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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES.

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACION


POSTGRADO DE FILOSOFIA.

Profesor: Víctor Martin.


Asignatura: Filosofía Política
Alumno: Raúl Hernández.
C.I: 6.119.826.
Telf: 0416-1154460.

Utopía, Arte, Espacio y Territorio

Introducción:

El artículo de utopía de Tomas Domingo Moratalla nos presenta una perspectiva más
profunda de la utopía que va mas allá de la narración descriptiva de eventos dados en el
tiempo relacionados con la acción política. La utopía se nos presenta como un modo de
ser del hombre, una razón utópica, una necesidad utópica. Esta necesidad utópica surge
a través de la historia como respuesta a un estado de incongruencia con la realidad. Sin
embargo, si es una razón humana nos adentramos a problemas que quizás podríamos
calificar de inmanentes o innatos que busca en general rechazar la falla de la
arbitrariedad, la incongruencia. En otras palabras, no nos presenta la utopía como
consecuencia de la incongruencia, sino la utopía como modo de ser que se hace
especialmente claro como reacción a la incongruencia. Pudiéramos, entonces,
interpretar su existencia relativa al estado y grado de la incongruencia. Esto tiene una
consecuencia evidente, esto nos está hablando de una manera de conocer la realidad que
esta vinculada a este modo utópico de ser. Por lo tanto, estamos hablando de un ámbito
epistemológico, un modo de conocer. Un modo de conocer que en relación a la razón
utópica se desenvuelve en la posibilidad de la construcción imaginaria y que, por lo
tanto, nos lanza al espacio abierto de lo simbólico. Y este espacio abre las puertas del
giro estético.

El presente trabajo pretende solo iniciar la posibilidad de una reflexión que; sin
pretender de ningún modo acabarlo ni estar estrictamente enmarcado dentro del ámbito
de la filosofía política (no deseo acercarme a ningún carácter normativo) vincule una
problematización del los conceptos de espacio, territorio, utopía e ideología con la
posibilidad de teorización entre los ámbitos de la relación arte- estética y la política del
espacio público.

La utopía. Análisis a partir del texto de Tomas D. Moratalla

Para los propósitos expuestos tomaremos tres aspectos del trabajo de Tomas
Domingo Moratalla: uno es la propuesta metodológica para la definición de utopía, otro
es la utopía en cuanto a categoría de la imaginación, y finalmente, la relación utopía e
ideología.

Utopía: Una definición problemática

Al intentar definir utopía nos encontramos con un panorama complejo y paradójico.


El texto de Moratalla intenta entenderlo desde la fenomenología y la hermenéutica;
entendiendo, por un lado, que la conciencia es intencional, es decir, es conciencia de
algo, en nuestro caso, entonces, una conciencia utópica. Por otro lado, desde la
interpretación de signos que se refieren a la utopía como fenómeno, se nos presenta
como un modo, “un modo utópico”, desde el género literario, como” literatura utópica”
y también, desde el ámbito socio-histórico, la utopía se da de manera esencial como
construcción imaginaria que surge como respuesta al estado de incongruencia con la
realidad en diversos momentos del existir humano.

La noción de utopía se caracteriza por ser ambigua, polisémica, retorica, polémica,


problemática y ambivalente.
Debido a esta complejidad la manera de poder definirla no puede ser solo
descriptiva.

Por otra parte, el carácter de autor que presentan las utopías (la utopía de Moro, la
utopía de Campanela, entre otros) hace más dificultosa la aproximación a ella.

El autor nos propone encontrar el elemento aglutinador en la estructura de la


imaginación, pues las utopías son el resultado de la imaginación individual y social en
el tiempo. Nos propone, entonces, una tipología de las utopías que logre determinar el
estilo utópico o intensión utópica.

Así se nos presenta una primera definición como un proyecto imaginario de una
realidad distinta, de una sociedad diferente, es decir, una presencia ausente, una realidad
irreal, alteridad sin identificación.

Por ello, en cuanto su función, la vida de las utopías es, obviamente, previa a Moro,
como espacio imaginable desde el deseo. Esto abre una pluralidad de sentidos, pero que
el autor propone observar desde tres putos de vista.

a) Como género literario propone una perspectiva en cuanto a construcción


imaginaria que produce con su lector una complicidad, un confabularse en una
hipótesis plausible que, por tanto, nos hace aparecer el orden social; mediante la
relativización, el cuestionamiento, la crítica y el distanciamiento, como un orden
que puede suceder o no, es decir, contingente

b) Como concepto socio-histórico (utopías sociales) la utopía tiene su origen en


situaciones de crisis y poseen una doble función crítica y constructiva: por un
lado denuncian injusticias del orden social establecido, y, por otro lado,
proponen alternativas de sociedad, alternativas exploratorias de lo social y
político.

c) Como carácter intencional (intención utópica), como mentalidad o modo


utópico, la utopía puede entenderse como un espacio necesario del hombre como
individuo y como sociedad. El hombre puede ser definido como “animal
utópico” y esta tendencia en el hombre puede entenderse como índice del propio
ser del hombre en cuanto a la paradoja en que ha de mantener en sí mismo y en
tensión constante la poética de voluntad (razón utópica) y su política.
Utopía: categoría de la imaginación.

Nos interesa resaltar del trabajo de Tomas Domingo Moratalla( quien se basa en las
aportaciones de Paul Ricoeur en cuanto a una filosofía enmarcada en la tradición
hermenéutica y fenomenológica reforzada por el análisis sobre la metáfora) la idea de
la utopía contemplada como categoría de la imaginación.

Moratalla nos presenta aquí la utopía vislumbrada como disposición imaginaria y


que se ocupa de fomentar una imaginación constituyente. “La utopía contribuye a una
actualización de lo dado y a llevar a la realidad actual lo que es posibilidad”. El
pensamiento utópico, para Moratalla, tiene como objetivo principal concebir
posibilidades, “comunicar una visión”.

La imaginación es el fundamento de toda utopía. Todo lo imaginable es, en principio,


utópico. Por lo tanto, “la utopía es practica imaginativa”.

Es obvio, en principio, pues parte del género literario, que el topos de la utopía no es
ningún lugar en particular, pero que reside en el lenguaje y en “la idealidad misma del
lenguaje “. No se apoya en el ser en la realidad, sino que “su topos es la
intersubjetividad…vive en la idealidad, como la metáfora.”

Ideología Vs Utopía: una relación recursiva.

Basado en el pensamiento de P.Ricoeur y de K.Mannheim, Moratalla nos propone


una relación compleja entre utopía e ideología. Ambos están colocados dentro del
mismo marco conceptual de la imaginación social y cultural. Sin embargo, establece
diferencias entre los dos.

Las ideologías se observan en cuanto que ocupan, como representación, territorios


que no pretenden trascenderse pues están alojadas en la realidad estructurada a la que
corresponden,” no lo cuestionan” por el contrario tratan de conservarla. La utopía; por
su parte, sí cuestiona, pues, “es una figura de la imaginación en el campo social”

La imaginación social es esencial a la realidad social y la característica de


incongruencia que define tanto a la utopía como a la ideología, según Mannheim y
Ricoeur, propone que los seres humanos se relacionan con su realidad “bajo el modo de
incongruencia”, es decir, una manera que coloca al individuo en cuanto a que percibe su
realidad con cierta distancia, de manera que tiene una forma de relacionarse con su
realidad que no puede privarse de lo simbólico.

La utopía se refiere a un no lugar lo cual es indicativo de extraterritorialidad, ayuda a


repensar la vida social a través de una estructura esencial reflexiva y critica.

Para Mannheim la ideología y la utopía se parecen en cuanto a que ambos mantienen


una incongruencia con respecto a la realidad, pero se diferencian el uno del otro por
cuanto que la utopía “trasciende situaciones y la ideología no”. “Las ideologías son
conservadoras… las utopías…revolucionario(a)s.”

Para Ricoeur, lo interesante de las utopías es su “capacidad para ser un contrapunto


creador” y no su potencial para consumarse. “El elemento fundamental que mueve a la
utopía es el de innovación y creatividad”. Para Ricoeur, la imaginación, la metáfora y la
utopía entran dentro del mismo marco de la relación entre identidad y diferencia, es
decir, la relación entre lo que es y no es, el ser y el deber ser.

Así bien, la ideología, por una parte, intenta fortalecer, endurecer y estabilizar la
conformidad a partir del mismo marco de incongruencia, mientras que la utopía abre la
brecha de esa identidad.

Utopía, retorica y poética desde la perspectiva Aristotélica

La utopía se nos presenta con una relación especial con el lenguaje. Las utopías han
sido estudiadas como una especie de literatura. Sin embargo, como “literatura utópica"
tienen un contexto histórico de surgimiento que pasa a constituir un espacio discursivo
inserto en la sociedad. El lenguaje como tal contiene una función simbólica que como
discurso responde a una necesidad humana específica y, de alguna manera el lenguaje
del discurso utópico responde al ‘interés por lo fronterizo, lo más allá, lo
extraterritorial. Su intensión, como discurso, es dejar el territorio, lo que por
incongruencia esta allí evidente como estructura y que abre el espacio del deseo. Sin
embargo, esa necesidad de periferia, de espacio, esta dado en un"no lugar"
indudablemente inexistente como topos, pero cuya existencia como imaginaria social
está dada en un espacio discursivo que surge del mismo entramado cultural procedente
del territorio del cual quiere diferenciarse y abrir una brecha, de manera que ese
espacio discursivo utópico recorre, como en otra dimensión, el mismo territorio ya
estructurado. El lenguaje intenta apropiarse de aquello que está latente como imaginario
social y colectivo, y que surca como espectro o surge como campo de la misma
realidad que como territorio podemos señalar y cartografiar.

En este sentido, revisar el hacer del hombre, del ser humano, en lo que se refiere a
los espacios de lo utópico (espacio literario, espacio fílmico, espacio plástico visual,
espacio arquitectónico-urbanístico) que como discurso navegan el territorio mediante la
incongruencia, tiene como eje lo antropológico y esto nos remite a la antropología de
Aristóteles en cuanto a que lo utópico, la utopía se nos presenta como problemática

Y lo utópico, como modo de ser del humano se refleja en los ámbitos de lo retorico.
Así pudiéramos hablar que la utopía la encontramos en el espacio retórico. Este espacio
retorico supone ya un acuerdo desde el hacer humano como creación imaginaria, de la
construcción imaginaria para superar la incongruencia, el “nivel coercitivo” del entorno.

En la retorica, de acuerdo a Aristóteles, se presta atención a la persona a la cual se


comunica. Para Aristóteles en la persuasión de lo verdadero por medio de la retorica
debe tomarse la personalidad del oyente.

Considerar al oyente en la acción retorica como arte (de refutación y de


confirmación) implica abrir el espacio y plantea campos de encuentro dialógico que
pueden existir desde lo humano, lo común y donde lo utópico se presenta como modo
de ser del humano desde el lenguaje.

Por lo tanto, lo utópico significa además entenderse en cuanto a contenidos que, en


este caso, tiene que ver con el campo de lo simbólico, pues lo utópico es un “no lugar”,
o pudiéramos decir, un espacio simbólico que surge justamente de la reflexión y la
incongruencia con lo tópico, lo territorial, por medio del lenguaje.

Para Aristóteles, la retorica se da en relación con la dialéctica, puesto que tanto la


retorica como la dialéctica no son ciencia especiales sino comunes a los hombres. Sin
embargo, no son utilizados como arte por todos.

La utopía, por cuanto no vive en ningún topoi, necesita el espacio del lenguaje, de la
relación estrecha entre retorica y dialéctica para poder persuadir y exponer la
posibilidad de descubrir lo que se imagina. Esto nos lleva también al campo de la
poética (como también de la ética) en su relación con la utopía puesto que para
Aristóteles el poeta (el artista) no es solo un imitador de la realidad sino que también
imita las cosas como deberían ser, lo cual no solo abre el espacio del deseo de lo ideal,
de lo utópico (ver Poética 1460b 7-11) sino que también nos confronta con la idea
aristotélica de que el placer surge no solo en el imitar, sino en el contemplar la imitación
de las cosas (tanto en el artista como en el espectador) como placer estético que surge de
la comprobación de la similitud(verosimilitud) entre el modelo y su representación aun
cuando devenga de lo ideal (Poética 1448b 1-9).

Esto nos abre la reflexión, en primer lugar, de la estética y el arte en su relación con
la filosofía política y, en segundo lugar, con la utopía en cuanto a categoría de la
imaginación y modo del ser humano.

Filosofía política, arte y estética.

La filosofía política está unida a la filosofía práctica. Desde la filosofía práctica se


van haciendo las reflexiones que desembocan en diversos ámbitos del hacer humano; la
ética, la política, la economía, la religión, lo jurídico. Todos ellos, enmarcados en cuanto
reflexión filosófica, tocan elementos comunes. Uno de estos elementos es el diálogo
referente a la libertad como posibilidad para la creación y la creación como posibilidad
para la libertad en la esfera de lo personal como lo colectivo y lo social. Esto esta
imbricado a su vez con conceptos como felicidad, paz, justica, realización, entre otros,
que condiciona pero también movilizan, desde la congruencia o incongruencia con la
realidad, la actividad humana. Esta actividad humana referente a la relación libertad-
creación estaría arraigada en la construcción imaginaria tanto personal como social y
colectiva del ser humano. Su razón imaginativa.

La relación más evidente que surge de lo anterior es que la construcción imaginaria


del ser humano está envuelta por el espacio de lo simbólico.
Ahora bien, ¿No nos abre esto un espacio para la reflexión de la filosofía práctica
que estaría fuertemente relacionada con las artes y la estética?

De modo que pudiéramos observar a las artes y la estética en el conjunto de la


reflexión de la filosofía práctica, y por ende interrelacionada y coexistente con el
pensamiento ético, religioso, económico, jurídico; y, por supuesto, político.

Por tanto, y si seguimos este curso de pensamiento, advertiremos la posibilidad de


una relación entre política , arte y estética que, por supuesto, no estaría exenta de
antagonismos (por ejemplo, el posible antagonismos entre la filosofía política como
saber de la filosofía práctica que reflexiona sobre la acción humana por su carácter
normativo en cuanto a dar orientaciones para el obrar; y el arte y la estética en cuanto a,
en términos kantianos, un estado de espíritu que corresponde con el libre juego de la
imaginación y entendimiento) que, sin embargo , desde una perspectiva compleja
dialogan manteniendo en unidad su posible carácter complementario y antagónico,
además, y también desde el enfoque del pensamiento complejo, la posibilidad de una
serie de relaciones recursiva entre los dos.

En este sentido, se nos abren espacios de reflexión sobre estos ámbitos que pudieran
tener direcciones tales como, por ejemplo; “El papel de la estética y de las artes en la
política”. “Lo político como hacer humano creativo desde la estética y la ética”.
“Creatividad, ética, y estética de la política y en la política”. “Estética de la política y
política de la estética”. Y un largo etcétera.

Ahora bien, reflexionar y pensar la utopía como valor relevante, creativo e innovador
que contribuya a una idea de política construida desde una racionalidad de la
convivencia y la comunicación, observar su importancia en la sociedad (democrática)
como motor renovador, propulsor y termómetro de su realidad, adquiere un mayor
sentido y nuevas proporciones

Desde esto se nos abre la política del espacio público como espacio ético-estético
(por lo tanto, una estética-ética de la política del espacio público) para el desarrollo y la
expresión de la imaginación social y la revelación y manifestación de la razón utópica
del ser humano.
Búsqueda de una definición o teoría del espacio utópico en cuanto
espacio público.

¿Es posible definir un espacio utópico en cuanto a espacio público? ¿Es posible decir
que lo que lo hace utópico es su relación con lo abierto, lo público como manifiesto y
extensión de lo social?¿ Lo público como espacio expectante, sustentado por la
hibridez, lo multicultural, lo dialógico, la deliberación, lo retorico, espacio que se
sostiene por el constante desdibujo de la frontera, lo extraterritorial, espacio para la
creación, para el ensueño, el vagabundeo, espacio como reto para la expresión de
formas simbólicas, dinámico y de constante recursividad organizacional?

Espacio utópico y territorio ideológico

El espacio y el territorio, discutidos como conceptos, se abren como símbolos, que,


por tanto, pueden ser interpretados como tales.

Sin embargo, podemos decir que en cuanto a fenómenos, la filosofía clásica


tradicional propone que la propiedad característica de los cuerpos materiales, que
existen en el espacio, se presenta según las tres dimensiones (longitud, latitud y
profundidad); o también estas tres dimensiones en cuanto caracterizan el espacio. Por
eso se dice que las cosas físicas son extensas, porque sus partes se hallan extendidas en
el espacio, o porque ocupan la extensión del espacio. Descartes entendió la extensión
como propiedad (atributo) de la materia (res extensa), identificando espacio y materia.

Del latín spatium, espacio, derivado a su vez del griego spadion o stadion, que
significa primero una longitud determinada y luego, el lugar que ocupa la misma, es uno
de los conceptos fundamentales de la filosofía de la naturaleza, junto con el de tiempo.
En sentido amplio, se entiende como el lugar que ocupan las cosas o como equivalente a
universo. Psicológicamente es el ámbito que dominamos con nuestra percepción y
equivale a la experiencia exterior.

En filosofía, el interés por el espacio nace del afán de precisar conceptualmente algo
que, por un lado, se manifiesta como evidente y familiar a la experiencia, pero, por el
otro, casi imposible de definir, a menos que se recurra a conceptos no familiares.
Platón lo concibe como un receptáculo universal (khora), donde las cosas toman la
forma de las ideas por obra del demiurgo, mientras que Aristóteles, que no acepta el
concepto de vacío, considera el espacio como lugar (topos) -el límite interno que
envuelve a un cuerpo-, como cualidad de las cosas, o como la distribución que
adquieren en el universo los cuatro elementos que tienden a ocupar su lugar natural

La Edad Media, siguiendo en lo sustancial a Aristóteles, distinguió entre locus (el


«lugar» aristotélico), situs (la extensión de las partes de un cuerpo en el lugar que
ocupa, la situación) y spatium (concepto geométrico de intervalo entre dos puntos).

La geometrización llega con Descartes a su punto culminante, al identificarlo con la


materia, res extensa -cuerpo y espacio son lo mismo- y describirlo fundamentalmente
con las propiedades geométricas de la tridimensionalidad (altura, anchura y
profundidad).

Newton desarrolla la idea del espacio y tiempo como absolutos los cuales expone
en el libro III de Principios matemáticos de filosofía natural. Según él, el espacio es una
extensión real, inmóvil, subsistente en sí misma e independiente de los cuerpos que la
ocupan, de manera que constituye el ámbito en donde están las cosas y donde ocurren
los fenómenos, sin que él mismo se vea afectado por ellos

La teoría opuesta defendida en la época de la filosofía moderna es la de Leibniz, la


cual se establece directamente en oposición a la de Newton y mantiene que el espacio y
el tiempo no son entidades independientes de los cuerpos ni poseen propiedades
permanentes, sino que son relaciones entre cuerpos y sucesos. Se deduce de ella que el
espacio, igual que el tiempo, es de naturaleza ideal.

Una concepción importante para la historia es la de espacio y tiempo de Kant,


porque ha supuesto un intento, dado el carácter intuitivo de ambos elementos, de
explicar su función en el espíritu humano. Para la filosofía trascendental, el espacio
-igual, por lo demás que el tiempo- no es ni una sustancia, como en Descartes, ni
tampoco una simple relación lógica de las cosas, como en Leibniz, sino una «forma a
priori de la sensibilidad» o una «intuición pura»; en el lenguaje kantiano, una condición
de la experiencia que pertenece a la constitución trascendental de la mente humana a
modo de representación previa a todo conocimiento sensible. La necesidad que tiene el
hombre de referirse a un espacio no le viene de la correspondencia necesaria entre cosas
y espacio, sino de la imposibilidad de no poder pensar cualquier experiencia posible sin
el espacio. Es una forma, porque no contiene nada empírico y es una intuición porque
no es un concepto abstraído de una multiplicidad de sensaciones; sólo hay un espacio y
toda sensación lo supone, porque percibir es ya conocer el espacio. La relación primaria
del hombre con su exterioridad es espacial (y temporal).

La concepción transcendental del espacio de Kant fue muy importante pues derivó
hacia una teoría psicológica de la percepción: aquella que explica que el hombre percibe
el mundo según las condiciones innatas de su sensibilidad.

Así pues, lo ente es eso dado en el espacio, pero también dado al espacio. El espacio
siempre se nos devuelve como algo que intuimos o percibimos mediante puntos de
referencia

Este hecho de que se nos devuelve constantemente es vital porque nos lleva a la
posibilidad o potencial, a lo necesario para que se dé lo dado y la percepción del
espacio.

Para “perseguir” la percepción del espacio atiendo lo dado, el terreno, el territorio


allí dado, imaginado ya como estructura creada o señalada. Para intuir el espacio debo
“atender” lo dado, el territorio y al mismo tiempo soltarlo, percibirlo como arbitrario.

La incongruencia con lo real dado; la realidad, lo territorial; ya sea físico, social,


económico o a cualquier nivel como algo que podamos atender, nos arroja al espacio,
hace que lo percibamos y nos entrega entonces lo posible, lo que puede ser.

Incongruencia quiere decir inconveniencia, que no conviene, es decir, que no


conforma.

El territorio, su forma (su estructura) ya no me forma, es decir, no me con-forma. Mi


forma ya no “con-viene” al territorio, ni el territorio “con-viene” a mí.

Esto es incongruencia, y la incongruencia, en cuanto a inconformidad (imposibilidad


de con-formar) permite atender de manera consciente la forma del territorio sin el
encantamiento que permite adecuarnos a su poder estructurador, estructurante y
formante el cual nos permite abrir, atender el espacio.
Desde esta perspectiva podemos desde una interpretación metafórica y, por cuanto el
hombre percibe al mundo desde su sensibilidad; crear una analogía entre el concepto
de territorio con ideología y el concepto de espacio con utopía. El territorio como la
ideología constituye movimientos que buscan mantener la estabilidad de la identidad
como razón. Mientras que la idea de espacio y utopía constituyen movimiento como
posibilidad, como potencialidad e imaginación y rompimiento o brecha, o
desvanecimiento de la identidad.

En la urbe, este espacio donde la utopía y la imaginación, que es su entraña, puede


existir, es en el espacio público por cuanto se encuentra afín al desarrollo urbano como
espacio de convivencia. Convivencia necesaria para lo dialógico y el entendimiento
común como requisito para que la imaginación como ideal tenga sentido y verosimilitud
con lo deseado.

Utopía, Arte, Urbanismo y Política.

Si mantenemos en mente esta categorización a partir de la relación metafórica entre


espacio-utopía, territorio-ideología, podemos dibujar una serie de reflexiones que nos
sirva de cierre a este ensayo en cuanto al manejo del urbanismo y los espacios públicos
como política de convivencia.

Por una parte podríamos señalar que la habilidad que tiene el artista de
problematizar los materiales y hasta el mismo concepto del material en cuanto a su
posibilidad plástica, le da una perspectiva sobre el problema de la relación entre espacio
y territorio que conlleva una ventaja en cuanto a las posibilidades exploratorias para
crear poéticas desde el dialogo con el entorno, el ambiente y por ende con el espacio
público. No solo esto, sino que la misma concepción de espacio público y privado
puede ser problematizado en cuanto a buscar una relación con el entorno urbano que
permita acercarnos la idea de convivencia como acuerdo sobre valores compartidos
hacia un proyecto en común.

El artista a través del manejo de la relación espacio- territorio puede hacer que
atendamos y comprendamos el carácter que como estructura ideologizarnte tiene el
territorio sobre nuestras vidas y comunidades, y veamos desde otra perspectiva las
políticas que como acción practica los ciudadanos y responsables sobre la
administración pueden tomar en relación a nuestro entorno. Las artes y la utopía pueden
plantear experiencias artísticas que como juego interdiscursivo nos devuelva las
posibilidades creativas e imaginativas del espacio.

Por otra parte, la consideración de las categorías espacio-territorio y la utopía como


modo de ser del hombre puede llevar a una reflexión, por demás necesaria, sobre una
concepción de urbanismo que valla más allá de la simple idea de la composición urbana.

Bibliografía utilizada para este ensayo:

Akoun, André (coodinador), Las Artes. Ediciones Mensajero. Bilbao, 1977.

Aristóteles. Poética, Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas, 1990.

Cortina, Adela (coordinadora), 10 palabras claves en filosofía política. Editorial Verbo


Divino. Navarra, 1998.

De Rueda, María de los Ángeles (coordinadora). Arte y Utopía. Asunto Impreso


Ediciones. Buenos Aires, 2003.

Martin, Víctor. Ética, retorica y política en la antropología Aristotélica. Revista de


Filosofía. Universidad del Zulia, Maracaibo, 1989

Mir, José María (coordinador). Diccionario ilustrado latino- español. Editorial


Bibliograf S.A., Barcelona 1978.

Mora, J Ferrater. Diccionario de Filosofía. Editorial Ariel, S.A. Barcelona, 2004.

Morín, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Editorial Gedisa. Barcelona,


1998.

Ricoeur, Paul., Ideología y Utopía. Editorial Gedisa, Barcelona 1997.

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