Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

Villa María, Capital de la República: (Consta en Actas)‎
Villa María, Capital de la República: (Consta en Actas)‎
Villa María, Capital de la República: (Consta en Actas)‎
Ebook208 pages2 hours

Villa María, Capital de la República: (Consta en Actas)‎

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

Villa María Capital de la Nación (consta en actas) nos presenta la historia y los pormenores de aquella decisión histórica de convertir a Villa María Capital de la Nación. Historia que finalmente no fue. Ampliamente documentado con facsímiles de actas del Congreso de la Nación (inhallables en la actualidad) esta obra nos muestra el proceso por el cual la ciudad de Villa María, Córdoba fue designada capital de la República Argentina a fines del siglo XIX, el debate parlamentario, el veto del presidente Sarmiento y, luego, la designación final de Buenos Aires como Capital de Argentina.
LanguageEspañol
Release dateJun 1, 2016
ISBN9789876990318
Villa María, Capital de la República: (Consta en Actas)‎

Related to Villa María, Capital de la República

Related ebooks

Latin America History For You

View More

Related articles

Reviews for Villa María, Capital de la República

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    Villa María, Capital de la República - Pedro Martínez

    Introducción

    Villa María, La Argirópolis Relegada

    FEDERALIZAR: La cuestión de cuál sería la Capital del país se transformó en un tema espinoso a nivel político, contribuyendo éste a otros no menos importantes como lo son el económico, social y si se quiere la presión que siempre ejerció la urbe porteña, la que a pesar de haberse separado de la confederación en su momento, jamás dejó de detentar todos los privilegios divididos en intereses barajados por sus castas dominantes. Todo eso se vio reflejado en mayor o menor escala en los recintos de ambas Cámaras del Congreso Nacional, desde la más simple posición de unos, hasta las más controvertidas de otros, o porque no, la de los fogosos mal llamados defensores del federalismo constitucional.

    La raíz del proceso es evidente que guardaba la siempre oscura expresión unitarista, que, como era común, solo pensaba en no abandonar a costa de cualquier precio todos los deshechos que quedaban de aquellas castas. Así como Villa María, una de las tantas vedettes-villorrios, fue postulada por razones encontradas como centro directriz del poder estatal, otras comarcas no villorrios (al decir de Sarmiento en su mensaje para vetar la Ley), corrieron la suerte negra que deparaba a aquellas nuevas fuerzas ungidas del interior al paso del riel.

    La desorientación de los ediles congresistas se hacía notorio con el transcurrir de las sesiones, así aceptaban, se discutían, se negaban o se incorporaban soluciones efímeras que no hacían más que dilatar y favorecer en el tiempo las aspiraciones banales de un centralismo observador y ladino.

    Veámoslo detalladamente en la siguiente síntesis: ... Manuel Quintana y Carlos Tejedor, insisten en el peligro que encierra la Ciudad como cuna del caudillaje. Sigue diciendo el primero, trayendo a colación el Art. 3º de la Constitución Nacional... Un territorio, una aldea, un desierto no constituyen una ciudad y escogiéndolos el Congreso para asiento de las autoridades nacionales, habría olvidado el significado claro y preciso de la cláusula constitucional". En cuanto a Santa Fe, no es más que un simple villorrio abrumado por la funesta sombra de Garay.

    Después de realizar un prolijo estudio sobre la capacidad productiva de la Provincia de Santa Fe, se inclinan por Rosario, futura sede capitalina. Quintana parecía haber olvidado –según pensamiento de Tejedor– que un puerto habría de dirimir sobre la calidad competitiva y en esto último Buenos Aires poseía los pergaminos suficientes para destruir a su rival, tal como lo hizo por conjura encubierta años más tarde. Insistía Quintana, que contando Rosario con 8.000 habitantes y un puerto superior al de Buenos Aires por sus condiciones naturales, se daban las pautas logísticas acreditables.

    Valentín Alsina, considera a Rosario una peligrosa rival, aunque no se inclina tampoco por Buenos Aires. Nos dice: No olvidemos acercarnos lo más posible hacia el centro de la República. Una capital o una ciudad trazada hoy en Villa María, Fraile Muerto (Bell Ville), u otro lugar análogo, puede ser delineada como yo deseo.

    Las preferencias, pasando de lo incongruente a lo arbitrario, estaban a la orden del día; solo era cuestión de digitar, o bien intercambiar. Así Sarmiento prefiere Rosario a Córdoba. Tampoco debe olvidarse al Gral. B. Mitre que, animado por el fin de su mandato, pone sobre el tapete la sanción del Art. 72 de la Constitución Nacional, aplicando el Veto, quedando así en descubierto su voluntaria inclinación sobre Buenos Aires, como la Meca Argentina.

    Los investigadores, tanto en geopolítica como el revisionismo histórico, la mayoría de orientación porteña, usan como latiguillo convincente los ciento y un artículos adornados con el título Mitre obligado a conservan la unidad nacional, y expuesto de la siguiente manera: Cuando asume Mitre el poder omnipotente nacional, lo primero que hace es devolverle a Buenos Aires las joyas de la reina del Plata, situación que fue claramente advertida por los hombres más prominentes del interior, representados en el acervo eclesiástico-cívico-militar. Les preocupaba el matiz anómalo de ver que un Presidente que se decía democrático pretendía incorporar la Provincia de Buenos Aires a la Nación, a manera de futuro bastión defensivo, y aplacar así, los insistentes reproches de la oligarquía vacuna, no extrañando entonces, que estableciera la residencia definitiva de las autoridades nacionales, siguiendo a pie juntillas el Art. 3º reformado en 1860, que es como decir, federalizar Buenos Aires.

    Una suma importante de factores estaba en juego. El puerto, que para ese entonces estaba muy venido a menos, ejemplo de ello eran sus precarias y obsoletas instalaciones, aun seguía siendo clave.

    En tanto, el Congreso siguió representando toda una serie de parodias patrióticas.

    En la colección Grandes Debates de Página 12, se puede corroborar que las propuestas y los debates en el Congreso giraron alrededor de dos posiciones. La primera pretendía federalizar en forma provisoria el territorio bonaerense en su totalidad, y al municipio urbano; la otra posición procuraba declarar federalizadas otras localidades, San Nicolás, San Fernando, con carácter definitivo, previa solicitud de la Legislatura Provincial. Con media sanción del Senado, entró en Diputados el Proyecto de Federalizar por tres años todo el territorio de la Provincia y postergar para el año siguiente la designación de una Capital definitiva.

    El problema seguía subsistiendo pues la gran provincia poseía mentalidades políticas muy avispadas presagiando sobre los oscuros artilugios de Mitre, deseoso de implantar su reconocida dialéctica para obtener el objetivo final.

    No extrañó entonces que se alzaran distintas voces de personalidades políticas, por caso, Adolfo Alsina (Partido Liberal), más tarde denominado Partido Autonomista, quien no obstante fue derrotado en la sumatoria de votos, concretándose el anhelo de Mitre.

    Hubo, sin embargo algunas posturas, si no disidentes, al menos que intentaron un replanteo de la cuestión de manera más equilibrada. El diputado Cosme Beccar, propuso la cesión de la Ciudad de Buenos Aires para residencia de las autoridades nacionales por el término de cinco años, renunciando la provincia durante este período a la jurisdicción directa sobre el municipio porteño. Dicha ponencia fue aceptada y convertida en Ley por el Congreso. No obstante, estaríamos hablando de un simple paliativo.

    Si nos detenemos en considerar a aquella Buenos Aires que pretendía erguirse e imponerse sobre las provincias, observamos, sin embargo, que su demografía resultaba modesta y más aún limitada en su perímetro. El censo de l869, relevó a 188.000 habitantes, mientras la provincia tenía 310.000. No obstante, es importante recalcar que entre los años 1869 a 1871 surgen dos compañías de gas, la Argentina y la Nueva; tres líneas de tranvía recorren Plaza Once y la Recoleta; y los ferrocarriles parten de sus terminales llegando a Chascomús y Chivilcoy, mientras que de la estación del Norte se llega hasta Tigre y la central lleva a Ensenada por casa Amarilla.

    Papel Hegemónico de las Ciudades Mayores

    1866 – CORDOBA: Mientras los porteños y la Gran Provincia dirimían quien o quienes serían los herederos legítimos, o los amanuenses del estadista Mitre, un senador por Córdoba, Martín Piñero, propuso declarar capital permanente la localidad cordobesa de FRAILE MUERTO, o VILLA SAN JERONIMO, (hoy Bell Ville), abarcando un territorio anexo de 10 leguas de perímetro. Fundaba su proyecto subrayando la necesidad de evitar la absorción de los grandes centros de población y continuaba: Creo que es el punto ideal dada la próxima construcción del ferrocarril que la haría accesible a todas las provincias.

    1867 - ROSARIO: Diputados consideró varias propuestas, convirtiendo en Ley los derechos adquiridos por la novel ciudad, mirando, lógicamente, a la gran actividad de su puerto. Esto aconteció en una primera instancia, que habría de repetirse posteriormente en 1871, siguiendo la información publicada en algunos recortes periodísticos. Lógico es suponer que se alzaran varias voces en disidencia; la de Carlos Tejedor fundaba su tesis en la letra constitucional que imponía la elección de un territorio y no de una ciudad determinada. Los diputados oriundos de Buenos Aires, o bien se sumaban a la propuesta de Rosario, o sugerían el aplazamiento de la cuestión.

    No obstante, el 18 de Septiembre de 1868 el proyecto de federalizar Rosario recibió sanción en diputados y quedó convertido en Ley que el Presidente Mitre vetó de un plumazo.

    Separata

    Revista de Derecho, Historia y Letras¹

    Problemas Nacionales. Reapertura de la Cuestión Capital de la República

    Roberto J. Payró

    Entre las múltiples causas que contribuyen a hacer difícil la vida y aun más el progreso de nuestro país, hay una evidente, poderosa y harto perjudicial, y de la cual la prensa periódica no se ocupa, y que a los demás ni nos sorprende ni nos sobrecoge, sin duda porque ha venido ejerciendo su influencia paulatinamente y desde época remota: el desequilibrio entre la capital y las provincias; la capital, cabeza enorme, y las provincias, cuerpo desmedrado y débil, más débil cada vez.

    Este hecho, para ser considerado, presenta un cúmulo tal de aspectos, es tan complejo, - ya se le mire como efecto, ya como causa, - que abandonaríamos la tarea aun antes de iniciarla, si no nos asistiera el derecho y la libertad de examinarlo desde puntos de vista propios, dejando los demás para estudiarlos después o para que los encaren otros que sientan mayor brío y puedan abarcarlo todo de una vez.

    Decimos, pues, que a nuestro juicio, es una causa poderosa de desequilibrio y que retarda nuestra marcha progresiva de un pueblo nuevo y fuerte.

    Siempre ha sido así, se nos objetará, y no hay por consiguiente de que preocuparse, el desequilibrio existe desde la colonia, y no nos ha ido peor por eso. Buenos Aires nació con una vitalidad sorprendente, se ha desarrollado y sigue desarrollándose por razón natural: como el país crece, ella crece también. Con ello no hace mal a nadie, y por el contrario contribuye a la grandeza del país: si se nos conoce en el extranjero es por Buenos Aires, no por el resto de la república. Se trata de una de las grandes capitales del mundo, y el poseerla nos procura estimación, renombre y crédito. El desequilibrio es, pues, un bien y si para que desapareciese hubiera que causar el menor perjuicio a Buenos Aires, sería preferible quedar desequilibrados para siempre. En esa lógica, no se conseguiría ningún beneficio posterior al renunciar a uno ya existente, palpable y actual.

    Grave error que es necesario desvanecer: el mal es antiguo, es verdad, pero no por eso ha cesado de ser mal. Y en cuanto a que no nos haya ido peor por eso, las páginas de la historia están llenas con la demostración de lo contrario.

    No es esta la primera vez que encaramos la cuestión: la hemos rozado ya en otras oportunidades, con la mesura mayor, pero ello nos ha valido, sin embargo, junto con algunas palabras alentadoras, un cúmulo de críticas más o menos acerbas, interpretaciones, imputaciones... Poco importa.

    En efecto, si podemos demostrar hasta la evidencia que ese desequilibrio existe, y que no es un fenómeno natural sino artificial e inconscientemente provocado por errores fundamentales de política, quedará al mismo tiempo demostrado que se trata de una enfermedad que nos aqueja, que debemos curarnos y que hay que buscar el remedio.

    Dadas las condiciones que nuestra prensa diaria se ha ido creando poco a poco, esta REVISTA es quizá la única tribuna libre en que pueda debatirse tan importante cuestión sin temor de que pase completamente inadvertida...

    1 Payró, R., Problemas nacionales. Reapertura de la cuestión capital de la República, REVISTA DE DERECHO, HISTORIA Y LETRAS, Director y Fundador, Estanislao Severo Zeballos, t. XII, ps. 137-150, 1902.

    El Problema Capital de la Nación

    De Argirópolis al Facundo

    "... Sin duda, preocupaba a Sarmiento". Es el que más oscilaciones y cambios determina en él y en otros argentinos prominentes.

    Propugna, en la primera edición de FACUNDO, la tesis de que Buenos Aires constituye la única capital natural y lógica, su puerto debe nacionalizarse. Al año siguiente, hallándose en Montevideo de paso para Europa, mantiene una conferencia de siete horas con el antiguo y prestigioso jefe de los unitarios, Florencio Varela según comenta en el legajo inédito: La Capital fue, es y será Buenos Aires, guardado en el Museo Histórico Sarmiento.

    Allí Varela habría asentido en aceptar la forma federal de gobierno a trueque de reconstruir la Nación, derrocar a Roas y desarmar los celos provinciales mediante la ubicación de la capital fuera de Buenos Aires.

    Varela indica a Santa Fe. A pesar de esta convicción, en 1850 soslaya el tema en ARGIROPOLIS, o no lo afronta directamente. A ratos propone edificar una Washington Argentina, el Uruguay y Paraguay.

    Son éstos recursos ingeniosos destinados a impedir que el asunto se trate en seguida y provoque una profunda división de la familia argentina. Más tarde, entablada la lucha entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación; se opone a que Buenos Aires sea capital de la República.

    Esta categórica convicción y la arrogante defensa

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1