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Introducción:
El artículo de utopía de Tomas Domingo Moratalla nos presenta una perspectiva más
profunda de la utopía que va mas allá de la narración descriptiva de eventos dados en el
tiempo relacionados con la acción política. La utopía se nos presenta como un modo de
ser del hombre, una razón utópica, una necesidad utópica. Esta necesidad utópica surge
a través de la historia como respuesta a un estado de incongruencia con la realidad. Sin
embargo, si es una razón humana nos adentramos a problemas que quizás podríamos
calificar de inmanentes o innatos que busca en general rechazar la falla de la
arbitrariedad, la incongruencia. En otras palabras, no nos presenta la utopía como
consecuencia de la incongruencia, sino la utopía como modo de ser que se hace
especialmente claro como reacción a la incongruencia. Pudiéramos, entonces,
interpretar su existencia relativa al estado y grado de la incongruencia. Esto tiene una
consecuencia evidente, esto nos está hablando de una manera de conocer la realidad que
esta vinculada a este modo utópico de ser. Por lo tanto, estamos hablando de un ámbito
epistemológico, un modo de conocer. Un modo de conocer que en relación a la razón
utópica se desenvuelve en la posibilidad de la construcción imaginaria y que, por lo
tanto, nos lanza al espacio abierto de lo simbólico. Y este espacio abre las puertas del
giro estético.
El presente trabajo pretende solo iniciar la posibilidad de una reflexión que; sin
pretender de ningún modo acabarlo ni estar estrictamente enmarcado dentro del ámbito
de la filosofía política (no deseo acercarme a ningún carácter normativo) vincule una
problematización del los conceptos de espacio, territorio, utopía e ideología con la
posibilidad de teorización entre los ámbitos de la relación arte- estética y la política del
espacio público.
Para los propósitos expuestos tomaremos tres aspectos del trabajo de Tomas
Domingo Moratalla: uno es la propuesta metodológica para la definición de utopía, otro
es la utopía en cuanto a categoría de la imaginación, y finalmente, la relación utopía e
ideología.
Por otra parte, el carácter de autor que presentan las utopías (la utopía de Moro, la
utopía de Campanela, entre otros) hace más dificultosa la aproximación a ella.
Así se nos presenta una primera definición como un proyecto imaginario de una
realidad distinta, de una sociedad diferente, es decir, una presencia ausente, una realidad
irreal, alteridad sin identificación.
Por ello, en cuanto su función, la vida de las utopías es, obviamente, previa a Moro,
como espacio imaginable desde el deseo. Esto abre una pluralidad de sentidos, pero que
el autor propone observar desde tres putos de vista.
Nos interesa resaltar del trabajo de Tomas Domingo Moratalla( quien se basa en las
aportaciones de Paul Ricoeur en cuanto a una filosofía enmarcada en la tradición
hermenéutica y fenomenológica reforzada por el análisis sobre la metáfora) la idea de
la utopía contemplada como categoría de la imaginación.
Es obvio, en principio, pues parte del género literario, que el topos de la utopía no es
ningún lugar en particular, pero que reside en el lenguaje y en “la idealidad misma del
lenguaje “. No se apoya en el ser en la realidad, sino que “su topos es la
intersubjetividad…vive en la idealidad, como la metáfora.”
Así bien, la ideología, por una parte, intenta fortalecer, endurecer y estabilizar la
conformidad a partir del mismo marco de incongruencia, mientras que la utopía abre la
brecha de esa identidad.
La utopía se nos presenta con una relación especial con el lenguaje. Las utopías han
sido estudiadas como una especie de literatura. Sin embargo, como “literatura utópica"
tienen un contexto histórico de surgimiento que pasa a constituir un espacio discursivo
inserto en la sociedad. El lenguaje como tal contiene una función simbólica que como
discurso responde a una necesidad humana específica y, de alguna manera el lenguaje
del discurso utópico responde al ‘interés por lo fronterizo, lo más allá, lo
extraterritorial. Su intensión, como discurso, es dejar el territorio, lo que por
incongruencia esta allí evidente como estructura y que abre el espacio del deseo. Sin
embargo, esa necesidad de periferia, de espacio, esta dado en un"no lugar"
indudablemente inexistente como topos, pero cuya existencia como imaginaria social
está dada en un espacio discursivo que surge del mismo entramado cultural procedente
del territorio del cual quiere diferenciarse y abrir una brecha, de manera que ese
espacio discursivo utópico recorre, como en otra dimensión, el mismo territorio ya
estructurado. El lenguaje intenta apropiarse de aquello que está latente como imaginario
social y colectivo, y que surca como espectro o surge como campo de la misma
realidad que como territorio podemos señalar y cartografiar.
En este sentido, revisar el hacer del hombre, del ser humano, en lo que se refiere a
los espacios de lo utópico (espacio literario, espacio fílmico, espacio plástico visual,
espacio arquitectónico-urbanístico) que como discurso navegan el territorio mediante la
incongruencia, tiene como eje lo antropológico y esto nos remite a la antropología de
Aristóteles en cuanto a que lo utópico, la utopía se nos presenta como problemática
Y lo utópico, como modo de ser del humano se refleja en los ámbitos de lo retorico.
Así pudiéramos hablar que la utopía la encontramos en el espacio retórico. Este espacio
retorico supone ya un acuerdo desde el hacer humano como creación imaginaria, de la
construcción imaginaria para superar la incongruencia, el “nivel coercitivo” del entorno.
La utopía, por cuanto no vive en ningún topoi, necesita el espacio del lenguaje, de la
relación estrecha entre retorica y dialéctica para poder persuadir y exponer la
posibilidad de descubrir lo que se imagina. Esto nos lleva también al campo de la
poética (como también de la ética) en su relación con la utopía puesto que para
Aristóteles el poeta (el artista) no es solo un imitador de la realidad sino que también
imita las cosas como deberían ser, lo cual no solo abre el espacio del deseo de lo ideal,
de lo utópico (ver Poética 1460b 7-11) sino que también nos confronta con la idea
aristotélica de que el placer surge no solo en el imitar, sino en el contemplar la imitación
de las cosas (tanto en el artista como en el espectador) como placer estético que surge de
la comprobación de la similitud(verosimilitud) entre el modelo y su representación aun
cuando devenga de lo ideal (Poética 1448b 1-9).
Esto nos abre la reflexión, en primer lugar, de la estética y el arte en su relación con
la filosofía política y, en segundo lugar, con la utopía en cuanto a categoría de la
imaginación y modo del ser humano.
En este sentido, se nos abren espacios de reflexión sobre estos ámbitos que pudieran
tener direcciones tales como, por ejemplo; “El papel de la estética y de las artes en la
política”. “Lo político como hacer humano creativo desde la estética y la ética”.
“Creatividad, ética, y estética de la política y en la política”. “Estética de la política y
política de la estética”. Y un largo etcétera.
Ahora bien, reflexionar y pensar la utopía como valor relevante, creativo e innovador
que contribuya a una idea de política construida desde una racionalidad de la
convivencia y la comunicación, observar su importancia en la sociedad (democrática)
como motor renovador, propulsor y termómetro de su realidad, adquiere un mayor
sentido y nuevas proporciones
Desde esto se nos abre la política del espacio público como espacio ético-estético
(por lo tanto, una estética-ética de la política del espacio público) para el desarrollo y la
expresión de la imaginación social y la revelación y manifestación de la razón utópica
del ser humano.
Búsqueda de una definición o teoría del espacio utópico en cuanto
espacio público.
¿Es posible definir un espacio utópico en cuanto a espacio público? ¿Es posible decir
que lo que lo hace utópico es su relación con lo abierto, lo público como manifiesto y
extensión de lo social?¿ Lo público como espacio expectante, sustentado por la
hibridez, lo multicultural, lo dialógico, la deliberación, lo retorico, espacio que se
sostiene por el constante desdibujo de la frontera, lo extraterritorial, espacio para la
creación, para el ensueño, el vagabundeo, espacio como reto para la expresión de
formas simbólicas, dinámico y de constante recursividad organizacional?
Del latín spatium, espacio, derivado a su vez del griego spadion o stadion, que
significa primero una longitud determinada y luego, el lugar que ocupa la misma, es uno
de los conceptos fundamentales de la filosofía de la naturaleza, junto con el de tiempo.
En sentido amplio, se entiende como el lugar que ocupan las cosas o como equivalente a
universo. Psicológicamente es el ámbito que dominamos con nuestra percepción y
equivale a la experiencia exterior.
En filosofía, el interés por el espacio nace del afán de precisar conceptualmente algo
que, por un lado, se manifiesta como evidente y familiar a la experiencia, pero, por el
otro, casi imposible de definir, a menos que se recurra a conceptos no familiares.
Platón lo concibe como un receptáculo universal (khora), donde las cosas toman la
forma de las ideas por obra del demiurgo, mientras que Aristóteles, que no acepta el
concepto de vacío, considera el espacio como lugar (topos) -el límite interno que
envuelve a un cuerpo-, como cualidad de las cosas, o como la distribución que
adquieren en el universo los cuatro elementos que tienden a ocupar su lugar natural
Newton desarrolla la idea del espacio y tiempo como absolutos los cuales expone
en el libro III de Principios matemáticos de filosofía natural. Según él, el espacio es una
extensión real, inmóvil, subsistente en sí misma e independiente de los cuerpos que la
ocupan, de manera que constituye el ámbito en donde están las cosas y donde ocurren
los fenómenos, sin que él mismo se vea afectado por ellos
La concepción transcendental del espacio de Kant fue muy importante pues derivó
hacia una teoría psicológica de la percepción: aquella que explica que el hombre percibe
el mundo según las condiciones innatas de su sensibilidad.
Así pues, lo ente es eso dado en el espacio, pero también dado al espacio. El espacio
siempre se nos devuelve como algo que intuimos o percibimos mediante puntos de
referencia
Este hecho de que se nos devuelve constantemente es vital porque nos lleva a la
posibilidad o potencial, a lo necesario para que se dé lo dado y la percepción del
espacio.
Por una parte podríamos señalar que la habilidad que tiene el artista de
problematizar los materiales y hasta el mismo concepto del material en cuanto a su
posibilidad plástica, le da una perspectiva sobre el problema de la relación entre espacio
y territorio que conlleva una ventaja en cuanto a las posibilidades exploratorias para
crear poéticas desde el dialogo con el entorno, el ambiente y por ende con el espacio
público. No solo esto, sino que la misma concepción de espacio público y privado
puede ser problematizado en cuanto a buscar una relación con el entorno urbano que
permita acercarnos la idea de convivencia como acuerdo sobre valores compartidos
hacia un proyecto en común.
El artista a través del manejo de la relación espacio- territorio puede hacer que
atendamos y comprendamos el carácter que como estructura ideologizarnte tiene el
territorio sobre nuestras vidas y comunidades, y veamos desde otra perspectiva las
políticas que como acción practica los ciudadanos y responsables sobre la
administración pueden tomar en relación a nuestro entorno. Las artes y la utopía pueden
plantear experiencias artísticas que como juego interdiscursivo nos devuelva las
posibilidades creativas e imaginativas del espacio.