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Vivir para crear, crear para vivir
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Ebook329 pages5 hours

Vivir para crear, crear para vivir

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About this ebook

Rodolfo Llinás. el neurocientifico visionario que descifra los enigmas del cerebro. Nubia Muñoz. la epidemiologia nominada al Nobel de Medicina que encontró uno de los secretos del cáncer. Vladdo. el caricaturista que transita por los pasillos del poder y la mente femenina. Álvaro Restrepo. el bailarín y coreógrafo que creo un colegio para el cuerpo y para el alma. Leonor Espinosa. la chef que puso a Colombia en el mapa de la gastronomía mundial. Andrés Orozco Estrada. el director de orquesta que pasó de dirigir un grupo de muñecos de felpa a liderar la filarmónica de Berlín. Carlos Bernardo Padilla. un exitoso empresario que descubre fósiles para seguirle el rastro a la evolución de la tierra. Simón Vélez. el arquitecto que le demostró al mundo que la guadua colombiana es uno de los principales materiales de construcción del siglo XXI.
LanguageEspañol
Release dateNov 1, 2013
ISBN9789587572940
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    Book preview

    Vivir para crear, crear para vivir - Mauricio Reina

    Agradecimientos

    Los autores agradecemos a los ocho personajes que hacen parte de este libro, así como a todos los que dieron sus testimonios y compartieron sus recuerdos para desenredar las madejas de estas vidas maravillosas.

    También estamos agradecidos con Amparo Ángel, Heidi y Rolf Abderhalden, Julián y Miguel De Zubiría, Howard Gardner, Álvaro Medina, Yolanda Reyes y otros tantos que aceptaron compartir con nosotros sus visiones sobre la creatividad.

    Este libro no habría podido salir adelante sin el apoyo de Ana Mercedes Botero y la Corporación Andina de Fomento, sin la confianza de Ana María Carrasquilla y el Fondo Latinoamericano de Reservas y sin el respaldo incondicional de Fedesarrollo.

    Además, Mauricio tiene un inmenso sentimiento de gratitud hacia Carolina Gracia, compañera de viaje en las primeras etapas de esta aventura.

    Gracias a Gustavo Patiño Díaz por la buena onda y la corrección de estilo, a la Casa Editorial El Tiempo, Canal K Music y Datamedia Comunicaciones Estratégicas por las imágenes cedidas, y a Wálter Gómez, Werner Kmetitsch, Juan Diego Castillo, Eduardo Correa Misas y Raúl Higuera por las fotografías.

    Introducción

    UNOS COLOMBIANOS CORRIENTES, Y TAMBIÉN EXCEPCIONALES

    Este libro nació de la curiosidad y la frustración.

    A mucha gente le gusta escudriñar vidas ajenas, pero esa labor es mucho más interesante si se trata de unos colombianos excepcionales que han logrado sobresalir a punta de creatividad e ingenio. ¿Quién no querría saber, por ejemplo, cómo se desarrolló la capacidad analítica de Rodolfo Llinás, el científico más prestigioso del país? ¿O cómo empezó a cultivar su alquimia Leonor Espinosa, la chef que logró ubicar su restaurante entre los 100 más importantes del mundo, y que ha llevado la cocina tradicional colombiana a los paladares del siglo xxi?

    ¿Y qué tal poder descubrir los entretelones de la candidatura de la epidemióloga valluna Nubia Muñoz al Premio Nobel de Fisiología o Medicina, un logro tan desconocido para muchos colombianos como el nombre de su protagonista? ¿O la manera como Andrés Orozco-Estrada pasó de ser un niñito que jugaba a dirigir una orquesta de muñecos en su casa en Medellín, a dirigir de verdad la legendaria Orquesta Filarmónica de Viena?

    Todas esas son vidas admirables, pero también llenas de obstáculos y dificultades como las de cualquier otro colombiano. Y hay más. Por ejemplo, la vida de Simón Vélez, quien pasó de ser un estudiante rebelde, que echaron de varios colegios y casi no se puede graduar de la universidad, a convertirse en el arquitecto colombiano más reputado en el mundo por su trabajo con la guadua. O la de Vladimir Flórez, quien en su infancia en Armenia combinaba el oficio de vender periódicos con la asistencia a bibliotecas públicas para aprender de política y dibujo, mucho antes de convertirse en Vladdo, uno de los caricaturistas más importantes del país.

    Y qué decir de la curiosidad que produce la vida de Carlos Bernardo Padilla, un hombre orquesta que pasa como si nada de crear una próspera empresa con presencia en varios países, a fundar el Centro de Investigaciones Paleontológicas de Villa de Leyva, a ser presidente en Colombia de la prestigiosa asociación gastronómica internacional Chaíne des Rôtisseurs... O la vida de Álvaro Restrepo, que por poco no sobrevive a la amarga experiencia en su colegio en Bogotá, y quien después de un viraje radical floreció como bailarín, coreógrafo, escritor y, como si fuera poco, creador de creadores.

    Esos personajes tienen en común, además del éxito que han alcanzado, el uso de un mismo elemento para lograrlo: la creatividad. Se trata de una aptitud con muchas acepciones, cuyas definiciones van desde las que afirman que se trata de asociaciones inconscientes de la mente, hasta las que dicen que es un hallazgo de las uniones latentes que hay entre elementos disímiles en el universo. Pero, por diversas que sean, todas las definiciones de creatividad abarcan un mismo concepto: el desarrollo de ideas o soluciones que son a la vez novedosas, útiles y relevantes. La capacidad de desarrollar esa clase de ideas y soluciones no solo es importante para lograr metas individuales, como las de nuestros creadores, sino que además es esencial para el avance de un país como Colombia.

    De hecho, este libro nace no solo de querer explorar las vidas de esos personajes, para saber cuáles fueron las circunstancias corrientes que forjaron su creatividad, sino también de la frustración de saber que ellos son la excepción y no la regla en Colombia, un país lleno de semillas de personas creativas desperdiciadas muchas veces por entornos familiares adversos y prácticas educativas deficientes. Un país abrumado por su pasado de violencia y deslumbrado por el espejismo de una bonanza advenediza, que no se ha ocupado siquiera de cultivar el capital humano necesario para seguir creciendo y generando una vida mejor para toda la población. Este libro también nació de la intención de aportar a la mejoría de ese capital humano y lograr que los colombianos puedan ser más creativos en sus propios ámbitos de trabajo.

    UN PAÍS URGIDO DE CREATIVIDAD

    Colombia ha tenido logros inéditos en la última década: el tamaño de la economía se duplicó, más de ocho millones de personas salieron de la pobreza y casi cinco millones pasaron a engrosar la clase media.{1} Sin embargo, nada garantiza que esos logros se puedan mantener y profundizar en el futuro próximo.

    Hoy nuestra economía enfrenta dos grandes amenazas. La primera tiene que ver con las fuentes más importantes del crecimiento reciente: el auge internacional de las materias primas, que ha impulsado una bonanza mineroenergética sin precedentes en el país, y la abundancia de capitales en el mundo, que ha financiado el gasto de nuestras familias y nuestras empresas. Los dos factores se están empezando a revertir, y hoy toda América Latina está viendo cómo el crecimiento que parecía imparable ya está cediendo terreno. Ahora hemos empezado a ver grietas en la pared, como la pérdida de dinamismo de la industria nacional, el rezago de nuestra productividad agrícola y el aumento del costo del trabajo colombiano en dólares, que se ha triplicado en los últimos diez años, con la consecuente pérdida de competitividad de toda la economía.

    De esta manera, Colombia enfrenta la paradoja del nuevo rico que ve su prosperidad amenazada, y se da cuenta de que no invirtió bien sus recursos para garantizar su bienestar en el futuro. Aunque hemos tenido un crecimiento sin precedentes en el pasado reciente, las fuentes de ese dinamismo se están debilitando, y encuentran al país con unos costos altísimos y sin haber hecho mayor cosa para mejorar su productividad.

    En medio de los nubarrones, varios países latinoamericanos han dejado de mirarse el ombligo para aprender de la experiencia de otros. Al observar la historia económica reciente, no es difícil encontrar economías en desarrollo que hayan tenido algunos años de buen crecimiento, alcanzando incluso los 10.000 dólares de ingreso anual por habitante, como Colombia. Lo difícil es encontrar países que hayan superado ese ingreso, y esto se debe a que su trabajo se vuelve muy caro en términos internacionales o porque se les empiezan a desinflar sus bonanzas de productos naturales, como le puede estar sucediendo a nuestro país.

    Lo bueno de esta encrucijada es que se sabe cuál es la salida. Quienes han logrado mantener un crecimiento sostenido a lo largo del tiempo han sido principalmente naciones asiáticas, que han cifrado su crecimiento en el emprendimiento y la innovación, y no en los salarios bajos y las exportaciones de materias primas, como nosotros. Una muestra de ello son los caminos disímiles que han seguido Colombia y Corea del Sur: mientras en 1980 el ingreso por habitante de los dos países era idéntico, hoy el de ese país asiático casi triplica el nuestro. El caso coreano se ha vuelto paradigmático, y todos los estudios coinciden en señalar la innovación como clave de su desarrollo. Lo malo de todo esto es que Colombia se encuentra en una situación muy deficiente en cuanto a creatividad e innovación. Mientras por el tamaño de la economía el país ocupa el lugar 31 en el mundo, por su potencial de innovación está en el puesto 60.{2}

    Ese resultado es producto de varios factores que hay que atacar con urgencia. Un ejemplo es el precario estado de nuestro sistema educativo y de nuestro capital humano. Las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment), que utiliza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico para evaluar la situación de la educación, muestran que Colombia está en una condición lamentable. Los exámenes aplicados en 2009 —últimos para los que hay datos disponibles en el momento de escribir este libro— muestran que entre 65 países evaluados, Colombia ocupa el lugar 58 en matemáticas, el 54 en ciencias y el 52 en lectura. Lo más grave es que esas mismas pruebas revelan que la mitad de los jóvenes colombianos de quince años no entienden lo que leen, lo que no solo les cierra las puertas en el mercado laboral y les restringe la posibilidad de ejercer sus derechos democráticos, sino que además significa un inmenso lastre productivo para el país.{3}

    La cosa es simple: si queremos generar el crecimiento económico sostenido que se requiere para erradicar la pobreza, consolidar la paz y cerrarle las puertas a la ilegalidad, los colombianos tenemos que iniciar una profunda transformación. El dinamismo de mediano plazo no se alcanzará exportando petróleo, mientras el aparato productivo se marchita por sus altos costos y su baja productividad. Para superar esa encrucijada es necesario mejorar radicalmente la formación de nuestro capital humano y fomentar de manera decidida la creatividad y la innovación.

    TODOS PODEMOS SER CREATIVOS

    Mucha gente cree que la creatividad es patrimonio exclusivo de unos cuantos genios, pero no es así. Los seres humanos somos creativos por naturaleza, a tal punto que de esa condición ha dependido la subsistencia de la especie sobre la Tierra. Cualquiera que haya estado con un niño habrá visto la manera espontánea como explora, pregunta y experimenta, y los estudios demuestran que ese comportamiento es inherente al desarrollo del ser humano.{4}

    La creatividad y la innovación como rasgos característicos de la infancia son temas centrales para varias de las personas consultadas para este libro. Por ejemplo, para Rodolfo Llinás, la innovación es simplemente la realización de la personalidad de cada individuo. Para Yolanda Reyes, escritora y columnista que ha dedicado parte importante de su vida a trabajar en procesos de lectura y pedagogía infantil, los niños empiezan a ser creativos a los dos años de edad. Cuando un niño comienza a nombrar las cosas sin necesidad de verlas, ha iniciado el desarrollo de un espacio simbólico que le permite ‘hacer cuenta de’, lo que constituye la semilla de la creatividad. Los hermanos Heidi y Rolf Abderhalden —fundadores de Mapa Teatro, una de las compañías más innovadoras del arte escénico nacional— dicen que los niños son extremadamente creativos porque están en permanente tensión con el exterior y aún no han desarrollado las barreras morales que activan la autocensura.

    Por supuesto que una cosa es tener una buena semilla, como el potencial creativo de la infancia, y otra muy distinta es cultivarla de manera adecuada. En este caso, la buena noticia es que la creatividad de una persona se puede cultivar, pero lo malo es que para propiciarlo se requieren ciertas condiciones del entorno familiar y educativo que no abundan en nuestro medio.

    Las condiciones ideales del entorno familiar constituyen una singular combinación de libertad, disciplina, apoyo y exigencia. Según Mihály Csíkszentmihályi, estudioso de los procesos creativos y autor del influyente libro Flow, sobre los estados mentales fructíferos, los padres deben ofrecerle a un niño claridad sobre lo que se espera de él, interés en sus actividades, libertad para escoger lo que quiere hacer y exigencia para que sea cada vez mejor en  ello.{5}

    El ámbito familiar desempeñó un papel central en el desarrollo creativo de varios de nuestros personajes, incluso mucho más que el entorno educativo. Rodolfo Llinás dice que sus grandes maestros no estuvieron en el colegio, sino en su familia: su padre y su abuelo. Algo parecido sucedió con Carlos Bernardo Padilla, quien encontró en su papá todo el respaldo para desarrollar los experimentos más insólitos cuando era tan solo un muchacho. Entre tanto, el colegio por poco hace colapsar las aspiraciones de algunos de nuestros creadores, como lo demuestran los amargos recuerdos escolares que tienen Simón Vélez y Álvaro Restrepo.

    Eso no es extraño en un contexto como el nuestro, donde el sistema educativo tiene unas deficiencias inmensas. Así lo confirma Julián De Zubiría, director del Instituto Alberto Merani, uno de los colegios que más han explorado las técnicas pedagógicas en Colombia y que tiene el mérito de haber estado en los primeros lugares en las pruebas de Estado en varios años entre 2000 y 2012. Según él, un niño llega hasta donde la sociedad, el maestro y la escuela se lo permitan, y en la actualidad el sistema educativo es un obstáculo y no un catalizador para el desarrollo de los estudiantes. Las cifras le dan la razón. Según las pruebas del IcFEs, de cada cien jóvenes de grado once, menos de cinco alcanzan un buen nivel en competencias interpretativas y deductivas.{6}

    Esto demuestra a las claras que la mejora de nuestro capital humano y el incremento de su potencial creativo deben comenzar por una profunda transformación de nuestro proyecto pedagógico. Esa necesidad de un profundo cambio educativo no es exclusiva de Colombia. Howard Gardner, uno de los mayores expertos en creatividad e inteligencias múltiples del mundo, afirmó, en una conversación sostenida con él en su visita a Bogotá hace unos años, que los colegios constituyen una de las instituciones más reacias al cambio que hay en la sociedad y que no sobrevivirán en su forma actual. Gardner visualiza una estructura escolar mucho más fluida en el futuro, probablemente vinculada a las empresas o las necesidades productivas de un país. Además advierte que los colegios masivos nunca serán una fórmula adecuada para fomentar la creatividad en una sociedad, porque esta labor exige un trabajo mucho más directo y personalizado.

    De cualquier manera, unas circunstancias adversas en el ámbito familiar o educativo pueden dar al traste con la formación de cualquier persona, incluso de los talentos con mayor potencial. Julián De Zubiría afirma que el medio ambiente tiene un papel mucho más importante en la formación de una persona que otros aspectos, como la genética. Esa certeza significó un cambio en el enfoque del Instituto Alberto Merani en el año 2000: de ser una institución exclusivamente concentrada en niños con condiciones excepcionales, pasó a orientarse hacia niños corrientes que pueden convertirse en talentos sobresalientes. De Zubiría incluso advierte que la experiencia del Instituto Merani muestra que muchos niños con un alto coeficiente intelectual terminan teniendo un mal desempeño, y viceversa. Eso significa que los grandes innovadores no tienen que ser personas geniales de nacimiento.

    CREER PARA CREAR

    A menudo se piensa que una creación es el producto de una epifanía y que esta aparece como salida del sombrero de un mago, pero no es así. Frente a un problema o una incógnita, el hemisferio izquierdo del cerebro empieza la búsqueda de respuestas o soluciones racionales, en un ejercicio intenso de concentración, pensamiento lógico y analítico y atención a detalles. El proceso puede derivar en frustración al no encontrar nada, y eso impulsa al cerebro a iniciar una nueva búsqueda en los lugares menos conocidos, a salirse de los caminos obvios, a intentar algo más, y ahí es cuando el hemisferio derecho, con todas sus asociaciones aparentemente inconexas, lejanas y disparatadas, entra en acción, en un ejercicio de divagación y relajación (por eso es que un baño caliente puede resultar tan prolífico). Ese es el terreno fértil de toda una batalla mental, a menudo agotadora y muy emotiva.

    No obstante, el proceso creativo no termina con una revelación, porque las ideas geniales hay que trabajarlas hasta lograr su refinamiento, y eso inicia todo un nuevo proceso mental y emocional. De ahí que la creatividad ocurre en un ciclo de pensamiento consciente, pensamiento inconsciente, iluminación y verificación, según señala Arthur Miller, profesor de Historia y Filosofía de la Ciencia en la University College London, tras escudriñar las vidas creativas de Einstein y Picasso.{7}

    Vivimos en un mundo donde se privilegia el conocimiento y la acumulación de saber; la inteligencia mental suele considerarse como el paradigma del éxito. Pero la experiencia de los grandes creadores y de las personas del común —ambas colmadas de limitaciones, problemas y crisis— revela que el intelecto es importante, mas no suficiente para hacer frente a las vicisitudes de la vida. Para Daniel Goleman, filósofo y uno de los más famosos investigadores de las inteligencias humanas, en el mejor de los casos, el cociente intelectual contribuye aproximadamente en un 20 % a los factores que determinan el éxito en la vida, con lo que el 80 % queda para otras fuerzas.{8} Y en la constelación de esas otras fuerzas está la inteligencia emocional: aquella que incluye habilidades tales como ser capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones, controlar el impulso y demorar la gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar, mostrar empatía y abrigar esperanzas.{9}

    Es bien sabido que las emociones moldean y modulan la percepción de la realidad y determinan el camino por seguir. A la hora de dar el salto para afrontar una dificultad o salir de una zona de confort y abrazar la incertidumbre para evolucionar, la emocionalidad es rectora. Como lo expone el médico Mario Alonso Puig —médico especializado en medicina mente-cuerpo de la Universidad de Harvard, y experto en temas de liderazgo y creatividad—, lo que hace posible superar el miedo derivado de esas situaciones es la fe en sí mismo y la pasión. Para él, la palanca emocional que nos permite vencer el miedo no procede del intelecto —no digo que no se ayude de él— [...], sino de un lugar definido por dos elementos: la fe y la pasión. [...]. ¿Por qué? [...]. Porque el intelecto no tiene la capacidad suficiente para desplegar el potencial humano; tiene la capacidad para ayudarnos a analizar, para ayudarnos a considerar, pero no para ayudarnos a desplegar. Lo único en nuestra experiencia que tiene capacidad para despertar algo dormido es la pasión y la fe.{10} ¿Y cómo se entiende la fe? Como el sentido de certeza sobre algo a pesar de no tener evidencia,{11} agrega.

    Louis Pasteur sentenció que el azar privilegia a las mentes preparadas, pero aun para los poseedores de estas —desde el más loco de los artistas hasta el más meticuloso y racional de los científicos—, la pasión y la fe en sí mismos han sido fuerzas motoras de la creación. No en vano crear está solo a una letra de distancia de creer.

    PARA EMPEZAR A CAMBIAR

    Como ya se mencionó, la capacidad creativa de una persona tiene que ver con distintos elementos, como su capacidad cognitiva, su ámbito familiar, su entorno educativo, su potencial intelectual, su inteligencia emocional, y su propia personalidad. La mayoría de esos elementos se pueden cultivar y modificar, lo que significa que la creatividad es una capacidad que se puede fomentar.

    Rodolfo Llinás afirma que la capacidad intelectual de los niños colombianos podría elevarse de manera exponencial con una adecuada educación: A los niños hay que enseñarles en contexto, y resulta que la contextualización nunca se hace al principio de la vida, que es cuando se necesita. Llinás agrega que uno de los principales problemas de la educación en Colombia es que se enseña de la misma manera a todo el mundo, sin tener en cuenta las diferencias entre las personalidades y las capacidades de cada cual. Todos somos curiosos, y lo que hace que alguien sea curioso tiene que ver con su personalidad. Todos nacemos con distintas personalidades y la mejor educación consistiría en entender cuál es la de cada criatura.

    De esa confrontación entre la personalidad de un niño y el proceso educativo surge una de las tensiones más importantes para el desarrollo de las personas creativas: la que se da entre la libertad y la disciplina. Aunque parezca contradictorio, el ejercicio de la libertad es mucho más fructífero si se da dentro de un marco caracterizado por reglas claras y trabajo sistemático. Yolanda Reyes afirma que para que un niño pueda crear, requiere previamente estructuras predecibles en las cuales se puedan incorporar las cosas nuevas, y esas estructuras surgen de las reglas y los límites que conlleva la disciplina.

    En palabras de Tony Wagner, autor del libro Creating Innovators, si no existe primero la autoridad, posteriormente no podrá existir la insubordinación inherente a cualquier acto de creatividad.{12} Por su parte, Rolf Abderhalden afirma que los grandes creadores contemporáneos han tenido un diálogo muy intenso y laborioso con la tradición que los antecede, porque de otra manera no habrían podido transgredir para innovar.

    Aunque hay diversas perspectivas sobre el desarrollo de la creatividad, algunos elementos emergen como un denominador común. La mayoría de los enfoques coinciden en que para que una persona pueda sobresalir en el campo creativo debe tener, además de una educación adecuada, una verdadera pasión por lo que hace, una gran destreza en su oficio y el propósito de trascender fronteras en su trabajo y en su vida. Cada una de estas facetas se desarrolla en un momento distinto de la vida de un creador y requiere diferentes circunstancias.

    Como lo señala Howard Gardner, para un creador es fundamental sentir pasión por lo que hace y derivar gran placer de ello.{13} Por eso es fundamental que un niño tenga la libertad necesaria para identificar qué le gusta, antes de perfeccionar su destreza en esa actividad, proceso en el cual el juego y la exploración tienen un papel fundamental. No sobra recordar que la importancia del juego en el aprendizaje ha sido subrayada por grandes maestros de la pedagogía, como Johann Heinrich Pestalozzi, Maria Montessori y John Dewey.{14}

    Sobre este tema conviene recordar una anécdota de la formación temprana de Andrés Orozco-Estrada. Un día su mamá, preocupada porque su niño estaba jugando a dirigir una orquesta con la baqueta de un xilófono, decidió llevarlo adonde una sicóloga para que le dijera qué debía hacer. La respuesta de la especialista fue contundente: Deje que siga jugando y no le limite la creatividad.

    También vale la pena recordar que Leonor Espinosa fue una niña muy inquieta, que a los ocho años leía poesía y le encantaban los oficios artísticos —esculpir, moldear, pintar, dibujar, grabar, entre otros—. Al cabo de su primaria, y como reconocimiento por su talento, le ofrecieron una beca para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Cartagena, y aunque a su mamá no le gustaba la idea, ella insistió y acudió sola a sus clases extracurriculares durante todo el bachillerato. Y no hay que olvidar que Álvaro Restrepo cultivó con mucha dedicación y buenos resultados actividades diversas como la literatura, el dibujo y la música, antes de encontrar la danza y la coreografía como terrenos integradores de sus intereses.

    En ese sentido, uno de los objetivos más importantes del proceso educativo debe consistir en la identificación temprana de la vocación de un niño, para después empezar a perfeccionar sus destrezas. Para Miguel De Zubiría, fundador del Instituto Alberto Merani y presidente de la Academia Colombiana de Pedagogía y Educación, un talento creativo no se puede desarrollar si no hay muchísimo trabajo de por medio. Miguel De Zubiría coincide con Howard Gardner y Malcolm Gladwell, autor de Outliers, reconocido libro sobre grandes talentos, en una premisa que se conoce como la regla de las 10.000 horas, que establece que ese es el mínimo de trabajo que se requiere para dominar una disciplina, requisito fundamental para poder después innovar en ella.{15}

    De esta manera, tras una etapa de gran libertad del niño para identificar qué le gusta, debe empezar un periodo de una gran disciplina y una profunda concentración para desarrollar sus destrezas en esa área. Si seguimos la pauta de las 10.000 horas, significa que una persona tiene que dedicarle al menos cinco horas diarias durante diez años a su formación, para poder tener la destreza necesaria para innovar en su propio ámbito de trabajo. No es casualidad que todos los creadores estudiados en este libro hayan sido desde siempre unos grandes trabajadores, consagrados de manera casi obsesiva a perfeccionar su oficio.

    En esa etapa de desarrollo de la destreza suele ser muy importante la figura de un tutor, que crea en el talento de la persona, la persuada para que avance en su formación y la estimule para que siga adelante. Un ejemplo de ello es el papel que tuvo en la carrera de Nubia Muñoz el epidemiólogo Pelayo Correa, uno de los pioneros del estudio del cáncer en Colombia, quien no solo fue esencial en la formación de ella como investigadora, sino que además le abrió el camino para continuar sus estudios en el exterior. Por otro lado, Héctor Osuna, uno de los más célebres caricaturistas de la historia de Colombia, se convirtió sin proponérselo en mentor de Vladdo, al inculcarle el valor de la independencia y la libertad en el oficio, además de recomendarlo para su trabajo en la revista Semana.

    El trabajo de los grandes creadores no termina ahí. Muchas personas pueden sentir pasión por lo que hacen y tener una gran destreza para ejecutar su oficio, pero los auténticos creadores deben tener, además, el ímpetu necesario para desafiar límites y trascender fronteras. Por eso no es raro que las personas creativas tengan algunas características que los convierten en seres extraños para el resto de la gente, como la testarudez, la competitividad, la excentricidad, la arrogancia y una actitud temeraria frente a los desafíos que se les presentan.

    Los casos

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