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PRESENTACION Todo el mundo, es decir, casi todos los estu- diosos y buena parte de los lectores, coincide en lo lejano cuando no lo remoto de la poesia del mexi- cano Amado Nervo (1870-1919). A otros moder- nistas se los sigue estudiando por importancia his- térica, por obligacién escolar, por necesidad peda- gégica, por su influencia como “clasicos” de la len- gua, la raza y el gentilicio. De la misma manera se los vuelve a editar para que las nuevas generacio- nes se enteren de esa importancia y encuentren otras perspectivas mds alla de las necias referen- cias de los manuales. Con Nervo no parece ocurrir lo mismo. Famosisimo en una época, celebradiss- mo, no se lo estudia igual y, acaso, si se lo edita es para alimentar todavia un tipo de gusto sentimen- talista masivo. Acaso porque una de las grandes ramas de su poesia fue el tema amoroso y porque muchos hispanoamericanos se enamoraron recitan- do sus versos de memoria, plagiandolos, atribu- yéndoselos falsamente. Para completar, el gran amor de su vida, la mujer a la que amé por doce ahos —se ha hecho una pelicula sentimental sobre este tema— murid y dejé desolado al hombre y al poeta. Fue la mujer que, segin Alfonso Reyes, hi- zo que Nervo cambiara su modo de hacer poesia: “Dios mio, yo te ofrezco mi dolor. / ;Es todo lo que puedo ya ofrecerte!”. “Era \lena de gracia co- mo el Avemaria; / jquien la vio, no la pudo ya jamds olvidar!”, poema sobre el que se ha com- puesto una cancién popular muy cantada en los 5 atos cuarenta. Desde los atos veinte sobre la poe- sia amorosa hispanoamericana soplé el ventarrén explicitamente erdtico de Neruda y seguramente la sensibilidad amorosa cambié a tal punto que lo “po- pular” amoroso era nerudiano mas 0 menos hasta que en los atios ochenta se impuso la “salsa eréti- ca”. Ofrendas a Dios en Nervo que no sélo se en- tienden por la heterodoxa religiosidad que practi- caron los modernistas, paganos y cristianos como Rubén Dario, padre de todos, sino por el fuerte sentimiento catélico del mexicano, estudiado ast- mismo por Alfonso Reyes, suficiente para explicar buena parte de su obra poética: no dnicamente una etapa sino un verdadero capitulo. Al igual que sus colegas modernistas y mas 0 menos en las mismas fechas, segtin las edades de cada cual, hizo la trave- sta del Atléntico para vivir en Paris y en Madrid cumpliendo funciones “diplomdticas” y principal- mente periodisticas. Desde tales centros produjo para buena parte de la prensa hispanoamericana que lo reproducia centenares de crénicas, reflexio- nes del instante, sobrevuelos de la actualidad. Tam- bién estos trabajos estén marcados por preocupa- ciones trascendentalistas y espiritualistas ya que Nervo era dado a la magia y lo esotérico. Le in- teresan, a comienzos del siglo xx, las grandes in- venciones que cada dia se dan a conocer y que en su rapidex pudieran inclinarlo hacia una fe cienti- ficista, sin embargo, cada una de ellas, hasta los primeros injertos celulares de Alexis Carrel, no ha- cen sino estimularle una vision poética, religioso- poética, basada en el viejo principio de la analogta. Es, desde luego, la visién del humanista, necesitado de entenderlo todo y de unificar lo disimil. Pero es igualmente el punto de vista de un modernista y de un “hombre moderno” que ante la rapidex de todo, los cambios de costumbre, la prescindencia de la cortesta y las buenas maneras, percibe que la 6

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