Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

Gallego
Gallego
Gallego
Ebook230 pages2 hours

Gallego

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

Barnet se inserta legítimamente dentro de la intelectualidad cubana que ha hecho resaltar la necesidad de un permanente trabajo por la descolonización de la conciencia insular y ha entregado sus energías a ello… Gallego complementa el gran mural histórico diseñado por las dos obras anteriores en muchos sentidos. Temporalmente se establecen coincide
LanguageEspañol
Release dateJul 24, 2019
Gallego
Author

Miguel Barnet Lanza

Miguel Barnet Lanza: La Habana, 1940). Narrador, poeta y antropólogo. Ha publicado, entre otros: Biografía de un cimarrón, Canción de Rachel, Gallego, La vida real, Oficio de ángel, novelas-testimonio; La piedra fina y el pavorreal, La sagrada Familia, Carta de noche, Viendo mi vida pasar, Con pies de gato, Actas del final, ltinerario inconcluso, Salvado del círculo de Fuego, Reloj de arena, Una botella al mar, poemarios; Autógrafos cubanos, La Fuente viva, Cultos afrocubanos, crónica, ensayo y monografía, y Akeké y la jutía, fábulas cubanas. Su obra ha recibido varios galardones, como el Premio Nacional de Literatura, 1994, Premio Internacional Trieste-Poesía, 2005, Premio Juan Rulfo de cuento, 2006, Premio Internacional Camaiore, 2006, el Premio José Donoso, de la Universidad de Talca, Chile, 2008, por la obra de la vida, Premio de Poesía de la Academia Eminescu, Rumanía, 2011, el Título Honoris Causa de la Universidad de Craiova de Rumanía, el Premio Cavalieri de la República ltaliana, 2011, el Título Honoris Causa de la Universidad de La Sapienza en Roma, Italia, 2013, el Honoris Causa de la Universidad de Mérida, Yucatán, en 2015, y el Honoris Causa de la Universidad Central de Las Villas, en 2016.

Related to Gallego

Related ebooks

General Fiction For You

View More

Related articles

Reviews for Gallego

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    Gallego - Miguel Barnet Lanza

    Datos del autor

    Miguel Barnet (La Habana, 1940). Narrador, poeta y antropólogo. Ha publicado, entre otros: Biografía de un cimarrón, Canción de Rachel, Gallego, La vida real, Oficio de ángel, novelas-testimonio; La piedra fina y el pavorreal, La sagrada familia, Carta de noche, Viendo mi vida pasar, Con pies de gato, Actas del final, Itinerario inconcluso, Salvado del círculo de fuego, Reloj de arena, poemarios; Autógrafos cubanos, La fuente viva, Cultos afrocubanos, crónicas, ensayo y monografía, y Akeké y la jutía, fábulas cubanas. Su obra ha sido galardonada con el Premio Nacional de Literatura, 1994, Premio Internacional Trieste-Poesía, 2005, Premio Juan Rulfo de cuento, 2006, Premio Internacional Camaiore, 2006, el Premio José Donoso, de la Universidad de Talca, Chile, 2008, por la obra de la vida, Premio de Poesía de la Academia Eminescu, Rumanía, 2011, el Título Honoris Causa de la Universidad de Craiova de Rumanía, el Premio Cavalieri de la República Italiana, 2011 y el ­Título Honoris Causa de la Universidad de La Sapienza en Roma, Italia, 2013. Es presidente de la UNEAC, por elección, y de la Fundación Fernando Ortiz.

    Primera Edición: 1983

    Edición y corrección: Bertha Hernández López

    Diseño de cubierta: Suney Rodríguez Ruiz

    Diseño interior y realización digital: Ricardo Quiza Suárez

    Diagramación: Suney Rodríguez Ruíz

    © Miguel Barnet, 2016

    © Sobre la presente edición: Ediciones Cubanas, 2016

    ISBN 978-959-7245-79-7

    Ediciones Cubanas

    5ta Ave. No. 9210. Esquina a 94. Miramar. Playa

    e-mail: editorialec@edicuba.artex.cu

    Telef (53) 7207-5492, 7204-3585, 7204-4132

    Gallego, de Barnet:

    desde el fondo retador de la Isla

    La obra de Miguel Barnet (La Habana, 1940), como la de casi todo gran ideador en el sentido martiano, es la historia de un tema y sus variaciones. Desde la publicación de La piedra fina y el pavorreal, en 1963, hasta los textos más recientes; desde las transfiguraciones del etnólogo, del creador y orientador de políticas culturales, del poeta o del narrador, la praxis intelectual de uno de los autores del canon de la literatura cubana contemporánea exhibe impúdicamente las galas de una extraordinaria coherencia. Unidad feliz de pensamiento y acción que construye el camino propio y acierta en la configuración de una voz personalizada desde sus años iniciáticos en los andares literarios. Pocas veces encontramos una declaración de poética, de principio rector para la conducción intelectual, como en el desnudo poemático con que cierra Barnet sus palabras en el acto de recibimiento del Premio Nacional de Literatura 1994; entonces, volcado todo en el hablante lírico de «El poeta en la Isla», declara: «Ni caimán oscuro, / ni caña vertical, mitológica, / ni Ochún nadando en las aguas doradas del sueño, / ni Santa Bárbara ardiendo en la noche del amor, / en la imborrable noche de los sexos, / ni la Giraldilla inmóvil / hacia el más remoto de los puntos cardinales / ni la Avenida del Puerto / empujando las aguas hacia no se sabe dónde. / Sino el fondo retador, / la cavidad arenosa de la Isla, / preguntando por mí, / buscando una respuesta mía».

    Cuba preside las obsesiones temáticas de Barnet en sus interrogaciones sobre la condición y circunstancias de la existencia, sobre las causas y razones que modelan costumbres y tradiciones en nuestra cultura, sobre el continuum histórico que nos singulariza dentro del concierto caribeño y latinoamericano. Pero como en el poema, esas inquietudes resultan de la asimilación de preguntas esenciales de la Isla, y solo a él quedan las respuestas que debe buscar en «el fondo retador» de ella misma. La ruta elegida destierra, por tanto, la estela trillada de las folclorizaciones y visiones estereotipadas que han proyectado una imagen deformada de los perfiles y substancias del ser cubano y conforman un semblante complaciente para con las exigencias de los discursos exotistas y colonialistas de la cultura legitimadora a nivel internacional. Barnet se inserta legítimamente dentro de la intelectualidad cubana que ha hecho resaltar la necesidad de un permanente trabajo por la descolonización de la conciencia insular y ha entregado sus energías a ello (Martí, Ortiz, Carpentier, Lezama, serían nombres imprescindibles en esta nómina; declarados por Barnet, además, como sus mentores).

    No son los gigantes nombres de la Historia los que ocupan la atención central de la ficción de Barnet. La efectividad de su tarea en la puesta en crisis, complementación y reescritura de nociones imperantes sobre el decursar de la nación y su cultura, está asentada en la estratégica focalización del rostro anónimo, del personaje popular, marginal aparentemente en el entramado de los metarrelatos históricos, pero actor y testigo de los movimientos sociales. Le interesa el héroe de la cotidianidad del país, en tanto este es el hacedor real de los cimientos de la cultura cubana, el constructor y multiplicador del pensamiento del pueblo sobre sí y su circunstancia. La intrahistoria, la «historia de la gente sin historia», los intersticios culturales del país centralizan su quehacer en las letras.

    Quizás la identificación de esta zona de problemas a atender es la que conduce a Barnet a la novela testimonio con su conjunción de investigación y ficción. La efectividad de su ejecutoria radica en que para ello elige a una figura popular que encarna, en balance adecuado, la carga de individualidad y colectividad que le posibilita al autor el trasvase de la misma a la construcción ficcional de un personaje con valor de fuerte individualidad y de representación social al mismo tiempo. Este cuenta en primera persona su experiencia —eje central del argumento—, sin renunciar el autor a la explicitación del fondo investigativo, documental que articula el texto (marcada por una voz otra, solapada muchas veces, menos comprometida afectivamente en el relato, que entra en vecindad con la protagónica). Esta conjunción de lo ficcional con el ensayo ­histórico le otorga mayor veracidad y carga probatoria a la propuesta final renovadora del discurso histórico-cultural.

    Cuando Miguel Barnet publica su Biografía de un cimarrón en 1966, su andamiaje narrativo ya cuenta con bases sólidas que le permiten legar un texto de referencia ineludible en el mapa de la importante década del sesenta para la literatura de la región. Entonces, Barnet cuenta con 26 años y ya se le abren las puertas anchas del parnaso cubano. La novela, que da expresión cabal de una franja notable y capital para la conformación moderna de la nación (la esclavitud en el siglo xix, las guerras de independencia, la frustración libertaria y los comienzos de la era republicana) a través de la memoria que construye el personaje Esteban Montejo (esclavo, cimarrón, mambí), funda una manera eficaz de hacer emerger el semblante legítimo de nuestros pueblos desde la inteligente utilización del testimonio real de un hombre común.

    Si Biografía de un cimarrón constituye un hito indiscutible en la historia de las literaturas cubana, caribeña y latinoamericana, no puede enceguecer la continuación del empeño narrativo de Barnet que tiene próxima concreción en su Canción de Rachel (1969). Esta última, seguidora de los procedimientos ensayados por el escritor en 1966, ofrece un panorama de la realidad cubana inmediatamente posterior al abarcado por Esteban Montejo. La enunciación desde la condición de negro y esclavo es sustituida por otra no menos marginal: mujer y corista de ­teatro durante lo que el propio Barnet define como belle époque cubana, primeras décadas de un siglo que espetan la frustración republicana.

    La siguiente parada narrativa con Gallego (1983) es contentiva de transformaciones significativas en la manera de Barnet de pergeñar su ficción-testimonio. Ello, sin embargo, no afecta la unidad que conforma esta trilogía.¹ Gallego complementa el gran mural histórico diseñado por las dos obras anteriores en muchos sentidos. Temporalmente se establecen coincidencias: aunque la fecha de 1916 parece situar el comienzo de la historia referida, hay remisiones importantes, declaradas o ­soterradas, a las últimas décadas del siglo xix y a los principios del xx. Manuel Ruiz, el protagonista, llega a Cuba en un barco cuya travesía transoceánica constantemente sugiere enlaces con la forma en que eran transportados de sus tierras a las nuestras los africanos como esclavos. Se hará hincapié en evaluaciones diversas sobre las guerras de independencia, su culminación y consecuencias. La visión del gallego sobre los años veinte, por otra parte, contrasta con la de la vedette de la segunda novela. Se producen cruces argumentales, como cuando Manuel Ruiz visita el teatro Alhambra (suceso capital en su inserción social y en su visión de Cuba). Pero, además, la presencia de la experiencia revolucionaria posterior a 1959, que en Biografía… y en Canción de Rachel se atisba desde el enclave de enunciación, de construcción de la memoria (Esteban Montejo y Rachel cuentan ya viejos, en la Cuba revolucionaria, sus vidas), tiene un mayor desarrollo en Gallego.

    Ahora, como marca de cambio en el método utilizado en esta novela está el diseño de un personaje de ficción sin asidero preciso en un ser con existencia concreta verificable, como sucedía con Montejo y con Rachel. El personaje Manuel Ruiz se forma de la unión de fragmentos de vidas entrevistas en trabajo investigativo de campo, en prensa, en documentos de archivos (explicitados en notas al final del texto que hacen más borrosa la frontera entre ficción y ensayo histórico-testimonial). Asimismo, la voz, que también cuenta su historia en primera persona, sigue siendo marginal, pero si en las novelas anteriores importaba la visión de las capas sociales cubanas bajas —una mirada hacia la Isla desde adentro—, la intelección de la realidad insular se realizará aquí por un inmigrante pobre, que aporta una perspectiva de análisis situada desde afuera, aunque progresivamente, dada la integración social que consigue, vaya transformándose en enunciación cubana —símbolo de los procesos transculturadores, del ajiaco que somos.

    La intencionalidad implícita en la novela de explorar la irrupción de la corriente migratoria española en «la poscolonia» cubana se alcanza con la presencia de figuras de procedencia diversa, pero en la selección del gallego como personaje que centrará la trama novelesca, se está privilegiando a uno de los sectores más numerosos de la inmigración en Cuba en la franja temporal que corre entre siglos y, por tanto, a su huella en el país. Una rápida ojeada a la compleja historia de los gallegos expresada en la novela, basta para ilustrar la importancia del trabajo realizado por Barnet en momentos en los que aún no resultaba suficientemente sistematizado este proceso en los estudios correspondientes.²

    Rosalía de Castro, voz femenina gallega, resumió en versos exquisitos la dolorosa situación de su pueblo, arrojado entonces (1880), como en muchos otros momentos de su historia, al camino de la emigración: «Eu vou polo mundo / Pra ver de ganalo. / Galicia está probe, / I á Habana me vou... / ¡Adiós, adiós, prendas / Do meu corazón!»³

    El centralismo político peninsular que margina a la comunidad gallega, el sistema de minifundios, foros, el estancamiento de la agricultura tradicional, entre otros elementos, causan la oleada emigratoria que caracteriza a Galicia desde el siglo xviii hasta casi el fin de la primera mitad del siglo xx y que la sitúa en el primer lugar de España en cuanto a índices migratorios. Si el destino del gallego que escapa a su penuria durante el siglo xviii son fundamentalmente ciudades de Castilla, Andalucía y Portugal, a partir de la siguiente centuria el centro receptor principal es el área latinoamericana. Cuba, en particular, se convierte en uno de los lugares más afectados al respecto, aunque se localicen grandes inmigraciones gallegas en Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela.

    Ante la desesperación de hombres jóvenes —sector, por supuesto, mayoritario en la composición de la emigración—, que para salir de su pobreza retan cualquier esfuerzo, cualquier aventura, aparecen intereses económicos, se despierta el oportunismo financiero. Agentes y contratistas llenaron sus bolsillos con solo incentivar en aquellos la imagen de un Dorado en la otra orilla de lo que ya muy pocos llaman El Charco. Trasladarlos a Cuba o al resto de América se convirtió en un lucrativo negocio: la cantidad de dinero que obtenían en cada viaje no tenía comparación con la mínima invertida. Comenzaba así una especie de «trata oficial de gallegos», con el auspicio del poder político cubano, pues estos peninsulares se pensaron como una fuerza más sustitutiva de la negra esclava (una vez suspendida su gran introducción africana en el país, decretada la abolición de la esclavitud en 1886 y definida la intención de sectores dominantes, apoyados por mandato real, de «blanquear» la sociedad).

    Barnet logra verdadera maestría en la pintura de este panorama. Así, presenta una descripción descarnada de la sociedad gallega de principios del siglo xx, que justifica la obsesión del joven Manuel por escapar de la miseria a toda costa («Oye, Roque, yo quiero progresar, sácame de aquí», le implora a San Roque, cuyo culto es muy extendido en Galicia) y conseguir el paraíso cubano. La introducción del tema cubano en el imaginario gallego es un elemento de capital importancia en la lectura que propone la novela porque permite introducir una visión idealizada, y por lo tanto deformada, extendida en España —en el resto de Europa también— sobre nuestra realidad, con ecos que podríamos remontar a los tiempos del descubrimiento y la conquista, y que es reforzada en la mentalidad popular española por aquella archiconocida frase de «más se perdió en Cuba» con la cual prendió el lamento por la pérdida definitiva del otrora imperio colonial en 1898. De esta manera, se logra el contraste de universos cubanos actuantes aquí y allá. En la circulación de ideas sobre Cuba de que da cuenta la novela en el espacio gallego: «Todo era La Habana, el puerto, las frutas, las mujeres. Y yo que soy correntón me dije, qué esperas Manuel, el hambre mata la razón, y me fui. […] Cuba era un sueño para todo el mundo allí. La verdad es que la ponían de lo más bonita, de lo más alegre, y quién iba a pensar que aquí se pasaba tanto trabajo». Mientras, la falta de escrúpulos de determinados sectores mejores enterados fertilizan estas nociones en provecho propio; en palabras de Xosé Lois García, así lo presenta la novela que hace confluir dos maneras de cruzar El Charco, al unir a Manuel el personaje de José Gundín, que viaja como polizón:

    El relato de Barnet esclarece, explícitamente, toda esa moviola de intereses, de corrupciones y mafias organizadas que buscaban y ofrecían a los emigrantes, no demasiado ilustrados, el oro americano, la riqueza fácil, haciéndoles hipotecar sus minúsculos enseres. Los «ganchos» llama Manuel a los agentes legalizados que operaban en los pueblos rurales, adonde llevaban falsos catálogos sobre la colocación de los emigrantes en Cuba o en los países del Cono Sur americano y, también, falsas recomendaciones. Eran los gestores de un desorden y de una explotación consentida por el propio Estado […] Toda una trama caciquil que tenía sus agentes en los buques, donde algún corrupto de la tripulación, en combinación con los «ganchos», colocaba a polizontes en las bodegas.⁴

    En un inicio, los habitantes de las zonas costeras gallegas fueron los más propensos a cruzar el Atlántico y en su acomodo en nuestro país tienden a mantener oficios relacionados con la pesca u otras labores vinculadas al mar (piénsese en el asentamiento gallego en la zona habanera de Casa Blanca) y paulatinamente, los gallegos del interior se incorporan a la oleada emigratoria transoceánica. El duro trabajo de la industria azucarera, la carpintería, la construcción, la artesanía, el servicio doméstico... o el pequeño comercio y el periodismo, encontrarán en los gallegos buenos cultivadores (más allá de las excepciones, que alcanzaron por diversas vías la bonanza económica). En nuestro caso, y ciñéndonos estrictamente a Manuel, tenemos el cumplimiento de oficios como el de estibador, carbonero, conductor de tranvía, constructor, carpintero y pequeño regente de un café.

    Pero no se conformó el inmigrante gallego con refugiarse y consumirse en la morriña que le despertaba la lejanía de su natal «curruncho». Tampoco sufrió de procesos aculturadores. El espacio americano, con la profundidad de análisis que propicia la distancia, esclareció mentes «bretemosas», de manera que se constituyó la emigración en una abanderada de las reivindicaciones de la galleguidad. Cuba, en especial, resultó escenario magno para las luchas gallegas.

    —La Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia, fundada por 37 gallegos en reunión efectuada en el antiguo teatro habanero Albisu en 1871, para dar curso a la necesaria ayuda mutua entre paisanos. Tiene el mérito de ser la primera de su tipo del mundo gallego-americano y abrió paso a un número considerable de instituciones mutualistas, recreativas, culturales.

    —A pesar de haber sido revocada 33 días después de su proclamación por decreto de la Comandancia General de la Colonia Española en Cuba (Don Domingo Dulce Garay, entonces Capitán General) en 1869, la libertad de imprenta fue ejercida abiertamente por los gallegos en nuestro territorio. Así, además de contar la prensa nacional con la colaboración de ­importantes figuras gallegas (entre las que cabe hacer resaltar la de Isidro Araújo de Lira, fundador del Diario de la Marina), entre el siglo xix y 1985 aparecieron setenta y una publicaciones periódicas gallegas (algunas de duración breve, otras se mantuvieron varios años, con un alcance y desempeño encomiables). La prensa gallega, en sentido general, resultó el canal idóneo para la actualización del acontecer en todos los campos de la vida en Galicia y en el resto de la península ibérica, del quehacer gallego en el suelo «extranjero» y asimismo, se erigió en plataforma de las ideas más avanzadas de la galleguidad (de lo cual es muestra la presencia en la misma de personalidades capitales de su intelectualidad: Curros Enríquez, Rosalía de Castro, Manuel Murguía, Eduardo Pondal, Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal, Álvaro de la Iglesia, Waldo AlvarezInsúa, José Fontela Leal). Importa aludir a que El Eco de Galicia, es considerado el decano de los periódicos de la emigración gallega escritos en Cuba y en toda América.

    —En enero de 1880 se fundó oficialmente el Centro Gallego de La Habana, cuya relevancia para la vida gallega y la nuestra es innecesario apuntar.

    —Con el dinero de los inmigrantes se pudieron crear y mantener en Galicia instituciones educacionales y hospitalarias, así como se fundó la Banca gallega.

    —El tan maltratado idioma gallego fue uno de los centros de la atención por parte de la inmigración en Cuba, aunque por razones obvias tuvo que aceptar el castellano como vía de comunicación. No solo uno de los ilustres escritores que completa la tríada del Rexurdimento de la letras gallegas, Manuel Curros Enríquez, desarrolló gran parte de su obra en nuestro país, sino que desde aquí se costeó la edición de Follas novas de Rosalía de Castro en 1880, quien lo dedicó a los miembros de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia que la habían investido con el título de socia honoraria. Parte también de las publicaciones periódicas gallegas eran escritas en su lengua o tenían carácter bilingüe.

    —El día 20 de diciembre de 1907 en el teatro del Centro Gallego de La Habana, se interpretó por primera vez el Himno de Galicia. Este resultó de uno de los muchos trabajos de José Fontela Leal a favor de la cultura y de la reivindicación de Galicia. El abnegado tipógrafo gallego solicitó primero la letra a Manuel Curros Enríquez y la música a José Castro Chané, también inmigrante gallego en La Habana. Pero al no recibirlas con la premura que necesitaba, Fontela Leal eligió el poema «Os Pinos» de Eduardo Pondal, mientras que Pascual Veiga componía la música para lograr un «Himno Regional Gallego» que sería ya el definitivo. El estreno tuvo lugar en medio del homenaje póstumo al creador de su melodía Pascual Veiga, con el fin de recaudar fondos para erigirle un monumento funerario en Mondoñedo.

    Suelen hablarnos los estudiosos del problema, por otra parte, de la orgánica inserción del gallego en la sociedad cubana. Aflora como tendencia en los acercamientos a la presencia del gallego en Cuba, la insistencia en factores aleatorios, en la afirmación de «lo gallego» en la isla caribeña dado en la fuerza de la personalidad individual, o sea, en la búsqueda de sujetos notables en el quehacer «fini-colonial» o republicano, ya sean estos naturales de la tierra electa por Santiago —Apóstol, «matamoros» y peregrino—, ya establezcan conexión con ella por vía de descendencia. La impronta colectiva queda así minusvalorada ante el aliento de la huella particular.

    Lo primero a tomar en consideración debe ser el momento del desarrollo cubano en que se produce la gran oleada inmigratoria gallega. No hay dudas de que en la segunda mitad del siglo xix ya hay conciencia general de pertenecer a una cultura autóctona con un comportamiento histórico individualizado y peculiar, en la que la concurrencia de corpus culturales diversos (fundamentalmente hispanos y africanos) ha quedado subsumida, transformada, transculturada, en un ser diferente. Y es en esta coyuntura que va a tener efecto el arribo continuado a las costas cubanas de los viejos barcos que transportan la gallegada.

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1