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Universidad Nacional de Salta

Facultad de Humanidades
Lic. en Ciencias de la Comunicación
Historia Regional (1º Cuatrimestre 2008)

Ficha de Cátedra Nº 1
Elaborada a partir de los textos citados a pie de página.

¿Qué es la Historia?

El historiador español Enrique Moradiellos señala: “La Historia, desde principios del siglo XVIII, con la labor de la
escuela histórica alemana, quedo constituida como una de las ciencias humanas” 1.
Etimológicamente, la palabra Historia –aclara Moradiellos- deriva de un antiguo término griego, que a su vez
deriva de la raíz indoeuropea wid, weid: “ver”. De este término se origina el término testigo, en el sentido de “el
que ve”
A partir de ese núcleo se desarrollo el significado de “el que examina a los testigos y obtiene la verdad a través
de averiguaciones e indagaciones”. De allí que “Heródoto, “el padre de la historia” al decir de Cicerón, acuño en
el siglo V a.C. el término Historia en ese sentido de actividad de ‘indagación’, ‘averiguación’ e ‘investigación’
sobre la verdad de los acontecimientos humanos pretéritos”. Afirma Moradiellos: “Desde el principio, la palabra
paso a tener dos significados diferentes pero conexos que aún hoy se mantienen: 1) las acciones humanas del
pasado en sí mismas (res gestae); 2) la indagación y relato sobre esas acciones humanas pretéritas (historiam
rerum gestarum)2

El historiador belga Marc Bloch, pocos años antes de ser fusilado por las tropas alemanas en 1944 escribía “la
palabra historia es muy vieja, tan vieja que a veces ha llegado a cansar…no encierra en sí misma ningún credo,
no compromete a otra cosa, según su etimología original, que a la “investigación”3. Bloch advertía que las
palabras con el tiempo cambian su significado, no obstante el término historia, se había mantenido fiel a su
origen griego, aunque “nuestra historia no será la misma que escribía Hecateo de Mileto…¿Qué es entonces la
historia?. Para escapar de la cárcel vigilada por el “Guardián del dios Término”, Bloch recorre en su trabajo
distintos problemas que permiten delimitar con mayor precisión el objeto de investigación de la historia para
poderla definir.
Así Bloch considera impropio definir a la historia como la “ciencia del pasado”, y se pregunta: ¿Cómo el pasado
puede ser objeto de una ciencia sin una delimitación del fenómeno que pretende estudiar?. Puede ocurrir que

1
Moradiellos, Enrique; ¿Qué es la Historia?, en EL OFICIO DEL HISTORIADOR. Editorial Siglo Veintiuno Editores.
México. 1994. pp. 6
2
Moradiellos. Op.cit. pp.7
3
Bloch, Marc, La historia, los hombres y el tiempo, en INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA Editorial F.C.E. México
1978
exista una historia de los volcanes, una historia del sistema solar. Bloch prefiere interrumpir la secuencia de su
pensamiento para afirmar rotundamente. ESA HISTORIA NO PERTENECE A LA HISTORIA DE LOS
HISTORIADORES, salvo si se relaciona a una actividad humana específica que produzca materialidad y da
algunos ejemplos. Comenta el caso de la desecación de un golfo profundo en Zwin (costa flamenca) en el siglo
X, bien podría ser un fenómeno propio del estudio de un geólogo, sin embargo, el fenómeno podría derivar de
factores más complejos como la construcción de diques y canales de acuerdo a las necesites colectivas de los
hombres con una organización social y en un tiempo determinado.

Bloch se pregunta ¿qué a ocurrido cada vez que se necesita la intervención de la historia para analizar un
fenómeno?. Es que ha aparecido lo humano. En efecto, hace mucho que nuestros grandes antepasados, un
Michelet y un Fustel de Coulanges, nos habían enseñado a reconocerlo: el objeto de la historia es
esencialmente el hombre. Mejor dicho los hombres. Más que el singular, favorable a la abstracción,
conviene a una ciencia de lo diverso el plural, que es el modo gramatical de la relatividad. Detrás de los
rasgos sensibles del paisaje, de las herramientas o de las máquinas, detrás de los escritos
aparentemente más fríos y de las instituciones aparentemente más distanciadas de los que las han
creado, la historia quiere aprehender a los hombres. Quienes no lo logren no pasará jamás, en el mejor
de los casos, de ser un obrero manual de la erudición. Allí donde huela la carne humana, sabe que esta
su presa”4

En conclusión, la historia se ocupa de investigar las acciones humanas en el pasado, y que ese pasado es un
tiempo incognoscible científicamente porque no tiene presencia física actual y material, entonces, ¿cómo hace el
historiador para recuperar la historia de los hombres en tiempos pretéritos?. Moradiellos responde: a través de
los restos y vestigios del pasado “que perviven en nuestro presente en la forma de residuos materiales, huellas
corpóreas y ceremonias visibles. En una palabra: las reliquias del pasado, por lo tanto, sólo podrá hacerse
historia y lograse conocimiento histórico de aquello hechos, personas, acciones, instituciones, procesos y
estructuras de los que se conserven señales y vestigios en nuestra propia dimensión temporal. El primer acto del
historiador es descubrir, identificar, discriminar esas reliquias, que pasarán a ser las pruebas o fuentes
documentales primarias sobre las que levantará su relato, su construcción narrativa sobre el pasado histórico”5.
Este relevamiento exhaustivo y crítico de las reliquias/testimonios como prueba de las acciones humanas
distinguen a la historia de otros relatos como los mitos, la religión o la ficción.

Historia y cronología.

4
Bloch. Op.cit, pp. 24-25
5
Moradiellos, Op.cit. pp. 7-8
Existe un elemento central en la investigación histórica, dice Bloch, “ningún historiador le bastará comprobar que
César necesitó ocho años para conquistar la Galia…le interesa mucho más señalar el lugar exacto que ocupa la
conquista de la Galia en la cronología de las vicisitudes de las sociedades europeas (…) ahora bien, este tiempo
verdadero es, por su propia naturaleza, un continuo. Es también cambio perpetuo6. Establecer en el fluir del
tiempo etapas o periodos caracterizados por determinadas formas sociales, políticas, económicas, culturales,
implica la posibilidad de establecer cierto carácter científico al trabajo del investigador.

Moradiellos aclara más la importancia de la cronología en la Historia para evitar cualquier anacronismo o
ucronía7 en las interpretaciones de los relatos históricos. La investigación histórica permite detectar el
anacronismo, (esto es la imposibilidad absoluta en el plano real) de que una película sobre Atila en el siglo V.
d.C. tenga marcos ambientales arquitecturas románticas o góticas. Y mediante la aplicación de este racionalismo
histórico fue posible que Tetrarca, ya en el siglo XIV d.C. descubriese una verdad negativa como la que
estableció el carácter fraudulento del documento en la casa de Habsburgo donde Julio César supuestamente les
entregaba la jurisdicción sobre sus dominios austriacos ¿Quién no aprecia cuán falso y ridículo es que Julio
César se llamase a si mismo Augusto?, cuando ese título se comenzó a utilizar por primera vez con su sucesor.

Por lo tanto, señala Moradiellos, “la historia en su sentido de res gestae, se presenta como un proceso evolutivo
de las formas de sociedad humanas, como una sucesión de cambios en las estructuras sociales de los grupos
humanos a lo largo del tiempo”.

Historiografía durante el Siglo XIX:


La Historia como práctica científica

Los historiadores desde Heródoto (S.V a.C.) han necesitado precisar determinados criterios y definir ámbito de
investigación. Algunos historiadores han insistido que la formulación de esos criterios como pautas
metodológicas para el trabajo de investigación también ha contribuido a definir a la historia como disciplina
científica.

Dicho esto último, volvamos al dilema de Marc Bloch, ¿Por qué Hecateo de Mileto hace un tipo de historia y
nosotros realizamos una distinta? ¿A cuál se debe considerar como Historia? Podríamos responder que la
práctica de los historiadores emerge dentro de un contexto social y tiempo determinado, por lo tanto, el tipo de
investigación y narración histórica esta ligada al grado de desarrollo de la formación social en curso,

6
M. Bloch. Op. Cit. Pp. 26
7
ucronía.1. f. cult. Reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero
que habrían podido suceder. Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española. Vigésima segunda edición.
Aunque es común señalar que fue durante el siglo XIX donde se funda la práctica profesional y científica de los
historiadores como reacción a las filosofías de la Historia que pretendían demostrar que la Historia era el
escenario donde se plasmaba la marcha de un plan ya sea divino, natural o metafísico8. En tal caso, el
historiador debía priorizar la búsqueda del sentido de la historia y el descubrimiento de las leyes eternas que
regían su camino.

Positivismo, historicismo y marxismo

Frente a las filosofías de la Historia, el Positivismo y el historicismo, el primero a través del método causal-
explicativo señaló que la buena historia debía alejarse de toda especulación filosófica y recurrir a buenas fuentes
empleando técnicas de investigación y recopilación que hicieran confiables la autenticidad de las fuentes para
ordenar los datos en una sucesión lineal de causas y consecuencias en la que no podía intervenir la subjetividad
del investigador.
En tanto que el historicismo recortando su interés sobre una parcela de la historia mundial, es decir,
interesándose por la historia de la nación, estableció la inducción y valoración comprensiva de las fuentes como
método para la investigación, al mismo tiempo que trataba de pensar el sentido de la historia desde el propio
quehacer histórico9.

Estos planteos y el desarrollo de nuevas disciplinas dentro de las ciencias sociales y humanas (como la
psicología, la sociología, la geografía, la economía, etc,) fue modificando la práctica historiográfica y
multiplicando los puntos de atención de los historiadores que se fueron alejando de los estudios centrados en la
historia política del estado-nación, las campañas militares o las relaciones diplomáticas entre los estados.

En esto tuvo mucho que ver la influencia del marxismo y su método (el materialismo dialéctico) durante la
segunda mitad del siglo XIX y su preocupación por la lucha de clases en el marco de las nuevas formaciones
sociales determinadas por el capitalismo como nuevo y más complejo modo de producción y explotación del
trabajo humano que el desarrollo de la humanidad haya conocido hasta allí.

Historiografía durante el Siglo XX


Historia Económica, Cliometría norteamericana, Historia Social, marxismo británico

8
Hervitz, Noemí y Ludlow, Leonor, Introducción, en PROBLEMAS DE LA HISTORIOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA.
Editorial. Universidad Autónoma del Estado de México. 1984
9
Moradiellos. Op. Cit. Pp.
La práctica histórica ingreso al siglo XX asentada por un lado, en el modelo empírico-postivista y sus principios
de objetividad y neutralidad y por otro lado, en el historicismo con su pretensión de comprender la único e
irrepetible10

Al mismo tiempo, el marxismo proveía su capacidad para dar cuenta de manera global y racional el curso de los
procesos históricos dando cuenta de las transformaciones en la estructura económica y su conexión con el
desarrollo de los conflictos sociales, la política, las instituciones y la cultura. El marxismo en forma directo o
indirecta dio impulso al desarrollo de dos disciplinas históricas: la historia económica y la historia social11.

Mientras la historia económica pasa a ocuparse de precios, producción, estadísticas demográficas, etc, siguiendo
magnitudes cuantificables que podían reflejar magnitudes de largo plazo, curvas y ciclos para descubrir
constantes y elaborar generalizaciones empíricas; la historia social se presentaba como el “estudio de los grupos
sociales, sus interrelaciones y sus funciones en las estructuras y procesos económicos y culturales”.

Ambas disciplinas tenían como escenario los cambios producidos por el paso de las sociedades preindustriales a
las sociedades industriales.

En ese contexto en 1929 Lucien Febvre y Marc Bloch fundaron la Revista Annales d’Histoire Economique et
Sociales con el propósito de ofrecer una alternativa a la práctica historiográfica dominante, superando los
enfoques políticos, diplomáticos y militares. Esta nueva escuela multiplico los campos de interés y renovó los
métodos de trabajo a través de los aportes tomados a otras disciplinas, para ello incorporó los análisis
sociológicos y demográficos, el trabajo de campo de la geografía y de la etnología, la estadística, los avances del
estructuralismo lingüistico, el método comparativo.

A partir de la Segunda posguerra mundial (1945) la influencia de la Escuela de los Annales fue importante en la
Europa continental y en América. Con el aporte de Fenand Braudel y el desarrollo del método estructural geo-
histórico donde aplicaba para el estudio de las sociedades en un amplio espacio geográfico tres tipos de tiempos
históricos (el de larga duración, el de duración media o de coyuntura y la corta duración). Braudel buscaba
alejarse la historia vinculada al estudio del episodio y de los acontecimientos a los que consideraba como la
“espuma de la historia”. De esta forma, los historiadores se volcaron a los estudios de procesos de larga y media
duración sobre marcos geográficos precisos y una metodología innovadora.

En forma paralela la tradición historiográfica marxista, especialmente en Gran Bretaña alcanzó su máximo
esplendor. Fueron tomando los aportes de las distintas disciplinas humanas y trabajaron tanto sobre los
fenómenos estructurales como los episódicos, restituyendo a la política un lugar central en la evolución de la
historia. Edward Thompson, con su estudio sobre La formación histórica de la clase obrera en Inglaterra

10
Moradiellos. Op. Cit. pp. 42.
11
Moradiellos. Op.cit. pp. 44.
publicado en 1963, resignificó los estudios sobre la lucha de clase y el concepto de clase alejándose de la
concepción económico- mecanicista del marxismo ortodoxo, para colocarlos como producto de la propia
experiencia sociales y políticas de los grupos en cuestión, rompiendo al mismo tiempo con el marxismo
estructuralista que desarrollaba Althusser en la Europa continental.

En tanto en Estados Unidos experimentaba el desarrollo de una escuela denominada Cliometría que
investigando sobre historia economía utilizaba el método cuantitativo en forma exhaustiva para la aplicación en
modelos teóricos-matemáticos y el tratamiento informático de grandes cantidades de información estadística
recogida y elaborada minuciosamente12.

La transformación en los ’70 y sus proyecciones

Las décadas de los sesenta y setenta fueron el escenario de numerosas transformaciones sociales y políticas.
Fue el periodo de apogeo y crisis de la fase capitalista conducida por los distintos tipos de estados planificadores
y benefactores, las luchas por la descolonización, la crisis de la guerra fría entre las superpotencias, la amenaza
de la guerra nuclear la revolución cubana, las rebeliones estudiantiles y obreras en Europa y América, la derrota
norteamericana en Vietnam, la crisis capitalista de mediados de los setenta, el fracaso de las teorías
desarrollistas, constituyen el trazo grueso de un mundo convulsionado que comenzó a marcar los límites de la
hegemonía de las producciones historiográficas predominantes. La posterior crisis de los “socialismos realmente
existentes” y la profundización del proceso de mundialización y la exacerbación de los particularismos de nuevas
y viejas comunidades proyectan hasta nuestros días una serie de cambios presentando un panorama abierto e
incierto que afectan y modifican las prácticas científicas y académicas.
La crisis de las concepciones y modelos historiográficos dominantes dio impulso a investigaciones que abarcan
antiguos campos de interés (como la historia política) re-visitadas a la luz de nuevas preguntas y con nuevas
herramientas teorícas-metodológicas (historia de los conceptos o a través de la historia de los lenguajes
políticos), al mismo tiempo que se valorizaron los estudios de historia cultural, mientras la vieja historia de las
ideas cedía paso, primero a la historia de las mentalidades y luego a la historia intelectual. En otros casos los
investigadores han puesto énfasis en la escala del espacio y tiempo social para proponer los estudios de
“microhistoria”, de la “vida cotidiana”, en algunos casos sin perder de vista la totalidad de la vida social. Campos
de investigación presentados como alternativas a las investigaciones de vastas entidades territoriales y sociales.

Lo que es cierto que hoy participamos de una intensa proliferación de nuevos campos de estudios, aunque no
siempre importan nuevas metodologías y planteos teóricos novedosos, no obstante es indudable la inquietud por
rebasar las cárceles de modelos y paradigmas teóricos-metodológicos, para predominar una práctica más abierta

12
Moradiellos. Op.cit. pp. 46 a 54.
y ecléctica con procedimientos, a veces muy sofisticados, aunque de ninguna manera –opinan distintos
historiadores- garantiza la excelencia de la producción historiográfica.

Historia Regional

En ese contexto de renovación, desde hace menos de quince años, algunos historiadores orientaron sus
prácticas investigativas buscando alternativas a las historias “nacionales” centradas en el proceso de constitución
de los Estados nacionales y a las historias provinciales o locales, ambas adheridas a un criterio de
“territorialidad” y jurisdicción política que limitaba la mirada acerca del alcance de las vinculaciones tejidas por las
sociedades en distintos periodos históricos. Así, la historia regional se fue configurando como un intento por
superar los estudios históricos en espacios predeterminados por factores naturales o políticos.

Metodológicamente, los investigadores van a insistir en que el proceso histórico es el que determina al espacio y
los criterios de periodización, atendiendo a las distintas formas de relaciones que establecen los hombres entre
sí en una triple dimensión: MATERIAL, SOCIAL Y SIMBÓLICA. Relaciones caracterizadas por su complejidad y
heterogeneidad interna, aunque es posible establecer un determinado grado de singularidad con relación a otras
experiencias sociales fronterizas.

La Historia Regional atravesada por los problemas de la historia económica y la historia social, es en opinión de
la historiadora Sandra Fernández, “es una de las distintas líneas de aproximación al estudio histórico desde la
Historia Social, sin embargo, su eje no es temático, sino analítico. Dicho de otro modo, la historia regional no
propone un nuevo tema, un nuevo objeto, sino una nueva mirada, un nuevo acercamiento, un nuevo abordaje
anñalitico13 a viejos problemas de los historiadores sociales.

13
Fernández, Sandra, La Historia sugerente. Los desafíos en la construcción de la historia regional y local, en Mata S
y Areces N (coord.) HISTORIA REGIONAL. ESTUDIOS DE CASOS Y REFLEXIONES TEÓRICAS. Editorial Universidad
Nacional de Salta. 2006. pp. 15

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