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Viajes, Anécdotas, Vivencias Y "Otras Yerbas" a Través Del Tiempo…
Viajes, Anécdotas, Vivencias Y "Otras Yerbas" a Través Del Tiempo…
Viajes, Anécdotas, Vivencias Y "Otras Yerbas" a Través Del Tiempo…
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Viajes, Anécdotas, Vivencias Y "Otras Yerbas" a Través Del Tiempo…

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El propsito de esta narracin es, sin duda, que algn da la puedan leer mis hijos, amigos y quizs algunas personas que les interesen historias de esos pueblos perdidos y no tan perdidos de mi querido Uruguay. Vivencias inocentes, algunas picarescas de esos admirados personajes que deambularon por las calles de mi niez y que an hoy deambulan por la memoria de este hombre ya grande, pero con el corazn joven, muchas ganas de vivir y sobre todo de rer. Costumbre que se mantiene tan intacta como los recuerdos vividos en aquellas lejanas tardes de verano. Inigualables momentos mezclados internamente con emocin, julepe y cagados hasta las patas, por si llegbamos a ser descubiertos, cuando escapbamos a la laguna en horas de la siesta a baarnos, sin permiso. Pero tambin bamos a rer a pleno pulmn, recordando cuentos, picardas y judiadas mientras mi viejo y los viejos de los otros, dormitaban por el calor insoportable de los veranos del Uruguay. Se escuchaban los ronquidos provenir de las casillas de chapas de zinc con sus paredes salpicadas con arcos iris de intensos colores; obras artesanales sin firmar, hechas con dedicacin y esmero por aquellos artesanos mgicos...los pintores ambulantes de AFE, la compaa ferroviaria, la cual mi viejo estaba muy orgulloso de pertenecer...
LanguageEspañol
PublisherPalibrio
Release dateNov 15, 2011
ISBN9781463311582
Viajes, Anécdotas, Vivencias Y "Otras Yerbas" a Través Del Tiempo…
Author

Willman Aguirre

En el año '52 nace este autor en la ciudad de Treinta y Tres, del departamento con el mismo nombre y cuna del río Olimar, en el pequeño pero gran Uruguay. Sus relatos son frutos de una vida luchada pero inmensamente disfrutada. Llevan marcados sus recuerdos de pueblos chicos, carreteras largas, cambios imprevistos y algunos planificados, como así también conversaciones y picardías de niños criados al borde del ferrocarril. En su corazón siguen impregnados los aromas y los colores de sus vivencias, de sus alegrías y tristezas, siempre aferrado a la admirable capacidad de apreciar lo hermoso de cada experiencia, y compartiendo la filosofía de que la risa es la mejor medicina para el alma. Con cariño, respeto, humor, nostalgia, una apasionada memoria y también imaginación, abre su caja de recuerdos y logra llevar al lector a ese mundo tan personal dentro suyo, al punto de hacerlo sentir partícipe del relato, emocionándose hasta las lágrimas o compartiendo una risa cómplice y espontánea. Este libro no es solo uno de cuentos, es una ventana hacia el alma del autor, y de esta manera te da la bienvenida y te invita a que pases a recorrerla…

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    Viajes, Anécdotas, Vivencias Y "Otras Yerbas" a Través Del Tiempo… - Willman Aguirre

    Viajes, anécdotas, vivencias

    y otras yerbas

    a través del tiempo…

    Buby Aguirre

    Copyright © 2011 por Willman Aguirre.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2011918685

    ISBN:      Tapa Dura                 978-1-4633-1157-5

                    Tapa Blanda                978-1-4633-1159-9

                    Libro Electrónico        978-1-4633-1158-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    367307

    Contents

    Agradecimientos

    Prólogo

    Amor de Garrapatas…

    Adiós Tristeza…

    Terror en cuatro paredes…

    Las ciruelas y el flequillo…

    Visita en la escuela…

    Tapáte que hace calor…

    La cachila azul…

    Bullicio de Domingo…

    Ternura verde limón…

    Las chismosas…

    Amores flacos…

    Esquinita de mi barrio…

    Lo que el viento no llevó…

    La conquista del Oeste…

    Fantasmas, arañas

    y tallarines…

    Las Leonas también lloran…

    Arrullo de paloma…

    Pedaleando ojos…

    Mamá, mamá llegó el circo!… (Primera parte)

    Mamá, mamá llegó el circo!… (Segunda parte)

    Queridos pasteles de Dulce

    de Leche…

    Bolsita de los recuerdos…

    Trébol de cuatro amores…

    Compartiendo teclas…

    A mi padre…

    A lo mejor es verdad…

    quien te dice!…

    Cuando veo los retratos que pintás de la infancia, concluyo que debo agradecer por lo que vivimos y somos. Amar, sonreír, soñar pesaron más que tener y cultivamos la mas perfumada de todas las flores. Tuvimos la suerte de compartir una infancia muy feliz y ahora compartimos lo que sembramos, continuamos amando, soñando y riéndonos a carcajadas sin olvidar nunca de dónde venimos y dándole a ese lugar el sitio y el valor que tiene, si bien eso ya fue y no debemos vivir en el pasado, verlo de vez en cuando nos refresca cuán afortunados fuimos y somos. Sé que en la vida no fueron todas maduras y que también tuvimos de las otras, pero fueron nubes detrás de un cielo que siempre es del celeste que queremos…un abrazo amigo…Homero Albin

    Este libro está dedicado a vos querido Homero, amigo del alma…

    Agradecimientos

    Edición y amor: Valeria Aguirre

    Imágenes y amor: Guillermo Aguirre

    Fotografía y amor: Cristina Casanova

    Sin ellos no hubiera podido hacer realidad este sueño.

    Los amo, gracias…

    Prólogo

    Cambios, siempre cambios…

    Soy Willman Aguirre, pero mis amigos me conocen por Buby, y al estar leyendo estas líneas estás dando el primer paso para llamarme de esa manera también. Ojalá algún día podamos estrechar el vínculo y yo también aprender tu nombre de preferencia… muchas gracias.

    Les cuento que voy a llevar adelante una historia, bien real por cierto, que la voy a titular: Viajes, anécdotas, vivencias y otras yerbas a través del tiempo.

    ¿Por que estoy escribiendo esto? Quizás un nuevo proyecto, quizás una nueva aventura o quizás aún otro cambio en mi.

    -Vos sos un hombre de cambios!-

    -Vos siempre tenés que tener un nuevo proyecto o una nueva idea, o una nueva fuerza que te ayude a seguir adelante!

    Tantas veces he escuchado esto en mi vida, que lo he llegado a creer, quizás el origen, quizás la persona, quizás la vida me ha empujado a siempre llevar a cabo cambios…grandes, pequeños pero cambios al fin.

    Pequeñas metamorfosis que algunas personas tienen o tenemos, otras van por la vida sin lograrlas o sin siquiera necesitarlas. Yo vivo de ellas, yo vivo de los cambios, es como terminar algo y ya estar pensando en el siguiente descubrimiento.

    Estos hallazgos me han llevado o dejado, buenas y malas cosas, pero me han motivado durante cincuenta y pico de años. Claro que hay cosas que no cambio, que están fijas en mí, como grabadas a fuego. El amor sobre todo debe ser una de ellas, esto es lo que me hace vivir día a día. Amar y sentirme amado es lo mas puro que guarda mi corazón. Gracias a ello sigo viviendo, gracias a ello sigo aprendiendo a dar sin esperar nada, gracias a ello sigo queriendo cada despertar, cada sol que tengo la suerte de ver en la mañana, cada minuto que disfruto en el autoanálisis matutino del comienzo de cada día. Cada silencio que llena mi alma y cada sonido que escucho en un amanecer sabiendo que ellos, mis amados están ahí, que siempre estuvieron, en las buenas y en las malas, que me siguen queriendo con la misma intensidad que siempre lo hicieron.

    Por eso digo cambios hay buenos y malos, cambiemos los malos dándole rumbo hacia el amor. Amar y ser amado, es lo único que no quisiera cambiar. Este sentimiento lo quiero dejar estacionado en mi corazón por el resto de mi vida y lo quisiera guardar muy hondo, en ese lugar tibiecito que todos tenemos en el alma.

    Querida familia, esto es un pequeño agradecimiento por todo lo que me dan…los amo

    black.jpg

    Recordar es volver a vivir…

    Mi madre oriunda de Treinta y Tres y mi padre de Río Branco. Yo nací con el Olimar siendo mi río y me crié en el barrio enfrente a la estación de trenes escuchando el silbato y chás- chás de la máquinas a vapor, comiendo pitangas y naranjas de ombligo en la casa del abuelo materno. Mirando la Laguna de las Lavanderas como se tragaba el sol de la tarde y compartiendo rasguños dejados como recuerdos por las trepadas a los naranjos con mis dos hermanas Martha y Mary.

    Con un padre ferroviario tuvimos la dicha, o no dicha de vivir en varios lados. A mi viejo lo trasladaban y toda la familia lo seguía. Treinta y Tres, San Carlos, Empalme Olmos. Creo firmemente que ese fue el comienzo de mi vida prácticamente nómade.

    El propósito de esta narración es, sin duda, que algún día la puedan leer mis hijos, amigos y quizás alguna que otra persona que le interesen historias de esos pueblos perdidos y no tan perdidos de mi querido Uruguay. Vivencias inocentes, algunas picarescas de esos admirados personajes que deambularon por las calles de mi niñez y que aún hoy deambulan por la memoria de este hombre ya grande, con el corazón joven, muchas ganas de vivir y sobre todo de reír. Costumbre que se mantiene tan intacta como en aquellas lejanas tardes de verano. Inigualables momentos con aquella mezcla interna de emoción, julepe y cagado hasta las patas, por si llegábamos a ser descubiertos, cuando escapábamos a la laguna del Monte del Estadoen horas de la siesta a bañarnos, sin permiso. Pero también a reír a pleno pulmón, recordando cuentos, picardías y judiadas mientras mi viejo y los viejos de los otros, dormitaban por el calor insoportable de los veranos del Uruguay. Se escuchaban los ronquidos provenir de las casillas de chapas de zinc con sus paredes salpicadas con arcos iris de intensos colores; obras artesanales sin firmar, hechas con dedicación y esmero por aquellos artesanos mágicos…los pintores ambulantes de AFE.

    AFE, la compañía ferroviaria originada por los ingleses, de la cual mi padre se sentía tan orgulloso de pertenecer, nos ofrecía tantas muestras de su cultura, diseño y arquitectura reflejada primeramente en la famosa Estación Central. Pero también en cada estación de pueblo, que tenía la dicha de recibir el tren lleno de viajeros. Algunos cansados, adormilados que regresaban de la capital, o viajeros felices llenos de equipajes, bolsos, sonrisas, que viajaban a disfrutar del sol, mar y bendiciones de nuestras arenas de las playas del Este. Llenaban los vagones de olores conocidos provenientes de bolsos con comida, milanesas, bizcochos, refuerzos de mortadela, algún durazno que había madurado demasiado. Sin duda apurado por las altas temperaturas, especialmente en los vagones de segunda clase, donde no todas las ventanillas abrían.

    -Era sumamente importante llevar bastante comida- decían la viejas.

    -Al traga- papa hay que echarle decía Ramón-

    Parecían que ibas a pasar 4 o 5 meses en el tren, nunca faltaba una media sandía.-Por las dudas, vio?

    No sea cosa que al nene le de hambre!!!

    Los gurises escupían las semillas por la ventanilla.

    -Mijo!-decían las viejas gordas y sudorosas

    -Esperá que el tren marche, no sea cosa que dejés a un viejo tuerto que este distraído en el andén!!-

    La estación nuestra, se llamaba Ingeniero Víctor Soudriers, mientras el pueblo que descansaba a cada costado de sus vías era llamado Empalme Olmos. En honor a cierto señor propietario del pasado de gran cantidad de tierras aledañas. En cada vivienda con el techo rojo de la cuadra donde vivíamos (esas casillas vulgarmente llamadas de lata) habitaban familias enteras ferroviarias, arraigadas por varias generaciones a tan querido pueblo. En el cual, el ferrocarril y la empresa de cerámica Olmos, compartían la mayor parte del sustento de cada plato de comida que los padres ponían en la mesa familiar delante de sus hijos

    black.jpg

    Renacer…

    Haz de sol que se cuela travieso por la comisura del vidrio

    creando un abanico de ténues naranjas.

    Curiosamente volteo mi cabeza y veo

    como despertando de una alucinación,

    tu regresada a la adolescencia ternura dormida.

    Mis dedos silenciosos ondean las curvas armoniosas de tu

    rostro, te beso dulcemente en silencio y sin siquiera percatarte,

    tu amor florece en mi un día más en un nuevo amanecer…

    black.jpg

    Amor de Garrapatas…

    No tengo apuro, no tengo ningún apuro. Aunque pasen treinta años para llegar al final de esta historia, voy a ir despacio, al tranquito nomás, como dice la canción. O hasta que el alemán maldito de Alzheimer atrape mi mente en un nuevo holocausto.

    ¿Qué me acuerdo del comienzo?…

    Treinta y Tres, un gurí chiquito, pelo medio amarillo, una casita de material tipo rancho como en dos aguas, chapas de zinc en el techo. Cuando caía alguna garúa serenita te hacía cerrar los ojos aunque no tuvieras sueño.

    Lo que fue ser hijo de ferroviario!

    Por lo general las casas donde viví estaban construidas o de la misma manera o con los mismos materiales. Enfrente de la estación de AFE caminando unos treinta metros hacia las vías existía una portera de madera que había sido blanca cuando nació. En sus tablas nos trepábamos a mirar las máquinas, vagones y especialmente a los peones de estación hacer las maniobras con aquella destreza que los caracterizaba. Envidiando al ver como se colgaban con una sola mano de las manijas, con un pie en el escalón de subir a la cabina de las fosforeras de turno, a las que más tarde en la vida coqueteando le llamábamos vaporitas. Ellos al verse admirados por unos gurises curiosos y embelesados, alardeaban sin mirarnos colgándose mas atrevidamente, con sus cuerpos casi tocando los espartillos amarillentos del suelo. Quemados éstos por los soplidos de vapor de agua, los cuales cuándo ocurrían te hacían trepidar el corazón por no saber cuando sería el próximo estornudo de la máquina. Quizás esos fueron los primeros actos de valentía o de locura circense que tuve la suerte de observar en primera fila y cerquita del escenario en mi infancia. No teníamos pororó, pero si compartíamos tangerinas recién arrancadas del árbol. A sus gajos no había que treparse para alcanzarlas, por el solo peso de las frutas estos descendían hasta alcanzar la misma enana altura de quien escribe.

    Ahí enfrente de la casita que originaba de los abuelos maternos, era donde trabajaba mi padre. Años antes en su vida había trabajado como oficinista, terminando de administrador de un aserradero allá por Melo.

    ¿Cómo se conocieron con la vieja?…ni idea.

    Tendría que sondear un poco la historia con mis hermanas o con mi adorada tía madrina, que aún me queda en Treinta y Tres.

    Me acuerdo que papá tenía un hermano, el CocoAguirre.

    Un tipo muy curioso, maniático para la limpieza. Cuando venía a visitarnos, mi madre lo cuidaba y nos hacía señas, pues él antes de llevar la comida a su boca, haciéndose el distraído, con el mantel le sacaba lustre al tenedor. Nosotros sabiendo eso de antemano nos moríamos por relojearlo sin que se diera cuenta ahogando las risas con un trago de agua disimulado. Inmaculado él, inmaculadas sus ropas, inmaculadas sus botas de cuero hasta las rodillas, te mirabas en las botas y te hacías la raya al medio en el pelo mejor que la de Florencio Sanchez.

    Trabajaba como Inspector Sanitario de Ganadería, iba por las estancias a revisar que rebaños estaban sin vacunar o que tropilla de animales tenían garrapatas, obligando a los estancieros a vacunar o bañar con medicamentos según fuera el caso. Un tipo muy recto, igual que mi padre, igual que mi hijo. Pero lo que tenía de rectitud se le iba al carajo cuando veía una pollera. Estaba casado con María Dolores, una señora que andaba siempre de lentes oscuros y que le hacía honor a su nombre. Siempre le dolía algo, hipocondríaca al primer nivel, tampoco su voz le ayudaba mucho. Cuando hablaba parecía la viuda más reciente, no se sabía si hablaba o lloraba. Ibas al almacén con ella a comprar grasa y harina pa’las tortas fritas y realmente tenía que hacer fuerza para pagar, el almacenero se apiadaba de ella y le quería regalar todo pensando que estaba llorando por algún reciente duelo. El tío Coco, cuando podía rajar, rajaba. Ese trabajo fue su bendición, estancia en estancia, a caballo, con cierta reputación por pertenecer al Ministerio de Ganadería, siempre su pelo brillando por la Gomina, ni el más feroz tornado lo despeinaba. Él, que de zonzo no tenía nada, sabía que en las estancias siempre había alguna doncella, mucama o cocinera hambrienta de un buen halago y de una caricia de parte de un forastero. Piropeador como el mejor, un dulce en los ojos y el corazón de las víctimas, oliendo a algún perfume barato comprado por dos pesos en Yaguarón. Eso era mejor para ellas que estaban acostumbradas a oler a la peonada con el sudor impregnado en las camisas sanforizadas llenas de remiendos. Las cuales se las cambiaban cuando el remiendo era más grande que lo que quedaba de camisa. O los olores fuertes del tabaco Rió Novo o el humo que despedía el pedazo de capón a las brasas del fogón del desayuno que acompañaba al mate.

    ¿Bañarse?…Algún sábado antes de ir al pueblo o si el caballo asustado (por algún capincho recién salido de su cueva) se encabritaba al pasar el arroyo y los clavaba de cabeza. Y ni te cuento si se sacaban las

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