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Nin Marshall, nuestra Cervanta

Nos hemos redo tanto con ella, que olvidamos tomarla en serio, pero calificarla slo de humorista es una manera de ningunearla. Es nuestra gran novelista, que por usar los flamantes medios -radio, cineresulta todava inclasificable para los revisores del lenguaje que slo se atienen al prestigio de la palabra impresa. Nin, renovadora de la expresin literaria, se adelant( a su tiempo y slo es celebrada en el arrabal de los "clsicos" populares. "Chaplin con faldas", dijo un crtico. Por qu no Cervanta ameri-cana? Perdonen las telogas del feminismo este parangn masculino, que si no le aade mritos, tampoco se los mezquina. Al menos no la comparo con un genio silencioso. As como en las posadas del Siglo de Oro los rsticos esperaban el arribo del licenciado o la dama que les leyera las peripecias de los mil personajes del Quijote, as nosotros nos congregamos hace medio siglo en torno de la radio para escuchar a una mujer que nos caricaturizaba en mbitos tan desangelados como los pramos de Castilla. Los oyentes descubrimos un continente cmico deslumbran-te en esa loca mltiple, asistida por el reemplazable Sancho culto, reprochador de voqubles, llamado Juan Carlos Thorry. Slo un prodigioso dominio del idioma le permiti a Nin descalabrarlo, transvestirlo y lanzarlo a las efmeras ondas del ter, como escritura en la arena. Bien podemos lamentarnos hoy de no tener un Museo de la Broadcasting como el que fundaron previsores neoyorquinos. Por fortuna la autora anim en el cine todos los personajes de su retablo, arrasando tambin con los modelos interpretativos de la poca: divas marmreas, villanas gominas, chistes previsibles. La payasa sigue disimulando a la gran escritora. Nin, Cervanta nuestra. Se lo decimos en su propia cara las chusmas de las d'enfrente! Revista
La mujer y el cine, 23 de marzo de 1989

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