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Empecemos por el principio: Las instituciones han sido creadas por el hombre y
buscan trascender más allá del individuo y sus proyectos personales. Se ha
dicho, y dicho bien, que el individuo desaparece, pero mientras tanto, las
instituciones prevalecen.
Pero creo que aquí hay que apuntar que una “institución” que nació para
beneficio personal de sus creadores,… ¡No es una verdadera institución!
Esto va en contra de la definición y de las características mencionadas.
He leído: “Cuando trabajes para alguien o para alguna institución, séle leal, fiel
y respetuoso mientras permanezcas ahí” para que logres portar, con orgullo, el
nombre de miembro o parte de esa familia.
La ropa sucia se lava en casa, dice el refrán. Esto es, que las críticas y quejas
se deben manejar dentro de la propia institución, no andar regando por todos
lados los defectos de los líderes o directivos de la institución.
¡Que difícil es ser Institucional! ¡Qué difícil aguantar los embates de los
intereses egoístas! Pero, si sabes perdida a esa institución, mejor considera
retirarte y formar parte de otra más congruente, o crear una que recupere la
misión para el proyecto continúe.
Por eso: Bienvenidas las instituciones que cumplen con su misión, por pocas
que sean. ¡Bienvenidas!
Así como sus miembros que las saben defender y enaltecer.