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Vivir sin sufrimiento
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Ebook365 pages5 hours

Vivir sin sufrimiento

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About this ebook

El sufrimiento se halla inextricablemente unido a nuestra forma de entender y vivir la vida. Conocer la psicología del ser humano, y de nosotros mismos, nos permite comprender la naturaleza del sufrimiento o angustia existencial y desprendernos de él, a través de un viaje interior que va modulando nuestras percepciones de acuerdo con los grandes principios de la sabiduría.
Sergio Marina nos aporta valiosos conocimientos en cuanto a nuestra constitución como seres humanos y nos invita a adoptar ciertas prácticas y a tener ciertas actitudes vitales en los ámbitos físico, energético, emocional, mental y espiritual. Esta obra, repleta de ejercicios prácticos, es una magnífica guía para el autoconocimiento y la transformación interior. Muy fácil de leer incluso para los neófitos, es tan clara y directa como sustanciosa, tan profunda y rigurosa como amable y accesible, tan aleccionadora como cercana.
Capítulo tras capítulo, el autor nos acompaña en un trepidante camino donde descubrimos que depende solo de nosotros convertirnos en personas capaces de fluir plenamente con la vida y ser felices.
LanguageEspañol
Release dateMar 4, 2019
ISBN9788417399771
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    Una joya de libro, escrito con pasión y entrega absoluta al bienestar de los seres humanos. Me encantó.

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Vivir sin sufrimiento - Sergio Marina

sufrimiento.

PRIMERA

PARTE

Capítulo 1

LA VIDA SÍ TIENE SENTIDO

La vida nunca se torna insoportable por las circunstancias,

sino por la falta de sentido y propósito.

Viktor Frankl

LA GRAN PREGUNTA

Seguramente, en alguna ocasión te habrás hecho esta pregunta tan sumamente transcendental y de gran valor espiritual:

¿Tiene sentido la vida?

Tal vez ese cuestionamiento vino precedido de un proceso de sufrimiento personal de cualquier índole: la pérdida de un ser querido, una ruptura sentimental, una enfermedad, un problema laboral, una sensación de vacío existencial, etc. O tal vez no; también es posible que dicho cuestionamiento lo efectuases en el contexto de un análisis introspectivo, marcado por la quietud y el sosiego, en el que trataste de dilucidar esta cuestión.

En cualquier caso, si te hallas enfrentado a esta pregunta, te encuentras en un ámbito transcendental en el que la mente racional y concreta 1 tiene muy poco que decir. ¿Por qué? Porque la mente concreta, de entrada, nos conduce a plantear la respuesta en términos duales y de separación.

LA MENTE CONCRETA NO SIRVE PARA DISCERNIR EL SENTIDO DE LA VIDA

Según el abordaje de la mente concreta, yo, como ser humano, estoy separado de la vida. La vida y yo somos diferentes, y por tanto el sentido de la vida dependerá de los acontecimientos que se vayan desplegando en mi camino, computados en estos términos: ¿es positivo o negativo para mi persona lo que está ocurriendo?

Date cuenta de que esta mente dual, esta mente que parlotea sin cesar, la cual analizaremos con mayor detalle más adelante, no nos permite ver la realidad como es. Esta mente nos induce a interpretar y juzgar la vida constantemente a partir de nuestro sistema operativo mental, es decir, según nuestras creencias.

Las creencias que albergamos son los velos y filtros que distorsionan la forma que tenemos de ver la realidad en todas sus manifestaciones. Nos conducen irremediablemente a vivir sumidos en una auténtica ilusión (maya) 2 que, paradójicamente, consideramos real. Sin embargo, no hay nada más alejado de la realidad que esta ilusión.

El hecho de abordar la vida a partir de nuestros sistemas de creencias hace que nos encontremos en una actitud de polarización, de forma permanente. Todo aquello que llega a nuestra vida lo etiquetamos y juzgamos en función de nuestros sistemas y formas de pensamiento. Si nuestro veredicto es favorable, lo aceptamos de buen grado, pero en caso contrario, nos confrontamos con ello. El resultado de esta dinámica es siempre el mismo: vivimos en un estado de sufrimiento permanente.

Pongamos como ejemplo algo tan cotidiano como la temperatura ambiental. Si según mi sistema de pensamiento considero que el frío no me va bien o sencillamente no me gusta, y que solo estoy satisfecho si hace calor, me decantaré totalmente por este último. Esta situación me llevará a experimentar un sufrimiento continuo siempre que me encuentre en un entorno en el que haga frío. El hecho de no integrar el frío, conceptual y vivencialmente, hace que sea inevitable que sufra cada vez que este fenómeno esté presente en mi vida.

LA GRAN PREGUNTA DESDE EL ENFOQUE TRANSPERSONAL

No experimentaríamos tanto sufrimiento si renunciásemos a contemplar la realidad en términos de opuestos mutuamente excluyentes y, en su lugar, la contemplásemos en términos de grados. Atendiendo al principio de polaridad –una de las siete leyes universales desarrolladas por el hermetismo–, el frío y el calor tienen una naturaleza idéntica. Son opuestos y complementarios al mismo tiempo, y lo único que los distingue es un cambio de grado. Ocurre lo mismo con otros elementos que la mente concreta concibe como pares de opuestos, como la luz y la oscuridad, el amor y el odio, lo femenino y lo masculino, la noche y el día, el bien y el mal, etc.

Cuando somos capaces de ir transcendiendo los opuestos e ir integrando sus elementos constituyentes en nuestra vida, estamos cada vez más cerca de conectar con la paz que anida en lo más profundo de nuestro Ser interior. Buda alcanzó el nirvana, la liberación, gracias precisamente a la moderación y la huida de los extremos, el sendero que denominó camino del medio. El gran filósofo griego Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) también hizo mención a esa moderación, y lo puso de manifiesto en el concepto conocido como dorada medianía. Del mismo modo, Ken Wilber expresa de forma metafórica que la integración de las polaridades nos permite situarnos en el reino de los cielos, es decir, liberarnos de todo sufrimiento.

Un par de opuestos no tan evidente, pero por el que regimos nuestra forma de entender la existencia, es el constituido por la vida/quien vive la vida. Ahora bien, cuando nos situamos en una posición no dual –cuando nos ubicamos en una consciencia de unicidad o transpersonal–, 3 nos damos cuenta de que no existe diferencia entre la vida misma y nosotros.

La vida es una y se despliega en mí y a través de mí. Por tanto, yo soy la vida misma.

Manifestaba sabiamente el gran teósofo Taimni (1898-1978) en su obra Autorrealización por medio del amor, en relación con lo expresado, lo siguiente: «Cada hombre es absolutamente para sí mismo el sendero, la verdad y la vida».

La vida es como un océano infinito que despliega sus olas al viento, las cuales, a su vez, forman parte del océano mismo. Como bien expresó el gran maestro sufí Rumi (1207-1273), «tú no eres solo una gota del océano; eres el mismo poderoso océano en una gota».

La unicidad, tan bellamente representada por la metáfora del océano, es mucho más que un concepto poético. La ciencia la ha puesto ya de manifiesto desde distintos abordajes, como la teoría de los campos mórficos o morfogenéticos desarrollada por Rupert Sheldrake, la teoría holográfica iniciada por Dennis Gabor o el entrelazamiento cuántico (paradoja EPR) formulado por Einstein, Podolsky y Rosen. Y esta unicidad se manifiesta en la diversidad que presenciamos, en la que todos y cada uno estamos unidos y

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