Tres veces al amanecer
3.5/5
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About this ebook
En una de las páginas de Mr Gwyn, la última novela de Alessandro Baricco, se aludía a cierta obra titulada Tres veces al amanecer, atribuida a un apócrifo autor angloindio, Akash Narayan. El afamado autor de Seda ha querido ofrecernos ahora esa obra, una secuela autónoma e independiente por completo (casi un mero pretexto, el punto de partida), un complejo mecanismo narrativo que hará las delicias del lector.
Dos desconocidos, un hombre y una mujer, se encuentran tres veces en el vestíbulo de un hotel, poco antes del amanecer. Cada encuentro es único, y primero, y último: aunque se trate de los mismos personajes, sus destinos se cruzan en tres momentos distintos de sus vidas. Son dos adultos, primero; luego, un anciano portero de noche y una adolescente; finalmente, un chico y una policía ya madura, según una lógica temporal que no es la que se manifiesta en nuestra rígida realidad, sino que sólo resulta viable en la privilegiada mecánica de la ficción. Cada encuentro exigirá de ellos una elección cuyas repercusiones conformarán el resto de sus vidas.
Estos tres relatos constituyen una novela posible que recrea el lector en su mente y que presenta algunos de los temas propios del autor: la posibilidad (o imposibilidad) del cambio, la arbitrariedad del destino humano o la responsabilidad hacia el prójimo, siempre a la luz difusa del amanecer, que sugiere y revela, descubre y perfila, colocando las cosas en su sitio en el momento de su aparición.
Alessandro Baricco
Alessandro Baricco (Turín, 1958), además de numerosos ensayos y artículos, es autor de las novelas Tierras de cristal (Premio Selezione Campiello y Prix Médicis Étranger), Océano mar (Premio Viareggio), Seda, City, Sin sangre, Esta historia, Emaús, Mr Gwyn, Tres veces al amanecer y La Esposa joven, publicadas en Anagrama, al igual que la majestuosa reescritura de Homero, Ilíada, el monólogo teatral Novecento y los ensayos Next. Sobre la globalización y el mundo que viene,Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación y The Game. Dirige, además, la Scuola Holden de Turín.
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Reviews for Tres veces al amanecer
65 ratings1 review
- Rating: 4 out of 5 stars4/5A very short novel this time, the new Baricco, a kind of additional bemusings on [Mr. Gwyn] but by far not so good imho.Reading Baricco is always a bit dreaming with your eyes wide open but here the dreams are a bit short.Tree encounters between a man and a woman, everytime different but every time in a hotel ... surprising little stories with strange ends, and even stranger turns halfways but still ... just little stories, the magical illuminating fairy, with whom Baricco has a lifetime contract, just doesn't shows herself this time.A pity, that is.Looking forward to the next Baricco book
Book preview
Tres veces al amanecer - Xavier González Rovira
Índice
Portada
NOTA
Uno
Dos
Tres
Créditos
NOTA
En la última novela que escribí, Mr Gwyn, se alude, en un momento dado, a un breve libro escrito por un angloindio, Akash Narayan, titulado Tres veces al amanecer. Se trata naturalmente de un libro imaginario, aunque en los imaginarios sucesos allí relatados desempeña un papel en modo alguno secundario.
El hecho es que mientras escribía esas páginas me entraron ganas de escribir también ese pequeño libro, un poco para darle una leve y lejana secuela a Mr Gwyn y otro poco por el puro placer de ir en pos de una idea determinada que tenía en la cabeza. Así que, tras terminar Mr Gwyn, me puse a escribir Tres veces al amanecer, algo que hice con sumo gusto.
Ahora Tres veces al amanecer ya está en las librerías y tal vez no resulte inútil dejar claro que puede ser leído por cualquiera, incluidos los que nunca han tenido en sus manos Mr Gwyn, porque se trata de una historia autónoma y completa. Eso no impide, de todas formas, que en su primera parte mantenga lo que Mr Gwyn
prometía, es decir, una mirada más respecto a la curiosa historia de Jasper Gwyn y de su peculiar talento.
ALESSANDRO BARICCO,
enero de 2012
A Catalina de Médicis y al maestro de Camden Town
Estas páginas relatan una historia verosímil que, sin embargo, nunca podría suceder en la realidad. Narran de hecho la historia de dos personajes que se encuentran tres veces, aunque cada una de ellas es la única, y la primera, y la última. Pueden hacerlo porque habitan un Tiempo anómalo que inútilmente buscaríamos en la experiencia cotidiana. Lo establecen las narraciones, de tanto en tanto, y éste es uno de sus privilegios.
Uno
Allí estaba el hotel, de una elegancia algo deslucida. Probablemente en el pasado pudo mantener ciertas promesas de lujo y distinción. Tenía, por ejemplo, una hermosa puerta giratoria de madera, un detalle que siempre predispone a las quimeras.
Fue por allí por donde entró una mujer, a esa extraña hora de la noche, pensando aparentemente en otra cosa, recién bajada de un taxi. Vestía un traje de noche amarillo, bastante escotado, y no llevaba siquiera un chal sobre los hombros: aquello le daba el aspecto misterioso de alguien a quien le ha pasado algo. Tenía de suyo elegancia en su movimiento, pero también parecía una actriz que acabara de entrar a los bastidores, liberada de la obligación de actuar y de retorno a su ser, más sincero. Tenía así una forma de caminar un si es no es cansado, y de sujetar su minúsculo bolso casi abandonándolo. Ya no era muy joven, pero esto le sentaba bien, como sucede a veces a las mujeres que no han tenido nunca dudas sobre su belleza.
En el exterior, reinaba la oscuridad que precede al amanecer: ni de noche ni de día. El vestíbulo del hotel permanecía en su inmovilidad, elegante en los detalles, limpio, suave: cálido en sus colores, silencioso, bien colocado en el espacio, iluminado de reflejo, las paredes altas, el techo claro, libros sobre las mesas, cojines bien rellenos en los sofás, cuadros enmarcados con devoción, un piano en una esquina, unos pocos textos necesarios, el tipo de letra nunca utilizado al azar, un péndulo, un barómetro, un busto de mármol, cortinas en las ventanas, alfombras en el suelo –la sombra de un perfume.
Dado que el portero de noche, colocada la americana en el respaldo de una pobre silla, estaba durmiendo en el cuartito de al lado un sueño ligerísimo del que era un maestro, nadie habría visto a la mujer entrando en el hotel de no haber sido por un hombre sentado en una butaca, en un rincón del vestíbulo –irracional, a esa hora de la noche –que la vio y, entonces, cruzó la pierna izquierda sobre la derecha, cuando antes era la derecha la que se apoyaba sobre la izquierda –sin razón. Se vieron.
Parecía que iba a llover, pero al final no ha llovido, dijo la mujer.
Sí, no se decide, dijo el hombre.
¿Está esperando a alguien?
¿Yo? No.
Qué cansancio. ¿Le molesta que me siente un momento?
Faltaría más.
No hay nada para beber, por lo que veo.
No creo que sirvan el desayuno antes de las siete.
Quería decir alcohol.
¡Ah, eso! No lo sé. No lo creo, a estas horas.
¿Qué hora es?
Las cuatro y doce.
¿En serio?
Sí.
Esta noche no se va a acabar nunca. Me parece que empezó hace tres años. ¿Qué hace usted aquí?
Estaba a punto de marcharme. Me tengo que ir a trabajar.
¿A esta hora?
Ya ve.
¿Y cómo puede hacerlo?
No es nada, me gusta.
Le gusta.
Sí.
Increíble.
¿Usted cree?
Tiene usted aspecto de ser la primera persona interesante con la que me topo esta noche. Esta noche. En fin, es lo que hay.
No me atrevo a imaginarme a los demás.
Terribles.
¿Estaba en una fiesta?
Me parece que no me encuentro muy bien.
Voy a llamar al portero.
No, por favor.
Tal vez sería mejor que se echara usted.
Me quito los zapatos, ¿le molesta?
Ya ve usted...
Dígame algo, lo que sea. Si me distraigo, se me pasa.
No