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¿Liberalismo versus Marxismo?

Un análisis desde la perspectiva del pensamiento complejo

Intentamos un análisis de dos propuestas fundamentales: El liberalismo y el marxismo.


Ambas representan intentos de interpretación de la historia de la humanidad, la sociedad
y sus instituciones, a partir de los cuales desarrollan premisas, teorías y programas
concretos acerca de lo que debe ser la organización social y cómo debe ser llevada a la
práctica.

Nuestra tesis es que ambos modelos constituyen paradigmas diferentes pero en su


trasfondo ambos se inspiran en el mismo meta-paradigma, además, en ambos se ignora
la complejidad, se simplifica la realidad y se termina racionalizándola. También ambos
pueden comprenderse mejor aplicando las nociones del pensamiento complejo del
Profesor Edgar Morin para descubrir las raíces de su patología e intentar,
posteriormente, nuevos acercamientos a la realidad social.

1. Los modelos liberal y marxista

1.1. Los antecedentes

Los antecedentes de liberalismo se pueden encontrar en la Grecia Clásica. Un


documento fundacional es La Oración Fúnebre de Pericles, allí se destaca un conjunto
de ideas acerca de “la forma de gobierno”, “los hábitos nacionales” y “la democracia”,
se postula que “la pobreza no es óbice para el ascenso”. Es una postura fuertemente
anclada en la idea de libertad. Otros problemas centrales de la sociedad humana son
subsidiarios de la libertad: la igualdad, la justicia, etc. Se funda lo social en la libertad y
en el respeto al ámbito de lo privado y, sin embargo, claramente sin menoscabo de lo
público, se pretende la justicia social, se postula que la sociedad humana es el producto
de la ley y esta ley no es divina ni impuesta por dictador o por otros pueblos, sino
“creada por el pueblo”, a través del mecanismo democrático.

Los antecedentes del marxismo también se encuentra en Grecia y, por qué no, también
la misma Oración Fúnebre: Hay un Marx jóven que es un libertario con todas las letras.
Propone una severa crítica del sistema social reinante y produce un giro que en filosofía
aún da mucho de que hablar, es la idea de que lo que se debe es transformar el mundo y
no sólo interpretarlo.

Diríase, resumiendo, que la inspiración inicial de ambos modelos, liberal y marxista, se


encuentra, a pesar de sus antagonismos, en Grecia y en el mismo momento. Nace el
proyecto de libertad humana. Estas ideas duermen luego durante la edad media, hasta
que renacen alrededor del siglo XII.

Son dos momentos cruciales en los cuales se forma la idea y el proyecto de autonomía
individual y social: En Grecia, cuando se inventa en un mismo acto histórico, la política,
la filosofía y la democracia. En Europa, cuando más de quince siglos después resurgen
nuevamente estas tres creaciones humanas con la aparición de las primeras ciudades y
luego con el humanismo, el renacimiento, la ilustración, etc. En ambos modelos la
inspiración inicial es la libertad, la idea de autonomía social e individual.
Dos pasos distantes en el tiempo pero que avanzan hacia el proyecto de la libertad
humana, destronando a la teología como determinante de la vida, la sociedad y la
historia. Son momentos cruciales para entender el “proyecto humano” como
consecuencia de lo humano, sin más.

1.2. El giro determinista y cartesiano-positivista

Sin embargo, tanto el proyecto liberal como el marxista son hijos de su tiempo y, como
tales, se anclan nuevamente, esta vez en la ciencia y la razón. Antes, lo social se fundó
en la mitología y la religión. El giro determinista y cartesiano-positivista consiste en que
se supera lo mítico-religioso y se mira a la razón y su hija la ciencia como la nueva
fuente de todo. Es una revolución enorme. Ya no es Dios quien explica, es la Ciencia y
la Razón. Desafortunadamente, el hombre no logra salir del “delirio de la cohesión
absoluta” y ambos proyectos se anclan nuevamente ahora en el paradigma cartesiano-
positivista, que termina comandando este esfuerzo humano por entender, explicar y
también transformar y constituir la sociedad. Este anclaje es otra racionalización
deformante y negadora del proyecto inicial de autonomía. Intentaremos mostrar por qué.

a. El giro liberal

¿Cómo se expresa el modelo cartesiano-positivista en el modelo liberal? El liberalismo


hace tiempo ya que traicionó a Pericles. El imaginario y los valores de la sociedad
liberal desde hace mucho es incompatible y contradice los requisitos de una sociedad
libre y autónoma.

Los presupuestos básicos del capitalismo liberal son bien conocidos: el racionalismo
como fuente de conocimiento y dominio. Luego está la idea ingenua del progreso lineal,
y, finalmente, el predominio de lo económico y el cálculo en la conformación de todo lo
social. La compatibilidad de estos presupuestos con el modelo cartesiano-positivista es
obvia.

¿Qué clase de individuo y sociedad puede surgir de tal modelo liberal? Pues un
individuo que va a vivir para la maximización del consumo, el poder y el prestigio, una
sociedad patológicamente convencida de que el único objeto de la ciencia y la técnica es
la expansión ilimitada del dominio racional. Una sociedad donde la cooperación sólo
cobra sentido desde un punto de vista utilitario. Una sociedad donde el propósito de la
política termina siendo solamente el problema de la obtención y mantenimiento del
poder y se ha perdido la esencia de lo política que es el cuestionamiento permanente de
las instituciones.

b. El giro marxista

¿Cómo se expresa el la lógica cartesiano-positivista en el modelo marxista? Marx, en el


siglo XIX, por un lado, imprime un impulso formidable al proyecto libertario con su
invitación a “transformar el mundo”. Es el Marx de la liberación. Pero hay también un
Marx teórico – dogmático que, fiel a la otra tradición positivista y determinista, se
siente obligado y capaz de descubrir las “leyes de la historia”, un mecanismo
insuperable que se impone “objetivamente” a la historia humana. Así, el Marx
dogmático sacrifica al Marx libertario porque, a partir de entonces, habrá que
transformar al mundo, pero de acuerdo con la ley de la historia.
A partir de este momento, la voluntad transformadora queda esclavizada y Marx se
traiciona a sí mismo. Ni el hombre ni la sociedad se auto instituyen, sino que las fuerzas
que lo determinan, cohesionan y dan sentido, están en otra parte, en otro origen, que no
es divino pero tampoco humano.

Marx no pudo asimilar en todas sus consecuencias su postulado transformador,


esencialmente complejo, caótico e indeterminado, y lo sometió ya no a Dios, sino a las
leyes de la historia.

El Marxismo, entonces, pretende “enseñarnos la verdad”, cuando el proyecto de


autonomía lo que exige es que “nos enseñen a buscar la verdad”, buscarla sin dogmas,
como una pregunta siempre abierta. La verdad, como la libertad y la justicia, entendida
como proyecto de la creación humana, siempre en evolución, siempre perfectible y
siempre imperfecta.

Aparte de esta falla “de origen” propia del determinismo original de Marx, hay que
añadir los argumentos que lo igualan al proyecto liberal. Parte esencial de los
presupuestos básicos del marxismo es la creencia de que el desarrollo de las fuerzas
productivas es el determinante de la evolución social, hay aquí al igual que en el
liberalismo una creencia ingenua en el crecimiento y la evolución lineal, hay también
una pura racionalización de la realidad, el modelo se impone a la sociedad y es, de
hecho, un modelo aún más centrado en lo económico: racionalidad, progreso y
centramiento en lo económico. Los tres vicios liberales, repetidos ahora con otro guión.

2. La ausencia de complejidad del pensamiento liberal y marxista

Todo lo anterior muestra cómo diversos paradigmas pueden comulgar en realidad en el


mismo meta-paradigma. Ambos paradigmas destronan a dios pero asignan todas sus
cualidades a su nuevo modelo. Edgar Morin lo señala contundentemente, cuando critica
la postura de Pascal respecto a la visión del mundo como “una máquina determinista
perfecta”: Dice, “De hecho, esa concepción, que creía poder arreglárselas sin dios, había
introducido en su mundo los atributos de la divinidad: la perfección, el orden absoluto,
la inmortalidad y la eternidad.” 1

Ambos sistemas de pensamiento, liberalismo y marxismo, se diferencian


profundamente, postulan argumentos definitivamente distintos y, sin embargo, a la vez,
comulgan ambos en el mismo modelo meta-paradigmático. Están convencidos de
poseer la verdad y la sostienen excluyendo cualquier otra noción o aproximación a la
realidad social y humana.

1
Edgar Morin, Introducción al pensamiento complejo, Editorial Gedisa, 1990, España. Pág. 88
2.1. El reduccionismo

Ambos sistemas caen en el paradigma de simplicidad reduccionista y no logran “ver que


lo Uno puede, al mismo tiempo, ser lo Múltiple “ 2

El pensamiento liberal presume un sujeto cartesiano, separado del objeto social que
pretende comprender e intenta someter al individuo y la sociedad a su estrecho
esquema: el homo economicus. Se olvida e ignora que aunque “El hombre es un ser
evidentemente biológico. Es, al mismo tiempo, un ser evidentemente cultural, meta-
biológico y que vive en un universo de lenguaje, de ideas y de conciencia.” 3 Entonces,
como explica Morin, estudia al “hombre biológico” en el departamento de biología y al
“hombre cultural” en los de ciencias sociales. El “hombre económico”, a su vez, tiene
su departamento. Separación útil pero que se desquicia al no volver sobre el todo, lo
múltiple y lo complejo de la realidad humana vista en su totalidad.

Marx produce un discurso más complejo y destaca las relaciones sociales de producción
pero en lugar de continuar apreciando la complejidad del conjunto social, pretende
explicarlo todo a partir de estas relaciones sociales de producción: son la infraestructura
a partir de la cual se conforma la superestructura social, etc. Nuevamente, aquí se
racionaliza y no se razona y se reduce el complejo social a una sola de sus
manifestaciones.

2.2. Desconocimiento de la autonomía

En el pensamiento marxista es la ley inmanente de la historia, con toda su fuerza, la que


determina y, visto así, ¿dónde queda el sujeto? Pues desaparece, “no hay sujeto, no hay
conciencia, no hay autonomía.” 4 Es sorprendente porque Marx se propone liberar al
hombre de la explotación, etc., pero su camino lo condena a una ley que le impide
entender el sujeto en el sentido fuerte del término, en su modelo el hombre ya no podrá
“ponerse en el centro de su propio mundo, ocupar el lugar del “yo”.” 5

Marx quiere la libertad para el sujeto, pero a la vez el sólo ve el sujeto social, perdiendo
la individualidad en el camino.

El liberalismo, por su parte, produce un individuo deformado, que tributa a un sistema


de valores que, en realidad, devienen en anti-valores por su carácter desintegrador y
utilitarista. El individuo se desdibuja y termina siendo preso del consumismo y de un
pseudo-racionalismo patológico que no le permite balancear integralmente la
complejidad de su propia existencia.

Es este sentido recordamos la postura del Profesor Morin que entiende la libertad como
una relación compleja de autonomía/dependencia. En la postura del profesor Morin no
se trata de la “libertad absoluta”, el sujeto es autónomo siendo dependiente y viceversa.
El individuo será individuo en la medida en que, a la vez y sólo gracias a que también,
es social, pues tiene un lenguaje, saberes y cultura que le ha instalado su sociedad.
Porque como individuo sólo jamás habría sobrevivido ni alcanzado a ser un “ser

2
Ibídem. Pág. 89
3
Ibídem, Pág. 89
4
Ibídem. Pág. 96
5
Ibídem. Pág. 97
humano”. Aprende a partir de su ser social a razonar de manera autónoma, a reflexionar
de forma autónoma. Es autonomía nutrida de dependencia.

Así pues, no hay autonomía en los modelos liberal y marxista. No puede haberla como
consecuencia de su propio sesgo filosófico. La falla no es banal ni secundaria, porque
sin autonomía no es posible hablar de seres humanos.

2.3. Desconocimiento de la complejidad

Al desconocer el carácter de lo humano, ambos modelos también incurren en el vicio de


la completud y el desconocimiento de la complejidad. Ellos no entienden que no se trata
de confusión o dificultad, no se trata de un camino por despejar, sino de comprender que
el ser humano y todas sus construcciones estarán siempre preñadas de orden/desorden,
paradojas y contradicciones, no como errores superables “que hay que limpiar”, sino
como condición de su existencia. Se trata de incapacidad insuperable de lograr la
certeza absoluta, la ley y el orden absolutos. Los modelos que criticamos no pueden
superar el fenómeno complejo.

Morin explica que la complejidad es distinta de la completud. Las filosofías liberal y


marxista creen tener lecturas completas de la sociedad, pero esto es precisamente lo que
el pensamiento complejo permite entender como imposible. Al permanecer en el vicio
de la completud, ambas visiones son pobres y parciales. Su prejuicio los lleva a un saber
total que es imposible porque “la totalidad es la no verdad”. 6

2.4. Desconocimiento de la racionalidad

Los modelos que criticamos, ambos, han perdido el camino de la racionalidad, porque
no intentan dialogar, se niegan a establecer “un comercio incesante con el mundo
empírico, el único corrector del delirio lógico.” Ambos han caído en el “delirio de la
coherencia absoluta.” 7

Razonar es avanzar con nuestros modelos lógicos y nuestros esquemas y aplicarlos a la


realidad para interpretarla y conocerla, pero se trata siempre de un conocimiento parcial
e incompleto, se trata de comprender y estar atentos. Es un intercambio que siempre
incluye estar atentos a las limitaciones del modelo. No se impone a la realidad, sino que
se usa para comprender o intentar comprender.

6
Ibídem. Pág.101
7
Ibídem. Pág. 104
2.5. Liberalismo y Marxismo: La ausencia de los tres principios de Edgar Morin
para pensar la complejidad

a. Principio Dialógico

El principio dialógico entiende la realidad como convivencia de lógicas independientes


e incluso contradictorias, que no necesariamente se resuelven en una síntesis lógica ni
dialéctica solamente, sino que pueden convivir incluso de tal manera que es su
coexistencia y tensión mutua la que le da el carácter al fenómeno estudiado. Es decir, si
se suprimieran alguna de ellas, la consecuencia sería la pérdida de la naturaleza esencial
o propia del fenómeno. ¿Cómo entender al ser humano y su sociedad sin tener presente
todo el tiempo este principio? Cómo hacerlo si el ser humano es fuente de sentido a
partir del sin-sentido, razona y consigue tener la razón y, sin embargo, puede estar
equivocado. Es un ser complejo sin solución reduccionista posible.

Pues bien, sostenemos que los principios básicos de los modelos que estudiamos en este
ejercicio, ambos, pecan de ignorar la dialógica propia de la sociedad, porque en esencia
su determinismo les hizo perder el camino. Pretenden un hombre y una sociedad que no
existe sino en su modelaje y su delirio patológico consiste en pretender imponerse a la
realidad. Construyen sus definiciones “por las fronteras”, sin percatarse de que “las
fronteras son siempre borrosas.” 8

b. Principio de recursividad organizacional

El individuo y la sociedad son ejemplos innatos de recursividad. El individuo es un


producto que produce. La sociedad es un producto que produce. Ambos son creados y
crean. Si no, no estamos hablando de “individuos humanos”

El liberalismo termina banalizando la libertad y por su camino se pierde el sendero de la


autonomía. El marxismo termina suprimiendo la libertad, cuando impone un modelo de
interpretación de la historia que exige que al capitalismo sigue el socialismo y a este el
comunismo, etc., olvida que la recursividad social puede generar emergencias que
evidentemente cambian el curso de la misma historia haciendo que los pronósticos
marxistas se pierdan en su mismo modelo.

c. Principio hologramático y mundo de redes

Este principio trasciende el reduccionismo “que no ve más que las partes, y al holismo
que no ve más que el todo.” 9 La parte está en el todo y el todo está en la parte. No
comprender esto inmoviliza el espíritu lineal propio del pensamiento liberal y marxista,
y, de hecho, hace explotar a ambos.

8
Ibídem. Pág. 105
9
Ibídem. Pág. 107
La sociedad no es solamente un mundo de objetos, estos no pueden entenderse sino en
sus relaciones y, en efecto, se trata de un mundo de redes. Estas redes dan lugar a
organizaciones muy particulares, capaces de auto-organización y esta no es un
fenómeno simple sino complejo, tampoco es simplificable, sino que es expresión de la
creación y de emergencias. La auto-organización es una expresión de la creación y
requiere la libertad como requisito pre-metodológico. Queremos decir que el hombre
sólo podrá avanzar en su proyecto de autonomía y libertad aprendiendo a superar los
defectos de su libertad a partir de su misma libertad, siempre perfectible pero siempre
imperfecta. Sólo se mejora la libertad ejerciéndola. Cualquier sistema de ideas que
proponga o conduzca a otra cosa fracasará y pondrá en peligro el proyecto humano de
subsistencia.

Los modelos liberal y marxista no comprenden y no pueden interpretar esta realidad


esencialmente compleja de lo humano, pretenden un ser humano que no existe y una
sociedad imposible, que necesariamente deriva bajo sus postulados en patología y
pérdida de la libertad y la autonomía, por eso, tendrán que ser superados y el
pensamiento complejo tendrá un lugar imprescindible en este que sería el tercer gran
paso del proyecto humano en su camino hacia la autonomía y la libertad.

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