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II
III
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IV
buen día
soy el que ha habitado en tu postigo de invierno
más de medio almanaque
con sus días
con sus noches
y sus lúgubres soledades
te presento a mi sombra
ella visita tus ojos
que se acurrucan cuando los miro
ella me cuenta
en qué piensas de qué ríes
y cuán suave se derraman tus pétalos
cuando entregas los párpados al sueño
buenas tardes
soy el muchacho tímido que aguarda
traigo en mis manos el suicidio de mis versos
que sangra tu lluvia
mi lluvia
nuestra lluvia
la lluvia que a veces odio y que a veces
despierta cadenas olvidadas
buenas noches
ya me voy
ya es tarde para golpear la puerta
tal vez mi llave haya sido fabricada en un mundo
tan lejano al tuyo tal vez
tu cerradura haya sido fabricada en un mundo
tan distante al mío
pero yo siento que nuestro destino es fatalmente hermoso
es más íntimo que este puñado de lágrimas calcinadas
es más infinito que este silencio que nos separa
es más inmenso
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Danzo en tu sombra
sin olvidar que todavía existes.
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Tus hermanos te llevan amarrado al corazón más que al gitano Camarón. Y la
perrica Lusy llora cuando amanece
y ve tu cama vacía. Pero entonces, yo le digo, ya sabes, por lo bajines,
Qué no y que no, qué el duende nunca se muere...
Y vuelve a quedar dormida.
¡Que va, que va, que el duende nunca se muere, que siga la fiesta, que a
cantaros corra el vino,
que Ramón no se me ha muerto, que es tan sólo
una broma del destino, una jugada amañada
por la estrellita del albay la aurora
para que José le cante,
ay, más hondo que nunca
a su hermano del alma!...
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VÍCTHOR DE VERE - SANTIAGO, CHILE
EPITAFIO AL SUR DEL MUNDO
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llamaradas de sangre son lapidadas en mi corazón torturado,
ojos y peñascos caen por los acantilados de los nuevos poetas,
banderas sin estrellas son voces risueñas que ruedan como piedras
por la boca que hace magullar los últimos alaridos
de aquel que recibe en su cabeza el peso de sus propias desdichas,
ya lo ves amor mío no llores, me reflejo en tus ojos llorosos aunque no me
mires,
se expanden semillas como frutos ciegos desde mi pupila casta
y se labra la piedra por si sola en las remembranzas de un molino,
se tejen telarañas en lo más hondo de la melancolía
cuando mis dedos dejan de hablar
y la lluvia pasajera cesa de cultivar en la tierra
la eterna evaporación de nuestros más íntimos recuerdos.
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con la orfebrería de Góngora
o la maravillosa ironía de Quevedo.
RARA ES LA VEZ
Rara es la vez
que no me arranca
una sonrisa
el ilustre poeta
de mi amada tierra
con su deje
de irónica ocurrencia.
Disfruto leyendo
sus breves crónicas
que se desgranan cayendo
hasta formar columnas
que se adosan
en los pilares
que sujetan mis alforjas.
Empiezo de buena mañana
con refrescantes sonrisas
rellenas de mermelada
del nutritivo sabor
de la realidad cachorreña
que solo da la cosecha de Don Manuel de Alcántara.
EQUIS
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Este no es un poema. Esto no es un poema.
INSOFISMÁVEL
CERTEZA
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vuelve al comienzo
de todo
todo es apenas recuerdos amplificados
y el suelo nos espera
en caminos ya trazados
líneas de la mano
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Cristián Lagos Troncoso - Chile
LENGUA
En el delta de las pieles con ardor,
donde junta
donde abre
y hay tercianas.
Lengua,
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exposición del ser en tus sagradas cavidades,
a la garganta ajena,
lengua y universo,
HUMEDALES
Soy un eco.
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en los pecados.
y soy un eco,
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CUENTOS DE ROXANA HEISE - CHILE
CONQUISTA
El parque los rodeaba en un marco de silencio, extendía sus siluetas junto a los
rayos estivales diseñados por los árboles, mudos de circunstancias.—Dilo otra
vez —dijo ella ruborizada.—¿Qué cosa? ¿Lo del amor?—Sí, lo del amor.—Yo
jamás dejé de amarte.—Repítelo otra vez.—Que siempre te amé.—Una vez
más.—¡Siempre te amé! —gritó él vigorosamente, mientras ella sonreía
complacida ante la voz viril que la importunaba, dejándola apenas pronunciar:
yo también te amo.
Mi niña bonita musitó él, con un dejo de temblor. Tanto tiempo ha sido nada.
Ahora es lo que importa. Cogió su mano pecosa y acarició sus brazos hasta
alcanzarle el hombro. Esto es vivir, le dijo y sonrió. Ella no sabía si reír o llorar,
cuando él tocó sus cabellos tímidamente hasta recorrer una a una, las canas
derramadas entre los dedos ajados.
La humedad de sus pieles se evaporaba en el ciclo transcurrido, como si todo
fuera un bastón que se dejó caer sobre el césped, cuando las miradas se
proyectaron bajo los párpados caídos y se toparon con las arrugas que
surcaban los rostros, como flechas de apaches en la conquista del tiempo,
negándose a morir, entre un ir y venir de caricias torpes, oídos sordos y
palabras bullantes, como promesas añejas a punto de concretarse.
Sientes nostalgia de mí, eso dicen tus manos mientras acarician la espuma
inmóvil del silencio, encapsulado bajo los nudillos gastados de historias. Coges
un lápiz, por un momento crees verme, fresca y vivificante, dispuesta a todo por
amor o lo que fuera posible y el rictus de tu boca sube hasta el cielo en donde
el ángel de tus sueños tiembla de frío. Estoy aquí te digo, marchita de
inviernos, y no me ves, algo en ti parece morir un poco, estás pleno de
argumentos, pero coges tu lápiz, al parecer sin una finalidad clara, y no me
encuentras. Pronto vendrá tu mujer y el sonido de sus pasos aplacará la fiebre
que aún sientes y el deseo de arrojar los años por la ventana para decirlo todo
de una vez para siempre, antes que el elfo indeseable del sinsentido consuma
tus entrañas. Estás mustio, más mustio que este otoño y, encima, ella aparece
con la misma perorata de todos los días, la cara gastada de antiguos brillos y el
cuerpo agrietado de decepciones. No la amas, es tarde para decirlo, pero no la
amas; ella sonríe como si nada ocurriera y desearías gritar tu verdad a los
cuatro vientos con nombre y dirección, con la ayuda del bolígrafo que llevas
contigo como un amuleto para la buena suerte.
Sientes nostalgia y no es cosa de viejos, la modernidad te provoca
desconcierto, te desequilibra por dentro y por fuera como si hubieses quedado
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suspendido para siempre de las faldas de un tiempo sin regreso. Aún estoy
aquí, inevitablemente condenada a muerte.
Sentado sobre tu sofá, observas de reojo el nuevo computador y rompes el aire
con la mano que acarició mi cuerpo delicado y sutil, heredero de la brisa
silvestre de los campos y el verdor fragante de los árboles. Ya no existo, tu
esposa vuelve a repetirlo: la modernidad llegó para quedarse. Vuelves a mirar
el monitor, ella activa el correo y aparece el cuerpo vacío de un email. Son los
nuevos tiempos, dice, el final de La Carta ha comenzado.
QUINTO ANUNCIO
El agua va más lejos que mi propia vida Siento que el sueño esta vuelto hacia
el tiempo Como la devolución a un enigma reflejado. No se puede salir de la luz
sin que no se descubra Esa profecía que hay entre el cuerpo y el árbol. Más
tarde, mas tarde el aire es visitado por bordes y mitades Por estelas que se
vuelven contra el Si su cabeza empieza a disminuir en la distancia. No puede
salir la luz de nosotros sin que no le salga al encuentro Esa alianza que hay
entre la hondura y la mano.
II
De las cavernas nos llega el eco de una orgía de radbomantes Casi todos
nosotros debemos salir con la campana Que se apiada que la sangre sea
nocturna. Estamos todos en nuestros puestos, los filos aun están en cautiverio
Ya se abrirá la cámara de algodón Entraran dos centauros infrarrojos a
engancharse Podéis vosotros allá afuera simuladle sus puestos Al buzo
cargado de llaves, al bullicio de lana, al ligamento Simulad que alguna vez
sentisteis un rocío terminal en los pies Todo os sucede ahora entre duraciones
y estampidas Los espectros de piedra oficiaron el aumento de la mañana Y
traemos aguas que celan a las columnas y a las espadas Y traemos arenas
asomagadas y traemos el fuego como mudanza Para que el día se prepare
para un umbral más grande Para cuando lo olvidemos, Cuando ya no importe
si la eternidad es diurna o nocturna Cuando el hombre y la mujer hayan
traslucido Lo que la muerte va espesando en el sueño.
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III
Los muertos se llevan chispas microcéfalas para sus viajes Cambian de rostro
a cada momento durante el velorio De modo que sus deudos ya no saben a
quien están llorando. Tal vez el mar haya insinuado levantar el velo, Pero nunca
se ha levantadoDe los valles se oyen gárgaras con las que intentan saldar El
vuelo de los pájaros cabalísticos. Oh aguas, reventadme frente a esas flechas
convertidas Más, dejadle a la piel esos poros equinocciales que los espíritus
riegan Prefiero a mi vida, el devenir de esas hormigas de mercurio por el
cuerpo de los célibes. Oh aguas, yo era el que ignoraba Hasta que la luz
respondió a mis huesos Hasta que las piedras dejaron que la noche agonizara
Oh aguas, que quede sobre nosotros Solo esa liberación entre las nubes y la
carne.
IV
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