Virgo
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Virgo - Maria Grazia Mutti
Notas
Se había quedado allí, abandonado, ninguno de los colaboradores de esta colección había tenido ganas de escogerlo. Hablo del signo de Virgo. El mío. Nada estimulante —supongo que pensaron— escribir un libro sobre el signo de Virgo, soso y gris. Pero lo escogí yo. Y lo hubiera querido hacer yo aunque no hubiera sido la única que lo quería. Estoy contenta de que se me plantee la oportunidad de echar por tierra algunos de los tópicos que persiguen a los honestos y escrupulosos habitantes de esta región del cielo. Sí: monotonía, manías, perfeccionismo, parsimonia («retención anal», dicen los psicoanalistas). Yo diría que estos son un poco los rasgos del hombre democrático, cuya monotonía era preferida por Thomas Mann a la profundidad del alma germana. Por lo tanto, Virgo es un signo anglosajón. Pero no nos exaltemos porque un Virgo degenerado puede llevarnos directamente a Auschwitz.
De todos modos, a la luz de mis 25 años de investigación y de estudios astrológicos, y de mi gran experiencia personal, queda confirmado que este es uno de los signos más bonitos, más inteligentes y coherentes del zodiaco. En estos últimos años de maduración personal y profesional he tenido que hacer muchas elecciones: tenía que reducir la gran masa de conocidos y, por qué no, de amistades que inevitablemente rodea a una astróloga. Y cortando aquí y allí me he dado cuenta de que las amigas más queridas, más fieles, más cultas, inteligentes y sensibles, las que estaban dotadas de un gran sentido del humor (que cuando es auténtico tiende a identificarse con la inteligencia pura), pues bien esas pertenecen todas a la gran M, la Gran Madre que, puesto que no hay rosas sin espinas, es una f, es decir una M que vuelve hacia sí misma y prefiere la rutina (la rueda que gira sobre sí misma) a las aventuras, a las utopías y a lo imprevisible.
Mis amigas por lo tanto: Anna, la filósofa, muy inteligente y al mismo tiempo generosa y disponible; Lidia, la enfermera, constante, fuerte y sensible; Fiò, profesora y madre, que contesta a todo y a todos con la ácida y divertida crítica que sólo mi signo es capaz de expresar; Luisa, diseñadora, muy joven pero ya reconocida —y luego descubrí que escribe todavía mejor de lo que dibuja—; María Rosa, ejecutiva de primera clase, madre y esposa irreprochable, que reconstruye con tenacidad y autocrítica los propios equilibrios y los de las personas que están a su alrededor; Carla, la farmacéutica, que comprende perfectamente la importancia de la medicina alternativa (homeopatía, etc.), culta, buena, ingeniosa y tranquila.
Finalmente Marisa, campeona mundial de patinaje, cuyos récords todavía no se han podido superar, y que aunque es Sagitario, tiene su ascendente en el signo de Virgo que, supongo que ha quedado claro, para mí es uno de los signos de más confianza y serio del zodiaco.
Si la frivolidad está invadiendo el mundo, tenemos que esperar que en este mundo aparezca con más frecuencia la seriedad de Virgo.
Maria Grazia Mutti
Primera parte
... DEDICADO A TODOS LOS VIRGO
por Maria Grazia Mutti
La astrología es quizá la más antigua de las ciencias. Su saber, basado en la numerología anterior a Pitágoras, se confundía con lo que actualmente se conoce como astronomía. La observación de los cielos era una forma de sabiduría refinada, confiada a sacerdotes, y derivaba de la naturaleza divina atribuida a los planetas. Su movimiento, que se creía circular, se convirtió en el símbolo de la perfección y sus cambios se convirtieron en el signo de un cambio cósmico reflejado sobre las existencias individuales. A cada planeta se le atribuyó un nombre y muy pronto los nombres asumieron caracteres antropomorfos.
El paralelismo entre el ciclo cósmico y el ciclo vital de la tierra respondía con sorprendentes sintonías a la aventura de cada uno y por lo tanto era posible conocer el propio destino individual dibujando un mapa de los cielos que mostrara la posición de los planetas en el momento del nacimiento.
La lectura y la interpretación no tenían nada de esotérico, de mágico, sino que se basaban en el conocimiento de las profundas analogías cósmicas que unen la vida de cada ser vivo con los elementos primordiales. Se comprende entonces por qué se atribuye al zodiaco, del griego «camino de la vida», un ritmo estacional y cómo a eso puede corresponder el Uroboros, la serpiente que se muerde la cola, símbolo de la circularidad de la energía vital.
Junto a la unión profunda entre potencias subterráneas y arquetipos cósmicos, cada signo se puede configurar en un mitologema que representa el significado simbólico.
Quizás entre todos los signos del zodiaco el de Virgo precisa, para que se pueda comprender en su totalidad, una referencia directa a su historia mitológica. La figura que más se le acerca es sin duda alguna Deméter, la que utiliza la razón para ordenar el instinto.
El mito cuenta que Hades, el dios de los infiernos, de la noche sin vida, se enamoró de Perséfone, diosa de la primavera, y la raptó, separándola de su madre Deméter para llevarla a su reino. Deméter vagó por la tierra llamándola en voz alta, preguntando por ella a todas las personas que encontraba, pero sólo le respondía el eco de su voz desesperada. Los dioses sintieron compasión y localizaron a Perséfone con la ayuda de Mercurio, pero la diosa no quería volver, quería quedarse en su nuevo mundo después de haber probado la granada que había recibido como don de su esposo. Entonces intervino Júpiter: Perséfone no debía abandonar a Deméter ni tampoco a Hades, por lo tanto, pasaría el periodo invernal, en el que la tierra descansa, en los infiernos, y el periodo de renacimiento de la vida, en la tierra.
De esta forma se restablecieron los ciclos vitales que se habían interrumpido con el rapto de Perséfone y la desesperación de Deméter. El mito, incluido en la explicación del zodiaco, asume un significado más profundo que no se agota sencillamente con el retorno regulado a los ritmos de la naturaleza, sino que se vuelve en cambio clarificación del signo de Virgo, en la parte que nos lo presenta como la imagen del arquetipo de la madre y símbolo del matriarcado. Deméter tiene que aceptar la separación del cordón umbilical y su desesperación, su no aceptación, nos lleva sólo a una traición de la naturaleza, a la esterilidad destructiva.
La índole del signo consiste en la meditación entre el orden de los instintos y el orden de la razón, en el sentido del sacrificio, de la renuncia, según esa difusa estructura ciclotímica y melancólica que, dominada por Mercurio, pone nervioso al sujeto Virgo y en el dominio de la esfera racional. Igual que en el mito se recalca el paso de la fecundidad a la esterilidad, también el signo oscila entre estados de malestar y estados de bienestar, incapaz de adaptarse fácilmente al ambiente y a las experiencias. El delirio y la desesperación de Deméter reviven en el signo, acentuando la obsesión y el sentido de la catástrofe, en la incapacidad de aceptar la relación con el exterior. Pero al lado del mito más conocido de Deméter y Hecate aparece otra historia que nos presenta a Deméter en su aspecto de creadora de fecundidad: se trata del mito que habla sobre la iniciación de Triptolemo a los misterios de Eleusis. Deméter, aparecida bajo los despojos de una vieja al rey Céleo, recibió de este la tarea de criar a Triptolemo, su hijo. La diosa, después de hacerlo inmortal, lo inició en el arte del cultivo del grano.
Este es el lado creativo del signo de Virgo. El tipo superior se ocupa, de hecho, de la superación del lado neurótico y pesimista, para intentar la coincidencia con el orden de la naturaleza, representado precisamente por Mercurio, planeta de Virgo. La racionalidad de Mercurio es la razón ordenadora, es el principio apolíneo que se separa y se diferencia de la euforia dionisíaca de los instintos.
La inquietud que mueve el espíritu del signo de Virgo es un deseo superior que se dirige a la perfección y a la armonía representadas en Apolo. Es el inconsciente que empuja al tipo superior del signo a desear las metas altas, rompiendo ese principio de anhelo contenido que en el tipo inferior se concreta en esa meticulosidad, en ese escrúpulo maníaco, en ese puntillo que demasiado a menudo es una parte determinante de las caracterizaciones del signo.
Su misma posición, después de la carga solar y expansiva de la potencia de Leo, al principio de la estación de la siega, de la recolección de frutos y de la nueva estación, acerca el signo al mito de Deméter en el sentido de un retorno profundo a la esencia. Si el límite de la potencia de Leo se encuentra en la lucha por la lucha, que agota la carga racional desterrada en los bienes materiales, el signo de Virgo se nos presenta en cambio como conocimiento de este límite y el intento de una superación de la materia, de la corporeidad y de la misma actividad de la razón que se enreda en el círculo vicioso del intelectualismo. El límite humano es cuanto profundamente estimula la inquietud existencial mercuriana del tipo Virgo, distinta de la influencia mercuriana sobre el tipo Géminis. El ansia del signo se encuentra en la salida del flujo de la vida para perderse en el absoluto y en el infinito. También la iconografía del signo nos representa el deseo del abandono de la materia: una muchacha alada, en el acto de andar, que lleva en la mano derecha un sarmiento vegetal, símbolo de la continuidad del mundo natural, y en la izquierda una espiga del revés, símbolo del paso a la estación de la siega. Su propio glifo f, una M enriquecida con una diagonal sobre el último palo, es una esquematización de la Virgo alada. En la letra M se pueden reconocer además los rasgos de la ascesis espiritual conducida por la cadena significante M = Madre = Virgo = María = Madona, imagen cristiana de la sublimación de lo femenino, por otro lado ya presente en los misterios de Eleusis y de Efeso.
La contenida racionalidad del tipo Virgo, tradicionalmente descrita como límite del signo y que desemboca en la mezquindad sentimental del exasperado abuso de la racionalidad sobre la carga vital, adquiere a través de la profunda interpretación de los mitos y de los símbolos que lo acompañan, una apertura significativa que nos muestra cómo el aparente cierre del signo es el síntoma de un deseo inconsciente y de un trabajo kármico que, si se desarrolla correctamente, conducen a la perfección.
La personalidad
Virgo es el sexto signo del zodiaco, tiene a Mercurio en su domicilio diurno, Urano en exaltación, Júpiter y Neptuno en exilio, la Luna en caída. Todo esto habla de un tipo humano en el que predomina la inteligencia en busca de la verdad. Y de que este excepcional temperamento se realiza en la vida de cada día, en los ritos tranquilizadores, en las costumbres de todos los días, en una atmósfera en la que no sucede nunca nada importante y nada dramático. Los Virgo confían poco en sí mismos y en su valor, les acompaña a menudo el miedo a no estar a la altura de las circunstancias, con el riesgo de proyectar sobre las personas que les rodean sus propias ansias y neurosis.
En general son solitarios, un poco introvertidos, pero se encuentran a gusto con personas y amistades con las que pueden establecer las nunca suficientemente celebradas afinidades electivas siempre que estas no desbarajusten su rutina y sus adoradas costumbres.
Inteligentes, analíticos, meticulosos, subyugados por el sentido del deber, se sienten serenos cuando consiguen cumplir con sus deberes cotidianos, pero con el compromiso que precisan las grandes empresas. Detestan la violencia, la risa, no son pasionales y saben defender la propia tranquilidad personal sin agredir ni