Entrevista a Cristina Benito
¿En qué momento de tu vida te diste cuenta de que te interesaba la economía?
Lo sabía desde el instituto. Creo que por aquel entonces ya entendía que el dinero era una energía, más allá de su aspecto material.
¿Tenías consciencia del dinero?
Sí, era ahorradora y me preocupaban las relaciones que establecemos con el dinero. Es algo que aprendí de mi familia. Como narro en el prólogo del libro, mi madre era muy consciente de cada gasto, de lo que costaban las cosas y, especialmente, de la utilidad o la satisfacción que nos reportaban.
¿Qué es lo que más te atrajo de la carrera de económicas?
Lo que más me interesaba era el hecho de gestionar recursos escasos. Todos sabemos que los recursos en general son finitos, y también lo es el capital. Por eso quería estudiar su enfoque económico desde la carencia y la gestión de la escasez. En torno al dinero siempre hay competición, la gente es capaz de mucho, demasiado, para obtenerlo.
¿Qué hiciste tras acabar la carrera?
Me fui de voluntariado a Paraguay, con el mismo colegio mayor en el que había vivido en Zaragoza. Allí estuve conviviendo con muchachas que nunca habían salido de pequeñas áreas rurales del interior del país y se desplazaban a Asunción, la capital, a buscar una vida mejor trabajando en el servicio doméstico. Aquellas chicas habían vivido en el campo sin cocinas ni cuartos de baño. Entre ellas hablaban guaraní y les dábamos clases de apoyo de castellano, además de ayuda psicológica. Había que enseñarles cómo limpiar y las cosas más básicas sobre cómo funcionaba una casa.
Teniendo en cuenta lo que habías estudiado, fue todo un contraste.
Totalmente. Tras la carrera se espera de ti que seas bróker, CEO o banquero. De repente, te ves en un lugar tan humilde que, por fuerza, te hace reflexionar.
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