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Correa González, Eleazar. El declinamiento del poder del padre. En la Revista “ERINIAS”.

Revista de
Psicología, psicoanálisis y cultura. Editado por la Escuela Libre de Psicología. Puebla. Año II, Número 5
primavera de 2006.

1
El declinamiento del poder del padre.
Eleazar Correa González. eleazarcorrea@yahoo.com
Febrero de 2006.

Resumen:
El objetivo de este texto es reflexionar sobre la importancia y significación del padre a fin de
contribuir a clarificar aquello que corresponde al padre como agente o personaje o la dimensión
simbólica que Lacan y sobre todo Freud supieron identificar. Se critica aquí que se recurra de
manera simple a la función paterna para explicar casi todo. Esto es el lacanismo que se critica. Mi
posición es la de restituir la importancia que tiene la función paterna en psicoanálisis y a no
confundirla con la declinación de la figura paterna, fenómeno social que no es nuevo, aunque si
presenta características inéditas.
Al inicio se hace un recorrido en la historia para identificar el lugar que tenía el padre,
posteriormente se señalan el camino que llevó a Freud a encontrar dicha función, enseguida el
lugar que ocupa el padre en Lacan, después se discute sobre las reacciones en torno al fenómeno
actual de la declinación del poder del padre y se concluye que es la clínica psicoanalítica la que
puede decir cómo se configuran las subjetividad frente a tal declinación.

2
EL PADRE EN LA HISTORIA

¿Qué ha devenido el padre hoy? ¿Qué consecuencias ha tenido el declinamiento de su poder?


¿Qué hacer frente a ello?
La pérdida del poder del padre, es figurada para algunos autores por el hecho de que hoy ya
no ocupa el lugar tan central e importante en la vida social y familiar como lo tenía –vía el
patriarcado1- por ejemplo en todo el medio oriente durante la Edad del Bronce o incluso aun
antes en Oriente y Occidente; como tampoco con los hebreos y los griegos, pueblos que operaron
una verdadera revolución religiosa al sustituir las diosas de la fecundidad por un único Dios
omnipotente, y que son los pueblos que están en la base de la civilización occidental; o como con
los romanos, o incluso aún hasta la llegada de la modernidad.
En Roma, era tan grande la importancia del padre que él no era “el hombre de una mujer”,
sino el amo (dominus) es decir, quien dirigía la cité. Así, la paternidad fue de entrada política y
religiosa, y sólo en consecuencia la paternidad era familiar. El amo, el señor (dominus) al llevar
una mujer a su casa y al matrimonio (matrimonium) le permitía a esta, el acceso a la condición
legal de madre.
El padre devenía padre frente al crío no porque la sangre lo obligara sino por el hecho de
declarar públicamente “yo soy el padre!”. Ahí se intensificaron los derechos del padre sobre el
hijo, derecho de vida y de muerte, derecho de corrección, de encarcelamiento, y derecho de
decisión sobre el matrimonio de los hijos (¡para salvaguardar los intereses del patrimonio!).
Según P. Julien, en su ensayo sobre la paternidad2, el poder del padre tuvo su primer revés
desde hace dos siglos con el cristianismo, pues ahí Yavhé (Jahwé) no deviene padre de un hijo
llamado Jesús sino que depende del consentimiento (Fiat) de una mujer, María; a diferencia de
eso que sucedía en la Grecia antigua, donde Zeus, era de él mismo, “Padre de todas las cosas”,
un “padre todopoderoso” (Pater pantocratôr). Ahí el padre pasó de un amo fundador a ser sólo el
hombre de una mujer, y su poder también cambió al interior de la familia.

El cristianismo fue relativizando aun más aquel poder del padre sobre los hijos, aquel poder
que le otorgaba el derecho romano de pater familias. Ahora él será un servidor del cristianismo y
tuvo que empezar a demandar el bautismo para sus hijos al poder eclesiástico. Una nueva
filiación se introdujo. El padre devino un servidor de la ley, no será más un legislador, sino el
representante de la ley, hasta tener que permitir que el matrimonio de los hijos sea sólo un
asunto de entre sólo los hijos y no más de la decisión de los padres respectivos. Se introduce la
conyugalidad y los hijos, para casarse, ya no requerían del consentimiento de sus padres, una
pareja de bautizados podía incluso casarse en secreto y ser reconocido su matrimonio como
válido.
Después, con la muerte –pensemos mejor en un parricidio- de Louis XVI en el S. XVIII, se
estableció el símbolo que dio lugar al nacimiento de una nueva fraternidad en el mundo y con
ello, el padre, la imagen paternal, fue relegada a la vida privada. El padre pasó a ser el hombre
de la familia, ese que el niño llama ‘papá’. Teniendo como fondo, la “Declaración universal de los
derechos del hombre y del ciudadano” lentamente el Estado moderno comenzó a remplazar al
poder de la Iglesia desde el siglo XIX en lo que concierne a la garantía de las libertades. Se
introducen los derechos de los niños, piénsese en esto como la base de los derechos de que los

1 El patriarcado no designa solamente una forma de familia fundada en el parentesco masculino y el poder paterno, sino también
toda estructura social basada en el poder de los padres.
2 Julien, Philippe. Le manteau de Noé. Essaie sur la paternité. Desclée de Brouwer. Paris 1991.
3
niños tengan una filiación paternal. El padre pasó a ser definido en términos de roles y tareas a
realizar, es padre sólo ese quien se ocupa realmente de sus hijos, es decir quien responde a los
derechos de sus hijos, derechos no sólo de que su vida esté asegurada, sino de introducir a los
hijos en el mundo de la cultura, darles educación e integrarlos a la sociedad de los adultos.

Diderot y Jean-Jacques Rousseau exaltaron la imagen de un padre-educador, imagen que se


encarnó en el seno de la familia nuclear, urbana y burguesa del siglo XX, en la cual devino ‘un
nuevo padre’. El poder del padre sobre su pequeña familia, nuclear digamos, devino de más en
más limitado por la autoridad finalmente reconocida de la madre y por la intervención creciente
de la sociedad civil en los asuntos de los hijos en lo que concierne al bienestar e intereses de
ellos. Ahora el ‘nuevo padre’ debía jugar, cargar y ‘hablar’ la lengua baby, del bebé.

En la sociedad moderna son los representantes de la ley quienes pasarán a salvaguardar los
derechos de filiación del niño, los pediatras quienes constituirán el expediente médico, los
puericulturistas quienes lo conducirán al niño a la socialización, y los profesores serán los
responsables de educar para volverlo ciudadano en la República. Así un saber supuestamente
adquirido, médico, pedagógico, psicológico... está en la base de las exigencias que se piden
actualmente cuando se trata de la adopción de un niño, y también en la base de las instituciones
para incluso protegerlo del padre, de ese que puede ejercer violencia física o de abusar
sexualmente de su hija.

Así la paternidad ha devenido ‘social’ y la maternidad ha sido beneficiada por el lugar que la
ley le ha otorgado. Al amor de la madre, se le supone un fondo de intuición, que tiene un saber
que ningún hombre tiene, se cree que ella no puede ser intercambiable pero si al padre en su rol
de educador. Se introduce entonces la denominada ‘paternidad biológica’ y se fundará la
paternidad sobre la verdad biológica, ya no más sobre la palabra del padre, desplazada ahora por
un nuevo derecho: el derecho de la mujer ‘a’ el niño. Idea apoyada por un discurso jurídico y otro
médico. El primero aparece teniendo como trasfondo la idea que la paternidad es presunta y el
segundo, las procreaciones artificiales permiten a una mujer tener un niño sin encuentro sexual
con el progenitor, el derecho a la vida no excluye el derecho de dar vida a un nuevo crío, así
como la libertad de escoger por cuales medios lo hará, por ejemplo la inseminación artificial.
EL PADRE EN FREUD.

El padre en Freud aparece a simple vista como un personaje central en el campo de lo


psíquico, en la constitución psíquica del sujeto, sea como función edípica, es decir, encargado de
enunciar el interdicto del incesto y hacerlo respetar -como en el caso Hans-, o la función de la
castración (ausente en el caso del ‘hombre de los lobos’), como voz que irrumpe cuando adopta el
tono del mandamiento y la severidad del castigo superyoico, es también el punto nodal de la
mitología freudiana del origen: el Padre de la horda primitiva y después Moisés y su asesinato
muestran, para Freud, la verdad histórica del padre como fundador de lo social y sus
constelaciones. En breve, para Freud el padre aparece como personaje, función, voz, origen;
como fundamento3.

Para Freud el padre da origen a la cultura y al sujeto. En los dos casos lo explica a partir del
mito de la horda primordial. En lo que se refiere al origen del sujeto se sirve de las coordenadas

3 Gerber, D., Morales, H. Las suplencias del Nombre del Padre. Edit. S. XXI. México 1998.
4
simbólicas de edipo-castración. En este caso el padre edípico es un legislador, un representante
de la ley, un agente de la castración y separador del goce.
Junto con todas estas diversas figuras del padre, Freud encuentra en la escucha clínica con
sus pacientes la ‘compulsión a la repetición’, la ‘reacción terapéutica negativa’ y el masoquismo4,
fenómenos que lo llevan a plantear un correlativo al padre edípico, e introduce en el mito, la
figura de un Otro del goce como el padre primordial. Y a diferencia del padre edípico que detiene
el goce, el padre primordial lo aporta.

El padre primordial es la figura freudiana que se articula a la idea de un OTRO, (con


mayúsculas) a no confundir con el otro, que se escribiría con minúsculas (el cual es reflejo y
proyección del yo, el semejante y la imagen del espejo, este pequeño otro se mantiene en un
registro especular). Por otra parte, el OTRO (A en francés) es utilizado por Lacan para designar
una alteridad diferente, radical, la otredad que trasciende a ese pequeño otro, la otredad ilusoria
de lo imaginario, porque no puede asimilarse mediante la identificación especular5.
El OTRO es inconsistente, imperfecto, equívoco, su falla es causa de la existencia de la LEY y
el superyo. Con razón, Lacan equipara la alteridad radical del OTRO con el orden del lenguaje y la
LEY, de modo que ese gran OTRO, está inscrito en el orden de lo simbólico, motivo por el cual
aparece como Orden Simbólico para el sujeto, pero también a quien el sujeto le atribuye un goce,
es decir un OTRO que no estaría dividido, que no tendría inconsistencias ni fallas, en breve, que
goza.

Esta figura de Otro que goza aparece en los siguientes casos tratados por Freud:
• el padre seductor del fantasma histérico,
• el padre sádico del texto de “Pegan a un niño”,
• los padres muertos que retornan de la muerte para imponer lo imposible (Hombre de
las ratas, Haizmann, Hamlet).
• el dios de Schreber.

La figura de un gran Otro del goce es, para Freud y luego para Lacan, una necesidad
estructural en el trayecto subjetivante. Por doquier se encuentra esa necesidad constitutiva por
erigir a OTRO que gozaría del sujeto6.

Desde la perspectiva lacaniana, el sujeto se define por la existencia del OTRO y dado que este
OTRO constituye el universo de los significantes, el sujeto encuentra su inserción en este Orden,
el cual aparece ante al sujeto como un Orden Simbólico. En este sentido la presencia del OTRO
constituye una exterioridad a partir de la cual el sujeto puede tomar su referencia. Pero su
inscripción en el campo del OTRO no es sin una pérdida, un sacrificio. Se tiene un lugar en el
OTRO por la vía del masoquismo. La primera noticia que el sujeto tiene del OTRO es como OTRO
que querría algo de él. El sujeto pasa por esta posición constitutiva y masoquista, objeto a la
merced del OTRO.

4 Hay en Freud una dimensión del padre que escapa a su propia muerte (excluido de lo simbólico) y que retorna como el signo de
un duelo no efectuado.
5 Dylan Evans. Diccionario Introductorio de psicoanálisis lacaniano. Edit. Paidos. Argentina 1997.
6 En la disposición a mortificar el cuerpo, en el síntoma histérico, para consagrar algo a OTRO; en la obsesiva compulsión por
erigir un amo al cual someterse para revelarse; en la figura de Otro devorador que presenta el fantasma fóbico, el cual se erige
para someterse, el sometimiento como el matiz oscuro del masoquismo.
5
Se trataría entonces de ese OTRO, que según Guy Le Gaufey, Lacan construyó y enunció a
partir de una importante ruptura epistemológica, basándose en una noción de padre sin la
necesidad -que sí operó en Freud- del recurso metodológico y mítico del origen. Es decir, que en
Lacan, la historia se pierde como referente privilegiado, estableciendo un nuevo paradigma
consistente en la evicción del origen7, (entiéndase cómo desposesión, despojo) lo que permite dar
pasó a una nueva lógica basada en la localización y análisis del sistema relacional entre los
términos puestos en juego. Esta sería a partir de entonces la nueva forma de entender la
necesidad lógica de la existencia de ese Otro, ante la cual, no habría que seguir insistiendo en la
necesidad de contextualizar -histórica y culturalmente- el lugar y función del padre.

Guy Le Gaufey analiza los distintos momentos en que Freud trabajó la función del padre,
resaltando sobre todo la necesidad freudiana de localizar -ya sea mítica o históricamente- el
origen de ésta figura que consideraba esencial no sólo para fundar lo social y sus constelaciones
sino también para la construcción del psiquismo humano. Y fue en el texto de ‘Tótem y Tabú’,
según la lectura de Le Gaufey donde Freud encuentra “un nuevo estado de Padre....al que Lacan
denominara por su parte ‘Padre simbólico’ "8.

Ese nuevo estado de padre, da pie a una caracterización propia. Se trata de un padre muerto,
sobre quien se construyen creencias, “la creencia en la inmortalidad del padre”, la creencia del
padre que goza, tales creencias construyen un PADRE IDEAL que sostiene el ideal común que
permite unir una masa en el amor y al mismo tiempo “mantiene la represión sobre el saber del
crimen cometido”. Creencia en un PADRE IDEAL que no debe saber que está muerto, pues tal
saber –que es un saber de lo real- debe anularse para hacer vigente la LEY SIMBOLICA, el campo
simbólico que soporta al sujeto y a lo social. Este PADRE MUERTO puede aparecer para algunos
sujetos con un rostro de Dios que no sabe de su muerte, por eso “Dios es Inconsciente”, es decir,
“está ciego”.9
Negar la muerte del padre, su falla y creer en la existencia de un PADRE IDEAL, ya sea bajo el
rostro de DIOS o de un OTRO, en realidad encubre algo horroroso para el sujeto, a saber, que
esa muerte fue deseada por el sujeto. Deseada pero no sabida, la rivalidad edípica que el niño
vive en relación con su padre da cuenta de ello10.

De alguna manera entonces, en psicoanálisis se supone que el PADRE IDEAL, o primordial,


presentado por Freud y denominado por Lacan Padre Simbólico, hace vigente la LEY SIMBOLICA
que soporta tanto a lo social como al sujeto. Es necesario concluir pues que el sujeto se sostiene
de ese padre11, de su función, pero tal función tiene como condición el registro de la Ley
simbólica y de ese lugar donde ella habita, a saber, EL OTRO. De esta manera, sin EL OTRO Y LA
LEY SIMBÓLICA todo padre quedaría reducido a ser sólo un PADRE REAL, que no sabe de todo el

7 Dictionnaire général français espagnol, espagnol français. Larousse.


8 Le Gaufey, Guy. L’éviction de l’origine. E.P.E.L. Paris 1994. p. 183.
9 Gerber, Daniel. El psicoanálisis en el malestar de la cultura. Editorial Lazos. 2005, p. 156.
10 Freud introduce tal idea a propósito del tema del absurdo de los sueños, donde –según la lectura de Bercovich- “lo absurdo
vela lo horroroso de un padre que no sabe que está muerto, más el horror suplementario que implica el hecho de que esa muerte
constituye un deseo”. Ahí Freud aborda otra versión del drama de Hamlet, el encuentro del sujeto en duelo con el padre muerto,
donde Hamlet sueña y el texto es: “Él [el padre] no sabía que estaba muerto”. Bercovich, S. En Gerber, D., Morales, H. Las
suplencias del Nombre del Padre. Edit. S. XXI. México 1998. p. 177.
11 Es pertinente precisar que para nosotros la cita de Lacan que donde hace referencia al padre como otro rival: «Lo que el sujeto
no puede saber es que su existencia como sujeto se sostiene de ese padre, otro rival » Lacan J. “Le désir et son interprétation”
inédito, versión de L’Association Freudienne Internationale, clase del 7 de enero de 1959. (citado por Bercovich en Hamlet no es...
Op. Cit.) no se trata del padre real, sino del padre simbólico.
6
goce ni de la verdad sobre lo real del goce; y en su insuficiente realidad no instauraría ninguna
‘realidad psíquica’ (Freud) ni la posibilidad que el hijo haga Metáfora (Lacan).

EL PADRE EN LACAN.

Tenemos que reconocer una distancia entre la figura del PADRE IDEAL (esa que Freud
presenta en el mito12 y por otro lado la personalidad del padre tal como aparece en la realidad
familiar, a quien Lacan denominará el PADRE REAL. Junto a éste también distinguirá el PADRE
IMAGINARIO Y EL PADRE SIMBÓLICO.
Lacan ya desde 1938 atribuyó gran importancia al papel del padre en la constitución de la
estructura psíquica: padre protector y prohibidor. También denunció la decadencia social de la
imago paterna (padres ausentes y humillados) y sus efectos en la psicopatología. Posteriormente
oponiéndose a la tendencia de ubicar en el centro de la teoría psicoanalítica la relación madre-hijo
(Klein) insistió en la importancia del padre para mediar en la relación dual e imaginaria entre la
madre y el niño para salvarlo a éste de la psicosis. El padre es presentado como el representante
del orden social. A partir de 1953, Lacan distinguirá las tres dimensiones del padre.

El PADRE SIMBÓLICO no hace referencia a una persona sino a una posición o función, pero LA
denominada por Lacan, FUNCIÓN PATERNA13, que consiste en imponer la LEY y regular el deseo
en el complejo de Edipo, en otros términos, unir a partir de una ‘distancia simbólica’ un deseo y
LEY. Ello es posible en un Orden Simbólico, donde el padre simbólico es el elemento fundamental.
No se necesita que alguien encarne su función, tal función puede ser ejercida de una forma más o
menos velada incluso por el discurso de la madre –siempre y cuando la presencia del padre esté
inscrita en el deseo de la madre-. No es la presencia del padre la que da consistencia a la
metáfora o LEY simbólica, sino a la inversa, un padre –siempre insuficiente- puede asumir, en
tanto representante, su voz y hacerla valer14.

El PADRE REAL no es claramente definido por Lacan, pero sin riesgo de equivocarse puede
uno afirmar que se trata del padre concreto, el de la realidad familiar, el AGENTE que realiza la
operación de la castración simbólica. Este agente varía según las culturas y hoy en occidente ha
sufrido un gran descalabro, su poder ha declinado y su autoridad ha desaparecido. De este padre
se espera –aunque estrictamente según Lacan no sea su función- que haga valer la LEY simbólica
profiriendo la prohibición, que es ante todo prohibición del incesto, que disponga un acceso
atemperado al goce sexual. De no haber tal castración simbólica (3er tiempo del complejo de
Edipo) el niño necesitará un objeto fóbico como sustituto simbólico del padre real ausente.
Esta expectativa de lo social hacia el padre real apunta a que el padre real y el padre simbólico
se recubren, tal hecho es designado por Lacan como un “recubrimiento de lo simbólico y de lo
real”. Recubrimiento que es imposible, pues el padre real no puede estar a la altura de una

12 El padre ideal, simbólico es objeto de una identificación primaria para el niño, pues detrás de la madre simbólica, está siempre
el padre simbólico.
13 Función que consiste en la aplicación de una metáfora, es decir, comúnmente vía la persona del padre (pues en estricto sentido
debemos decir EL NOMBRE DEL PADRE) se sustituye al Deseo de la Madre para darle una significación al sujeto, es decir, se
metaforiza el deseo de la madre. EL NOMBRE DEL PADRE es así el responsable de instaurar la significación fálica. Lacan definió a
la metáfora paterna como “el significante que el Otro, en cuanto lugar del significante, es el significante del Otro en cuanto lugar
de la Ley”. Lacan, J. De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. En Escritos II. Edit. S. XXI. 12a. Edición,
México 1984. p. 564.
14 Saal. F. El nombre del padre como suplencia. En Bercovich, S. En Gerber, D., Morales, H. Las suplencias del Nombre del Padre.
Edit. S. XXI. México 1998. p. 204.
7
FUNCIÓN, altura en la que si está el padre simbólico. Y la causa de tal insuficiencia no debe
buscarse en el hecho de que hoy el padre en su dimensión real, su poder sea decadente debido a
un momento histórico, sino que su falta de estar a la altura es sobre todo por una dificultad
estructural. Estar a la altura hace referencia a la FUNCION PATERNA.

EL PADRE IMAGINARIO es una construcción imaginaria que el sujeto erige de manera


fantasmática –y por lo tanto con poca relación con el padre tal como es en realidad- en torno a la
figura del padre. Sobre el padre imaginario pueden recaer las construcciones imaginarias hechas a
partir del padre ideal (prototipo de las figuras divinas) o a partir del padre terrorífico de la horda
primitiva15.
El padre imaginario es el resultado de cómo se presenta el padre real, es decir, un padre real
puede ser visto o aparecer como ‘malo’, ‘bueno’, terrorífico o amable... aparece después de haber
realizado la castración, la prohibición o interdicción, (siempre proferida en el Nombre-del-Padre,
en el nombre del padre muerto, transformado en padre inmortal, ideal). El padre imaginario
aparece de manera diferente según el padre real haya introducido la castración. Y aunque haya
introducido la castración, aparecerá –digamos imaginariamente- como el padre que privó al niño
de la madre. El hecho es la castración la cual aparece como privación.

Finalmente Lacan en su reflexión sobre las distintas dimensiones del Padre, acentúo la
importancia de cuando falla la función paterna para instaurar una metáfora frente al deseo de la
madre llamándole ‘forclusión del nombre-del-padre’- En otras palabras, la forclusión es una
respuesta en el sujeto cuando falta la inscripción del Nombre-del-padre. Tal falta en lo simbólico,
aparece en lo real bajo la forma de alucinación.

REACCIONES FRENTE A LA PÉRDIDA DEL PODER DEL PADRE.

Hoy la categoría de padre junto con otras tales como la de autoridad, “lo simbólico”, “la
diferencia de sexos” aparecen como el lugar de una crisis.

Ahora bien, que este Otro aparezca para el sujeto como un Orden Simbólico que nos define
como sujetos con una filiación, que distingue las generaciones y los sexos, que codifica las
relaciones de parentesco, no significa que haya que atribuirle poderes eternos y absolutos ni
sacralizarlo, pues lo simbólico también da cuenta de la alienación, los abusos de poder y todas las
formas de servidumbre; por ejemplo, la invocación al “orden simbólico” y a la “diferencia de
sexos” como argumento para oponerse a los casos de adopción de hijos en parejas
homosexuales16.
Tal posición parte de la idea en la que a la función paterna se le ha asociado y amalgamado
abusivamente con algo mítico, en la que el padre representaría los caracteres de un orden que

15 Dylan Evans. Diccionario Introductorio de psicoanálisis lacaniano. Edit. Paidos. Argentina 1997.
16 Los que se oponen al PACS dicen que avalarlo jurídicamente llevaría a suprimir la diferencia de sexos como elemento de la
división del sujeto, al mismo tiempo que la prohibición del incesto. Adoptar el PACS sería una trampa literalmente perversa!!!
8
sería universal y que escaparía a toda perspectiva histórica, este orden sería el llamado “orden
simbólico”. El error sería entonces dejarse engañar por el perfume de eternidad atribuido a tal
orden y llamar a las nuevas configuraciones familiares, “familias en desorden o rotas”.
Hoy existe una idea muy difundida en un sector de la sociedad de que la pérdida del poder del
padre significaría una disolución del lazo social, una familia en desorden y en los hijos, graves
problemas para que se constituyan como sujetos, y contra ello protestan. ¿Esto es realmente así?.
Hay quienes denuncian espantados el declinamiento del poder del padre, al reconocer que el
lugar que el padre sostenía en las sociedades griegas y romanas, aquel de fundador de la patria
(Pater patria) o de eminencia jurídica (Patricio) e incluso quien proponía a la mujer devenir madre
por el matrimonium, ha sido reducido a un actor en el núcleo privado de la familia. Sus funciones
se han visto trastocadas por el poder de la iglesia y del Estado, por los derechos civiles de los
hijos, por el amor de la madre y su amor irremplazable y, en fin, por la maquinaria científica que
propone la posibilidad de sustituirlo por un espermatozoide en sus experimentos de inseminación
artificial17.
¿Cuál es el devenir de la triangulación edipiana?, ¿Cómo redefinirla precisamente después de
una relativización histórica? Suponer que la pérdida del poder del padre significaría una disolución
del lazo social o incluso el fin de la cultura nos parece una afirmación muy riesgosa, así como la
posición de aquellos que quieren explicar todas las patologías a partir de la ausencia del padre y
de la ausencia de su poder.
En efecto, desde hace algunas décadas, encontramos un cierto uso y abuso, o quizás más
bien, una vulgarización del concepto de la fórmula establecida por Jacques Lacan denominada “la
forclusión del Nombre-del-Padre”. El abuso consiste en que se le ha convertido en una fórmula
“casi mágica” para la explicación, ya sea en lo referente a los niños de madres solteras o a los
jóvenes de zonas marginadas, en los cuales, la ausencia del padre, explicaría todo o casi todo de
su futuro.
Igualmente, considerar a la “familia conyugal” como una norma, ha dado pie a que las
situaciones que se alejan de ella (familias monoparentales, homoparentales, etc.) sean
caracterizadas con diversos tipos de perturbaciones psíquicas. Tanto el uso como el abuso, giran
en torno a la idea de que el padre sería la solución para todos esos problemas, Tort no duda en
llamar a ello, “la ideología de la solución paternal"18.

Conclusiones.

Más que denunciar nostálgicamente como se le ha quitado el poder e intentar a toda costa
restablecer el poder de la asociación padre/orden simbólico es necesario, indagar quién ejerce ese
poder, más que buscar cómo puede sustituirse su función o quién lo puede suplir, es necesario
indagar cómo se constituyen hoy las subjetividades tomando en consideración algunos elementos,
a saber que:

1.- El orden social que ha caracterizado a la sociedad occidental y en la cual al padre se le ha


designado el poder que hoy ha perdido, es que tal orden ha estado bajo una dominación
masculina, es decir, el padre más que representar a un orden supuestamente universal y eterno,
representaba solamente el poder de la dominación masculina.

17 Gerber, D., Morales, H. Las suplencias del Nombre del Padre. Edit. S. XXI. México 1998.
18 Tort, Michel. La psychanalyse sans la solution paternelle. Conferencia en PARIS. El miércoles 12 de enero del 2000.
9
2.- El rechazo de lo femenino y la imposición del dominio masculino, no deben entenderse
como algo dado naturalmente o simbólicamente, sino por el contrario, tal situación obedece a
condiciones históricas, sociales y para nada estructurales.
3.-La permanencia del poder del padre, o más bien, el tiempo que resistió en el poder durante
siglos, obedece no a un orden inmutable, ahistórico y eterno, sino a circunstancias históricas.
Decir esto implica que es necesario repensar las reflexiones que Freud y Lacan han hecho en
torno al Padre, al complejo de Edipo y a la primacía del falo.
4.-Reconocer que “el padre es una construcción histórica, solidaria de las formas tradicionales
de la dominación masculina, quien asegura a los padres el monopolio de la función simbólica. Esta
figura patriarcal, entró en crisis desde el inicio de la modernidad, donde pasó a ceder el lugar a
nuevas formas y arreglos de las relaciones de maternidad y paternidad”19.
5.-El fin de un padre, el « padre » del patriarcado occidental, es el fin de un mundo, no el fin
del mundo, “Las formas del devenir-sujeto y el ejercicio de las funciones del padre que ahí
participan son históricas y ellas son el lugar de relaciones de poder entre los sexos. Este cambio
de perspectiva no va sin un re-examen crítico de las construcciones de Freud y Lacan sobre el
padre, las cuales reposan sobre la sumisión de un potentado ‘separador’ ”20.

Más allá de promover un retorno al padre como referencia, («père» como «re-père», según el
juego de palabras que permite la lengua francesa) y de poner trabas a las innovaciones sociales
en nombre de leyes eternas como la idea que representa la ‘religión del padre’ y la ideología de la
‘solución paternal’, se trataría más bien de defender otra concepción del psicoanálisis, esa de
acompañar a los sujetos a vivir dichas innovaciones.
Después de insistir en la relativización histórica del poder del padre, no resta más que concluir
diciendo que está libre el lugar en la sociedad para otras formas de la paternidad y maternidad,
para otra versión del psicoanálisis a partir de su práctica clínica, -privilegio de los psicoanalistas- la
que, mejor puede hacer avanzar a la sociedad sobre estas cuestiones.

19 Tort Michel, Le fin du dogme paternel. AUBIER (EDITIONS) Paris France. 2005.
20 Tort Michel, Le fin… Op. Cit. Y TORT, Michel. La psychanalyse sans la solution paternelle. Conferencia en PARIS. El miércoles 12
de enero del 2000.
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