaces externos
Biografía [editar]
Bautizado con el nombre Etienne Mallarmé, al perder a su padre en 1849, fue tutelado
por sus abuelos. La muerte de su hermana María lo marcó profundamente. Estudió el
bachillerato en Sens. En 1862, tras conocer a una joven alemana, Maria Gerhard, dejó
su empleo para vivir con ella en Londres, con la idea de prepararse para ser profesor de
inglés.
Excluido del servicio militar en 1863, se casó en Londres con María el 10 de agosto y
obtuvo su acreditación para enseñar inglés. En septiembre, fue nombrado jefe de
estudios en el Instituto de Tournon; en 1866 la revista Parnasse Contemporain publicó
diez poemas suyos; es un año que abre un periodo fundamental para él, porque durante
una estancia en Cannes en casa de su amigo y corresponsal Eugène Lefébure empieza a
dudar de sus convicciones estéticas primitivas; este periodo se cierra en 1869. Mobrado
profesor en Besançon, comienza una correspondencia con Paul Verlaine. Consiguió el
traslado al liceo de Aviñón y allí conoce el Movimiento Félibrige y entabla amistad con
sus poetas en lengua provenzal: Théodore Aubanel, Joseph Roumanille y Frédéric
Mistral, con quienes además mantuvo correspondencia; en 1867 logra el ansiado
traslado al liceo Fontanes de París y, establecido en la capital, abre un famoso salón o
tertulia. En 1876 lo pinta Édouard Manet, el mismo año en que da a conocer su poema
L'après-midi d'un faune. Por entonces frecuenta a los poetas parnasianos Leconte de
Lisle y José-Maria de Heredia. Investigó el uso de la tipografía libre y el espacio en
blanco en la poesía y el verso libre en su poema más audaz, Un coup de dés jamais
n'abolira le hasard (Una tirada de dados jamás derogará el azar), de 1897. Al año
siguiente (8 de septiembre de 1898) sufrió un fatal espasmo faríngeo mientras trabajaba
en su poema Herodías y pidió a su ayudante y a su hija que destruyeran sus escritos
diciendo: «No hay herencia literaria ahí...». A la mañana siguiente, murió.
Durante años, sus veladas literarias fueron consideradas el centro de la vida intelectual
parisina. Entre otros asistentes, cabe mencionar a los poetas alemanes Stefan George y
Rainer Maria Rilke, a los franceses Paul Verlaine y Paul Valéry, a los novelistas André
Gide e Huysmans y al lírico irlandés W. B. Yeats. Con dos amigos intercambió una
caudalosa correspondencia: Henri Cazalis (conocido entre los parnasianos con el
sobrenombre de Jean Lahor) y Eugène Lefébure, apasionado por la poesía y el
ocultismo, que se haría muy célebre como egiptólogo. El músico del impresionismo
Claude Debussy compuso en 1892 una pieza de orquesta sobre su poema La siesta de
un fauno, y el también impresionista Maurice Ravel musicó poemas suyos en Trois
poèmes de Stéphane Mallarmé (1913); a estos hay que agregar los compositores Darius
Milhaud (Chansons bas de Stéphane Mallarmé, 1917) y Pierre Boulez (Pli selon pli,
1957-62).
Obra [editar]
Obras [editar]
• Herodías (1864)
• Preludio a la siesta de un fauno (L'après-midi d'un faune, 1865), que sirvió de
inspiración a Claude Debussy para su pieza musical homónima.
• Los dioses antiguos (Les Dieux Antiques, 1879)
• Divagaciones (Divagations1897)
• Una tirada de dados jamás abolirá el azar (Un coup de dés jamais n'abolira le
hasard, 1897), su última obra y la más experimental.
Traducciones [editar]
Angustia
Aparición
Brisa marina
Herodías
La siesta de un fauno
Soneto
Ir a: A media voz
Ir a: Traducciones de poesía
violeta@aroma.com
Georgia
Angustia
Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena
de todos los pecados de un pueblo que te ama,
ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena
bajo el tedio incurable que mi labio derrama.
Versión de L. S.
Aparición
La luna se entristecía. Serafines llorando
sueñan, el arquillo en los dedos, en la calma de las flores
vaporosas, sacaban de las lánguidas violas
blancos sollozos resbalando por el azul de las corolas,
Versión de L. S.
Brisa marina
Leí todos los libros y es, ¡ay! , la carne triste.
¡huir, huir muy lejos! Ebrias aves se alejan
entre el cielo y la espuma. Nada de lo que existe,
ni los viejos jardines que los ojos reflejan,
ni la madre que, amante, da leche a su criatura,
ni la luz que en la noche mi lámpara difunde
sobre el papel en blanco que defiende su albura
retendrá al corazón que ya en el mar se hunde.
¡Yo partiré! ¡Oh, nave, tu velamen despliega
y leva al fin las anclas hacia incógnitos cielos!
Un tedio, desolado por la esperanza ciega,
confía en el supremo adiós de los pañuelos.
Y tal vez, son tus mástiles de los que el viento lanza
sobre perdidos náufragos que no encuentran maderos,
sin mástiles, sin mástiles, ni islote en lontananza...
Corazón, oye cómo cantan los marineros!
Herodías
(Escena)
La nodriza - Herodías
Nodriza
¡Vives! ¿O aquí la sombra miro de una princesa?
A mis labios tus dedos, sus anillos, y cesa
de andar por ignoradas edades...
Herodías
Detente.
¿Guía
qué imán, y cuál mañana que olvidan los videntes
vuelca su triste luz en ocasos murientes,
lo sé yo? Tú me has visto, mi nodriza invernal,
bajo prisión de piedras y de duro metal
donde arrastran leones viejos siglos arcanos
entrar, mientras venía, fatal, puras las manos
En el desierto aroma de estos reyes vetustos;
¿pero es que viste acaso cuáles fueron mis sustos?
Nodriza
¿Si no la alegre mirra, en redomas guardada,
de la esencia a vejeces de las rosas raptada
quisieras, hija mia, comprobar la virtud
fúnebre?
Herodías
¡De perfumes basta! ¿No sabes tú
que los odio, nodriza? ¿Buscas luego que sienta
su embriaguez inundar mi frente macilenta?
Quiero que mis cabellos, así no sean flores
para esparcir olvido de humanos sinsabores
sino el oro, por siempre virgen de las fragancias
en sus crueles relámpagos y en sus lívidas ansias
observen el helor estéril del metal,
reflejándoos, gemas del baluarte natal,
armas, vasos de días solos de mi niñez.
Nodriza
Perdón! Vuestra defensa la edad borró tal vez,
De mi espíritu pálido cual negro libro, o viejo;
Herodías
¡Basta! Ten frente a mí este espejo
¡oh espejo!
agua fría que el tedio logró ver congelada,
que a veces, y durante las horas, desolada
de los sueños, buscando mis memorias, lo mismo
que las hojas debajo de su profundo abismo.
En ti me aparecí como sombra lejana,
mas, ¡horror! por las noches en tu adusta fontana
vi del disperso sueño la desnuda beldad.
Nodriza
Un astro, a la verdad
mas esta trenza cae...
Herodías
Que congelada va mi sangre hacia su fuente,
y esta impiedad famosa del gesto; ¿cuál endriago
seguro te abalanza sobre el siniestro halago?
El beso y los perfumes brindados, corazón,
y la mano, sacrílega siempre, el día son
(conmoverme buscabas sin duda) que no habría
de morir en la torre sin desventura. ¡Oh día,
oh día que Herodías con estupor observa!
Nodriza
¡Tiempo extraño, en efecto, de qué el cielo os preserva!
Erráis, oh sombra sola, renovado furor,
y contemplando en vos precoz, y con horror
pero siempre adorable como un sér inmortal,
oh mi niña, y hermosa terriblemente, tal
como...
Herodías
¿Mas no queréis conmoverme?
Nodriza
Quería
ser a quien el Destino los secretos confía.
Herodías
¡Oh, cállate!
Nodriza
¿Vendría quizás?
Herodías
Estrellas puras,
¿No me oís?
Nodriza
¡Pero cómo, sino en medio de oscuras
amenazas, pensar más implacable, en tanto,
y como al dios pidiendo que el espléndido encanto
de vuestra gracia espera! ¿Para quién, devorada
de angustias, conserváis la elación ignorada
y el misterio que oculta vuestro sér?
Herodías
Para mí.
Nodriza
Triste flor que impasible crecer a solas vi,
vana sombra en el agua vista con atonía.
Herodías
Vete, y tu compasión guárda con tu ironía.
Nodriza
Sin embargo, explicad: ingenua niña mía,
este triunfal desdén ha de amainar un día.
Herodías
¿Mas quién me tocará, de leones temida?
Además, nada humano deseo, y esculpida,
si al paraíso ve que mi mirada ha errado,
es que recuerdo un día tu leche haber gustado.
Nodriza
¡Víctima lamentable que al Destino se ofrece!
Herodías
¡Sí, para mí, desierta, mi juventud florece!
Ya lo sabéis, jardines de amatista, anegados
sin término en sapientes abismos deslumbrados.
Oros ignotos, luz que antigua persevera
bajo el sueño sombrío de una tierra primera,
joyas en que mis ojos, como gemas lustrales,
beben su claridad melodiosa; metales
que un esplendor fatal dáis a mi cabellera
juvenil, y a su torva majestad altanera.
En cuanto a ti, mujer nacida en horas vanas,
y para la maldad de las grutas arcanas,
¡y que hablas de un mortal! Según que, si en mis vestes,
los cálices, aroma de delicias agrestes,
daban a mi desnudo cándida conmoción.
Sibila que, si el tibio azur de la estación,
tras él, nativamente descubre la doncella
me mira en mi pudor titilante de estrella,
¡muero!
Nodriza
¿Señora, ansiáis entonces morir?
Herodías
No, pobre sér,
cálma, y si mi rigor has de olvidar, ¡abur!
Mas antes los postigos ciérra, pues el azur
seráfico sonríe tras las vidrieras hondas,
y yo detesto el bello azur!
¿En ondas
que allá se mecen, sabes acaso de un lugar
donde el siniestro espacio tenga el torvo mirar
de Venus, que en las frondas fulgura en el Ocaso?
Allí voy.
Nodriza
¿Y bien?
Herodías
Adiós entonces.
La siesta de un fauno
(Égloga)
El Fauno:
Oh cierto castigo...
Pero el alma
de palabras vacante, y este cuerpo sombrío
tarde sucumben al silencio del estío:
sin más, fuerza es dormir, lejano del rencor,
sobre la arena sitibunda, a mi sabor,
¡la boca abierta al astro de vinos eficaces!
1. Resurgir
2. Tristeza de verano
El sol, sobre la arena, luchadora durmiente,
Calienta un baño lánguido en tu pelo de oro
Y, consumiendo incienso sobre tu hostil mejilla,
Con las lágrimas mezcla un brebaje amoroso.
3. Suspiro
Mi alma hacia tu frente donde sueña
Un otoño alfombrado de pecas, calma hermana,
Y hacia el errante cielo de tus ojos angélicos
Asciende, como en un melancólico parque,
Fiel, un surtidor blanco suspira hacia el azul.
-Hacia el Azur eternecido de octubre puro y pálido
Que mira en los estanques su languidez sin fin
Y deja, sobre el agua muerta do la salvaje
Agonía de las hojas yerra al viento y excava un frío surco,
Arrastrarse al sol gualda de un larguisimo rayo.
4. Invierno
¡El virgen, el vivaz y bello día de hoy
Da un aletazo ebrio va a desgarrarnos este
Lago duro olvidado que persigue debajo de la escarcha
El glaciar transparente de los vuelos no huidos!
Soneto
El de sus puras uñas onix, alto en ofrenda,
La Angustia, es medianoche, levanta, lampadóforo,
Mucho vesperal sueño quemado por el Fénix
Que ninguna recoge ánfora cineraria:
En 1819, publicó su primer poema, titulado Élégies et Romances, además hizo varias
apariciones como actriz y cantante en el Teatro Nacional de la Opéra-Comique y en el
teatro La Monnaie.
Su poesía es conocida por ser oscura y depresiva. Es la única mujer incluida en una de
las secciones de Los poetas malditos de Paul Verlaine.
Contenido
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• 1 Obras
• 2 Bibliografía
• 3 Véase también
• 4 Enlaces externos
Obras [editar]
Los sollozos
de Marceline Desbordes-Valmore
debe escribir;
lo hago, para que lejos en mi alma puedas leer
cómo al partir.
Auguste Villiers de L'Isle-Adam (1838-1889) fue un escritor francés cuya obra, que
abarca la poesía, el teatro y la narración, se orientan en gran parte hacia el movimiento
simbolismo. Dotado de un vigoroso poder expresivo, capaz de conferir sus obras un
estilo torturado, a la vez violento y profundamente lírico.
Los cuentos de Villiers son muy desiguales; al lado de algunos absurdos y exagerados,
se dan otros en los que el humor, la ironía o el terror macabro dan lugar a situaciones
excepcionalmente sugerentes.
Obras [editar]
• 1862 - Isis
• 1883 - Cuentos Crueles
• 1886 - La Eva futura
• 1888 - Historias insólitas
• 1888 - Nuevos cuentos crueles
Cuentos
Antonia
[Cuento. Texto completo]
Toda la noche habíamos estado bebiendo jerez. Por la ventana, abierta sobre los jardines
de la villa, oíamos el rumor de las hojas.
Nuestros bigotes estaban perfumados con sándalo, y, también, Antonia nos dejaba coger
las rosas rojas de sus labios con un encanto a la vez tan sincero que no despertaba ningún
tipo de celos. Alegre, se contemplaba luego en los espejos de la sala; cuando se volvía
hacia nosotros, con aires de Cleopatra, era para verse en nuestros ojos.
En su joven seno había un medallón de oro mate, con sus iniciales en pedrería, sujeto
con una cinta de terciopelo negro.
-¡Vean!
Separó con sus finas uñas el cierre de la misteriosa joya: el medallón se abrió. Allí
dormía una sombría flor de amor, un pensamiento, artísticamente trenzado con cabellos
negros.
-¡Antonia!... según esto, ¿tu amante debe ser algún joven salvaje encadenado por tus
malicias?
Antonia estalló en una carcajada tan primorosa, tan gozosa, que tuvo que beber,
precipitadamente, entre sus violetas, para no ahogarse.
-¡Ay! mis queridos amantes, tras haber consultado todos mis recuerdos, he escogido uno
de mis rizos, y lo llevo... por espíritu de fidelidad.
Amigas de pensionado
[Cuento. Texto completo]
Allí -aunque las últimas gotas del destete humedecieran todavía sus labios-, las unió
pronto una amistad profunda, basada en su coincidencia respecto a las naderías sagradas
del tocado De la misma edad y de un encanto de la misma índole, la paridad de
instrucción sabiamente restringida que recibieron juntas consolidó su afecto. Por otra
parte, ¡oh misterios femeninos!, al punto e instintivamente, a través de las brumas de la
tierna edad, habían sabido que no podían hacerse sombra.
De clase en clase, no tardaron en advertir, por mil detalles de sus modales, la estima
laica en que se tenían ellas mismas y que habían heredado de los suyos: lo indicaba la
seriedad con que comían sus rebanadas de pan con mantequilla de la merienda. De modo
que, casi olvidadas de sus familias, cumplieron dieciocho años casi simultáneamente, sin
que ninguna nube hubiese nunca turbado el azul de su mutua simpatía, que, por otra
parte, daba solidez a la exquisita terrenalidad de sus naturalezas, y por otro, idealizaba, si
podemos decirlo, su “honradez” de adolescentes.
Se trató en seguida de casarlas, por medio de anuncios, como supremo recurso, el único
arriesgado, sin demasiada locura, en aquella desgracia. Se ponderaron, en tipografía
diamantina, sus “cualidades del corazón”, lo atractivo de sus figuras, su gentileza, sus
estaturas, incluso su sensatez y sus inclinaciones caseras. Hasta se llegó a imprimir que
sólo les gustaban los viejos. No se presentó ningún partido.
Entonces empezó la vida galante: fiestas, placeres, cenas, amores, bailes, carreras y
estrenos. Sólo veían a sus familiares para hacerles pequeños servicios, proporcionarles
entradas de teatro gratuitas o algo de dinero.
En medio de aquel torbellino de polvo dorado, y aunque sus nuevas ocupaciones las
obligaban por conveniencia a vivir separadas, Félicienne y Georgette debían fatalmente
encontrarse. Sí, era inevitable. Pues bien, su amistad, lejos de atenuarse a causa de ese
cambio de vida, se hizo más estrecha. En efecto, en medio del vértigo del mundo, es
agradable poder solazarse, de vez en cuando, con algo puro y honrado, y ese algo lo
obtenían, entre ellas, por el sencillo cambio mutuo de una mirada de otros tiempos
cargada de inocentes recuerdos de su infancia en la Institución Désagrémeint, noble y
casta ilusión cuyo inalienable tesoro afianzaba su simpatía.
La impresión que sacaban con esta respectiva mirada les procuraba -por su contraste y a
voluntad- una dulzona melancolía en la que ambas saboreaban por lo menos un resabio
de aquella estima laica que les era innata. En una palabra, cada una sentía “que no eran
las primeras llegadas”.
Catalina
[Cuento. Texto completo]
Mi deliciosa y solitaria villa, situada a orillas del Marne, con su cercado y su fresco
jardín, tan umbrosa en verano, tan cálida en invierno; mis libros de metafísica alemana;
mi piano de ébano de sonidos puros; mi bata de flores apagadas, mis confortables
zapatillas; mi apacible lámpara de estudio, y toda esta existencia de profundas
meditaciones, tan gratas a mi gusto por el recogimiento. Una hermosa tarde de verano
decidí sacudirme el encanto de todas estas cosas tomándome unas semanas de exilio.
Así fue. Para relajar el espíritu de aquellas abstractas meditaciones, a las que por
demasiado tiempo -me parecía- había consagrado toda mi juvenil energía, acababa de
concebir el proyecto de realizar algún viaje divertido, en el que las únicas contingencias
del mundo fenomenal distraerían, por su frivolidad misma, el ansioso estado de mi
entendimiento en lo que concierne a las cuestiones que, hasta entonces, lo habían
preocupado. Quería... no pensar más, dejar descansar la mente, soñar con los ojos
abiertos como un tipo convencional. Semejante viaje de recreo no podía -así lo creí- sino
ser útil a mi querida salud, pues la realidad es que yo me estaba debilitando sobre
aquellos temibles libros. En resumen, esperaba que semejante distracción me devolvería
al perfecto equilibrio de mí mismo y, al regreso, apreciaría sin dudar las nuevas fuerzas
que esta tregua intelectual me procuraría.
Aquella tarde pues -y tras esta reflexión decisiva- sentado en el cenador del jardín donde,
al tiempo que seguía con la mirada las espirales opalinas de un cigarrillo, saboreaba el
aroma de una taza de café puro, no me resistí -lo confieso- al placer de exclamar:
«¡Vamos! ¡viva la fuga alegre a través de las Españas! Quiero dejarme seducir por las
obras maestras del bello arte musulmán! ¡por las ardientes pinturas de los maestros del
pasado! ¡por la belleza contemplada entre los movimientos de vuestros abanicos negros,
pálidas mujeres de Andalucía! ¡Vivan las ciudades soberanas, de cielo embrujado, de
seductores recuerdos, que por la noche, a la luz de mi lámpara, he vislumbrado en los
relatos de los viajeros! ¡A mí, Cádiz, Toledo, Córdoba, Granada, Salamanca, Sevilla,
Murcia, Madrid y Pamplona! Está decidido: en marcha.»
No obstante, como no me agradan sino las aventuras sencillas, los incidentes y las
sensaciones tranquilos, los acontecimientos acordes con mi apacible naturaleza, decidí
antes que nada comprar una de esas Guías del Viajero, gracias a las cuales se sabe de
antemano lo que se va a ver y que preservan los temperamentos nerviosos de cualquier
emoción inesperada.
Una vez que hube cumplido con este deber, me hice con una cartera modesta, pero
suficientemente repleta; cerré mi ligera maleta; la cogí y, dejando a mi ama de llaves
estupefacta al cuidado de la casa, en menos de una hora me puse en la capital. Sin
detenerme en ella, pedí al cochero que me condujera a la estación de Mediodía. Al día
siguiente, desde Bordeaux, llegué a Arcachon. Después de un buen y refrescante
chapuzón en el mar seguido de un excelente almuerzo, me dirigí a la rada. Vi un vapor,
Le Véloce, a punto de salir hacia Santander, y compré un pasaje en el mismo.
Levaron anclas. Hacia el atardecer, el viento de tierra nos trajo súbitos efluvios de
limoneros y, pocos instantes después, podíamos divisar la costa española que domina la
encantadora ciudad de Santander, rodeada en el horizonte por verdes montañas. La tarde
le daba un tono violeta al mar, aún dorado por Occidente; contra las rocas de la rada
venía a romper una espuma de pedrería. El vapor se abrió camino entre los barcos; un
puente de madera, lanzado desde el malecón, vino a engancharse a la proa. Siguiendo el
ejemplo de los demás pasajeros, abordé, eché a andar por el muelle enrojecido por el sol
en medio del gentío. Estaban descargando. Los paquetes, llenos de productos exóticos,
las jaulas con pájaros de Australia, los arbustos, topaban con las cajas de productos de
Cuento de final de verano
[Cuento. Texto completo]
En provincias, a la caída del crepúsculo sobre las pequeñas ciudades -hacia las seis de la
tarde, por ejemplo, al acercarse el otoño- se diría que los ciudadanos buscan lo mejor que
pueden aislarse de la inminente gravedad de la noche: cada cual entra en su concha al
presentir todo aquel peligro de estrellas que podría inducir a «pensar». En consecuencia,
el singular silencio que se produce entonces parece emanar, en parte, de la atonía
acompasada de las figuras sobre los umbrales. Es la hora en que el crujido molesto de las
carretas va apagándose por los caminos. Entonces, en los paseos -«clases de Buenas
Maneras»- suena, más nítidamente por los aires, sobre el aislamiento de los tresbolillos,
el estremecimiento triste de las altas frondosidades. A lo largo de las calles, entre
sombras, se intercambian saludos rápidos, como si el regreso a sus anodinos hogares
compensara de los pesados momentos (¡tan vanamente lucrativos!) de la jornada vivida.
Y, de los reflejos deslucidos del atardecer sobre las piedras y los cristales; de la
impresión nula y melancólica de la que el espacio está imbuido, se desprende una tan
incómoda sensación de vacío, que uno se creería entre difuntos.
Pero, cada día, a esta hora vespertina, en una de esas pequeñas ciudades, y en la avenida
más desierta del paseo, se encuentran habitualmente dos paseantes, habitantes bastante
antiguos ya de la localidad. Ambos deben, sin duda, haber superado la cincuentena: su
atuendo rebuscado, su fina camisa de encajes, lo anticuado de sus largas chaquetas, el
brillo de los sombreros de ala ancha, su forma de vestir aún despierta, sus maneras a
veces extrañamente conquistadoras, todo, hasta las hebillas de sus zapatos demasiado
elegantes, denuncian no se sabe qué verts-galants empedernidos. ¿Qué sentido tienen
esos aires triunfantes, en medio de un conjunto de seres negativos, de una bisexualidad
cualquiera, en la mente de los cuales no podría brotar la exclamación: ¡Qué hacer!? Con
un bastón de puño dorado en la mano, el primer llegado entra bajo los árboles solitarios
donde pronto aparece su amigo. Uno tras otro, caminando misteriosamente de puntillas,
se aproximan; luego acercándose al oído del otro, y protegiendo con la mano el
cuchicheo de sus palabras, susurra frases sorprendentes análogas, por ejemplo, a éstas
(salvo en los nombres):
-¡De acuerdo! -prosigue entonces éste, con los ojos dirigidos al cielo-, ¡pero la Sévigné,
querido!... ¡ah! ¡la Sévigné!... (caminan juntos, bajo las viejas sombras; la noche va a
teñirse de azul y a iluminarse).
-Hoy mismo debo esperarla hacia las nueve, lo mismo que a la Parabère, pese a que ese
diablo de regente...
-Le felicito, mi querido amigo. Sí, no salgamos del gran siglo. En mi libro de memoria
no cuento más que a tres adoradas del tiempo antiguo: primero, Eloísa...
-¡Chut!
-¡Brrr!
A veces, pues, cuando sonaban las doce de alguna otoñal noche sin luna, fastidiado por
el insomnio, Bonhomet se levantaba de repente y se vestía de forma especial para asistir
al concierto que necesitaba volver a escuchar. Tras introducir sus piernas en
descomunales botas de goma forradas que prolongaba, sin sutura, una ancha levita
impermeable convenientemente forrada también, el huesudo y gigantesco doctor
introducía las manos en un par de guanteletes de acero blasonado provenientes de alguna
armadura de la Edad Media (guanteletes de los que se había convertido en feliz
propietario después de abonar treinta y ocho hermosas monedas -¡Una locura!- a un
anticuario). Hecho esto, se ceñía su amplio sombrero moderno, apagaba la vela,
descendía y, con la llave de su casa en el bolsillo, se encaminaba, a la burguesa, hacia la
linde del parque abandonado.
Enseguida, se introducía por oscuros senderos hacia el retiro de sus cantantes favoritos,
hacia el estanque cuya agua poco profunda, y bien sondeada por todas partes, no le
pasaba de la cintura. Y, bajo la bóveda de arboleda próxima a los aterrajes, ensordecía
sus pasos al pisar ramas secas. Cuando llegaba al borde del estanque, lenta, muy
lentamente -¡sin hacer ruido alguno!-, introducía una bota, luego la otra, y avanzaba
dentro del agua con precauciones inauditas, tan inauditas que apenas se atrevía a respirar.
Como el melómano ante la inminencia de la cavatina esperada. De tal manera que, para
dar los veinte pasos que le separaban de sus queridos virtuosos, empleaba normalmente
entre dos y dos horas y media, hasta tal extremo temía alarmar la sutil vigilancia del
guardián negro. El soplo de los cielos sin estrellas agitaba lastimeramente las altas ramas
en la oscuridad que rodeaba el estanque, pero Bonhomet, sin dejarse distraer por el
misterioso susurro, seguía avanzando insensiblemente y tan bien que, hacia las tres de la
madrugada, se encontraba, invisible, a medio paso del cisne negro, sin que éste hubiera
percibido ni el más mínimo indicio de su presencia. Entonces, el buen doctor, sonriendo
en la oscuridad, arañaba suave, muy suavemente, rozando apenas con la punta de su
índice medieval, la superficie anulada del agua, delante del vigilante... Y arañaba con tal
suavidad que éste, aunque algo sorprendido, no juzgaba esta vaga alarma como de una
importancia digna de lanzar el guijarro. El cisne escuchaba. A la larga, cuando su instinto
se percataba vagamente de la idea de peligro, su corazón, ¡oh! su pobre corazón ingenuo
se ponía a latir horriblemente, lo que llenaba de júbilo a Bonhomet. Y los bellos cisnes,
uno tras otro, perturbados por ese ruido en lo profundo de su sueño, sacaban
ondulosamente la cabeza de debajo de sus pálidas alas plateadas y bajo el peso de la
sombra de Bonhomet, entraban poco a poco en un estado de angustia, percibiendo no se
sabe qué confusa consciencia del mortal peligro que los amenazaba. Pero, en su infinita
delicadeza, sufrían en silencio como el vigilante, al no poder huir puesto que el guijarro