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La percepción del ciudadano es que las empresas van “por lo que van” sin
detenerse a pensar que, mas temprano que tarde, todos estaremos sufriendo el
impacto de nuestras propias acciones.
Por supuesto que le pregunté que podíamos hacer, esperando una respuesta
técnica; y con tristeza, la respuesta fue:
-“Nadie va a hacer nada hasta que esté obligado a hacerlo, cuando ya no
haya alternativa.”
Tal vez porque no tenemos clara la perspectiva del ejecutivo en turno, o no han
sido suficientemente compartidos con los ciudadanos los alcances del
proyecto.
Un ejemplo, que puede no sea tan significativo para todos es el que sucedió en
la década de los 50´s cuando, el entonces presidente Miguel Alemán Valdés,
inauguró el enorme monstruo llamado: Aeropuerto de la ciudad de México.
Si has viajado en avión en los últimos meses, aún después de la mal llamada
“ampliación del aeropuerto”, te darás cuenta que los vuelos se retrasan
regularmente – con esto quiero decir, varias veces al día- porque la ampliación
se hizo sólo al edificio Terminal (que equivale ampliar el comedor de un
restaurante) y no el número de pistas (que equivale a la cocina).
Con esta metáfora quiero decir que lo crítico de un aeropuerto NO ES en donde
está la gente esperando subir a un avión o llegar cuando se baja del mismo.
Eso es importante, pero es realmente crucial la eficiencia en la agilidad y
seguridad con la que despegan y aterrizan los aviones.
Pero sucede con uno mismo: ¿Hasta cuándo vamos a un doctor?.... ¡Correcto!
Cuando ya estamos enfermos.
Y existen mil razones, algunas entendibles, pero no justificables, para decir que
no podemos, al menos una vez al año, hacernos un examen básico de sangre
que nos referencia como andan los “indicadores” de nuestro organismo.
Por ello, la conclusión del futuro en cuanto a precios de los combustibles, agua,
alimentos, energía… y hasta los tanques de oxígeno que necesitaremos para
respirar mejor, se ve cada día crítico y puede ser más real.
Empieza hoy.
Empieza aunque sea con algo pequeño para que vayas creando el hábito del
respeto ecológico y del ahorro… y compártelo con tu familia. Los riesgos y
costos de calidad de vida que podamos reducir, nuestros nietos y bisnietos lo
agradecerán y no nos calificarán como egoístas e irresponsables.
¡Apenas hay tiempo!