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TEORIA Y METODOLOGIA DE LA HISTORIA

1. DEFINICION:

Toda ciencia que se precie de tal ha de tener una tener una teoría y un método lo más
definido posible para avanzar sobre terreno firme en sus investigaciones. Cuando
decimos “una teoría y un método” queremos significar que el historiador (como el
estudiante de Historia) no puede avanzar en su trabajo si no tiene una respuesta clara
a las siguientes preguntas: ¿Qué es la Historia? , ¿Cuál es su objeto general de
estudio? , ¿Mediante qué métodos puede arribar a producir o reconocer conocimiento
histórico lo más acabado y objetivo posibles?

Las respuestas a estas preguntas pueden ser extensas; más aún, el carácter de
ciencia social (humana) de la Historia así lo requiere por la amplitud de su objeto de
estudio. Pero nunca pueden ser parciales, confusas ni contradictorias.

Lo primero que debemos aclarar es que la Historia no estudia sólo “hechos históricos”
sino procesos históricos y dentro de ellos sus “problemas”.

No existen hechos históricos por sí mismos, sino que es el historiador el que les da la
categoría de tales, al rescatarlos del pasado porque le son útiles a su determinado
objeto de estudio (tema) primero y a su tesis sobre el mismo después. A priori, todo
hecho ocurrido en el pasado, más reciente o más remoto, constituye parte de la
historia de la humanidad, de su pasado; por eso podemos decir que está en la
“historia-suceder” de la humanidad. Pero para la Historia con mayúscula (recurso
gramatical acuñado para diferenciar la ciencia histórica del simple pasado) un hecho
del pasado se transformará en histórico, siempre y cuando sea un dato elocuente para
echar luz sobre una hipótesis histórica abocada al estudio de un determinado proceso
histórico (tema).

Al respecto E. Carr señala: “el historiador fue quien decidió que, desde su punto de
vista, el paso que hizo César de un riachuelo como el Rubicón era un hecho histórico,
mientras que el paso del Rubicón efectuado antes o después de entonces por millones
de otros individuos no interesaban en lo más mínimo”1[1]

En segundo lugar la Historia debe abocarse a “comprender” el pasado, a buscar


explicaciones y causas que dieron lugar al mismo, para comprender el presente y (si
es posible) proyectarse al futuro.

Pero debemos tomar en cuenta que: “Para el historiador comprender no es clasificar,


simplificar, reducir a un esquema lógico perfectamente claro, trazar una proyección
abstracta. Comprender es complicar. Es enriquecer en profundidad. Es ensanchar por
todos los lados”.2[2]

La Historia no puede establecer leyes. No hay leyes históricas. Hay comportamientos


similares y recurrentes.

No compete al historiador ni al estudiante de Historia, realizar juicios de valor sobre lo


acontecido en el pasado. Ni sobre los hechos, ni sobre los procesos históricos, ni
sobre los hombres que los protagonizaron.

1[1]
Citado por Macry, P., La sociedad contemporánea, Madrid, Ariel, 1996
2[2]
Febre, L. Combates por la historia, Barcelona, Ariel, 1975. Citado por Sánchez Prieto, S. Y qué es la
Historia?, Madrid, Siglo XXI, 1995
“El caso es que el pasado cambia continuamente de aspecto cuando se coloca bajo el
microscopio del historiador. Su apariencia refleja la perspectiva desde la que se le
interroga y se le reconstruye”3[3]

La teoría de la Historia nos dice que la brújula del historiador debe ser apenas el
comprender y no el juzgar. Los documentos y todo tipo de fuentes con los cuales se
maneja el historiador y el estudiante de Historia ya están impregnados suficientemente
de juicios de valor y subjetividades que trastocan la realidad histórica, como para que
el historiador incorpore premeditadamente los suyos. Sin embargo, no podemos
olvidar que cada historiador estudia e investiga desde su presente, cargado con su
ideología, sus valores, sus problemas, sus prejuicios

“La historia, en realidad, está en relación con las necesidades actuales y la situación
presente en que vibran aquellos hechos”, y en consecuencia “cada historia real es
historia contemporánea” explica al respecto Benedetto Croce.4[4]

A sabiendas de la subjetividad de la ciencia en general, y de la aún mayor de las


ciencias humanas, el estudiante de Historia debe esforzarse en grado sumo por
practicar una especie de “asepsia” de sus fuentes, su tesis y su método. Ante todo el
historiador ha de ser un “escéptico”; que tanto en la formulación de su hipótesis, en la
búsqueda y análisis de sus fuentes (datos) y sobre todo en la formulación de sus
conclusiones debe preguntarse permanentemente “porqué”.

“Aceptar la imposibilidad de la objetividad no implica que sea imposible la rigurosidad


del producto histórico”, concluye Pelai Pagès.5[5] Y complementa Sánchez Prieto: “La
subjetividad, insistimos, no es un obstáculo; es un hecho no sólo inevitable sino
positivo, para que los acontecimientos históricos puedan ser modificados (en tanto que
completados) por interpretaciones posteriores”6[6]

2. LA CIENCIA HISTORICA Y SU OBJETO DE ESTUDIO. CARÁCTER


DEL CONOCIMIENTO HISTORICO

En términos muy generales se acepta hoy por los teóricos de la Historia el siguiente
aserto: “la Historia debe abocarse a investigar el pasado para que el hombre pueda
comprender el presente y poder proyectarse hacia el futuro.”

Ahora bien, cuando tomamos nota puntillosa de las investigaciones históricas y el


conocimiento histórico producido hasta nuestros días por infinidad de historiadores,
nos topamos con un problema propio de nuestra ciencia y que ya esbozáramos en el
ítem anterior. La historia es tan vasta y heterogénea, el presente es tan complejo y
variado, y el futuro tiene tan amplio abanico de proyecciones, que resulta casi
imposible “armar” una Historia general de la historia. Ya sea porque muchas piezas no
son complementarias en su forma con otras, ya sea porque siempre faltan algunas
piezas. Pero esta realidad no significa que cualquier investigación histórica sea
infructuosa o estéril. La teoría y metodología de la Historia ha de aportarnos un
basamento sólido y una orientación para distinguir entre el conocimiento histórico “útil”
(no confundir con utilitario) y el conocimiento del pasado anecdótico o aficionado.
Dicho concepto de utilidad está estrechamente relacionado con lo siguiente: cuanto
más aporte el mismo a la comprensión del presente mayor será su utilidad.

3[3]
Macro, P. ob.cit.
4[4]
Citado por Sanchez Prieto, S., ob.cit.
5[5]
Citado por Sánchez Prieto, ob.cit.
6[6]
Sánchez Prieto, S., ob.cit.
Es pertinente aclarar que aún en los estudios de procesos históricos más remotos
podemos encontrar un hilo conductor hacia el presente. Y también es pertinente
aclarar que la “Historiología” ocupa un rol muy difícil a la hora de dictaminar la mayor o
menor utilidad de un conocimiento histórico.

Sin embargo la Teoría de la Historia dispone de una herramienta bastante eficiente


para deslindar entre la Historia con mayúscula y la historia anecdótica. Y es la de
interrogar a cada investigación histórica con una pregunta: ¿hay en el comportamiento,
sentimiento y pensamiento de alguna sociedad actual alguna huella o influencia del
conocimiento histórico expuesto?

Cuantas más “huellas” encontremos en “esa Historia” producida, más útil será para
nuestro acervo historiográfico.

Veamos ahora lo que concierne al carácter del conocimiento histórico, a su


“epistemología”.

En términos generales: ¿qué tipo de conocimiento es el conocimiento histórico y por


qué?

Dijimos anteriormente que toda ciencia, por el sólo hecho de ser cultivada por el
hombre ha de tener un matiz subjetivo. Más en la medida que en la Historia, el objeto
último de su estudio es el hombre mismo -o mejor dicho, los hombres y las mujeres-
este matiz subjetivo aumenta naturalmente. Así pues, lo primero que podemos afirmar
es que el conocimiento histórico estará siempre impregnado de una importante
subjetividad al estar elaborado por seres humanos con sentimientos, preconceptos,
estructuras culturales de las que no se puede desligar a la hora de analizar su objeto
de estudio, formular sus hipótesis, tesis y conclusiones. Sin embargo, la búsqueda
exhaustiva y sincera de patrones de comportamiento que se repiten, de guías e
indicadores hacia la recurrencia histórica, son actitudes necesarias y suficientes para
otorgarle a la Historia el carácter de ciencia. La ciencia no es nada más (ni nada
menos) que la búsqueda permanente de la comprensión del cómo y el porqué
suceden las cosas. Y las “verdades” de la ciencia nunca son fijas ni eternas. En ese
sentido, toda ciencia puede ser histórica.

El conocimiento histórico tiene también carácter “provisorio”, está en continua


construcción ya que: “Uno se da cuenta de que cada generación de historiadores
realiza una elección, descuida ciertas huellas y, por el contrario, desentierra otras a las
que nadie prestaba atención desde hacía cierto tiempo, o desde siempre”, nos aclara
G. Duby7[7]

7[7]
Citado por Sánchez Prieto, S., ob. Cit.

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