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Vence tu temor, comparte tu fe: Evangelismo Práctica
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Vence tu temor, comparte tu fe: Evangelismo Práctica

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¿Tienes un deseo ardiente de proclamar el evangelio a los perdidos, pero no sabes dónde empezar? ¡Vence tu temor, comparte tu fe, mostrará cómo!

Como creyentes, la mayoría de nosotros nos damos cuenta de que nuestra responsabilidad es seguir el mandamiento de Jesús de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda persona (véase Marcos 16:15). Sin embargo, para muchos de nosotros, eso es un pensamiento aterrado. ¿Cómo podemos acercarnos a extraños y empezar a hablares de Jesucristo? ¿Por dónde empezamos? ¿Qué hacemos si la persona se enoja o nos pregunta algo para lo que no tenemos respuesta?

En este libro Kirk Cameron y Roy Comfort muestran cómo cualquiera pude seguir "el camino del Maestro>", el enfoque evangelizador que Jesús usó para superar las objeciones y ayudar a las personas a darse de cuenta de su estado culpable delante de Dios.

LanguageEspañol
PublisherZondervan
Release dateDec 6, 2011
ISBN9780829758511
Vence tu temor, comparte tu fe: Evangelismo Práctica
Author

Kirk Cameron

Kirk Cameron es más conocido por su personaje como el adorable rompecorazones, Mike Seaver, de la galardonada serie de televisión ¡Ay, Como duele crecer! Su papel de travieso encantador, fue el entretenimiento de una audiencia mundial. También es conocido entre cristianos por su personaje «Buck Williams» de la serie Dejados Atrás—basada en la inesperada novela mejor vendida de la lista NY Times escrita por Tim LaHaye y Jerry Jenkins. Pero más notable que su carrera como actor fue su conversión al cristianismo. Kirk no creció en un hogar donde se acostumbrara ir a la iglesia y se describe con un ateo devoto desde una edad muy tierna. Al llegar a los catorce años de edad, estaba tan convencido de que Dios no existía, que se burlaba de aquellos que creían lo contrario. Pero todo cambio una tarde mientras que se sentaba en su carro deportivo meditando sobre el primer mensaje evangélico que había escuchado.

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Vence tu temor, comparte tu fe - Kirk Cameron

1

LO QUE PEDRO TEMÍA

A través de los monitores de televisión en el vestíbulo de una iglesia presencié cómo el pastor les explicó a los miembros de su congregación que el año anterior él se había situado junto a una carretera desplegando una pancarta en contra del aborto. Seguidamente, invitó a su congregación de seiscientas personas a unírsele este año y levantar la mano a fin de confirmar su participación. Solo veinte personas levantaron sus manos. Podía sentir la decepción del pastor ante la apatía de la gente. Más tarde, él me presentó como el orador invitado esa mañana.

Le comenté a la congregación que también sentía pasión por el tema del aborto, y debido a una buena razón. Hace muchos años alguien me dijo que una nueva creyente (llamémosla Fran) estaba a punto de acabar con la vida de su bebé por medio de este procedimiento. Me sentí aterrado con la noticia, y cuando me enteré de que le iban a practicar el procedimiento en cuestión de dos horas, me fui derecho al hospital, orando todo el camino que Dios me diese las palabras para convencerla de que no lo hiciera.

Subí corriendo al segundo piso y entré en su habitación. Ella estaba sentada en la cama del hospital y ya le habían administrado la medicación preoperatoria. «¡Por favor, no hagas esto!», le imploré. Para mi sorpresa, ella simplemente me miró y sonrió. Después dijo: «No te preocupes. No voy a hacerlo. Acabo de orar: Dios, si no quieres que me haga un aborto, haz que Ray Comfort venga aquí a verme».

Dos años más tarde me encontraba en una excursión organizada por la iglesia y vi a una niña preciosa jugando en el césped. Ella era la hija de Fran. Ver a la niña realmente reafirmó en mi mente el tema que nos ocupa cuando se trata del aborto.

Le dije a la congregación que yo nunca, nunca, votaría por una persona que abogara por el asesinato de un niño en el vientre de su madre. No me importaba lo muy buenas que fueran sus políticas fiscales, porque sus manos estarían manchadas con la sangre de los inocentes. También animé a los presentes a seguir el ejemplo de su fiel pastor. Esa misma tarde, me enteré que entre cuatrocientas y quinientas personas salieron a apoyar la protesta contra el aborto. Que Dios les bendiga.

El cuerpo de Cristo en los Estados Unidos es un gigante dormido que necesita que alguien lo despierte. Sin embargo, la respuesta al tema del aborto no consiste solo en protestar, sino también en predicar. No solo debemos ser la sal; también tenemos que ser la luz en una nación espiritualmente en tinieblas. El hecho de que nuestra nación mata a cincuenta millones de sus ciudadanos mediante el aborto, sin remordimiento de conciencia, exige más que un grito de protesta. Necesita la luz del evangelio.

En este asunto del aborto, nosotros no nos diferenciamos de los crímenes cometidos por la Alemania nazi durante el Holocausto. Nos hemos entregado a los más viles de los pecados, y eso a su tiempo tendrá consecuencias terribles a nivel nacional. Precisamos con desesperación el perdón de Dios, y necesitamos un nuevo corazón que solo se logra a través de una conversión genuina, que implica la salvación a través de Jesucristo. Solo el evangelio puede tomar una nación farisaica, blasfema, idólatra, hipócrita e infanticida, y perdonarla y renovarla. Esa es la promesa del Nuevo Pacto:

Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes (Ezequiel 36:25-27).

UNA LLAMADA DE ATENCIÓN

AUN MÁS FUERTE

El mismo tipo de reticencia que la gente siente cuando se trata de aportar su voz al asunto de acabar con el aborto puede aplicarse a la necesidad de hablarle a un mundo que está perdido y moribundo por no saber que necesita un Salvador. ¿Te importa esta nación? ¿Te importa este mundo moribundo? Entonces es hora de que pongamos en marcha nuestras oraciones y hagamos lo que se nos ha dicho que debemos hacer, que es ser obreros fieles en los campos que están listos para la cosecha (véase Mateo 9:37-38).

Las Escrituras hacen la pregunta: «¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?» (Romanos 10:14). El refrán popular: «Predica el evangelio; y si es necesario, utiliza palabras», es como decir: «Lávese; y si es necesario, utilice agua». Tenemos que utilizar palabras si queremos que los pecadores se salven. Vivimos tiempos de desesperación, y necesitamos tener sonidos claros y certeros que nos dirijan al filo de la batalla. Tenemos que superar lo que yo llamo la «evangeliofobia».

Hace poco dos hombres jóvenes con uniformes de seguridad llegaron a la puerta de nuestra casa. Cuando me preguntaron si estaba interesado en un sistema de seguridad, les dije: «Nosotros ya tenemos uno muy bueno». Cuando averiguaron cuál era, les contesté: «El Sistema de Seguridad Celestial. Nos ha funcionado bien hasta la fecha». Resultó que ambos jóvenes eran mormones, y después que les expliqué que el sistema de seguridad consistía en que «el ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos» (Salmo 34:7), indagué qué pensaban que les ocurría a las personas después de morir. No había tiempo para establecer una relación con ellos, ni de demostrar la vida cristiana delante de estos jóvenes, ni de esperar la oportunidad … y no existía ofensa alguna. De modo que utilicé «palabras», y las palabras dieron resultado. Así es como los humanos se comunican mejor, en especial cuando se trata del evangelio. Mi pregunta fue simplemente una forma de pedirles su opinión, y ellos desde luego que la tenían.

Cuando te enlistas en el ejército de Dios para alcanzar a los inconversos, tienes que tener presente que el enemigo ha elaborado una estrategia a fin de alejarte del poder que necesitas para motivarte. Por lo tanto, mantente alerta ante aquellos pensamientos que te produzcan desaliento siempre que compartas tu fe. Mantente alerta a los pensamientos y palabras cuyo propósito sea evitar que vayas a algún sitio o hagas alguna actividad determinada. Esos pensamientos o palabras procederán a menudo de los lugares más inesperados. El enemigo quiere bloquear tu fuente de combustible, porque todas tus buenas intenciones no te llevarán a ningún sitio si no estás motivado.

Vamos a estudiar detenidamente el origen del combustible de la motivación para compartir el evangelio con otros y cómo hacer para que ese combustible siga fluyendo hasta nosotros. Es algo por lo que pagamos un alto precio, pero cada gota merece la pena. Se trata de un combustible de alto octanaje, y me ha mantenido en marcha desde el momento de mi conversión desde abril de 1972.

¿DÓNDE ESTÁ JESÚS SENTADO?

Si pudieras calificar tu caminar con Dios, ¿qué puntuación te atribuirías a ti mismo? Si Dios estuviera contigo dentro de tu automóvil, ¿dirías que viaja en el asiento del conductor? ¿Va en el asiento del pasajero? ¿En el asiento trasero? ¿Quizá en el maletero? Aunque algunas personas piensan que está bien llevar a Dios como pasajero, él debe asumir todo el control, en todas las áreas. Dios debe dirigir todos tus movimientos, ya que debiste haberle entregado el control en el momento de la salvación (tu conversión) y decir: «No se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Según las Escrituras, ese es nuestro culto racional:

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta (Romanos 12:1-2).

Eso es lo ideal, pero en realidad no ha ocurrido con cada creyente. ¿Cómo lo sé? Porque hay muy pocos creyentes que participan en la tarea de alcanzar a los inconversos con el mensaje de la salvación de Jesús. Se dirigen en otra dirección. Están ocupados haciendo otras cosas. Esas otras cosas puede que sean legítimas, pero si sus viviendas están en llamas y la gente está durmiendo en sus camas, hay algo que no encaja si comienzan a quitar el polvo del salón. La situación exige un cambio radical de prioridades. Tienen que olvidarse del polvo, despertar a los que duermen y sacarlos de la vivienda en llamas.

Debemos recordar cada minuto de cada día que la muerte está atrapando a las personas y enviándolas al infierno. Tal pensamiento debe consumir a la mente piadosa e inspirar intensamente a cada uno de nosotros a dedicarnos a un mundo perdido. Esa es la Gran Comisión (véase Marcos 16:15).

¿QUÉ LUGAR OCUPAS EN ESTA HISTORIA?

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con lo que ocurrió justo antes de que Jesús fuera a la cruz:

Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.» Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:39-42).

Sabemos que los discípulos no oraron, sino que se durmieron. El sueño es un refugio para los deprimidos, y ellos se sentían deprimidos por lo que vieron: un Jesús de Nazaret angustiado. Piénsalo. Este hombre era aquel que controlaba las tormentas que ellos mismos temían que los hicieran naufragar. Era aquel que resucitaba a los muertos y convertía el agua en vino. Era aquel que tenía todo bajo control. Sin embargo, había algo que estaba mal.

Imagínate a Jesús justo después de su agonía, con el sudor brotándole por los poros en forma de grandes gotas de sangre derramándose en la tierra. Entonces Judas llegó con una turba, acompañada de soldados, para arrestar a Jesús. El impetuoso Pedro salió en su defensa, y desenvainando una espada le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote, mientras que los discípulos se dispersaban como ovejas asustadas sin pastor. Jesús fue arrestado y llevado a la casa de Caifás, el sumo sacerdote. El relato dice que «Pedro lo seguía de lejos» (Lucas 22:54), y que más tarde se sentó alrededor del fuego con unos hombres a fin de calentarse. Una criada y otros lo cuestionaron para averiguar si él era uno de los discípulos de Jesús, pero Pedro lo negó de forma rotunda … tres veces. Tuvo que ser un gallo el que le recordara lo que estaba haciendo, y saliendo fuera lloró amargamente.

DOS ERRORES GRAVES

Pedro cometió dos errores muy graves esa fría y oscura noche. Su primer error fue que en lugar de orar para evitar la tentación (como Jesús le había dicho que hiciera), se durmió. Eso es fácil, en especial si uno está deprimido. El sueño es un refugio agradable en medio de las tormentas de la vida. No obstante, Pedro pagó un precio muy alto por el descanso que decidió tomarse de la realidad. Si se hubiera mantenido orando, habría tenido su propia experiencia en Getsemaní. Quizá Pedro hubiese dicho: «Tengo miedo, Padre. Estoy deprimido. Me siento aterrorizado con lo que parece estar ocurriendo. Mi deseo es huir de todo esto, pero sé que te pertenezco. Permaneceré con Jesús pase lo que pase. No es lo que yo quiera, sino lo que quieres tú». En cambio, se durmió. Su espíritu estaba dispuesto, pero su carne era débil.

Su segundo error fue seguir a Jesús de lejos. Jesús les había dicho: «Vengan, síganme […] y los haré pescadores de hombres» (Mateo 4:19), y él había ido en pos de Jesús y estado a su sombra por más de tres años, pero esa noche se nos dice que siguió a Jesús «de lejos». Por consiguiente, fue capaz de sentarse entre los impíos durante una hora entera sin detenerse a pensar en su condición eterna. Cuando la oportunidad llegó —en el momento en que alguien le preguntó si era uno de los seguidores de Jesús— eludió la verdad como una plaga. El miedo lo dejó paralizado en el silencio.

Aparentemente, este incidente no tiene sentido. Pedro arriesgó su vida para defender a Jesús en el jardín de Getsemaní. Afirmó que moriría con Jesús. Había ignorado con valentía sus temores y salido de una barca para caminar sobre las aguas a fin de estar con su Maestro. Entonces, ¿por qué de pronto tenía tanto miedo de decir que era un seguidor de Jesús? No creo que fuera porque Pedro estaba avergonzado de Jesús de Nazaret. Creo que se trataba de algo más significativo. Sabemos por las Escrituras que Pedro era una persona impetuosa. Él no pensaba las cosas con mucho detenimiento.

La impetuosidad tiene sus ventajas e inconvenientes. Lo sé por experiencia. Mi propia vida está llena de emoción debido a que soy una persona que asume riesgos. Acostumbro salir de la barca para caminar sobre el agua. Y no pienso mucho en el fracaso, pero sí que fracaso a menudo. Mi esposa, Sue, se aterroriza si veo una mosca en la cocina, porque suelo intentar atraparla sin pensar en las consecuencias. No lo puedo remediar. Agarro cualquier cosa (dentro de lo razonable) y persigo a esa mosca hasta que deja de existir. Eso quiere decir que destrozo todo lo que se me interponga durante mi misión.

Pedro actuó de la misma forma cuando desafió a la lógica y caminó sobre la superficie del lago. ¿Hay alguien entre toda la raza humana que pueda confirmar haber hecho algo así? Solo el impetuoso Pedro. Y él no estaba pensando con demasiada intensidad cuando le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote en el jardín de Getsemaní. Había una «mosca» que se dirigía hacia Jesús, de modo que Pedro se encargó de abatirla.

Sin embargo, mientras estaba sentado en torno al fuego y se calentaba sus frías manos, Pedro tuvo tiempo de pensar. Jesús había sido arrestado. Pedro sabía que los judíos lo querían ver muerto. Ellos ya habían intentado matar a Jesús, y ahora lo habían apresado. Sabemos por las Escrituras que Pedro se encontraba a la vista de Jesús, porque cuando Jesús lo miró después que el gallo cantara, se dio cuenta de lo que había hecho. Por lo tanto, Pedro pudo haber presenciado la cruel burla y la terrible paliza a la que fue sometido. Probablemente sabía lo que iba a ocurrir. La justicia no existía en Roma. Ellos representaban la ocupación, y los judíos no eran más que escoria para estas personas. La crucifixión era algo normal y corriente … ¡hasta crucificaban a los ladrones!

LO QUE PEDRO TEMÍA

Puede que me equivoque, pero creo que Pedro le temía a la cruz romana. Él le temía a la crucifixión. Las cruces estaban por toda Jerusalén, manchadas con la sangre de criminales que habían violado la ley romana, y sus cuerpos permanecían colgados a la vista de todo el mundo. No se trataba de una simple inyección letal. Era un castigo cruel, pero normal. Los romanos habían elevado el nivel del sufrimiento humano a un punto aterrador. El propósito de la cruz era causar temor. La cruz significaba una exposición pública espeluznante. se trataba de una valla publicitaria diseñada para disuadir el intenso tráfico del crimen.

VALOR

Una de las virtudes más necesarias para un bombero es el valor. No es bueno que se dé la vuelta y salga corriendo a la primera señal de peligro. Él está dispuesto a sufrir dolor para llevar a cabo su cometido. Y para eso se necesita ser una persona especial.

En Jesús de Nazaret tenemos el mejor ejemplo de valor. Él sufrió el dolor indescriptible de la cruz para salvarnos de la agonía del infierno.

Existe una historia de un granjero que caminó por su granja después que el fuego lo había consumido todo. El granjero miró por un momento a una gallina muerta aún ardiendo y la empujó con el pie. Para su asombro, descubrió polluelos vivos debajo de sus alas. La madre había extendido sus alas de amor para protegerlos del fuego. Tal es el amor de Dios hacia nosotros. En Cristo, Dios extiende las alas de su amor para salvarnos del fuego consumidor de su justicia eterna.

Jesús comparó el amor de Dios al de una gallina que cubre a sus polluelos. Él dijo: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!» (Lucas 13:34).

Él es nuestro ejemplo. Si Dios nos amó así, nosotros debemos amar a los que en están en peligro de la venganza del fuego eterno. Que Dios nos dé una compasión que elimine nuestros temores naturales y nos guíe a arrebatar a otros del fuego, aunque aborreciendo aun la ropa contaminada por su cuerpo.

–Kirk Cameron


Por consiguiente, es bastante probable que Pedro estuviera bien familiarizado con la cruz. No hay dudas de que él había visto a los soldados sujetar las manos de personas angustiadas para clavarlas al madero. Probablemente había presenciado cómo la gente se contorcía cuando el acero romano penetraba la tierna piel. Había sido un testigo silencioso cuando los hombres endurecidos gritaban como animales, y se quedó horrorizado por la dura realidad de lo que estaba ocurriendo. Quizá los oyera suplicar que la muerte los rescatara. Una mirada a sus ojos habría sido suficiente para aterrorizar al más insensible de los corazones humanos.

No, no creo que Pedro tuviera miedo de la criada. Creo que él le temía a la terrible amenaza de la tortura romana del madero.

Es normal que Pedro se sintiera atemorizado. Yo mismo me conmuevo cuando pienso en la abominable crueldad de la cruz. Me hace pensar en cómo me siento cuando me clavo una espina en la mano y Sue intenta sacármela con una aguja. Tengo que darme la vuelta, porque los ojos se me llenan de lágrimas debido al dolor que siento. No cabe duda. soy el mayor de los endebles. Predico con frecuencia al aire libre, y uno mis versículos favoritos dice que si se nos persigue en una ciudad, huyamos

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