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(1) Y desde antes, como si fuera a ser algo que no se nombra y, an as- no me traiciones, bar, atardecer y silencio, te dije-,

menos que una sombra arrojada sobre ojos que ya slo esperan consumirse en fuegos ajenos a aquello que se nombra: un dstico, como epitafio: no ser visto, y en la niebla de ojos distantes, la cifra de lo imperceptible En definitiva, ni tu nombre ni el mo (2) Son las sombras negras que te persiguen, las puertas sucesivas del escarnio, no me roben las migajas de esta noche de lirios, alguien me acompaa pero no lo veo, rostros sucesivos que se reiteran, y libros que no voy a leer. Haremos de este dolor el arma de un escozor que no acaba? Cunto ms para que entiendas lo sutil? (3) Y te voy a dejar ir, ser una historia de paseos intempestivos, de dejarte ir, con tu andar que no es el mo, y sin embargo dir tu nombre y ser como dejarte ir tambin, quedar tu rostro huella de arena bajo la mejor de las suertes que podra tocarte: irte, dejarte ir como si te mecieras desde un crepsculo, mero irse de las cosas, como si nada (4) Paradoja: de derecha a izquierda sta no es una frase hecha. sta s. Nada est desligado. Bastardillas, basta ardillas bastardas, el bastardo soy yo. (5) El poema se te escribime, negacin de todo mero abandono. El reverso de todo escondrijo. Una bofetada en un instante sin trascendencia. Y lo sabas. Y te me dejaste en cada palabra, y lo saba. Menos yo. (6) Una gran explosin: algo as como un dios suicidndose, lo de despus, la obvia putrefaccin. Y un dios como cualquier empleado no pudiendo terminar nada se conforma con retrasarlo todo sin dejar de cobrar su sueldo: como un asesino novato: imposible no hallar sus huellas por toda la escena del crimen

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